18/05/2018, 20:25
Karma trató de razonar con el niño, dando argumentos tan lógicos como contundentes. Quizá hasta demasiado lógicos para un niño de aquella edad. Para sus emociones. Para el sentimiento de rabia que afloraba en su corazón. A lo mejor, si la kunoichi fuese más carismática, si además de las palabras el tono de su voz y su presencia la acompañasen, hubiese podido convencer al crío.
Pero no, claro que no lo hizo, y menos cuando acabó dándole la razón:
—Pero tienes razón, somos asesinos, al fin y al cabo.
—¡P-pues entonces me estás dando la razón! ¡Mala! —le gritó, como si aquel fuese el peor insulto del mundo—. ¡Inu, vámonos! —El perro dio un par de ladridos y persiguió al chico, que se fue corriendo, alejándose de Karma en dirección a las casas.
Pero no, claro que no lo hizo, y menos cuando acabó dándole la razón:
—Pero tienes razón, somos asesinos, al fin y al cabo.
—¡P-pues entonces me estás dando la razón! ¡Mala! —le gritó, como si aquel fuese el peor insulto del mundo—. ¡Inu, vámonos! —El perro dio un par de ladridos y persiguió al chico, que se fue corriendo, alejándose de Karma en dirección a las casas.