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El sol amenazaba desde lo mas alto del cielo. Bajo su mandato, no había nadie que osara interponerse, ni tan siquiera las intrépidas nubes. El astro rey asfixiaba todo su reino con un calor que casi hacía parecer el desierto como una broma. Las calles, hechas de piedra, no hacían mas que resaltar el inmenso calor. Andar por las calles de Uzushiogakure era casi como andar por medio de una riada de lava.
Etsu, que era de éste tipo de personas que aunque hiciesen casi 40 grados, no dejaba atrás las costumbres; ataviaba de igual manera su querida chaqueta negra con cuello y mangas de algún tipo de pelaje que simulaba al animal. Obviamente, iba sudando a goterones, la vida le iba en ello.
—Ababaur... —le advirtió su can.
Etsu lo miró, y sonrió —no, para nada, tampoco hace tanto calor.
Y un huevo peludo de chino-vietnamita con infección de páncreas. Que no decía el Inuzuka. Las plantas se retorcían, marchitando. Las aves caían ya fritas, perfectas para comer. El agua se evaporaba. Las pinzas de la ropa se erosionaban. SE EROSIONABAN DEL PUTO CALOR. Pero no, el Inuzuka decía que no hacía calor.
La mirada de Akane sobre Etsu lo decía todo. Las palabras sobraban, de haberlas, seguro que habrían sido algo así como "¿abarrbabaur?" o lo que viene siendo lo mismo, "¿eres tonto o tienes mierda de gato en los bolsillos?".
—Oye, ¿y si te pelamos? así estarías mas fresquito... ¿te hace?
—¿abarrbabaur? —al final se lo tuvo que preguntar.
—Jajajaja... va, va.
Continuaban andando por las calles de la aldea, aprovechando la estancia consumiendo su curiosidad. En cierto momento, llegaron a una calle dominada por edificios realmente altos, todos de la misma índole, típica de la ciudad. Casi podía pensar que ya había estado por ahí, le sonaba bastante... pero es que si miraba hacia detrás, las edificaciones y calles eran exactamente igual.
—Vaya tela, tío... éstos de Uzu no tienen ni idea de arquitectura, es un puto laberinto todo.
Los ojos se le iluminaron al ver que al final de la calle, había un parque. Al fin algo de verde, dejando atrás tanto árbol rojo y tanta calle de paredes rocosas. Sin demora, el chico y su can consumieron la distancia hacia el pequeño parque, donde buscarían algún banco libre.
Lo único malo, que los malditos cerezos habían infestado el parque también.
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Aquel día se había convertido, literalmente, en un infierno. Desde la primera hora de la mañana, el astro rey iluminaba toda Uzushiogakure desde lo alto de su trono, irradiando toda la fuerza del verano contra una aldea que trataba de sobrevivir a la súbita ola de calor que les había sorprendido. Las piedras que conformaban las calles de la villa eran las primeras en calentarse y, como si de un horno se tratara, irradiaban ese calor hacia el aire, volviendo la atmósfera mucho más densa y asfixiante de lo que ya era. Ni siquiera los pájaros cantaban aquel día; más bien al contrario, eran las estridentes chicharras las que los sustituían, estridulando de aquella manera tan característica desde los troncos de los árboles.
A aquella altura, Ayame ni siquiera sabía por qué había salido de su complejo residencial aquel día tan caluroso. En un principio había tenido en mente ponerse a entrenar, pero pronto se tuvo que redimir a la obviedad de que, bajo aquel calor, le era completamente imposible. Por eso se había refugiado en un bosque cercano, buscando algo de sombra que la aliviara. Y, efectivamente, sombras había por doquier, pero seguía haciendo el mismo calor.
—Esto es el fin... —susurró, con los ojos entrecerrados bajo aquella opresiva sensación de angustia.
Tirada sin más sobre la hierba, al amparo de uno de los árboles más frondosos, Ayame dejó escapar un largo y tendido suspiro. Sudaba como una condenada, y por mucho que se limpiara no servía absolutamente de nada. Era lo que tenían las ciudades costeras, la humedad del aire se te pegaba al cuerpo con el calor sin importar lo que hicieras. Y ni siquiera se había dado cuenta de ello, pero finos hilos de vapor escapaban de su cuerpo ascendiendo al cielo, buscando su lugar de origen.
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El desolador paraje bajo el astro rey no cambiaba demasiado a la sombra de los cerezos. Todo estaba desierto, como en una ciudad fantasma, la cuál por las noches volvía a la vida. Era obvio, todos esperaban a que el sol se pusiese para dar un paseo, antes era cosa de... locos.
Y tan locos.
El Inuzuka y el can continuaron el caluroso paseo. Sus audaces ojos buscaban un ápice de sombra, pero no una sombra cualquiera. El rastas requería de un lugar con sombra, pero con cualidades para poder continuar el entrenamiento. No, no señor, el chico no podía cesar su riguroso entrenamiento ni bajo ese asfixiante calor. Tomó aire, y se apartó el sudor de la frente conforme suspiraba. Desde luego que hacía calor, una barbaridad. Pero no, no iba a quitarse la chaqueta, ni por asomo.
«¡Ostras!»
A un lado del parque, en pleno césped, llamó su atención una figura femenina que al quejido de "esto es el fin" se hallaba tirada sobre la hierba, como si se tratase de un mobiliario mas del mismo parque. Con paso calmado, pero algo aligerado, ambos se acercaron hasta estar a escasos dos o tres metros de la chica. Fue entonces que Etsu adelantó un poco la mano, levemente agazapado.
—Oye... ¿te encuentras bien? —preguntó curioso, o preocupado. Quizás ambas.
En realidad, tan solo le faltó un palo suficientemente puntiagudo para poder pinchar mientras preguntaba. ¿Estaría muriendo?
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De repente escuchó una voz junto a ella.
—Oye... ¿te encuentras bien?
—¿D... Daruu-kun...?
Profundamente mareada, Ayame se llevó una mano a la frente en un vano intento de crear una visera sobre sus ojos para poder ver. Pero no era Daruu la persona que se inclinaba sobre ella. De hecho, pese a que el tono de su voz se le había antojado familiar, ni siquiera le conocía. Era un chico de más o menos su misma edad, de ojos de un vivo color verde esmeralda y con dos tatuajes en forma de colmillo rojo surcando sus mejillas. Llevaba el cabello largo, recogido en innumerables rastras que se reunían en una coleta baja. Sin embargo, lo más destacable era que, pese al calor infernal, vestía con una chaqueta oscura de cuero con forro de pelo. Debía de estar cociéndose ahí dentro, literalmente.
—Y... ¿Y tú...? —fueron las dos únicas palabras que salieron de sus labios.
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La chica, que quizás veía menos que un gato de escayola, titubeó conforme reaccionaba a la pregunta del Inuzuka. En realidad, preguntaba por alguien, por... ¿Daruu? El Inuzuka arqueó una ceja, e incluso miró a su can por si éste había entendido la pregunta. Evidentemente, no. Ninguno de ellos eran ese tal Daruu, al menos que ellos supiesen. Al volver su mirada a la chica, ésta volvió a hablar, para preguntar quién era.
—Y-yo... soy Inuzuka Etsu, y éste es Akane —¿cómo presentarse él y no a su hermano? —¿te encuentras bien? parecía que te hubiese dado un golpe de calor.
Sacudió un poco la chaqueta, como quien no quiere la cosa. Vamos, que se andaba asando vivo. Terminó incluso por pasarse el antebrazo por la frente, frenando la cascada de sudor de la misma. Un Andaluz habría dicho que si pones un huevo en la calzada, tendrías un huevo frito en medio minuto, y no era por cosa de exagerar.
—Éste calor es mortal... —dijo el que andaba con una chaqueta en pleno verano.
Ante todo, una gratificante sonrisa entre dientes.
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19/08/2018, 22:17
(Última modificación: 19/08/2018, 22:21 por Aotsuki Ayame.)
—Y-yo... soy Inuzuka Etsu, y éste es Akane —respondió presentándose, aunque lo que de verdad le había preguntado Ayame era si él estaba bien debajo de aquella chaqueta. Aún así, la muchacha ladeó la cabeza cuando el chico hizo mención a una segunda persona de cuya presencia no había reparado. Sólo que no era una persona, sino un perro husky de tamaño colosal que le acompañaba. Etsu era el segundo ninja que conocía y que tenía un perro—. ¿Te encuentras bien? Parecía que te hubiese dado un golpe de calor.
—Un... poco... —deliró, y reunió las escasas fuerzas que le quedaban para reincorporarse débilmente hasta quedar apoyada sobre sus antebrazos.
Le miró incrédula mientras se sacudía la chaqueta. No era posible que no estuviera pasando calor debajo de aquello, y así lo demostró cuando se pasó el antebrazo por la frente para secarse el sudor de la frente.
—Éste calor es mortal... —dijo, con una sonrisa entre dientes.
—¿Y por qué no te quitas... esa chaqueta? —le preguntó, antes de que el mundo a su alrededor diera un vuelco y se viera obligada a tirarse sobre el césped de nuevo—. Aaaaaaguaaaaa...
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La chica ladeó el rostro, y con ella la mirada. Gesto al que recurría con frecuencia Akane al no entender algo. Sin duda, era un gesto que sabía interpretar a la perfección, aunque en ésta ocasión no entendía el porqué, o el a qué se debía. Ante la pregunta del chico, la fémina respondió que un poco. Todo tenía poco sentido, y a cada segundo que pasaba, era peor. Arqueó una ceja sin pretenderlo, realmente no entendía nada.
«¿Qué le pasa a ésta chica?»
Pero reaccionó normal ante lo absurdo de la actitud de Etsu. Al menos supo que no era del todo normal, que algo fallaba. No podía quejarse del calor que hacía siendo que llevaba puesta una chaqueta que parecía mas densa que un bosque del País del Fuego. Ayame preguntó porqué no se quitaba la chaqueta, poco después y casi sin tiempo a que el chico diera una repuesta a su pregunta, la chica pareció desvanecerse.
Agua, fue lo único que se le vino a la mente, y la boca, pues fue su único anhelo en su semiconsciencia.
Los Inuzuka se alertaron, la chica estaba en las últimas. Etsu realizó un sello, y con ello Akane tomó una apariencia asalvajada del rastas. Rápidamente éste se acercó a escuchar su respiración, y Etsu —el único capaz de hablar como el reto de personas— salió corriendo del lugar.
—Vuelvo enseguida —aseguró antes de irse, aunque ya todo estaba mas que hablado.
Akane intentó averiguar si al menos su respiración era constante o normal. No podía hacer mucho mas, pero debía quedarse con ella en pos de que no empeorase la situación. Entre tanto, Etsu corrió como un galgo —valga la redundancia— hacia la tienda mas cercana.
—¡Agua! ¿¡Dónde!?
La mujer que despachaba, pelirroja de mediana edad, quedó hasta asustada. No supo ni tartamudear, tan solo señaló la balda de una estantería, que estaba repleta de botellas de agua. Sin mas palabras, que ya de por sí eran pocas, corrió hacia éstas, y tomó cuatro bajo su brazo derecho. De nuevo, corrió hacia la caja, y dejó allí dinero mas que de sobra. No dijo nada, tan solo corrió de nuevo.
—G-gracias... —alcanzó a decir la mujer, aún asombrada.
El Inuzuka corrió como si le fuese la vida en ello. Corrió hasta mas no poder, el aliento le faltaba con mesura en el pecho, pero eso no le importó. Corrió y corrió, hasta llegar de nuevo a dondehabía encontrado a la chica. Allí, Akane aún seguía a su vera, indispuesto a alejarse.
—¡¡AGUAAAAAAAA!! —bramó a lo que sus pulmones llegaron a dar.
Con las mismas, el Inuzuka tropezó, y cayó en plancha sobre el césped. Obviamente, las botellas salieron volando, directas a la chica y Akane —¡Buahgüa!
Clavado como un pino en el césped, no pudo ni mirar la cara de póker de Akane, que lo observaba atónito. Etsu, escupió el césped que tenía en la boca hacia un lado, y tomó aire, al fin. El corazón se le iba a escapar en cualquier bocanada de aire que tomase.
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1/09/2018, 23:49
(Última modificación: 1/09/2018, 23:50 por Aotsuki Ayame.)
Aún con los ojos cerrados, sintió el revuelo a su alrededor. Una corriente de aire, pasos que se alejaban a todo correr con alguna que otra frase liberada al aire y después, de nuevo la calma. El mundo seguía girando a su alrededor, sin embargo. Su cuerpo deshidratado parecía tirar de ella hacia abajo, impidiendo que se moviera. Y en un momento en el que entreabrió ligeramente los ojos, pudo ver al chico de las rastas cerca de ella, quizás demasiado cerca, pero de tan mareada que se encontraba no hizo nada por evitarlo. Pasaron los minutos mientras su garganta seguía clamando por el tan ansiado agua, y entonces los pasos a todo correr volvieron.
—¡¡AGUAAAAAAAA!! —bramó la voz conocida que tan similar se le hacía a la de su querido Daruu.
Y entonces escuchó un estrépito. Algo cayendo con todo su peso al suelo. Y, de repente, varios puñetazos cayeron sobre ella, cortándole la respiración y aturdiéndola más si cabía. Con un gemido de dolor y sorpresa, Ayame se encogió sobre sí misma, cubriéndose la cabeza con ambas manos con temor de volver a ser golpeada pero sin fuerzas para moverse más allá.
«Ya está. Aquí es donde voy a morir.» Pensó, con lágrimas en los ojos.
¿Es que todo el mundo en aquella aldea la odiaba tanto como para querer acabar con su existencia?
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Con su aparatosa y ruidosa caída, el Inuzuka consiguió lo que no pretendía justa y precisamente; fastidiar aún mas a la pobre chica. Ésta no hizo mas que encogerse y cubrirse la cabeza, agazapándose casi en posición fetal. Hasta se podían ver las lágrimas casi escapando de sus ojos. Akane, que de igual manera fue golpeado por las botellas de agua, no dudó un solo segundo.
—¡¡Ababaur!! —bramó, seguido de un gruñido raspante.
No cabía duda, le echaba la bronca, a su manera. Etsu entrecruzó varias veces las manos, angustiado por el accidente y las consecuencias del mismo. No lo había hecho a propósito. Había puesto todo en ir y volver lo antes posible, solo eso.
—¡Oye, oye! ¡lo siento! ¡que ha sido sin querer, tío!
El Inuzuka tomó una de las botellas de agua, y se acercó un poco a la chica por el otro flanco. Sin mas, le ofreció la botella.
—Lo siento mucho... solo quería traerte agua lo antes posible, y... he tropezado... —aclaró a Ayame —aquí tienes agua...
Akane dejó caer un suspiro, incluso sin saber hablar el idioma de los humanos, era tan expresivo o mas que uno.
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—¡¡Ababaur!!
—¡Oye, oye! ¡lo siento! ¡que ha sido sin querer, tío!
Las voces se volvían cada vez más confusas a su alrededor, pero Ayame, con un pie entre el mundo de los conscientes y con el otro avanzando hacia el de los inconscientes, se aovilló aún más, intentando protegerse de un peligro desconocido para ella pero del que estaba convencida que caería sobre ella en cualquier momento. Una figura se cernió sobre ella, tapando la luz del sol, y fue entonces cuando supo que era su final...
—Lo siento mucho... solo quería traerte agua lo antes posible, y... he tropezado... —habló, y Ayame entreabrió los ojos con cierto esfuerzo. Entre luces y sombras pudo ver que, efectivamente, le estaba tendiendo una botella de agua—. Aquí tienes agua...
Y Ayame no pudo resistirlo por más tiempo. Se abalanzó sobre el chico, le arrebató la botella de las manos y como una bestia muerta de sed se la llevó a los labios y bebió a grandes tragos. Tal era su ansia que un hilillo de agua brotó de la comisura de su boca y resbaló hasta su barbilla hasta terminar por mojar su camiseta. Y al final pasó lo que tenía que pasar...
—¡COFF, COF, COF! —Ayame se vio obligada a detenerse con un violento acceso de tos, cuando el agua, en lugar de tomar la línea del esófago, decidió saltarse el semáforo de la epiglotis y precipitarse por su laringe—. Gr... COF, COFF... ¡Gra...cias...! ¡¡COFF!!
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La chica apenas se mantenía con los ojos abiertos. Se reincorporó un poco a lo que el chico le ofrecía el agua, y de pronto le volvieron las fuerzas de manera fugaz. Como poseída por mil demonios, la llamada Ayame le quitó de las manos a Etsu la botella y bebió como si no hubiese un mañana. Bebió hasta atragantar, bajo la atónita mirada del dúo Inuzuka. Tanto fue así, que casi se le muere —de nuevo— la chica.
«La madre que me trajo...»
Pero tampoco podía culparla, el calor que hacía era demencial. Si llevaba allí un buen rato, sin duda estaría al borde del golpe de calor. Pero ahora... se debatía entre la vida y la muerte por exceso de agua. Curioso.
Etsu antepuso la mano, preocupado —oye... ¿estás bien?
Pero la chica era incapaz de hablar siquiera bien, lo había intentado, pero apenas se le había entendido. Al parecer, le estaba agradeciendo que le hubiese traído el agua. No pudo evitar reír, la chica parecía tan impulsiva o mas que él, y por un momento pudo sentirse como Akane se sentía ante sus idioteces...
Paradojas de la vida.
—Jajajaja... tranquila, que el agua no está robada... jajaja...
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12/09/2018, 22:46
(Última modificación: 12/09/2018, 23:10 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
El agua refrescó su cuerpo y despejó su mente rápidamente. Durante un momento, Ayame sintió incluso deseos de echarse el agua que quedaba en la botella por encima, pero resistió la tentación y simplemente se mojó un poco la mano para pasársela por el cuello, la nuca y la frente.
—Ay... gracias... creía que me moría... —suspiró, aliviada.
Y ahora que se podía reincorporar y dirigirse a su interlocutor sin temor a un nuevo desvanecimiento se dio cuenta de un pequeño e insignificante detalle. Aquel chico, era, en realidad, dos. ¿Aún estaba sufriendo los estragos de la insolación que veía doble?
—Por cierto, no me he presentado, soy Aotsuki Ayame, de Amegakure —sonrió, algo tensa—. ¿Sois gemelos? Tú habías dicho que eras...
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14/09/2018, 00:56
(Última modificación: 14/09/2018, 00:57 por Inuzuka Etsu.)
La chica, para cuando consiguió respirar tranquila, agradeció al Inuzuka la ayuda. Al parecer no exageraba cuando fue corriendo a por el agua, la chica estaría al borde del colapso. Pero como dicen, bien está lo que bien acaba. Cualquier otra persona habría hecho lo mismo por él si la situación fuese al contrario, o al menos así le gustaba pensar a Etsu. Haz por el prójimo lo que te gustaría que hiciesen por ti. Es ley de vida.
—No hay de qué... jajaja —rió mientras se llevaba la mano tras nuca.
Ayame miró extrañada ahora a los chicos. Confusa.
Tras un instante, se presentó como Aotsuki Ayame, de Amegakure. Ni mas, ni menos. Tras una sonrisa algo tensa, no tuvo mas remedio que soltar la pregunta. Estaba intrigada por ello, y así lo hizo público preguntando si eran gemelos. Etsu miró a Akane, y éste lo miró a él. Sin mas, volvió a reír. Aunque ahora era su turno para presentarse, era lo correcto.
—No, no somos gemelos, ojalá fuese yo un huskie... —se atrevió a bromear, sacando la lengua a su hermano —soy Inuzuka Etsu, y él es Inuzuka Akane.
» Creo que ya es hora de volver a la normalidad, hermano.
Y sin mas, tras una leve cortina de humo, Akane retomó su habitual apariencia. Quizás la chica no había entendido la broma del huskie, pero ahora podría entreverla. Entre tanto, una cordial sonrisa, como siempre acostumbraba a hacer.
—Tiene que ser duro el cambio de climas, ¿no? tengo entendido que por el país de la tormenta nunca cesa la lluvia... imagino que en Amegakure será igual... el cambio es mucho mas drástico que para los de Kusagakure.
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Ante la pregunta de la inocente Ayame, los dos gemelos se miraron y, tras un par de segundos, el que le había hablado rompió a reír.
—No, no somos gemelos, ojalá fuese yo un huskie... —dijo, sacando la lengua a su supuesto hermano—. Soy Inuzuka Etsu, y él es Inuzuka Akane.
—¿Un... husky...? —repitió ella, completamente confundida. Y entonces reparó en algo.
«¡Ese apellido!»
—Creo que ya es hora de volver a la normalidad, hermano.
Ayame no pudo evitarlo, soltó una exclamación de sorpresa cuando el segundo chico se vio envuelto súbitamente en una cortina de humo. Y tras varios segundos de incertidumbre, sus sospechas se vieron confirmadas: detrás del humo se alzaba ahora un enorme perro husky de gesto increíblemente taciturno para tratarse de un perro y ojos celestes.
—C... ¿Có...? ¿Cómo...? —balbuceó Ayame, anonadada. Aunque enseguida sacudió la cabeza y se quedó muy quieta contemplando al majestuoso animal. En cualquier otro momento, bajo cualquier otra circunstancia, se habría abalanzado sobre su cuello para abrazarlo pero el encuentro con el otro Inuzuka era demasiado reciente. Aún tenía aquel apestoso olor pegado a la nariz. Y entonces no pudo evitar preguntarse si el perro de aquel Inuzuka también sería capaz de realizar una proeza así.
—Tiene que ser duro el cambio de climas, ¿no? —dijo Etsu—. Tengo entendido que por el país de la tormenta nunca cesa la lluvia... imagino que en Amegakure será igual... el cambio es mucho mas drástico que para los de Kusagakure.
Ayame sacudió la cabeza, volviendo a la realidad, y se volvió hacia el de Inuzuka. Pese a su recelo inicial, había algo en lo que esperaba no errar. De todas las personas que se había encontrado en Uzushiogakure hasta el momento (y quitando alguna excepción como Eri), Etsu había sido el más agradable con ella. Una sonrisa se dibujó en sus labios, la sonrisa más sincera que había esbozado hasta entonces.
—¡La verdad es que sí! Imagínate, para nosotros un día que no llueva es señal de mal augurio —le contó, entre risas—. La verdad es que comienzo a extrañarlo... En Kusagakure no hay la misma lluvia eterna, pero supongo que también echarás de menos estar rodeado de árboles.
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La chica evidentemente no entendió la broma de ser un huskie. Cabía de esperar, era lo más racional. Pero la sorpresa volvió a ser plasmada en el rostro de la joven para cuando Akane retomó su verdadera apariencia. Al parecer la chica no lo vio antes de transformarse en una copia asalvajada de Etsu, o simplemente no lo enlazó. Fuese como fuese, la chica no atinó ni a soltar una palabra. Balbuceó sin saber muy bien qué decir, sin entender muy bien el porqué de esa transformación quizás.
—Tranquila, no muerde —se atrevió a asegurar con una sonrisa, aunque bien sabía él que en realidad sí que mordía.
La chica sacudió la cabeza, volviendo del shock. Al fin, quizás mas relajada, retomó su capacidad de habla. Ayame contestó que realmente se había acercado al suponer lo de la lluvia, de hecho según la chica cuando no llovía era un mal augurio, una mala señal. Etsu no pudo ocultar la sorpresa ante esa afirmación, eso si que era raro...
La kunoichi no tardó en devolver la pregunta sobre el cambio de paisajes. Como poco conocedora de las tierras que rodeaban a Kusagakure, lo primero que se le vino a la cabeza fue el tema de la naturaleza. Perdida del todo no estaba, pero tampoco es que viviesen en los mismos árboles.
—Bueno, lo que mas raro se me hace es ver éstos edificios tan raros... en Kusagakure la arquitectura es mucho mas clásica. Abundan los dojos tradicionales, como el de mi abuelo; casas de madera con puertas de papel de arroz, y sobre todo parques con colores mas verdes... aquí hay demasiados cerezos para mi gusto, la verdad... jajaja.
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