Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Sin sol, ni estrellas, es fácil desorientarse. No necesariamente tiene que ser cosa de un genjutsu.
«Excusas»
No. Aquello no era algo normal. Tiraba más para algo paranormal que por el simple hecho de no poder orientarse con las malditas estrelles o con el sol. Además, aquel ojo no dejaba de mirarnos y analizarnos, podía sentirlo aunque no dijese ni hiciese nada. La sensación de estar observado estaba allí y se sentía muy real.
—. ¿Y si la espiral es un mapa?
— ¿Qué?
¿Se había vuelto majareta? ¿Ya había completado alguna fase del enloquecimiento al que te sometía aquel puto bosque? Sea como fuere podía llegar a creerle. En un primer momento me había parecido una estupidez pero había vuelto a mirar aquel pedrusco burlón y empezaba a creerme la teoría de Zaide.
—Si caminando recto vamos en círculos, entonces… caminemos en círculos.
Me encogí de hombros y miré a mi captor.
—. Caminemos en la dirección de la espiral.
— Tampoco es como si tuvieramos mil opciones. Te sigo
Y así lo haría, esta vez dejaría que fuese él el que tomase la delantera desde un primer momento. Cada segundo que pasaba me fiaba menos de todo.
Normalmente, cuando alguien se lleva un susto, salta, grita o hace una combinación de ambas cosas. Pero cuando ese alguien lleva siendo perseguido por la ley y el orden los años que llevaba Uchiha Zaide, seguramente reaccionaría de una forma más parecida a la que él hizo: empuñando un hacha del costado y enterrándola en el origen del sonido. Tan rápido como un rayo cayendo del cielo, sin pensar, sin mirar. Primero se aseguraba que la amenaza estaba contrarrestada, y luego, si había tiempo, se comprobaba si era un enemigo de verdad o no.
Sin embargo, el filo del hacha tan solo hendió el aire. No hubo enemigo, ni gracioso de turno con el cráneo partido por la mitad. Nadie. Nada.
—¡Ven y dímelo a la cara, bastardo! —gritó, al bosque, a los árboles. A nadie en realidad. Con el pulso alterado, trató de pensar con la mente fría. ¿Había sido una voz de verdad, o tan solo se había escuchado en su cabeza?—. ¿Tú lo has escuchado? —Quiso saber, de Yota.
Por supuesto, no había nadie detrás de Uchiha Zaide, y el filo de su hacha no acarició más que el aire. Frustrado, gritó a los cuatro vientos, pero lo que recibió como respuesta una risilla que resonó en lo más profundo de su subconsciente, y después le preguntó a Yota si él también lo había escuchado.
Oh, claro que lo había escuchado. Como uno de aquellos incordiosos pensamientos intrusivos, había sonado en algún lugar de su mente, o quizás había sonado en sus oídos. No era lo mismo que había escuchado Zaide, sin embargo. Para él, habían sido siete palabras mágicas cargadas de desdén:
«No eres más que un puto peón.»
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De golpe y porrazo, como si de una súbita transformación o si se hubiese vuelto loco de repente, Zaide se giró hecho una furia arrojando su hacha. Por suerte no la había dirigido hacía mí, pero por si acaso me arrodille en un intento por reducir las opciones de que me abriese la cabeza de un golpe. Lo único que encontró el arma arrojadiza fue el aire.
—¡Ven y dímelo a la cara, bastardo!
«¡¿Qué cojones?!»
No estaba entendiendo una mierda. ¿Decir el qué? Nadie había dicho absolutamente nada. Me erguí de nuevo, siempre pendiente de mi captor. En aquel instante la frase de que uno no puede fiarse ni de su propia sombra cada vez cobraba más y más sentido. La mierda me llegaba hasta el cuello.
—. ¿Tú lo has escuchado?
— ¿Oír el qué?
No alcancé a responder nada más, ni siquiera a llamarle puto loco. Aunque haberlo hecho podría haber resultado incluso hasta contraproducente. No, en su lugar...
«No eres más que un puto peón.»
Fue una voz distinta. Me giré en distintas direcciones esperando alcanzar con la vista al mamón que me acababa de vacilar.
— ¿Cómo que un puto peón? ¡Da la puta cara pedazo de mierda infecta!
Me giré de nuevo hasta Zaide y levante mis manos.
— vamos, liberame, solo quiero despedazar a ese cabronazo. Luego pónmelos de nuevo si quieres
Yota no lo había escuchado, pero sí otra cosa. No hizo falta que se lo confirmase, se dio cuenta al instante por su reacción. La misma que el Uchiha, o si acaso incluso más encendida. Le pidió que le diese las llaves de las esposas, pero Zaide dudó. Había vencido con facilidad al kusajin en el pasado, pero eso había sido en una batalla de frente. Tener que estar vigilándole constantemente por si decidía atacar a traición era algo que no le apetecía hacer.
—Para eso tendrás que ganarte mi confianza, Yota. O encontrarnos realmente jodidos.
Su ojo sano volvió a mirar los alrededores. El chakra seguía inundándolo todo.
—Escucha… Quizá tuvieses razón —masculló esas palabras con dificultad. No sabía si le jodía más el hecho de que un chaval hubiese sido más listo que él, o de que sus ojos hubiesen sido engañados—. Tiene que ser un puto Genjutsu que no se rija por la vista. El chakra lo impregna todo, escuchamos voces sin nadie alrededor, damos vueltas sin sentido…
Demasiadas pistas indicando lo mismo. Suspiró, y sin previo aviso, encajó la rodilla en la boca del estómago de Yota. Un golpe seco y contundente.
12PV + (Fuerza 60)/10 = 18PV
—Está bien, Yota. Veamos si esto funciona. Dame, anda, que se que llevas con las ganas desde que despertaste amarrado en la cueva. Pero no me toques los huevos. —Lo decía literalmente, no figurativamente—. Ni la cara, ¿huh?
Los dos shinobi se giraban, alarmados ante las voces que cada uno de ellos parecía escuchar en el interior de sus mentes. Era una voz que exigía ser escuchada y que no admitía ser ignorada. Pero lo más inquietante era, como pronto se dieron cuenta, que eran sus propias voces.
Yota exigió ser liberado de sus esposas, pero Zaide seguía vacilando. Como veterano exiliado que era, no deseaba exponer su cuello de manera tan altruista. Y, la verdad, nadie podría culparle. En su lugar, prefirió encajar un rodillazo en la boca del estómago del Kusajin con la supuesta intención de hacerle despertar del Genjutsu que debía estar sufriendo. Sin embargo, y como ya había visto antes con su Sharingan, el chico no pareció sufrir ningún cambio. De hecho, aquel chakra externo no estaba entrando en el cuerpo de Yota, ni lo estaba afectando de ninguna manera. Por lo que el rodillazo sólo sirvió para que el pobre chico cayera de rodillas al suelo, falto de aire.
Entonces, una estridente carcajada a dos voces inundó el ambiente. Y en aquella ocasión, tanto Yota como Zaide las escucharon. Y las reconocieron. Eran sus propias risas. Pero no salían de sus labios. Como fantasmas en la niebla, dos siluetas se alzaron entre la hierba luminiscente, cada una en una dirección opuesta a los dos shinobi, como si los estuvieran cercando, y cada una enfrente de cada uno de ellos. Como si les hubiesen colocado un espejo delante, lo que ahora veían Yota y Zaide era... a ellos mismos. Eran réplicas exactas, como si de la más fina técnica de clonación se tratase, y sólo se diferenciaban en una cosa: la esclerótica de sus ojos era absoluta oscuridad. Y ambas sonreían con sonrisas afiladas como navajas.
—¡Vamos, joder! ¿A qué estás esperando para atizarle? ¡Se lo merece después de todo lo que nos ha hecho! —exclamó el falso Yota.
El falso Zaide, por su parte, se había cruzado de brazos y negaba con la cabeza al tiempo que chasqueaba la lengua.
—Para lo que hemos quedado... ¿ahora sirvo de niñera de un shinobi?
Si Zaide investigaba las siluetas, pronto se daría cuenta de que, aunque estaban recubiertas de chakra, no se trataba de ningún genjutsu. Las siluetas eran más parecidas a cualquier réplica producida por una técnica de clonación.
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Obviamente mis deseos no fueron bendecidos por parte de Zaide. Aquel cabrón no dejaba de pensar que su mayor error en aquel lugar infecto era el de desesposarme. Menudo iluso. Yo era el menos de sus problemas en aquel lugar. Al menos se digno a darme la razón. Igual sus habilidades no eran tan perfectas como creía pensar y le hubiesen colado un genjutsu. sin tiempo para apenas reaccionar me encajó un señor rodillazo en la boca del estomago que me acabaría llevando a besar el suelo.
— ¡Agh! Serás hijo de puta... — mascullaba desde el suelo.
Estaba arrodillado, con las manos apoyadas sobre la superficie cuando un par de carcajadas sin control invadieron el lugar. Por un momento el dolor del rodillazo dejó de doler, tan solo necesitaba recuperar el aliento. Mi cabeza se alzó instintivamente mientras el Uchiha imploraba que le diese una hostia, pero estaba claro que aquello no estaba funcionando. Simplemente busqué con la mirada el origen de las carcajadas, pues eran las nuestras. El macabro destino se lo estaba pasando en grande. Pronto vi aparecer en el horizonte una figura que no tardé en reconocer, la coleta que descendía por su dorso era su mayor rasgo diferencial, pero...
«¿Cómo es posible?»
Al otro lado otro igual a Zaide. Ambos compartían unos ojos que eran la única cosa diferente a sus yos originales. Eran completamente oscuros.
—¡Vamos, joder! ¿A qué estás esperando para atizarle? ¡Se lo merece después de todo lo que nos ha hecho!
— No —repliqué en un atisbo de seriedad.— Si lo hago jamás me liberará
—Para lo que hemos quedado... ¿ahora sirvo de niñera de un shinobi?
— Señor secuestrador, ¿me puedes explicar qué cojones es esto?
Estaba alucinando pepinillos. No se trataban de clones normales, eran versiones como oscuras o algo así, no sabría decir. Parecía que solo habían venido a sembrar discordia, pero estaba claro que eran copias de nosotros mismos. ¿Cómo nos podíamos derrotar a nosotros mismos? Aquel era nuestro fin si no dábamos con la tecla.
El ardid no funcionó, y Zaide se dio cuenta que estaba dando palos de ciego. No obstante, tampoco se le ocurría qué hacer. Sabía que el Kai era, probablemente, su mejor opción, pero no era una técnica que dominase: nunca la había necesitado. La supremacía que le otorgaba el Sharingan en los Genjutsus le había hecho ser arrogante en esa área. Un error que ahora estaba pagando.
Y todo estaba por empeorar.
Zaide vio el reflejo de su propio ser formarse de la nada. Un ser corpóreo, sólido, con la esclerótica negra y un aspecto…
—Joder, tengo que repasarme esa barba —bromeó, si bien su cuerpo permanecía en tensión. ¿Aquel cuerpo sería capaz de imitar también sus técnicas? ¿Y el de Yota? Si era así, estaban más jodidos de lo que creía. Su espalda se pegó a la de Yota antes de contestarle—. No tengo ni idea. Parecen clones sólidos.
Se pasó la lengua por los labios antes de responder al Zaide falso.
—Cosas de hacerse viejo, ¿huh? —dijo, respecto al comentario de la niñera—. ¿No serías tan amable de enseñarnos la salida, por un casual? Ya que pareces… conocer la zona.
—No —replicó el verdadero Yota, serio—. Si lo hago jamás me liberará.
Su réplica, sin embargo, resopló poniendo los ojos en blanco.
—Ah... es cierto. Atado de pies y manos —se burló, uniendo sus propias muñecas poniendo pucheros de pena fingida—. Déjame preguntarte una cosa, yo, ¿y después qué harás? ¿Huirás de ese Uchiha malnacido? ¿Regresarás a Kusagakure? ¿Volverás a postrarte a las botas de esa puta de Kintsugi? Eres patético.
Una sonrisa retorció sus labios con aquellas últimas palabras. Sus manos, libres, se entrelazaron como si siguiera riéndose de Yota. La electricidad chisrporroteó entre sus dedos justo antes de que y una serie de ráfagas de relámpagos brotaran de sus palmas extendidas y se abalanzaran sobre el de Kusagakure.
—¡Decídete rápido, o terminarás frito! —Se carcajeó.
Mientras tanto, Uchiha Zaide se mofaba de su propia réplica después de haber respondido a Yota con el escaso conocimiento que tenía sobre lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
—Cosas de hacerse viejo, ¿huh? ¿No serías tan amable de enseñarnos la salida, por un casual? Ya que pareces… conocer la zona.
Su propia réplica ensanchó su propia sonrisa.
—Qué hermosa metáfora es este bosque, ¿hm? —preguntó, alzando los brazos para abrazar los alrededores—. Te hace sentir tan perdido... como lo estás de verdad —le dijo. Y Zaide sabría a ciencia cierta que había mucho más detrás de aquellas palabras—. El gran Uchiha Zaide... "El Que Nunca Muere", El Mata-Daimyos, ahora cuidando de un Kusajin como si fuera su hermano pequeño. ¡Oh, espera! ¿Quizás es lo que está buscando tu subconsciente? ¿Un nuevo hermano del que cuidar? —sonrió, cruel.
Su ojo sano se tiñó de carmesí y sus manos se entrelazaron rápidamente, apenas unos instantes más tarde de lo que la réplica de Yota había comenzado aquella misma secuencia de sellos. Pero su Kangekiha surgió al mismo tiempo que la del falso Kusajin, y los relámpagos se abalanzaron sobre Zaide igual que los otros lo hacían sobre Yota. Dos ataques coordinados desde puntos opuestos, dispuestos a asestar una dentellada a la pobre pareja extraviada.
Aquello empezaba a irritarle, a irritarle de verdad. Aquella copia no solo era idéntica a él, no solo sonaba como él, sino que actuaba y hablaba como él. Tenía su entonación, sus mismas pausas, su sonrisa media torcida. Las provocaciones sobre Yota y haberse convertido en su niñera las podía tolerar, como alguien que ha vivido en la calle aprende a tolerar el frío y el suelo duro bajo sus pies descalzos.
Pero entonces llegó la puntilla.
Al principio, lo sintió como una hostia en la cabeza. Primero llega la sorpresa, luego una muy breve sensación de adormecimiento en la zona, como si hubiese quedado anestesiada, luego el dolor. Un dolor profundo, la punta de una flecha clavada y perdida en lo profundo de su pecho muchos años atrás. Nunca extraída, su cuerpo había aprendido a convivir con ella. A casi olvidarse de porqué dolía.
Hasta que se lo recordaban.
—Voy a… —No pudo terminar la frase. Sus peores temores se confirmaron cuando vio las manos de su réplica entrelazarse. Reconoció aquella tanda de sellos, y la ira se empapó de adrenalina, determinación: sus manos ejecutaron una tanda distinta.
La electricidad avanzó hacia él, pero la tierra bajo sus pies se movió justo a tiempo para elevarle. Para elevarlos, a él y a Yota. Una porción de dos metros cuadrados que subió hasta formar una especie de columna de cinco metros de altura, con ellos en lo alto.
Chasqueó la lengua, y le estampó a Yota lo que tanto llevaba pidiendo en las manos, sin quitar la vista de su adversario.
—Ahí tienes lo que querías —dijo, sin mirarle, soltando las llaves de las esposas—. Ahora no te quejes.
«¿Debería atacar a la réplica de Yota y liquidarla rápido? Hmm… Si mi réplica tiene todo mi poder, no creo que Yota pueda resistirle mucho tiempo. Joder, mierda. No queda otra, tengo que vencerme a mí mismo. Pero… ¿cómo coño se hace eso?»
Claro que no, Zaide no tenía ni puta idea de cuál era el camino a seguir. Por primera vez desde que me lo crucé en el Valle del Fin que sentía como empezaba a dudar. La verdad es que no era para menos, la situación lo ameritaba. Jamás me había enfrentado a algo así, eran copias nuestras, eso parecía lo bastante claro pero... ¿de donde salían? ¿compartíamos puntos débiles? Demasiadas preguntas y, al parecer, las respuestas iban a tener que esperar.
—Ah... es cierto. Atado de pies y manos
Ya lo sabía, claro, pero el mero hecho de que me lo estuviese recordando hizo que la rabia tensase mi cuerpo, apretando mis puños.
Déjame preguntarte una cosa, yo, ¿y después qué harás? ¿Huirás de ese Uchiha malnacido? ¿Regresarás a Kusagakure? ¿Volverás a postrarte a las botas de esa puta de Kintsugi? Eres patético.
— La verdad es que eso no es asunto tuyo. Ya pensaré en algo, no te preocupes
Oh, pero el que debía preocuparse era yo. Reconocí aquella secuencia de sellos al instante y golpee con las manos la espalda de Zaide que la notaba tocando la mía.
—¡Decídete rápido, o terminarás frito! —
— ¡Mierda, Zaide, haz algo! — supliqué.
Sentí la risa de aquel extraño Yota como una punzada en el orgullo y de repente algo surgió de debajo de mis pies, elevándome a mí y a mi captor para evitar el puto kangekiha. O mejor dicho, los kangekihas, puesto que el otro Zaide también usó uno. Afortunadamente el pilar no se derrumbó cuando sufrió aquel ataque «¿coordinado?». No sabía si me asustaba más el hecho de tener que pelear contra mi mismo y contra otro Zaide o el hecho de que estuviesen compenetrados.
—Ahí tienes lo que querías—el mecanismo hizo su parte y mis manos fueron liberadas, finalmente.—. Ahora no te quejes.
— Joder, si que te veo apurado. No me quejaré, no. Y tu tampoco te arrepentirás. Si esos cabrones están compenetrados nosotros también podemos hacerlo
Junte mis manos y me las fregué un poco como pensando qué hacer. El tiempo apremiaba. Me mordí el dedo y un hilillo de sangre surgió del pulgar.
— Ocupate de tu copia, descubre tu punto débil y ataca sin piedad
Tras aquellas palabras salté al vacío haciendo una secuencia de sellos. Planté la mano en el aire y surgió una nube de humo repentina de gran tamaño. Para cuando desapareció una araña de unos 3 metros apareció. De tal forma de que entre el extraño Yota y nuestra posición habían unos escasos 3 metros. Como Kumopansa, era azabache, pero disponía de unas marcas atigradas anaranjadas y respondía a otro nombre.
— Te he echado mucho de menos, mi querida Kumokichi
— Esperame dejame adivinar... ¿otra vez buscando pelea? Espera... ¿ese no eres tu?
— Como voy a ser yo si estoy encima tuyo —entonces fijé la mirada en mi falso yo— Bueno, ahora que ya no estoy atado puedo responderte. Vamos a patearte el culo a ti y a tu amiguito
«Pero antes debo recobrar el aliento»
Le di una palmadita en la espalda a Kumokichi, la cual resopló y tras unos instantes escupió una llamarada de fuego directa a nuestro enemigo, la cual avanzaría unos 10 metros.
Estado de Yotita
• PV:
230/230
–
• CK:
150/250
–
-100
–
• PV Kumokichi:
100/100
–
• CK Kumokichi:
88/100
–
-12
–
Fuerza: 40
Resistencia: 60
Aguante: 40
-10 (1/3 turnos)
–
Agilidad: 60
-10 (1 turno)
–
Destreza: 60
Poder: 60
Inteligencia: 40
Carisma: 20
Voluntad: 40
Percepción: 60
Portaobjetos [Muslo derecho][9/10]
-
¤ Kuchiyose: Sentō no Dōbutsu ¤ Invocación: Animal de Combate - Tipo: Criatura - Requisitos:Nivel 20 - Gastos: 100 CK - Daños: 25 PV por golpe de Taijutsu animal - Resistencia: 80 PV (rompe el contrato), 100 PV (vitalidad total) - Chakra disponible: 100 CK - Duración del contrato: 15 turnos del usuario (incluyendo el inicial) - Máximo número de usos: 1 por día (dormir unas horas on-rol se considera como descanso válido) - Dimensiones: 3 metros
«Se trata de un ejemplar de araña de 3 metros que responde bajo el nombre de Kumokichi. Al igual que las arañas ordinarias, tiene una anatomía culona, por lo que dispone de una cabeza más bien pequeña para lo que es su aspecto y un torso redondo y visiblemente más grande. Su cuerpo es de un tono azabache con marcas atigradas de color naranja, aunque conserva el símbolo de la viuda negra, un reloj de arena carmesí en su abdomen.
Al igual que toda invocación de la familia Kumo, tiene un salto potenciado y será capaz de atacar con taijutsu con sus patas causando un daño de 15 PV, un daño por placaje de 12 PV y serán capaces de usar sus fauces para morder a sus presas causando 20 PV.
Pero al tratarse de una invocación de combate, ha estado preparada y entrenada para ello. Cuando muerden a sus enemigos, son capaces de usar sus quelíceros para inyectar una dosis de veneno potenciado con chakra que causan un daño de 10 PV durante los siguientes 6 turnos a cambio de 48 CK. Además, es capaz de expulsar llamaradas de fuego de 20 PV a cambio de 12 CK.»
7/02/2022, 00:49 (Última modificación: 7/02/2022, 01:02 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Uchiha Zaide actuó rápido. Previendo lo que su réplica estaba por hacer, utilizó su manejo del Elemento Tierra para alzar tanto al Kusajin como a sí mismo por encima del alcance de los dos relámpagos que recortaban la distancia contra ellos, y terminaron por chocar con estruendo contra la roca, partiendo algunos pedazos que terminaron abandonados en la hierba. Ese breve lapso de tiempo le valió a Zaide para liberar a Yota de aquellas molestas ataduras. Ahora sí que estaban en igualdad de condiciones.
Pero mientras el Uchiha le arrojaba las llaves de la libertad al Kusajin, su sombra apareció en el aire frente a él de un salto, con una sonrisa afilada adornando aquel rostro que era suyo en realidad.
—Bu.
Una bocanada de fuego surgió directo de sus pulmones. Una esfera de fuego grande como un sol en miniatura, y que buscaba engullir y reducir a cenizas a su contraparte.
Mientras tanto, el Kusajin saltó de la plataforma. A mitad de camino, sus manos se entrelazaron en una serie de sellos y el sacrificio de sangre invocó a una araña gigantesca, de unos tres metros de diámetro y con marcas atigradas recorriendo todo su cuerpo peludo que le sirvió de montura. Tras un breve intercambio de palabras, la criatura lanzó una llamarada hacia el falso Yota, que esquivó echándose hacia un lado y después hacia delante para volver a recortar algo de distancia entre ambos.
—Ah, sí, nuestras queridas arañas. Amigas inseparables y... fieles —El Yota oscuro soltó una risilla entre dientes—. Pero... ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tardarán nuestras amigas las arañas en encontrar otro candidato para firmar el Pacto de Sangre y apuñalarnos por la espalda como hicieron con nuestro padre, eh? ¿Ya lo has olvidado? ¡Yota!
El cuerpo del falso Yota se iluminó durante unos instantes, recorrido por una corriente de chisporroteante electricidad que resonó como el piar de mil pájaros. Con aquel último grito, el Yota oscuro plantó la palma de su mano en la tierra, y un torrente de electricidad se abalanzó sobre el Kusajin y su invocación.
Zaide dio un respingo, sin tiempo a reaccionar; la bola de fuego saliendo de la boca de su oponente. No le quedaba otra que reconocerlo: aquel tío luchaba con estilo. Sus movimientos eran despreocupados y letales al mismo tiempo, precisos como el bisturí de un cirujano pero con la gracia de quien hace un juego de malabares frente a sus amigos. «Joder, menudo ego que tengo. Admirándome a mí mismo en mis quizá últimos minutos de vida».
No tuvo ni que pensar: saltó hacia atrás, llevado por el instinto más primitivo, sin tiempo a formar ninguna técnica salvadora. Por eso, en su lugar, abrió un pergamino frente a la llamarada infernal que se cernía sobre él. Un pergamino con un Suiton sellado: la única técnica de agua que conocía.
El taladro de agua que dejó sin piernas a Daigo salió propulsado del papel, colisionando contra la bola de fuego y formando en el acto una inmensa pared de vapor. Un jutsu más flojo que el otro, pero la ventaja de elemento permitió salir vencedora a la suya, precipitándose hacia el impostor.
El Uchiha, suspendido en el aire, empezó a caer. Su salto atrás había sido largo, sobrepasando a ambos Yotas, y aprovechó para lanzarle un recado a la copia de Yota. Un Dai Shuriken que liberó de su hombro, y que lanzó mientras todavía estaba en el aire, a la espalda del impostor. Un ataque rápido y conciso antes de aterrizar en el suelo. Conociéndose como se conocía, sabía que no le daba tiempo a más, o acabaría muerto. De hecho, aquello ya había sido un riesgo, pero un riesgo que debía correr: necesitaba decantar la balanza de aquel combate cuanto antes para que el kusajin pudiese ayudarle con el suyo.
PV
270/270
– CK
435/470
–
-5CK
–
Regeneración dividida
–
Sharingan activado (Destreza100, Percepción100)
—Dai Shuriken
—Pergamino pequeño con Suiton: Suigadan sellada en ella.
La llamarada de Kumokichi no resultó herir a nuestro rival, pero no debía considerarse una decepción. Si era un clon mio, del tipo que fuese, no solo conocería lo que es capaz de hacer Kumokichi, sino que se lo habría visto venir. En todo caso, en el sipuesto de acertar hubiese sido una sorpresa. Una grata sorpresa.
Arquee una ceja, todavía a lomos de la araña gigante, quien también prestaba gran atención en lo que hacía el Yota oscuro.
Pero... ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tardarán nuestras amigas las arañas en encontrar otro candidato para firmar el Pacto de Sangre y apuñalarnos por la espalda como hicieron con nuestro padre, eh? ¿Ya lo has olvidado? ¡Yota!
— Cómo te atreves...
— Nosotros respetábamos a Ryu-dono como a un hermano más
Las palabras de Kumokichi sonaron sinceras y así eran de verdad. Ryu hizo el sacrificio por mí. Porque había llegado la hora del relevo generacional. Un sacrificio fruto del amor de un padre a un hijo. No obstante, el Yota oscuro noe staba por perder el tiempo y pronto se iluminó la zona debido a los rayos que emanaban del cuerpo de nuestro enemigo. Al igual que sucedió conmigo, yo también conocía las armas y las técnicas de las que era poseedor aquel clon oscuro y supe exactamente lo que iba a suceder.
— Será mejor que nos apartes de en medio, Kumokichi
No hubo réplica por parte del arácnido y, para cuando el falso Yota postró sus manos en el suelo, el animal había saltado en dirección al pilar que habíamos dejado atrás, un poco a la derecha, volviendo a ganar ventaja de espacio respecto al Yota oscuro. De esta forma quedábamos ligeramente en las alturas y el Nagashi pasaría de largo. Momento en el que atisbé a ver a Zaide. El autentico Zaide. Estaba en la espalda del enemigo y le arrojó un shuriken gigante.
«Es nuestra oportunidad»
Con fuerzas renovadas salté de la araña en dirección a mi enemigo, tratando de clavar un par de telarañas en su cuerpo para asegurar que el golpe de Zaide fuese certero y evitar que pudiese hacer cualquier tipo de evasión.
— ¡No vuelvas a mencionar a padre!
Estado de Yotita
• PV:
230/230
–
• CK:
138/250
–
-12
–
• PV Kumokichi:
100/100
–
• CK Kumokichi:
100/100
–
+20
–
Fuerza: 40
Resistencia: 60
Aguante: 40
-10 (2/3 turnos)
–
Agilidad: 60
Destreza: 60
Poder: 60
Inteligencia: 40
Carisma: 20
Voluntad: 40
Percepción: 60
Portaobjetos [Muslo derecho][9/10]
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¤ Senpō: Kuromibōjin no Shiruku ¤ Arte Sabio: Seda de la Viuda Negra - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos:Senjutsu 20 - Gastos: 6 CK/telaraña (1 telaraña cada 10 puntos en Senjutsu, máximo 5 telarañas) (divide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:(Senjutsu 50) Se pueden redirigir las telarañas y hacerlas girar un máximo de 90 grados - Carga: 1 - Velocidad: Instantánea (creación), Rápida (velocidad de movimiento) - Alcance y dimensiones:
Sencilla creación de hilos de telaraña, estas pueden ser originadas o bien por los dedos de la mano o bien escupidas por la boca y puede llegar a alcanzar algo que esté a 10 metros. Al estar reforzadas en chakra tienen una resistencia digna de mención, siendo capaces de resistir el peso del usuario sin romperse. Aún así, cualquier daño por sección partirá en dos el hilo de telaraña. Resultan ser de increíble utilidad, desde apoyo para movimientos complicados y cabriolas hasta para sujetar un enemigo o la extremidad de este, para desestabilizarlo o hacerle mover en la dirección deseada. Las telarañas tienen la misma resistencia que cualquier otra telaraña y si es expuesta a cualquier fuente directa de fuego se quemará. Por otra parte, una vez se deje de aplicar chakra en ellas serán totalmente inservibles.
(Senjutsu 50) Alcanzado cierto nivel de maestría se puede cambiar la dirección de la telaraña al aplicar un impulso de chakra (5 CK).
Kumopansa puede utilizar esta técnica pero solo con tareas de apoyo, nunca para desestabilizar enemigos..
Movido por el impulso más primitivo, Uchiha Zaide saltó hacia atrás. Tenía la llamarada prácticamente encima, pero se las apañó para echar mano a un pergamino que desplegó frente a sí, liberando un taladro de agua que perforó las infernales llamas e impactó de lleno a su réplica en el centro del pecho, haciéndole caer de nuevo a tierra.
Mientras tanto, la réplica de Yota había ensanchado aún más su sonrisa al ver la reacción que habían tenido sus palabras en el verdadero Kusajin. De un momento a otro, ambos saltaron en el aire para quedar fuera del alcance del Chidori. Pero, como si de un verdadero espejo se tratara, y antes de que llegara a saltar, el falso Zaide había aparecido tras el pilar y había arrojado aquel mismo shuriken gigante a la espalda del verdadero Yota, al mismo tiempo que el verdadero Zaide lanzaba su propia estrella a la sombra del muchacho.
—¡Agh! ¡Puto payaso tuerto! —bramó el falso Yota, arrancándose el shuriken de la espalda y, esta vez, enarbolándolo él. Su sonrisa volvió a afilarse, por encima del dolor que sufría—. Y encima estás colaborando con el verdugo de Daigo... Qué vergüenza me daría ser tú. ¡Oh, espera! ¡Si lo soy!