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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El día había amanecido precioso, una leve brisa corría moviendo ligeramente las hojas de los árboles de la Villa Oculta del Remolino que se encontraba en su estado normal, la gente rondaba por las calles, yendo de aquí para allá haciendo sus quehaceres. Las voces de los mercaderes ofreciendo su mercancía se escuchaban por la calle más comercial de la aldea y, entre todo el tumulto de gente, un peliblanco corría en dirección al Edificio del Uzukage.

«¡Joder, me he quedado dormido! ¡Quería salir mucho antes!»

El trayecto lo hizo en tiempo récord, pero al llegar al puente que conducía al edificio se paró a recobrar el aliento tratando de disimular que había ido hasta allí corriendo lo más rápido que pudo. Cuando estuvo en perfectas condiciones tomó una gran bocanada de aire y comenzó a andar tranquilo hasta el interior del lugar mientras trataba de peinarse ligeramente el pelo, que estaba completamente alborotado, pero no sirvió de nada.

Cuando se encontró en el interior del edificio, se dirigió a la recepción, sin dudarlo ni un momento, al fin y al cabo, ya lo había hecho en varias ocasiones y aquello no le ponía tan nervioso como al principio.

¡Buenos días! — Diría cuando le tocara el turno. — Soy Senju Riko y vengo a solicitar una misión.
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#2
Al habla Kaido. Tomo ésta misión con mi segundo hueco de master.

Claro que eran buenos días, para Uzumaki Kiyomi todos lo eran. Risueña, aún y viéndose perpetuamente inundada entre infinidad de papeles que podría amargar la vida a cualquiera —como al renuente de Goro, que para la suerte de Riko, sólo trabajaba en las tardes—. recibió a Riko con una grata sonrisa y la mejor de las predisposiciones. Lo hacía con todos, y en especial con los más jóvenes, pues era madre de dos y la maternidad le había vuelto incluso más amigable.

—Bienvenido, joven Senju. ¡¿Con que buscas una misión, eh?! —indagó, irradiando carisma a través de aquel par de ojos color caramelo que rebuscaban en los archiveros—. ésta te vendrá bien. Toma, y mucha suerte.



Rango D: Juego de Gemelas


Solicitante: Hōjin Kasabe
Lugar: Uzushiogakure no Sato
Objetivo: Hōjin Kasabe es un importantísimo mercader de hierbas y abastecedor de numerosos clientes en Uzushiogakure, quien viajará desde la Mediana Roja para renovar sus contratos con los mercados locales. Dado que se trata de un viaje de negocios, ha solicitado, además, la asignación de un ninja para cuidar de sus dos hijas gemelas, Shincha y Bancha, mientras se ocupa de sus labores.

El punto de encuentro será en el Puerto Principal de las Costas del Remolino, el Kazeyōbi al mediodía.
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#3
La mujer que le recibió tras el mostrador derrochaba alegría, una alegría que quizás la gente no entendiera teniendo en cuenta que estaba rodeada de un montón de trabajo y que posiblemente éste fuera aumentando a lo largo del día.

—Bienvenido, joven Senju. ¡¿Con que buscas una misión, eh?! Ésta te vendrá bien. Toma, y mucha suerte.

El peliblanco sonrió ante las cálidas palabras de la recepcionista y estiró el brazo para tomar el pergamino que la mujer le ofrecía, con una D visible y una vez lo tuvo en su poder realizó una ligera reverencia.

Muchas gracias, vendré en cuanto esté completada.

Y tras estas palabras dio media vuelta y se dispuso a salir del edificio mientras abría el pergamino y leía lo que había en su interior esperando que no fuera algo demasiado complicado.

... el Kazeyōbi al mediodía. ¿Niñero? Joder...

Volvió a cerrar el pergamino y lo guardó solo tenía que reunirse en el puerto a la hora acordada, por lo que se dirigió allí tratando de llegar un rato antes, ya que ésto siempre quedaba bien.

«Espero que no me den mucha guerra las gemelas...»
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#4
Y bien que hizo Riko al tomar las prevenciones necesarias, pues era bien sabido que el puerto principal que hacía vida en las Costas del Remolino solía ser bastante ajetreado en días de semana. No por nada era el embarcadero más importante de la aldea, de la cual iban y venían navíos mercantes diariamente, procedentes de otras locaciones meridionales, como las Islas del Té, por ejemplo. El Uzujin descendió por una colina transversal que cruzaba un pequeño claro de cerezos, hasta que sus pies vieron por fin la blanca y fina arena que cubría los inicios de la playa. Aunque pronto un tuvo que subirse a un tablero de madera que se extendía serpenteante a través de la orilla, y que terminaba bifurcándose en los distintos atracaderos del puerto.

Enormes barcos cubrían los muelles. Cientos de transeúntes cargaban mercancía de un lado a otro, y otros tantos aguardaban cruceros vacacionales con las maletas llenas de ilusiones. De cualquier forma, el movimiento era abrumador.

Pero lo cierto es que Riko había pasado de un detalle sumamente importante, y es que no sabía en cual fila del muelle atracaría el transporte que traía a Hōjin Kasabe desde la Mediana Roja. Quizás faltaba hora y media para su llegada, pero le haría muy bien adelantarse a los hechos y averiguar como bien pudiera aquella información.
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#5
El Senju no tardó demasiado en llegar al lugar en el que se le había citado, con mucho tiempo de antelación, tiempo que tenía para él, podía relajarse con el sonido de las olas del mar o poner los pies en remojo, pero lo cierto era que el ambiente no le permitiría relajarse. El bullicio del puerto era inmenso, la gente iba y venía, los barcos descargaban su mercancía y cargaban otra para transportarla a otros lugares del mundo.

«Bueno, vamos a ver a que muelle tengo que ir...»

El peliblanco abrió de nuevo su pergamino, leyendo minuciosamente en busca de cuál era el lugar exacto en el que tenía que esperar, pero su búsqueda fue en vano.

¡No jodas!

Guardó su pergamino y, decidido, se acercaría a una de las embarcaciones, al fin y al cabo, se suponía que Kasabe era un mercader muy conocido, por lo que seguro que alguna de las embarcaciones que había allí sabría decirle donde atracaría su barco.

Perdone, ¿sabría decirme donde atraca el barco de Hōjin Kasabe? — Preguntaría a la primera persona que viera trabajando en el muelle.
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#6
El muelle al que se dirigió Riko tenía en su haber a un pequeño barco pesquero, y sólo una persona trabajaba en él.

El tipo lucía mundano, tenía las características raciales típicas de la gente de Uzushio y aunque no se podía decir que fuera el hombre más grácil del mundo, su presencia por sí sola era bastante grata. Vestía una bata gris que le cubría por sobre unas prendas raídas y sucias, a su vez que sostenía un enorme cuchillo de caza con el que destripaba al cardumen de lubinas que había traído de su último viaje.

—¿Que si sé en dónde atraca el barco de Hōjin Kasabe? ¡¿Y quién no?! —replicó, tras una sonrisa sureña—. por lo general para en el muelle número séis, recién al otro lado de la playa. Los muelles de éste extremo son para los barcos mercantes, muchacho, así que va a estar difícil que encuentres a ese hombre en estos linderos.

Llegado el momento, se detuvo de escamar a los peces y miró al ninja. Intercaló su mirada entre la bandana y su rostro, su rostro y la bandana.

—Así que tú eres el desafortunado de este año, vaya tela, quillo. No sabes en lo que te has metido. ¡Juajuajua!
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#7
El hombre al que se había acercado a preguntar trabajaba en el destripe y descamado de los peces que había coneguido aquel día. Vestía una bata gris bastante sucia y aparentemente vieja, perfecta para el desempeño del trabajo que estaba realizando, ya que lo más seguro era que acabaras perdido con sangre y tripas.

—¿Que si sé en dónde atraca el barco de Hōjin Kasabe? ¡¿Y quién no?! Por lo general para en el muelle número séis, recién al otro lado de la playa. Los muelles de éste extremo son para los barcos mercantes, muchacho, así que va a estar difícil que encuentres a ese hombre en estos linderos.

Los ojos de Riko mostraron la alegría que se estaba llevando, a la primera persona que preguntaba y ya sabía dónde tenía que ir, todo estaba yendo sobre ruedas.

¡Muchas gracias! No he venido nunca por aquí y estoy algo perdido... — Admitió el peliblanco sonrojado.

—Así que tú eres el desafortunado de este año, vaya tela, quillo. No sabes en lo que te has metido. ¡Juajuajua!

Aquello sí que le pilló completamente por sorpresa.

Perdone pero... ¿cómo que desafortunado? ¿Qué quiere decir?

La cara de Riko dejaba ver que no sabía de lo que le estaba hablando, él solo iba allí a cumplir una misión que le habían asignado.
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#8
—Vaya, pero qué desalmado que sois entre ustedes los ninja como para que no te advirtieran de nada, o que tengas que oírlo de un pescador tan mundano como yo ¡juajuajua! —comentó, mientras echaba un vistazo a su alrededor. No quería que algún pescador cotilla, que de eso solían haber muchos, estuviera metiendo las narices en el servicio social que estaba punto de realizar—. mira chaval, haré un poco de servicio social y voy a recomendarte una cosa. Date vuelta, sube el muelle y devuelve esa misión de los cojones. Está maldita. Ese hombre viene cada año, y cada año también pide a algún shinobi que cuide de sus niñas. No me preguntes por qué, pero no hay uno sólo que haya cumplido el encargo con éxito.

»Todos fallan, y creo que contigo va a pasar lo mismo. Sin ofender.


Crark,crark,crark las escamas del róbalo volaron por todos lados.
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#9
—Vaya, pero qué desalmado que sois entre ustedes los ninja como para que no te advirtieran de nada, o que tengas que oírlo de un pescador tan mundano como yo ¡juajuajua! Mira chaval, haré un poco de servicio social y voy a recomendarte una cosa. Date vuelta, sube el muelle y devuelve esa misión de los cojones. Está maldita. Ese hombre viene cada año, y cada año también pide a algún shinobi que cuide de sus niñas. No me preguntes por qué, pero no hay uno sólo que haya cumplido el encargo con éxito.

Riko tragó saliva, aquello o era precisamente lo que él esperaba de una misión de rango D, que se suponía que era algo facilito y que se podía cumplir sin el mayor problema, pero aquella advertencia le hacía creer todo lo contrario.

Bu-Bueno, muchas gracias por el aviso, pero creo que quedaría peor en mi expediente una misión rechazada que una fallada, tendré cuidado y lo haré lo mejor que pueda.

Tras estas palabras el joven peliblanco hizo una gran reverencia a aquel hombre, que le había sido de gran ayuda.

¡Gracias por su tiempo! Me marcho que no quiero llegar tarde. ¡Un placer!

Y salió corriendo en la dirección que el hombre le había indicado, el muelle con el número seis al otro lado de la playa, quería estar allí cuanto antes y pensar un poco sobre lo que el pescador le acababa de decir acerca de la misión.
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#10
—Bu-Bueno, muchas gracias por el aviso, pero creo que quedaría peor en mi expediente una misión rechazada que una fallada, tendré cuidado y lo haré lo mejor que pueda.

—Como dicen por ahí: el que avisa no es traidor ¡juajuajua!

—¡Gracias por su tiempo! Me marcho que no quiero llegar tarde. ¡Un placer!

—¡Ta lué! —se despidió, para luego continuar con su labor. Aún le quedaban cientos de róbalos para descamar.

Así pues, Riko avanzó a través de la playa para dirigirse hacia el otro extremo, que no discrepaba demasiado de los muelles de carga, salvo por la menor afluencia de navíos y también el estado de los mismos. Eran barcos menos rudimentarios, con mayores lujos que el velero de un simple pescador, por ejemplo, aunque nada en extremo extravagante.

El muelle número séis, para entonces, aún estaba desocupado. Sólo olas rompientes ataviaban los tablones de madera que se extendían un par de metros hasta los primeros metros de profundidad de la playa.

Aún faltaría una hora, quizás, antes que los invitados de honor divisaran tierra. Riko tendría tiempo para discernir bien los métodos que aplicaría para el encargo que tenía entre manos, que salvo por las palabras de aquel viejo pescador, pintaba ser una tarea tediosa aunque bastante sencilla. Después de todo, un ninja aspira a tener entre sus manos tareas que requieran mayor destreza que la de cuidar apropiadamente a un par de chavales, por lo que para él —y así también para todos aquellos que a según habían fallado la misma misión— se trataba de una tarea imposible de fallar. Después de todo, ¿qué tan difícil podía ser cuidar a un par de gemelas?

Además, las gemelas suelen ser tiernas. Y eran niñas, además. ¿Qué podía salir mal?
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#11
Riko llegó al lugar indicado sin mayores problemas, viendo como la afluencia de barcos era significativamente menor en esta parte del muelle y, los barcos que había eran más ostentosos que los que podía ver en la otra parte.

No sabía exactamente cuánto tiempo lo quedaba hasta la hora en la que se suponía que llegaban sus clientes pero decidió sentarse allí, con los pies colgando del muelle y mirando al horizonte, viendo como las olas iban y venían, escuchando el tranquilizador sonido de las mismas y algún que otro graznido de gaviota.

«No puede ser tan difícil la misión, ¿no? No dejan de ser un par de crías...»

Rápidamente sacudió la cabeza tratando de alejar estos pensamientos, era una misión, por lo que tenía que tomársela lo más en serio que pudiera y conseguir ser el primero que la completara con éxito, si lo que le había dicho el pescador era cierto.
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#12
Finalmente después de una larga espera, Riko pudo divisar al horizonte la diminuta silueta de un navío surcando las leguas del mar, y acercándose a toda marcha hacia puerto. Se trataba de un barco prodigioso que con el paso de los minutos, terminó convirtiéndose en un gran caballo de mar, hecho de roble, que rompía las olas bajo suyo impiadosamente. Un rato después, el barco terminó atracando en puerto, echó ancla al agua y unió el tablón de proa con los primeros peldaños del muelle número séis.

Los primeros en salir fueron un par de operarios, y un barbudo que parecía ser el pseudo capitán de aquella barcaza. Tipos mundanos con aspecto rudimentario, hombres criados entre sal y agua. Pieles tostadas y un acento muy Yamiriense. Uno de ellos venía cargado con un par de valijas y utensilios varios.

Cuando ellos hubieran abandonado el barco y comenzaran a transitar los peldaños del muelle, atrás, un hombre saldría de su camarote para observar el exterior. Aludía de ser un hombre sencillo, con arapos dignos de un miembro de la clase media alta. No muy alto, ni tan bajo; de piel canela y cabellos trigueños. Lucía dos largos y finos hilachos de bigotes que se extendían hasta las comisuras de su barbilla, aunque el resto de su rostro parecía estar bien afeitado.

Con aquellos ojos verdes color té de infusión, observaba su alrededor como quien cree recordar fugazmente algo en particular. Luego, llamó a su par.

—¡Shincha, Bancha! —llamó, autoritario—. por lo que más quieran, dejad de juguetear de una vez por todas, y salid. Hemos llegado a Uzushio, finalmente.

Bastó que alzara ligeramente la voz para que tras suyo, dos dulces niñas hicieran acto de aparición. Ambas, a cada cual, lucía idéntica a la otra. Aparentaban tener nueve años, probablemente, y tenían un parecido extraordinario con su padre. También tenían la piel de un agradable color canela y el intenso color verdáceo abanderaba sus ojos. Sendas coletas lacias color azabache caían a cada costado de sus hombros, que llevaban atadas con una especie de ramal de té seco, tejido y amoñado de una forma bastante particular.

Lo único que las podía diferenciar era la ropa, ya que a pesar de que vestían un yukata tradicional de colores vívidos y estampados de hojas, los colores parecían ser diferentes. Uno más claro que el otro.

—Papi, ¿por qué eres tan cascarrabias?

—Tonta, no lo provoques o nos va a dejar encerradas en el Cerezo de primavera tooodo el día. ¿Recuerdas cuánto nos aburrimos la última vez?

Humpf, sí, tienes razón. Perdón, papi.

—Escúchenme bien, mocosas. Más os vale que ésta vez no causéis problem..! —y a medida que su reprimenda se iba haciendo más notoria, iba bajando el tono de voz hasta que Riko fue incapaz de oír el resto de la conversación.

Así pues, Hōjin Kasabe y sus dos gemelas bajaron del barco y comenzaron a andar por el muelle.
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#13
El tiempo pasaba muy lento, sin nada que hacer ni con lo que entretenerse la espera se le hizo eterna pero, finalmente, a lo lejos pudo divisar un barco, uno más de los que ya había visto en todo el rato que llevaba esperando allí sentado, pero éste era especial, según se iba acercando iba distinguiendo cada vez más y más su figura, dejando ver un barco digno de los mejores cuentos que se pudieran escribir, majestuoso.

Riko esperó y, cuando el barco atracó en el puerto, se incorporó, esperando poder distinguir a su cliente, para acercarse a presentarse como era debido, pero tuvo que esperar un poco más, pues primero vio como salían los que posiblemente eran la tripulación, cargados con distintos tipos de mercancía.

—¡Shincha, Bancha! Por lo que más quieran, dejad de juguetear de una vez por todas, y salid. Hemos llegado a Uzushio, finalmente.

Allí estaba, Hōjin Kasabe, su cliente, un hombre en apariencia normal pero que, por lo que había oído pertenecía a la clase más alta entre los mercaderes, lo cual era algo a destacar y, detrás de él y a su orden, aparecieron dos niñas idénticas la una a la otra, aquellas serían su encargo durante el transcurso de la misión.

El resto de la conversación le fue algo imposible de escuchar por lo que esperó a que terminaran de bajar del barco para acercarse hasta su posición.

¡Muy buenas, Hōjin-sama! Mi nombre es Senju Riko y estoy aquí para realizar la misión que encargó a la aldea. — Se presentó con una reverencia, tras la cual le presentó el pergamino que se le había entregado que certificaba que él sería el responsable en aquella misión. — Shincha-sama, Bancha-sama, un gusto. — Y de nuevo una ligera reverencia, esta vez dirigida a las dos menores.
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#14
Sin embargo, antes de tocar tierra, fueron interrumpidos por un joven peliblanco. Apenas más alto que las gemelas y con una bandana envolviéndole el cuello que le identificaba como ninja acreditado de Uzushiogakure no satou. Kasabe le miró inquisitivo, con las manos en la cadera, y las gemelas también.

Una sonrió, la otra no parecía muy contenta con él.

—Es más lindo que el último, al menos—inquirió Shincha. Bancha permaneció en silencio.

—Joven Riko, ha sido un largo viaje. ¿Gusta acompañarnos hasta Cerezos de primavera y conversamos éste dilema con una buena taza de té? —sugirió, con ojos cansino y rectitud forzada. De cerca podían notarse las pesadas ojeras que la cubrían los ojos y cierta pesadez que sólo es visible en aquellos que existen para trabajar sin detenerse a descansar—. yo invito.

* * *

Media hora después, Senju Riko y Hōjin Kasabe se encontraban en una de las salas privadas del club de té de Los Cerezos de primavera.

Los Cerezos de primavera era uno de los hoteles de alta vanguardia de Uzushio. En conjunción con otros tantos, era el hospedaje fidedigno para gente de alta alcurnia, mercaderes importantes y alguno que otro invitado de gala proveniente de otras aldeas, en los casos que fuera pertinente. Esa vez, aquel hotel había recibido al patriarca de los Hōjin, una dinastía que llevaba comercializando con especias de té, cuyas plantaciones privadas se encontraban entre las enormes hectáreas de la Capital, allá en en el sureste de la aldea del Remolino.

Dos tazas de té les habían sido servidas, en conjunto con dos pequeños paquetitos de Té verde. Kasabe soplaba por sobre el vaso y revolvía con una pequeña cucharilla, con gesto apagado.

Ninguna de las dos gemelas le acompañaban.

—Espero le guste, joven Riko. Es una de las infusiones más famosas de la casa Hōjin.
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#15
—Es más lindo que el último, al menos

El Senju respondió al cumplido de la joven con una sonrisa, aunque se percató de que su hermana no parecía estar demasiado contenta con él y aquello le causó una ligera preocupación, aunque seguro que en el transcurso de la misión podría cambiar aquel sentimiento.

—Joven Riko, ha sido un largo viaje. ¿Gusta acompañarnos hasta Cerezos de primavera y conversamos éste dilema con una buena taza de té? Yo invito.

Riko respondió con un leve asentimiento de cabeza, esperando a que su cliente comenzara a caminar para seguirle hasta el hotel.

...

Allí estaba él, en un lugar que nunca pensaba que podría pisar, una sala privada de uno de los mejores hoteles de toda la aldea, acompañado del que podría considerarse el mayor mercader de té de todo Oonindo, o al menos eso pensaba él, tomando té, a pesar de que no le gustara demasiado.

—Espero le guste, joven Riko. Es una de las infusiones más famosas de la casa Hōjin.

Riko, tras soplar ligeramente el té para evitar achicharrarse la lengua al probarlo, le dio un pequeño sorbo, suficiente para denotar su sabor que, a pesar del poco gusto que sentía el Senju por las infusiones, no terminaba de estar del todo malo.

Mmm... El mejor que he probado hasta ahora, sin duda. — Sonrió el peliblanco, al que no le había hecho falta mentir para salir del paso. — ¿Ha tenido un viaje tranquilo, Hōjin-sama?
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