Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— Bueno, supongo que fue todo un alivio que no tuvieras que lamentar su muerte
Todo estaba yendo a pedir de boca. Estaba logrando esquivar cualquier tipo de aproximación al tema estrella del día. Demasiado bien, diría yo, pero claro, Akame tuvo que meter su narizota una vez más.
«Maldito Uchiha del demonio...»
Hubo un nuevo intento por parte de Akame para que explicase mi historia en relación a Kumopansa, a cómo nos conocimos, seguían queriendo saber de mi historia. Algo a lo que Chokichi no puso ningún pero, sino todo lo contrario, él también ardía en deseos de escucharlo.
— Quieres más, ¿eh? Está bien, está bien —me refería al arácnido que se situaba encima de mi cabeza que ya hacía un rato que no comía dangos.
Así pues, sustraje un nuevo trio de dangos y lo acerque hasta Kumopansa, quién no dudo en tomar todo el palito e ir comiendo, poco a poco.
— En serio, muchachos, mi historia no es interesante. Solo somos un ninja y una araña. La verdad es que se me antoja mucho más interesante lo de la misión de infiltración. ¡Aquello si que debieron ser aventuras de verdad!
12/09/2018, 19:20 (Última modificación: 12/09/2018, 19:20 por Uchiha Akame.)
A cada minuto que pasaba, Akame tenía más claro que aquel kusajin no iba a revelarles nada de su pasado y su Pacto Animal ni por casualidad. Como aliciente, la presencia de Chokichi —al que no le había dado una tunda por una mera cuestión profesional, pero que seguía teniéndole ganas— estaba empezando a irritarle. Algo en la forma de hablar del Hōzuki, en su expresión, en su lenguaje corporal le decía que estaba ocultando sus verdaderas intenciones.
«Malnacido... ¿Algún día dejarás de malmeter y te centrarás en ser un maldito ninja de utilidad para tu Villa?»
Con el misterio de aquella supuesta misión de infiltración —Akame no terminaba de creérselo— y la actitud cerrada de Yota, El Profesional se limitó a terminar su comida y bebida. Luego tiró el cartón de los dangos en una papelera y se prendió otro cigarrillo.
—Bueno, hábiles y nobles ninjas, me temo que el deber me reclama. No tengo duda de que aquí Chokichi-san, el Maestro de Espías, podrá entretenerte de sobra con su regia presencia —dijo el Uchiha a Yota, con evidente sorna y soltando una risotada después.
Dicho lo cual, Akame se dio media vuelta y echó a andar por la calzada, fumando de su cigarro a pitadas intermitentes hasta doblar la esquina más próxima y perderse de la vista de ambos shinobi.
Chokichi se contuvo de suspirar —pese a que su cuerpo se lo pedía a gritos— cuando Yota aseguró por enésima vez que su historia no era interesante. Empezaba a pensar que, más que un chico modesto, lo que era es alguien con muchos secretos que esconder.
Por suerte, Akame decidió poner fin a aquella amable charla en cuanto se acabó los dangos —a Chokichi aún le quedaban unos cuantos por comer—.
—Hasta luego, Akame-dono —se obligó a decir, realizando una breve reverencia, pese a la sorna y burla con la que hablaba de él. Hasta había esbozado una sonrisa incómoda para salir del apuro. ¿Cómo se atrevía? ¿A él, el verdadero Héroe de Uzu? ¿Al que había destapado a Zoku? ¿Así se lo pagaba?
Era inadmisible. «Pero un día las pagarás todas juntos, hijo de puta. Y ese día llegará antes de lo que te esperas».
—Un buen ninja, Akame —comentó a Yota tras llevarse a la boca otro dango—. Y… dime, ¿volviste a ver a Furukawa Eri tras el torneo? —Centró su mirada en la comida, pretendiendo hacer como si aquella fuese una pregunta de lo más casual.
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Como si de repente hubiese recordado algo de mayor importancia, Uchiha Akame tuvo la necesidad de despedirse y largarse para atender el deber que mencionó. Fue todo demasiado súbito, así que simplemente me encogí de hombros.
— Bueno, que vaya bien. Ya nos veremos
Con su marcha, me quedaba solo con aquel chunnin, el tal Chokichi que seguía comiendo dangos como si no hubiera un mañana. Yo por parte, tomé el último de mi bolso y lo degusté, tomando el refresco con la diestra y depositando el cartón en la misma papelera en la que Akame hizo la propio con el suyo.
Me dispuse a dar un trago y entonces...
. Y… dime, ¿volviste a ver a Furukawa Eri tras el torneo?
Me vi en la obligación de expulsar el líquido que aún no había tragado antes de ahogarme ante tan inesperada pregunta. Joder, ya me había olvidado de ella, pero aquel maldito me hizo recordar aquello. Me hizo recordar aquel error. Aquel beso.
«Puta revistucha de mierda»
— ¿Furukawa Eri, dices? Ya me había olvidado de ella... —dije, quitandole importancia— ¿Es amiga tuya?
«¿Olvidado de ella? ¿¡Cómo osa!? Pero, ¡¿CÓMO OSAS?!» Por primera vez en mucho tiempo, le costó mantener su verdadera personalidad a raya. Pero no pudo evitar apretar el puño que sujetaba el palillo del dango, hasta que los nudillos se le pusieron blancos. «Ojalá te mueras hijo de puta, cerdo, ¡cabrón!»
—Era una gran amiga, sí… —Lo cierto era que no se había atrevido a cruzar más de dos palabras con ella en su vida. Era demasiado perfecta. Demasiado bella. Demasiado pura. «Hasta que este cerdo hijo de puta la mancilló». Pero, aun así, sentía como si la conociese de toda la vida. Y, en parte, así era. Había descubierto todos sus hábitos. Sus manías. Sus costumbres. Todo…—. Falleció nueve meses atrás.
Y su mirada bajó al suelo. Se le habían quitado las ganas de seguir comiendo.
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No sé, debí decir algo mal como para que se lo tomase de aquella manera o algo extraño estaba pasando. De pronto, el chunnin del Remolino apretó el puño con el que sostenía aquel palito de dangos hasta el punto de que los nudillos se tiñeron de un blanco como el de la nieve. Pude ver rabia en ese gesto, pero yo seguía sin entender...
—Era una gran amiga, sí…
— Oye, Chokichi, tío, ¿estás bien?
— Sí, tío, ¿Va todo bien?
. Falleció nueve meses atrás.
Definitivamente, nada iba bien. Ahora entendía todo. Joder, por todos los dioses. Incluso a mí que solo la vi ese día se me había congelado el corazón. Pero, si lo pensabas en frío, ese era el destino con el que los ninjas, los samúrais.. en fin, los combatientes de Oonindo jugaban cada día. cualquiera de nosotros. Yo, Chokichi, Akame... Cualquiera podría visitar los aposentos del Yomi cualquier día, incluso en el momento menos pensado, nunca sabes cuando te van a clavar un kunai por la retaguardia.
— Hostias, no sabía nada, Lo siento mucho, Chokichi-san. Debe ser duro si estábais tan unidos...
Su mirada también se congeló, miraba fijamente — bueno, por decir algo — al suelo de la calle e incluso dejó de comer, algo que no había sucedido desde que abandonamos el antro de Anko-san.
— Vamos, vamos, cómete unos dangos más para pasar las penas, chico
En efecto, Kumopansa volvía a ser la de siempre, inoportuna como ella sola.
¿Qué lo sentía? ¿¡Qué lo sentía!? ¿Después de lo que le había hecho? Pero, ¡cómo tenía tanta cara dura!
—No… Ya se me quitó el hambre —murmuró con un hilo de voz a la araña. Arrastró los pies hasta la papelera y tiró el cartoncillo con los dangos sobrantes y el vaso de té.
La había querido tanto… La había amado tanto... Y, de pronto, de golpe y porrazo, la perdía. La perdía del mismo modo en que había perdido a Koko. Y a Noemi. Ahora solo quedaban sus fotos. Retratos que no harían justicia a las mujeres en las que se hubiesen convertido ahora. Era injusto. Era demasiado cruel.
Sus hombros empezaron a temblar. Su rostro se tiñó de tristeza. Cerró los párpados con fuerza y trató de reprimir las lágrimas. Pero no podía… No podía dejarlo pasar. No aquella vez.
—La mancillaste, Yota… —hablaba de espaldas a él, con los puños cerrados y la cabeza gacha—. La besaste a traición. Le robaste su primer beso. Ella… Ella no quería. ¡Yo sé que no quería! —estalló, dándose la vuelta y acusándole—. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo osaste?
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Chokichi parecía un torbellino de esos que estaba por perder el control en cualquier momento y, para ser honesto, no sabía que tenía que hacer o decir. No se me daban bien esas cosas y además no le conocía de nada. El tipo empezó a temblar e incluso cerró los ojos como si estuviese a punto de cometer una temeridad. A punto de hacer lo que su corazón le suplicaba.
—La mancillaste, Yota… —dijo el tipo dándome la espalda—. La besaste a traición. Le robaste su primer beso. Ella… Ella no quería. ¡Yo sé que no quería! —estalló, dándose la vuelta y acusándole—. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo osaste?
Arquee una ceja y le miré con el desprecio de la ignorancia. Mira, era cierto, lo sentía por él y lo sentía todavía más por la propia kunoichi que había perdido la vida, no eran noticias agradables. Pero lo que no estaba en disposición de aguantar era que me voceará y me recriminase su mierda.
— ¿Y cómo iba a saber yo que era una santita y que aquel fue su primer beso? Igual tendrías que recriminarselo a ella que hizo una apuesta y la perdió. Fue solo un puto beso y, la verdad, ¿cómo pretendes que rechazase un beso de una muchacha tan guapa?
«Aunque.. espera un momento»
Claro, ahora empezaba a ver a través de las cosas. Ahora entendía como podía estar tan al corriente de la situación, de saber lo qué pasó aquella noche.
— Fuiste tú, Chokichi. Tu hiciste esa maldita foto que la cabreó tanto
A cada palabra que Yota iba soltando, Chokichi se iba poniendo más y más rojo. El menosprecio con el que hablaba de Eri, de su Eri, era inaceptable. ¿Santita? ¿Rechazar un beso? Pero, ¿cómo podía tener tanta cara dura?
—Claro que no fui yo —le rebatió, indignado—. ¡Yo jamás haría algo que molestase a Eri-chan! —le chilló a la cara—. Ella… Ella siempre pensó que se trataba de Datsue —dejó caer la semilla del odio y el rencor. Quizá florecería algún día, quizá no. Lo que tenía claro es que no se podía cosechar sin sembrar.
»Pero, tú… Tú fuiste un cerdo cabrón —masculló—. ¡Un maldito acosador, eso es lo que eres! Sin remordimientos ni pesar. ¡Debería denunciarte!
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«¿Qué coño pasa en esta maldita aldea que solo hago que cruzarme con los gilipollas de Amegakure y Uzushiogakure?»
Aquello fue lo que me dije a mi mismo mientras el tipo seguía recriminándome que era una especie de degenerado y un acosador de kunoichis. Estaba empezando a perder los estribos. Aquel gordinflon se la estaba jugando y si continuaba iba a recibir su merecido, pero antes...
— ¿Denunciarme? — pregunté mientras, literalmente me destornillaba de la risa en su cara.
— Esa ha sido buena, tengo que reconocerlo. Pero, dime, ¿a quién se supone que vas a denunciarme? ¿a la agencia de solterones sin huevos de Uzushiogakure? Adelante, denunciame, estoy deseando ver qué me hacen
Por dios, aquel tipo ya no sabía ni con qué atacarme ya. Podía imaginarme la cara del agente de policía al escuchar a Chokichi. Sin lugar a dudas que sería todo un poema.
— Ah, por cierto, deja de mentir, si sabes que aquel fue un beso robado es que fuiste tu el que hizo la foto. En la revista hablaba de un romance entre Eri y yo, osea, de una mentira. Y al parecer tu sabes la verdad. Ni siquiera tu amigo Datsue la sabía, con el cual hablé porque sabía que era él quién llevaba la revistucha aquella de mierda
Chokichi era una olla a presión poniéndose más y más rojo. ¿A la agencia de solterones sin huevos de Uzu, decía? ¿Y dónde estaban esos Uchiha cuando se les necesitaba? ¿Dónde estaba Akame para poner a aquel sucio kusajin dónde se merecía? Desaparecido en combate, como siempre.
—Yo… no… saqué… ninguna… ¡foto! —repitió lentamente, furioso—. ¡Si lo sé es porque ella misma me lo dejó caer! Y sobre esa revista de tu romance con Eri, ¡nunca la llegué a leer! —Aquella era la primera verdad que soltaba en un buen rato.
»Tienes suerte, Yota. S-suerte de que seas un invitado en nuestra Villa y deba guardar la compostura. Nos llegamos a encontrar fuera del país, ¡y tú y yo hubiésemos tenido más que palabras!
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—Yo… no… saqué… ninguna… ¡foto! —repitió lentamente, furioso—. ¡Si lo sé es porque ella misma me lo dejó caer! Y sobre esa revista de tu romance con Eri, ¡nunca la llegué a leer!
— Mientes más que hablas
Por supuesto que aquel imbécil fue el desgraciado que hizo aquella foto. Se había delatado con su ira patética y por mucho que el tipo dijese, sería en vano.
»Tienes suerte, Yota. S-suerte de que seas un invitado en nuestra Villa y deba guardar la compostura. Nos llegamos a encontrar fuera del país, ¡y tú y yo hubiésemos tenido más que palabras!
— ¡Uh, vaya! Debe ser mi día de suerte
Me estaba riendo de él en su puta cara, con mis palabras y en el sentido más literal de la palabra. No sé quién diantres se había creído que era aquel tipo, pero su rango de chunnin no iba a amilanarme. Apreté el puño, furioso.
— No te reprimas, machote. Cumple con tu deber como macho alfa y defiende el honor de tu amada
¿Sería aquello el preámbulo de una ridícula pelea en mitad de las calles de Uzushiogakure?
17/09/2018, 21:40 (Última modificación: 17/09/2018, 21:41 por Uchiha Datsue.)
Reculó. Si dejaba que sus emociones le controlasen, podría acabar mal, muy mal. Un Chūnin pegándose con un invitado kusajin, ¿qué pensaría Hanabi de él? Se había ganado su rango a pulso, no pensaba echarlo a perder como aquel estúpido de Datsue.
—Hoy has tenido suerte… T-tengo asuntos que atender —retrocedió. No podía dejarse llevar… No podía—. Pero a cada cerdo le llega su día. Recuerda mis palabras, Yota de Kusagakure —dijo, tratando de imprimir un tono amenazador en su voz. Cabe decir que no lo consiguió demasiado.
Frustrado e impotente, pero convencido de que era lo que debía hacer, dio media vuelta para irse, torciendo a la derecha tal y como Uchiha Akame había hecho. Convencido, más que nunca, de que Yota debía añadirse a la lista de la gente que debía pagar. Todavía no sabía cómo hacerlo, ni cuando le haría pagar dicha deuda, pero los Dioses, como buenos testigos que eran de sus hazañas, sabían que ese día llegaría tarde o temprano.
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Pero el tipo reculó como cuando el depredador se convierte en la presa. Debió darse cuenta de que poco podía hacer y que tenías más a perder que a ganar.
—Hoy has tenido suerte… T-tengo asuntos que atender —retrocedió. No podía dejarse llevar… No podía—. Pero a cada cerdo le llega su día. Recuerda mis palabras, Yota de Kusagakure
— ¡Eso eeeees!
Sonreí ante sus amenazas vacías. ¿Qué iba a hacer? ¿una publicación estúpida con la que tener entretenidas a las adolescentes? Poco me importaba ya, entre él y Datsue ya me habían cobvertido en un personaje de esos en Uzushiogakure. De todas formas, me sentí algo aliviado de que el tipo no tuviera narices de lanzarse a por mí. Allí en mitad de Uzushiogakure tendría problemas si me tenía que pelear con él. El alboroto acabaría alertando a la policía y, en ese caso, ¿a quién iban a creer? ¿a un uzujin o a un kusajin? La respuesta es demasiado obvia.
— Algún día te llegará la hora, Chokichi de Uzushiogakure
El tipo se dio media vuelta y yo hice lo mismo y con cada paso cada vez estábamos más alejados el uno del otro. Por fin se había acabado aquel puto calvario. Suspiré algo cansado.
— Yota, tío, ¿qué cojones pasa en esta maldita aldea que están todos locos?
— ¿Y a mi qué me cuentas? Espero que se terminé pronto el maldito examen y podamos volver a casa
Ah, pero, ¿ahí acababa todo? Sasagani Yota ya se había marchado, bufando improperios junto a su peculiar mascota, camino a quién sabe dónde. Y sin embargo, ¿sucedería lo mismo con Hōzuki Chokichi? Bien sabían los dioses que no.
Cuando el regordete y pelirrojo chuunin dobló la esquina y enfiló la calle, no pudo advertir la sombra que acababa de desplazarse a su espalda. Porque Akame, haciendo uso de sus técnicas de ocultación ninja —un jutsu también conocido como Meisaigakure, que le permitía fundirse con el propio ambiente para ser indistinguible salvo por los ojos más expertos—, se había mantenido a la escucha durante el rifirrafe de su compatriota con Yota. Y ahora tenía algo muy interesante que investigar.
«Esa afición tuya por las cámaras de fotos... Te va a traer problemas de salud, Chokichi-san.»
Así, cuando el lozano Hōzuki se alejase lo suficiente, Akame procedería a seguirle con cautela y mucho disimulo.