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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
El llanto desconsolado y agónico de Kurosaki Nue llenaba la sala. Hablaba con la voz rota mientras de debajo de sus ropas un leve pero incesante goteo de sangre empezaba a escurrirse hasta el suelo. Plic, plic. Akame observaba la estampa con ojos duros como la piedra, sus manos agarrando con fuerza la barra de hierro hasta que los nudillos se le pusieran blancos.

Ya había previsto que el joven mecernario dijera algo así; y probablemente fuese verdad. Sin embargo, Akame estaba convencido de que podía sacarle algo. Mientras siguiera rompiendo al muchacho y no le dejara recomponerse, sólo sería cuestión de hacer las preguntas correctas. Alzó una vez más su fiel barra de hierro —a la que no había tardado en coger cierto cariño amargo— y se dispuso a ablandar al muchacho un poco más, sólo por si acaso, cuando...

Akame-san...

Akame deseó que Ralexion no hubiera dicho eso. Su voz fue como un altavoz para la de su propia consciencia, que le decía —ahora de forma imposible de ignorar— que estaba torturando a un civil, de forma no oficial y para perseguir sus propios propósitos. No había dejado lugar para Uzushio en aquel mugriento almacén; simplemente no lo había.

Maldita sea —masculló entre dientes el Uchiha.

Pese a su juventud y el dolor que atenazaba su cuerpo, Nue se dio cuenta de aquella fisura en la fachada de su torturador. Cesó su llanto y, escupiendo a un lado, trató de hablar.

C... Compañero... No tienes que hacer esto... No tienes que... Yo... Yo no sé nada, te lo juro. No sabía nada, sólo me dijeron que fuese a un sitio y me quedase allí plantado. Sin hacer nada. ¡Y eso hice! —su tono iba ganando confianza conforme hablaba—. No tienes que hacer esto... Por favor... Yo solo... Yo solo intento ganarme la vida.

BAM.

De todos los palazos que Akame le había propinado a aquel joven, ese último fue el más brutal. No hubo profesionalidad ni mesura en él, ni precisión, sino pura rabia contenida. El rostro del Uchiha reflejaba esa misma ira.

¡Ni se te ocurra pensar que te vas a librar de esta, perro! —bramó Akame—. ¡Quiero toda la información!

El Uchiha soltó la barra y se colocó frente a Nue, propinándole un genuino puntapié en el rostro. El mercenario tosió un esputo sanguioliento y luego intentó decir algo, pero Akame no le dejó. Se inclinó frente a él, agarrándole del pelo mientras con la otra mano le apretaba los mofletes.

¿Quién te contrató? ¿Dónde están los demás ahora? —Nue gimió de dolor—. Quiero saberlo todo. ¡Todo!
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#32
Ralexion tragó con tanta fuerza que si la estancia hubiese estado sumida en silencio, los demás habrían podido oírlo. A pesar de que había logrado apaciguar los envites del otro Uchiha durante unos instantes que se le hicieron de oro, las palabras de Nue engendraron nuevas acometidas, estas todavía más salvajes que las anteriores. Resultaba obvio, por su actitud y gritos, que Akame estaba perdiéndose en el inconfundible laberinto de la ira. Aquello no era un buen presagio para el mercenario.

El kusajin se decidió a tomar acción. Eliminó la distancia que lo separaba de los otros dos a buen ritmo. Posó con cierta firmeza su diestra sobre el hombro de su compañero, el cual estaba ahora agachado —por lo que él necesitó acuclillarse un poco también—.

Akame-san —sonó mucho más convencido que en su intento anterior—. ¿Déjame a mí un rato, vale?
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#33
Si Akame hubiera podido fulminar con la mirada a su congénere, lo habría hecho en ese mismo instante sin dudarlo. Ya era la segunda vez que Ralexion se entrometía en su "operación", destruyendo la armadura de calma y serenidad que tanto tiempo le había costado conseguir. Por si fuera poco, su primer interrogatorio no estaba yendo precisamente como Akame había esperado; no era fácil ni sencillo herir de esa manera a una víctima indefensa y, en el fondo, no demasiado culpable. Él lo sabía.

A regañadientes el de Uzu se levantó.

Como quieras, Ralexion-san —replicó mientras caminaba hacia la silla que su compañero había dejado vacía tan sólo unos momentos antes.

El Uchiha tomó asiento, respirando hondo y tratando de calmarse. Era consciente de que había perdido los papeles, y que así no era demasiado probable que consiguiera lo que quería. Pero es que había estado cerca, tan cerca de averiguar qué era Uróboros. Qué se escondía tras el símbolo de la serpiente devorándose a sí misma. Quiénes lo buscaban...

Comp... Compañero... Bájame, ¿sí? —logró articular el joven mercenario.
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#34
La mirada de Akame le llevó a esperar un ataque por parte del referido, pero finalmente la situación se desarmó sin explotar. El de la nariz torcida le permitió la tribuna sin mayor queja y se retiró al estrado que Ralexion ocupaba minutos antes. El kusajin dejó escapar un suspiro de alivio tras ladear varias veces el rostro con su visión fija en el infinito.

Ignoró los ruegos de Nue. A pesar de lo precario de su posición y lo mucho que le pesaba al Uchiha, no estaba dispuesto a dejarlo marchar sin más; por no mencionar el puro —o algo peor— que le caería encima por parte de Akame. No, era el momento de echar mano del plan B, de comprobar si "sus aptitudes únicas", como el uzujin las había designado, le servirían de algo ahora.

Ojalá sí, por el bien de todos, el buscavidas incluído. Si la tortura de Akame se alargaba estaba claro que el "mercenario más malote de Tane-Shigai" no caminaría de nuevo. Ralexion no quería cargar con algo así en su conciencia. Era demasiado joven y demasiado bueno.

«Vamos allá...», se dijo. Tomó aire de una forma casi imperceptible.

Escucha, mi buen amigo Kurosaki... —llegó el momento de comprobar si la pluma era, efectivamente, más fuerte que la espada— Imagino que te estarás muriendo del dolor, pero necesito que pongas toda nuestra concentración en esta conversación, o me temo que me será imposible que te mueras del dolor de verdad...

Así pues, tanteó el terreno. Se agachó frente al mozo, su rodilla izquierda tocando el frío suelo de madera, y le dio un par de palmaditas en la mejilla derecha.

»Supongo que ya te has dado cuenta, pero estás en una situación bastante jodida, amigo. Ya te advertí sobre mi compañero antes, ¿vas siendo consciente de que no mentía? No va a parar hasta saber lo que quiere saber, lo cual puede terminar muy mal para ti, colega. Estoy seguro de que eso es algo que ni tú ni yo queremos.

Entonces se levantó, deshaciéndose de su capa en el proceso, que besó el suelo. Con la siniestra estiró su camiseta lo suficiente como para que el amasijo de vendas que se escondía bajo la susodicha fuese plenamente visible. Acto seguido retornó a su posición anterior, de manera que Nue podría observarlas incluso boca abajo.

¿Ves esto? Esto me lo hiciste tú el otro día —afirmó con pasividad.

Quizás era cierto, quizás era falso. Al muchacho no le importaba. En caso positivo quizás hiciese sentir mal a su interlocutor. En caso negativo quizás le llevase, al querer defenderse verbalmente, a revelar algún tipo de información útil gracias a un posible arrebato. Soltó la prenda.

Continuó segundos después, impidiéndole responder por el momento.

»No te lo enseño para ver quién tiene las heridas más grandes, estoy casi seguro de que en este caso me ganas. No obstante, ¿no crees que ya han habido suficientes heridos por cosa de una gema estúpida? A mí me encantaría bajarte de ahí y llevarte hasta el hospital para que te apañen esos golpes antes de que ocurra una desgracia, pero si no nos dices algo que nos sea útil, eso va a resultarme imposible. Ya ves, amigo, sabemos que no eres el cabecilla detrás de todo esto y nos hacemos una buena idea de cómo funcionan estos trabajos, pero seguro que recuerdas algo. ¿Cómo te comunicabas con tus jefes? ¿En qué lugar os reunistéis? ¿Recuerdas escucharle algo interesante al tipo de las cicatrices? Detalles, Kurosaki-san, cualquier cosa con la que podamos tirar de la manta, y tú sales de aquí, unos pocos días de hospital y luego a olvidar este horrible asunto, ¿te hace?

El Uchiha pausó, concediéndole una pausa al cautivo con la que sopesar la oferta.

Vamos, ¿qué me dices?
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#35
Más relajado, Akame se acomodó como pudo en su asiento —la silla, aparte de vieja y sucia, era bastante incómoda— y observó el proceder de su pariente. Quizás otro ninja habría rehusado a replantearse sus tácticas, pero si algo caracterizaba a Uchiha Akame era su adaptabilidad. Si no conseguía llegar a su objetivo tomando un camino, no tenía reparos en cambiar el rumbo. Incluso aunque eso significara hacer algo que cruzase varias líneas morales. A él le importaban tres pimientos esas cosas.

Ralexion dio su discurso en paz y sin interrupciones, con la mirada aterrada del joven mercenario fija en sus ojos. Nue se agitó un par de veces durante el discurso y murmuró una débil súplica en otra ocasión, pero no fue hasta cierto momento que alzó la voz.

¿Ves esto? Esto me lo hiciste tú el otro día.

Yo... Yo no sé... No sé disparar con ballesta —admitió, con un tono de voz que revelaba confusión y vergüenza a partes iguales. No parecía estar mintiendo.

«Oh, por todos los dioses...» Akame sólo esperaba que aquella revelación no fuese tomada en serio por su compañero o, en el peor de los casos, que dejase aquel detalle para un momento menos acuciante.

Yo... Yo... Ugh —vomitó un esputo de sangre. Desde tan cerca, Ralexion pudo apreciar que la patada que Akame le había dado en el rostro le había roto varios dientes al muchacho—. Está bien... Voy... Voy a hablar.

»Pero... Por favor... Bájame de aquí... Por favor...
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#36
Nue le reveló que Akame le había mentido respecto al disparo de la ballesta, o en todo caso, que se equivocaba. Ralexion ya lo tenía muy asumido y ni siquiera se inmutó, su discurso continuó discurriendo como si Fukurokuju hubiese bendecido su lengua.

Finalmente pareció que sus dotes de habla lograron persuadir al mercenario, que comenzó a mostrar una actitud más colaborativa. Su única petición era poder cambiar de posición, algo que no le extrañó en absoluto a Ralexion. Le asintió al aterrorizado rapaz, a lo que giró el cuerpo y el rostro lo suficiente como para dirigir la mirada a Akame y que el susodicho fuese capaz de observar sus facciones, aparentemente neutrales.

¿Qué dices, lo bajamos? Está dispuesto a hablar —consultó con su compañero de crímenes.
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#37
Recostado en la silla y con los brazos cruzados, Akame se limitó a arquear una ceja bajo las sombras que proyectaban en su rostro las lámparas del techo. En efecto, parecía que la labia de Ralexion había conseguido aflojarle la lengua al mercenario más que sus brutales barrazos de hierro. Tal vez simplemente era eso, el orgullo interponiéndose en sus pensamientos, pero bajar al buscavidas le parecía una idea horrible. «No estoy pensando con claridad, no debo dejar que mi frustración nuble mi juicio», se dijo Akame. Si bien era cierto que por unos momentos había empezado a desesperarse —toda su búsqueda de Uróboros se había ido al traste con la emboscada que les habían tendido unos días atrás—, tal vez dar un paso atrás y dejarle a su compañero de Kusa hacer lo que sabía hacer fuese la mejor opción.

Akame resopló.

Está bien —dijo, poniéndose en pie y agarrando la silla—. Y tú, como se te ocurra intentar algo, juro por Susano'o que te romperé todos los dientes.

El Uchiha arrastró la silla que hasta ese momento le había servido de asiento y la dejó junto al muchacho colgante. Luego tomó su kunai y cortó el hilo. Nue cayó pesadamente sobre el suelo, golpeándose en varias partes y bufando de dolor. Akame le tomaría luego de un brazo —todavía estaba atado de brazos y piernas— y le incorporaría con ayuda de Ralexion para terminar sentándole en la silla.

¿Y bien? —preguntó, una vez cumplida la petición del muchacho.

Yo... Arg —Nue carraspeó y luego escupió hacia un lado un gargajo de sangre oscura—. Acepté el trabajo porque la paga era buena. Sin preguntas. No nos dijeron a dónde íbamos... —volvió a toser—. Se suponía que iba a ser fácil. Ir, recoger un paquete y marcharnos...

El muchacho quiso soltar una carcajada amarga, pero la risa se le atragantó y al final acabó escupiendo más sangre.

Ya estábais allí cuando llegamos. Sólo tuvimos que esperar a que... Arg... A que saliérais.

Akame lo escuchaba todo con el rostro inmutable, cruzado de brazos junto a Ralexion. Aquella historia tenía sentido, en efecto. «¿De modo que fue simple casualidad? No lo creo...»

¿Quién contactó contigo? ¿Quién te contrató?

Nue ladeó la cabeza.

No... Yo... Yo no sé...

El genin del Remolino echó mano, de nuevo, a su barrote de hierro macizo. El efecto fue instantáneo.

¡No, no, no, no! ¡Por favor! —gimió Nue, verdaderamente aterrado. Le temblaba hasta la voz—. Por favor, no... Me dijo que si hablaba me encontraría... ¡Ya sabéis como son las cosas en este trabajo! ¡Yo no...!

Las palabras se le atropellaron en la boca cuando Akame le sacudió un palazo que le destrozó el rostro. El sonido de los huesos crujiendo bajo la piel, un chorro de sangre que salió de la nariz del mercenario como un sifón, sus gritos de dolor ahogados por el líquido espeso que empezaba a acumularse en su boca...
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#38
Akame accedió, generando una ligera sonrisa en los labios del kusajin. Se sentía extremadamente bien: su forma de hacer las cosas había dado frutos donde la brutalidad de su escuálido familiar había fallado. Ahora era simple cuestión de bajar al mercenario y esperar —con los dedos cruzados— que les aportase algo útil.

Ralexion esperaba que el descenso se llevase a cabo deshaciendo la polea y bajándolo con un mínimo de cuidado y dignidad; era un necio por esperar algo así de su acompañante. En su lugar, Akame se acercó con la silla —a lo que el pelinegro se apartó— y se limitó a cortar el hilo ninja que sostenía a Nue. El referido aterrizó de bruces contra el suelo. El Uchiha suspiró.

Asistió al uzujin, poniendo al maltrecho joven sobre el mueble. «Por el amor de Amaterasu... Kurosaki está fatal. Empiezo a temerme que ni un hospital pueda ayudarle a sanar completamente a estas alturas... Espero que tenga una buena cantidad de dinero ahorrada, va a necesitarla para tratamientos con Ninjutsu que le ayuden a regenerar la dentadura, entre otras cosas...».

El interrogatorio se reanudó tras aquel moderado intermedio. Ralexion aguardó en silencio, las manos ocultas en sus bolsillos. Cambiaba la orientación de su rostro hacia Nue y Akame según el que hablase, como quien observa una partida de shōgi.

A pesar de su éxito, la lengua liberada del mercenario no les aportó ni un tercio de lo que esperaba, motivo por el que Ralexion arrugó la nariz. Akame tampoco estaba contento, como bien demostró al preparar el bate improvisado una vez más. Frente a esto, Nue escupió una retahíla de excusas a toda velocidad. El Uchiha iba a replicarle, pero entonces...

PAF

El uzujin le propinó otro golpe, uno potenciado por la ira. Ralexion se quedó paralizado, necesitó de unos momentos para procesar lo que había ocurrido. El rostro de Kurosaki era una maltratada masa de carne que rezumaba sangre por los labios, una macabra estampa que testificaba a la perfección las salvajadas que podían llegar a cometer los individuos. Inspiraba pena y horror por partes iguales.

El joven de Kusa ni se percató de que una hilera de esa misma sangre había aterrizado sobre su pecho, manchándole la ropa.

¡Akame-san, ya basta! ¡Lo vas a matar si sigues así! —reprobó Ralexion tan pronto se recuperó del shock— ¡Suelta la puta barra de metal y déjame que hable con él, si es que no lo has dejado inconsciente o peor!

Muerto no les serviría de nada; peor todavía, tendrían que deshacerse de un cadáver, como si fuesen una pareja de sucios criminales. Así mismo, dejando de lado estos motivos prácticos, el rapaz no deseaba la muerte de Nue por motivos meramente humanos.

Se aproximó al mercenario y posó sus dos manos sobre los hombros de este, zarandeándolo repetidas veces.

¡¿Kurosaki-san, Kurosaki-san?! ¡Responde!
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#39
El aludido emitió apenas un gemido quejumbroso ante las palabras de Ralexion. Tenía la cara destrozada de nariz para abajo, especialmente la parte derecha—donde la barra de hierro de Akame le había golpeado de lleno—, que ya empezaba a exhibir un enorme moratón casi negro, probablemente producto de los huesos rotos y las hemorragias internas. Apenas podía hablar, pero sí que era capaz de comunicarse aunque con tremendo esfuerzo.

T... Ta... Taki... Taki-san... A... Ayúfame...

Antes de que Ralexion pudiera preguntarle nada más, Akame le agarró del hombro y con una mirada severa le invitó a alejarse un momento para hablar con más privacidad. Se apartaron unos cuantos metros del apaleado Nue, que seguía sentado en la silla intentando no ahogarse con su propia sangre. Akame bajó la voz, susurrando.

Estás tierno —afirmó el Uchiha, sin un ápice de compasión o empatía en su voz—. Eres un ninja, carajo. Compórtate como tal.

En aquel momento Akame se debatía entre sacar de allí al kusajin y mandarlo de vuelta a su casa, siguiendo en solitario con el interrogatorio, o darle una última oportunidad. Era un Uchiha, al fin y al cabo, y no se sentiría bien tratando así a uno de su propia sangre, de modo que al final resopló con resignación y agachó la mirada.

Tienes una última oportunidad para sacarle algo útil. Una. Si no, lo haremos a mi modo —sentenció—. Quiero saber quién le contrató y dónde se reunió con él.
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#40
El pobre diablo seguía consciente, aunque a duras penas. El joven dejó escapar un sonido de alivio similar a un resoplido. Ralexion se dispuso a continuar con el interrogatorio, seguir haciendo uso de sus dotes del habla antes de que le resultase imposible contestar a Nue, mas no dispuso de oportunidad para ello. Sintió el firme pulso de Akame sobre su hombro tirando de él, el kusajin se dejó llevar a regañadientes, enarbolando una expresión de bien claro descontento.

Aguantó las acometidas verbales del otro shinobi con los brazos cruzados y el rostro aún fijo en un mal gesto.

¡¿Qué tiene esto que ver con ser un ninja?! ¡Ni siquiera estamos en una misión! —alzó la voz— Si lo matas, ¿entonces qué? Adiós a tu preciosa pista, vas a tener que estar buscando hasta dar con otro.

Tienes una última oportunidad para sacarle algo útil. Una. Si no, lo haremos a mi modo —Ralexion expresó un sonoro "hmpf"—. Quiero saber quién le contrató y dónde se reunió con él.

Está bien, maldita sea. Déjame que hable con él.

Retornó a la vera del preso desdichado. El genin apenas podía echarle un vistazo sin poner, de forma inconsciente, una mueca de lástima. Quedó cara a cara con Nue —a pesar de que sus heridas le causaban un genuino dolor físico al verlas—, con solo un metro de separación entre sus rostros, agachado. Quería que le escuchase bien y no necesitar repertirse.

Kurosaki-san, necesito que prestes toda la atención que puedas. Entiendo el funcionamiento de trabajos como el tuyo, especialmente cuando hay un tipo como el de las cicatrices en el ajo, pero te aseguro que tienes mucho más que temer en estos momentos de mi compañero que el otro individuo. Uno de nuestros objetivos es matarle, así que no tienes nada que temer —una mentira piadosa, un aliciente con el que engrasarle los labios—. Vamos, colega, no merece la pena que quedes parapléjico o muerto por un trabajo así, no les debes ningún tipo de lealtad. Nosotros nos ocuparemos de ellos y tú podrás seguir con tu vida.

»Necesito dos cosas, Kurosaki-san, dos cosas muy importantes: la identidad del hombre que te contrató y el lugar donde te reuniste con él. Si no me otorgas eso me temo que no voy a poder garantizar tu seguridad. Piénsalo, ¿vas a morir por miedo de que te maten otros? No tiene sentido.

Hacía por mantener la calma pero no era una tarea sencilla. La tensión estaba a flor de piel y era perfectamente consciente de que no podría detener a Akame en caso de que su último intento fallase. Por todo esto sus palabras, a pesar de que estaban bien construidas, eran frenéticas, precipitadas. Hablaba rápido, improvisando sobre la marcha...
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#41
«Todavía está muy verde... Meh, quizás sí fue un error traerlo conmigo», fue cuanto pudo pensar el Uchiha mientras escuchaba las quejas de su acompañante, expresadas a viva voz. Definitivamente, Ralexion y él no estaban en la misma página. Ni siquiera parecían leer el mismo libro.

Sea como fuere, Akame dejó a su pariente hacer. Ya había conseguido establecer algún tipo de lazo con el joven retenido, de modo que no merecía la pena quemar ese puente sin primero intentar cruzarlo. Así, el de Uzu se quedó donde estaba, relegado a un segundo plano y al amparo de la tenue penumbra que las lámparas del techo no lograban disipar.

Cuando Ralexion empezó a hablar, los ojos del maltratado buscavidas se clavaron en los suyos con una extraña fijeza. Había dejado de llorar y emitir débiles gemidos de dolor; ahora simplemente le miraba con una extraña fijeza.

S... Sois... Ninjas... —balbuceó.

Akame arqueó una ceja. No, no le importaba en absoluto que aquel chico supiera a qué se dedicaban o quiénes eran —Ralexion incluso le había llamado por su nombre, "Akame-san"—. Y ahora el mercenario había parecido entender por qué. Por eso ya no lloraba ni pedía piedad, y su agitada respiración se había relajado por momentos. Era la sombra de una cruel certeza la que le infundía aquella calma, la tranquilidad de un cementerio.

¿Con... C... Continuar con... Mi vida? —balbuceó, escupiendo sangre, sin dejar de mirar a los ojos al kusajin. Luego soltó una débil carcajada que terminó ahogada por un gorjeo—. T... Taki-s... san... No entiendes nada...

Los ojos de Nue buscaron un momento a los de Akame, y ambos se encontraron. No había ya ira ni frustración en los del uzujin; sólo calma. El Uchiha asintió levemente, y Nue bajó la mirada para posarla en algún punto del suelo, junto a sus piernas atadas con hilo ninja.

No sé como se llama... El que me... Me contrató —dijo, mas sin un atisbo de miedo—. Le llaman... Malasuerte —el mercenario intentó reír otra vez, de forma amarga y resignada, pero terminó atragantándose con su propia sangre de nuevo—. Jod... Jodidamente apropiado.

»El sitio donde... Me vi con... Malasuerte. Se llama... La Zancadilla.

Entonces calló, echando la cabeza hacia atrás. Parecía evidente que le había costado un mundo pronunciar tantas palabras juntas y de forma continuada. Detrás de Ralexion, el genin del Remolino asintió con manifiesta conformidad.

Akame pasó junto al kusajin, poniéndole un kunai en la mano.

¿Alguna vez has matado a un hombre?
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#42
T... Taki-s... san... No entiendes nada...

No, Ralexion no lo entendía. Su expresión se vio plagada de confusión, haciendo patente la ignorancia que tanto el captivo como el carcelero ya habían detectado. Con agitado semblante observó el intercambio de miradas entre Nue y Akame. Fue así que el maltrecho rapaz reveló lo poco que sabía sobre su misterioso empleador.

El resto fue silencio.

¿Alguna vez has matado a un hombre?

Notó el frío mango del arma entre sus dedos. Dirigió su campo de visión hacia Akame casi de inmediato. Los ojos se le salían de las órbitas. Esto sí que podía comprenderlo: la intención con la que el uzujin le había disparado aquella sórdida pregunta. «¡¿A ESTO SE REFERÍAN LOS DOS?! ¡¿ES ESTO LO QUE NO ENTIENDO, QUE AKAME PRETENDÍA MATARLO DESDE EL PRINCIPIO?!», se mordió el labio inferior con tal dejadez que sus incisivos atravesaron la piel, produciendo una herida insignificante que apenas sangró.

¡Claro que he querido matar a alguien alguna vez, pero esto es ridículo! —encaró a Akame y se alejó un par de pasos de él con un movimiento brusco. Había perdido los papeles— ¡¿Quieres que lo mate a sangre fría?! ¡NI DE COÑA!

La mas primigenia de las iras rezumaba de cada una de aquellas palabras.

Al genin no le entraba en la cabeza. Se sentía mareado, como si pudiese quedar inconsciente en cualquier momento, sin previo aviso. Su moralidad, representada por un juez de aspecto veterano en el interior de su imaginación, no paraba de dar repetidos golpes con el martillo en su estrado. Matar a alguien de aquella manera por aquellos motivos le resultaba inaceptable. ¿Debía de hacerlo en pos de garantizar su supervivencia o la de otros, o simplemente porque su enemigo era un villano que le había perpretado un gran mal? Entonces sí, estaba dispuesto. Pero, ¿asesinar a un muchacho apenas más mayor que él por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado tras asestarle una paliza brutal y aterrorizarlo? Escupía sobre esa noción.

Casi barajó la posibilidad de apuñalar a Akame en su lugar.
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#43
Con lo que había visto hasta ahora, la reacción de Ralexion no sorprendió a su pariente de Uzushio. Akame ya esperaba que el joven ninja iba a actuar de forma parecida, puesto que había demostrado ser todavía demasiado novato para entender que aquello no era algo que él quisiera hacer. «Lo que yo quiera o no es irrelevante, Ralexion-san» quiso decirle. Kurosaki Nue estaba destinado a morir allí desde el mismo momento en el que puso un pie en la jungla de los templos abandonados al noreste de Mori no Kuni. ¿O tal vez desde antes, cuando cogió la bolsa repleta que el renegado de las cicatrices le había dado como pago en La Zancadilla?

«No se puede luchar contra el destino...»

Akame comenzó a andar a paso tranquilo, trazando una circunferencia que se separaba de la vera de Ralexion e iba rodeando la silla donde el joven mercenario, cabeza gacha, murmuraba para sí mismo unas palabras ininteligibles.

Ralexion-san, no hay otra opción. Este muchacho sabe nuestros nombres, sabe que somos shinobi. No podemos arriesgarnos a que nos delate, o a que avise al renegado de las cicatrices —sentenció el Uchiha.

Se colocó justo detrás de Nue, con los brazos cruzados, y cerró los ojos mientras agachaba la cabeza.

Se dice que cuando matas a alguien, su alma deberá seguirte en el Yomi por toda la eternidad cuando tú mueras —anunció con voz serena—. Adelante, Ralexion-san. Inaugura tu séquito.
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#44
Los afilados orbes del muchacho quedaron yuxtapuestos sobre la figura en movimiento de Uchiha Akame. La tranquilidad con la que este se pronunció sorprendió al kusajin, que esperaba una ira equitativa a la suya propia. Su expresión mutó desde la cólera hasta la desesperación. «¿De verdad tengo que hacerlo...? ¿No existe ninguna alternativa...?». Era consciente de que incluso aunque se negase hasta la saciedad, Akame lo haría igualmente, con o sin él. Kurosaki Nue estaba condenado, la identidad del verdugo era indiferente.

Tragó saliva. Estaba mareado y sudaba, todo producto de los nervios engendrados por la situación. Comenzó a hiperventilar. Se cernía sobre él un terrible ataque de ansiedad, como si se tratase de una bestia acechante.

Joder... joder... joder... ¡JODER!

Maldijo a su suerte.

Sí, había deseado matar antes, durante la noche en la que su hermana y él se vieron emboscados por aquella pandilla de escoria. En ese caso solo logró propinar un par de palizas y ocasionar quemaduras graves al líder, pero todos y cada uno de sus golpes iban alimentados por instinto homicida. Ahora, en cambio, la cosa cambiaba mucho...

Una vocecilla maléfica se abrió paso en su psique: "Para ser un ninja necesitas acostumbrarte a matar, a la muerte. Hacerlo durante un combate, cuando estás hasta arriba de adrenalina, es sencillo, pero ensuciarse las manos en situaciones así no es tan fácil. La repetición otorga insensibilización. Un ninja debe de ser insensible. Mátalo y conviértete en un shinobi de verdad, Ralexion. Arrebatarle la vida a otro es imperdonable, no te engañes, pero una muerte puede traer vida a otros. En este caso, te otorgará vida a ti mismo y a Akame. No eres ni culpable ni responsable de las decisiones de este niño que quiso ser soldado de fortuna. Toma el kunai y atraviésale el corazón. Otórgale descanso, líbrale de las preocupaciones de este mundo."

La voz formaba parte del propio joven, era su lado más frío y calculador, el cual trataba de persuadirle porque sabía que ese curso de acción era el más adecuado.

Con mociones pesadas e inseguras se plantó frente al individuo. El pobre diablo ya estaba con un pie en la otra vida. El Uchiha hasta le estaría haciendo un favor, ¿verdad? ¿Verdad...? «Que sea rápido e indoloro... rápido e indoloro... rápido e indoloro...», repitió su mantra. Alzó el kunai y calculó, a ojo, la altura a la que debía de estar el corazón de Nue. Aguantó la respiración...

...y le apuñaló con pulso irregular.
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#45
Akame observó con rostro imperturbable el accionar de su pariente. A juzgar por la expresión de sus ojos —perdida, nerviosa— Ralexion parecía estar debatiéndose fuertemente consigo mismo sobre si darle el golpe de gracia a aquel jovencito mercenario o negarse. En el fondo, el Uchiha confiaba en que su compañero sabía que no había otra alternativa. Así era Oonindo; cruel, duro, crudo como una mañana de Invierno en las Planicies del Silencio. Se mataba y se moría.

Y si alguien le preguntaba a Uchiha Akame, él prefería lo primero.

Nue ya se había callado y ahora reposaba en silencio, quizás inconsciente —no sería descabellado, dadas las heridas que había sufrido hasta el momento sobre la silla. Un chico que, por buenas o malas razones, había elegido mal en la vida y ahora estaba a punto de dejar el mundo de los mortales. Por mano de Ralexion o de Akame; eso lo decidiría el primero.

Así fue. El de Kusa se adelantó, enarbolando el kunai con una mano temblorosa. Su mirada buscó un punto en el pecho de Nue y Akame arqueó una ceja. «De verdad que nunca ha matado a nadie», pensó el Uchiha. Entonces Ralexion apuñaló con indecisión y mal tino.

El resultado fue que la punta del kunai perforó varias capas de tejidos en el pecho del joven buscavidas, pero el pulso tembloroso de Ralexion le impidió imprimirle la fuerza necesaria a aquella puñalada para que penetrase lo suficiente en la carne del mercenario. Nue se agitó de repente, como presa de un incontrolable espasmo, y empezó a vomitar sangre mientras gemía de agonía con los ojos fuera de las órbitas, componiendo un cuadro del todo desagradable para un observador no instruído.

Akame agarró la mano de su pariente, que todavía sujetaba el mango del kunai medio enterrado en el pecho de su víctima, y sacó el arma con un seco tirón. Luego se la arrebató con frialdad y, entornando los ojos, le dirigió unas breves palabras.

Así no —sentenció—. Así.

Agarró el mango del kunai con firmeza, echó hacia atrás la cabeza del mercenario agarrándole por el pelo, y le tajó el gaznate con un corte limpio y rápido. La sangre fluyó como un río por las montañas y los violentos espamos de Nue se detuvieron. El cuerpo ahora sin vida quedó recostado sobre la silla, con los ojos todavía abiertos y la mirada perdida en el techo. Su rostro compuesto en una desagradable mueca de agonía.

Nunca apuntes al corazón cuando quieras matar con rapidez, Ralexion-san. Siempre al cuello.

Akame dejó caer el kunai sobre el suelo y se dio media vuelta, mostrándole la espalda a su pariente. Respiró hondo varias veces y cerró los ojos durante unos instantes. «Ya pasó...»

Vamos, ayúdame. Hay que deshacerse del cuerpo —apremió a su compañero después de unos segundos de silencio.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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