21/10/2016, 02:49
El fuerte viento y el sonido de la lluvia eran una especie de llamado, uno desde los sueños uno al cual no podía resistir, hazegawa había dormido desde que había llegado a la ciudad, el clima no le provocaba otra cosa, siempre en uzu que el clima estaba de la misma manera haze no hacia otra cosa que envolverse en sus sabanas y echarse a dormir, disfrutaba de aquello en gran medida.
Su cabeza se tambaleo un poco cuando el carromato se detuvo, el sonido de la madera al detenerse y la lluvia sobre el techo, hacían de un mosaico bastante peculiar aunque no le prestaba mucha atención, se llevó las manos a los ojos frotándose los mismos antes de ver con claridad que su prima bajaba de la carreta, acto seguido hizo lo mismo y lo que acabo despertándole fue la lluvia cayéndole en la cabeza y los hombros, aquella lluvia era fría y las gotas eran de esas gordas que mojaban mucho en poco tiempo.
El motivo de la pronta visita a Amegakure era simple, a orillas del lago en una especie de pequeño puerto que tenía una familia Hyuga afín al tío de Hazegawa, solían conmemorar todos los años en esa misma fecha a los caídos de toda la familia, bajo la creencia de que todos los Hyuga independientemente de que país o aldea eran familia y por ende tenían una conexión de sangre, un pacto al nacer.
Hazegawa y su prima al ser los más cercanos a su tío, ella por ser su hija y haze por ser el hijo de su hermana y futuro líder directo del clan, aunque su tío ostentaba el poder por ahora y en algún momento tendría que cederlo cuando haze tuviera la suficiente edad para ello.
Haze y Hana, debían ahora representaban al clan en Amegakure ante sus semejantes, y debían de encontrarse con ellos en el pequeño puerto, aunque haze se detuvo a medio camino observando las aguas del lago, viendo como las gotas impactaban en él, como las pequeñas gotas se unían al gran lago.
Cuando volvió a la realidad, observo más allá de ese puente hecho de madera que daba a una estructura más grande, observo a Hana llegando a los brazos de su padre, y a muchos más reunidos padres e hijos, todos ellos con kimonos ceremoniales, llevando un obsequio para los fallecidos, entre ellos haze sabría se encontraría su madre, pero no le encontró sentido a aquello, él estaba solo en aquel sitio.
Cierto sentimiento de amargura le atravesó en aquel momento, mirando de reojo al agua que hacía de espejo, pudo ver su reflejo uno que se hacía difuso con cada gota que caía en el lago, y no pudo dar un paso más no en aquel sitio, nunca antes se había encontrado más desubicado.
Se dio media vuelta y metió las manos en sus bolsillos, echándose a caminar de vuelva pero no a la carreta, simplemente caminaba por la orilla del lago, con la mirada baja pensando tantas cosas que desembocaban en una sola, necesitaba caminar un poco y quizás luego se uniría a la conmemoración.
Camino bastante hasta alejarse un poco de aquel puertillo, aunque podía distinguir las luces a la distancia, entre la lluvia la tarde comenzaba a ocultarse, pero ni la oscuridad ni la lluvia le ahuyentarían, se detuvo tras un rato a mirar el lago, cogió un par de rocas de la orilla y las lanzo de forma que estas rebotaran en el agua y llegaran lejos, al menos tras un par de intentos.
—No los necesito, puedo apañármelas solo— Dijo en voz alta tras lanzar aquella roca, la lluvia había humedecido su atuendo, su kimono negro que era todo lo que llevaba, la bandana y sus cosas estaban en la carrosa.
Su cabeza se tambaleo un poco cuando el carromato se detuvo, el sonido de la madera al detenerse y la lluvia sobre el techo, hacían de un mosaico bastante peculiar aunque no le prestaba mucha atención, se llevó las manos a los ojos frotándose los mismos antes de ver con claridad que su prima bajaba de la carreta, acto seguido hizo lo mismo y lo que acabo despertándole fue la lluvia cayéndole en la cabeza y los hombros, aquella lluvia era fría y las gotas eran de esas gordas que mojaban mucho en poco tiempo.
El motivo de la pronta visita a Amegakure era simple, a orillas del lago en una especie de pequeño puerto que tenía una familia Hyuga afín al tío de Hazegawa, solían conmemorar todos los años en esa misma fecha a los caídos de toda la familia, bajo la creencia de que todos los Hyuga independientemente de que país o aldea eran familia y por ende tenían una conexión de sangre, un pacto al nacer.
Hazegawa y su prima al ser los más cercanos a su tío, ella por ser su hija y haze por ser el hijo de su hermana y futuro líder directo del clan, aunque su tío ostentaba el poder por ahora y en algún momento tendría que cederlo cuando haze tuviera la suficiente edad para ello.
Haze y Hana, debían ahora representaban al clan en Amegakure ante sus semejantes, y debían de encontrarse con ellos en el pequeño puerto, aunque haze se detuvo a medio camino observando las aguas del lago, viendo como las gotas impactaban en él, como las pequeñas gotas se unían al gran lago.
Cuando volvió a la realidad, observo más allá de ese puente hecho de madera que daba a una estructura más grande, observo a Hana llegando a los brazos de su padre, y a muchos más reunidos padres e hijos, todos ellos con kimonos ceremoniales, llevando un obsequio para los fallecidos, entre ellos haze sabría se encontraría su madre, pero no le encontró sentido a aquello, él estaba solo en aquel sitio.
Cierto sentimiento de amargura le atravesó en aquel momento, mirando de reojo al agua que hacía de espejo, pudo ver su reflejo uno que se hacía difuso con cada gota que caía en el lago, y no pudo dar un paso más no en aquel sitio, nunca antes se había encontrado más desubicado.
Se dio media vuelta y metió las manos en sus bolsillos, echándose a caminar de vuelva pero no a la carreta, simplemente caminaba por la orilla del lago, con la mirada baja pensando tantas cosas que desembocaban en una sola, necesitaba caminar un poco y quizás luego se uniría a la conmemoración.
Camino bastante hasta alejarse un poco de aquel puertillo, aunque podía distinguir las luces a la distancia, entre la lluvia la tarde comenzaba a ocultarse, pero ni la oscuridad ni la lluvia le ahuyentarían, se detuvo tras un rato a mirar el lago, cogió un par de rocas de la orilla y las lanzo de forma que estas rebotaran en el agua y llegaran lejos, al menos tras un par de intentos.
—No los necesito, puedo apañármelas solo— Dijo en voz alta tras lanzar aquella roca, la lluvia había humedecido su atuendo, su kimono negro que era todo lo que llevaba, la bandana y sus cosas estaban en la carrosa.