Dejó escapar un suspiro de alivio cuando no escuchó el sonido de la bomba reventándole los tímpanos. Miró su mano izquierda como si la viese por primera vez en mucho tiempo. Por un momento, pensó que iba a perderla. Algo que no podía ser peor que perder su ojo izquierdo.

No, nada había comparable a eso.

Solucionado el problema más apremiante, Zaide pudo prestar atención al segundo en la lista. Se encontraba en un bosque maldito, del que decían que nadie salía de allí cuerdo. ¿Por qué? ¿Dónde estaba la amenaza? ¿En el aire? ¿Algún tipo de veneno? ¿La mano de una persona? Por lo pronto, la roca sobre la que se encontraban podía resultar una buena pista. ¿Qué narices era? El ambiente estaba cargado de chakra, y aquella roca parecía servir como baliza.

Se bajó de ella y pasó un dedo por la superficie del ojo. De su espiral. ¿Qué significaba?

—El chakra impregna todo el aire —informó a Yota—. Quizá se trate de algún tipo de Genjutsu ambiental. ¿Será eso lo que borra la memoria a los que salen de aquí con vida, huh? ¿Un puto Genjutsu?


- PV: –
- CK: – –
*Sharingan activado

Cuando Zaide se volvió como loco y pronunció el sello en un primer instante pensé si le había picado algún tipo de mosca, luego recordé lo que había pasado hacía unos minutos ante aquel puente donde nos cruzamos con aquel guardia. Entonces recordé. Afortunadamente nada explotó; mi cabeza seguía en su sitio, la mano de Zaide también y, por desgracia aquella neblina endemoniada también.

— Hostia puta, gracias

Pero tras aquel breve impás era el momento de volver al mundo en el que debíamos largarnos de aquel bosque. Encontrar la manera de burlar los mecanismos de defensa del Bosque de Azur y salir con vida de allí y así llevarle la contraria a aquel rincón de Ōnindo al que le encantaba devorar vidas. El ojo sano de de Zaide, con el sharingan impregnado en él escudriñaba los alrededores en busca de algo, desde lo alto de aquella piedra que parecía tener algún tipo de función.

— ¿Un genjutsu? — pregunté con un poco de confusión. — De ser así a mi no debería afectarme, ¿cierto? digo, por aquello de que mi sistema circulatorio de chakra está cerrado

Levanté mis manos esposadas dándole levemente la espalda a mi captor.

Si aquella extraña niebla de chakra que impregnaba el ambiente era la fuente de algún genjutsu, era algo que ni Yota ni Zaide podrían discernir por el momento. El Uchiha se bajó de la roca y pasó un dedo por la superficie del ojo, recorriendo la espiral que contenía su iris. Para su Sharingan, brillaba con la misma intensidad que el chakra que les envolvía como una especie de humareda. ¿Pero qué naturaleza podía tener? Desde su posición, parecía que la única alternativa era arriesgarse y adentrarse en aquella nube de chakra o volver tras sus pasos y terminar enfrentándose a los guardias de Amegakure...

Uchiha Zaide seguía dilucidando qué narices podría estar pasando allí, puesto que había quedado lo suficientemente claro que aquello se escapaba de su entendimiento, ni que decir del mío. El calvo seguía delante del pedrolo, acariciando con sus dedos aquella inscripción y aquel ojo dibujados en la superficie de la roca. Los miré durante unos segundos e hice lo propio con la niebla. El miedo estaba dejando huella en mí. Si algo malo empezaba a suceder en con aquella niebla estaba a merced del destino y de mi captor, pero en ningún caso podría hacer nada bajo mis propios medios para defenderme.

— Bueno, ¿qué será? — dije con nerviosismo. — ¿Podemos largarnos de aquí, por favor?

Zaide le cumplió el gusto a Yota.

—Está bien —le respondió, colocándose a su lado de un salto—. Larguémonos.

De un movimiento rápido, el Uchiha colocó ambas manos en el pecho de Yota y le empujó con fuerza, con uno de sus pies tras los talones de él para que perdiese el equilibrio. El kusajin cayó entonces al otro lado de la roca, en la niebla cargada de chakra.

—¿Qué tal por ahí abajo? —preguntó, intentando ver si el chakra del ambiente trataba de colarse en su sistema circulatorio—. Te acuerdas de mí, ¿no? Soy Zaide, tu salvador y amigo.

Uchiha Zaide optó por una solución, aunque quizás controversial, sin duda pragmática:

Empujó a Sasagani Yota al otro lado de la extraña roca, y el cuerpo del muchacho se vio enseguida ahogado por aquella misteriosa neblina blanquecina. El Sharingan de Zaide, iluminado de carmesí en la penumbra, registraba la reacción del chico y del propio chakra del ambiente. Pero estando el Kusajin atado por aquellas esposas de chakra, pronto se dio cuenta de que ni el propio chakra del muchacho circulaba libremente por su cuerpo, ni el chakra del bosque parecía intentar invadirle. Estaba, simplemente, estancado. Las esposas de chakra cumplían su función de presa y la energía no salía ni entraba de ninguna manera.

La respuesta verbal si que fue de mi agrado, pero lo que vino después fue la particular burla de aquel tipo. Aprovechando que mis brazos eran inútiles desde que nos habíamos cruzado prácticamente se las apañó para empujarme más allá de aquella roca y hacer que cayese hasta que la extraña neblina me engullese por completo.

—¡No, aaaaaah!

Me temí lo peor, pero la diosa fortuna decidió que no me pasase absolutamente nada. Mis manos se posaron encima de mi cara y por un momento quise devolverle la cabronada a Zaide haciendo como que realmente si me estaba pasando algo pero está vez se impuso la cabeza al corazón y opté por no meter más leña al fuego. Preferí ser un buen chico.

— Ya te dije que las esposas me daban ventaja en esta niebla — decía mientras me levantaba como buenamente podía — Y ahora que ya nos hemos divertido será mejor que movamos el culo y nos larguemos de este lugar infernal

Miré la dirección que creía que era, justo la contraria al puente al que Zaide quería evitar a toda costa.

— Por ahí, ¿verdad?

Y avancé en esa dirección.

«Espérame, cabrón». Por mucho que se repitiese que tenía los días contados, era más fácil empujar a Yota a lo desconocido que aventurarse él mismo. Incluso después de ver que el propio Yota salía impune, gracias o no a las esposas supresoras de chakra.

Lo que tenía a sus espaldas, sin embargo, era una certeza. Y una certeza con la que prefería no lidiar.

—En qué follones me meto siempre, cojones —dijo al aterrizar sobre el suelo. Esta vez, sería él quien siguiese al kusajin—. ¿No estás emocionado, Yota? Imagina la de historias que podrás contar cuando vuelvas a Kusagakure. Viajaste al interior del Bosque de Azur, compartiste aventuras con el ninja más buscado de Ōnindo... Dioses, puede que incluso te conviertas en una celebridad. La gente te parará por la calle a pedirte fotos o un autógrafo.


- PV: –
- CK: – –
*Sharingan activado

Yota se reincorporó, aparentemente ileso después de haberse visto sumergido en aquella extraña nube de chakra. ¿Sería verdad que aquellas esposas le conferían una ventaja, tal y como parecía suponer el chico? No podían saberlo con exactitud. Pero tampoco podían quedarse parados de brazos cruzados, y el de Kusagakure fue el primero en tomar la iniciativa: tenían que alejarse de los puentes, aunque eso supusiera adentrarse aún más en el misterioso Bosque de Azur.

Yota echó a andar seguido de cerca de Zaide. La dirección que había tomado era clara, completamente opuesta a los puentes donde habían visto a los guardias de Amegakure. Sin embargo, y aunque Yota estaba convencido de hacia dónde se estaba dirigiendo, para el ojo de Zaide no debía estar tan claro. Llevarían varios minutos caminando cuando se daría cuenta de que, para su percepción, el chico de Kusagakure se estaba desviando, de forma ligera pero hacia la derecha, del camino que debería haber tomado. Pero para Yota sería muy diferente, pues él juraría que había estado siguiendo una línea recta en todo momento...

—En qué follones me meto siempre, cojones

El Uchiha saltó de aquel pedrusco en vistas de que yo estaba haciendo labores para poner tierra de por medio y pronto se situó cerca de mí, avanzando hacía el único lugar que nos iba a poner un peligro mortal en las narices casi con total seguridad.

— Empezaba a sentirme solo, qué bueno que hayas vuelto

—. ¿No estás emocionado, Yota? Imagina la de historias que podrás contar cuando vuelvas a Kusagakure. Viajaste al interior del Bosque de Azur, compartiste aventuras con el ninja más buscado de Ōnindo... Dioses, puede que incluso te conviertas en una celebridad. La gente te parará por la calle a pedirte fotos o un autógrafo.

Sonreí y creo que hasta se me escapó una risilla por debajo de la nariz.

— Y dime una cosa, ¿Qué te hace pensar que yo iba a volver a Kusagakure? suponiendo que salgamos vivos de esta y no me cortes la cabeza, por supuesto

Zaide se detuvo un momento. Empezaba a tener la sensación de que se estaban desviando ligeramente hacia la derecha. Era difícil saberlo, en medio del bosque y sin el sol como guía. Una parte de él le hacía pensar que Yota, criado en el País del Bosque, era quien mejor se orientaría entre aquellos árboles. Pero, puestos a equivocarse, prefería equivocarse por su propia intuición que por la intuición de otro.

—Pues… no sé —dijo, algo descolocado por la réplica del kusajin. Se colocó a su lado, a su derecha, y esta vez guio él la marcha, desviándose ligeramente hacia la izquierda para retomar la rectitud—. Lo asumí sin pensarlo. Mea culpa. —Le miró con el rabillo del ojo con renovado interés. El rojo todavía perlaba su iris—. Cuando todo esto acabe… ¿Estás pensando en no volver, entonces?

Sumidos en su despreocupada conversación sobre los posibles porvenires del futuro, Uchiha Zaide decidió tomar la delantera y guiar el curso del movimiento. Atravesaban el chakra sin ningún tipo de problema, con la lúgubre neblina enredándose en sus tobillos y la hierba fosforescente iluminando su camino. De las briznas surgían de vez en cuando pequeñas volutas de luz que se alzaban en el aire a su alrededor, poco antes de desvanecerse engullidas por la penumbra del ambiente. El Bosque de Azur constituía un paisaje casi místico, mágico; más propio de los cuentos de hadas que del mundo real.

Sin embargo, Sasagani Yota no tardaría mucho en darse cuenta de que el exiliado, de forma inconsciente, estaba girando la dirección de sus pasos hasta prácticamente darse la vuelta. Y, efectivamente, al cabo de varios minutos, ambos volvieron a dar con aquella extraña roca con el ojo grabado en su superficie. La espiral parecía mirarlos, burlona, pues habían vuelto al mismo punto de partida. Pero Zaide estaba convencido de que había estado caminando en línea recta todo el tiempo, ¿cómo era eso posible entonces?

Antes que nada fue Zaide el que cambió el rumbo y, parecía estar cambiandolo demasiado. Pero tampoc es que pudiera escoger entre muchas opciones, era seguirle o quedarme solo y maniatado en mitad de aquel bosque infernal. Así que, evidentemente, opté por la opción de seguir los pasos de mi captor que seguía firme en aquel desviado rumbo.

—Pues… no sé

Su voz se notaba diferente, realmente mis palabras le habían descolocado. ¿No era eso lo que había buscado desde un primer momento? Joder a las aldeas y su status quo. Joderlas desde dentro después de la masacre del Torneo de los Dojos en la que la gran mayoría de Daimyos perecieron ante el alarde de poder de Dragon Rojo con aquel barbudo que caminaba a mi lado como supuesto líder de la comitiva criminal.

—. Lo asumí sin pensarlo. Mea culpa. —Le miró con el rabillo del ojo con renovado interés. El rojo todavía perlaba su iris—. Cuando todo esto acabe… ¿Estás pensando en no volver, entonces?

— La verdad es que no he afirmado ni una cosa ni la otra, señor secuestrador. Simplemente he sembrado la duda. No obstante creo que si salgo vivo y libre de esta lo que voy a hacer es tomarme una merecidas vacaciones, tu deberías hacer lo mismo.

«O puede que lo que intente sea buscar a Jurete. El día que acordamos no debería estar muy lejos...»

Pero la realidad me sacó de mis pensamientos cuando nos topamos de nuevo cona quel pedrolo. está vez parecía que el ojo dibujado en ella me miraba de forma distinta, como si me llamase. Sacudí la cabeza.

— Joder, macho. Te dedicas a jugar a los genjutsus con ese sharingan tuyo y no eres capaz de detectar uno?

Teniendo en cuenta cómo habían ido las cosas y los conocimientos de los que disponía en el ámbito de las ilusiones, todo me llevaba a pensar que se trataba de un genjutsu ambiental que actuaba de tal forma que desorientaba a sus presas. Me acerque al ojo esculpido en la piedra, buscando a saber qué.

— ¿Qué escondes, ojito cabrón?

«Unas vacaciones, ¿huh?» Era difícil tomarlas cuando estabas sin un duro y la mayor parte de Ōnindo buscaba tu cabeza por deber, venganza o dinero. Quizá Yota tuviese algo más de suerte al respecto, si decidía tomar ese camino. Que la gente pensase que estaba muerto era un punto a favor.

La cháchara alegre, sin embargo, pronto fue cortada con la indolencia de una katana. Habían vuelto al mismo sitio de antes, y la roca con el ojo en espiral parecía ahora una broma macabra. Porque, precisamente, parecían haber caminado en una jodida espiral.

Yota metió el dedo en la llaga, y Zaide chasqueó la lengua, irritado.

—Sin sol, ni estrellas, es fácil desorientarse. No necesariamente tiene que ser cosa de un genjutsu. —Y sin embargo, aquel ojo parecía carcajearse de él mientras se excusaba, con el chakra llenando todo el ambiente. No, Yota llevaba razón. Algo no encajaba. Pero, ¿el qué? Su sharingan siempre había visto a través de los genjutsus ambientales. ¿Le estaba fallando por primera vez? ¿O era otra cosa?—. ¿Y si la espiral es un mapa?

Aquello no llegaba a teoría, tan solo a conjetura. No sin cierta duda reflejado en el tono de su voz, continuó:

—Si caminando recto vamos en círculos, entonces… caminemos en círculos. —Se fijó en el ojo de la espiral. ¿La línea empezaba girando hacia la derecha o a la izquierda?—. Caminemos en la dirección de la espiral.

Miró a Yota, buscando su reacción. Probablemente le tachase de loco, y lo más seguro es que estuviese en lo cierto. Pero no importaba. Más loco era el que hacía una y otra vez lo mismo esperando obtener resultados diferentes. Le dio una palmada en el hombro, se puso de perfil a la roca y empezó a caminar junto a él —quisiese o no—. Al principio, en perpendicular a ella, pero siempre desviándose claramente hacia un lado. Buscaría de forma consciente que sus pasos formasen una espiral, esperando obtener el resultado opuesto.

El ojo tallado en la piedra pareció devolverles la mirada. Pero era una mirada muda, un símbolo que, simplemente, hace mucho tiempo, alguien decidió tallar allí con una herramienta lo suficientemente afilada y punzante. Sasagani Yota no vio nada especial en aquel, y Uchiha Zaide se unió a la introspección. Su manera de afrontar el problema fue diferente, e incluso original. Tomó la espiral como una especie de mapa, un camino a seguir para salir de aquel laberinto, y echó a andar en círculos con sus pies trazando aquella espiral imaginaria en la tierra.

Y apenas habían dado la primera vuelta cuando escuchó una voz junto a él. Fue apenas un susurro, pero se clavó en sus tímpanos con la precisión de un bisturí. Aunque Yota no llegaría a oírlo: