Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ranko debía de estar realmente enfocada en la acción del combate porque, a pesar de no ser demasiado perceptiva usualmente, en un momento de lucidez consiguió ver sin ningún tipo de problema las intenciones de su asaltante, y aunque sus manos se movieron con algo más de torpeza, sí actuaron como debía.
La de Kusagakure consiguió bloquear la navaja usando su wakizashi y después le asestó un golpe directo al rostro con la empuñadura. La mujer aulló de dolor y en un gesto reflejo se tapó la nariz con ambas manos. Aquel era el gesto que Ranko necesitaba para terminar con una patada que derrumbaría a su adversario contra el suelo.
—¡Ranko-san! ¿Necesitas ayuda? —chilló Ayame desde la puerta.
Había regresado, y el tabernero no estaba con ella, por lo que debía de haberle puesto a salvo.
Pero la bandida no daba señales de querer levantarse del suelo. Al menos por el momento. Las lágrimas caían sobre su rostro y gritaba de dolor, con hilos de sangre brotando de entre sus dedos.
Ayame había regresado, ya sin el señor, por lo que Ranko supuso que estaba a salvo.
—No. Creo... No creo que ella pueda hacer mucho .
Ranko se acercaría con cautela a la mujer. Ésta se encontraba retorciéndose del dolor en el piso, con el rostro cubierto con sus manos, acompañados de sangre y lágrimas. Ranko tragó saliva, sintiendo una gran lástima por ella. Primero, alejaría con el pie el cuchillo, pues la criminal lo habría soltado para cubrirse el rostro. Luego envainaría a Higanbana y sacaría el hilo ninja de su portaobjetos.
"Lo que debí haber hecho con el de los explosivos…"
—S-siento lo de su cara —soltó la de la trenza de repente, intentando hablar por encima del llanto de la criminal. Ranko haría lo posible para voltearla y quitarle las manos del rostro para atárselas a la espalda. A pesar de lo que decía, sus manos eran firmes, y no dudaría en usar la fuerza para someter a la mujer —. P-por favor no s-se resista.
—No. Creo... No creo que ella pueda hacer mucho —respondió la de Kusagakure, acercándose con cautela a la bandida.
La mujer no estaba inconsciente, pero sí se revolvía en el suelo llena de dolor. Aún así, fue una sabia decisión que Ranko alejara el cuchillo con el pie. Solo por si acaso. No le costó demasiado inmovilizar las manos de la criminal tras su espalda, pero sí que recibió varios improperios e insultos de los más variados, y a cada cual más burdo que el anterior, como respuesta a su disculpa.
Ayame, desde la puerta, volvió a suspirar con alivio.
—El tabernero ha ido a buscar a las autoridades para que se hagan cargo de ellos —informó—. Está bien, sólo algo conmocionado y con un moratón en la mejilla, pero se recuperará. Por otra parte... mi clon no ha sido capaz de encontrar al de los sellos explosivos. Mucho me temo que lo hemos perdido.
—P-perdón. —seguía la Kusajin, mientras aseguraba que la criminal no pudiera zafarse de su nudo. Cortó el exceso de hilo con un kunai.
A pesar de que la mujer le decía palabras muy pesadas, Ranko las consideraba vacías, pues nada de lo que dijera, sin importar qué tan ofensivo fuese, podría hacer la más mínima cosa para cambiar su situación. Sin embargo, la chica deseó saber algo de primeros auxilios, para al menos ayudarle a detener el sangrado.
”Aunque ella misma se lo buscó, ¿no? ¡Claro que sí! ¡Habría matado al buen señor de la posada!¡No te sientas mal por ella, Ranko!”
Ayame le comentó que el posadero estaba relativamente bien, y que había ido a buscar a las autoridades, pero que su clon no había logrado ubicar al cuarto criminal.
”Ok, por eso sí te puedes sentir mal. Muy mal.”
—Eso… Eso es mi culpa… —Ranko bajó la mirada, con gran pesar en su voz —. D-debí de haberlo atado… Inmovilizado… Si lastima a alguien por haber escapado, caerá sobre mí… Lo siento tanto.
—Eso… Eso es mi culpa… —balbuceó Ranko, llena de pena, bajando la mirada—. D-debí de haberlo atado… Inmovilizado… Si lastima a alguien por haber escapado, caerá sobre mí… Lo siento tanto.
Ayame dudó durante un instante, pero entonces apoyó la mano sobre su hombro.
—Escucha, ya no podemos hacer nada más por ello. Sólo aprender de los errores —sonrió con suavidad—. Cuando vengan las autoridades le daremos su descripción y que se encarguen del resto. ¿Vale?
De hecho, no tardaron mucho en llegar. Se llevaron arrestados a los tres bandidos y tomaron los reportes de las dos kunoichi, del tabernero y de todos los testigos con los que pudieron contactar. Parecía que aquella locura de aventura había terminado por el momento, y Ranko podría descansar en su habitación. Por su parte, Ayame decidió esperar al día siguiente a que la situación se calmara para comprar las calabazas que había venido a buscar a Yachi y pasó la noche también en La Cucurbita.
A menos que me digas lo contrario o quieras añadir algún post más, trama terminada ¡Ha sido un placer rolear contigo!
¡Claro! Siempre es un enorme gusto rolear contigo, Ayame
Aunque había una cosita que Ranko quería decirte antes de acabar la trama
—Gracias. —dijo Ranko después de un suspiro.
Agradecía de todo corazón la comprensión de Ayame. Había visto en ella lo buena que podía llegar a ser una kunoichi, y se preguntó cómo sería verla en un combate dando el cien por ciento. Se emocionó tan sólo ante la idea de ver más de esas alas de agua, o más cantos cautivadores.
Hizo caso a la Amejin, esperaron a las autoridades y dieron si reporte. Ahora el destino del cuarto terrorista estaba en manos de los dioses. La noche no tardó en alcanarlas, y Ranko se preparó para dormir al igual que Ayame, quien había decidido comprar su calabaza al día siguiente. No se verían mucho al día siguiente, y Ranko disfrutaría de una estancia relajada en Yachi (con una leve pizca de culpa), pero antes de eso se le había ocurrido hacer algo. Tal vez no pudiese lograrlo, pero valía la pena intentarlo.
—A-Ayame-san —le diría cuando ambas estuviesen a punto de entrar a sus respectivas habitaciones —. Quería… Gracias por… por todo lo de hoy. Y-yo…. Quería decirle algo. Cuando regrese a Kusagakure haré todo lo posible por buscarla, o-o saber qué fue de ella.
Con absoluta decisión, Ranko miraría a los orbes avellana de la chica de la luna.