En la sala de estar de una casa que le quedaba demasiado grande, Kurogane Toshio se encontraba lanzando una pelotita de goma contra una pared y atrapándola, solo. Era de madrugada en un Hoyōbi, ya bastante tarde en la noche. De nuevo no había podido dormir por las mismas pesadillas de siempre.

— Debería decírselo mañana. —Pensó apropósito en voz alta para escuchar una voz conocida.

Hacía tiempo que Tamao y su familia ya habían regresado a su propia casa, y aunque seguía quedando tanto con Tamao como con Kinumi al menos una vez a la semana, seguía teniendo más bien pocas noticias de Yuki. Aún así, eran sus amigos más cercanos y creía que tendría que decirles que participaría en el ataque al País del Rayo. Era lo justo.

Bostezó. Tenía bastante sueño, pero no quería volver a irse a dormir, así que probablemente pasaría otra noche despierto. Quizás ya debería buscarse un hobbie para esas noches, o encontrar algún libro que leer, pues entrenar cada noche era inviable por el cansancio. Pero esta era de la clase de cosas que uno sabe que debería hacer, pero que nunca acaba haciendo.

Toshio estaba con sus diatribas mentales, pensando y dandole vueltas a sus temas personales que le importaban a contada gente, seguramente a sus más allegados y ya. Era una noche de principios de primavera, lo cual quería decir que hacía bastante frio. El suficiente frío como para que todas las ventanas estuviesen cerradas.

Pero Toshio sintió una corriente de aire en la nuca. Como si hubiese una ventana abierta en alguna parte de la casa. No escuchó ni un sonido ni un movimiento, solo el aire.

Sintió una corriente de aire en la nuca. Esa era la clase de cosas que usualmente podrías ignorar sin darle ningún tipo de importancia en cualquier situación, pero estaba solo en casa y estaba completamente seguro de que había cerrado todas las puertas y ventanas.

«Probablemente no sea nada, pero debería ir a mirar».

Decidió levantarse del sillón para seguir, con cuidado, aquella corriente de aire.

Llegó al pasillo del que provenía el viento. Al final del mismo, había una ventana abierta un par de pulgadas. Las cortinas de la misma bailaban ligeramente y una suave brisa se colaba por ella. En ese mismo pasillo, había una puerta entreabierta y absolutamente nada más fuera de lo común. La habitación en cuestión, era la de Toshio.

«Qué cojones...»

El herrero empezó a acercarse con aún más cuidado a su habitación, agudizando sus sentidos para intentar escuchar a quienquiera que estuviese allí antes de que dicha persona lo escuchase a él. Porque sí, estaba seguro, alguien se había colado en su casa.

Al llegar a la puerta, Toshio la empezó a abrir poco a poco.

Nada más que el sonido de la puerta abriendose es lo que se escuchó en la casa. Cuando se acabó de abrir y pudo ver la habitación al completo vio que no había nadie allí. Los segundos pasaron lentamente en tensión con la corriente de aire silbando entre las cortinas como unica banda sonora. Hasta que una voz en el techo del pasillo le alertó.

— Parece que nadie ha visto a la chica entrando en la casa. Sal antes de que te vean.

Fue posiblemente la voz más sutil que Toshio había oído nunca. La había oído de un comunicador que portaba la persona que, toda vestida de negro, se escondía pegada al techo. Solo había sido capaz de entenderlo por el completo silencio que lo rodeaba y la total atención que estaba prestando. La figura, al oírse descubierta, se lanzó a darle una patada doble a Toshio en toda la nuca, girando sobre sí misma.

Había reaccionado antes y era más diestra que Toshio. En cuanto golpease, notaría que, además, era más fuerte. Tras ese golpe, saltaría hacía la ventana y saldría del lugar de inmediato, sin decir una sola palabra.

Hubieron varios segundos de tensión en los que Toshio no vio ni escuchó a nadie, pero definitivamente sabía que había alguien allí.

Finalmente, pudo escuchar una voz tras de sí, en el techo. Venía de un comunicador.

— ¿Qué coj...?

¡Bam! Recibió una fuerte patada en la nuca, antes de ver cómo la persona que lo acababa de atacar salía por su ventana, sin decir una sola palabra.

— ¡Hijo de puta, vuelve aquí! —Le gritó, mientras iba a la ventana para comprobar si todavía lo veía.

Tras esa pequeña emboscada, Toshio intentó seguir a su agresor, pero cuando se asomó por la ventana, no vio más que la oscuridad de la madrugada. De nuevo, un silencio generalizado invadió sus oídos. No había un solo ruido más allá del soplido del viento. Tampoco encontraría más señales de perturbación dentro de su casa. Ni le habían robado ni siquiera le habían desordenado nada.

Si no fuese por el fuerte golpe que se había comido, podría pensar que todo estaba en su imaginación.

— Me cago en la puta... —Maldijo Toshio, mientras se acariciaba la nuca y cerraba la ventana—. ¿Qué cojones querían estos?

Entonces, una bombilla se encendió encima de su cabeza. Habían hablado de que no habían visto a cierta chica entrar a su casa, pero si la estaban buscando en su casa en primer lugar, era posible que estuviese cerca. No estaba seguro de que estuviese allí realmente, tampoco, ni qué hacía esa chica en su casa en primer lugar, pero pensó que sería buena idea comprobarlo.

Salió de su habitación, cerrando la puerta tras de sí y empezó a andar hasta la sala.

— Puedes salir. —Dijo en voz alta—. Ya se han ido.

Solo su propia voz haciendo eco por la casa vacia le contestó. Si había alguien ahí, estaba haciendo el mejor escondite de su vida. Fuese quien fuese a quien buscaban, tendría que ser mejor ninja que la persona que había pateado descaradamente a Toshio y después había desaparecido en mitad de la noche como una sombra más. Debía de ser una ultra ninja para despistar a alguien así.

— Pues parece que no...

El chico miró a su alrededor una vez más. Por un lado se habían metido en su casa y le habían pateado la cabeza, pero por otro realmente no parecían haberle robado ni roto nada y ya se habían ido. Así que ¿quizás podría dejarlo pasar?

No. Si no era el deber de comprobar que no estaba sucediendo nada raro en la villa, o el orgullo de devolvérsela a quien se burló de él en su casa, era la curiosidad lo que le obligaba a seguir investigando.

Cogió una chaqueta de camino a la puerta de su casa, antes de salir a dar una vuelta por la manzana, investigando por si veía algo extraño.

Como si lo hubiese estado esperando, cuando Toshio abrió la puerta, ésta le golpeó en la cara de vuelta. Alguien la había usado para darle y desorientarlo, el mismo que con una destreza digna de mención le había agarrado el brazo y se lo había retorcido a la espalda, ahora sujetandolo contra la misma puerta que le había golpeado.

— Dime donde está mi hija ahora mismo. — aunque Toshio no podía verlo, sentiría una mirada rojiza clavada en su nuca y una sensación de peligro que pocas veces había sentido.

La voz la reconoció de inmediato, era el padre de Kinumi. Apretó más el agarre pero realmente no era más fuerte que Toshio, solo increiblemente más diestro y lo tenía en una posición donde con la misma fuerza podía dejarle sin brazo o algo peor.

Otra vez. Otra puta vez le habían pegado en su propia casa, y por si fuera poco, esta vez sabía exactamente quien era. Era el hijo de puta que le había prohibido pasar por su casa. ¡Pero menuda hipocresía!

— ¿¡Pero qué cojones, tío, sabes que esta es mi casa!? —Y entonces se dio cuenta del doloroso agarre en el que lo tenían agarre, justo antes de darse cuenta de algo más importante—. ¿Que dónde está Kinumi? ¿¡Es que se ha perdido!?

Se intentó revolver para salir de su agarre. Si se lo permitía, acabaría girándose para encarar al Uchiha.

— ¿Hace cuánto que despareció?

Solo necesitó un instante para saber que ese pequeño bastardo pelirrojo decía de la verdad. No tenía ni idea de donde estaba Kinumi, ni siquiera que había desaparecido. Sin embargo, tardaría mucho más en soltarle. Lo mantuvo agarrado durante todo un minuto antes de decidirse a soltarlo, apartandose de un salto.

— No te involucres, chico.

Fueron sus últimas palabras antes de desaparecer en la noche como había hecho el asaltante minutos antes. Apenas tendría dos segundos para echarle un vistazo a su nuevo asaltante. Llevaba la misma indumentaria que el día que lo había visto, con la excepción de que iba completamente de negro. Podría haber dicho que iba de sigilo, pero parecía que vestía de luto por algún motivo que no sabría decir.

Toshio se quedó ahí, completamente confundido desde que el hombre le dijo que no se involucrase hasta que finalmente se marchó. ¿¡Cómo cojones no iba a involucrarse!? ¡Kinumi había desaparecido!

Su enfado por todo lo que le había sucedido aquella mañana rápidamente fue sustituido por la preocupación por su amiga, por lo que finalmente decidió buscarla, aunque el Uchiha le había ordenado que no lo hiciera.

Cerró la puerta de su casa con llave, antes de empezar a andar fuera, empezando su búsqueda en el lugar donde solían quedar para entrenar: el Acantilado Rompe-Olas.