— Ni yo a ti, muchacho. Creo que sabes de mí lo mismo que yo de ti, el nombre. El tuyo estaba en la misión y el mio en la puerta.

Muy cierto. Lo que el tipo no sabía es que Shiten también me había chivado su nombre.

— Ya imaginaras que también sé otras cosas de ti, pero no conoces a alguien hasta que lo tienes delante. Aunque tienes razón, nombres y presentaciones supongo que estarían en orden. Me llamo Ototsu Kon, soy el máximo responsable de este lugar y conocí a Moyashi Kenzou cuando tenía la mitad de tu edad.

Kenzou. Moyashi Kenzou. Uno se imagina que cuando un padre se va, le va a echar mucho de menos, pero no a los niveles con los que añoraba yo a aquel viejo entrañable. Igual, en parte, por los hechos que hicieron que su sustituta en el cargo me hubiese degradado. No podía huir de mi forma de ser y era inevitable guardar cierto rencor.

— Bueno, me toca a mí... — dije para después aclararme la garganta. — Yo soy Sasagani Yota, ninja de Kusagakure y fui el compañero de equipo del jinchuriki y traidor. Lamentablemente no pude hacer nada para evitar lo que sucedió, fui herido de gravedad y volví a la aldea cuando eld año ya estaba hecho. Pero le daré caza, se lo prometo.

Aquella posiblemente fuese mi mejor presentación posible. si le hubiese dicho que no era ni ninja... en fin, qué verguenza.

— Bueno, me toca a mí... Yo soy Sasagani Yota, ninja de Kusagakure y fui el compañero de equipo del jinchuriki y traidor. Lamentablemente no pude hacer nada para evitar lo que sucedió, fui herido de gravedad y volví a la aldea cuando eld año ya estaba hecho. Pero le daré caza, se lo prometo.

Por primera vez desde que Yota había entrado, el anciano dejó de trastear con los papeles. Bajó el que tenía en las manos para mirar detenidamente al ninja.

— ¿Eras compañero de equipo del jinchuriki? Vaya, eso no me lo habían comentado. Vaya. — repitió devolviendo la mirada al papel que le ocupaba. — Bueno, no le des muchas vueltas. Nadie podría esperarse una traición de ese calibre y si hubieses estado en medio, probablemente no estarías aquí. ¿Cómo ves la villa sin Kenzou?

Era una pregunta controvertida cuanto menos, Kon se la soltó como quien pregunta por donde sale el sol, con calma y pasando a otro de sus papeles.

— ¿Eras compañero de equipo del jinchuriki? Vaya, eso no me lo habían comentado. Vaya.

Esa sensación de haber metido hasta el fondo. Esa sensación era la que recorría en aquellos precisos momentos cada rincón de mi cuerpo y mi cara, por unos pocos segundos así lo representó.

— Bueno, no le des muchas vueltas. Nadie podría esperarse una traición de ese calibre y si hubieses estado en medio, probablemente no estarías aquí. ¿Cómo ves la villa sin Kenzou?

Al parecer ese hombre era mi perdición. Algo me decía que iba a tener que calcular cada una de las palabras que desprendiesen en mi peculiar reunión con aquel gordo compulsivo.

— Supongo que diferente es la palabra

Oh, ya lo creo que era diferente. La nueva Morikage había optado por enemistarnos con todo Ōnindo, en lugar de la diplomacia de Kenzou en la que aquel afable abuelo habría tratado por todos los medios no romper la Alianza. Menos aún con esos Generales endemoniados sueltos por el mundo.

— Pero tengo que confiar en Kintsugi, ella quiere lo mismo que yo, y apuesto que lo mismo que usted. Además, fue Kenzou-sama en persona que en su último aliento decidió poner toda la responsabilidad sobre los hombros de Kintsugi-sama, ¿verdad? — di lugar a un breve silencio. — Si Kenzou-sama confiaba en ella como para darle el lugar de más poder de la aldea, yo debo confiar en la decisión del nuestro padre

— Pero tengo que confiar en Kintsugi, ella quiere lo mismo que yo, y apuesto que lo mismo que usted. Además, fue Kenzou-sama en persona que en su último aliento decidió poner toda la responsabilidad sobre los hombros de Kintsugi-sama, ¿verdad? Si Kenzou-sama confiaba en ella como para darle el lugar de más poder de la aldea, yo debo confiar en la decisión del nuestro padre

A Kon le resultó algo inesperado que el mismo muchacho que parecía culparse porque su compañero se hubiese rebelado contra Kenzou ahora dudase de los movimientos de Kintsugi que iban en la dirección de vengar esa muerte. El anciano se quedó un momento sopesando su respuesta.

— Es cierto que la decisión de la Morikage no ha sido la más sencilla y que existe la posibilidad de que se acabe arrepintiendo de tal decisión. Sin embargo, la alianza ni siquiera está buscando al jinchuriki asesino de Kenzou, por lo menos no a nivel oficial. Y, si no me equivoco, pretenden colaborar con él.

Podía ser anciano, pero era una de las personas mejor informadas del País del Bosque, tenía que hablar y ponerse de acuerdo con multitud de personas, siendo la misma Morikage una de ellas, así como shinobis de aquí y de allí, mercaderes de allá y acá, las inquietudes del pueblo siempre acababan cayendo en sus oídos, que no perdían precisión por la edad.

— ¿Recuerdas qué eran los jinchurikis, Yota? Armas. Una salvaguarda en caso de guerra. Por mucho que Uzushiogakure y Amegakure intenten negarlo. ¿Qué crees que hubiera pasado con Kusagakure si el pacto siguiese en pie? Seríamos la villa sin bijuu, la villa indefensa. ¿Cómo lo hubiesemos solucionado? ¿Buscando crear otro jinchuriki?

Dejó la última pregunta en el aire. La respuesta era obvia. No. Ni Kintsugi ni nadie en su sano juicio crearía otro jinchuriki en Kusagakure, ya no solo por su propia seguridad, sino por el autentico pavor que le tendría la propia villa, después de ver al último a puntito de borrar toda la peninsula del mapa.

— Es cierto que la decisión de la Morikage no ha sido la más sencilla y que existe la posibilidad de que se acabe arrepintiendo de tal decisión. Sin embargo, la alianza ni siquiera está buscando al jinchuriki asesino de Kenzou, por lo menos no a nivel oficial. Y, si no me equivoco, pretenden colaborar con él.

Era hora de ir aceptando ciertas cosas. Los politiqueos no eran lo mío. Pero era cierto, el movimiento de Jurete nos había dejado en la estacada y nuestros aliados se mostraron inflexibles, por lo que Kintsugi tuvo que tomar una delicada decisión que sólo admitía dos tintes: l,a aprobación o la repulsión. Por una parte, era hasta lógico que aquel movimiento era peligroso, cuanto menos, pero también es verdad que era normal esperar algo de colaboración, y eso fue algo que no se encontró, o eso habíamos escuchado.

— Supongo que tiene razón. De hecho, es por ello que digo que tengo que confiar en sus decisiones. Puede que no sean populares, pero sí que son ambiciosas y es evidente que lo hace por el bien de la nación

— ¿Recuerdas qué eran los jinchurikis, Yota? Armas. Una salvaguarda en caso de guerra. Por mucho que Uzushiogakure y Amegakure intenten negarlo. ¿Qué crees que hubiera pasado con Kusagakure si el pacto siguiese en pie? Seríamos la villa sin bijuu, la villa indefensa. ¿Cómo lo hubiesemos solucionado? ¿Buscando crear otro jinchuriki?

Aquella reflexión era interesante y, sin lugar a dudas, hizo que me detuviese unos cuantos segundos, sopesándolo. ¿Qué hubiese pasado realmente si se hubiese mantenido la Alianza?

— No tengo ni la menor idea, la verdad — escupí finalmente — Lo que no tendría ningún sentido es volver a caer en el mismo error, otra vez...

— Supongo que tiene razón. De hecho, es por ello que digo que tengo que confiar en sus decisiones. Puede que no sean populares, pero sí que son ambiciosas y es evidente que lo hace por el bien de la nación

No añadió nada más. No había nada más que añadir.

— No tengo ni la menor idea, la verdad. Lo que no tendría ningún sentido es volver a caer en el mismo error, otra vez...

— Shiten-kun y yo hemos estado hablando antes. Me ha hablado del chico que mató a Kenzou. No paraba de decir que no entendía como había sido posible. Esa es una herida que no creo que le cicatrice. Nosotros ya estamos mayores, chico, nuestro apoyo le va a servir de poco a Kintsugi-sama o a la villa. Por eso me interesa qué piensas tú, Yota-kun. Como joven shinobi.

Hizo una breve pausa.

— Y la juventud de Kusagakure me da verdadero pavor. De momento, por lo que sé, uno se declaró ferviente aprendiz del jinchuriki en pleno combate, otro ni se presentó al combate y después estás tú, transformandote en el cadaver de Kenzou. Supongo que estabas esperando que sacase el tema y supongo que supondrás que me gustaría saber tu versión.

No parecía darle mayor importancia a lo que decía, de nuevo, como si hablase del tiempo. ¿Era eso lo que llamaban la serenidad del anciano? Esa extraña calma que tienen todos los sabios, como si nada pudiese sorprenderles o enervarlos.

— Shiten-kun y yo hemos estado hablando antes. Me ha hablado del chico que mató a Kenzou. No paraba de decir que no entendía como había sido posible. Esa es una herida que no creo que le cicatrice. Nosotros ya estamos mayores, chico, nuestro apoyo le va a servir de poco a Kintsugi-sama o a la villa. Por eso me interesa qué piensas tú, Yota-kun. Como joven shinobi.

Fue aquella pasa con patas que yacía delante mío quien, una vez más, rompió el silencio. Silencio que cada vez se antojaba más incómodo.

— Y la juventud de Kusagakure me da verdadero pavor. De momento, por lo que sé, uno se declaró ferviente aprendiz del jinchuriki en pleno combate, otro ni se presentó al combate y después estás tú, transformandote en el cadaver de Kenzou. Supongo que estabas esperando que sacase el tema y supongo que supondrás que me gustaría saber tu versión.

Lo que empezaba a plasmarse era que aquello cada vez distaba más de ser la típica misión de limpiar trenecitos. Aquello tenía una segunda intención bien escondida. No obstante, aquella situación en la que me encontraba me permitía redimirme. Saltaba a la vista que aquel hombre ostentaba poder en el país y seguramente la Morikage sería informada de aquella charla una vez finalizase.

— Es probable que me escediara y que el fragor de la pelea me cegase — admití con una aparente tranquilidad, aunque estaba escogiendo mis palabras con suma cautela. — Lo cierto es que incluso ese henge formaba parte de mi estrategia con mi versión del Kashumi Jūsha no jutsu.

— Es probable que me escediara y que el fragor de la pelea me cegase. Lo cierto es que incluso ese henge formaba parte de mi estrategia con mi versión del Kashumi Jūsha no jutsu.

El anciano suspiró.

Era plenamente consciente de que se trataba de un combate y de que Yota, bueno, ni Yota ni nadie haría algo así sin un buen motivo, sin que fuese parte del plan para alcanzar la victoria. Sin embargo, no hay victoria que valga lo suficiente para usar la muerte de Kenzou. Sin duda, la victoria de Yota hubiese sido clara si Kintsugi no llega a intervernir.

— Puedo entender tu visión, Yota-san. Sin duda era una estrategia que te aseguraría la victoria. Pero, ¿valía la pena esa victoria? Vencer a un compañero, a alguien a quien deberás confiarle tu vida llegado el momento, usando la imagen de Kenzou.

Dejó unos segundos de reflexión antes de proseguir.

— No me malinterpretes. Yo también he sido joven, he sido ambicioso, he sido descuidado en mi búsqueda de fama, riqueza y de todo lo que quería. Juventud, divino tesoro. Tan impredecible como poderosa. En fin, no quiero comerte demasiado la cabeza. Lo que quería era decirte que no te preocupes, nadie, absolutamente nadie, está libre de pecado. Lo verdaderamente importante, es que cuando llegues a mi edad no tengas nada de lo que arrepentirte.

— Puedo entender tu visión, Yota-san. Sin duda era una estrategia que te aseguraría la victoria. Pero, ¿valía la pena esa victoria? Vencer a un compañero, a alguien a quien deberás confiarle tu vida llegado el momento, usando la imagen de Kenzou.

El hombre no cesaba en sus intentos por aleccionarme. Esta vez lo que había conseguido era confundirme pues, aquellos torneos estaban para que la aldea luciese palmito y ninjas y no mostrar un gran compañerismo. Lo que se buscaba era caer en gracia y buscar la gracia de los señores feudales y para ello había que impresionar ganando combates.

— No me malinterpretes. Yo también he sido joven, he sido ambicioso, he sido descuidado en mi búsqueda de fama, riqueza y de todo lo que quería. Juventud, divino tesoro. Tan impredecible como poderosa. En fin, no quiero comerte demasiado la cabeza. Lo que quería era decirte que no te preocupes, nadie, absolutamente nadie, está libre de pecado. Lo verdaderamente importante, es que cuando llegues a mi edad no tengas nada de lo que arrepentirte.

— Te pido disculpas de antemano si mi respuesta no es la que buscas y no te gusta, pero tengo claro mi lugar en la aldea. No ansío lucir en primera página de los periódicos de Ōnindo, sino lo que jure proteger, Kusagakure y su gente. Era así cuando Kenzou-sama estaba al mando y sigue siendo así con Kintsugi-sama al mando. De hecho... yo mismo le di mi palabra de que nos descansaría hasta que hubiésemos capturado al jinchuriki

Igual era percepción mía, pero aquella conversación había empezado a adquirir tintes peliagudos. Pero lo que no iba a admitir era que me tomasen por lo que no era. Me equivoqué con lo del jodido henge, de acuerdo. Pero seguía siendo Sasagani Yota, seguía teniendo mis convicciones, mi sentido del patriotismo y mis ideales seguían siendo los mismos. Primero estaba Kusagakure, luego estaba yo.

— Te pido disculpas de antemano si mi respuesta no es la que buscas y no te gusta, pero tengo claro mi lugar en la aldea. No ansío lucir en primera página de los periódicos de Ōnindo, sino lo que jure proteger, Kusagakure y su gente. Era así cuando Kenzou-sama estaba al mando y sigue siendo así con Kintsugi-sama al mando. De hecho... yo mismo le di mi palabra de que nos descansaría hasta que hubiésemos capturado al jinchuriki

Kon se detuvo un momento a evaluar al shinobi con una rápida mirada antes de volver a lo suyo.

— Ya veo, no me tomes demasiado en serio. Solo soy un anciano al que apenas le quedan placeres en esta vida, y el único que conservo es el de una buena conversación. Bueno, ya te he distraído suficiente. Si quieres preguntarme algo, aquí estoy, sino puedes ir a cumplir tu misión que al final se te hará de noche por mi culpa.

— Ya veo, no me tomes demasiado en serio. Solo soy un anciano al que apenas le quedan placeres en esta vida, y el único que conservo es el de una buena conversación. Bueno, ya te he distraído suficiente. Si quieres preguntarme algo, aquí estoy, sino puedes ir a cumplir tu misión que al final se te hará de noche por mi culpa.

Después de unos momentos en los que fui evaluado de arriba abajo por enésima vez, por fin parecía que podría hacer lo que había venido a hacer inicialmente.

— Con que haya quedado claro que soy leal a lo que una vez juré cuando me gradué, me daré por satisfecho. Nada más por mi parte

Lo sentía tal cual lo dije. En el fondo, ya fuera Kenzou, ya fuese Kintsugi, me daba un poco igual. El Morikage era la persona que estaba la frente y que velaba por los intereses de todos los kusajin y yo estaría ahí para lo que hiciera falta. La traición era algo que jamás se tendría que valorar y la verdad es que en lo personala mi me daba bastante asco. Lucharía por Kusagakure hasta el último de mis días.

— Si fuera tan amable de decirme donde tengo que ir para cumplir con mi misión se lo agradecería. No suelo transitar la estación

El anciano simplemente asintió ante la última intervención de Yota, esperando que procediera a marcharse para despedirse.

— Si fuera tan amable de decirme donde tengo que ir para cumplir con mi misión se lo agradecería. No suelo transitar la estación

— Oh... — se sorprendió de que se le hubiese olvidado. — Sí, claro, qué cabeza la mía. Es en la parte trasera de los andenes.

Se quedó un momento pensando, intentando recordar las indicaciones precisas para poder llegar desde aquel despacho. Pero no se aclaraba del todo.

— Mira, solo salir, si vas a la derecha, encontraras a mi ayudante, dile que te acompañe y así seguro que no te pierdes.

Si Yota salía, se percataría de que había otro pasillo que seguía en perpendicular al que había usado él para llegar al despacho de Kon. Era corto y estrecho y acababa en una puerta con otra plaquita, esta vez sin nombre, "Ayudante del director".

Sí, claro, qué cabeza la mía. Es en la parte trasera de los andenes.

Menos mal que pregunté antes de salir, sino estaria un poco jodido.

— Mira, solo salir, si vas a la derecha, encontraras a mi ayudante, dile que te acompañe y así seguro que no te pierdes.

— De acuerdo, gracias por todo — dije para terminar con una reverencia.

Tras ello salí de aquel despacho o sala de reuniones del tal Kon y seguí las indicaciones dadas. El ayudante tenía que estar a mano derecha, así que eso hice, salir y tomar la dirección del pasillo a la derecha con la esperanza de hallar el dichoso ayudante. Finalmente encontré una puerta en la que estaba escrito "ayudante del director". Tenía mucha pinta de ser lo que estaba buscando. así que hice sonar la puerta, pero esta vez no esperé instrucciones del interior, simplemente entré tras hacer sonar la puerta.

— Vengo de parte de Kon-dono, soy el ninja que solicitaron a Kusagakure para la limpieza del tren

— Vengo de parte de Kon-dono, soy el ninja que solicitaron a Kusagakure para la limpieza del tren

El hombre de gafas que estaba tras la pequeña mesa que había en el centro de la habitación rodó los ojos, subiendose las gafas con un dedo.

— A ver, chico, que las paredes son de papel. He oído hasta cuando respirabais. Vamos, va. — se levantó y se dirigió a la puerta, esperando que Yota le dejase pasar.

El hombre empezaría a andar por los pasillos sin pararse siquiera un segundo a mirar nada ni esperar a ver si el shinobi le seguía. En unos minutos estaban en un rincón bastante alejado del andén principal. El olor a aceite y a metal era poderoso en el aire, tanto que Yota, acostumbrado al olor del bosque, tendría algún que otro sentimiento negativo al respecto.

Sin embargo, el ayudante que le había guiado ni se inmutó. La sala era bastante grande, de techo alto y luminosos ventanales en el techo. Unas vias entraban desde el exterior y acababan en el centro de la habitación, donde había algunos vagones, por desgracia, las persianas estaban echadas sobre las vias. Seguramente por eso el olor era tan intenso, ni siquiera ventilaban aquello.

— Pues esto es, el vagon en cuestión es el G-20, todos tienen la plaquita con el nombre en la puerta. Las cosas de limpiar están por ahí.

No señaló a ningún sitio concreto, pero tampoco haría falta. El suelo que pisaban era como un anden y todo él estaba lleno de productos de limpieza y mecanica, así como utensilios de todo tipo. También había un grifo que tenía más mierda que el palo de un churrero pero seguro que si lo abría con suficiente impetu, daba agua.

Sin esperar a ver si no tenía dudas, el hombre se marchó por donde había venido, cerrando la puerta de metal por donde habían entrado.

— A ver, chico, que las paredes son de papel. He oído hasta cuando respirabais. Vamos, va.

— Así que espiando al jefe, ¿eh? Muy mal, muy mal...

«A ver si al final resultará que no soy el más gilipollas de este jodido país»

Pero el tipo no tenía ganas ni de chistes ni de esperar, simplemente se puso a cruzar pasillos y, daba la sensación de que con cada paso íbamos entrando en alguna especie de habitación del aceite maloliente o algo así. En alguna ocasión tuve que aguantar la respiración unos segundos o dar algún que otro respingo de puro malestar. No obstante, al final llegamos al lugar en cuestión, el sitio donde dormían los trenes o algo así.

— Pues esto es, el vagon en cuestión es el G-20, todos tienen la plaquita con el nombre en la puerta. Las cosas de limpiar están por ahí.

— Espera, espera, ¿las cosas de limpiar, dices? — le espeté al ver el lamentable estado de las supuestas cosas de limpiar — Esto no son las cosas de limpiar, esto son las cosas de ensuciar

Y no solo eso, sino que iba a tener que buscar por mi propia cuenta cual era el maldito vagón, el G-20 lo llamó. En fin, iba a tocar buscarlo.