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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Los comentarios insolentes de Reiji sí parecieron hacer efecto en el samurai, y aunque no pronunció palabra alguna sí apretó el paso. Cualquiera con un poco de ojo para estas cosas se habría dado cuenta de que había tensado la postura. Katsudon le dio un codazo a Reiji, y cuando estuvo seguro de que el hombre no podía oírles le susurró a su subordinado:

Chsss, a mi tampoco me está gustando esto, pero no lo empeoremos, ¿sí? —El hombretón se acercó a él y le dio un pequeño apretón amistoso en el hombro—. Escucha. Mantente alerta. Huelo problemas. Y tengo buen olfato.

El soldado les condujo a través de unos callejones solitarios y hasta una posada de aspecto abandonado. En efecto así lo estaba, aunque el abandono no le había sentado mal. No les dijeron nada, como venía siendo precedente, pero daba a entender que habían acondicionado el edificio para las poco frecuentes visitas. Tan poco frecuentes eran que tenían el lugar para ellos solos. El samurai les dirigió una mirada severa antes de estamparle las llaves de la posada a Katsudon en su manaza.

Cuando se les requiera, se les hará llamar. No se alejen mucho ni husmeen lo indebido. —Y con esta seca advertencia, dio un portazo.

Sí, esto huele mal —opinó Katsudon—. Espero que Yuuna esté bien.

La barra del posadero seguía allí, pero donde debía haber mesas y sillas para comensales y viajeros habían una serie de sofás rodeando en semicírculo una chimenea apagada tiempo ha. Afortunadamente, había madera de sobra para volverla a poner en funcionamiento, y Katsudon había firmado desde que nació un bonito pacto con el fuego. De modo que no tardó en acuclillarse y proporcionar al dúo de Uzushiogakure un poco de calor. Se repancigó en uno de los sofás y soltó un resoplido.
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Chsss, a mi tampoco me está gustando esto, pero no lo empeoremos, ¿sí? —Si la verdad dolía, no era culpa mía. Si hubiesen sido mas amistosos, quizás mi comentario hubiese sido diferente.—. Escucha. Mantente alerta. Huelo problemas. Y tengo buen olfato.

Si, a mi tampoco me gustaba aquella tensión. Pero allí no tenia un barco para desahogarme cantando. Y seguramente, si cantaba, empeoraría las cosas. Parecía que en aquel lugar tan frío, la sinceridad, era un pecado.

Como había predicho, el samurái hizo su trabajo y nos abandono a nuestra suerte en una taberna. Pero no en una cualquiera de la ciudad no. En una taberna abandonada. Le dio las llaves a Katsudon y con unas palabras tan amigables como su trato hasta el momento, se marcho.

Cuando se les requiera, se les hará llamar. No se alejen mucho ni husmeen lo indebido.

Sí, esto huele mal —opinó Katsudon—. Espero que Yuuna esté bien.

No deberías preocuparte por su cabeza, ella esta entre los suyos y ademas sabe como defenderse. Pero si por la nuestra. —Dije cuando vi que el samurai se había alejado lo suficiente.

Por dentro, la posada tenia mucho mejor aspecto. Al menos mantenía los muebles mas o menos intactos, había una chimenea y madera para encender el fuego. Fuego que no tardo en aparecer gracias a la bendición que le habían concedido los dioses de poder manejar aquel elemento.

En fin... Supongo que tendremos que esperar aquí hasta que Yuuna termine de hablar con su madre ¿Quieres un poco té? Llevo un tarro en la mochila, y Sakura me enseño a prepararlo, aunque igual se estropeo con todo lo del barco...

Dije mientras aprovechaba para revisar mis pertenencias. Con todo el jaleo del viajecito por mar y aire, apenas había tenido tiempo de respirar en paz. Y aunque allí en el "paraiso" de los samuráis estábamos tranquilos de momento, tendríamos que dormir con un ojo abierto.

También se canciones sobre bebida, he escuchado a mi padre y al de sakura cantar juntos cuando beben, aunque a mi el alcohol no me gusta.
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Katsudon le dedicó una afable sonrisa.

Te agradecería lo del té, la verdad —dijo—. Pero mejor dejamos las canciones para otro momento —se apresuró a añadir, mostrándole las palmas de las manos. Todavía tenía metida en la cabeza aquella cancioncilla suya de piratas—. Macho, no sé cómo vamos a contarle a Hanabi todo esto. Sobretodo lo del bijuu. Sobretodo lo del bijuu.

Ay, si supiese Katsudon lo que estaba viviendo Hanabi en aquél preciso instante...
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Te agradecería lo del té, la verdad. Pero mejor dejamos las canciones para otro momento

En fin, no todos tenían buen gusto para todo. Katsudon lo tenia para la comida, eso era innegable, ¿De música? No tenia ni idea. Pero bueno, dada la tensión del ambiente en aquel frío lugar, mejor callarse.

Macho, no sé cómo vamos a contarle a Hanabi todo esto. Sobretodo lo del bijuu. Sobretodo lo del bijuu.

En realidad ahí es donde mi corazón mas dudaba. Si Hanabi se enteraba de que Gyuki andaba suelto... ¿Querría encerrarlo? En cuyo caso... ¿Debía de contárselo?

Sinceramente... Creo que si los Kages se enteran... Querrán quitarle la libertad y encerrarlo. No conozco a Hanabi tanto como tu, pero quizás debíamos omitir la historia del Bijuu. No hablo de mentirle, jamás podría, pero si de no contar ese pequeño detalle del viaje.
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Katsudon negó enérgicamente con la cabeza.

Pero no podemos hacerle eso a Hanabi-kun —dijo, visiblemente en conflicto—. Créeme, Reiji. Si yo he tenido que digerirlo, él también lo tendrá que hacer, y ya te aseguro yo que ahora mismo es el Kage más apropiado de Oonindo para digerir esta noticia. —Se llevó las manos a la cabeza—. Reiji, ¡por todos los dioses! Yo siquiera sabía que los bijuu podían hablar, y ahora resulta que tenemos que estar en su mismo bando. ¡Esto lucha contra los cimientos de la sociedad de las Tres Grandes Aldeas! ¡A ojos de todo el mundo, Datsue no es más que una jaula para contener al Ichibi!

»¿Y Aotsuki Ayame? ¿Viste la que lió el Gobi en Uzushiogakure? ¡Muy difícil de digerir, todo esto! —Katsudon había re-comenzado a darse cuenta del pantano en el que les acababan de meter, y ahora daba vueltas a zancadas por la habitación. Al menos le servía para entrar en calor.

Y entonces...

Algo metálico, frío y afilado rozó el hombro de Reiji, mordiéndole y llevándose consigo algo de sangre. El objeto pasó a dos palmos de Katsudon, que estaba de espaldas y enajenado y no lo vio, y se clavó en la madera de la barra del bar. Era un shuriken.


8 PV de daño por corte superficial.
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Pero no podemos hacerle eso a Hanabi-kun —Poder podiamos. Otra cosa es que el honor nos le permitiera. Pero claro...—. Créeme, Reiji. Si yo he tenido que digerirlo, él también lo tendrá que hacer, y ya te aseguro yo que ahora mismo es el Kage más apropiado de Oonindo para digerir esta noticia. —No podía negarle nada, él conocia a Hanabi mucho mejor que yo. Quizás tenia razón. O quizás no.—Reiji, ¡por todos los dioses! Yo siquiera sabía que los bijuu podían hablar, y ahora resulta que tenemos que estar en su mismo bando. ¡Esto lucha contra los cimientos de la sociedad de las Tres Grandes Aldeas! ¡A ojos de todo el mundo, Datsue no es más que una jaula para contener al Ichibi!

Eso era una forma muy fea de decirlo. Datsue no era solo una jaula, no era una herramienta. Datsue era una persona, un ciudadano de uzuahiogakure. Y de las pocas personas a las que podía llamar Amigo. Fue él quien me sacó de la oscuridad.

»¿Y Aotsuki Ayame? ¿Viste la que lió el Gobi en Uzushiogakure? ¡Muy difícil de digerir, todo esto! —Esa información era nueva. Cuando yo había llegado al estadio, esa chica ya no estaba allí. Me sonaba su nombre, pero mi memoria me impedía acordarme de ella, por que los nombres se me daban fatal.

Pero era fascinante. Si Katsudon sabia de los demás... ¡Podía facilitarme el trabajo
de encontrarlos!

¿Tu sabes donde estan los demás...

Pero algo me interrumpió. Un silbido en el aire. Algo tan frío como aquellos samuráis me rozó el hombro. Rasgando mi ropa nueva de invierno y haciéndome una herida superficial, que cuando quise comprobar, ya casi estaba sanada ¿Un genjutsu?

Pero no. Había un shuriken clavado en la pared. Y eso...

Katsudon, ese arma no es de los samurái...creo

Dije mientras pegaba mi espalda a la suya, ponía mi mano sobre la empuñadura de Tsubame y adoptaba posición de batalla. No tenia muy claro de donde había salido ese shuriken.

Esto no me gusta un pelo, Katsudon... —Luego le dije algo en voz baja, por que, obviamente, nos estaban escuchando. —Yo nunca me he curado un corte así de rápido... Excepto el de barco... ¿Qué me esta pasando?

Reiji:

142/150


120/120




• Shuriken: -8 PV por corte superficial.

Fuerza: 40
Resistencia: 25
Aguante: 25
Agilidad: 20
Destreza: 50
Poder: 20
Inteligencia: 20
Carisma: 20
Voluntad: 30
Percepción: 20
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Inicialmente Katsudon no se había dado cuenta del arma que casi le acierta en toda la cabezota, pero un instante después la reacción de Reiji le hizo ponerse a la defensiva. De inmediato, ambos ninjas pegaron las espaldas, Reiji mirando a la barra del bar y Katsudon...

Chico, ¡la ventana! —exclamó el hombretón. Estaba abierta.

Esto no me gusta un pelo, Katsudon... —Luego le dije algo en voz baja, por que, obviamente, nos estaban escuchando. —Yo nunca me he curado un corte así de rápido... Excepto el de barco... ¿Qué me esta pasando?

No lo sé, bueno, algo sé, ¡pero ahora presta atención a eso! —Señaló a la ventana. Dos hombres con capas blancas con capucha saltaron el marco y desenvainaron sendas espadas. En sus frentes brillaba la misma bandana que la de los hombres que atacaron el barco.

¿¡Hombres de Kurama!? —exclamó Katsudon.

Los dos asaltantes se miraron con los ojos muy abiertos y se abalanzaron sobre la pareja de ninjas de Uzushio, el de la derecha, más cercano a Katsudon, levantando ya el arma. El hombretón hizo extender su puño hasta que abarcó medio hombre y le golpeó, levantándole los pies del suelo, desarmándolo y haciéndolo caer al suelo a rastras hasta casi la pared.

El de la izquierda, sin embargo, no parecía centrar su atención en Reiji, sino que aprovechó que Katsudon había estirado el brazo para tratar de cercenarlo con su espada.

¡Mierda!

Ninja misterioso (izquierda):

100/100


80/80



Ninja misterioso (derecha):

20/100

(-80)

80/80




Fuerza 30
Resistencia 30
Agilidad 40
Destreza 40
Poder 30
Inteligencia 30
Carisma 20
Voluntad 25
Percepción 40
Destreza 40
[Imagen: MsR3sea.png]

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Cuando Katsudon aviso gritando que mirara la ventana, no dude ni un segundo en dirigir la mirada hacia la misma, que estaba abierta.

No lo sé, bueno, algo sé, ¡pero ahora presta atención a eso!

Kataudon señaló hacia la ventana. Dos hombres con capas blancas y capucha entraron de un salto desenvainando sus espadas. Yo hice lo mismo. Portaban la misma bandana que los ninjas que asaltaron mi barco, cosa que no pasó desapercibida a los ojos de mi mejor grumete, Katsudon.

¿¡Hombres de Kurama!?

Ambos se dieron cuenta de que sabiamos mas de lo que deberíamos y se abalanzaron sin pensar. El primero de ellos sobre Katsudon, así que el otro era mio. El tío al que enfrento Katsudon no tardo en chocar contra el gigantesco muro que suponía el brazo del Akimichi.

El otro, como Katsudon había hecho con él, me ignoro a mi. No quería llamarlo error antes de tiempo, pero yo no iba a quedarme quieto. Mientras alzaba su espada para atacar el brazo grande de katsudon, el brillo del filo de mi espada se intensificó gracias al fuego de la chimenea. Buscaba tiempo para alcanzarle.

¡Mierda!

Mientras corría hacía él, cargué mi espada con chakra eléctrico, para, cuando alcanzara a mi objetivo, hacer un corte vertical de abajo hacia arriba, con la intención de hacer lo mismo que pretendía él: Cortar sus brazos.

Reiji:

142/150


109/120




• Corte: 30 PV + 10 PV( Flujo de chakra)

Fuerza: 40
Resistencia: 25
Aguante: 25
Agilidad: 20
Destreza: 50
Poder: 20
Inteligencia: 20
Carisma: 20
Voluntad: 30
Percepción: 20


¤ Iaido: Nikkou
¤ Camino del Iai: Brillo del Sol
- Tipo: Apoyo
- Rango: D
- Requisitos: Kenjutsu 10
- Gastos: 5 CK
- Daños: -
- Efectos adicionales: Ceguera de unos instantes
- Sellos: -
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: 5 metros
El término Iaido representa un estilo específico de kenjutsu que consiste en movimientos limpios, controlados y rápidos de desenfunde y enfunde de la espada, de una forma tan rápida que resulta imperceptible. De esta forma, se consigue confundir a un posible enemigo. Este arte fue inventado por los samuráis, y desarrollado como un arte de lucha con espada instantáneo capaz de anticiparse a los sellos manuales de los shinobi. En esta aplicación del Iaido, el usuario desenfunda ligeramente la espada y vuelve a enfundarla imperceptiblemente, reflejando la luz del Sol (o una luz artificial, o de la luna si está visible) y potenciándola con su chakra, generando un destello lo suficientemente cegador como para incapacitar a un grupo de adversarios durante un pequeño instante. Después de cada uso, la técnica se va volviendo más predecible y evidente.

¤ Raiton: Chakura Nagare no Jutsu
¤ Elemento Rayo: Técnica del Flujo del Chakra
- Tipo: Apoyo
- Rango: D
- Requisitos: Raiton 15
- Gastos:
  • 6 CK (divide regeneración de chakra)
  • (Raiton 30) (multiplicable x2)
- Daños: Daño del arma + 10 PV
- Efectos adicionales:
  • Multiplicado, hace que un arma cuerpo a cuerpo sea capaz de cortar a cualquier otra.
  • (Raiton 40) La versión sin multiplicar puede usarse con armas a distancia.
  • (Raiton 80) Atraviesa técnicas Doton.
- Sellos: -
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: -
Una de las ventajas del elemento Raiton es que puede ser conducido a través de las espadas y demás armas cuerpo a cuerpo para aumentar su capacidad de corte. Aunque tarda un poco en hacer efecto, si durante un choque de armas el oponente no se aparta, el filo del arma del ejecutor de la técnica acabará cortando por la mitad al filo de su contrincante. Por cada golpe, para mantener activo el flujo de chakra, el usuario debe volver a pagar el coste.
[Imagen: ksQJqx9.png]
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La espada de Reiji atravesó piel, carne y hueso como la mantequilla gracias a la capa de chakra Raiton vibrante. Con los ojos muy abiertos, el hombre de Kurama se mantuvo quieto unos segundos. Los suficientes como para que Katsudon retrayera el brazo y le diese un codazo en la cara. El ninja cayó al suelo, chillando de dolor —y de horror— al ver sus brazos cercenados en el suelo, inertes. Lloraba, y era una visión muy sufrida: porque un hombre es siempre un hombre aunque sea un enemigo.

Pero las batallas siempre traen más batallas. El otro ninja, que se había recuperado del tremendo golpe que le había lanzado Katsudon, contraatacó lanzando un kunai entre ambos, que se clavó en el suelo. Tenía pegado una pequeña etiqueta con un ideograma, que comenzó a sisear peligrosamente.

¡No...!

Ninja misterioso (izquierda):

60/100

(-40) (hemorragia grave)

80/80



Ninja misterioso (derecha):

20/100


80/80




Fuerza 30
Resistencia 30
Agilidad 40
Destreza 40
Poder 30
Inteligencia 30
Carisma 20
Voluntad 25
Percepción 40
Destreza 40
[Imagen: MsR3sea.png]

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Las batallas reales eran mucho peor que los entrenamientos. Las batallas reales eran mucho peor que las historias de héroes de los libros. En las batallas reales había dolor, muerte, sangre.

Pero era matar o morir. Si, aquel hombre tendría familia y seres queridos, aquel hombre era tan humano como yo. Pero aquel día, era él o era yo.

Además, se habían comportado como ciertas personas de mi pasado. Habían ido a por Katsudon, ambos. Ignorandome. Como si no fuera lo bastante fuerte. "Matemos antes al grande y fuerte, luego él otro no será nada."

Cuando mi espada atravesó su ropa, su carne y sus huesos como si allí no hubiera mas que aire; Cuando sus ojos se clavaron en las partes de su cuerpo que ahora yacían inertes sobre aquel frío suelo de madera; Cuando sus ojos y su mente lo vieron y lo entendieron, entonces fue cuando se dió cuenta de su error. Tarde. Demasiado tarde.

Pero los actos tienen consecuencias, y cuando el otro ninja, consiguió zafarse de la prisión que suponían las enormes manos de Katsudon, contraatacó.

Aquel shinobi de Kurama arrojo un kunai al suelo, entre Katsudon y yo, que tenia algo pegado. Algo que empezó enseguida a sisear amenazante. Aquello debía ser un sello explosivo.

Lo siguiente que trate de hacer sonara cruel, y lo era. Pero así eran las batallas. Aproveche la cercanía con el compañero del agresor, que ahora estaba muy mal herido para utilizarlo como escudo. Total, en su estado, ya estaba muerto.

Intenté atravesar al shinobi malherido con mi espada, tras situarme en su espalda, para que así no pudiera huir antes de la explosión. Su cuerpo tenía que recibir el daño por mi.

Reiji:

142/150


109/120





Fuerza: 40
Resistencia: 25
Aguante: 25
Agilidad: 20
Destreza: 50
Poder: 20
Inteligencia: 20
Carisma: 20
Voluntad: 30
Percepción: 20


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En las batallas reales, el paso de un sólo segundo podía acarrear consecuencias extensibles a días, meses o años. Reiji estaba a punto de aprender esa lección por las malas.

El siseo de la tela explosiva comenzó cuando el muchacho ensartó al hombre de blanco con su espada. A cubierto del impacto, los ojos verdes de Reiji se cruzaron con una mirada cargada de miedo. Esta vez no de un enemigo. La guerra no entendía de enemigos ni de amigos. Eran los ojillos pequeños de un enorme Katsudon, que ahora parecía haber encogido un metro. El hombretón tragó saliva y cruzó los brazos cubriéndose.

Boom. El sello explosivo estalló despegando los pies de Reiji del suelo y calcinando la cara y el cuerpo del hombre al que había atravesado con su hoja. El desagradable y dulzón olor de la piel y la carne humana carbonizada llegó a su nariz justo antes del golpe contra el cristal. Él y el shinobi desconocido atravesaron la ventana y rodaron por la nieve. Las manos de Reiji se aflojaron del mango de su espada y se desvió, chocándose contra una fuente. A poco más de cinco metros de él, la estructura de la vieja posada abandonada cedió; los pilares crujieron. Como un castillo de naipes siendo derribado por el viento, las placas de arcilla y madera del tejado cayeron, una a una, y finalmente el edificio sepultó a Katsudon y al otro shinobi de la bandana de las nieves.

¿Lo siguiente? Gritos. Pasos apresurados en la nieve. Susurros y exclamaciones de sorpresa y terror. Tres katanas brillando con un extraño chakra azul y apuntándole directamente.

¿¡É ba baado qi!? ¿¡É habéis beio aaer!? —Reiji escuchaba un altísimo pitido en los oídos por culpa del sello explosivo, y todo el cuerpo le dolía. Apenas entendió las palabras de la mujer que se dirigía hacia él.
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Algo se rompió en mi interior al ver la cara que puso Katsudon. Aquello era autentico terror. No como el miedo que había sentido en el barco, no. Aquello era diferente. Estaba paralizado. Ni siquiera estaba intentando huir.

Y ¿Que podía hacer yo? Solo esconderme. Por que al mundo le encantaba recordarme que no era nada, que no era nadie, que solo era un débil e inútil herrero jugando a las espadas.


¡Boom!


Fue lo último que escuche. Cerré los ojos por instinto, lo que me impidió ver que sucedía con Katsudon, que solo había alcanzado a cubrirse con los brazos.

Salí despedido por el cristal de la ventana, y volé junto al shinobi de Kurama hasta que a mis manos no le quedaron fuerzas y soltaron a Tsubame. No quería. No quería soltarla. Pero no pude evitarlo.

Me golpe contra algo bastante duró, lo cual frenó las vueltas que estaba dando en la fría nieve. Y cuándo por fin paré, pude ver cómo la posada se derrumbaba, enterrando allí al shinobi restante del copo de nieve y a Katsudon.

No le hice caso a nada mas. A nada. Ni a la gente que me rodeaba, ni a las espadas que me apuntaban, ni a las palabras que no lograba entender. Nada de eso importaba. Por que mi corazón acababa de partirse en pequeños pedazitos, como una roca a la que acaba de golpear un enorme martillo.

¡Katsudon!

Fue lo único que alcancé a gritar mientras las lágrimas se quedaban congeladas a mitad de camino en mis mejillas.

Era culpa mía. Por ser débil. Por ser un inútil. Hanabi jamás debió confiar en alguien cómo yo. Tenia que haber mandado a Datsue con Katsudon. Por que con Datsue no hubiese sufrido ese destino.
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Poco a poco, el caos se fue apoderando de la calle. Lo que antes había sido prácticamente un abandonado rincón al auspicio de la montaña, era ahora un hervidero de curiosos, que, pese a parecer atemorizados, se iban arremolinando alrededor de los múltiples soldados. De estos, por cierto, cada vez había más. Reiji pudo distinguir que algunos parecían más importantes que otros. Los menos importantes llevaban armaduras más parcas, más simples. Los que más, decoraciones rojas en el casco.

Uno de esos de las decoraciones le estaba hablando, aunque, roto por la aparente pérdida del que hasta ahora había sido su superior en aquella misión, el muchacho estaba ocupado en desgañitarse.

¡Plas!

El samurai se había acercado a él y le había golpeado en el rostro con la vaina de la katana, arrojándole al suelo.

¡Te he preguntado que qué ha pasado aquí y que qué habéis venido a hacer! ¡Responde o te rebano el cuello aquí mismo!
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¡Te he preguntado que qué ha pasado aquí y que qué habéis venido a hacer! ¡Responde o te rebano el cuello aquí mismo!

Todavía estaba recuperándome del golpe recibido. No el que acababa de darme el samurái, no. El que me había dado el destino. Perder a Katsudon de aquella manera había sido tan duro para mi corazón, que los golpes fisicos parecian no doler tanto.

Al principio pensé que, tal vez, debía dejar que el samurái me cortara el cuello allí mismo, me lo merecía. Pero no sería justo para Katsudon que su cadáver terminará bajo unos escombros junto al cuerpo del enemigo. Tenia que, por lo menos, enterrarlo en un sitio digno.

Soy un emisario de Uzushiogakure, he venido junto a un superior y Yuuna, la cual se nos presento como la hija de vuestro líder, en nombre del Uzukage para traer un mensaje. Uno de los vuestros nos ha traído amablemente hasta esta posada por orden de Yuuna para que pudiéramos descansar.

Me costaba hablar. Mi corazón y mi cabeza estaban en un estado lamentable tras la perdida. Pero tenia que esforzarme por katsudon. No podía dejar que su cuerpo se quedará allí, bajo los escombros, junto al cadáver del enemigo.

Mientras nos poníamos cómodos hemos sido atacados por unos ninjas vestidos de blanco con una bandana con el símbolo del copo de nieve. Uno de ellos lanzo un sello explosivo y fui expulsado por la ventana. Mi compañero no tuvo tanta suerte y recibió la explosión de lleno, por lo que su cuerpo estará enterrado bajo los escombros.

Era una versión bastante resumida de lo sucedido. Y maquillada. Por que el samurái que nos había guiado "amablemente" no había sido tan amable. Pero me daba igual. Todo me daba igual en ese momento. Menos Katsudon.

Ahora me gustaría recuperar el cadáver de mi compañero y enterrarlo, luego si quieres puedes encerrarme o matarme o hacer lo que quieras conmigo, me da igual. Solo quiero darle el entierro digno que se merece.

Al fin y al cabo, la culpa de la muerte de Katsudon era solo mia. Y si tenia que levantar los escombros de la posada uno a uno para sacar su cuerpo, lo haría. Lo que me pasará después, me lo había ganado. Por inútil. Por débil. Por idiota.
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El samurai gruñó por lo bajo.

¿Sabes qué es lo que creo? —dijo—. Que Koichi-sama tenía razón. No debimos inmiscuirnos nunca en los asuntos de los ninjas. Debimos exiliar a aquél bijuu todo lo lejos que pudiéramos, atarle algo pesado y hundirlo dentro de una vasija en lo más profundo del océano.

»Venís aquí, y apenas una hora dentro de nuestro pueblo atraéis ya vuestros problemas y vuestras guerras de shinobi. Sois escoria.

De pronto, un súbito estruendo. Una manaza enorme cerrada acababa de romper los escombros de detrás de la patrulla que amenazaba a Reiji. Un malherido Katsudon consiguió abrirse paso a través de las rocas y de la madera y se desplomó apenas un metro más adelante.

El samurai hizo un gesto con la espada.

Apresen a este shinobi y llamen a un médico para tratar al gordo —dijo, dándose la vuelta, envainando la espada y caminando hacia Katsudon—. Éste es el líder. Si eran espías o tenían algún tipo de plan contra el Hierro, es el que tendrá la información.
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