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—¡Oye, que lo vas a romper!
Pero el cangrejo ni se inmutó ante la protesta del shinobi, es más, pareció prestar más fuerza al agarre para que Kotetsu no ganase aquel duelo sobre quién se llevaba el arpón a su casa aquella tarde.
— Vamos, devuélvemelo que lo necesito, pequeño rufián.
Si el cangrejo hablase, habría dicho algo parecido a: ¿cómo puedes pedirme que te lo devuelva si me llamas rufián? O bueno, quizá no habría entendido aquello último dicho por el chico, pero al ver el enfado del animal se podría traducir por algo así, por ello, de un tirón logró desarmar al Hakagurē del utensilio de limpieza que tenía en su mano, tirándola gracias a la fuerza que había puesto en el agarre varios metros más allá, casi tocando el agua del mar.
Sin embargo no iba a ser pan comido para el genin ir tras el objeto pues el crustáceo parecía no haber saciado su sed de venganza sobre el chico, pues seguía con sus pinzas en alto apuntando al albino, esperando su reacción para contraatacar.
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Las protestas del genin, lejos de conseguir su objetivo, solo lograron que aquel crustáceo se pusiera aun más furioso y agresivo. Bien podía intentar tirar con un poco mas de fuerza, pero el riesgo de terminar rompiendo aquel viejo arpón era muy alto. De pronto la criatura tiro con una malicia que parecía impropia de un animal, logrando que la pica cayese a varios metros de distancia y quedase casi a merced del suave oleaje. El joven trastabillo hacia atrás y casi cae, pero mantuvo la calma y logro recuperar el equilibrio.
—Vale, ya te saliste con la tuya —admitió con serenidad, al ver que al fin había librado su herramienta de trabajo.
El joven decidió ignorar a su atacante e ir por la pica, pero el cangrejo rápidamente se movió a un lado para cortarle el paso. Aquella “araña de agua” no solo le había desarmado, sino que también quería continuar la pelea. El espadachín intento hacer una finta, pero la criatura hacía gala de una gran velocidad para moverse lateralmente, por lo que evadirlo sería difícil. Pensó en tratar de patearlo o voltearlo, pero su guardia estaba en alto y la amenaza del agarre de aquellas tenazas no era cosa de juego.
—De verdad que admiro tu espíritu combativo, pequeño ser de armadura roja, pero soy demasiado oponente para ti.
Kōtetsu sabía que era una especie de locura el tratar de hacer que un animal inferior le comprendiese, pero, de alguna manera, el constante y rítmico chasqueo del cerrar de aquellas pinzas carmesí le hacía creer que su oponente, aunque fuera por muy poco, comprendía el lenguaje de la agresión.
—Tienes suerte de que no desee matarte —aseguro con voz baja y suave, mientras comenzaba a recoger arena con sus manos para arrojársela al cangrejo, intentando cubrirlo—. Bien podría atraparte para hacer una sopa contigo, pero con lo gruñón que eres de seguro quedaría terrible… Vamos, vete, que tengo cosas que hacer.
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Si alguien viese al joven de cabellos claros al hablar con un cangrejo seguramente pensarían que está loco o que el calor de aquel día de verano le estaba friendo el cerebro, pero no, Kotetsu estaba más que perfecto y el cangrejo parecía querer ser un oponente más de los que seguramente ya llevaba en la espalda aquel shinobi.
—De verdad que admiro tu espíritu combativo, pequeño ser de armadura roja, pero soy demasiado oponente para ti.
El crustáceo levantó su cuerpo como si se hubiese dado por aludido, sin embargo no se apartó ni él, ni su vista que se encontraba clavada sobre el genin. Sin embargo, pese a que Kotetsu no quería acabar con la vida de aquel animal, el cangrejo no se lo ponía fácil pues a cada arena que le echaba o cada palabra que le dirigía hacía que él se estremeciese y siguiese con su cometido de medirse en un duelo contra él.
Hasta que...
— ¡Kotetsu-san! — Exclamó una voz a sus espaldas. — Veo que lo llevas bie- ¡Anda! ¡Un cangrejo! Qué mono... — Alegó poniéndose de cuclillas al lado del crustáceo. — ¿Lo has encontrado tú?
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El calor le hacía sudar y aun le faltaba mucho por hacer, por lo que la idea de liquidar a aquel guardián de las blancas arenas era cada vez más provocativa. De hecho, también considero el arrojarlo a una bolsa y guardarlo para comérselo luego, un manjar poco común y de gran tamaño, pero le pareció un final indigno para una criatura que tenía el valor de enfrentarse a un ser decenas de veces más grande y pesado que él.
—¡Kotetsu-san! —le llamo una voz, justo cuando ya estaba por perder la paciencia.
—¡Aquí estoy! —exclamo sin girarse, pues tenía la impresión de que, en cuanto le quitara la vista de encima, aquel cangrejo le haría una desagradable jugarreta.
—Veo que lo llevas bie- ¡Anda! ¡Un cangrejo! Qué mono...— Alegó poniéndose de cuclillas al lado del crustáceo. — ¿Lo has encontrado tú?
—Algo así... Es como en los cuentos, cuantos despiertas al monstruo que vigila el puente y que impide el paso —aseguro, dejándose llevar por su imaginación—. Este cangrejo se molesto porque, por accidente, lo pinche creyendo que era una bolsa roja. Ahora está todo alterado y con ganas de buscar pelea.
»Por cierto, no me pararía tan cerca si fuera tu, Koko-san, este pequeño matón es bastante peligroso.
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Cuando la joven se puso de cuclillas para observar al cangrejo, éste pareció relajarse lo suficiente para bajar las pinzas, sin embargo; su mirada no se alejaba del genin que se encontraba ahora desarmado sin su arpón.
—Algo así... Es como en los cuentos, cuantos despiertas al monstruo que vigila el puente y que impide el paso. Este cangrejo se molestó porque, por accidente, lo pinche creyendo que era una bolsa roja. Ahora está todo alterado y con ganas de buscar pelea.
— ¡Oh, vaya! Pobrecito... — Exclamó ella mientras miraba con ojos tristes al crustáceo. — Pero fue un accidente Cangrejo-san, seguro que Kotetsu-san no lo hizo a propósito...
—Por cierto, no me pararía tan cerca si fuera tu, Koko-san, este pequeño matón es bastante peligroso.
— ¿Eh? ¿Koko-san? Yo soy Kae-
Pero la pinza se cerró en torno al dedo índice de la joven que se encontraba en alto, aprovechando la distracción que le había proporcionado el de cabellos claros para así atacar a su atacante, o, bueno; a la compañera de su atacante; provocando que la joven soltase un chillido y levantase la mano lo suficiente para que el cangrejo deshiciese el agarre y saliese por patas del lugar.
— ¡Ay, ay, ay! ¡Duele mucho! — Exclamaba Kaede mientras se sujetaba el dedo con fuerza, por el que salía un delgado hilo de sangre.
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— ¡Ay, ay, ay! ¡Duele mucho! — Exclamaba Kaede mientras se sujetaba el dedo con fuerza, por el que salía un delgado hilo de sangre.
—Lo siento, Kaede-san, no esperaba que intentase atacarte —sentencio, mientras se acercaba para ver la herida de la muchacha—. No te preocupes, la herida es pequeña.
Aunque era cierto, y la herida no representaba ningún peligro para su extremidad, aquello no pareció aliviar el dolor de la jovencita. Pero más preocupante que eso era el hecho de aquel rufián acorazado se le hubiese escapado para quizás volver luego. Y más preocupante que eso era el imaginar que todas las criaturas de la playa se comportasen igual.
—Al menos se fue, así podre continuar con mi trabajo —aseguro, con voz serena—. Quizás tú deberías tomarte un descanso para colocarte una cura o algo así, Kaede-san.
»Por cierto, ¿en esta playa las criaturas sueles ser así de agresivas?
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—No te preocupes Kotetsu-san, iré a casa del abuelo a ponerme una tirita. — alegó la joven ya mucho más calmada aunque aún sujetándose el dedo con fuerza para evitar que doliese más de lo normal.
Sin embargo antes de continuar con su marcha y dejar a Kotetsu trabajar de nuevo para continuar su trabajo, el joven llamó la atención de la chica, haciendo a ésta girar para volver a encararle.
— Por cierto, ¿en esta playa las criaturas sueles ser así de agresivas?
— ¡Qué va! Hacía años que no veía un cangrejo así, usualmente no hay más que gaviotas o palomas que paran para coger la comida que algunos dejan por ahí tirada, y es extrañísimo que te ataquen, quizás solo estaba de paso o se habrá confundido... La verdad es que no tengo ni idea.
La joven se encogió de hombros y desvió la mirada hacia donde se había ido el crustáceo.
— Le preguntaré al abuelo, igualmente, no te preocupes, si vuelve solo intenta evitarlo y veremos qué hacer con él entre los dos, ¡ahora vuelvo!
Y Kaede empezó a correr hacia la cabaña de su abuelo, dejando al de cabellos claros solo, aún sin su arpón y con la bolsa a medio llenar de basura.
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La hermosa muchacha aseguro que se encontraba perfectamente, mas aun parecía sentir bastante dolor en le herida. El joven genin no pudo evitar sentir un poco de pesar al pensar en que el dedo de Kaede ya no sería tan bello como antes, aunque dicha emoción desapareció rápidamente al mirarla un poco y verificar que aún le quedaba mucha gracia para derrochar.
—Sí, puede que solo estuviese confundido. —Según lo dicho por la joven, aquel suceso era algo inusual.
Mientras la chica se alejaba al trote, no pudo evitar pensar en aquel apartado de la misión que pedía tener especial precaución para quien aceptase el encargo. Claro, la resumida información extra hacía referencia solo a un rumor, pero los rumores podían convertirse en algo muy problemático cuando han sido descuidados.
“Es posible que otras criaturas, igual de agresivas, atacasen a los bañistas y los alejasen de la playa”, inquirió.
Para él aquello tenía sentido; si fuese un alegre ciudadano en busca de pasar un agradable rato en la playa habría sido una experiencia muy desagradable el recibir un pellizco de una de las enormes pinzas de aquel crustáceo matón.
Se levanto y estiro un poco, sintiendo que el calor seguía con la misma intensidad que había tenido durante días. Se acerco hasta donde quedo tirado su arpón y lo recogió antes de que la marea subiese y lo arrastrase consigo. Se tomo unos segundos para tomar, entre sus manos, un poco de la fresca y salada agua del mar y con ella lavarse la cara, consiguiendo que emitiese un suspiro de placer ante el alivio proporcionado.
—¡Es hora de continuar! —se dijo a sí mismo, animado, mientras arrastraba aquella bolsa negra en busca de basura con que llenarla.
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Mientras el joven Uzunés comenzaba de nuevo a hacer su labor como agente de limpieza de las playas de su villa, hacía conjeturas sobre el por qué de que nadie pisase aquella playa desde hacía un buen periodo de tiempo, podría estar en lo cierto, o puede que no lo estuviese, sin embargo no tardaría mucho en descubrirlo cuando...
Porque de entre las arenas emergieron una docena de cangrejos liderados por el crustáceo que antes había atacado al ninja y que éste tan amablemente había dejado vivir. Todos tenían clavados sus ojos sobre el chico que se encontraba en la orilla del mar con los cabellos mojados gracias al agua que había utilizado para refrescar su sudado y cansado rostro.
Sin embargo, ellos no querían dar cuartelillo, pues cuando el joven puso sus ojos sobre los animales, ellos ya corrían hacia él, dispuestos a echarle de sus dominios.
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La tarea de limpiar la playa continuaba, y el joven de cabellos blancos se mantenía concentrado, pese al calor y a las otras incomodidades. Pero un nuevo desafío estaba por poner a prueba sus capacidades para lidiar con problemas inesperados.
Como resurgido desde las sombras, se manifestó aquel peligrosos cangrejo que le había estado hostigando hacia poco y que había dejado una marca permanente en el bello ser veraniego de Kaede.
—¡Ha sido una imprudencia de tu parte el volver, pues ahora tengo motivos para no dejarte ir con vida! —exclamo en cuanto escucho los primeros chasquidos de amenaza—. Y aun tienes intenciones de echarme… Esta es la parte en donde yo he de preguntarte, ¿como planeas hacerme frente? Porque necesitarías de un ejército.
El crustáceo chasqueo las tenazas, y dos similares a él surgieron de entre las arenas para apoyarle.
—Con eso no me intimidaras —respondió, y en el acto apareció otro trió de mariscos a su derecha—. Necesitaras más que eso para hacerme frente —Y como si todo estuviese fríamente planeado, otro trió rojizo apareció a su izquierda—. Me las he visto peores… —confeso, y otro grupo de amenazantes pinzas se hizo escuchar a sus espalda.
Ahora se encontraba rodeado por una docena de cangrejos, crueles enemigos de roja armadura.
—No importa cuántos sean, pues acabare con tantos de tus aliados como haga falta para cumplir con mi trabajo.
Rodeado, llevo su mano hasta la empuñadura de Bohimei, que colgaba en su espalda, y se preparo para la inminente acometida.
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A medida que el de cabellos claros hablaba, el cangrejo se acercaba más y más hacia la posición del chico, mientras que de entre las arenas salían más y más crustáceos para hacer frente a la amenaza que había surgido aquel día en su playa, donde al parecer aquellos animales eran los culpables —a parte de la basura, como bien había supuesto Kotetsu— de que se encontrasen desérticas.
—No importa cuántos sean, pues acabare con tantos de tus aliados como haga falta para cumplir con mi trabajo.
El cangrejo que los lideraba lo tomó como que el shinobi lo retaba, así que no dudó en parar con su lenta marcha para mover sus pinzas a modo de señal, donde todos sus seguidores acudieron veloces a la posición del joven ninja liderado por el cangrejo jefe.
¿Qué haría Kotetsu?
Cangrejo líder: 15 PV
Todos los demás: 12 PV
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Y allí, a su alrededor yacía el pequeño ejército de cangrejos, mientras que frente a él se erguía el malévolo líder que los guiaba en su contra.
—Si así lo quieren. —Desenvaino su espada y se preparo para luchar.
Deseaba darle fin a aquel pequeño grupo de matones que debían de ser los responsables de muchas maldades, como lo sería el aterrorizar a los bañistas. Y cierto era que poco le importaba pasar unos cuantos crustáceos por el filo de su espada, pero de pronto recordó que no estaba allí para cumplir con sus caprichos.
“Estoy de misión… Seguramente tendré problemas si Kaede regresa y me encuentra rodeado por las entrañar de una docena de cangrejos”.
Controlándose a sí mismo, el joven clavo con fuerza su espada en el suelo, para luego tomar la vaina de la misma y comenzar a esgrimirla. Comenzó a golpear de un lado para otro, procurando arrojar a los crustáceos hacia el mar, mientras trataba de calmarse y no aplastarles el caparazón.
“Vamos, cálmate; estos animales son parte de la playa y tu estas aquí para dejar dicha playa en mejores condiciones, lo cual implica no masacrar a estos pequeños rufianes..., al menos no sin previo permiso”.
Recordarse aquello a si mismo era la parte sencilla. Hacerse caso mientras sentía pellizcos en los tobillos era la parte difícil, pues no sabía a cuantos había logrado expulsar, pero el dolor le decía que aun faltaban muchos.
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Los cangrejos cada vez parecía que se multiplicasen más pues se acercaban y se acercaban hasta, por fin rozar los pies del genin sin ningún problema. Kotetsu, que por su parte había decidido no matar o mutilar a sus agresores; se defendía con la vaina de su katana consiguiendo que los cangrejos, aunque con cierta lentitud, tomasen más odio hacia el chico y atacasen con más pellizcos.
Hasta que al final el crustáceo rey de entre todos ellos dio un respingo cuando la vaina pegó directamente contra su pequeño cuerpo, que aunque no fue lanzado por los aires como sus camaradas, sí sintió el dolor recorrer su diminuto cuerpecillo y se dio cuenta de que, por muchos cangrejos que fuesen, no serían capaces de enfrentarse a un ser de semejante tamaño.
Así pues, con un sentimiento de venganza con una mezcla de vergüenza, el cangrejo levantó la vista para después levantar sus pinzas, hacer unos cuantos ruidos y con eso, Kotetsu se vio de nuevo solo en la playa, ya que todos los crustáceos que allí habían se dispersaron y escondieron por entre las arenas.
Más aunque Kotetsu se viera solo, no se sentía como si de verdad lo estuviese.
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Luego de una cruenta lucha, formidable asedio donde se veía superado en número, el peliblanco pudo sentir que había obtenido algo similar a una victoria; pues el señor de los cangrejos, al sentir en caparazón propia la fuerza de su enemigo, decidió retirarse para hostigar a otro inocente en el futuro. Claro, no se fue sin antes hacer un amenazador chasquido con su gran pinza, dejando un claro mensaje de odio y e ira.
“Al fin, se marchan”, pensó, mientras veía desaparecer a aquel enorme grupo de pequeños guerrilleros.
Cuando se hallo solo, se sentó en las blancas arenas que ya había purificado. Con calma comenzó a revisar sus tobillos, encontrándose con multitud de cortes diminutos pero dolorosos, pues aun estaban sangrantes. Aquellas tenazas habían atravesado sus defensas y hecho mella en él, pero sus heridas de guerra no eran tan graves como para que considerase el detener su trabajo.
“Ya se fue aquella amenaza, pero aun así me siento un tanto incomodo… como si aun me vigilasen”.
El joven miro cuidadosamente alrededor, pero solo enfocando el suelo, como si temiese que algunos cangrejos estuviesen preparando un segundo asalto contra su persona.
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Cuando ya se halló totalmente solo y terminó sentado en las arenas que tenía bajo sus pies, Kaede hizo acto de presencia a sus espaldas, extrañada por encontrarlo ahí tirado.
— ¿Kotetsu-san? ¿Estás bien? ¿Te has cansado? — Preguntó la joven mientras se ponía de cuclillas a su lado. — ¡Por Gouna-sama! ¡Estás sangrando! Espera, traeré algo para curarte.
La joven se fue rápidamente hacia la casa donde descansaba su abuelo. Luego de un par de minutos apareció cargada con un par de vendas y medicinas para la piel.
— Tranquilo, esto puede escocer pero pronto te sentirás mejor, lo primero, voy a limpiarte la herida de arena. — La joven tomó una botella de agua y tiró su contenido poco a poco sobre los tobillos del albino, luego tomó una benda y le echó algo que Kotetsu no pudo apreciar, sin embargo lo que sí pudo sentir fue el escozor que la medicina le provocó cuando la chica posó el algodón sobre sus heridas. — Lo siento, pero es lo mejor...
Cuando acabó de desinfectar la herida, y con suerte de que el chico no se moviese mucho, comenzó a vendarle los tobillos con suavidad, intentando que sufriese el menor dolor posible.
— Bien... Ya está. — Alegó sonriente. — Aunque no sé cómo te has hecho esos rasguños, espero que estés haciendo un buen trabajo. Yo vuelvo a mi lado de la playa, ¡y ten cuidado!
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