Hacía poco tiempo que había estado en ese mismo edificio, todavía quedaban en su mente recuerdos vivos. La mujer que se transformaba en agua, la que se transformaba en papel, los dos luchadores y el congelante albino. Una pelea evitada, otra negada por parte del calvo, y otra negada propuesto por el mismo. Había sido un día extraño de demasiada actividad, era difícil de olvidar.

Pero ese día todo era tranquilo y regular. Pocas personas en cada piso, lo justo y necesario para no estar abarrotado pero que haya algún combatiente o entrenador dandole vida al asunto. Karamaru se encontraba en uno de los pisos más altos, solo sobre un gran tatami de varios metros de diámetro.

Sentado, piernas cruzadas, manos sobre las rodillas y ojos cerrados. Los sonidos del ambiente lo ayudaban a entrenamiento de meditación, uno que rara vez ocurría en aquel edificio. El metal, manejado por claros expertos, chocando. La madera, manejada por obvios novatos, golpeando. Pequeños rayos, llamas y vientos bruscos quebrando el silencio, en cantidades suficientes para no destrozar nada de aquel apacible lugar. Al menos apacible en aquel momento para algunos, como para Karamaru en aquel momento.

«Faltará mucho...»- pensaba un impaciente pero calmo monje.

Ocupaba en solitario aquel tatami de color beige, pero no en posición central. Se encontraba cerca de la circunferencia, dejando un lado opuesto disponible para alguna persona lo suficientemente valiente o confianzuda o divertida, como para entretenerse un rato a base de puños y movimientos ágiles. Porque la realidad era que Karamaru no había entablado combate nunca con un extranjero, nunca desde que había abandonado la relativa comodidad de su templo.

El calvo chasqueó la lengua, demostrándose a si mismo que sus horas de meditación estaban concluyendo y nadie de toda aquella aldea pasó cerca de él para jugar un rato.

Mi cara de aburrimiento era más que evidente, pasaban los minutos y nadie se acercaba, mantuve la paciencia y calma por los primeros 90 minutos pero ¿cómo podría seguir perdiendo tiempo así? Me negaba rotundamente a quedarme en aquel tatami esperando a que alguien se acercara y entabláramos un combate.

”Y pensar que Kyubei encuentra buenos combates aquí…”

Sí Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma, ¿no? Así que dejé aquella plataforma y me dispuse a buscar a mi propio rival. Tras dar unas cuantas vueltas por el lugar y observar a varios enfrentarse con una llama ardiente y sedienta de la victoria me preguntaba ¿por qué ellos estaban combatiendo y yo no?

¿Acaso no era lo suficientemente fuerte para tener un rival? ¿O era que mi aspecto intimidaba a los demás? Negué con la cabeza, ninguna de las dos opciones era convincente, quizás no era mi día.

—Vaya, no esperaba encontrarte por aquí. — Comenté justo subiendo al tatami del calvo. Claramente lo había reconocido, al llamar su atención posaría mis orbes sobre los suyos, al verlos recordaría a los míos, sí esos sí que eran unos lindos ojos.

—¿Sí se consigue una pelea aquí?— Pregunté —Tengo un buen rato por aquí y no he conseguido ni una mirada pérdida hacia mi persona. — Expresé, aunque a él no le importase tenía la intención de comentarlo a alguien y saber sí siempre era así, cosa que preguntaría después.

¿Por qué volvía a ese lugar el joven médico? Era una buena pregunta. Pero la respuesta era mucho más simple de lo que podría esperarse. Si bien el torreón de la Academia era bastante agradable para realizar jornadas de entrenamiento, significaba quedarse en lo que uno acostumbraba, la zona de confort. Mogura intentaba buscaba probar sus habilidades médicas en un entorno donde las cosas fuesen más serías.

¿Y qué mejor lugar que el torreón de pruebas para eso? Con un poco de suerte ese día no volvería a presentarse el sensei de Ayame para arruinar la diversión de todos.

¿Volveré a cruzarme con alguna cara conocida?

En la mente de Mogura no había tantos pensamientos en ese momento, estaba sumamente relajado. De esa manera iba a enfrentar su entrenamiento ese día.

El joven Manase avanzaba por la circunferencia, evitando estorbar a la gente que iba a romperse la cara a golpes con el objetivo de mejorar su taijutsu, y también evitando ser un blanco de practica para los entusiastas del lanzamiento de Dai shuriken.

¿Inoue Keisuke?

Sus ojos se abrieron ligeramente cuando una persona con las características del muchacho se cruzó en su campo visual. Curiosamente, al avanzar, logró identificar a alguien que recordaba haber visto antes también.

¿No es ese el muchacho calvo que se metió a separar a los que estaban peleando la otra vez?

Había una forma de saber todo eso y sabía como hacerlo, siguiendo caminando hasta acercarse lo suficiente para que lo vean a él.

Para cuando la paciencia del calvo se estaba acabando, una voz ligeramente conocida se filtro entre tanto choque de armas. Levanto la mirada, pero el rostro no lo ubicaba con ninguno que tuviese en la memoria, ni siquiera un poco.

Parecia conocerlo, pero Karamaru no a el. De todas maneras, el pelirrojo se acerco y se coloco en la posicion opuesta del tatami.

¿Sí se consigue una pelea aquí?

Su posicion y palabras orientaba aquel encuentro en una buena demostracion de taijutsu. Pero como para todo combate, valia la pena saber a quien uno golpearia y de quien recibiria golpes.

Al fin se presenta alguien.- comenzo el calvo mientras se levantaba para quedar a la misma altura que el otro hombre.

Lamento decir que no recuerdo tu rostro, mas si tu voz. Creo que no nos hemos presentado como es debido.

Soy Karamaru, del clan Habaki. Un placer.- una leve referencia siguio a las palabras del cenobita.

Vi como el calvo se incorporaba y sonreí. —Vaya, que mala memoria tienes, nos vimos hace unos días aquí, bueno en la arena.— Aclaré tratando de refrescar un poco su memoria.

—Inoue Keisuke, mucho gusto.— Repetí la reverencia que hizo siguiendo sus actos cordiales. —Es mi primera vez aquí.— Comenté refiriéndome a aquellas sección del torreón. —Tú, ¿vienes seguido?.— Pregunté, no quería romper ninguna regla.

—Solo por curiosidad, ¿puedo utilizar cualquier técnica o es un combate basado en taijutsu?.— Sí el combate iniciaba debía ir trazando algún plan para hacerle frente.

—¿Hoy sí estás dispuesto a combatir conmigo?.— Quería estar seguro antes de emocionarme, aún estaba a tiempo de retirarme del lugar, pero todo podría cambiar según decidiera Karamaru.

Mi atención en ese momento se centraba en el calvo, bastaría su aprobación para animarme a empezar una batalla en ese mismo instante.

Estando a una distancia bastante cercana, Mogura podía ser espectador de lo que estaba ocurriendo. Desgraciadamente tambien estaba siendo testigo de una conversación de la cual no formaba parte realmente, eso era un poco grosero dependiendo a quien se le preguntase.

Habaki Karamaru era el nombre del cenobita, el nombre del otro muchacho ya lo conocía, Inoue Keisuke.

Ninguno de los dos parecía haber reparado en que él se encontraba por ahí, sin mucha intención de intervenir en su decisión de combatir, buscaría con la mirada un lugar para sentarse y contemplar las acciones de ambos.

A unos metros de aquel tatami donde se encontraban los posibles combatientes, había una solitaria colchoneta que para el propósito que la quería el joven médico venía más que bien. Se colocó en una bien prolija posición de seiza, digna de libro de etiqueta, desde ahí podría disfrutar del entrenamiento.

El calvo se tomó con gracia el chiste del pelirrojo. No solía olvidar las cosas, y era extraño y gracioso para él que lo haya hecho, pero todo tenía sentido. Seguramente había sido aquel día donde todo estuvo plagado de gente.

Inoue Keisuke era el nombre de su compatriota y de su siguiente contrincante. Un primerizo por aquellos lares de habilidades desconocidas, aunque de lo que estaba seguro era que era un novato dentro del mundo ninja al igual que él.

Vine varias veces, sí. Bienvenido, supongo.

El combate podía empezar, pero al parecer algunas reglas eran necesarias para darle acción a aquel tatami.

No soy quien para discriminar, pero aviso que si rompes algo tú lo pagas.- el calvo rió.

Pero nuevamente, la mala memoria lo atacaba. ¿Acaso le había negado un combate alguna vez? Si todo era extraño, ahora era aún más. Pero no era momento de empezar a divagar sobre qué había pasado y qué no, era momento de combatir y el calvo tenía demasiadas ganas de comenzar.

¿Hoy sí estás dispuesto a combatir conmigo?

Cuando tú quieras.- el calvo se colocó en posición de guardia, ya esperando a los movimientos de su rival.

De reojo, podía ver como un hombre se sentaba cerca del tatami de combate, mirando en su dirección. Había un espectador, y eso le parecía bastante interesante. De golpe había encontrado dos personas interesadas.

No soy quien para discriminar, pero aviso que si rompes algo tú lo pagas.- el calvo rió.

—Vaya, supongo que tendré que limitar mi fuerza.— No quería gastos extras así que limitaría el uso del okasho para cuando estuviese seguro de que asestaría un golpe de lleno. —La próxima vez que sea en un lugar en donde no me tenga que limitar, claramente estás en ventaja.— Manifesté, quería ver su reacción y sí me seguía el juego.

Los movimientos del calvo demostraron que estaba más que preparado para empezar aquel combate, cuando vi que subía la guardia llevé mi siniestra a mi portaobjetos, rápidamente me hice con dos estrellas metálicas y dos agujas metálicas, estás últimas fueron a parar a mi diestra.

Ambas shurikens volaron a rápida velocidad en busca de su abdomen, dirigidas justamente a donde debería estar su ombligo.—No te distraigas, tu oponente soy yo.— Advertí apenas lancé las estrellas, pero todo no quedaba ahí, aquel ataque era muy descarado y fácilmente esquivable, ahí era en donde entraban en acción las agujas, apenas Karamaru se moviera para esquivar las estrellas, lancé ambas agujas al unísono, las cuales cazarían su muslo derecho con la intención de atravesar toda la musculatura posible.

”Veamos tus reflejos” visualizaría sus movimientos, sin perder ningún detalle y adoptaría una posición cómoda, flexioné mis rodillas levemente y abrí las piernas para tener una mejor estabilidad, de la misma forma subí mis extremidades superiores, dándole la invitación a que empezara la batalla cuerpo a cuerpo.

La presencia de Mogura había sido notada por el monje rubio y calvo. En el instante en que sus miradas podrían llegar a cruzarse, el joven médico de cabello azabache haría una respetuosa reverencia digna de un dojo, apoyándose sus manos ligeramente en la colchoneta e inclinando su torso hacía delante, sin dejar de mirar a los ojos del cenobita.

El respeto es lo que mantiene la paz entre las tres grandes naciones ninja, no hay razón para no aplicar lo mismo en la gran Amegakure.

Pensaba el chico en momentos como ese.

Entre un par de cosas que se dijeron, Karamaru se excusaría de cualquier daño que podría hacer Keisuke a lo que se encontraba ahí, dejandole a su suerte con los costos de reparaciones. El médico por su parte reclamaría elegir un lugar donde no hubiese necesidad de contenerse la próxima vez.

¿Estás queriendo hacer uso del Okasho en un compañero de aldea, Inoue Keisuke? Eso es un demasiado... si me lo preguntas...

No pudo evitar delinear una ligera sonrisa en su rostro al pensar en aquello, quizás la inmadurez del chico no le dejaba ver lo peligroso que podía ser utilizar una técnica como esa tan a la ligera.

Sin mucha demora el combate ya había iniciado, armas arrojadizas volando en dirección al calvo y la promesa de un intercambio de golpes.

Mogura se mantenía expectante a todo.

Una reverencia respondió a la mirada del calvo. El morocho se había dado cuenta y le ahora le intrigaba aún más qué hacía allí sentado. De tantas peleas que había, de personas de claramente mayor rango y habilidad, era justamente raro que un espectador se sentará a verlos particularmente a ellos, dos gennin novatos.

O eso pensaba al menos el calvo, las habilidades de su contrincante eran desconocidas y no tenía ni idea de su rango. Aunque se solía acordar de personas importantes.

«Muy bien, aquí v...»

Las ideas del monje se vieron interrumpidas. En cuánto volvió la vista a su oponente, dos shuriken habían sido lanzadas. El pelirrojo no se andaba con juegos, ni con miedo a lastimar a una persona con un entrenamiento. Karamaru se arrojó al suelo, doblando sus piernas y luego su torso para apoyarse en el piso con sus manos y pies.

«Si que empieza fuer...»

Dos pequeñas agujas de metal, apenas vistas por el calvo, lo tomaban como objetivo. Aunque esta vez era tarde. Trato de rodar por el suelo, pero una de ellas logró a rozar su pierna derecha generando un pequeño corte por el que apenas discurrían unas pocas gotas de sangre.

Parece que das todo desde el minuto uno.

¿Pero qué tanto durarás arrojandome cosas? Venta pa' ca.- el calvo seguía en su posición anterior, manos y pies sobre el suelo cual gato, pero unos metros hacia un costado.

De no ser por mi aviso aquellas shurikens hubieran impactado de lleno en su piel y la sangre hubiese fluido al exterior, manchando el campo; no obstante, ese hecho nunca ocurrió y evadió ambas estrellas fácilmente, como lo había previsto, pero las agujas casi dieron de lleno e incluso una de ellas logró rozarle.

—Parece que das todo desde el minuto uno—

—Me tomo las cosas muy enserio, espero que tú también.— Advertí, realmente iba con todas, ¿cuál era la idea entrenar sí no iba a sentir la tensión, la adrenalina y la energía de un combate?

Mis ojos seguían viendo aquella posición animal que había adoptado. ¿Sería algún tipo de habilidad o técnica? Lo mejor era esperar y mantenerse un poco a distancia, no quería ningún tipo de sorpresa.

— ¿Pero qué tanto durarás arrojandome cosas? Venta pa' ca.—

Claramente había rechazado mi invitación y él pretendía que sería yo quien me aproximase hacia su cuerpo, viendo que aún no se ponía serio visualicé al espectador, no tardaría ni un segundo reconociéndolo y volvería la vista al calvo. —Manase Mogura, que sorpresa.— Comenté lo suficientemente alto, aunque realmente no era una sorpresa tenerlo ahí, tenía una idea de el porque su presencia en aquel lugar.

—Que aburrido eres Karamaru, ¿realmente tengo que hacerlo todo yo?.— Bostecé notoriamente y cubrí mi boca con mi diestra, mientras seguía manteniendo la guardia con la siniestra y mis músculos preparados para moverme en cualquier dirección. —Venga, ya yo di el primer paso, ahora tú.— Sí la situación no se animaba pronto tenía dos opciones, dejar el combate o forzarlo, incluso sí él no se defendía podría quedar muy mal parado.

La actitud enérgica de Keisuke le había dado el privilegio de hacer el primer daño a su oponente, quizás fuese por culpa de Karamaru y su ligero despiste al ver a Mogura sentado no muy lejos de donde se estaba llevando el combate.

Un ligero intercambio de palabras tenía a los dos shinobi a la espera de la reacción del otro, parecía ser el preludio a un intercambio de golpes pero ninguno quería ser el que se acercase a la guardia del otro.

Yo no soy tu oponente, Inoue Keisuke. Será mejor que no te distraigas.

Comentó con un tono calmado pero no tan frío como usualmente recordaría el colega médico de Mogura. Sonaba más amigable si se lo quería tomar de esa manera.

Nuevamente hubo un intercambio de palabras, Keisuke intentaba incitar al calvo a que diese el paso siguiente. Como cuando uno esta conociendo a una persona lo normal es intercambiar invitaciones hasta concretar algo, en ese instante el algo que deseaban concretar era una buena pelea.

«Pues no, no me lo iba a tomar tan en serio. Parece que voy a tener que subir un poquito la intensidad.

El calvo se sorprendió un poco al escuchar cada una de las palabras de su contrincante. En ese punto no sabía si era distracción, si lo estaba incitando a equivocarse o si simplemente hablaba de esa manera todo el tiempo. Incluso se daba el tiempo de saludar a viejos amigos.

«Mogura se llama...»

¿Por qué no dejas los saludos y bostezos para otro momento?

—Tú eres el retador, tú tienes que demostrar que eres mejor.- el calvo volvió a su posición original, en posición de guarida y erguido.

Eres shinobi, adaptate a la situación. Si la montaña no va a Rikudo, pues Rikudo va a la montaña.

—Yo no soy tu oponente, Inoue Keisuke. Será mejor que no te distraigas.—

—Es una lástima, quizá tu lo hicieras mejor él.— Una batalla con Mogura estaba en mi lista de cosas por hacer, pero no dependía básicamente de mi hacerlo o no, y realmente ya no lograba que decirle al calvo para incitarle, menospreciarlo era otra forma de ello, pronto vería su efecto.

—¿Por qué no dejas los saludos y bostezos para otro momento?.—

—Porque tú no representas ninguna amenaza para mí.— Respondí de mala manera haciendole saber que me estaba comenzando a irritar.


—Tú eres el retador, tú tienes que demostrar que eres mejor.—

Vi como incorporaba nuevamente a la bipedestación y trataba de picarme a mi, me irritaba más y no era la mejor forma de incitarme. —¿Cómo voy a demostrar algo sí tu nisiquiera has demostrado que puedes hacer un ataque digno?— Le di un golpe, sí, las palabras también hieren, y esta era una de ellas que le restregaría ese día.

—Que profundo eres...— Mi actitud fría y un tanto grosera estaba saliendo a flote. Respiré profundamente y expulsé el aire lentamente mientras dejaba salir toda aquella molestia en aquel movimiento. —Hagamos algo, sí no quieres pelear déjame verte ese rasguño, quizás necesites una curita...— Propuse, después de todo no iba a a rogar por una batalla.

Baje mis brazos y adopte una posición un poco más relajada, pero eso no indicaba que había bajado totalmente mi defensa, era solo una señal para darle a entender que no empezaría la pelea por mi parte y que sí él no hacía ninguna señal la batalla terminaría así.

De todas las formas posibles en las que Inoue Keisuke podía entrar a un combate, que él mismo había pedido, había elegido sin duda algunas la más... la menos física posible. Parecía una niña ofendida con el calvo porque tenía mejor peinado y si bien tenía ganas de pelear, se negaba a dar el primer tirón de pelo, valga la redundancia.

Oh... ¿Vas a estar todo el día así? ¿Realmente no vas a darle un solo golpe?

Parecía que Mogura no iba a tener chance de decir su frase tan famosa, al menos que Keisuke cambiase su postura y se moviese de una buena vez. Karamaru por otro lado parecía estar un poco más tranquilo, aunque eso podría cambiar rápidamente, si es que tenía las mismas actitudes de la vez anterior.