Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
1/10/2019, 22:43 (Última modificación: 1/10/2019, 23:06 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
-Muchísimas gracias, creo que debo partir a la brevedad sino se me va a hacer de noche -Comentó caminando hacia la puerta de la casa con decisión -A la vuelta ya le contaré Kata-sama -Dijo al llegar al umbral mientras se despedía moviendo la mano.
Una vez dio la despedida por finalizada, cerró la puerta tras de sí y, ahora si, partió hacia Shinogi-To para hacer noche allí. Consultó qué ruta debía seguir y lo volvió a guardar celosamente para no perderlo, esa era la guía que debía seguir para llegar sano y salvo a Yukio, su objetivo. Caminaba con decisión pero a paso ligero, no quería perder ni un minuto más, solo quería llegar a la brevedad para descubrir qué demonios había pasado en Yukio con un shinigami, a decir verdad, tenía bastante curiosidad por saberlo.
Y así comenzó su viaje, esta vez si, sabiendo hacia donde caminaba y con la seguridad de que, a priori, no se perdería a no ser que empezara a haber niebla o algún temporal que consiguiera desorientarle aún teniendo un mapa en la mano.
Fue una dura travesía a través de campos de trigo, pequeños riscos de piedra bajo y sobretodo, de una implacable tormenta que no le dio descanso en las casi siete horas de viaje. Como había pronosticado la señora Kata, cuando divisó las características murallas medievales de Shinogi-To, el sol ya se escondía por el oeste. Kisame cruzó el umbral del portón de la ciudad, con los suspicaces guardias del Señor Feudal echándole una mirada desconfiada por encima del hombro, siempre sin moverse ni un ápice su postura rígida y marcial.
A aquella hora, la ciudad era un hervidero de gente, pero nada diferente a lo que un amejin encontraría a cualquier hora en el Distrito Comercial de su villa ninja. Eso sí, Shinogi-To era bastante más desordenada y más sucia que Amegakure, y si uno tenía la desgraciada casualidad de meterse donde no debía, podía ser bastante peligroso. Por suerte o por desgracia, en las capitales de país uno siempre encuentra de todo, hasta lo que jamás desearía encontrar.
Ahora mismo se encontraba en una bonita plaza: con una fuente en el centro, y cuatro calles que se abrían en abanico. Las dos primeras muy transitadas, la tercera algo más tranquila, residencial, y la cuarta una lúgubre callejuela con faroles parpadeantes. A simple vista, en la plaza no había lugar alguno en el que pasar la noche.
1/10/2019, 23:24 (Última modificación: 1/10/2019, 23:25 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
El amejín recordó entonces aquella taberna... "La Mina", en Notsuba. Había estado allí hacía unas semanas, lugar donde habría conocido a aquel ninja exiliado, el cual se presentó como Karasu. Ya había experimentado lo que significaba llevar una bandana ninja entre gente de la plebe y de los bajos fondos. Algunos podrían tomarlo como una provocación... Recordó también como solía comportarse la gente civil de fuera de la aldea con los ninjas y que algunas personas podrían incluso llegar a ser violentas, por lo que llegó a la conclusión tras unos instantes que lo mejor era preguntarle a un guardia, soldado o a un hombre al servicio del feudal, seguramente un militar no intentaría jugársela, o al menos, a priori, confiaba en ellos en su justa medida, por lo que, se acercó al primer guardia que vio pasar por la zona.
-Disculpe, me haría el favor de indicarme donde puedo pasar la noche? Estoy de paso y necesito descansar -Dijo con sus férreos modales al guardia tras abordarle por la calle, si este se paraba a contestarle.
Permaneció con calma observando su expresión para intentar adivinar cualquier cosa fuera de lo común o que pudiera generarle desconfianza en sus palabras. Eran militares, pero tal y como le habían mirado al entrar por la puerta, no se fiaba demasiado.
Entre tanta gente, fue difícil dar con uno de los guardias de la ciudad. No obstante, sí, por allí pasó uno. Era un hombre con el pelo cano, el rostro duro y barba rasa de tres días. El militar le sonrió, en lo que pretendía ser una sonrisa amable, pero cansada.
—Oh, ¿un genin de paso, no? Vienen muchos como tú. Mira, sigue recto por la Avenida de las Flores. Es la segunda desde la izquierda. Cuando veas una pastelería con el letrero de color rosa, gira una calle a la derecha y enseguida estarás en un sitio decente y barato. El Barril Roto, se llama. Buena bebida, buena comida. Las habitaciones no son lo más cómodo de Oonindo, pero créeme, mejor eso a que arriesgarte en acabar en cualquier tugurio.
Kisame escuchó las indicaciones del guardia con atención mientras asentía lentamente. Al final, había sido muy buena idea preguntarle a un militar, desde luego, acababa de librarse de un mal trago como el de "La Mina", y eso le tranquilizaba en gran medida.
-Muchísimas gracias, de verdad -Dijo, una vez el guardia había terminado su explicación, para después hacer un par de reverencias formales en señal de agradecimiento -Es hora, pase buena noche -Concluyó el pelinegro a modo de despedida, levantando la mano derecha y dándose la vuelta para buscar aquel lugar que le había indicado el militar. A priori, se fiaría de él. Le daba la sensación de ser alguien honrado, y eso le alegraba, no quería que volviera a pasar como en Notsuba bajo ningún concepto.
Caminó por la Avenida de las Flores hasta que vió una pastelería con un cartel rosa, como el guardia le había indicado. Giró entonces a la derecha y encontró el sitio en cuestión. Suspiró con tranquilidad entonces y se dispuso a abrir la puerta del establecimiento para ver qué se encontraba allí.
2/10/2019, 00:26 (Última modificación: 2/10/2019, 00:34 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
—Igualmente. —El hombre se despidió de Kisame saludando con la mano y continuó su camino.
Kisame se adentró en la Avenida de las Flores. Allí el gentío era mucho mayor. El muchacho tuvo que avanzar a trompicones, abriéndose paso empujando a algunas personas que habían tenido la feliz idea de pararse a conversar en medio de la calle.
Chocó con un niño rubio, vestido con harapos. El chico se disculpó inmediatamente, y le pidió ayuda para levantarse. No obstante, Kisame se dio cuenta de que en realidad un compinche trataba de robarle la cartera, por detrás. Al ver que el ninja se daba cuenta del ardid, el rubio se soltó y se escabulló entre las piernas de la gente. El de atrás ya no estaría si Kisame trataba de represaliarlo. Pero al menos su cartera estaba donde tenía que estar.
Al girar la calle, no obstante, encontró un pequeño remanso de tranquilidad. Era una pequeña callejuela comercial con puestos de comida callejera. A mano izquierda encontró el letrero del lugar que buscaba, y sin sorpresas, tenía un barril roto dibujado en la madera.
El Barril Roto era una posada pequeñita. Había unas cuantas mesas, casi todas ocupadas por mochileros y gente de paso. El posadero, un hombre rubio con un gran mostacho, corpulento y vestido con una camisa blanca y un pantalón con tirantes negros, estaba arremangado y secaba con un trapo con ahínco una malograda jarra de cerveza.
—¡Hola, joven! ¿Buscas un sitio donde pasar la noche? ¡Sólo 15 ryo y te incluimos la cena!
El muchacho había traído lo justo para salir del paso. Llevaba 60 ryo encima, de modo que tendría que administrarlos sabiamente. Pero aquél precio parecía justo.
Por el momento, no restamos dinero del perfil para estas cosas, así que sientete libre teniendo en cuenta el nivel económico de tu personaje. Digamos que este precio se lo puede permitir sin ningún problema.
No le dio demasiada importancia al tema de los niños. Como había visto en sus escasos viajes, en las grandes cuidades no custodiadas por ninjas era relativamente común que hubiese algún que otro delincuente de poca monta, y sobre todo siendo niños, no les haría nada, seguramente algún adulto se lo hubiera mandado... Así que, seguramente no tuvieran culpa de nada. A pesar de su carácter fr´´io y serio, Kisame siempre había intentado hacer lo correcto. Era cierto que muchas veces la ley le parecía totalmente ridícula, pero el hecho de hacer el bien para consigo mismo y los demás era su modus operandi más habitual.
Entró en la posada y se dio cuenta de que era justo lo que él deseaba para esa noche. Un lugar tranquilo en el que se hospedarían otros viajeros, como él y en el que podría respirar tranquilo y no arriesgarse a una pelea innecesaria. El precio le pareció correcto, no era la cama más barata del mundo pero era un precio justo y, la verdad es que estaba algo cansado y no quería ponerse tacaño en esos momentos.
-Buenas noches -Dijo el de Amegakure con educación mientras observaba al posadero estudiandole -Me ha leído las palabras -Contestó Kisame intentando ser simpático, pero desde luego, no era para nada lo suyo -Me parece bien, pero me apetece beber algo caliente... Un té está bien. Si tuviese que pagar algo a mayores no me importaría, lo cierto es que allí afuera hace frío -Comentó mientras buscaba un taburete, para posteriormente esperar su cena o las indicaciones del cantinero sobre en qué mesa sentarse y cuál sería su cuarto.
—Pues te cambio la bebida del menú por un té, ¡ya ves tú! No obstante... —dijo alegremente, y se alejó a la cocina, de donde trajo un buen tazón de sopa—. Sopa de pollo. Calentita, ¡para el invierno! Si sigues queriendo el té, te lo pongo. Pero te puedo traer lo que quieras para beber.
Echó un buen vistazo a Kisame.
—Lo que quieras pero que no tenga alcohol. Oye, ¿eres un ninja? ¿Qué estás, de misión? ¿Qué te trae por Shinogi-To? —El hombre colocó la mano en forma de cuenco. Parece que esperaba algo del muchacho.
Kisame miró satisfecho la sopa y trató de sonreír. Aquel militar tenía razón en cuanto a este sitio, era más que decente y se sentía tranquilo y bien atendido. No podía quejarse de la seguridad de aquel sitio. En su país, todo estaba bien, pero no podía dejar de sentir una extraña mezcla entre pena y rabia por el estado del País de la Tierra... Si tuviera poder suficiente para cambiarlo, lo haría. Quizás las fronteras entre países no fueran necesarias...
-Está bien con el té aun así, muchísimas gracias -Comentó Kisame mientras sacaba el dinero y se lo ponía suavemente en la mano al jovial hombre que le estaba atendiendo.
No tenía intención de decirle demasiado al tabernero, aunque aquella ciudad pareciera mucho más tranquila que otras, no pensaba confiar de pronto en revelar sus intenciones, quizás decir su destino y afirmar que estaba de misión sería suficiente, pero nada más. Una media verdad puede ser aceptada como una verdad al fin y al cabo si lo que pretendía el hombre era solo saciar una leve curiosidad y sacar conversación.
-Sí, estoy de misión. Aunque... Aquí estoy solo de paso, me voy a Yukio a hacer un trabajo -Contestó con educación mirándole a los ojos, una vez ya le había pagado -Y... Viendo que este establecimiento es tan tranquilo y agradable, es muy posible que vuelva por aquí a la vuelta -Añadió mientras comenzaba a darle vueltas a su sopa suavemente.
El tabernó recogió el dinero y se dirigió a un pequeño fogón que había detrás de la barra. Tomó una tetera, encendió el fuego y se puso a calentarla, mientras Kisame relataba con prudencia el motivo de su estancia en Shinogi-To.
-Sí, estoy de misión. Aunque... Aquí estoy solo de paso, me voy a Yukio a hacer un trabajo -Contestó con educación mirándole a los ojos, una vez ya le había pagado -Y... Viendo que este establecimiento es tan tranquilo y agradable, es muy posible que vuelva por aquí a la vuelta -Añadió mientras comenzaba a darle vueltas a su sopa suavemente.
—¡Hombre, me halagas, majete! —dijo, mientras vertía el té de Kisame en un vaso de cerámica tradicional—. Cuidado, que quema —añadió, al tiempo que lo dejaba sobre la mesa—. Pues tengo un primo en Yukio y cuando le he visitado por estas fechas, hace un frío que pela allí, ¿eh? Ten cuidado, que el camino es duro. —El tabernero se agachó y rebuscó, a juzgar por el ruido que hacía, en unos cajones que había tras la barra. Sacó una llave que tenía una etiqueta pintarrajeada con boli. Ponía "3".
»La llave de tu habitación. Si necesitas algo, estoy por aquí. —Se acercó a una pila de vasos sin fregar, cerca de la cocina, y comenzó a limpiarlos con ahínco.
7/10/2019, 20:44 (Última modificación: 7/10/2019, 21:09 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
Kisame tomó la llave y asintió sonriente, pero no añadió nada más. Se limitó a comer en silencio y con calma. Hoy al menos tenía donde dormir y lo iba a aprovechar ya que mañana seguramente sería un día duro de caminata y el clima se iría endureciendo a medida que pasaran las horas y se acercara hacia las tierras nevadas de Yukio...
Una vez terminó de cenar, se guardó la llave en el portaobjetos y le acercó los platos vacíos de la cena a la barra para ahorrarle algo de trabajo a aquel amable hombre y esperó pacientemente a que se le sirviera el té caliente. Si esto ocurría, se lo tomaría con calma encerrado en sus pensamientos mientras miraba un punto dijo sin enfocar a nada en concreto, como era habitual en él. Una vez terminado el té, se iría de la barra hacia su habitación tras despedirse con la mano del posadero.
Su intención era dormir hasta la mañana siguiente, previamente habiendo cerrado la puerta desde dentro, no quería interrupciones durante la noche ni que nadie le robase su ropa, su kasa o sus cosas del portaobjetos...
Una vez despierto, se vestiría correctamente, bien abrigado, comería un puñado de frutos secos en su habitación, y al alba saldría del establecimiento con dirección a las puertas de la ciudad, para tomar su camino, el cual consultaba con calma en su mapa.
Kisame salió de Shinogi-To bien temprano, y caminó sin descanso a través de las estepas llenas de gramíneas del País de la Tormenta, bajo la atenta mirada de Amenokami, Fuujin y Raijin. Los dioses descargaban sobre él truenos, vendavales y torrentes de agua sin descanso, pero el muchacho, como todo shinobi de Amegakure, estaba acostumbrado a dichas inclemencias. No fue hasta las seis de la tarde, cuando dejó atrás, al este, un amasijo de torres de cemento y vidrio —llamado la Ciudad Fantasma según su mapa—, cuando comenzó el desafío de verdad; cuando la nieve comenzaba a pintar la hierba como un gélido artista, y el viento cargaba consigo un beso doloroso y frío, Kisame aminoró la marcha. Sus músculos, entumecidos por las bajas temperaturas y machacados por la caminata, comenzaron a resentirse.
La noche llegaría más pronto que tarde. Si recordaba las palabras de su madrina, más le valía encontrar algún refugio para no pasarla a la intemperie. La ropa raída del muchacho estaba calada por la lluvia, ahora finos copos de nieve a medio cuajar, lo que no contribuía al pronóstico desfavorable de su viaje.
La situación era la siguiente: frente a él, en dirección a Yukio, se extendía una planicie nevada sin fin. Aunque no veía su destino, las grandes montañas que según el mapa cobijaban la ciudad sí que se dejaban mostrar al horizonte. Hacia el este y hacia el oeste había sendos bosques de pinos que ocultaban oscuridad, y quién sabe qué más.
La situación comenzaba a ponerse dura. Tras pasar la ciudad fantasma, el clima se endureció y las nevadas y el frío llegó. No estaba acostumbrado a aquel clima y con su menuda constitución no es que tuviera especial aguante para el frío, sin embargo, apretó con fuerza la capa de viaje que le había dejado su padre para aguantar el frío como podía. No era el mejor abrigo del mundo, pero algo haría, al menos... Su madrina tenía razón, quizás si se quedaba durante la noche allí algo malo pasaría, por lo que decidió aumentar su paso, sacando fuerzas de flaqueza para llegar a tiempo al poblado, se arriesgaría a viajar de noche un par de horas si fuera necesario, solo quería, por su bien, encontrar un sitio donde dormir.
Recordó entonces la técnica de aquel ninja renegado que había conocido en el País de la Tierra. Seguramente eso le habría salvado la vida y tranquilizado ya que proveía de suficiente calor como para poder aguantar bajo su técnica defensiva de tierra durante la noche, sin embargo, él no poseía tal cosa y debía de agarrarse a lo que fuese para llegar a su destino.
Intentaría acelerar el paso todo lo que su cuerpo le permitiese, mientras se repetía en su cabeza que no moriría congelado en aquel lugar, que llegaría y descansaría en una cama, en un callejón o en cualquier parte, pero donde estuviera cubierto del frío. Pidió a Amenokami que se apiadara de él, sin decir ninguna palabra y, continuó su periplo buscando la ciudad.
Pero Amenokami no se apiadó de él. O quizás, Amenokami no tuviera nada que ver con la distancia que le quedaba para llegar a Yukio. Pues la ciudad todavía quedaba lejos, quizás demasiado lejos, a juzgar porque ahora mismo el joven sólo divisaba el humo de las chimeneas, mas no edificio alguno.
Para colmo, la tormenta de nieve sólo estaba poniéndose peor y él cada vez tenía más frío. Tuvo la terrible certeza de que la capa de abrigo de su padre era lo único que le estaba salvando de entrar en hipotermia. Kisame tendría que refugiarse; estaba claro que allí en medio sería harto complicado, y además quizás fuera conveniente, también, tratar de encender un fuego.
10/10/2019, 01:03 (Última modificación: 10/10/2019, 01:05 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
Aquel viaje le estaba destrozando. En aquel preciso instante lamentó no haber recibido esta misión una vez hubiera estado construido el ferrocarril... Quizás muriera de frío, pero no tenía ninguna forma de hacer fuego, ni siquiera nadie antes le había enseñado como hacerlo, por lo que pensó en sus opciones mientras se acercaba al borde del bosque. Sabía que no podía invocar a su mapache como había hecho en otras ocasiones, ya que se moriría de frío igual que él, o incluso antes, al ser criaturas con menos resistencia al frío. Esta vez, el tanuki no iba a proporcionarle cobijo...
Una vez en el linde del bosque, no se le ocurrió nada mejor que cubrirse con su técnica de tierra para evitar el viento. Una vez estuvo a cierta distancia dentro del bosque de pinos, intentó hacer una serie de sellos para cubrirse con aquellas cúpulas que le protegerían del viento y, en un principio, de la nieve. A escasos seis metros de la entrada del bosque, allí intentaría resguardarse, lamentando por no saber hacer fuego, ni haber aprendido a dominar el elemento fuego jamás en su vida.
-Doton: Dōmuheki! -Dijo tras hacer una serie de sellos con cuestionable destreza dadas sus entumecidas manos para, instantes después, ver como unas gruesas fauces de roca comenzaban a engullirle, dejando apenas tres centímetros entre ellas -Espero que esto sirva... -Se dijo a sí mismo con cierto tono lastimoso.
¤ Doton: Doryūheki ¤ Elemento Tierra: Muro de Estilo Tierra - Tipo: Defensa - Rango: B - Requisitos: Doton 20 - Gastos:
16 CK
(Doton 40) (multiplicable x2)
(Doton 60) (multiplicable x3)
(Doton 80) (multiplicable x4)
(Doton 100) (multiplicable x5)
- Daños: - - Efectos adicionales: Defiende 40 PV - Sellos: Tigre → Liebre → Jabalí → Perro - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: La barrera mide 2 metros de ancho y 3 de alto (aumenta con la multiplicación)
El usuario crea una pared sólida de tierra como forma de defensa. El ejecutor de la técnica puede convertir su chakra en tierra dentro del cuerpo y escupirlo para formar la barrera, o manipular la tierra frente a él con el mismo objetivo. Entonces, la tierra se levanta y se endurece de forma casi instantánea, protegiéndolo. Dadas las propiedades especiales de la tierra, la pared es altamente resistente al agua, pero es débil a ataques de elemento rayo. Los usuarios pueden personalizar la apariencia de la barrera, a efectos totalmente interpretativos.
Alterador (Dōmuheki): El usuario crea dos semi óvalos a su alrededor, con una apertura entre ellos de tres o cuatro centímetros. Estos tienen la misma función y propiedades que la técnica original, mantendría el hecho de ser multiplicable, pero no aumentaría su tamaño sino los PV que defiende. Al cubrirle más ángulos, cada mitad de la cúpula defendería 20PV. El ejecutor podría deshacerla cuando quisiera.