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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
De pronto algo dejó de moverse entre las bolsas, pues parecía que se había percatado de la presencia de la kunoichi. En un inicio, nada sucedió cuando ella pronunció aquellas palabras. Sin embargo, el animal poco a poco empezó a acercarse atraído por un olor que resultaba mucho más agradable que el resto de los desechos en los que había estado urgando hasta hace poco.

Era una perrita no demasiado grande, totalmente de color café, o al menos eso era lo que se dejaba apreciar en medio de aquel callejón. Parecía tímida, dando pasos leves, olfateando con cuidado mientras se acercaba. Ya de cerca, notaría que tenía una mancha en su ojo derecho parecida a un parche, dándole un poco de personalidad al animal.

Parecía estar calmada, o al menos lo suficientemente hambrienta para querer el hueso que la genin tenía en sus manos. Parecía que ya la tenía, cuando con parsimonia el can sujetó el hueso... Sólo para arrebatárselo de las manos con fuerza y echar a correr al fondo del callejón.

Al parecer, no era un sitio totalmente sin salida, sino que había un pequeño cruce al fondo que daba a la izquierda. ¿A dónde llevaría?
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#32
¡Nooooooo! ¡Espera no te vayas! ¡No te voy a hacer daño! — dijo con un tono apenado.

Anudó tan rápido como pudo la bolsa de nuevo, todavía manteniendo algo de carne en su mano y acto seguido, la devolvió a la jaula. Alzó esta con ambas manos y corrió torpemente detrás de aquella perra. No podía dejar el cebo o algún bribonzuelo de cuatro patas no tardaría en llevárselo, y si alguien veía la jaula y se la llevaba, encima seguro que le tocaría pagarla. Pero nada de esto cruzó su mente, ella solo quería ayudar a aquellos animales y cumplir su misión, incluso esto último ya le importaba menos si con ello podía ayudar al menos a algún que otro animal.

Puede que ahora ese animal se sintiera acorralado, y con miedo. Volvió a dejar la caja, esta vez detrás de un par de cubos, y volvió a ofrecerle algo de comida, esperando que no se marchara por algún rincón que por el que le resultara imposible seguirla.

Ven, por fa'. Es por tu bien.
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#33
Para suerte de Ren, el desvío no llegaba demasiado lejos y más pronto que tarde se toparían con un callejón sin salida. Había mucho ruido de ventiladores desde uno de los edificios contiguos, que parecía ser una fábrica o algo ya que el aire que expulsaba a través de las aspas era cálido. También, las pronunciadas cornisas y las canaletas impedían que el agua llegase del todo hasta el suelo, causando que aquel rincón estuviese un tanto más seco que el promedio.

Cuando Ren finalmente llegase hasta el sitio, notaría que había un contenedor volteado y oxidado con un gran agujero por corrosión en uno de sus laterales. La perra había parecido entrar ahí, cuando de pronto dos ladridos más suaves y lastimeros se oyeron desde el interior.

Si se acercaba, notaría que se trataba de dos cachorritos que salieron al encuentro de su madre, queriendo lamer y morder aquel desdichado hueso, a ver si el sabor al menos funcionaba de placebo para su hambre. La perra lo dejó de inmediato, que pese a su estado de piel y costilla, prefería darles ese pequeño regalo a sus crías.
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#34
No tardo en llegar al mismo sitio que su cuadrúpedo objetivo, llegando por suerte para Ren a un callejón sin salida; donde un incesante ruido de ventiladores adornaba el lugar. Estos expulsaban un cálido aire que acompañado de extensas cornisas y una buena conexión con el alcantarillado mantenían una zona ligeramente seca. Además dicho aire expulsado, ayudaba a que aquel lugar no mantuviera ese olor a putrefacción del callejón.

Se mantuvo bajo la perra a una prudente distancia, hasta que esta entró en un pequeño contenedor volcado de color cobrizo por la degradación; el ruido de la lluvia, los canales y los ventiladores no era muy intenso, pero lo suficiente como para no oír unos pequeños gimoteos que salían del recipiente.

Vamos, con un poco de suerte, seguro que encontramos un hogar pa- — su voz se cortó, al asomarse en busca de la perra en el contenedor.

Dos pequeñas criaturas intentaban pelearse por una de las sobras que Ren había ofrecido anteriormente. Un gesto de tristeza se esbozó inmediatamente en el rostro de la genin, que irremediablemente tragó algo de saliva. Sin más espera, mostró en su mano aquel trozo blanquecino de carne, que era más grasa que proteína.

Pero no puedo dejaros aqui... Tenéis que venir conmigo... El caso es que son cachorros; no tardarían mucho en ser adoptados, pero romper una familia... — dijo con un tono apenado. — Aunque por lo menos no es por una estúpida discusión o dinero.

Aquella ultima frase, era algo que tenia reprimido durante demasiado tiempo; algo que simplemente se dedicó a ignorar y esconder, y que nunca intentó arreglar. Nanashi tampoco se había molestado en ello, claramente el también tenia un pasado que parecía querer olvidar y jamas volver a mencionar, por lo que ambos nunca hablaron del tema.
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#35
Los cachorros parecían estar más interesados en el alimento que su propia madre, además que no parecían cohibirse tanto con una extraña. Rápidamente se acercaron al trozo de grueso grasoso que sostenía la chica. La madre ladró como para querer detenerlos pero no pudo. Se acercó ella entonces y tomó a uno del pellejo del cuello para llevarlo nuevamente hasta el interior del contenedor, sólo para que este último volviera a salir corriendo de regreso a dónde estaba la genin .

Los cachorros parecían cooperar, pero la madre aún tenía recelo.
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#36
Se alejó por un momento, tal vez los cachorros la siguieran por lo que tuvo cuidado al volver de fijarse en el suelo, puso la jaula delante de la madre. Deshizo nuevamente el nudo de la bolsa donde guardaba los restos, pasa sacar otro trozo de carne, este más rojizo.

«Todavía me queda bastante, si me veo necesitada ya le comprare algo más.»

Acercó suavemente el dorso de su mano izquierda hacia la perra, con intención de que la oliera. Suelen ser reacios y rechazar a quien no conocen, y prefieren olerlos primero; pensó recordando lo que Nanashi le enseño con otro perro callejero, hace bastantes años al que solía llevarle los restos por el callejón lateral cuando cerraban, hasta que aquella pobre criatura, dejo de ir. En su otra mano sostenía el otro trozo de carne, que no duraría en dar a la madre si accedía.

Pues si esto no funciona, no sé que otras opciones tengo... — dijo con la mano tendida y preocupada.
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#37
Los cachorros seguían sin pena a la kunoichi, para la mala suerte de la madre. Se mostraban juguetones y amigables, dispuestos no sólo a comer sino a juguetear con Ren. La perra en cambio, seguía desconfiando un poco. Se acercó lentamente hasta la genin y olfateó un poco. ¿Debería seguir desconfiando de quién le daba alimento? La perra finalmente pareció lamer del trozo que la chica sostenía, además que sis sus cachorros eran los que se iban poco podía hacer ella para controlarlos.
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#38
Puso la jaula frente a ellos; y rebuscó en un contenedor que también estaba algo seco. Tras al poco rato, dio con una camisa muy castigada, casi hecha girones. Con cuidado la introdujo dentro de la jaula para intentar acomodar la parte de abajo y dejar el trozo que la madre estaba lamiendo.

Venga, será tan solo un momento. Entrad y os llevare a un buen lugar. — dijo con aquel tono amable que tanto estaba empezando a acuñar.
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#39
La madre, pese a tod, terminó por dejarse agarrar sin saber exactamente para qué. Por lo menos, dentro de la jaula parecía estar lo suficientemente entretenida con sus sobras como para oponer resistencia. Después de mucho tiempo luchando para darles la poca comida que obtenía, ella también se merecía un bocado. Así, la tentación le hizo comer con ansía.

Los cachorros, por otro lado, estaban bastante motivados. Uno parecía hacerle ojitos a Ren mientras apoyaba sus patitas en la pierna de la vhica esperando a que esta les diese aún más alimento.
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#40
Cerró entonces la pequeña jaula feliz de haber conseguido su objetivo. Encima de esta, puso la bolsa con los restos y la alzó con ambas manos. Ren no tenia una fuerza física excepcional; era tan solo una novata y el campo en el que pretendía especializarse, destacaba la habilidad y destreza por encima de la fuerza bruta; aunque tarde o temprano debería entrenar su musculatura, le costaba alzar una espada de verdad ya fuera de hierro o acero, y eso sin mencionar otras con grandes dimensiones como una Odachi.

B-Bien; creo que puedo con todo más o menos. — pegó la jaula contra su pecho con la bolsa encima.

Aun así era fácil de transportar debido a unos huecos en cada lateral de la caja; la entrada estaba mirando a su torso para evitar que entrara la mayor cantidad de agua posible. Con un paso suavemente ligero, caminaba de vuelta con su clienta, tomándole la palabra cuando dijo que si necesitaba dar más de un viaje, no era ningún problema. Tras una breve caminata, volvió al edificio donde todo había comenzado.
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#41
Ren hubiese vuelto al edificio rápidamente, de no ser porque a mitad de camino su idea para llevar la jaula le pasaría algo de factura y debería frenarse a descansar unos momentos, por lo que el viaje sería algo más largo. Eso sin sin contar a los cachorros que de vez en cuando pegaban un brinco por aquí y por allá queriendo jugar.

El retorno le tomó el doble de tiempo que la vuelta inicial, siendo que ya estaban un poco más concurridas las calles para cuando regresó a la clínica dónde se le esperaba de puertas abiertas.

En el corredor, se tomaría con Ryogaku nomás regresar.

—Vaaaaaya. No es que no te tenga fé pero sinceramente no esperaba que volvieses tan pronto con las manos llenas — Le recibió el enorme doberman observando la caja.
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#42
Algo jadeante alcanzó el edificio, recibiendo una cordial bienvenida del mismo mensajero que esta mañana.


—Vaaaaaya. No es que no te tenga fé pero sinceramente no esperaba que volvieses tan pronto con las manos llenas — Le recibió el enorme doberman observando la caja.

Pero seras... Para eso mantente callado. Que aunque sea una novata, le estoy poniendo ganas y empeño, jope — dijo refunfuñando al ver que la había menospreciado. — ¿Donde los dejo? ¿Los llevo directamente con la doctora?

Alzó la mirada un poco por encima, y miro al cruce de pasillos que estaba unos metros más adelante; intentando recordar si era izquierda o derecha; si su "perro guia" le invitaba a llevarlo con la veterinaria, Ren seguramente se pararía unos segundos en aquella intersección, intentando hacer memoria de si debía ir hacia la derecha, o a la izquierda; y muy seguramente parándose delante de cada puerta para no entrar en la habitación equivocada.
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#43
—No me malinterpretes niña— Frunció el ceño. —Me refiero a que has tenido suerte, que a veces incluso Karaga y yo nos tardamos nuestro cacho de tiempo cuando nosotros mismos vamos a rondas de patrullaje— Resopló. —Y sí, debemos llevarlos con Karaga pero no a la oficina, sino a la zona de la clínica. Ven, sígueme— Indicó el cánido.

El perro le guió entonces por un camino recto hasta la puerta del fondo. El perro logró accionar la palanca de la puerta e ingresaron a un sitio distinto.

Era posible apreciar un tono verde casi blanco en las paredes, además que parecía haber grandes cuartos con muros de cristal que dejaban ver el interior. Muchos de ellos tenían, colchas y toda clase de juguetes. Karaga se encontraba parada inspeccionando uno de esos cuartos, además que ahora vestía una bata blanca.

—¡Karaga!— La llamaría el can. —Ren ya ha vuelto, y se sacó el premio triple.

La mujer salió del cuarto y corrió hasta la genin a toda prisa.

----¿TAN PRONTO? Ay, que ni siquiera había terminado de acomodar todo. Pero bueno, veamos que tenemos aquí— La mujer bajaría la jaula y la abriría para empezar a revisar. —Huy, que aquí vamos a tener que aplicar buenas vitaminas y vacunas— Dejó la puerta abierta para que los animales corrieran a sus anchas en el pasillo. —Bueno, en lo que yo atiendo a los recién llegados tú puedes continuar. Si quieres al regresar puedes simplemente dejarlos por aquí en caso de que yo no esté disponible, total este sitio es para que jueguen— Sonrió.
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#44
Ren se sintió algo avergonzada al ser elogiada al ser elogiada de aquella forma. Nanashi solía dedicarle una sonrisa y alguna palabra suelta de agradecimiento también, tal vez era algo discreto y corto; pero ambos comprendían que lo hacía desde lo más profundo de su corazón. Las palabras de Karaga la inspiraron, no es que estuviera dando un gran espectáculo, pero si que se salia de la línea a la que ella estaba habituada; y no solo eso, seguía siendo su primera misión.

¡Buscare todos los que pueda! — respondió una sonrojada y sonriente Ren. — ¿Me puedo llevar algún collar y correas? Si me encuentro con algo más grande, o con más, no voy a poder traerlos en la caja.

En cuanto le respondiera, fuera de forma positiva o negativa; se despediría jaula en mano, con la bolsa de restos, collares y correas en su interior, de vuelta a la asfaltada y pluviosa jungla de las calles de Amegakure.
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#45
La mujer parpadeó un poco confundida.

—¿Más?— Se levantó y se cruzó de brazos sin quitar su expresión de sorpresa. —¿No te había dado una correa ya?— Se llevó la mano al mentón, pensativa.

Priblablemente se le había olvidado a la kunoichi, pero entonces recordaría que cuando ella le entregó la jaula también venía una correa por si acaso. No sólo se le había olvidado, ¿dónde la había dejado exactamente?

—Bueno si necesitas más de todas formas creo que me sobran un par...— La mujer de pronto chocó su puño contra su palma, dando su resolución final. —Y creo que tengo algo más que te puede servir.

—Oye, ¿y ahora que idea tuviste?

La mujer pareció correr hasta su oficina, regresando luego con una vara que tenía un cordón que sobresalía desde uno de sus extremos formando un círculo, mientras en el otro estaba el resto del cable.

—Esto es una pértiga para perros— le tendió la vara. —Te puede servir para perros rebeldes o agresivos, sólo tienes que poner el extremo largo alrededor de su cabeza y tirar del otro para ajustarlo como collar. ¿Ha quedado claro?
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