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—Está bien, nos veremos en la puerta y gracias Daigo.
—¡Hasta luego, Geki-kun!
Habiéndose despedido, ambos chicos se marcharon para prepararse.
. . .
Ya en su casa, Daigo rellenó dos botellas de agua, tomó dos manzanas y preparó una muda extra de ropa. Todo aquello lo guardaría en una mochila marrón bastante amplia.
Luego, para rematar, guardó la mitad del dinero que le sobraba en el portaobjetos y colgó las esposas supresoras de chakra en la parte derecha de su cadera.
Antes de marcharse, dejó una nota en la mesa del comedor para sus padres.
Estaré en una misión en la Ribera del Norte y tardaré unos días en volver.
¡Os quiero!
Luego de acabar la nota con una carita sonriente, Daigo se marcharía al punto de encuentro, donde esperaría a su compañero.
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Geki llegó a su casa, abrió la puerta, nadie lo esperaba pero estaba acostumbrado, se quitó las botas para no ensuciar el pisó de parquet y rápidamente se dirigió a la cama, tomó una mochila que estaba en la cabecera, abrió el cajón y cojió un mapa simple de la región, lo tenía guardado desde que llego y le daba un vistazo cada noche para aprenderse las diferentes partes dela región.
Luego caminó hasta la cocina y guardó algunas provisiones, comida, agua y alguna fruta, de seguro le servirían en la travesía. Por un segundo se detuvo en seco, como si le hubieran puesto pausa, no se podría saber que pasó por su cabeza en ese instante, sería su familia o los nervios de la misión, quizá hasta cómo iría a terminar la misma, pero allí se quedo un momento, sin actuar, casi como una estatua.
Al recapacitar se giró, ató bien la bolsa donde llevaría las cosas. Revisó su porta objetos, kunais, shurikens e hilo, parecía que todo estaba en orden.- Uff... soltó mientras su pecho se desinflaba.
Se acercó a la ventana y miró afuera, elclima estaba más que agradable, había llegado el momento, su primera misión como genin oficial de Kusagakure, donde tenía que mostrar su valía, sus habilidades y sobre todo, que tenia todo para ser un ninja y sabiendo esto no la iba a desaprovechar de ninguna manera.
Casi automáticamente cruzó la sala de estar y se fue dando un portazo, retumbó, pero el chico ni se percató por la prisa que llevaba.
Más tarde, al llegar al lugar acordado, su compañero ya lo estaba esperando, aunque había hecho la mayor parte del camino corriendo, en este último tramo se acercó con una caminata pausada hacia Daigo. A la distancia ya iba levantando la mano para saludarle aunque no sabía bien si el otro muchacho lo veía o siquiera se había percatado de su presencia. Así que cuando considero que estaba a una distancia aproximada para que el otro shinobi lo escuchara lo volvió a saludar.
- Daigo, estoy aquí, creo que tengo todo, cuando tú digas nos marchamos.
Se detuvo al lado de su compañero, pronto para emprender la misión que se les había asignado.
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Daigo no pasó mucho tiempo esperando antes de ver a su compañero aparecer a lo lejos, alzando su mano para saludarlo hasta que finalmente se acercó, dispuesto a dar inicio a su viaje.
—Muy bien, en marcha.
El peliverde caminaría hacia la puerta junto a su compañero, donde le pediría el pergamino para mostrárselo a los guardias antes de finalmente salir de la aldea y cruzar el puente que cubría la enorme zanja que rodeaba Kusagakure.
—Cuéntame un poco sobre tí, Geki-kun, ¿qué se te da bien? —preguntó—, a mí se me da bien el Taijutsu y sé algo de Fuuton, aunque en verdad no sé si nada de eso será de mucha ayuda...
Era consciente de que probablemente ninguna de sus cualidades como shinobi le ayudaría a encontrar al culpable más fácilmente, y a menos que Geki conociera alguna técnica de interrogación definitivamente tendrían que hacerlo todo a la vieja usanza.
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Tras saludarse, Daigo comenzó a caminar hacia la puerta de la aldea, Geki lo seguía a su lado, aunque era más pequeño en altura, intentaba seguirle el paso a la par. Al llegar a la entrada buscó entre sus ropajes y le alcanzó el pergamino de la misión, justo como él se lo estaba requiriendo. Todo estaba bien, la travesía había empezado.
Habían salido de Kusagakure,el clima denso de humo y la nube de sonidos de los pobladores en charlas difuminadas se iba apagando para darle paso al golpeteo del agua que intentaba cruzar suavemente por debajo del puente que separaba el pueblo del exterior.
El sonido del agua trasportó a Geki al día que llegó a la Kusagakure, el gorgoteo con el coro de ranas y sapos de fondo era música para sus oídos, hasta que escuchó la voz de Daigo "Cuéntame un poco sobre tí, Geki-kun, ¿qué se te da bien, a mí se me da bien el Taijutsu y sé algo de Fuuton, aunque en verdad no sé si nada de eso será de mucha ayuda..." El Senju se puso pensativo mientras igualaba el paso del de pelo verde e intentaba pensar que tipo de técnicas podría ser útil utilizar para estos casos.
-Perdona Daigo, hace poco me gradué, sé los ninjutsus básicos, y alguna que otra técnica de suiton- Detuvo su monologo para pensar un poco y continuó -Pero en realidad, no sé cómo podríamos sacarle provecho a eso, creo que tendremos que improvisar- Sonrió.
-aunque me considero "pasable" en el arte de espiar y deducir embrollos, no mucho para el combate. Terminó el genin, que se había dado cuenta que tendría que tener cuidado, ya que si no era cauteloso, podría traer más problemas que soluciones a la misión. Pero no terminó ahí, el genin siguió pensando para su adentros, en realidad como era la primera misión de Geki no sabía bien que utilidad darles a las mismas.
Se quedó callado unos pasos, como si quisiera decir algo pero sin encontrar las palabras, -¿Y tú? Dijó a secas -¿Por qué te convertiste en shinobi? Le preguntó, había bajado un poco el tono de voz, casi como intentado no molestar con la pregunta.
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¡Rayos! Ninguno de los dos parecía conocer ninguna técnica útil para la misión, pero Geki decía tener cierta facilidad para la deducción, campo en el que el peliverde no brillaba precisamente.
—Genial, en ese caso confiaré en tus habilidades deductivas, Geki-kun —contestó, sonriente.
Ambos chicos caminaron un par de pasos sin decir nada, y es que Daigo no tenía ni idea de qué decir en ese momento. ¿Deberían discutir sobre alguna estrategia? No podían, apenas tenían información de nada. ¿Entonces qué hacía, hablar del clima?
Intentó recordar. ¿Qué cosas había preguntado Juro en su lugar?
—¿Y tú? ¿Por qué te convertiste en shinobi?
Oh, es cierto, había preguntado justo eso.
—Por el dinero —dijo como si nada—. No vengo de una família muy rica y mi padre quería que fuera ninja como él para ganar algo de dinero. La verdad no tenía mucho de donde escoger.
Sí, quizá no era la más grande de las historias e incluso podría discutir que no era un buen motivo para hacerse shinobi, pues podría haber escogido cualquier oficio menos peligroso.
—Lo siento, no tengo nada muy interesante que decir —dijo mientras movía su mano de lado a lado a la altura del hombro, restándole importancia.
¿Qué más daba ahora el motivo por el que se hizo ninja? Desde que empezó este camino Daigo había empezado a hacerse lo suficientemente fuerte para proteger a los suyos, había vivido aventuras, había viajado, conocido gente y, por primera vez, se había sentido capaz de hacer un cambio importante y sentirse verdaderamente útil. Todo aquello valía mucho más que el dinero...
—¿Qué hay de tí, qué te llevó a ser ninja?
... pero nada de eso le daría de comer a él o a su família, tenía que hacer algo más.
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17/10/2018, 19:34
(Última modificación: 17/10/2018, 19:35 por Geki. Editado 1 vez en total.)
Geki escuchaba atentamente cada palabra de Daigo y a veces, como si fuera un reflejo asentía la cabeza cuando este terminaba de hablar. El joven caminaba tranquilo, en paz, como si por momentos se olvidara que en la misión que le habían asignado había ocurrido un asesinato.
El muchacho ahora tenía la atención en la historia de su compañero, quizá por fin sabría el porqué de la cabellera verde. Pero en un corto monologo su compañero le respondió la pregunta manifestandole que su razón eran temas económicos. El genin se desanimó un poco, aunque era un motivo completamente valido, él no creía que ese era el verdadero camino de un ninja.
Lo observaba hablar, hasta que terminó con una gesticulación como restandole importancia al tema. Geki miró al suelo e iba pateando algunas piedras que se le cruzaban en su camino, hasta que Daigo le devolvió la misma interrogante "¿Qué hay de tí, qué te llevó a ser ninja?".
-Buenoo... dijo entre un suspiro y levantó el brazo para rascarse la cabeza, no se esperara para nada aquel boomerang de la pregunta. Sabía que contestar, siempre lo había tenído claro, pero no sabía como se lo tomaría Daigo -Espero que no te rías. comenzó, ya intentando defenderse de cualquier burla que pudiera producir lo que fuera a decir, hacía poco que conocía a Daigo y aunque le cayera bien, todavía no habían entrado en demasiada confianza o por lo menos para contarle algo tan profundo como lo que iba a decir Geki.
-Una vez, alguien sabio me dijo "Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?". Se quedó en silencio un momento, miró hacia arriba y se reincorporó -Creo que todos estamos aquí para cumplir un destino, así como ese árbol necesita de alguien que lo escuche caer para que exista un sonido, alguien nos necesita a nosotros y lo necesitamos para comprobar nuestra existencia. No quiero ser un árbol que caiga sin ser escuchado. Paró de hablar y volvió la mirada al frente, al percibir que sólo se escuchaban las pisada sobre el camino se avergonzó e hizo un comentario rápido para cortar el silencio incomodo.
-Lo siento Daigo no te quiero aburrir. El shinobi bajo de nuevo la cabeza y siguió buscando piedras que se le cruzaran en el camino para patear. Se arrepentía un poco de haber contado esa historia y quedar como un ridículo, quizá hubiera sido mejor contestar que él era un ninja por el mismo motivo, pero las palabras dichas, dichas están.
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—No te preocupes, no me burlaré —dijo Daigo en un intento por calmar la preocupación de su compañero.
Escuchando cada palabra que decía su compañero, ahora era el turno de Daigo de callar y prestarle toda la atención posible a Geki.
—... lo siento Daigo no te quiero aburrir.
—Un árbol que no caiga sin ser escuchado, ¿eh? —dijo—, para que pase tiene que haber una persona en el lugar adecuado y en el momento adecuado para escucharlo caer... —hizo una pequeña pausa—, ... o puede crecer alto, tan alto que nadie, sin importar donde esté, se de cuenta de que ese árbol está allí y... cuando deja de estar.
Ser un árbol que no caiga sin ser escuchado... aquel era definitivamente un sueño muy grande, pero con un oficio como el de shinobi definitivamente era necesario tener un objetivo que te lleve a través día a día, porque de lo contrario era fácil desistir y perderse por el camino. Al menos eso es lo que pensaba el joven Daigo.
»Aún así, creo que para nosotros los ninja no siempre funciona así —añadió—. Quizá no todo el mundo lo note en su vida diaria, pero es algo que se siente, porque cuando uno de nosotros muere, es un ninja más que ha dado su vida por su villa, y un ninja menos que puede darlo todo por su gente.
»Lo que quiero decir es que ninguno de nosotros cae sin que alguien lo sienta, incluso si nadie puede verlo, o escucharlo, o ni siquiera sabe que hemos muerto en primer lugar. Porque de eso trata ser ninja, ¿no crees? De hacer lo que hay que hacerse incluso si nadie lo ve.
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-Si tienes razón. Se limitó a decir el genin otra vez utilizando su voz de timidez.-Es que a veces me pongo a pensar y desvarío un poco. Concluyó y continuó caminando junto a Daigo.
Las mangas del kimono verde y negro se balanceaban de un lugar a otro, ya que Geki, como juego le gustaba poner sus brazos por dentro del torso de la vestimenta y dejar en libre albedrio el resto de su ropa, que se movían como dos péndulos a sus costados y a veces el viento las peinaba como una bandera.
Observaba el horizonte y se sentía impaciente de llegar. -¿Es muy lejos?...a donde vamos me refiero, es que no recuerdo bien el nombre del lugar. Geki aunque era un joven inteligente le costaba recordar fechas o nombres a los que no había prestado mucha atención, se había relajado que Daigo fuera el líder y retenía sólo algunas de las cosas más importantes.
-No te lo voy a negar, estoy emocionado, pero un poco preocupado ¿Ya habías hecho misiones así? Seguía cuestionando al otro shinobi, quizá por el aburrimiento que le generaba el caminar tanto, o quizá porque de verdad le interesaba conocer a Daigo
– Una vez salí de mi pueblo ¿Sabes? Pero era muy pequeño y no lo recuerdo bien. Mis padres son panaderos… y es un trabajo que demanda mucho, pero hay que hacerlo para así llevar el pan a la mesa. Rió como si fuera un gran chiste, pero en realidad no lo era, simplemente se lo había copiado al panadero, que lo repetía hasta el hartazgo hacia sus clientes, Geki escuchó ese juego de palabras un millón de veces, pero siempre le causaba gracia y ahora que extrañaba su casa, la frase se volvía mucho más especial.
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Daigo miró unos segundos a sus compañero luego de escuchar su tímida respuesta. Demonios, de verdad esperaba no haberlo desanimado.
—¿Es muy lejos?...a donde vamos me refiero, es que no recuerdo bien el nombre del lugar.
—Vamos a un pueblo llamado Takoizu y dado que está en la Ribera del Norte, deberiamos llegar... —Se tomó unos segundos mientras ubicaba la Ribera del Norte—, mañana, si quieres podemos descansar en Tane-Shigai y con suerte ya estaríamos allí para mañana en la noche.
Sí, con suerte podrían quedarse en alguna posada en Tane-Shigai, pero debía ser especialmente barata, porque Daigo no andaba especialmente bien de dinero.
—No te lo voy a negar, estoy emocionado, pero un poco preocupado ¿Ya habías hecho misiones así? —preguntó—. Una vez salí de mi pueblo ¿Sabes? Pero era muy pequeño y no lo recuerdo bien. Mis padres son panaderos… y es un trabajo que demanda mucho, pero hay que hacerlo para así llevar el pan a la mesa.
Daigo rio a carcajadas junto a Geki. Aquel chiste lo había pillado completamente por sorpresa.
—Pues sí, ya había hecho una misión rango C antes, pero fue en el Paraje del Bambú y no iba precisamente de investigar —dijo y recordó aquella misión con Juro. No eran recuerdos precisamente bonitos, pero eran sus recuerdos y eran preciados—. Nos fue bastante bien, cumplimos la misión y mi senpai y yo llegamos completos a casa.
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Era de noche, todo había tomado un tono azulado y la temperatura había disminuido un poco, lo coherente de la estación que estaban. Daigo y Geki iban caminando uno a lado del otro, lo hacían desde que partieron de la ultima ciudad escala que utilizaron para descansar.
Iluminados por una luna blanca y redonda sobre sus cabezas. El silencio hacía que las pisadas sobre la grava se escucharan más fuertes, mientras que un coro de insectos cantaba a lo lejos. La meta se iba anunciando, poco a poco, como un amanecer, el anaranjado de las luces artificiales iba apareciendo en el horizonte, haciendo aviso de que el pueblo no estaba muy lejos.
*Ahí está* Geki dió una bocanada de aire frío que le seco la garganta, lo hizo carraspear y lo devolvió en forma de vaho. Apretó los puños, como si estuviera listo para dar batalla pero se giró hacia Daigo, que iba tranquilo, o al menos eso parecencia.
-¿Deberíamos quitarnos los distintivos de ninjas?
Preguntó el genin, por si era de conveniencia para ellos pasar desapercibidos, al menos al momento de su llegada, para que no supieran quienes eran, a veces el anonimato otorgaba ciertas ventajas. Y más a las personas que no eran de ese lugar. Si era un pueblo pequeño los reconocerían fácilmente. Así lo había notado en la escala.
Anteriormente, Daigo había propuesto descansar en Tane-Shigai una ciudad enorme construida completamente de madera. Ahí fueron los genins y desde su llegada todo había transcurrido con normalidad, las comidas, los descansos y las charlas. Pero algo le había hecho ruido a Geki. Percibió, en el acierto o en el error, que mucha gente le llamaba la atención la bandana de Kusagakure que portaba en su cabeza. A veces, quizá sin anunciarlo, preferían evitarlos o directamente no tener trato con ellos. esto podría haber sido pura maquinación de la cabeza del joven debido al estrés de la misión. La noche de descanso había transcurrido con normalidad y ahora se encontraban llegando a su objetivo, pero había quedado intranquilo y prefería consultarlo.
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Tal y como habían planeado, los Genin hicieron una parada en Tane-Shigai para pasar la primera noche antes de continuar su viaje. Allí descansaron y comieron antes de finalmente continuar su viaje hacia Takoizu.
Luego de muchas horas de viaje y que Daigo terminara con su última manzana, ambos chicos pudieron empezar a ver su destino poco a poco. Ese tenía que ser Takoizu, ya estaban cerca y se le hacía imposible no sonreír un poco y emocionarse porque ya iban a ponerse manos a la obra.
—¿Deberíamos quitarnos los distintivos de ninjas? —sugirió Geki.
Daigo se lo pensó un poco antes de responder.
—No creo que haga falta ahora, pero quizá sea buena idea más tarde si no queremos llamar la atención en la Ribera del Sur.
Para un ninja siempre era importante saber pasar desapercibido cuando era necesario, pero aún sabiendo eso el chico no estaba del todo convencido de quitarse su bandana aunque fuera por un rato. No lo solía hacer casi nunca y menos cuando estaba de servicio.
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Ambos shinobis llegaron al poblado cuando la luna era la reina del cielo. Pegado a la orilla del río, el pueblo estaba compuesto por al menos cuarenta casas, la mayoría de ellas de madera. La calle principal, ancha y empedrada, daba acceso a una posada nada más llegar. Era un edificio mucho más grande que el resto, de tres pisos, con enormes troncos de madera ejerciendo de vigas y un establo pegado a su derecha.
La luz bañaba la entrada a través de las ventanas, y el murmullo característico de gente hablando y riendo llegó hasta los oídos de los dos jóvenes ninjas. La entrada tenía forma de arco, con los bordes color turquesa y las puertas de una madera rojiza. En lo alto, gruesas letras talladas en madera formaban su nombre:
«El Grifo Dorado»
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Geki asintió con la cabeza en forma de contestación a su compañero, había comprendido el porqué. Tenía razón, quizá no era el momento. Caminaron lado a lado hasta ingresar al pequeño pueblo. Parecía bastante deshabitado, aunque un murmullo fuerte proveniente de uno de los edificios más grandes les llamó la atención, podría ser una fiesta. Geki fue observando con detalle la edificación mientras se acercaban, pero aún así no podía distinguir a nadie por ninguna ventana
«El Grifo Dorado» se leía en la entrada. Intento asociar ese nombre con algo en su cabeza pero no lo logró.
-Parece un casino o un bar...
Comentó, a su compañero permaneciendo a su lado. "o un burdel" pensó a sus adentros pero no lo dijo para no parecer descortés. No sabía bien en que hora del día se ubicaban, pero en ese lugar había una buena concentración de personas comparado con el resto del pueblo que parecía tranquilo, quizá era un fiesta local o un cumpleaños.
Cerró los ojos y respiro, el olor a humo y a animales ingresaba por sus fosas nasales, era algo común cuando se estaba cerca de un establo o de algún pueblo muy habitado.
Geki volvió la mirada a Daigo para ver que decisión tomaba, si el líder le parecía buena idea entrar o si lo mejor era investigar un poco más la zona.
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—El Grifo Dorado...
Frente a ellos había un gran edificio muy diferente a todo lo que tenían alrededor. A diferencia de la mayoría de casas de madera, este establecimiento llegaba a los tres pisos e incluso tenía un establo a su costado.
Dentro, Daigo podía escuchar el murmullo y las risas de la gente.
—Parece un casino o un bar...
—Sí, quizá sea un buen lugar para preguntar por el señor... —Mientras terminaba de hablar, tomó el pergamino para recordar el nombre del alguacil—, Umichi Rourah.
Luego de decir aquello, Daigo guardo el pergamino y miró a su compañero.
—¿Vamos? —dijo y se acercó a abrir la puerta.
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En el interior del edificio El Grifo Dorado se hizo brevemente el silencio cuando los dos genins abrieron las puertas y se internaron. De pronto, todas las miradas estaban puestas en ellos. Cuatro hombres, que hasta entonces estaban jugando a las cartas, alzaron y giraron las cabezas para verles. Un pequeño grupo de hombres y mujeres, de pie alrededor de la partida, también torcieron los cuellos para ver quiénes eran.
Una mujer regordeta, de pelo negro y ojos oscuros, clavó su mirada en ellos tras la barra. Otro hombre, de cabello largo atado en una cola de caballo, barba descuidada y ojos dilatados por el alcohol también trató de fijar su mirada en ellos. Cabe decir que no tuvo éxito.
Pero no fue sino un hombre de barriga cervecera, cabello corto y vestido con un kimono blanco quien se levantó del taburete. Sus ojos, azules, se fijaron en las bandanas de ambos. Tras un momento de duda, se acercó a ellos con pasos cortos. Tenía gafas redondas y un enorme bigote.
—¿Los ninjas de Kusagakure que solicite? —preguntó, en un tono esperanzado—. Mi nombre es Umichi Rourah.
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