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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Buenos días, conejita.

Ranko abrió los ojos, pero no vio a Lyndis a su lado, sino el delgado resquicio en su cortina, el cual dejaba pasar la primera luz. La joven suspiró.

Buenos días. —le dijo al recuerdo de su amor.

Se quedó acostada en su cama, suave para su cuerpo, rasposa para su alma. No hizo nada más que ver el techo de su habitación, o voltear hacia un lado y ver al haz de luz bañar la pared de la estancia.

Le había costado tanto dormir desde hacía un poco de tiempo, y le costaba tan poco despertarse en la mañana. Pero levantarse, eso sí que era un trabajo titánico. Su cuerpo no quería responderle, y se sentía pesado como nada.

Pasadas dos horas, se abrió la puerta. Una joven de piel morena llena se cicatrices, de cabello corto rojo, nariz grande y de ojos verdes, entró cargando una bandeja con desayuno.

Vas a tirar eso. Deja que yo lo haga. —dijo una voz detrás de Meme. Se trataba de otra joven, de rasgos muy similares a Ranko, pero de mucha menor estatura, y de cabellos rojos.

No lo voy a tirar. Nunca lo hago.

Kuumi resopló, un poco molesta.

Buenos días, hermana—dijo Meme mientras colocaba la bandeja en la mesita de noche —. ¿Has dormido bien?

Un poco —aceptó Ranko —. No tienen que hacer esto, Meme, Kuumi...

¿Ya ves? Dale espacio, Meme.—soltó Kuumi, cruzándose de brazos. Sin embargo, Meme fue al otro lado de la cama, se sentó al lado de Ranko y la abrazó.

Meme... Esto... Gracias.

Ranko le devolvió el abrazo y, al hacerlo, miró su mano derecha. No tenía pulgar. La mano seguía vendada, aunque sabía que la herida ya había cerrado. Y le dolía, como cuando uno se machuca con una puerta. Y no le dolía la mano, le dolía el pulgar. Se preguntó si su madre pasaba por algo así.

¡Hooolaaa! ¡Buenos días, Princesa Conejo! —Una nueva voz sonó. Era una mujer alta, madura, de rostro y cuerpo atractivo, aunque de expresión cansada. Le faltaba el antebrazo derecho, así como la pierna derecha hasta la rodilla.

Ranko no pudo evitar sentir una fuerte presión en el estómago al ver a su madre entrar con una muleta a su habitación.

"Es... Es mi culpa. Todo es mi culpa."

Woah, ¡Pero si el día está precioso! —dijo Komachi —. ¿No quieres ir a pasear hoy, Ranko?

Meme dejó de abrazar a su hermana adoptiva, pero siguió sentada a su lado. El labio de Ranko tembló.

No. G-gracias.

¡Oh, vamos, Ranko! ¡Ya es hora de...!

Kuumi, deja —la interrumpió la madre —. Está bien, cariño. Descansa lo que necesites. Si quieres algo, no dudes en pedirlo. Si quieres hablar, todos estamos para ti.

Komachi se acercó y besó su frente. Acto seguido salió de la habitación, y le hizo un gesto a Kuumi para que le siguiera. Ésta se acercó a Ranko y la abrazó muy breve pero cálidamente, y luego salió. Meme le abrazó una vez más, por casi un minuto entero, y luego salió también.

Y Ranko permaneció allí, mirando el resquicio en la cortina, deseando que los rayos del sol matutino la incineraran.
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#2
Después de varios días, Ranko logró salir de su habitación, y ahora pasaba las tardes sentada en el borde del jardín, sin hacer nada. Su larga trenza había sido quemada en la guerra, pero Kuumi se lo había arreglado, dejándolo corto, salvo dos delgadas y largas coletas. Meme solía llevarle té todos los días, sin excepción, una taza de té. Ranko le agradecía, pero no la bebía. La dejaba enfriarse, y la olvidaba allí antes de ir a la cama.

Comía muy poco y hablaba incluso menos. Respondía cuando su familia le hablaba, mas solamente con lo necesario. "¿Cómo estás?" "Mal" "¿Quieres salir? "No" "¿Quieres que me quede contigo?" "Si quieres."

No contestaba mal, ni groseramente, al contrario, su voz era muy dulce, más de lo normal.

Y de noche lloraba, lo hacía en silencio, pero Meme y Kuumi, quienes se escabullían de sus habitaciones, lograban apenas escuchar los sollozos ahogados de su hermana.

Y las actitudes de cada miembro de su familia eran distintas. Kizaemon sólo estaba alegre de que su hija hubiese sobrevivido, sin importar su estado, y aunque se preocupaba, no hacía nada para ayudarle, aunque no le juzgaba. Komachi estaba de un humor extra radiante, aunque era para mostrarle a Ranko que, a pesar de haber perdido media pierna, seguía siendo ella, y seguía amándola como una madre siempre hace, quería decirle que ella y todos estarían allí para ella cuando decidiese acercarse. Meme no decía nada, sólo le servía cosas a Ranko y la saludaba y abrazaba con cariño extra. Sabía que su adorada hermana mayor regresaría en algún momento en sí. Kuumi, por otro lado, estaba cansada, le desesperaba ver a su melliza tan... Rota.

¡Levántate! —le dijo una vez, con brazos cruzados. Ranko, sentada sobre la madera al borde del jardín, sólo bajó la mirada. Meme les observaba a unos metros —. ¡Mírate! ¡Estás perdiendo músculo rápido! ¿Dónde está el Conejo Blanco? ¡Anda! ¡Levántate!

Kuumi, creo que no...

¡LEVÁNTATE!

Sin más, Kuumi tomó a Ranko de la pechera de sus ropas y tiró de ella. Aunque era más bajita y no tan musculosa como Ranko, Kuumi seguía siendo una kunoichi, así que no le costó levantarla un poco. Sin embargo, Ranko no respondió.

¡Kuumi! ¡Baja a nuestra hermana! —Meme alzó un poco ambas manos, mostrando sus dorsos, y su kimono negro y rosa brillante se transformó en una masa amorfa: su Suiken.

Bien. ¡Abajo!

Imbuyendo sus brazos y piernas con chakra, Kuumi lanzó a Ranko por encima de ella y la azotó contra la tierra.

¡HERMANA! —gritó Meme, y lanzó una descarga de esferas metálicas desde su Suiken contra Kuumi, pero ésta esquivó la mayoría.

¡Arriba, Ranko! ¿Crees que te tendré lástima por ser mi hermana? ¿Por haber perdido un dedo? ¡Yo te rompí el brazo una vez! ¿Recuerdas? ¡Vamos! ¡Golpéame! —Kuumi quería sonar seria y ruda, pero su voz se quebraba. Ver a su hermana derribada, sin ánimos de levantarse, le dolía inmensamente —. ¡Mamá perdió su pierna, y ella se levantaría más rápido que tú!

Kuumi se colocó encima de Ranko y la abofeteó. Y Ranko sintió tanto sus propias lágrimas como las lágrimas de Kuumi que caían sobre su rostro.

¡Odio que estés así! ¡Odio que hayas dejado de entrenar! ¡Odio que sientas que es tu culpa! ¿Entiendes? ¡No es tu culpa! ¡Deja de tenerte lástima! —Kuumi le espetó, asiéndola de su kimono y prácticamente azotándola contra el suelo.

Yo también me odio. —respondió Ranko en un susurro.

¡Nadie te odia, Ranko! ¡Entiende!

Kuumi alzó la mano para abofetearla de nuevo, pero la vio cubierta de la Suiken. Meme la había detenido, y luego tiró de ella y jaló así a su hermana adoptiva pelirroja, derribándola también.

¡Kuumi! ¡Nuestra hermana necesita tiempo, no golpes! —La chica estaba enojada como pocas veces.

Kuumi se sacudió la Suiken con fuerza y se puso en pie. Aguantaba el llanto con ganas, y a la vez se notaba furiosa.

Bien. ¡Bien! ¡Ódiate todo lo que quieras!

La joven se vio envuelta en relámpagos, y usó un jutsu para salir disparada del lugar, saltando por encima del muro.

Meme se acercó a Ranko, intentando ayudarle a levantarse.

Gracias, Meme. Pero quiero estar así un rato. —le dijo Ranko con calma. También lloraba.

Está bien, hermana.

Meme se sentó a su lado y esperó. Ranko había sido muy comprensiva y paciente con ella, le había enseñado que las personas tienen distintas maneras de vivir y distintas maneras de curarse. Meme no entendía por qué Kuumi quería acelerar el proceso, y a su vez, Kuumi no entendía por qué Meme prefería que Ranko siguiera sumida en su tristeza.

Gracias. —suspiró.
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