16/03/2022, 20:20
Los días lluviosos y grises eran el pan de cada día en las calles de Amegakure. La lluvia era el habitual, en ocasiones el cielo se iluminaba momentáneamente por los rayos, y a veces le seguía un ensordecedor ruido. ¿Cuándo había dejado de gustarme aquel tiempo? ¿Cuándo esos días tan grises, habían empezado a ser tan oscuros? ¿Cuándo podría volver a ver su sonrisa?
Deje de mirar la ventana golpeada por la lluvia incesante, para observar el techo de mi habitación una vez más sin levantarme de mi futón. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿2, 3, 5 meses? Se me había hecho eterno, parecía años y aquella opresión en el pecho no me dejaba vivir en paz. Llevaba tiempo evadiendo mis deberes como kunoichi ¿Había llegado a hacer alguna misión desde el incidente de los dojos siquiera?
Oh, si, los dojos. Aquello fue un terremoto que sacudió Oonindo entero. La caída de varios señores feudales, uno de ellos hermano de la Arashikage, la cual posteriormente falleció. Ni siquiera tuve el coraje de ir a su funeral, y seguía preguntándome a día de hoy si alguien había notado mi ausencia.
Salí de mi cama, vestida con una arrugada camisa negra, unos calcetines blancos y un pantalón corto oscuro a altas horas del día, con la misma ropa que el día anterior, y del anterior a ese. La habitación estaba peor que yo; camisas por todos lados, envoltorios de algunas comidas, incluso botellas de bebidas. Y yo, ya no reconocía cuál era la ropa que utilizaba para salir a la calle de mi pijama. En el lavabo, me acicalé el rostro con algo de agua fría, para posteriormente verme en el espejo. Mis cabellos negros, lisos y sedosos ahora estaban desordenados y con un suave brillo por la grasa capilar. Mis ojos parecían maquillados por unas azuladas y profundas marcas que denotaban mi falta de sueño. Lloraba día si y día también, pero a diferencia de antes, no dormía a pierna suelta.
Quise bajar las escaleras para comer algo, Nanashi y Oda estaban preocupados por como poco a poco algo dentro de mí parecía apagarse mientras eran incapaces de arreglarlo, pero en su lugar me senté en el primer escalón a disfrutar del agradable aroma. La comida de Nanashi siempre estaba deliciosa, pero desde hace unos meses ya ni me atrevía a mirarlo a la cara pese a cenar junto a él. Me buscaba sacar temas, pero solo respondía con onomatopeyas y gruñidos. Y si salía ese tema, me levantaba de inmediato y me encerraba en mi habitación.
"Hay más peces en el mar", "Encontrarás a otra", "El otro día vi a una chica parecida".
Pero yo no quería a otra. Yo quería a Hana
Quería que respondiera a mis cartas, quería saber algo de ella, quería saber al menos si seguía viva tras tantos acontecimientos, uno detrás de otro en aquella época de mierda que nos había tocado vivir.
— ¿Ren? — dijo el cocinero con su áspera voz desde abajo de las escaleras. — ¿Quieres comer algo?
Abracé mis piernas, y hundí un poco la cabeza para tragar saliva.
— Ren, no puedes seguir así. Ha pasado ya medio año, tienes que...
— ¿Superarlo?
— Si. Te has obsesionado con ella, has dejado de lado siquiera tus aficiones y sueños, ¿no querías ser una gran espadachina? ¿La mejor samurai de Oonindo?
— ¿Y quién me va a enseñar? ¿Tú? Tú también huiste de tu pasado, hasta escondiste tu espada en un doble fondo del pasillo — protesté señalando con el pulgar hacia atrás.
— Pero yo he rehecho mi vida. No he olvidado mi pasado ni huyo de él, porque es de donde vengo y me perseguirá hasta que muera. Pero eso no significa que no tenga derecho a redimirme, niña — quise volver a quejarme de alguna forma, pero no tenía algo con lo que defenderme.— Come algo, dúchate, y ordena tu habitación de una vez.
— Si, lo que tu digas — me levanté y me dirigí de vuelta a mi habitación desplazando la puerta lateralmente, sin notar la fulminante mirada que Nanashi me había echado a la espalda.
Era extraño, a la misma vez se veía excesivamente grande, pero de algun modo se sentía pequeña. Las estanterías donde ponía libros sobre samuráis, espadas y muchos mangas estaba a medias, algunos libros estaban abiertos y tirados por el suelo, mientras que otros estaban apilados en diversos lugares de la habitación. La papelera rebosaba de basura de distintos materiales, y compartía por el suelo con papeles y envoltorios. Mi ropa estaba arrugada y sucia, apilada sobre una silla la cual cambiaba de lugar poniéndola sobre la cama. Debería de hacerle caso, debería recoger algo. Me acerqué hasta mi pequeño escritorio, posando una mano sobre este y manteniendo la mirada por unos segundos.
Abrí un cajón para guardar un par de libros, y ahí estaba. El llavero que obtuve en Notsuba, intentando conseguirle un oso gigante. Me temblaron los labios y mi mano se dirigió hasta él de la misma forma, cuando la tuve en una mano, tuve que llevar la otra también al pequeño objeto. Mi respiración empezó a agitarse, poco a poco, a hacerse pesada y no pude aguantarlo. Caí de rodillas al suelo, a la vez que las lágrimas por mis ojos con la misma intensidad que lo hacía la lluvia. Apoyé mi frente sobre el suelo, y me llevé las manos al pecho mientras gritaba desconsoladamente. Mi torso daba pequeñas sacudidas por la falta de aire. Apenas sentía el dolor en los ojos que sentía de hace tiempo al llorar, y algo dentro de mí parecía terminar de romperse y salir al exterior.
Cuanto la echaba de menos, cuanto la añoraba.
Cuanto la quería.
Nanashi subió apresurado, corriendo la puerta completamente impresionado. Ya me había escuchado llorar otros días y gritar, pero no se acercaba a esa intensidad. Giré la cabeza, para verle con dificultad.
— La quiero... La quiero demasiado... La quiero tanto que me duele... Si no quiere saber nada de mí, si no quiere que la vuelva a ver... Que así sea... P-Pero necesito volver a verla... N-Necesito una respuesta
La pronunciada nuez de Nanashi subió y bajo al tragar saliva, y un mar de dudas se plantó en su cabeza en aquel momento, sin saber qué responder.
— Sí... Es cierto que te debe una explicación... — Miró de vuelta al pasillo, observando las escaleras por las que había subido, alertado por el desconsuelo mientras algunos clientes esperaban que volviera. — Tan solo... Mphmh... Voy a cerrar por hoy, baja a comer cuando estés mejor
Cerró la puerta, pero yo no pude reprimir mi dolor al verle marchar.
No sé cuanto tiempo pase gritando al suelo, no sé cuanto estuve llorando. Pero por fin conseguí conciliar el sueño por varias horas.
Me desperté de nuevo en mi habitación, pero esta estaba recogida. Estaba algo oscuro, pero había algo de ruido abajo y ello le siguió el sonido de mi estomago. Comía de forma irregular, mal y a veces solo una vez al día. Al cruzar el marco, pude ver a Nanashi tras la barra preparando algo de comida, mientras Oda estaba sentado con una taza de café en una de las mesas del lateral. ¿Cuándo había puesto bancos acolchados? El más mayor, me dirigió una seria mirada, y juraría haber visto una lágrima recorrer una de sus mejillas. Caminé lentamente acariciándome uno de mis brazos hasta tomar el asiento que estaba frente a él.
— Buenas días, pequeña
— B-Buenas días... — Miré a los lados, avergonzada, y posteriormente a las ventanas del fondo. — ¿Que... Que hora es?
— Las 8 de la mañana
— ¿D-De la mañana?...
—Si, has dormido por casi un día — sonrió levemente.
Se le notaba la necesidad de querer preguntarme por todo, al igual que Oda. Pero ambos permanecían en silencio, siendo meticulosos con sus movimientos, como si intentaran evitar espantar a un gato callejero. Nanashi trajo un plato con algo de arroz, tempura rebozada, un pequeño cuenco con sopa de miso y algo de pollo con salsa. Le respondí con un gracias, como si fuera una clienta más, y él sonrió otra vez apenado.
Después, tomó una silla, y se sentó frente a nuestra mesa, limpiándose las manos en el mandil.
— Ren... Sabemos que lo estás pasando mal. Te hemos dado bastante tiempo para superar tu duelo, pero... Tienes que volver a avanzar, tienes que seguir viviendo tu vida
Agaché la cabeza con lentitud, mientras saboreaba el delicioso arroz con un fuerte sabor a ajo frito, que me resultaba algo amargo de tragar junto a sus palabras.
— L-Lo sé pero... Yo...
Ambos intercambiaron una mirada. Nanashi suspiró, y Oda hizo una mueca.
— Tomate tu tiempo. No es algo claro, no tiene por qué pasar un tiempo en concreto. Puede ser poco a poco, puede ser a pasos agigantados... Puede que nunca lo superes — Nanashi frunció el ceño, y ahora fui yo quien torció la boca. — Pero siempre nos tendrás a nosotros. Y si la suerte te sonríe, a ella también. Pero pase lo que pase, debes ser fuerte, Ren
Apreté mis puños, y saboree lo poco que quedaba en mi boca, balbucee un poco sin saber qué expresar.
— G-Gracias... D-De verdad... — Respondí sin levantar la cabeza.
— Ha llegado una misión para ti, es cerca de Uzugakure
Nanashi le dió un codazo, y levanto las manos haciendo un gesto tanto con estas como con la cara, entablando una especie de conversación telepática solo con los gestos, "¿Pero eres gilipollas? ¿Ahora, en serio?". Oda respondió de la misma forma, pero encogiéndose de hombros, manifestando "¿Y a ti que coño te pasa? ¿Quieres que se meta en problemas?".
— Si quieres puedo...
— No... Tienes razón... Tenéis razón... Es algo de lo que no puedo huir... Tengo que enfrentarlo, tarde o temprano. Y cuanto antes, mejor...
— No creo que estes en condiciones de salir ¿cuando fue la última vez que usaste tu espada? ¿o que usaste chakra?
Oda la golpeo el pecho con el dorso de la mano, no de forma violenta, pero si para que se girase y cerrara la boca.
— Es sencilla, solo tiene que llevar unas hierbas locales. Sabes de lo que es capaz, tan solo ten cuidado, y no cometas ninguna estupidez — su mirada paso de Nanashi hasta mí.
— S-Si... No haré nada imprudente... T-Tampoco quiero estar demasiado allí...
El cocinero se cruzó de brazos, visiblemente molesto porque no terminaba de convencerle las condiciones de Oda, pero en el fondo sabía que era lo mejor para mí.
— Es en unos días... Supongo que tenemos un poco de tiempo aunque sea para repasar lo más básico
Asentí avergonzada, yo misma sentía esa falta de fuerza hasta para levantar aquel trozo de madera. Pero debía salir, debía volver a vivir. Las únicas opciones eran salir ahí fuera y con suerte encontrar una respuesta, o quedarme en mi habitación lamentandome hasta morir.
¿Que haría si la veía a ella? ¿Sería capaz de mirarla sin desmoronarme al ver aquella sonrisa?
Deje de mirar la ventana golpeada por la lluvia incesante, para observar el techo de mi habitación una vez más sin levantarme de mi futón. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿2, 3, 5 meses? Se me había hecho eterno, parecía años y aquella opresión en el pecho no me dejaba vivir en paz. Llevaba tiempo evadiendo mis deberes como kunoichi ¿Había llegado a hacer alguna misión desde el incidente de los dojos siquiera?
Oh, si, los dojos. Aquello fue un terremoto que sacudió Oonindo entero. La caída de varios señores feudales, uno de ellos hermano de la Arashikage, la cual posteriormente falleció. Ni siquiera tuve el coraje de ir a su funeral, y seguía preguntándome a día de hoy si alguien había notado mi ausencia.
Salí de mi cama, vestida con una arrugada camisa negra, unos calcetines blancos y un pantalón corto oscuro a altas horas del día, con la misma ropa que el día anterior, y del anterior a ese. La habitación estaba peor que yo; camisas por todos lados, envoltorios de algunas comidas, incluso botellas de bebidas. Y yo, ya no reconocía cuál era la ropa que utilizaba para salir a la calle de mi pijama. En el lavabo, me acicalé el rostro con algo de agua fría, para posteriormente verme en el espejo. Mis cabellos negros, lisos y sedosos ahora estaban desordenados y con un suave brillo por la grasa capilar. Mis ojos parecían maquillados por unas azuladas y profundas marcas que denotaban mi falta de sueño. Lloraba día si y día también, pero a diferencia de antes, no dormía a pierna suelta.
Quise bajar las escaleras para comer algo, Nanashi y Oda estaban preocupados por como poco a poco algo dentro de mí parecía apagarse mientras eran incapaces de arreglarlo, pero en su lugar me senté en el primer escalón a disfrutar del agradable aroma. La comida de Nanashi siempre estaba deliciosa, pero desde hace unos meses ya ni me atrevía a mirarlo a la cara pese a cenar junto a él. Me buscaba sacar temas, pero solo respondía con onomatopeyas y gruñidos. Y si salía ese tema, me levantaba de inmediato y me encerraba en mi habitación.
"Hay más peces en el mar", "Encontrarás a otra", "El otro día vi a una chica parecida".
Pero yo no quería a otra. Yo quería a Hana
Quería que respondiera a mis cartas, quería saber algo de ella, quería saber al menos si seguía viva tras tantos acontecimientos, uno detrás de otro en aquella época de mierda que nos había tocado vivir.
— ¿Ren? — dijo el cocinero con su áspera voz desde abajo de las escaleras. — ¿Quieres comer algo?
Abracé mis piernas, y hundí un poco la cabeza para tragar saliva.
— Ren, no puedes seguir así. Ha pasado ya medio año, tienes que...
— ¿Superarlo?
— Si. Te has obsesionado con ella, has dejado de lado siquiera tus aficiones y sueños, ¿no querías ser una gran espadachina? ¿La mejor samurai de Oonindo?
— ¿Y quién me va a enseñar? ¿Tú? Tú también huiste de tu pasado, hasta escondiste tu espada en un doble fondo del pasillo — protesté señalando con el pulgar hacia atrás.
— Pero yo he rehecho mi vida. No he olvidado mi pasado ni huyo de él, porque es de donde vengo y me perseguirá hasta que muera. Pero eso no significa que no tenga derecho a redimirme, niña — quise volver a quejarme de alguna forma, pero no tenía algo con lo que defenderme.— Come algo, dúchate, y ordena tu habitación de una vez.
— Si, lo que tu digas — me levanté y me dirigí de vuelta a mi habitación desplazando la puerta lateralmente, sin notar la fulminante mirada que Nanashi me había echado a la espalda.
Era extraño, a la misma vez se veía excesivamente grande, pero de algun modo se sentía pequeña. Las estanterías donde ponía libros sobre samuráis, espadas y muchos mangas estaba a medias, algunos libros estaban abiertos y tirados por el suelo, mientras que otros estaban apilados en diversos lugares de la habitación. La papelera rebosaba de basura de distintos materiales, y compartía por el suelo con papeles y envoltorios. Mi ropa estaba arrugada y sucia, apilada sobre una silla la cual cambiaba de lugar poniéndola sobre la cama. Debería de hacerle caso, debería recoger algo. Me acerqué hasta mi pequeño escritorio, posando una mano sobre este y manteniendo la mirada por unos segundos.
Abrí un cajón para guardar un par de libros, y ahí estaba. El llavero que obtuve en Notsuba, intentando conseguirle un oso gigante. Me temblaron los labios y mi mano se dirigió hasta él de la misma forma, cuando la tuve en una mano, tuve que llevar la otra también al pequeño objeto. Mi respiración empezó a agitarse, poco a poco, a hacerse pesada y no pude aguantarlo. Caí de rodillas al suelo, a la vez que las lágrimas por mis ojos con la misma intensidad que lo hacía la lluvia. Apoyé mi frente sobre el suelo, y me llevé las manos al pecho mientras gritaba desconsoladamente. Mi torso daba pequeñas sacudidas por la falta de aire. Apenas sentía el dolor en los ojos que sentía de hace tiempo al llorar, y algo dentro de mí parecía terminar de romperse y salir al exterior.
Cuanto la echaba de menos, cuanto la añoraba.
Cuanto la quería.
Nanashi subió apresurado, corriendo la puerta completamente impresionado. Ya me había escuchado llorar otros días y gritar, pero no se acercaba a esa intensidad. Giré la cabeza, para verle con dificultad.
— La quiero... La quiero demasiado... La quiero tanto que me duele... Si no quiere saber nada de mí, si no quiere que la vuelva a ver... Que así sea... P-Pero necesito volver a verla... N-Necesito una respuesta
La pronunciada nuez de Nanashi subió y bajo al tragar saliva, y un mar de dudas se plantó en su cabeza en aquel momento, sin saber qué responder.
— Sí... Es cierto que te debe una explicación... — Miró de vuelta al pasillo, observando las escaleras por las que había subido, alertado por el desconsuelo mientras algunos clientes esperaban que volviera. — Tan solo... Mphmh... Voy a cerrar por hoy, baja a comer cuando estés mejor
Cerró la puerta, pero yo no pude reprimir mi dolor al verle marchar.
No sé cuanto tiempo pase gritando al suelo, no sé cuanto estuve llorando. Pero por fin conseguí conciliar el sueño por varias horas.
Me desperté de nuevo en mi habitación, pero esta estaba recogida. Estaba algo oscuro, pero había algo de ruido abajo y ello le siguió el sonido de mi estomago. Comía de forma irregular, mal y a veces solo una vez al día. Al cruzar el marco, pude ver a Nanashi tras la barra preparando algo de comida, mientras Oda estaba sentado con una taza de café en una de las mesas del lateral. ¿Cuándo había puesto bancos acolchados? El más mayor, me dirigió una seria mirada, y juraría haber visto una lágrima recorrer una de sus mejillas. Caminé lentamente acariciándome uno de mis brazos hasta tomar el asiento que estaba frente a él.
— Buenas días, pequeña
— B-Buenas días... — Miré a los lados, avergonzada, y posteriormente a las ventanas del fondo. — ¿Que... Que hora es?
— Las 8 de la mañana
— ¿D-De la mañana?...
—Si, has dormido por casi un día — sonrió levemente.
Se le notaba la necesidad de querer preguntarme por todo, al igual que Oda. Pero ambos permanecían en silencio, siendo meticulosos con sus movimientos, como si intentaran evitar espantar a un gato callejero. Nanashi trajo un plato con algo de arroz, tempura rebozada, un pequeño cuenco con sopa de miso y algo de pollo con salsa. Le respondí con un gracias, como si fuera una clienta más, y él sonrió otra vez apenado.
Después, tomó una silla, y se sentó frente a nuestra mesa, limpiándose las manos en el mandil.
— Ren... Sabemos que lo estás pasando mal. Te hemos dado bastante tiempo para superar tu duelo, pero... Tienes que volver a avanzar, tienes que seguir viviendo tu vida
Agaché la cabeza con lentitud, mientras saboreaba el delicioso arroz con un fuerte sabor a ajo frito, que me resultaba algo amargo de tragar junto a sus palabras.
— L-Lo sé pero... Yo...
Ambos intercambiaron una mirada. Nanashi suspiró, y Oda hizo una mueca.
— Tomate tu tiempo. No es algo claro, no tiene por qué pasar un tiempo en concreto. Puede ser poco a poco, puede ser a pasos agigantados... Puede que nunca lo superes — Nanashi frunció el ceño, y ahora fui yo quien torció la boca. — Pero siempre nos tendrás a nosotros. Y si la suerte te sonríe, a ella también. Pero pase lo que pase, debes ser fuerte, Ren
Apreté mis puños, y saboree lo poco que quedaba en mi boca, balbucee un poco sin saber qué expresar.
— G-Gracias... D-De verdad... — Respondí sin levantar la cabeza.
— Ha llegado una misión para ti, es cerca de Uzugakure
Nanashi le dió un codazo, y levanto las manos haciendo un gesto tanto con estas como con la cara, entablando una especie de conversación telepática solo con los gestos, "¿Pero eres gilipollas? ¿Ahora, en serio?". Oda respondió de la misma forma, pero encogiéndose de hombros, manifestando "¿Y a ti que coño te pasa? ¿Quieres que se meta en problemas?".
— Si quieres puedo...
— No... Tienes razón... Tenéis razón... Es algo de lo que no puedo huir... Tengo que enfrentarlo, tarde o temprano. Y cuanto antes, mejor...
— No creo que estes en condiciones de salir ¿cuando fue la última vez que usaste tu espada? ¿o que usaste chakra?
Oda la golpeo el pecho con el dorso de la mano, no de forma violenta, pero si para que se girase y cerrara la boca.
— Es sencilla, solo tiene que llevar unas hierbas locales. Sabes de lo que es capaz, tan solo ten cuidado, y no cometas ninguna estupidez — su mirada paso de Nanashi hasta mí.
— S-Si... No haré nada imprudente... T-Tampoco quiero estar demasiado allí...
El cocinero se cruzó de brazos, visiblemente molesto porque no terminaba de convencerle las condiciones de Oda, pero en el fondo sabía que era lo mejor para mí.
— Es en unos días... Supongo que tenemos un poco de tiempo aunque sea para repasar lo más básico
Asentí avergonzada, yo misma sentía esa falta de fuerza hasta para levantar aquel trozo de madera. Pero debía salir, debía volver a vivir. Las únicas opciones eran salir ahí fuera y con suerte encontrar una respuesta, o quedarme en mi habitación lamentandome hasta morir.
¿Que haría si la veía a ella? ¿Sería capaz de mirarla sin desmoronarme al ver aquella sonrisa?