25/08/2015, 01:22
Un día cualquiera en la pintoresca Aldea Oculta del Remolino. Como cada primavera, esta se había teñido de rosa; no solo por los colores de sus edificios sino porque los cerezos había florecido y aquel color entre rojizo y rosado se había adueñado de buena parte de la aldea, dándole una buena pincelada de color. Adoraba aquella estación del año, puede que la que más me gustase.
Y como solía hacer casi cada tarde de primavera, me encontraba bajo uno de aquellos cerezos, en absoluto silencio y los oídos preparados para escuchar los sonidos que me inundaban a mi alrededor. sin embargo, daba la sensación de que podía llover en cualquier momento, pues las nubes grises estaban amenazantes en los altos cielos, impidiendo que el sol diese ese matiz brillante a las hojas de los cerezos. La brisa acompañaba cada uno de aquellos instantes, signo inequívoco de que la lluvia no tardaría en llegar, la pregunta era cuanto iba a demorarse.
Suspiré profundo como si tratase de relajarme más y más.
Detrás de mi nuca posaban mis dos manos, con las piernas cruzadas y el culo pegado al suelo empezaba a molestarme y doliendo justo en ese punto. Ese punto de nuestra anatomía donde finalizaba la columna vertebral y donde siempre que te sientas en una superficie demasiado duro acaba doliendo y provocando que uno buscase una postura lo suficientemente cómoda para que menguase aquel dolor. Pero era en vano.
*Me pregunto que deben estar haciendo los demás..*
Obviamente pensaba en los amigos que hice en la academia, aquellos estudiantes, ahora gennins, con los que tenía un vinculo más fuerte que con los demás chicos y chicas de nuestra promoción.
Y como solía hacer casi cada tarde de primavera, me encontraba bajo uno de aquellos cerezos, en absoluto silencio y los oídos preparados para escuchar los sonidos que me inundaban a mi alrededor. sin embargo, daba la sensación de que podía llover en cualquier momento, pues las nubes grises estaban amenazantes en los altos cielos, impidiendo que el sol diese ese matiz brillante a las hojas de los cerezos. La brisa acompañaba cada uno de aquellos instantes, signo inequívoco de que la lluvia no tardaría en llegar, la pregunta era cuanto iba a demorarse.
Suspiré profundo como si tratase de relajarme más y más.
Detrás de mi nuca posaban mis dos manos, con las piernas cruzadas y el culo pegado al suelo empezaba a molestarme y doliendo justo en ese punto. Ese punto de nuestra anatomía donde finalizaba la columna vertebral y donde siempre que te sientas en una superficie demasiado duro acaba doliendo y provocando que uno buscase una postura lo suficientemente cómoda para que menguase aquel dolor. Pero era en vano.
*Me pregunto que deben estar haciendo los demás..*
Obviamente pensaba en los amigos que hice en la academia, aquellos estudiantes, ahora gennins, con los que tenía un vinculo más fuerte que con los demás chicos y chicas de nuestra promoción.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa