9/10/2020, 19:28
Nao recibió temprano en la mañana a un mensajero, quién le había llevado un pergamino de misión. Sería mentira si dijéramos que ya estaba despierto a esa hora, pues la verdad aprovechaba de su soledad para quedarse dormido a la hora que se le diese la regalada gana. Ciertamente el era el único que podía autodisciplinarse, pero por eso mismo prefería darse sus lujos de vez en cuando, aunque esta vez su sueño fue interrumpido por ello.
De todas formas, trataría de ser puntual, porque mantener la buena apariencia ante los demás era extremadamente clave. Sin embargo, se sentía enormemente decepcionado cuando leyó el contenido del pergamino, pues claramente sería una misión muchísimo menos entretenida que la de su última aventura y eso en cierta manera le desmotivaba en demasía. Se volvió ninja para vivir aventuras, no para ser el mandadero personal del primer tipo con algo de dinero. No estaba nervioso en lo absoluto, más bien estaba desganado, pero eso no impidió que su maña saliese a flote y cediese a su deseo de sacar un pincel y metérselo a la boca, moviéndolo de arriba a abajo con ritmo.
Aún así, se alistó como de costumbre, tardándose más de lo habitual en su peinado. Por muy temprano que fuese quería lucir impecable. Tomó su peculiar paraguas y partió rumbo al distrito comercial con galante paso. Ciertamente era un chico de nieve que aún no aguantaba el agua. Al llegar a la zona indicada, con mucha precaución y curiosidad ladearía a los lados buscando a quién pudiese tener alguna bandana shinobi, esperando que pudiesen luego ir juntos a concretar el encuentro con su cliente. Tenía la cara larga, claramente decepcionado del duro trabajo que se les venía por delante.