Cuando los ciudadanos volvieron a girarse para encarar al terrorífico lobo que amenazaba sus tranquilas vidas, se vieron sorprendidos cuando no vieron a la bestia que esperaban sino a un simple adolescente que con aquella jocosidad suya se había sentado encima de la neverita que hasta el momento había portado. Todos, al unísono, bajaron sus armas, pero el gesto de desprecio no desapareció de sus rostros.

—Bah, sólo es ese jodido vampiro... —masculló uno de los hombres que portaba un garrote, escupiendo hacia un lado.

—Maldito crío...

—No tendrá otra cosa que hacer.

—Dejemos de perder el tiempo y vámonos.

Poco a poco, la marea de gente se fue disolviendo tan súbitamente como había aparecido. Ayame, que miraba hacia todas partes entre confundida y compungida, se llevó una mano al pecho antes de volverse hacia Reiji. La gente no parecía tenerle en demasiada estima, no era algo que se reducía exclusivamente a los rumores de clase.

—¡No! Yo... Lo siento... Yo no quería causarte ningún problema... —dijo, con un hilo de voz. Se mordió el labio inferior, dubitativa—. ¿Puedo hacer algo por compensarte?

—Oh venga, no os enfadéis, pero si la mejor parte del cuento es cuando termino de vencer al dragón en la cima de la torre, rescato a la princesa, y me bebo su sangre, y todavía no hemos llegado al dragón

Mi filosofia, desde hacia años, dictaba que tenia que tomarme este tipo de cosas con humor. Desde que era bien pequeño, y teniendo en cuenta la larga linea de la que descendía, mi madre y la de ella, ya habían sido tachadas de vampiros. Y prácticamente, cualquiera de mis ascendentes hasta llegar al clan Hozuki hubiese sido llamado así. Es mas, estoy bastante convencido que el nombre de "Vampiro" lo invento alguno de todos mis antepasados.

Bien es cierto que al principio te dan ganas de morder a toda esa gente de verdad, luego lo piensas y te das cuenta de que no merece la pena pasarse toda la semana vomitando la comida y tirado en la cama enfermo, así que entiendes que lo mejor para ambas partes es patearles el trasero. Pero claro, atacar a un civil estaba fuera de lugar para un shinobi, así que tenia que conformarme con el humor.

Por otro lado estaba aquella traidora desalmada, ni siquiera le había ofrecido nada a cambio, y me había vendido. Mejor dicho, me había regalado. Que clase de shinobi le hace eso a su compañero? no tenia sentimientos. Había sido muy cruel, y si por algún casual no hubiese podido volver a ser humano, estaría muerto.

—Mmmmm déjame que me lo piense —Dije mientras me acariciaba el mentón — Que tal si te haces donante de sangre y convences a tu familia para que haga lo mismo? hay mucha gente necesitada...

Habían vuelto a quedarse solos en el callejón. Se habían convertido de nuevo en dos agentes camuflados entre la gente que pasaba por allí. La atención se había diluido con la lluvia, para suerte de ambos.

Reiji no tardó en responder a la proposición de Ayame, pero ante sus palabras, la muchacha no pudo evitar parpadear confundida.

—Espera, he dicho para compen... Oh —sus ojos habían viajado a la neverita sobre la que reposaba el shinobi, al recordar lo que llevaba en su interior. Decenas y decenas de bolsas de sangre, muy similares a las de las donaciones que hacía la gente. Por un momento se preguntó si los ciudadanos conocerían el hecho de que parte de las donaciones de sangre que hacían, esperanzados de salvar alguna vida, iban destinadas a la alimentación de la familia de aquel curioso chico. Torció el gesto ligeramente, y entonces se cruzó de brazos con gesto orgulloso—. Lo siento, pero un Hōzuki no sangra, así que no puedo ofrecerte lo que me pides.

Ni siquiera hizo referencia a su familia, ella no era quien para intervenir en sus decisiones. De hecho, siendo Zetsuo el director del hospital...

«Zetsuo...» Su rostro se congeló, lívido al pensar en su padre.

—Lo siento —se justificó, con una sonrisa nerviosa—. Pero creo que se me está haciendo tarde. Debería irme...

Estaba completamente empapada, con los cabellos pegados a su rostro y sus ropas pesadas y ensuciadas por el agua y el polvo de la ciudad. Sin duda, la mataría en cuanto la viera aparecer por el umbral de la puerta.

—¡Ya nos veremos!

Se dio media vuelta, y arrancó a correr con rápidas y largas zancadas hacia su casa, varias manzanas más al norte.

«Me va a matar, me va a matar...»

No puede evitar reírme con su respuesta. Había sido muy gracioso, sobretodo el gesto de orgullo con el que había dicho aquello de que los hoziku no sangran. Pese a mi corta edad, por culpa del acoso femenino de las jóvenes y no tan jóvenes que insistían en que les pegara un bocado esperándose algo, yo que se, muy mal pensado, mi padre había decidido darme aquella charla ya. Y si, me había hablado de ese periodo de tiempo en el que es mejor esconderse y nunca llevarle la contraria a una mujer.

—Repiteme esa misma frase dentro dentro de un par de años, si puedes— Dije aun entre risas

Por otro lado, tampoco menciono nada su familia, así que supuse que al menos a ellos si intentaría convencerlos. Puede, por que tampoco me dio tiempo a preguntarle, cuando iba a hacerlo, la chica se disculpo, dijo algo mas, y salio corriendo hacia donde quiera que ella viviera. Que cosas, y si le hubiese pedido que para compensarme me ayudara a llevar las cosas a casa? me hubiese dejado tirado a mitad camino fijo...

—En fin, va siendo hora de que yo también me vaya pa casa

Me dije a mi mismo antes de coger las cosas y echar a andar hacia mi casa.