19/04/2019, 19:10
El Uchiha se dio media vuelta y abandonó aquel callejón, el rincón donde había vivido Calabaza durante meses, donde se había sumergido en la miseria. Pese a su renacimiento y a que había querido matar todo lo que estaba relacionado con aquella persona dentro de su propio ser, Akame sabía que no iba a ser un camino fácil. Caminaba con las manos en los bolsillos de sus pantalones bombachos, y sus dedos ansiosos ya se revolvía dentro como culebrillas en busca de sustento. De la magia azul. Al igual que el pobre humillado Calabaza, la pasta de los recuerdos era un pesado lastre que el Uchiha sabía que tendría que soltar. No llegaría lejos cargando con semejante compañero de viaje.
El cómo, su cabeza ya había empezado a maquinarlo. Mientras que su ser racional buscaba una solución definitiva y tajante, su parte concupiscente se revolvía furiosa, herida pero no de muerte. Se rehusaba a dejar ir el dominio que había ejercido durante aquel tiempo sobre el joven; iba a ser un enemigo a batir. El peor de todos, el enemigo interior.
Pronto las callejuelas oscuras dieron paso a las zonas más concurridas de Tanzaku Gai. La pareja se movía entre las sombras, discretamente, camino a las puertas de la ciudad. Tardaron poco en llegar, teniendo en cuenta que ambos eran conscientes de que se movían contra el reloj y que cualquier retraso podía ser fatal. Ayame les había descubierto, habían prendido fuego a un local y pronto algunos notarían la ausencia de Calabaza; especialmente sus dealers en el Dedo Amarillo.
«Ya volveremos a vernos...»
Cuando los dos muchachos cruzaron el umbral de los enormes portones que daban salida a las murallas de la ciudad, Akame se volteó y dio un último vistazo a aquel lugar que, probablemente, no volvería a ver en mucho tiempo. Cuando regresara, si es que lo hacía, sería en la forma de un conquistador dispuesto a arrasar con todo y reclamarlo para sí. Pero esa... Esa es una historia para otro momento.
El País del Agua aguardaba, y Uchiha Akame el Fénix, no iba a hacerle esperar.
El cómo, su cabeza ya había empezado a maquinarlo. Mientras que su ser racional buscaba una solución definitiva y tajante, su parte concupiscente se revolvía furiosa, herida pero no de muerte. Se rehusaba a dejar ir el dominio que había ejercido durante aquel tiempo sobre el joven; iba a ser un enemigo a batir. El peor de todos, el enemigo interior.
Pronto las callejuelas oscuras dieron paso a las zonas más concurridas de Tanzaku Gai. La pareja se movía entre las sombras, discretamente, camino a las puertas de la ciudad. Tardaron poco en llegar, teniendo en cuenta que ambos eran conscientes de que se movían contra el reloj y que cualquier retraso podía ser fatal. Ayame les había descubierto, habían prendido fuego a un local y pronto algunos notarían la ausencia de Calabaza; especialmente sus dealers en el Dedo Amarillo.
«Ya volveremos a vernos...»
Cuando los dos muchachos cruzaron el umbral de los enormes portones que daban salida a las murallas de la ciudad, Akame se volteó y dio un último vistazo a aquel lugar que, probablemente, no volvería a ver en mucho tiempo. Cuando regresara, si es que lo hacía, sería en la forma de un conquistador dispuesto a arrasar con todo y reclamarlo para sí. Pero esa... Esa es una historia para otro momento.
El País del Agua aguardaba, y Uchiha Akame el Fénix, no iba a hacerle esperar.