Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
6/08/2017, 22:18 (Última modificación: 6/09/2017, 10:32 por Amedama Daruu.)
Un día nublado aquel en que a aquella kunoichi se le ocurrió la brillante idea de solicitar alguna misión para ir armando su expediente. Un encargo sencillo de rango D probablemente se le termine por asignar y resultaba ideal para ella que si bien, muchos pensaban que estaba más que preparada por su aspecto físico, resultaba ser que se había centrado completamente al entrenamiento básico y a ganar algo de musculatura y no gozaba de experiencia en combate. Lo que significaba que en ese aspecto resultaba ser un tanto inútil.
Luego de ducharse, vestirse, desayunar y todo lo habitual que hacía antes de salir en casa incluyendo un barrido rápido del piso, la chica salió con todas sus herramientas encima y la bandana atada en torno al cuello para que pudiera notarse perfectamente el símbolo de Uzushiogakure en ella, aunque probablemente no iba a necesitarla para nada ya que era bastante seguro que la mandarían a algún lugar dentro de la aldea.
Lo importante era que con un alegre semblante ingresó al edificio de la Uzukage y se dirigió primeramente al mostrador que estaba nada más entrar al recinto.
—Buenos días —saludó con una sonrisa al empleado que la atendería—. Quería solicitar una misión, me llamo Kageyama Koko, una genin —indicó a la persona del otro lado del mostrador mientras le mostraba sostenía con la diestra la placa de la bandana para facilitarle la vista del símbolo.
Seguramente terminarían por enviarla con Gouna, pero primero prefería hablar con algún empleado y que este mismo le indicase si podía o no atenderla, después de todo siendo kage probablemente tendría mil cosas de las que preocuparse y asignar un encargo menor podría llegar a resultarle una bendita molestia.
Koko se encontraría con una mujer, cuyo aspecto cansino y desgastado le había hecho envejecer más de la cuenta. La dulce aunque aguerrida dama firmaba y archivaba cuantos documentos tuviera en frente, y así continuó haciéndolo incluso mientras Koko expresaba su deseo de ser asignada a una misión de rango D. La chica detuvo su habilidoso proceso de autorización de recados, e hizo contacto visual. Le regaló una plácida sonrisa con gesto turbio y le pidió que esperara un momento, mientras rebuscaba entre los encargos más importantes para ser asignados ese día en particular.
—Buenos días. Permíteme un segundo, si eres tan amable —cuando hubo encontrado finalmente el trabajo más indicado, le extendió la mano por sobre el mostrador, dejando encima un pergamino enrollado, y a su diestra; una hoja de petición y asistencia—. bien, en el contenido del pergamino está toda la información sobre tu asignación. Firma aquí en ésta hoja para confirmar que lo has recibido, y cuando completes la misión, puedes volver aquí para recibir tu pago. ¿Alguna pregunta?
La Belleza Perpetua (Rango D)
Asignada a: Kageyama Koko Objetivo: Escoltar y asistir a Saritama Yuriko Descripción: El festival anual de la moda que hace vida cada Primavera en Uzushiogakure no Sato está a punto de comenzar. Numerosas, conocidas y afamadas modelos de todo Oonindo han sido invitadas al magno evento para desfilar durante la noche en el Anfiteatro de los Cerezos, ubicado al sur de las calles de la aldea. Saritama Yuriko es una, sino la más, famosa y conocida, con una gran trayectoria en el mundo de la belleza. Dada sus capacidades y pretensiones, ésta ha solicitado a la organización que se le pagase por la asignación de un shinobi, prefereiblemente mujer, que le asista y acompañe durante su estadía en la aldea.
Se estima su llegada para el día de hoy, al mediodía. Estar allí presente para entonces, y guiarla hacia su hotel.
La mujer que la atendía pareció en un primer momento demasiado concentrada en su trabajo con lo que la kunoichi dudó de si realmente la había escuchado pero por suerte para ella así fue. Poco después de responderle y solicitarle un momento adicional le tendió un pergamino que pronto la pecosa se dispondría a leer.
—Veamos… —Murmuró mientras extendía el pergamino para leer el contenido del mismo.
Poco después de la primer lectura, a la chica le nacieron un par de dudas, simples pero que tenían su importancia.
—Disculpa mi ignorancia, mi encuentro con Saritama Yuriko será en la entrada de la aldea, ¿verdad? —Preguntó simplemente para estarse segura, ya que en el pergamino no especificaba eso—. Y respecto al hotel, ¿será ella quien me lo especifique o debo llevarla a alguno en particular?
Lo último que quería era incomodar a la modelo al llevarla a un hotel que no fuese “adecuado” para ella o algo de eso.
Cuando la mujer hubo puesto sus ojos nuevamente en sus documentos, la atractiva genin decidió, en vista de sus interrogantes, esclarecer las dudas que tuviera respecto al encargo.
—Sí, claro; en la entrada. Y todos los invitados para éste tipo de eventos suelen alojarse en el Hotel de primavera que está al sur de aquí, pasando el Jardín de los Cerezos. Consúltalo de todas maneras con tu contratante, que si no está redactado en la información del pergamino, seguro se trata de datos que sólo lo tiene la señorita Saritama.
Respuestas simples y concisas fueron las que recibió la kunoichi tras preguntar. Por un lado ahora sabía exactamente a donde ir y por el otro que el resto de información que podría faltar en el pergamino estaba justamente en la clienta.
—Entiendo, muchas gracias —respondió dedicándole una sonrisa a la empleada.
Tras ello guardó el pergamino en su portaobjetos y luego firmó aquel papel que le habían dejado momentos atrás y si nada más la interrumpía, se retiraría del recinto no sin antes despedirse cordialmente de la mujer al otro lado del mostrador.
Considerando el tipo de misión que llevaría a cabo, probablemente no necesitaría ninguna de todas sus herramientas salvo el portaobjetos que cumplía la función de bolsillo, ya que ninguna de las prendas que vestía poseía alguno.
Dejando esas cuestiones de lado, la rubia iba directamente al encuentro con la susodicha clienta, o al menos a esperarla por la entrada de la aldea, prefería estar allí cuanto antes y luego de ser necesario deshacerse de lo que no le fuese de utilidad —como el ninjato— a llegar tarde por un capricho. «Y… Me olvidé de preguntar cómo es la mujer »Dijo en su cabeza sin parar la marcha.
Siendo completamente sinceros, la chica ignoraba muchas cosas que probablemente sus hermanos seguramente conocerían, pero no le daría el tiempo a contactar a Hideo o Noemi para antes del mediodía.
Koko, complacida; firmó la hoja y se dispuso a despedirse de la atareada dependiente. Ella caló el ojo fuera de sus documentos por un par de segundos más y le sonrió, a modo de despedida, a la rubia. Luego, se sumergió nuevamente en el mar de papeles que tenía frente a ella: bien dispuesta que estaba a concluir con la alta carga laboral antes del cambio de turno, era apenas su segunda semana en el puesto, después de todo.
Así pues, Kageyama Koko tomó rumbo al exterior, y ahí; le recibió el poderoso calor veraniego que habría traído consigo la nueva estación. Uzushiogakure, además, salvo por el País del fuego, era desde luego uno de los países más calientes, y de no ser por el plácido viento primaveral que se mantenía persistente durante todo el año, probablemente más de un ciudadano sufriría numerosos golpes de calor durante sus tareas diarias. Pero el viento azotaba, y arremolinaba, haciendo honor al nombre con el que se había bautizado a la aldea oculta del Remolino.
Bastó una caminata sin interrupciones de unos diez minutos —tiempo en el que Koko percibiría el corazón mañanero de su aldea, repleto de transeúntes, comerciantes, carruajes y familias enteras moviéndose de aquí a allá, y de allá a aquí, ocupándose de sus asuntos— para que la Kageyama diera por fin con el camino que le llevó finalmente hasta la vereda principal, ataviada a los extremos de la carretera por numerosas filas de árboles cerezo. Un colorido paseo con una única entrada, y una única salida; con un par de casillas de vigilancia a cada lado del portón.
En el interior, yacían dos Chunin. Conversaban entre ellos, cuchicheando, quizás, algún rumor gracioso, o eso parecía.
Daban las 11 de la mañana para ese momento. ¿Qué haría Koko durante la hora restante?
Hacía bastante calor a decir verdad, detalle que apenas había notado ya que estuvo todo el rato concentrada en otras cosas hasta ahora, que no tenía nada que hacer mientras se acercaba a la entrada de la aldea donde todo el mundo se congregaba «se ve que es algo grande »Pensó mientras se abría paso entre la multitud.
Lo malo era que llegó jodidamente temprano, podría ser peor, sí, pero tenía toda una hora hasta que fuera el mediodía, hora en la que se suponía que la mujer estaría llegando aunque lo más prudente sería estarse un tiempo antes por si se le ocurría llegar más temprano.
Así que… ¿Qué podía hacer? Rascarse un buen rato, tumbarse por ahí a tomar sol o a saber. Al final luego de deambular un poco entre la multitud terminó por hartarse y prefirió hacerse a un lado, subirse a un techo donde pudiera mirar todo tranquila y con buena vista a la entrada, así no se le pasaría por alto nada.
Lo de subirse a un techo para ver con más claridad estaría un poco difícil, teniendo en cuenta que las edificaciones en Uzushio no eran desde luego las más competitivas con respecto a los grandes rascacielos de la Tormenta. Sin embargo, la vereda le daría la visión suficiente como para que el esperar no fuera tan tedioso, y mejor aún, aquellos hermosos y poblados cerezos le darían la sombra que tanto agradecería luego.
El único problema es que, aún sin saber el cómo lucía su contratante, lo más sensato habría sido que buscara más información, ¿y quién mejor que los vigilantes acreditados para controlar quién entra y quién sale. Los chunin que cotorreaban tan plácidamente podrían haber dicho algo, desde luego, pero Koko ni se atizó a preguntar.
Prefirió aguardar la hora pacientemente, aunque lo de paciente no sería del todo acertado. Durante la primera media hora, al menos 10 carruajes llegaron desde las vastas planicies del Silencio. Ninguno de ellos traía consigo más que a algún viejo conductor veterano, comerciantes de hortalizas, y demás. Koko, por supuesto, habría perdido energía y esfuerzo valioso en revisarlos todos.
Hasta que, a la lejanía, se asomó lo que parecía ser una nueva comitiva. Y aunque aún no se podía ver del todo claro, a simple vista parecía ser un carruaje mucho más moderno, más grande, y con más caballos halando de él que la acostumbrada vieja yegua de otros comerciantes.
Llevaba un símbolo colgando de sus ventanas, ondeándose en el imperante viento: un hermoso Crisantemo pintado sobre una tela de vestir rosada.
Y como subirse a un techo no era bueno para nada, la chica se mantuvo a un lado de la calle donde no estorbaba a prácticamente nadie. Desde allí vio pasar varias carretas simplonas pero nada realmente llamativo hasta que luego de mucho tiempo, ya cuando el aburrimiento le pasaba factura y bostezaba notablemente sin cubrirse la boca, vio un carromato bastante más lujoso entrando.
Pero de ninguna manera logró vislumbrar a quien viajaba en el interior del mismo así que lo único que le quedó por hacer, o lo que se le ocurrió, fue ir directa con aquellos shinobis que había visto desde el primer instante.
—Disculpen, ¿saben si Saritama Yuriko ya ha llegado? —Consultó no sin antes dedicarles una ligera reverencia a modo de saludo.
Eran sus superiores después de todo, tenía que tratarles con el respeto adecuado incluso si se los veía divertidos entre risas y cosas similares en medio de lo que parecía ser un festival.
No era usual, no. No era usual que una hermosa dama las interrumpiera a medio mediodía. Menos, una que tuviera un color en un ojo, y otro diferente en el segundo. Lo que parecía ser una interesantísima conversación cesó en súbito con la aproximación de Koko, quien voluntariosamente; dejó caer lo que tenía que haber preguntado un buen rato atrás:
¿Saritama Yuriko, estaba o no próxima a llegar?
—Disculpen, ¿saben si Saritama Yuriko ya ha llegado?
—¿Que qué, quién? ¿Disculpa: pero quién lo pregunta? —le respondió uno, apabullado, aunque dispuesto a seguir el protocolo. Más atrás, salió el segundo, y le quitó la carpeta de la mano a su compañero. Le sonrió a Koko, más galante y confiado, con porte.
—Anda, Suremu, encárgate tú de recibir el transporte que viene ahí, que te hace falta práctica. Yoooo... yo me ocupo de la hermosa señorita. ¡Entonces! busca a una tal Yuriko, ¿sí?. ¿Qué dices, una cita a cambio de la información que estas buscando? —le peló el diente (que aún tenía un pedazo de pastel entre dos incisivos), y le guiñó el ojo.
Suremu, contrariado, no tuvo más remedio que seguir las instrucciones. Ambos eran Chunin, pero su compañero llevaba más como guarda. Así que no pudo hacer más que acercarse al camino principal, e intervenir en el avance del carruaje que ahora estaba mucho más cerca que antes. Quien lo conducía era un hombre joven, musculoso y bien vestido.
Se detuvo, y Suremu y él comenzaron a charlar, ininteligible para Koko quien se veía asediada por el Chunin galán.
Cuando la chica se acercó a aquellos dos pareció que hubiese pisado alguna cosa realmente valiosa, porque ambos callaron y la observaron fijamente. «¿Será que reconocen a Noemi? »pensaba la kunoichi dudosa de lo que pudiera llegar a decir a aquellos dos. Pero finalmente prosiguieron en lo suyo aunque no con el resultado que hubiese deseado.
—Este… —Soltó dudosa ante aquella propuesta.
Una cita por información, un trato que escapaba de la lógica según ella considerando que estaban en el interior de la aldea, es decir, compatriotas metiéndose en el trabajo del otro… Bonito, ¿no?
—Tiene pastel entre los dientes —le indicó retrocediendo un paso y con cara de cachorro asustado—. Cuando termine de trabajar, ¿le parece? —agregó dudosa.
Sí, acababa de aceptar la cita de un desconocido, superior y que para colmo tenía pastel entre los dientes en mientras trabajaba. «Hideo me mata »Se planteó antes de volver a dirigir la palabra a aquel hombre.
—Soy Kageyama Koko, necesito escoltar a Yuriko durante todo el tiempo que esté en la aldea —acompañando sus palabras, la pecosa sacó el pergamino de su portaobjetos y se lo mostró al chuunin—. Aquí tengo el pergamino.
Solo le restaba esperar que el hombre aceptase el trato y le diera la información que solicitaba. Tampoco necesitaba cumplir con su parte del trato… ¿Verdad?
En la cabeza de aquel hombre retumbó, una y otra vez, la frase de la muchacha. Abrió los ojos de par en par y comenzó a sudar mogollones al verse directamente avergonzado por la mujer, que habría señalado un vergonzoso detalle.
Tenía un pedazo de pastel entre los dientes. El guarda sonrió nervioso y se tapó la cara mientras intentaba chuparse cada uno de los dientes, intentando remover con la lengua lo que fuera que tuviera ahí dentro. Más para su sorpresa, la joven rubia aceptó —a pesar de un descuido que generalmente mata pasiones— la invitación, pero cuando ésta hubiera terminado de trabajar.
El hombre asintió, ya no tan envalentonado, y se dispuso luego a buscar el registro de entradas, habiendo escuchado ya de quién se trataba y el por qué buscaba ella a esa tal Yuriko. Era una misión, por supuesto.
—Vale, a ver... R, S... Saritama, sí, debe estar llegando en cualquier momento.
Poco después, Suremu volvió de su inspección. Detrás de él, el vehículo se detuvo, expectante.
—Eh, ¿Buscabas a la señorita Yuriko, no es así? —increpó, señalando el carruaje—. acaba de llegar, son ellos. ¿Es una misión, sí? claro. Acérquese, vaya.
Luego de aquel suceso en que el chuunin se convertía en un matojo de nervios y comenzaba a buscarle la información que había solicitado, el otro guardia se acercó y le indicó que justamente lo que estaba ella buscando acababa de llegar.
—Oh, gracias —respondió alegremente al contrario antes de dirigirse al carruaje sin más.
¿Lo malo? Si hubiese hecho algo de tiempo probablemente hubiese conseguido la misma información sin la necesidad de aceptar citas de nadie, ¿lo bueno? Ella no sabe absolutamente nada de aquel shinobi así que tiene la excusa perfecta para olvidarse de todo.
Al acercarse al carruaje lo primero que haría sería interactuar con algún guardaespaldas o alguien que pareciese remotamente uno de los sirvientes de aquella modelo, si es que los tenía porque no le parecía nada bueno el interrumpir a la mujer de forma tan abrupta. En cualquier caso iba con el pergamino de la misión en la mano, para que tuviesen alguna prueba de que las palabras de la rubia eran ciertas.
Antes de que Koko pudiera llegar hasta los linderos del carruaje, el que habría estado en el podio del conductor durante largas horas decidió bajar, tras haber recibido la orden de quién aguardaba pacientemente en el interior del vehículo. Su cuerpo rígido se movió hasta el lado contiguo de la puerta derecha, la abrió obedientemente con una mano por detrás de la espalda, y dejó que su brazo recibiera el sutil agarre de una mano delicada, que utilizó la fuerza de su criado para bajar del transporte de madera y pisar, finalmente, las cálidas tierras de Uzushiogakure.
Allí, el sol pegó radiante e iluminó aún más la hermosa figura de una consagrada mujer. Tan esbelta como cabría esperar de una reconocida modelo que yacía envestida, además, de un magnetismo que contagiaba aún y a simple vista. Lo que más resaltaba era el largo y apretado Kimono que se acoplaba delicadamente sobre sus curvas, delineadas, de cadera pequeña y busto voluptuoso. Su piel era blanca, y sobre su espalda recaía como mares una larga y frondosa cabellera roja como el vino más tinto, perfectamente peinado y de un lacio envidiable.
Su rostro: simétrico, sin un ápice de marca alguna. Largas pestañas que vestían sus dos grandes orbes azules, y un par de labios carnosos que se contorneaban en una galante sonrisa.
Además, algo que llamaría mucho la atención sería la joya que envolvía su cuello. Un choker ataviado con piedras y diamantes que daba doble vuelta en su propia estructura y terminaba su encaje sobre una única gema central, de color púrpura. Era muy probable que costara una inmensa fortuna.
—Está bien, Riyo-san; caminaré con mi nueva acompañante. No soporto estar un minuto más dentro del carruaje, llévalo al hotel, si eres tan amable —la galante mujer se contorneó sobre su figura y buscó con la mirada a quien se le había informado como la persona asignada a su cargo. Yuriko sonrió grácil, gratamente sorprendida—. Oh, querida... pero si resultaste ser toda una preciosura. Déjame verte, déjame...
Lucía intrigada, tanto como podría estarlo después de haber visto cualquier clase de belleza. Pero curiosamente, sentía un ligero resquemor —positivo, si es que existe algo así— para con las singularidades de Koko. Esos ojos, desde luego, llamaban mucho la atención.
La kunoichi que prefería interactuar con algún sirviente antes de enfrentarse con la modelo se llevó una grata sorpresa, esa misma mujer decidió bajar en el momento justo en que ella iba llegando y rápidamente le reconoció. La modelo a Koko, la última estaba un tanto perdida buscando con la mirada hasta que se topó con aquella belleza.
«Por alguien así no me importaría irme al otro bando »Meditó en silencio centrando su atención en el rostro ajeno. La joya que traía en el cuello era algo que la kunoichi había visto un buen par de veces, puede que no tan costosa como lo que seguramente sería esa en particular pero tenía experiencia con la joyería.
—Gracias —respondió algo nerviosa por aquel cumplido hacia su ser.
Que una modelo tan famosa como aquella le dijese preciosura seguramente tenía su importancia, aunque no era como si eso le fuese a asegurar nada, sin mencionar que estaba en medio de un trabajo.
—Me llamo Kageyama Koko y soy la kunoichi asignada para escoltarla durante su estancia en Uzushiogakure, es un placer conocerle —al finalizar su presentación le dedicó una notable reverencia.
Por algún motivo sentía que había regresado en el tiempo a su época de criada en la residencia Sakamoto, pero por lo menos esta vez le pagarían si hacía bien las cosas, ¿verdad?