Nai corrió hacia aquellos hombres que cargaban contra los dos monjes, sabía que no podría vencerlos a todos si les atacaban a la vez, o al menos no podría hacerlo en aquellas condiciones, sabia improvisa y por suerte para ella se le había ocurrido un plan, los atraería al bosque y los eliminaría uno a uno, aquello iba a ser una caza en vez de una batalla.

En su carrera, la joven, deslizo los dos kunais que escondía en sus muñecas a sus manos, para después seguir corriendo cada vez mas rápido hacia uno de los bandidos, cuando estuvo cerca la chica se deslizo por el suelo, doblándose por la cintura hacia atrás todo lo que podía para pasar entre sus piernas y al alcanzar la altura de sus tobillos cortar ambos con sus cuchillos, provocando que el bandido cayese al suelo, le acababa de cortar los tendones, no podría andar.

A continuación la joven se levantó todo lo rápidamente que pudo y salió a toda velocidad hacia el bosque, sin siquiera mirar como se encontraba el otro monje, pues supuso que este habría hecho lo miso que ella, era el movimiento mas lógico en aquella partida.

Una vez estuvo dentro del bosque, Nai, se subió a un árbol y se escondió en la copa de este, si la perseguían ella les acecharía desde los arboles y les atacaría cuando estuviese en superioridad y si no hacia esto esperaría a la noche y seguiría investigando.

Por otra parte, la mayoría de los bandidos se dirigieron hacia el bosque, no obstante, un pequeño porcentaje de estos, que no serian mas de cinco, se quedaron en el lugar donde desaparecían las huellas de aquellas esclavas, estos estaban vigilando aquella zona pero...¿Por que razón?

Unos largos segundos atraídos por la mujer pasaron los bandidos que, por fortuna, pasaron por alto la ausencia del calvo dentro de la ronda. Fue un tiempo suficiente para que Karamaru pudiera levantarse, y estar listo para salir corriendo de aquel lugar. Pero no lo hizo inmediatamente.

Su consciencia no estaba clara, aquella mujer sola entre agresores. Se quedó paralizado, tratando de decidir si moverse para el lado del bosque o volver al imposible combate que tenía allí delante, pero los movimientos de la dama lo sacaron de toda duda.

«¿Pero qué...?»

Un movimiento técnico y audaz le permitió a la peliverde escapar de la ronda, lastimar a un hombre y adentrarse en el bosque en tan solo un instante fugaz. La sorpresa casi podía con Karamaru que reaccionó a tiempo para darse cuenta que, si ella desaparecía, el se convertiría en un blanco.

Siguiendo sus pasos se alejó del claro en dirección opuesta, para volver al camino y esperar que nadie lo siguiera. De ser así, podría dar un viaje rápido hasta su casa y olvidarse de toda aquella situación sin mirar atrás.