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—Tal vez seamos novatos ahora, pero al menos yo planeo esforzarme para llegar a ser algún día un ninja de renombre— Sonrió, mostrando su blanca dentadura y cruzándose de brazos. —Esta misión sólo es la primera de muchas, ya lo verán— Asintió con la cabeza varias veces.
—¿Cuando lleguemos me van a enseñar sus superpoderes?— Se llevó el dedo índice al mentón.
—A decir verdad, quizás mis habilidades ensucien más de lo que limpian— Se rascó la nuca. —¿Qué hay de ti Hyūga?— Le pasó la pelota metafórica a su compañero.
El monje se mantenía recluido en sus pensamientos, cómo una estatua sin sentimientos. Realmente no le importaba mucho al Yotsuki, aunque consideraba que era una falta de consideración por parte del supuesto líder el ignorar la situación.
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~Ausente los fines de semana~
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El Hyuga simplemente observaba a los presentes y atendía a la conversación manteniendo aquella sonrisa tan leve y que no parecía del todo sincera. La niña que viajaba con ellos era bastante curiosa, cosa normal en las personas de su edad, pero aquella inocencia sin duda le tocaba el corazón a Higeki.
—En realidad no son superpoderes, son más bien herramientas.—Aclaro el joven con la voz clamada antes de llevar su mirada hacia el cenobita, esperando que este dijese alguna cosa. Era el líder de la misión y como tal el ninja más experimentado, por lo que su opinión respecto a los “superpoderes” ninja era la más importante y también la más meditada. O eso era lo que le dictaba la lógica a Higeki.
—Nosotros, los shinobis, debemos desenvolvernos en multitud de situaciones que pueden ser peligrosas y por tanto necesitamos herramientas muy variadas, las cuales son los jutsus.—Dijo con tranquilidad el joven al tiempo que asentía con la cabeza, recordando casi de memoria el temario que había estudiado en la academia.—Hay multitud de jutsus, aunque imagino por superpoderes te refieres al ninjutsu, que es solo una rama de nuestras herramientas, aunque sea la mas famosa, para nosotros es solo una herramienta más.— Tras terminar de decir aquello el joven se encogió de hombros con levedad. Cada vez que abría la boca sus palabras sonaban como una explicación de un profesor en el colegio, cosa que quizás podría aburrir a los presentes, pero Higeki no se daba cuenta de esto.
—Si se da la ocasión supongo que podrás ver los jutsus, aunque no se como de responsable sería mostrarlos sin más. Eso depende de lo que diga el señor Habaki.
Tras esta ultima intervención Higeki volvió a estar en silencio, suponiendo que ya había hecho su aportación a la conversación. Ai siempre le insistía en que aportase algo a las conversaciones, aunque fuera poco, por el simple decoro de no parecer distraído mientras los demás hablaban, siguiendo este consejo, el joven ya había aportado y ahora podía volver a la tranquilidad del silencio.
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Karamaru escuchó con atención antes de entrometerse en la conversación. No tenía muchas palabras, no le interesaba siquiera la explicación a una niña sobre las habilidades de los shinobi, pero entendió que si zanjaba rápido el tema antes se acabaría y el viaje se haría más tranquilo.
— Tenemos que recoger escombros, mover piedras, árboles y nieve, no hará falta ningún jutsu.
Habló mirando a los tres presentes uno por uno. El pergamino lo decía bien claro, eso era un trabajo manual donde, según el calvo, no valían los atajos del shinobi. Por lo tanto probablemente no tendrían que usar las capacidades del chakra en ningún momento de aquel viaje, si la niña quería ver algo solo sería un extra para vaya a saber que querían hacer esos dos.
«¿Quieren impresionar a una niña? Que le saquen una moneda de la oreja y listo, estos dos...»
Dirigió una mirada otra vez a los tres y nuevamente se volvió a su lado interno cerrando los ojos y dejando los oídos atentos a lo que siguieran diciendo.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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"Este sujeto tiene un tacto que brilla por su ausencia. Y el otro va y solo da unas respuestas de manual de la academia, ha de ser de esos qué se la pasaban tratando de sacar buenas notas para complacer a los profesores. Al menos el cara de moribundo parece ser algo más empático que el pelón. No me gusta como se ve esto, pues a última instancia me tocará cooperar única y exclusivamente con Hyūga. ¿Por qué habrán dejado que este calvo fuese quién dirija la misión? No ha hecho más que comportarse de forma pedante sin dar indicaciones, instrucciones ni nada por el estilo. Estoy casi seguro qué cuando lleguemos al lugar solo se pondrá a dar órdenes como un capataz. Si no fuera porque estamos de misión intentaría sonsacar información al respecto sobre su actitud, pero tampoco quiero dejar una mala marca en mi historial causando revuelo en mi primer trabajo. Sólo de imaginarme la cara del abuelo veo venir la espada en mi garganta..."
—¡Awwww!— El brillo en los ojitos de la niña se volvió difuso, aguándose mientras empuñaba ambas manitas frente de sí. —¡Pero yo quería ver!— Refunfuñó decepcionada hasta que finalmente cruzó los brazos, infló los cachetes y volteó la cara molesta ante la respuesta del calvo.
El Yotsuki estaba dudoso de sí abrir la boca para sembrar aún más sisaña o de intentar contentar a la pequeña. Sin embargo, debía escoger bien sus palabras. Era cuestión de ser audaz para llevar el ritmo de la conversación a su favor. "No sé si valga la pena, pero mi corazón me dice que si puedo ayudar en algo más debo esforzarme por ello." Cualquier progreso era beneficioso.
—¿Tan seguro estás de que no va a haber complicaciones?— Se cruzó de brazos mientras mantenía una sonrisa más mordaz que cordial. —No hemos llegado al lugar cómo para saber el nivel de desastre.
"¡Claaaaro que sí nena!"
—Sólo quiero añadir que no me gusta sacar conclusiones apresuradas fiándome de un papel sin constatar la situación— Cerró los ojos y se recostó en la madera, apoyando sus brazos en el borde del transporte mientras dejaba que la suave brisa acariciara sus cabellos. —No los molesto más, pues se ve que ustedes quieren mantenerse dentro de sus propias zonas de confort. Eso era todo lo que iba a comentar—. Remató con total calma, al punto que parecía desinterés. No le iban a sacar más palabras a menos que fuese estrictamente necesario.
El resto del trayecto transcurriría en silencio. La pequeña nieta del cliente jugaría con algunas de sus muñecas, hasta quedarse dormida del aburrimiento por el pesado ambiente que existía entre los genins.
Las horas pasarían, el cielo se oscurecería pero la lluvia no cesaría. Viajar en la carreta les había ahorrado la fatiga de la caminata, pero tarde o temprano deberían detenerse para pasar la noche en algún lugar. Al transitar por el camino, Rōga se percataría que les rodeaban algunos campos con distintos cultivos, siendo estos de algunas de las tantas granjas qué se encontraban dispersas a lo largo y ancho de los Campos de la Tormenta. Durante algunos instantes, sentirían un bajón de velocidad en su transporte, justo cuando se aproximaban a una casa con un gran granero detrás.
—¡Hey! Pongan atención— Habló fuertemente el anciano desde su asiento de conductor. La voz del anciano sonó tan fuerte que incluso la pequeña Warakko despertó de sus sueños. —¡Pasaremos la noche en la granja de un conocido mío! Esta será nuestra única parada antes de llegar a Fukui, mañana a primera hora seguiremos nuestro camino— Dijo mientras se detenía lentamente ante el establo del lugar. —Bájense en lo que amarro al burro— Indicó.
—Lo que usted diga...— Comentó desganado mientras estiraba sus brazos, puesto que no viajó para nada cómodo con aquel traqueteo.
—¡La casa del tío Uruku!— La niña hizo el esfuerzo por salir lo más rápido posible y corrió directamente a tocar la puerta de aquel humilde hogar. —¡Tío Uruku!— Golpeó varias veces el portón.
—¡Que no soy tu tío!— Respondió una voz del otro lado, aunque inmediatamente después la puerta se abrió, dejando a la vista a un hombre alto, fornido y moreno, con cabellos color carbón. —¡Pero no por eso no voy a darte un abrazo!— Sonriente, tomó a la niña entre sus brazos mientras pegaba su mejilla a la de ella cómo si de verdad fuesen familia. —¡Vaya! ¿Y estos jovenzuelos?— Preguntaría al percatarse de la presencia de los shinobis de Amegakure.
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El interior de la carreta se mantuvo silencioso durante el resto del camino tras las últimas palabras de Roga. La tensión se podía notar en el ambiente, pero a Higeki no le incomodaba del todo por el hecho de que durante mucho tiempo aquel tipo de tensión había estado presente en su dí a día gracias a su padre, que no solo pretendía protegerle de los peligros de fuera, si no de todas aquellas ideas que pudiesen generarle alguna desgracia al joven.
El moreno se mantuvo tranquilo, encerrado en sus propios pensamientos, recordando sobre todo aquella idea de no defraudar a Ai y cumplir con la misión sin tener nada negativo que reportar en el informe de esta. Por una parte le sabía mal el hecho de no poder enseñar a aquella niña ninguna habilidad, estaba seguro de que el Byakugan le gustaría, pero no podía contradecir las ordenes, al fin y al cabo era un shinobi.
El camino le resultó en cierta medida tranquilizador, el resonar de las ruedas del carro sobre las piedras era un sonido similar al de la lluvia cayendo sobre el tejado y aquello conseguía crear algo de estabilidad dentro del joven. Poco a poco la velocidad de la carreta disminuyó hasta el punto en el que se detuvo y entonces Higeki dedujo que era porque tenían un lugar donde pasar la noche. No podían haber llegado ya a Fukui porque no se escuchaba el alboroto de un pueblo, ni habían ido a recogerlos los habitantes.
Tras escuchar las palabras del anciano y después que sus otros dos compañeros Higeki bajo de la carreta y camino detrás de ellos con bastante parsimonia, dejando que la lluvia le empapase el rostro y las ropas. Se colocó junto a sus compañeros e hizo una reverencia a modo de saludo a quien parecía ser el señor Uruk, para después caminar detrás de ellos hacia el interior de la granja, en completo silencio.
—¡Vaya! ¿Y estos jovenzuelos?—
Escucho la pregunta y quiso responder, no obstante supuso que aquellos tramites le pertenecían al líder de escuadrón, por lo que se limitó a sonreír esperando a que hablase el monje.
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No entendía si aquel se quería pasar de vivo o simplemente esperaba un poco de acción injustificada. Unos bandidos que perseguir, unos criminales que golpear, lo que sea con tal de utilizar sus herramientas shinobi y sentirse como tal. Pero Karamaru no se iba a rebajar al nivel de contestar una declaración como esa, el silencio y la indiferencia serían lo mejor que podía dar.
«Mal vas por el camino de ser engreído»
Y así hizo, sin abrir un ojo, sin sacar una palabra, sin dar un gesto siguió en su lugar que el carro se detuvo con la instrucción de bajar de el. El monje fue el primero en bajar tras la pequeña siguiendo sus pasos hasta encontrarse cara a cara con el dueño del hogar.
— ¡Vaya! ¿Y estos jovenzuelos?
— Mi nombre es Karamaru, del clan Habaki, somos shinobi de Amegakure— respondió con una leve reverencia y una sonrisa que lo acompañaba desde el recibimiento de la niña— Estamos en labor oficial como "limpiadores de camino". El señor Atsushi nos dijo que pasaríamos aquí la noche, espero que no le seamos una molestia.
Karamaru trataba de entonar sus palabras con la mayor cordialidad posible para darle el buen trato que su hospedador merecía justamente por cumplirles con aquel favor, el no hacerles dormir a la intemperie.
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—¿Atsushi? ¿Quién carajos es Atsushi?— Parpadeó confundido aún con la niña en brazos, quién tampoco entendía la situación.
Rōga se llevó la palma a la cara. "¿Se leyó el pergamino a la carrera o qué?" Sentía vergüenza ajena. Ahora su duda estaba: ¿Recalcaría el error enfrente de todos para humillarle o simplemente corregiría sin mayores complicaciones? "Meh, me basta con lo segundo, jeje~" Caminó hasta estar a la par del capitán del equipo, con la finalidad de acercar un poco su rostro a la oreja del otro y susurrarle.
—Pst. El cliente se apellida Atsuki, ¡no Atsushi!— Le indicó por lo bajo.
El encargado de la granja estaba expectante, esperando a que el trío de genins le diesen una explicación. Si bien no entendió al inicio, empezaba a dilucidar que probablemente se trataba de un error al mezclar las sílabas de Atsuki Hirashi. Después de todo, ahí tenía a la pequeña Warakko para corroborar aquello.
—¿Te refieres a...?
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Higeki se mantuvo observante. La situación en el fondo le parecía graciosa pues el líder del escuadrón, es decir, el ninja más preparado y del que se suponía una mayor responsabilidad había olvidado el nombre de su empleador. Si no corregía su error el grupo quedaría en ridículo y seguramente seria una mancha en el informe de la misión.
Este ultimo pensamiento, el de tener un error en su primera misión le borro la leve sonrisa de los labios al moreno, pues suponía que Ai le regañaría si se enteraba. Le habría gustado solucionar la situación pero si lo hacía iba a desautorizar a su líder y no podía permitirse aquel lujo, pues el no estaba o bastante preparado para hacerlo. Las dudas abordaron su cabeza y simplemente observó esperando que aquella situación se aclarase, sintiendo como su corazón palpitaba a velocidades que ni un sharingan podría ver.
Mientras Karamaru solucionaba la situación, el moreno se dedico a observar de reojo al anciano y a Warakko con intención de descubrir si aquella confusión había ofendido a alguno de los dos, pues de ser así podría dar lugar a quejas y estas a su vez provocar la decepción de Ai, cosa que no deseaba para nada.
Una vez el entuerto se arregló Higeki caminó detrás de sus compañeros hacia el interior de la casa con las manos guardadas en los bolsillos de su abrigo, preguntándose si existiría alguna forma de contentar a la pequeña y no enfadar a su líder, pues aun le carcomía la idea de poder mostrar sus habilidades y así ilusionar a la pequeña.
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El calvo miró un poco asombrado al grupo viendo que nadie tenía que decir. Las palabras de uno de ellos lo harían darse cuenta de su error. Atsuki, Atsushi, no había tanta diferencia para que reaccionasen de esa manera, pero el monje no titubeó ni un segundo. Se había equivocado y tenía que taparle por si alguien se sentía ofendido.
— Lo sé, no hace falta que digas nada, error común, me suele pasar seguido, en mi comunidad tenemos un... dialecto diferente. Algunas palabras suelen sonar... bueno... diferente— Karamaru tragó saliva fuerte esperando que calara su mentira— No soy oriundo de Amegakure, pero sí me refiero a él, supongo que es Atsuki. Lamento la confusión.
Terminó con una sonrisa dirigida al hombre de la casa. Poco le importaba su error y la opinión del resto pero por el simple respeto para con el hombre de la casa sentía que debía corregirse.
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"¿Lo está tratando de "tu" siendo que es alguien mayor al que acaba de conocer? Y luego a mi me vienen a decir malcriado." Se cruzó de brazos negando con la cabeza. "¿Que no es oriundo de Amegakure?" Empezó a maquinar cosas dentro de su cabeza. ¿Sería alguien criado fuera de la aldea que luego fue reclutado cómo shinobi? "Aunque eso fuese cierto, ya debería estar acostumbrado a la forma de hablar." No se tragó el cuento, pero a la larga eso no importaba. Quién debía creerle era Uruku.
—Déjalo, déjalo. No importa—. Se carcajeó mientras movía la mano en señal de despreocupación. —Vamos, pasen en todo caso. Si vienen con Hirashi serán mis invitados también, ¿dónde está él?
—Amarrando al burro— Contestó la niña en brazos.
—¡Cuando venga le voy a reclamar por no avisar antes que traería compañía! Veremos si mi mujer puede preparar cena para todos, ¡andando!— Inmediatamente se adentró en la casa, dejando la puerta abierta para que los genins pasaran.
—Gracias— Dijo el Yotsuki. Creía que era adecuado hacerlo, aunque realmente no le correspondería decirlo a él, pero no podía confiar en los modales del calvo. "Se viste cómo un monje, pero en modales y tacto deja mucho qué desear." Meditaba mientras se adentraba en la vivienda con su mochila al hombro.
Adentro no les esperaba nada espectacular, más que una pequeña sala con un par de sofás, una mesa en el centro y unas escaleras que llevaban a los pisos superiores.
—Suban, pueden usar el cuarto de huéspedes al fondo del pasillo en el segundo nivel. Aunque sólo hay una cama litera, alguno tendrá que usar la bolsa de dormir. El otro cuarto es el que siempre usan Hirashi y su nieta— Anunció.
—So, ¿qué haremos entonces?— Preguntó mientras volteaba a ver a Karamaru.
A esas alturas el Habaki le había dado muchos motivos para NO inspirarle confianza. Obedecería, pero no lo respetaba cómo líder. Consideraba que su actitud era inapropiada, aunque no iba a armar problema a media misión por ello.
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Higeki simplemente sonrió a aquel hombre con amabilidad y después caminó detrás de sus compañeros. No tenía muy claro si sería una molestia que estuviesen allí y respecto al tema de la cena él mismo podría prepararla si la mujer de Uruku no estaba dispuesta a hacerlo debido a que desconocía que habría nuevos invitados.
Tras escuchar la noticia de que alguno tendría que dormir usando su bolsa Higeki sonrió interiormente, nunca le había gustado demasiado hacer aquel tipo de cosas, pero quizás era un bueno momento para poder obtener alguna anotación positiva dentro de la misión y así sorprender a Ai, por lo que simplemente levantó la mano con intención de que le hiciesen caso.
—Yo puedo dormir en la bolsa.—Anunció con la voz calmada al tiempo que bajaba la mano y volvía a colocarla detrás de su espalda.
Tenía los nervios a flor de piel, sin duda alguna a medida que iba hablando se podía notar como de desacostumbrado estaba a aquel tipo de situaciones, pues le costó un poco arrancar a hablar y aun cuando lo hizo, la voz le tembló levemente.
Mientras esperaba a la corroboración del líder del escuadrón para saber si dormiría en su saco de dormir comenzó a apretar las manos detrás de su espalda, aún nervioso por haber hablado en público, o al menos lo que él consideraba público, es decir, todas aquellas personas que no fuesen Ai.
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Si todo seguía sin problemas Karamaru se conformaría con pensar que sus palabras tuvieron efecto y nada se fue a mayores, creída o no la mentira había pasado. Acompañó el gracias de su compañero con uno propio seguido de un "Permiso" al cruzar la puerta de la casa donde pasarían la noche.
— No se preocupe por la comida, no queremos ser un problema.— respondió al instante con una sonrisa amable aunque el dueño del hogar prosiguió con los lugares para dormir.
— Yo puedo dormir en la bolsa.
— Ni lo pienses, me toca a mí— esta vez su tono era serio al igual que su rostro— Suban si quieren y descarguen sus cosas para ponerse cómodos, veré si puedo ayudar en algo aquí abajo.
Y eso haría si les parecía una buena idea. Seguiría al hombre y buscaría a su dama para ayudarla con las tareas de la casa, ya que si lo iba a alimentar prefería ganarse su lugar en la mesa con un poco de buena acción.
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—Sí lo dice el líder, no tengo nada que objetar—. Sonrío el de cabellos tricolor. —Vamos, Hyūga— Le indicó de forma enérgica mientras le tomaba del brazo para intentar llevarlo consigo al dormitorio.
No sabía si las palabras del otro eran una sugerencia o una orden, pero mientras le dejaran descansar de forma cómoda y gratuita no iba a oponerse en ningún momento. "Allá él." Río para sus adentros mientras movía la cabeza y se tronaba el cuello, pues el traqueteo de la carreta le dejó bastante incomodidad a diferencia del otro par de genin. "Vaya, el calvito quiere actuar cómo un quedabien... qué asco." Dudaba enormemente que la amabilidad del monje fuese sincera.
No sabía exactamente porqué, pero cada acción o palabra del pelón le causaba cada vez más y más desagrado. Fuese cómo fuese, no iba a dejar que eso afectara su propio rendimiento. Simplemente iría al cuarto junto a Higeki y dejaría su equipaje mientras esperaba la cena.
—¡Eh, chico!— Diría Uruk aún con la niña en brazos mientras llegaban a la cocina. —Escuché que querías ayudar, ¿sabes pelar verdura?— Le dijo sonriente.
—¡Ouh!— Una señora bajita y regordeta de cabellos castaños se asomó desde la puerta de la cocina, vistiendo un delantal blanco y portando un trapo de limpieza entre las manos. —¿Visitas?— Ladeó la cabeza al ver al Karamaru.
—Sí, resulta que ese carcamal de Atsuki aparentemente trajo ninjas consigo esta vez. Será una cena para siete hoy—. Sonrío.
—¡Ay! De haber sabido preparaba algo especial— Soltó el trapo y se llevó ambas manos a las mejillas. —¡Pero dónde están mis modales! Perdón shinobi-san, me llamo Chiasa— Puso ambas manos al frente e inclinó la cabeza para saludar.
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Higeki asintió con la cabeza antes de dejarse arrastrar por el contrario hacia el dormitorio. Le sorprendían las confianzas que se tomaba este chico con todo el mundo y aun mucho mas la que parecía tener en si mismo, de hecho, le provocaba hasta cierta envidia. A veces le recordaba un poco a aquella frase que le decía Ai: “tienes que confiar más en ti, eres muy valido, solo te falta creertelo”. Sin duda alguna Roga se lo creía y a juicio del Hyuga eso era algo bueno.
Al llegar al dormitorio después de ser llevado casi a rastras le dedicó una suave sonrisa a su compañero y colocó ambas manos detrás de su espalda, como esperando a que este le dijese algo. Él no sabía sobre qué hablar qué hablar, de hecho, a penas sabía empezar conversaciones con la gente.
Higeki, pese a todo, aún tenía aquella ilusión por enseñar a la niña sus habilidades de ninja, pues ella parecía muy interesada en ver los jutsus que sabían hacer. Sin duda algo de aquella inocencia infantil había tocado el corazón del pelinegro. Seguramente Roga tendria algun plan para enseñarle los justusus a la niña o improvisaria algo para hacerlo si él le contaba que le gustaría hacerlo pero le daba demasiada vergüenza. Eran ninjas y los ninjas no podían jugar con niños o hacer cosas del estilo y seguramente, con lo estricto que era el líder, si finalmente lo hacían supondría una mancha en el expediente de la misión.
Finalmente, tras un rato de silencio en el que Higeki se dedicó a pensar estas cosas simplemente se sentó en la cama y observó al contrario, dedicandole una suave sonrisa.
—¿Crees que si le pedimos salir a entrenar al líder se enfadara?— Preguntó finalmente con un tono de voz muy suave.—Es que hoy aun no he tenido tiempo de hacerlo y es bueno repasar las técnicas cada día.—
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Karamaru siguió unos pasos atrasados al señor Uruku a través de su hogar hasta llegar a la cocina. De allí salió una mujer de rostro amable que a primera impresión debía de ser la esposa del hombre.
— Pues sí, vivo por mi cuenta así que sé cocinar.— contestó un poco tarde el monje.
«O al menos lo básico»
La dama terminó por presentarse tras una pequeña conversación con Uruku. El cenobita los miró con rostro serio hasta que le tocó su momento de participar.
—Karamaru, del clan Habaki, un placer. Gracias por recibirnos— se presentó con una pronunciada reverencia.
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