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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Tomo esta trama con mi segundo hueco de Narrador.

Flama, Verano del año 219

Era un flamante —redoble de caja y platillo— día de Verano. El Sol brillaba, los pájaros cantaban, el rumor del mar traía consigo una brisa de lo más refrescante y...

Bueno, al menos así sería, si el protagonista de esta misión estuviera en otro lugar. En casi cualquier otro lugar de Oonindo, de Norte a Sur, habría muchos que hubieran validado esa descripción. Pero no el que nos ocupa, no. No este. Porque Manase Mogura, recién reincorporado miembro del cuerpo médico de la Villa Oculta de la Lluvia y chuunin reputado, no vería más que lluvia y nubes, nubes y lluvia, cuando abriese la puerta a la que alguien acababa de llamar. Y claro, no podía ser otro que Azuma Jiro, más conocido como El Recadero. Un tipo con quizás demasiado buen corazón que era famoso por pasarse el día llevando mensajes y recados de una punta a otra de la Aldea; como Manase Mogura no era menos que ningún otro chuunin, y como la petición venía de la oficina de la Arashikage, Jiro no había podido negarse. Como siempre.

Así que allí estaba, llamando insistentemente a la puerta de aquel joven médico recién retornado al servicio. A decir verdad, Jiro estaba raro aquella mañana. Estaba interesado en aquel recado. Por primera vez, quería llevar el mensaje, y quería que su compañero abriese la puerta. ¿Por qué? Muy simple. Porque aquel muchacho que tan alto había apuntado desde el principio, cercano a la Arashikage, ascendido a chuunin de forma temprana y apreciado por la Aldea, había decidido tomarse un impás de un año. ¿Qué podía haberle llevado a semejante cosa? En la Villa se comentaba de todo; desde justificaciones perfectamente normales y lógicas, hasta las más inverosímiles historias; como que Mogura se había pasado todo un año encerrado en el cuarto de baño de un prost...

¡Seguro que era mentira! Seguro, pero precisamente por eso, Jiro quería averiguarlo.

¡Manase Mogura!toc, toc, toc, tres golpes perfectamente sincronizados. Era una técnica que Jiro ya había dominado por completo—. ¡Tengo un pergamino de misión para usted!




(C) Wardruna


Publicada en: Amegakure no Sato
Rango recomendado: Chuunin
Nivel recomendado: 15
Solicitante: Hokubu Sanmaru, alcalde de Villa Hokubu
Lugar: Tierras Nevadas del Norte

Villa Hokubu es una aldea de pastores montañeses y mineros situada en las faldas de las nevadas montañas al Norte de Yukio y al Sur de la misteriosa Cordillera Tsukima. Su alcalde, Hokubu Sanmaru, ha pedido a la Villa ayuda para rescatar a su hijo de las garras de una tribu salvaje de las montañas que lleva hostigándoles desde hace un tiempo. Villa Hokubu proporcionará a los shinobi alojamiento y manutención, así como colaboración durante la operación de búsqueda y rescate. Se desconoce si el hijo de Hokubu Sanmaru sigue con vida, pero el alcalde ha requerido que al menos su cadáver sea recuperado para poder darle un entierro digno.
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#2
El sonido de la puerta siendo golpeada no era difícil de escuchar y mucho menos fácil de ignorar cuando se hacía reiteradas veces en tan poco tiempo.

Sus pasos se movían por el interior de la casa al ritmo de los golpeteos, no sentía precisamente que estuviese atrasado con su ritual de vestimenta sino más bien que el mensajero se había adelantado, quizás por ansioso o por tener un itinerario apretado ese preciso día.

Cuando estuviese listo, la puerta corrediza de la entrada se abriría y abriendo su paraguas en la galería daría unos pasos hacía el exterior. Apresuraría la marcha de sus botas por el patio que rodeaba la casa hasta llegar al muro que rodeaba la totalidad de la propiedad, muro de cemento con tuberías acá y allá y una entrada tradicional con un pequeño techo a juego con el de la casa misma.

Mogura movería la traba de la puerta y no demoraría mucho en poner a trabajar las bisagras donde estaba montada.

—Buenos días, Azuma-san.

El médico se mostró al otro lado del portal pálido como siempre y con su clásica cabellera larga atada con la bandana. Tenía puesto un chaleco, pero no el militar, uno de vestir, con una corbata y una camisa debajo.
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#3
Azuma Jiro le extendió el pergamino de misión nada más Mogura apareció tras la puerta de la propiedad. Normalmente en ese punto, El Recadero se daría media vuelta y se despediría para seguir con su apurada hoja de ruta, pero en aquella ocasión... No pudo resistirse. Tuvo que preguntar. Alzando las cejas y con un tono que estaba a medio camino entre indiferente y meloso, Jiro quiso indagar sobre los motivos del joven Manase para haberse ausentado del servicio activo durante tanto tiempo.

Ejem, Manase-san, si no es indiscreción. Sabe usted que en la Aldea la gente comenta todo tipo de chismes sobre su partida y regreso a nuestras filas, ¡y Amenokami me libre, yo no soy de los que dan pábulo a infundadas elucubraciones! —alzó ambas manos, como queriendo imprimirle veracidad a sus palabras—. Pero un servidor no puede evitar preguntarse, bueno, ya sabe usted. ¿Cómo es que un shinobi tan prolífico abandona el servicio activo de esta manera? ¡Quiero decir, Manase-san, claro! La Villa le ha echado mucho de menos, y yo soy el primero que se alegra de tenerle de vuelta. ¡Pero! A fin de poner remedio a todos esos chismes que circulan por ahí, ya sabe, estaría bien conocer los detalles. Digo.

Y después de soltar su perorata, se quedó esperando como un perrillo que espera recibir una chuchería por su buen comportamiento. La cuestión era, ¿iba Mogura a dársela?
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#4
El médico tomó el pergamino y estaba esperando algún gesto del mensajero para poder contestar con alguna reverencia y cerrar la puerta. Pero viendo que este no parecía estar con intenciones de irse tan rápido tuvo que adaptarse a la situación.

¿Qué se suponía debía decir ante semejante discurso? ¿Cómo debía contestar a los rumores sobre su año sabático como shinobi?

Miró un segundo fijamente a los ojos al chismoso mensajero. Dejó escapar un ligero suspiro y aclaró su garganta. Solo entonces dejaría escapar sus palabras.

—Bueno, supongo que los cambios que ha habido en la armería Manase me han tenido mucho más ocupado de lo que esperaba.

Esbozó entonces algo que parecía acercarse a una ligera sonrisa y con un tono no tan serio como el habitual en él, dijo.

—Pero espero que eso no se repita. De resto, espero con ansias ver como mis compatriotas han aprovechado este tiempo y volver a trabajar con ellos.
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#5
Azuma Jiro asintió, evidentemente poco complacido con aquella respuesta tan genérica pero restringido por las normas de cortesía entre colegas que no tenían demasiada confianza e incapaz de preguntar más.

Comprendo, Manase-san. Gracias por su respuesta, siempre tan atento. Respecto a la misión, me comunicaron que tendría un compañero, y que debe presentarse mañana a mediodía en las puertas de la Villa para tomar el transporte hacia su destino. Que tenga un buen día.

Sin mayor demora, El Recadero se despidió con una formal reverencia y se dio media vuelta, emprendiendo de nuevo el camino hacia su siguiente destinatario. Mogura tendría entonces todo el día y parte de la mañana del siguiente para prepararse, hacer el petate —según el pergamino de misión, Villa Hokubu cubría los gastos de manutención, así que no tendría que preocuparse por llevar provisiones— y, si lo consideraba oportuno, quizás pasarse por la Armería de la Aldea para coger prestado algo de equipamiento.
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#6
El médico no pudo evitar sonreír por dentro al ver el rostro de Azuma. Ya tenía suficiente con sus cosas como para preocuparse por lo que las malas lenguas tenían para decir.

—Que tengas un buen día también, Azuma-san.

Correspondió entonces la reverencia del mensajero. Espero un par de segundos después de la partida del mensajero y cerró la puerta. Miró el pergamino en su mano y no pudo evitar pensar:

«Un compañero...»

Lo último que había hecho con un equipo fue participar en la búsqueda de Aotsuki Ayame, antes de eso estuvo aquel asunto del que no debía hablar con nadie.

—Bueno, mientras sea alguien que sepa comportarse, supongo que no es mayor problema.

Susurró a la nada mientras caminaba hasta su casa para terminar de vestirse.

Pasadas un par de horas el médico se aproximaría a la armería de la aldea, vistiendo sus prendas de siempre. Bandana, chaleco, chapas plateadas, sobretodo, botas y obviamente un paraguas para mantenerse tan seco como fuese posible.

Como estaba seguro de que un respirador sería algo que no le iban a prestar ni aunque su vida dependiese de ello, consideraba que la mejor elección de armamento sería: el sello explosivo más potente que pudiese llegar a dejarle tomar.
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#7
Al día siguiente, cuando Mogura llegó a las puertas de la Aldea a mediodía —la hora convenida— allí le estaba esperando un curioso comité de recepción; o más bien, de viaje. Había un carromato tirado por un caballo enorme, más grande que cualquier otro que el médico hubiera visto nunca, de pelaje marrón oscuro y crines claras. Parecía una bestia de tiro idónea, robusta y de patas muy musculosas, ideal para atravesar las frías tierras del Norte de Arashi no Kuni. La carreta en sí era un vagón de madera con un cubículo resguardado, con asientos forrados de piel y dos lámparas de aceite en el exterior, perfectamente adecuado para transportar hasta a cuatro personas en su interior. Sobre la balda superior, que servía de asiento, una mujer de pelo ralo y claro, ojos azules y piel pálida le saludó con una inclinación de cabeza; debía ser la conductora.

¡Buenos días, Mogura-dono! —le dijo—. Kurogane Yuuki, seré la cochera de ustedes durante el trayecto. ¡Suba, suba! Debemos partir ya si queremos pasar la Ciudad Fantasma antes de que anochezca.

El plural no pasaría desapercibido para el chuunin, seguro, y es que si miraba junto al carromato, podría ver a su compañero durante esa misión. Un muchacho que aparentaba unos quince años, alto y de buena complexión para su edad, muy pálido. Vestía el uniforme reglamentario de la Villa, con una placa plateada de chuunin cosida al hombro izquierdo de la camisa, y chaleco militar. Sus ojos, verde aguamarina y muy vivaces, examinaban a Mogura con curiosidad. Llevaba el pelo, de color rubio muy pálido, casi blanco, recogido en una larga coleta que le llegaba hasta casi la cintura.

Hola, ¡Mogura-kun! —le saludó con una inclinación de cabeza muy leve—. Kaguya Hidamaru, ¡es un honor poder participar en esta misión contigo! He oído muchas cosas de ti.

La conductora volvió a apremiarles. Parecía que realmente quería cumplir con la hoja de ruta y no tener que detenerse a descansar por la noche en Ciudad Fantasma.

Ya vamos, ya vamos Yuuki-san —replicó Hidamaru—. ¡No tengas tanto miedo! Ese lugar es sólo un conjunto de viejas ruinas, y las historias que se cuentan son cuentos de viejas. ¿Eh, Mogura-san?
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#8
Eventualmente, un nuevo día llegaría. Día en el que tendría que ir a ganarse el pan como un shinobi honrado y trabajador.

A la hora acordada, Mogura se presentaría en el lugar acordado para encontrarse con la gente acordada. La última vez que había salido en una misión el transporte fue todo menos algo típico, y parecía que aquel día no sería la excepción. No porque el caballo que unido a aquel carro fuese de alguna clase de caramelo o vaya a saber que otra cosa. Sino que simplemente parecía que le habían metido demasiados asteroides.

La pálida cochera saludaría al médico con un gesto de su cabeza. No podría estar mas satisfecho con la elección de palabras que tuvo.

—Buenos días, Kurogane-dono.

Correspondería el saludo con una reverencia.

—¿Antes del anochecer?

No pudo evitar preguntar, mirando a la mujer a los ojos y luego llevando su mirada al corcel que iba a tirar del carro con tres personas.

—Si eso es posible, no perdamos tiempo.

Exclamó con un cierto tono de emoción y dispuesto a subirse al vehículo. Pero antes de que pudiese si quiera aproximarse a la puerta del carro, un muchacho emergería de un lado de este. Alto, quizás tan alto como él o un poco más, sin duda mas robusto pero posiblemente igual de pálido. Chuunin, también. Mirada llena de vida, contraria a la seria expresión que solía tener.

Correspondió el saludo del muchacho sintiendo que algo en su corazón se volvía a romper cuando lo saludaban de manera tan informal.

—Buenos días, Kaguya-san.

Diría con su tono habitual. Antes de poder hacer comentario alguno sobre aquello de que había escuchado muchas cosas de él, la cochera los apuró para que se montasen en el carro.

—Así es. — concedió con una leve sonrisa—. Solo ruinas y cuentos de viaje. Bandidos oportunistas como mucho.

Abriría la puerta del carro y se procuraría un cómodo lugar.

—Aun así, mientras antes estemos en Hokubu, mejor para todos. Ya me comentaras en el viaje que has escuchado de mi, Kaguya-san. No perdamos tiempo.
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#9
La cochera se sonrojó al recibir aquel apelativo tan respetuoso por parte de todo un chuunin —"-dono"—, pero no dijo nada, sino que se limitó a sonreír y comprobar por vigésima vez que los arreos de la bestia de tiro estuviesen bien ajustados. Hidamaru subió al carromato y se sentó en una de las dos bancas acolchadas que había en su interior, invitando a Mogura a pasar. Hasta para un niño sería evidente que la formalidad con la que el médico había rectificado la pronta familiaridad mostrada por Hidamaru le había sentado francamente mal a éste último, aunque por saber que en realidad eso era lo correcto, no había protestado al respecto. El Kaguya parecía ser todo lo contrario a Mogura, un shinobi cercano y dicharachero, muy expresivo y abierto.

¡Vámonos! ¡Arre, Babieca, arre! —escucharían a la cochera vocear, desde fuera, al tiempo que restallaba las riendas y el carruaje se ponía en marcha.

El vehículo no tardó mucho en atravesar los límites de Amegakure, y nada más salir de la Aldea, tomaron la carretera que se dirigía hacia el Norte, conectando la Lluvia con Yukio. Llovía sin parar, y las gotas de agua se deslizaban por los cristales de las ventanas del carro. Hidamaru había permanecido en silencio hasta entonces, pero finalmente pareció reunir la suficiente voluntad o ganas de hablar con alguien como para volver a dirigirle la palabra a Mogura.

Bueno, Manase-san —hizo especial incapié en el honorífico, puntilloso—, si vamos a trabajar juntos creo que deberíamos conocernos mejor, así garantizaremos que nuestra cooperación será lo más eficiente posible. Como miembro del clan Kaguya, poseo el Kekkei Genkai Shitotsumyaku, que me permite manipular mis huesos a voluntad. Soy especialmente bueno cuerpo a cuerpo, aunque también me defiendo a media distancia.

El físico de Hidamaru parecía avalar sus palabras, pues se le veía atlético.

Por supuesto, yo he oído hablar de ti. El médico que salvó a nuestra Guardiana.
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#10
«No de nuevo, por favor.»

Pensaría mientras abordaba el transporte. Temiendo por el futuro de la convivencia.

Babieca comenzaría a andar a la orden de la cochera, tirando del carro gracias a la magia de la tecnología.

Hidamaru no habría dicho nada desde que habían partido. Cosa con la que Mogura no estaba para nada disconforme. Aun así, habia cosas que aclarar y cuestiones básicas que discutir. El médico apreció sin dudas el instante en que se dirigieron a él de la manera que consideraba adecuada.

«Shitotsumyaku.»

El Kekkei Genkai del clan Kaguya. ¿Sería tan asombroso y grotesco de ver como lo pintaban? ¿O serían meras exageraciones de cuentos chinos? Por como lo hacía sonar, parecía que el muchacho estaba seguro de que al menos era una ventaja. A leguas de distancia se podía notar que había una clara diferencia de físicos entre esos dos personajes. El muchacho era un robusto peleador.

Por supuesto, yo he oído hablar de ti. El médico que salvó a nuestra Guardiana.

No pudo evitar dejar escapar una ligera risa cuando escuchó aquel comentario. Esa era la fama que parecía haberse ganado. Antes de decir nada estiró sus manos hasta su morral, del cual extraería un termo con una tapa a rosca, la cual quitaría y usaría para servir un poco de té verde. Incluso en verano la temperatura no era muy elevada e ingerir liquido caliente era una manera de combatir el frío.

—¿Té?

Ofrecería, sin usar honorifico. A fin de evitar disgustos.

—No puedo evitar sentir un poco de curiosidad.— Confesó—. ¿Qué mas has llegado a escuchar de mi?

Consultó con genuino interés, a qué se debía tanto interés en las actividades del médico. Siendo que intentaba mantener un perfil bajo en casi todo momento.
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#11
Hidamaru rechazó el ofrecimiento con un gesto que, si bien constituía una negativa, no parecía agresivo o receloso. Al fin y al cabo puede que simplemente se tratase de una persona que acostumbraba a ser cercana con sus compañeros de trabajo, y la frialdad de Mogura le había tomado por sorpresa. Por su rostro podía deducirse que el Kaguya estaba realmente intentando corregirse y mantener una distancia cordial con el médico. Cuando éste quiso saber más sobre la fama que sus actos le habían granjeado, Hidamaru se limitó a soltar una leve carcajada.

¿La verdad? No mucho últimamente. Algunos dicen que te has tomado unas... vacaciones, y que sólo recientemente has vuelto al servicio activo. ¿Es cierto eso? —en su rostro se dibujó una mueca de disgusto—. Quiero decir, sé que eres iryo-nin, pero no puedo evitar pensar que un año es mucho tiempo. ¿No estarás oxidado?

El Kaguya se recostó en su asiento, arrepintiéndose al momento de haber insinuado aquello. Si Mogura ya parecía suficientemente estirado sin necesidad de ofenderle, el hacerlo podía ser desastroso para la convivencia del dúo.

¡Quiero decir! No pretendía ofenderte, disculpa si lo he hecho —se corrigió rápidamente Hidamaru—. A lo que me refiero es que... Bueno, el lugar al que vamos... No es para pusilánimes. Esto es una misión de rango C, pero...

De repente, el chuunin calló. Parecía que sabía más acerca de la misión de lo que Mogura había leído en el pergamino, o que tenía algo que no quería decir. Su rostro claramente le delataba, se había puesto nervioso al aludir a aquel detalle, pero, ¿por qué? Tal vez eran simples imaginaciones del médico.

Incluso en Verano suele hacer bastante frío. Espero que lleves algo más de abrigo en tu petate.
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#12
Hidamaru rechazó el té que el médico le había ofrecido. Con un giro de su muñeca acomodó la taza en su mano y le dió un sorbo él mismo. No tenía pensado desperdiciar el té caliente en un viaje como ese.

Nuevamente el rumor de las vacaciones. Un montón de tiempo fuera sin una razón para alimentar los chismes de la gente hacía volar la imaginación. Mogura no podía evitar pensar que el Kaguya estaba siendo reservado con sus palabras pero aun así su mirada le delató.

No pudo evitar considerarlo por un segundo, realmente había estado fuera durante un buen tiempo, y si bien había practicado sus cosas ciertamente no había hecho ningún progreso significativo más allá de alguna lenta lenta lenta investigación entre las horas de trabajo. ¿Podría vencer a su versión de hacía un año atrás?

Dio un sonoro sorbo a su taza y miró un segundo hacía afuera. Serio. Entre tanto, el Kaguya se disculpaba por sus palabras.

A lo que me refiero es que... Bueno, el lugar al que vamos... No es para pusilánimes. Esto es una misión de rango C, pero... Incluso en Verano suele hacer bastante frío. Espero que lleves algo más de abrigo en tu petate.

Bajó un segundo su taza apoyando sus brazos ligeramente sobre su regazo. Volvió entonces su mirada a su compañero.

—Una serie de circunstancias me obligaron a tomarme un tiempo y un poco de distancia del oficio. Lo reconozco, ha pasado mucho más tiempo del que esperaba. Estuve a punto de volver en un par de ocasiones pero a fin de cuentas no son mas que excusas.— Bebió un poco de té. —Conseguir buenos precios es un trabajo a tiempo completo. —Agregó.

—Aun así. Quizás no sea mas hábil que hace un tiempo. Pero no le des lugar a la duda de que sigo siendo igual de capaz que hace un año, Kaguya-san.

Año en el que formó parte de ese grupo encargado de salvar a la dichosa Guardiana.

—Confío en que cualquier punto flojo que pueda llegar a tener en esta misión tendrás la capacidad de compensarlo.

Esbozó entonces una ligera e informal sonrisa en su rostro.

—Además de estudiar Iryo-ninjutsu, dedico tiempo al Fuuinjutsu y poco antes de tomarme estas vacaciones, comencé a estudiar un poco del manejo de la espada. Aunque confieso que con suerte conozco las bases.

Miró un segundo para afuera y luego regresó su mirada hacía su compañero.

—Si tenemos suerte de que los secuestradores no tienen suficiente abrigo quizás no tengamos que hacer pelear a los médicos. ¿No crees?
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#13
Hidamaru aguantó con admirable estoicismo el vapuleo —educado, eso sí— al que le sometió su propio compañero chuunin. Mogura lanzaba palabras veloces como saetas dejando bastante claro, hasta para el menos avispado, que no le hacía ninguna gracia que otros indagaran sobre sus propios asuntos y —menos aún— que se inventaran rumores sobre su persona. Al fin y al cabo, ¿a qué ninja le parecería plato de buen gusto? El Kaguya lo sabía y por eso se pasó los siguientes momentos callado, con la vista fija en algún punto entre sus pies para ocultar su vergüenza. ¡Qué torpe había sido! Desde el primer momento su grave falta de tacto e inteligencia le habían puesto ya en malos términos con quien iba a ser su compañero de misión. Y en lugar de arreglarlo, él se empeñaba en empeorar la situación. Por eso mismo no fue hasta que Mogura terminó, que el joven chuunin alzó la vista.

Sí, tienes razón, Manase-san. Disculpa mis malos modales —admitió atropelladamente, dejando ver que no era un experto en pedir disculpas; probablemente no solía hacerlo—. Precisamente yo estoy aquí para servir de fuerza de choque del equipo, en caso necesario —arrugó el ceño, intuyéndose que él pensaba que, de hecho, iba a ser inevitable confrontar a los secuestradores por la fuerza—, además de manejar con cierta soltura las artes de mi Kekkei Genkai, soy bueno con el Suiton y también el combate a corta distancia.

El Kaguya se revolvió en el sitio. Parecía que había algo más que le incomodaba, algo más profundo y grave que simplemente haber ofendido a Mogura. Sin embargo, el chuunin no parecía dispuesto a hablar de ello y en un par de ocasiones se había mordido la lengua.

Con un suave traqueteo, el carromato pasaría la primera parte del trayecto y pondría rumbo a la Ciudad Fantasma, el lugar que con tanto ahínco la hábil conductora quería sobrepasar antes de la caída del Sol. O, bueno, en Arashi no Kuni, antes de que las nubes pasaran de verse color gris claro a negro.



Si quieres preguntar/hacer algo más con Hidamaru, es el momento. Si no, pasaremos directamente a la noche.
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#14
Disculpa mis malos modales.

Esas palabras sanaban de alguna manera el corazón del médico. No podría negarse a hacerlo si se había tomado la molestia de reconocer que su manera de expresarse no era la adecuada. Si tan solo otros shinobi de la aldea fuesen un poco más atentos, nadie tendría que dormir en el lago.

—No hay problema, Kaguya-san.

Concedió con una ligera reverencia. Seguidamente prestó atención a sus siguientes palabras. Una duda no pudo evitar germinar en su interior, el muchacho parecía estar mucho mas informado de la situación que él. A lo mejor simplemente le habían comentado sobre un par de antecedentes suyos y el resto era parte de su personalidad pero de igual manera... sentía que podía indagar un poco más en esas aguas.

—Me recuerda un poco a la especialidad de un buen amigo.

No pudo evitar comentar, recordando aquella vez que entrenó con el hijo de la pastelera. El muchacho de los mil atuendos.

—Aunque dudo que tenga la capacidad de usar sus huesos para pelear.

Agregó para luego darle un sorbo a la taza de té.

—En caso de que lo peor llegase a ocurrir y nos veamos en la necesidad de entrar en combate. Que la duda no tenga lugar en tu pensamiento, tu espalda estará cubierta.

Comentó mirándolo a los ojos.

—Aún así, con un rehén involucrado, preferiría que evitemos llegar a esa situación. El pergamino realmente esta un poco vago con la información. ¿Tienes en tu poder más datos que nos puedan servir a trazar un plan de acción? Soy todo oídos si es así.
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#15
Trac, trac, trac.

El traqueteo de las ruedas del carromato acompañaba bruscamente a las palabras de Mogura. Hidamaru parecía bastante más tenso que al principio e incómodo con su compañero, era evidente que tanta formalidad no iba con él y que la forma de hacer las cosas del médico —ya fuese más o menos correcta que la suya propia— no iba con él. Aun así, se mantenía estoico y algo rígido en su posición mientras se esforzaba por escuchar educadamente al otro chuunin.

Bien, me alegra oír eso, Manase-san —respondió a Mogura. Sin embargo, cuando éste le lanzó una pregunta, Hidamaru volvió a tensarse visiblemente—. Sí, en efecto, se han quedado algo cortos con los detalles. Supongo que suele ser así en misiones de este rango, con una víctima de secuestro y demás, los clientes son reacios a dar información sensible por escrito. Creo que una vez lleguemos a Villa Hokubu, lo primero que deberíamos hacer es hablar con el contratante; el alcalde.

Hidamaru hizo una breve pausa y añadió de forma —quizás forzadamente— casual.

Hokubu Sanmaru, qué nombre tan curioso.

Mientras los dos ninjas hablaban, la conductora se esforzaba por mantener el carricoche dentro de la carretera; además de la habitual lluvia, un fuerte viento había empezado a golpearles nada más salieron a campo abierto. Con la vista fija en el horizonte —donde ella intuía que se situaría la Ciudad Fantasma—, Yuuki azotó las riendas de los caballos.

Ya estaba cayendo la noche cuando el carromato dejaba atrás la Ciudad Fantasma. Incluso desde sus asientos, dentro del vagón, los chuunin podrían jurar haber escuchado un tremendo suspiro de alivio por parte de la conductora, que incluso empezó a silbar una cancioncilla de la alegría que le daba no tener que hacer noche en semejante paraje. Así, la carreta siguió su camino hasta que llegaron a la famosa ciudad de Yukio. Hidamaru no pudo evitar asomarse por una de las ventanas para observar el precioso paisaje; los bosques que la rodeaban, el suelo cubierto de fresca hierba, las bonitas casas que cubrían la vista y el puente que cruzaba el riachuelo, dando entrada a la ciudad.

¡Por fin! —exclamó Yuuki, que estaba agotada después de casi un día entero de viaje.

Era ya noche cerrada, y aunque las nubes cubrían el cielo, se podía intuir el leve fulgor de la Luna tras las mismas. La conductora guió el carromato a través de las calles de Yukio, iluminadas con graciosas farolas y despejadas de nieve y hielo durante aquella época del año —de forma singular—, donde se podían ver pocos o ningunos transeútes. Desde la banca del conductor, Yuuki llamó la atención de los chuunin.

¡Manase-san, Hidamaru-san! ¿Alguna preferencia para el hospedaje? —les preguntó—. Yo, personalmente, prefiero el Hogar y la Brasa... Hacen un venado asado que está para chuparse los dedos, ¡jeje!

Hidamaru rápidamente replicó.

¿El Hogar y la Brasa? ¡Pero si es un atraco! Noventa ryos la noche por persona, y encima te clavan veinte ryos por un plato de estofado de venado. Mejor vamos a La Flecha, es más barato, más grande y las camas son tan cómodas...

Imposible, La Flecha no tiene un establo tan grande y a estas horas seguro que ya está lleno —replicó Yuuki con una sonrisa triunfal—. En el Hogar y la Brasa incluso se hacen cargo de aparcar el carromato.

El Kaguya resopló, molesto. Entonces miró a Mogura y acabó por argumentar.

¡Muy bien! Pues que decida Manase-san.
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