Una vez que nos adentramos en la primera línea de bosque arrojaría mi caramelo a un lado del camino y colocaría mis dos manos sobre la nuca, creando dos pequeños triángulos con los brazos pero aunque aquella actitud podía invitar a la relajación, no era así. Tenía mis 5 sentidos puestos en lo que sucedía a nuestro alrededor, tratando de no hacer más ruido del que no podíamos evitar por el crujido de la tierra con las sandalias.

-Eres un tipo avispado, ¿Eh?- bromee ante aquel comentario que en un primer momento no sabía si tenía un carácter serio o más bien de cachondeito.

Pero lo que si era cierto fue aquel cruce, momento en el que nos detuvimos y recibí la mirada de auxilio de mi acompañante. No tardé en sacar aquel mapa, los desplegué apoyado en el suelo y traté de buscar rápidamente nuestra posición. Posé mi mano sobre mi barbilla, totalmente pensativo, alternando mi vista entre los 3 posibles caminos y los garabatos de aquel papel al que llamábamos mapa.

-¡Joder!- repliqué enfurecido dándole un golpe con el puño cerrado a aquel papel [color=yellow]No lo encuentro. Lo mejor será que vayamos por donde dicte nuestro instinto..-

*Puto cruce de mierda..*

Finalmente me levanté de mi posición, con el mapa todavía sobre el suelo esperando que Juro fuese capaz de ayudarme en aquella difícil decisión.

-Yo tiraría por el central dije, apuntando con mi dedo índice diestro al camino que surgía de en medio.

Juro soltó una pequeña carcajada ante el comentario de Yota. Quizá no debería haber empleado ese tono, pero se lo tomo a broma.

Yota desplegó su mapa, mientras Juro esperaba una respuesta. Una respuesta que nunca llegaría al parecer. Lo único que hizo fue aporrear al mapa por no dar un camino exacto. Juro frunció levemente el ceño, casi hasta disgustado. Era su mapa, después de todo...

— No te pongas así, elijamos uno y ya esta — contestó, mientras le dejaba el honor de decidir su destino.

Juro no había imaginado que su compañero se podría enfadar tan fácilmente. Solo esperó que no lo estuviese haciendo en serio...

Afortundamanete, se recuperó y tomó una decisión.

— Me parece bien — asintió, mirando también al camino central.

Sin más preámbulos, los dos entrarían por el sendero. Este parecía conectar con el corazón del bosque. Conforme caminaban, se iban adentrando más y más en él. La vegetación se iba haciendo más basta. Juro se preguntó si habría más animales por esta zona. No oía ningún pájaro, aunque no estaba seguro.

— Me pregunto como de grandes serán estos bosques.. — comentó, intentando no pensar en la perspectiva de perderse. A saber como volverían otra vez...

Durante unos momentos, creyó oir un leve ruido en los arbustos. Al girar la cabeza, no vió nada. ¿Habría sido su imaginación? ¿Sería un animal salvaje? No podría decirlo.

-Espero que sea el bueno o tendremos que deshacer el camino..- Pensé en voz alta en cuanto Juro accedió a mi instinto.

Sin más preámbulos, retomamos el camino, no sin antes recoger ese papel del demonio con forma de mapa y lo guardé en la mochila junto con las demás cosas a medida que abrí un nuevo caramelo. Esta vez se trataba de uno de fresa. con suerte se me pasarían un poco los nervios y me relajaría ¿Cómo diantres pudo cabrearme tanto aquello? Obviamente, seguí con los 5 sentidos puestos en aquel sendero donde cada vez los arboles eran más altos y frondosos, por tanto la luz natural era cada vez más escasa lo cual podía complicar las cosas.

-Lo siento. supongo que perdí los nervios por no saber qué camino era el bueno-

Pero algo despertó la curiosidad de mi acompañante. Se giró de repente hacia los arboles como si hubiese visto u oído algo.

-¿Qué ocurre? ¿Has visto algo?- dije, con la mano diestra apoyada en la wakizashi que reposaba en la parte trasera de mi cintura.

Si el gennin se fijaba, pese a mantener el palo de aquel caramelo entre mis dientes, mi cara era de seriedad, si había algo peligroso ahí no iba a dedicarle una sonrisa amistosa. Lo cierto es que llevábamos ya unas cuantas horas caminando entre toda aquella vegetación y lo que deseaba era llegar a nuestro destino de una puñetera vez... de una pieza.

Sin embargo, por mucho que me fijase, no encontraba nada entre la maleza.

Yota se giró junto a él, aunque por lo que le dijo, dio a entender que no había visto nada. Al parecer, Juro era el único que lo había oído. Juraría que había algo en los arbustos.

— Creo que si... — bajo inconscientemente el tono de voz, no demasiado, por si había alguien.

Pero no podía ser. Si fuese una emboscada, el momento de atacar habría sido antes, cuando no los esperaban. No, estaba seguro de que no podían ser bandidos. ¿Un animal salvaje?

Miró a Yota, intentando dar a entender lo que iba a hacer. Dió un paso hacia el arbusto, mientras agarraba el latigo, aun en su cinturon...

...Y volvió a retroceder con un jadeo, al ver como algo salía de aquel arbusto, y pasaba al lado suyo. Se paró en mitad del camino unos segundos. Era una simple ardilla. ¿Se habría caído de algún árbol? Nunca lo supo, volvió a desaparecer en la maleza.

Soltó una pequeña risilla nerviosa, de repente avergonzado por haberse asustado.

— Falsa alarma — comentó, aun riendo.

En ese mismo momento, al callarse, pudieron notar algo extraño. Antes, el bosque se inundaba de sus voces y de los ruidos naturales. Pero ahora otro ruido parecía escucharse. Unos pasos.

Al levantar la mirada, podrían ver una figura acercarse a ambos, tanto si se movían como si se quedaban quietos. Mientras se acercaba, podrían ver que era una mujer, ya entrada en años. Tenía un palo, seguramente cogido del bosque, con el que se apoyaba al andar. Parecía muy anciana, y estaba cubierta por una capa de color rojizo.

Se paró delante suyo, mientras sonreía. En su rostro se denotaron muchas arrugas cuando esta sonrió. Juro no pudo evitar fjiarse en su pelo canoso, que parecía estar cayéndose, poco a poco...

— Hola pequeños — su voz le parecía hasta vieja y desgastada, para nada dulce — ¿Que hacéis por aquí solos?

La mujer empezó a toser, con un tono ronco que no le gusto nada al chico, pero su sonrisa regresó casi al instante. Una sonrisa grande, y casi perturbadora.

Pero Juro seguía empecinado en que allí había algo. Debía ser algo tan insignificante como pequeño para que no me hubiese dado cuenta todavía. El muchacho insistía en que en aquella zona de maleza había algo y me dedicó una mirada con la que trató de decirme algo, como si buscase mi complicidad, quizás tenía algo entre manos. Instantes más tarde me decanté por la segunda opción. Mi mano se sujetó aún más fuerte al mango de mi katana.

*Ten cuidado, Jurete*

Me mantuve tras él a una distancia prudencial, preparado para entrar en combate de ser necesario. Mientras tanto, el gennin fue avanzando con cautela hasta la zona de donde provenía la hipotética amenaza haciendo un paso en falso para luego volver a su posición inicial al ser desvelada una inocente ardilla.

Volví a respirar aliviado.

-Joder, solo era una ardilla. Anda, retomemos el camino-

Y en efecto, retomamos aquel sendero pero pronto, a lo lejos, se empezó a divisar una figura humana entre las sombras. entrecerré los ojos en un intento de mejorar mi visión, con aquellos dos soles dorados clavados en la sombra que caminaba hasta nosotros. Pronto vi que la figura se apoyaba en una especie de bastón, por lo que deduje que solo podía tratarse de dos cosas. O alguien con malas intenciones que seria capaz de usar aquel bastón como una arma o simplemente alguien de avanzada edad que simplemente, al igual que nosotros, estaba cruzando aquel bosque. Poco a poco se fue descubriendo su rostro, parecía tratarse de la segunda opción, una anciana que estaba cruzando el bosque ataviada con una larga túnica rojiza.

Se detuvo e hizo una pregunta.

-Lo mismo que usted, viajar- no quise dar más detalles de nuestros propósitos. Por prudencia -No debería ir sola por el bosque. Hay demasiados peligros como para ir vagando por aquí sola-

*Pero sigues dándome mal rollo..*

Aquella sonrisa. Fue aquella sonrisa la que despertó mis alarmas de forma automática. No me fiaba ni un pelo. Además, era demasiado extraño que una anciana viajase sola por un lugar que podía ser tan peligroso.

Juro pudo notar que Yota tenía mucha desconfianza ante la anciana. Algo que era mutuo. Esa señora le ponía los pelos de punta. Su sonrisa desdentada era horrible... Pero había algo más. Quizá en su mirada, en su forma de caminar. Simplemente, le inquietaba. Tampoco ayudaba que estuvieran en un bosque con menos luz de la que les gustaría. Además, el viento empezaba a soplar con fuerza...

Si la mujer se molestó, no lo hizo notar. Agarraba su capa con fuerza ante el viento. Ante las últimas frases de Yota, empezó a reir.

Juro no supo como sentirse después de esa risa. Era una risa normal, pero le inquietaba, por alguna razón... La luz parecía desvanecerse mientras ella reía, pero solo eran los arboles taponándola, movidos por el viento. Aun así le dió escalofríos.

— Agradezco tu preocupación joven, pero llevo viviendo aqui desde hace muchos años — la anciana parecía incluso divertida ante el comentario de Yota — Pero tienes razón, este bosque esta lleno de animales salvajes y bandidos.

La anciana cambió de peso, alternando el bastón entre ambas manos varias veces. Juro se preguntó si era por algo en concreto. Era una mujer muy rara.

— Razón de más para ponerse a salvo — protestó Juro, sin querer decir lo que se sobreentendia. Era una anciana y no parecía ser muy fuerte. ¿Que posibilidades tendría?

De cualquier manera, no era de su incumbencia.

— Me conozco este bosque como la palma de mi mano — contestó la anciana, sin ninguna delicadeza — Los peligros son para los incautos que se pierden. ¿No creéis?

Quizá por la manera en la que alzó la ceja Juro pensó que hacía mucho más que pedir su opinión. Podría suponer que se habían perdido... ¿Tanta pinta tenían?

Le dirigió una mirada a Yota, dubitativa. No confiaba en aquella mujer, pero... ¿Tenían opción?

¿Qué era aquella sensación? Era como si la situación fuese dirigida por alguna especie de titiritero que solo buscase diversión. La anciana, Juro y servidor éramos las marionetas, los protagonistas de la función. No apartaba la mirada de aquella mujer que sostenía sus vestiduras con fuerza, la cual alegaba que no nos preocupáramos por ella ya que vivía en aquel lugar y se conocía aquellos bosques como si fueran la palma de su mano. ¿Hablaba en serio? Ver para creer.

Me dispuse a contestarle. De hecho abrí la boca, pero mi acompañante habló por mi así que me quedé observando aquella conversación que no llevaba a ninguna parte, pero por lo visto la viejecita encontraba aquel encuentro de lo más divertido, algo que aún me descolocó más.

*¿Pero qué cojones es esto? ¿Dónde está la maldita gracia?*

Era aquella sonrisa aparentemente tan natural lo que acabó por disparar todas y cada una de mis alarmas. Emanaba confianza y tranquilidad por todos los poros de su piel.

-¿Vive en el bosque?- pregunté tras la mirada de complicidad de Juro -No, definitivamente no lo creo. Los peligros son para aquellos que no están preparados, en caso contrario tan solo son estorbos o piedras en el camino. Pero dejémonos de rodeos. Díganos quién es usted, como ha podido comprobar, nosotros tan solo somos shinobis de Uzushiogakure-

Había llegado el momento de obtener respuestas, saber quién era aquella mujer y cuales eran sus verdaderas intenciones. La brisa del bosque puso mi vello como escarpias pero aquello no iba a detenerme, tal y como había dicho, tan solo era una piedra en el camino y no estaba dispuesto a tropezar en ella.

-Mi compañero es Juro y yo soy Yota. Ahora le toca a usted-

— Tu concepto de estar preparado y el mio son muy diferentes — contesto la anciana, sin soltar aquella sonrisa enigmática.

Escucho atentamente a Yota. Repentinamente, dejo de intercambiar el peso, y lo mantuvo con la mano derecha, centrando toda su atención en él. Lo miro, suspicazmente, antes de hablar.

—Los jóvenes de hoy en día sois muy desconfiados — dijo, con un suspiro teatral — Mi nombre es Megumi. Aunque no lo creas, vivo aquí con mi marido y mi hijo

Su contestación fue mas tosca que antes. Quizá Yota la hubiese ofendido. A Juro le parecía extraño, pero no imposible. Habia oido que la mayor parte de los animales atacaban si invadías su territorio o si se sentían amenazados...

En cambio, los bandidos...

—¿ Y por que vivir aqui? — pregunto, uniéndose a la desconfianza de Yota — Los bandidos son peligrosos...

A no ser...

"Que estén en el mismo bando"

Se inquieto aun mas con ese pensamiento. Quizá por eso le inspirase tanto terror la mujer. Intento tener la mente serena.

— Me gusta el bosque, no es ningún crimen — contesto, casi bruscamente.

A cada palabra parecía que nos íbamos distanciando más y más y un muro invisible nos iba separando cada vez más. La mujer trataba de defenderse pero por alguna razón, tanto a Juro como a mí nos causaba más desconfianza. Lo notaba en las miradas de mi compañero, en sus comentarios. Pero si iba sola y las cosas se torcían no sería complicado librarnos de ella.

No obstante, tras la última intervención de la anciana quise aprovecharme de su supuesta bondad.

-Verá.. Es simplemente que más vale prevenir que curar- me justifiqué ante mi actitud defensiva -¿Donde? ¿Aquí en el bosque? Vaya, es la primera vez que alguien me dice algo así. Vivir lejos de toda civilización... debe ser complicado, ¿No?

Claro que debía serlo pero uno se acostumbra rápido. Además, según las palabras de la anciana, lo había hecho bajo su propia voluntad, nadie la forzó a hacerlo.

-Espera, Jurete, esto es interesante- interrumpí al gennin alzando mi mano diestra -Entonces, debe conocerse el bsoque como la palma de su mano, ¿No es así? Todos sus secretos y sus caminos ocultos... ¿Verdad?-

*Ella sabrá ayudarnos. Veamos si es tan bondadosa como aparenta ser

A pesar del comportamiento inicial de Yota, este parecía calmarse con el tema de la anciana. Quizá viendo su fragilidad, dedujo que no era precisamente peligrosa.

La anciana siguió observando a los genins, con la misma sonrisa y la misma forma de sujetar el palo que le servía de apoyo.

— Lo es, lo es, pero la vida siempre es dura — contesto la anciana, mas complacida — Tenemos una modesta casa, entre los arboles, en un claro que hay mas adelante

Juro seguia sin estar seguro en confiar en ella, pero Yota señalo una de sus frases. Ella conocía muy bien el bosque.

— Si, nos vendría bien un guia — comento Juro, viendo como estaban.

La mujer les miro otra vez, antes de contestar.

—Si joven, es lo que he dicho — comento ella — si lo que queréis es salir de aquí, podría ayudaros. Hay un camino por aquí cerca...

La vieja anciana que se seguía sosteniendo en pie gracias a su inestimable bastón, asintió ante mi afirmación. claro que era dura la vida de alguien que residía en el bosque. No era como vivir en una aldea, fuese la gran Uzushiogakure o no, allí cada día aguardaban nuevos peligros y una debía estar preparado para combatirlos, evitarlos y en definitiva sortearlos para poder ver el amanecer un día más.

-Yo no diría tanto, Jurete- negué la afirmación de mi compañero. Algo en mi interior me decía que debíamos mantener las apariencias, seguramente fuese una gilipollez -Pero si es cierto que me gustaría poder llegar a lo que queda de konoha antes de que caiga la noche-

Ladee mi cabeza, negándolo.

-No, no quiero salir de aquí. Lo que queremos es llegar a Konoha lo antes posible. No me gustaría que la noche nos sorprendiese, nada más-

Y nada más. No deseaba nada más. Bueno si, quería que la anciana nos ayudase y no utilizase aquella como medida para asegurarse una emboscada contra nosotros. Dijo que vivía con su marido y con su hijo, quién sabe si estarían aguardando por el momento en sorprendernos.

Todavía no debíamos bajar la guardia. Ni mucho menos.

-Entonces, ¿Puede echarnos una mano?-

La anciana miró a Yota, suspicazmente, cuando escuchó su negación, pero no dijo absolutamente nada. Quizá al ver su genio se replanteó lo de hablarle más de la cuenta. Igualmente, escuchó pacientemente las palabras de los genins. Por su actitud, tenía todo el tiempo del mundo.

— Oh, entiendo. Queréis ver el lugar donde estuvo Konoha — dijo la abuela, con su parsimonia habitual — Da la casualidad de que el rumbo a seguir esta cerca de donde vivo.

La anciana lo dejo caer. Juro dudó. ¿Hablaba en serio? Por su rostro, o era una buen actriz, o sabía disimular muy bien, pues no había notado ni un solo titubeo al decir la frase. Era imposible que la anciana hubiese estado viva en la caída de Konoha, pero tampoco sabía si sus antepasados habían habitado la casa... Supuso que no, no tenía sentido.

Otra opción era la de los bandidos, claro. Una emboscada que les pillase desprevenidos , y se acabó. Pero trató de no pensar en ello, la perspectiva de perderse y morir de hambre, o devorado por animales salvajes tampoco era muy alentadora.

— No esta muy lejos, a veinte minutos quizá, si tomas los senderos correctos — prosiguióla anciana, torciendo la sonrisa — Hay algunas partes del bosque peligrosas, tendréis que hacerme caso en todo lo que os diga. ¿Aceptáis?

Juro dirigió una mirada a Yota. Si este aceptaba, Juro no tendría más remedio. Estaba totalmente indeciso con el tema, pero prefirió no manifestar sus dudas en voz alta.

— Esta bien — diría, si su compañero no lo impedía.

La anciana les sonreiría por ultima vez, y les daría la espalda. Comenzaría a caminar, esperando que la siguiesen.

-Bendita casualidad-

Demasiada casualidad junta. Exactamente eso fue lo primero que se me pasó por la cabeza. Pero no teníamos otra que hacer caso a la vieja, fiarnos de ella como si la conociésemos de toda la vida y callar para no meter la pata y que esta decidiese descuartizarnos o dejarnos perdidos por el bosque, pendiendo de una telaraña ajena. O nos fiábamos por completo de ella o separábamos nuestro camino. Pero no a medias o perderíamos cualquier tipo de orientación que pudiésemos tener.

Al parecer no estábamos lejos de nuestro objetivo. De nuevo supuse que tenía razón, pues la maleza no permitía ver más allá, ni a ras de suelo ni en lo más alto, todo estaba cubierto de troncos, ramas, hojas y todo lo que conformaba un árbol o un arbusto. Pero lo que no me gustó fue que la anciana marcase el terreno. No iba a permitir que nos convirtiese en sus marionetas.

-Está bien,, llévenos hasta Konoha- guarde silencio por unos pequeños instantes antes de desatar la tormenta -Pero solo haremos en lo que creamos oportuno. Que para algo tenemos uso de razón-

No esperaba que Juro estuviese de acuerdo, aquello lo dije más por mi que por el grupo que formábamos los dos. No me gustaba que decidiesen por mi si yo podía hacerlo. Pero Juro estaba de acuerdo. Le miré de reojo, con una sonrisa afable y asentí.

-Vamos, no hay tiempo que perder-

La anciana asintió, sin parecer molestarse por la incisión de Yota. Al parecer, no le debía importar que la acompañasen. Juro esperó que fuese una mujer de buen corazón, y uno les llevase hasta su muerte. Quizá se estaba poniendo muy melodramático.

Antes de continuar, Yota le instó a seguir. Juro le devolvió la sonrisa, recordando que por culpa suya estaba metidos en aquel lio. No podía desconfiar. Juro asintió ante los animos de Yota, era verdad, debían seguir.

Ambos siguieron caminando, y pronto cogieron el ritmo de la anciana. No era demasiado lenta, ambos podrían ver que se desenvolvía bien con el bastón, pero seguía necesitandolo para poder caminar. Juro rezó silenciosamente para que los veinte minutos fueran a su paso.

— He visto rondar a animales por esta zona. Tratad de no acercaros mucho a los arbustos, nunca se sabe.

Sin variar su tono, siguió con el camino. Juro no podría evitar observar los arbustos, en busca de más movimiento. Afortunadamente, no veía nada. Esperó que a ningún animal le diese por atacarles. Tras cinco minutos de caminata, terminarían por llegar a otra encrucijada. Dos caminos se alzarían ante ellos, separados por el bosque.

— El bosque se ramifica solo — explicó la anciana, con algo de orgullo en su voz.

La mujer tomo el camino de la izquierda, sin titubear. Juro esperó que conservase bien la memoria. Un solo fallo, y podrían acabar mal.

— Odio estas encrucijadas — declaró, en un tono bajo, para que la vieja no le escuchase. Si lo hizo, no dio señales de ello.

Después de varios minutos caminando sin ninguna complicación por el verdoso sendero, la anciana se paró en seco. Dio varios pasos hacia atrás con el bastón, mientras murmuraba palabras inconclusas.

— Algo anda mal... — mencionó, y por primera vez, su sonrisa había desaparecido — ¡Tened cuidado¡

Si agudizaban el oído,ambos jóvenes podrían escuchar un bramido. Más bien, un gruñido que resonó en los alrededores. La anciana siguió retrocediendo, quedando por debajo de ellos, y moviéndose hacia los arbustos del lado contrario al del sonido.

El sonido volvería a repetirse, más cerca, más fuerte. Se escuchaba algo removiendo los arbustos, acercándose. Repentinamente, varios metros por delante del camino al que se dirigían, una figura surgió de los arbustos cercanos, corriendo. Era un oso, según pudo ver Juro, pero estaba totalmente enloquecido. Tenía el pelaje marrón, y algo de sangre goteaba por él. Pudo ver que efectivamente, tenía un corte en el lomo, bastante grande.

Juro dejó escapar un gemido ahogado de sorpresa por verlo. La anciana ya había desaparecido entre los arbustos, y los chicos no tenían mucha escapatoria. Podían tratar de huir escalando los árboles, si no les pillaba antes. El oso se quedo quieto, observado a sus presas si estas no escapaban, en posición amenazante.

Sin más dilación nos pusimos en marcha. Al fin lo hicimos, aunque al paso de la abuela, por supuesto. Íbamos demasiado lentos y temía que con la vieja o sin ella la noche nos alcanzase y sabía que aquello no significarían buenas noticias ni por asomo. De hecho, todo lo contrario.

Durante el camino la anciana trataba de hacerse la interesante mediante frases cortas pero que denotaban una cierta superioridad, o algo así. No emití palabra alguna, simplemente el que se quejaba de vez en cuando era mi compañero. Yo tan solo llevé mis manos hasta las bolsillos del pantalón y saboreaba mi caramelo. Y bien que hacía puesto que pronto empezamos a ver una faceta de aquella mujer que no habíamos visto todavía y la verdad es que no me daba buena espina. Problemas, con garras y pelo se acercaban hasta nosotros.

*Ostia puta*

-Será mejor que nos preparemos para luchar- dije mientras empuñaba el kunai que aguardaba en mi portaobjetos.

Los rugidos cada vez estaban más cerca y por consecuencia cada vez eran más audibles. Hasta que tras aquellos arbustos y aquel enjambre de hojas de distintos tonos verdosos apareció aquella criatura de la naturaleza dispuesta a brindarnos una muerte dolorosa y quizás con el pensamiento de ser el plato principal de sus crías. Vete a saber. Con mi mano zurda arrojé el caramelo hasta su panza, que tenía un prominente corte cubierto de sangre oscura.

-Te estábamos esperando ¿No quieres jugar un poco, guapetón?-

No moví un solo pelo. Simplemente alcé el brazo del kunai hasta la altura de mi boca, la cual sonreía, esperando la estocada del animal. Era demasiado tarde para huir.