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20/09/2018, 12:25
(Última modificación: 20/09/2018, 12:26 por Aotsuki Ayame.)
—Bueno, lo que mas raro se me hace es ver éstos edificios tan raros... en Kusagakure la arquitectura es mucho mas clásica —explicó Etsu, y Ayame le escuchó con suma atención—: Abundan los dojos tradicionales, como el de mi abuelo; casas de madera con puertas de papel de arroz, y sobre todo parques con colores mas verdes... aquí hay demasiados cerezos para mi gusto, la verdad... —se rio.
—Ah, sí —suspiró Ayame, rememorando con cierta añoranza aquel fugaz día un año atrás, cuando había podido ver aquella lejana aldea del País de los Bosques con sus propios ojos—. Aunque no es que te puedas quejar de verde, parece que hemos llegado tarde para verlos en flor —sonrió, aunque de verdad le habría encantado ver un espectáculo así—. En Amegakure no hay demasiada vegetación. Son todo edificios de metal, altos como nunca antes habrás visto. Altos como montañas. Y luces de neón por todas partes. Y, por supuesto, agua. Agua por todas partes —le confesó, con una risilla.
Entonces se volvió hacia Etsu y hacia su perro con cierta cautela. Él mismo le había dicho que no mordía; pero, curiosamente, que mordiera era una de las cosas que menos le preocupaba. Aquel chico parecía muy diferente a Nabi, sin embargo. Parecía mucho más cordial; y, desde luego, parecía tener la cabeza en su sitio. ¿Pero hasta qué punto podía fiarse?
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22/09/2018, 21:19
(Última modificación: 22/09/2018, 21:19 por Inuzuka Etsu.)
Etsu explicó a su manera el cómo era Kusaakure levemente, mas que nada un poco de arquitectura. Para cuando éste lo mencionó, Ayame asintió —como si bien lo conociese— y terminó suspirando. Era un tanto raro, pues una kunoichi de Amegakure raramente habría podido visitar Kusagakure. Al menos eso pensaba, pero... en realidad, ahora mismo él estaba en Uzu.
«¿Será posible...?»
Pero bueno, no era algo que pudiese parecer del todo peligroso, no al menos por el momento. Las relaciones entre villas parecía estar progresando en un camino directo hacia la total confianza. No había modo de que ese pequeño detalle fuese nefasto.
Fue entonces que la chica argumentó que siendo verano, no habían podido ver los cerezos florecer. No estaban en época, y por ello quedaban los árboles puramente verdes. No podía quejarse el Kusajin de ausencia de su color predilecto. Al menos así lo veía la chica. Etsu no pudo evitar llevarse a la nuca ambos brazos, algo avergonzado... —bueno, sí... por falta de verde no me puedo quejar del todo... jajajaja.
Tras la breve explicación de Etsu sobre cómo eran las casas y calles de Kusa, llegó el turno de Ayame. No es que Etsu lo hubiese inquirido, pero ella lo hizo de buena gana. Según sus palabras, las casas allí eran de metal. METAL. Etsu quedó impactado, pero no tanto como cuando dijo que las casas eran tan altas como montañas. Casas tan grandes como montañas... esa villa había de ser entonces la mas grande del mundo. ¿Cómo era posible que se tratase de una villa oculta con ese tamaño? Pero eso no era todo, al parecer no había vegetación alguna, y todo estaba decorado con luces. Era obvio que el agua era gran parte de la villa, pero... ¿cómo disimular todo lo otro?
La cara de Etsu era un poema, no sabía ni por dónde empezar...
—P-pero... ¿cómo? —preguntó sin preguntar nada en realidad, alzó los hombros e impuso una mueca de incomprensión —¿cómo es posible eso? ¿casas gigantes iluminadas mas grandes que las montañas? es... es... —chasqueó la lengua, sin saber muy bien cómo preguntarlo —se supone que es una villa oculta... ¿no? ¿de verdad pueden esconder algo así...?
Si, si había algo característico en él, era su curiosidad. No pudo aguantar el preguntar por ello, pues si se quedaba con la duda, explotaría.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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23/09/2018, 21:14
(Última modificación: 23/09/2018, 21:16 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ayame sintió una cierta diversión al ver la estupefacción dibujarse en los rasgos de Etsu. La verdad es que se lo esperaba, por lo que había podido comprobar con sus propios ojos, en cuanto a arquitectura Amegakure era muy diferente de las otras dos aldeas. Edificios altísimos construidos con metal, luces de neón brillando por todas partes, canales por caminos, barcas como medio de transporte, energía generada a partir de la lluvia... Casi parecía un mundo aparte.
Y Ayame, muchas veces, se sentía que no era parte de ese mundo.
Había agua, sí... Pero también era una ciudad demasiado artificial.
—P-pero... ¿cómo? —preguntó Etsu, incapaz de contener por más tiempo la correa de la curiosidad—. ¿Cómo es posible eso? ¿Casas gigantes iluminadas mas grandes que las montañas? Es... Es... —El muchacho chasqueó la lengua, como si no supiera cómo formular lo que estaba deseando saber—. Se supone que es una villa oculta... ¿No? ¿De verdad pueden esconder algo así...?
Ayame se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa. Se levantó, con cuidado para no volverse a marear, y después estiró las piernas y los brazos. Se había quedado entumecida.
—Bueno... Hasta el momento parece que funciona. Y esperemos que siga así —respondió, simple y llanamente.
La verdad es que Amegakure se encontraba en una posición de lo más privilegiada, geográficamente hablando: Protegida al este por las altas cordilleras del País de la Tierra, al oeste por el océano y al sur por una tempestad sólo franqueable por un túnel de acceso limitado a shinobi cualificados o el abrasador calor del desierto del País del Viento. Sí, aunque pareciera al contrario, estaban muy bien escondidos.
—Por cierto, no recuerdo haberte visto en las primeras pruebas del examen de chunin. ¿No estás participando en él?
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