El genin finalmente forzó a la muchacha aponerse en pie, tomándola de la mano y dirigiéndose hacia la salida de la estancia, sus pasos en el chirriante piso alertaban de su huida pero el Yotsuki estaba empeñado a sacar de ahí a la pelinegra contra viento y marea. "Aún no sé como, pero lo haré. Los pisos inferiores aún deben ser un caos y deben estar buscándonos ahora mismo, pero debo lograr encontrar una abertura para poder escapar y regresar a la guarida de Kiyoshi. Aún así, dependo de que Akame logre anular a la loca de los seis brazos o no habrá sitio seguro para que podamos huir." Empezó a correr por el pasillo mientras la muchacha trastabillaba al andar a tal velocidad sin tener algún objeto largo para guiarse.

—¿Por qué? ¿Por que ninguna decisión parece ser la correcta?— Sollozó mientras era forzada a andar.

—Cree que tendrás tiempo para dilemas morales después cuando no haya un engendro de seis brazos intentando atravesarnos con unas katanas muy peligrosas para la salud— Se burló.

A partir de ahí, correspondía a Akame el poder frenar a la monstruosa fémina. Rōga tenía sus propios medios para salir adelante, pues a pesar de su tosquedad no era tan tonto como aparentaba.

En el caso de Akame, tenía un recurso para librarse rápidamente de las toxinas que Kyōko empleó en su contra, pero en ese punto muerto ninguno de los dos había visto en su totalidad las artimañas del otro. Cada perro tenía sus trucos, ¿quién sabría emplearlos mejor? En el caso de Akame, este rápidamente encontró una de las principales flaquezas de sacerdotisa, siendo que en cuanto a poderío físico seguía siendo igual de escuálida que cuando les sirvió comida por primera vez y se veía incapaz de llevar una charola a la mesa sin tambalearse por el peso. Claramente algunas cosas no cambiaban, pero quizá se olvidó de la segunda debilidad más importante de la de ojos aguamarina; una que estaba por volverse una pequeña ventaja.

—Descuida, esta vieja reliquia solo necesita un poco de barniz para quedar como nueva— Bromeó sobre su propia condición.

La mujer no desviaba su atención en ningún momento, aunque en realidad no estaba atendiendo con sus ojos. Mantenía sus extremidades extendidas, esperando. El sonido de la espada al suelo y el subsiguiente estallido levantaron sus alertas. ¿Qué clase de objeto había usado exactamente? ¿Estaba buscando desconcertarla a sabiendas de que intentar afectar un sentido que no poseía era ineficaz? Quería creer eso, para no decepcionarse de su oponente.

—Te creía más perspicaz— Dijo con desdén.

Ella no vio la luz, por lo que intentar aplicar un camuflaje a las shuriken era innecesario, no podía mirarlas de todas formas, ni mucho menos los hilos. Lo que sí, dependía de sus demás sentidos para desenvolverse en su campo. Sin siquiera girar su cabeza, estaba atenta a cada mínimo cambio del entorno. Los proyectiles eran mucho más perjudiciales para ella, más si venían con truco incluído. Mantenía los brazos alzados, así que en cuanto las estrellas le flanquearon, giró dos de sus brazos con las cuchillas extendidas para intentar desviarlas parcialmente, aunque de todas formas terminó enredada en la maraña del Uchiha.

Estaba parcialmente inmovilizada, al punto que de poder hacerlo, quizá hubiera sudado un poco. Sin embargo, aún tenía algunas cartas escondidas. Ella ni siquiera intentaría forcejear, sabía que no podía librarse de un agarre como ese, pero no por ello estaba totalmente indefensa.

—Pelear sin usar chakra vuelve todo más lento, ¿eh?— Halaría un poco de los hilos, cerciorándose gracias a la tensión de la posición de su oponente para inmediatamente después abrir la boca y dar un salto que buscaba acortar distancia justo para disparar una llamarada cuál dragón, buscando impactar de frente a aquel que le apresaba, cubriendo un área exactamente igual al de la nube de veneno inicial.

En su estado era plenamente consciente de que no podría resistirse al agarre, así que le quedaba aflojar hacia adelante para intentar liberarse.

La primera táctica del Uchiha no tardó en dar frutos, pues privada de su habilidad sensorial, Kyoko no parecía tan dispuesta para el combate como estaría en otro caso. «Já, parece que esta barrera anti-chakra no me ha perjudicado a mí tanto como a ti, maldita», se dijo Akame con cierto recochineo. Si su oponente estaba en una clara desventaja desde algún punto de vista, él como buen ninja había aprendido a identificarla y explotarla. ¿Para qué arriesgarse a cruzar aceros con ella si podía acosarla con mil y un trucos que ni siquiera vería venir?

Los hilos que sujetaba firmemente con sus manos se vieron ligeramente tensados cuando Kyoko trató de moverse; mas su poderío físico era paupérrimo, y Akame lo sabía. Cuando la marioneta humana trató de ejecutar una maniobra para saltar en el aire y abrir sus fauces, el Uchiha se limitó a tirar con fuerza de los hilos hacia abajo, buscando estamparla contra el tatami crujiente y que aquella bola de fuego que quería dispararle, acabara estallándole en la mismísima cara.

«Ah no, ni pa' el putas, vieja.»

Aprovechando la coyuntura, el exjōnin empezó a tirar de los hilos para arrastrar a Kyoko por el suelo y acercarse a una de las columas de madera que sostenían la estructura de la sala. Al llegar, intentaría derribar de una patada la pared de papel de arroz para luego dar una vuelta, y utilizar la columna de punto de apoyo improvisado para tirar de los hilos y forzar a Kyoko a verse arrastrada hacia ella... Hasta que, finalmente, quedara atrapada contra la madera.

O, al menos, ese era el plan.

Más que el golpe de su cara al suelo, más que el fuego reventando en su propia boca, la dignidad de Kyōko fue lo que resultó más dañada de ese atracón. Sobrestimó a su oponente en primera instancia, pero luego al subestimarlo cometió un segundo error. No quería jugarse su última carta aún, pero la carencia de fuerza en su mecánico y viejo cuerpo era un impedimento que le estaba dificultando la batalla más de lo esperado. Sin embargo, al final de cuentas lo que ella necesitaba era ganar un poco más de tiempo, aunque le hubiese gustado que no fuera a costa de su propia integridad.

Tenía un último truco, aunque en esa posición estaba imposibilitada para utilizarla. Debía recurrir a las distracciones menores por el momento.

No opuso resistencia cuando el Uchiha tiró nuevamente de ella, pero bajo la manga aún le quedaban algunos trucos que si bien el Uchiha ya había visto, no le impedía volver a utilizarlos.

Cuando Akame pateó la puerta de papel, la mujer abrió una de las recámaras de una de las palmas de sus brazos, estallando en el mismo sitio su segunda y última nube de veneno. A ella poco le importaba, ya que no tenía un cuerpo cárnico que pudiese verse afectado por el mismo, pero el Uchiha quizá no podría decir lo mismo. No esperaba que la dejase libre, sino ganar un poco de tiempo.

«¡Condenados venenos!»

Akame no pudo hacer nada cuando de uno de los compartimentos secretos de la marioneta salió disparada otra bomba violeta, que al impactar contra el suelo liberó una nube de gas. El Uchiha se limitó a resignarse, sabía que lo aspiraría e ignoraba los efectos del mismo, pero también era consciente de que soltar a Kyoko en ese momento daría al traste con su mejor oportunidad para inutilizarla. Así, apretó los dientes, sacó fuerzas de flaqueza y siguió tirando de los hilos para tratar de atrapar a la vieja constructa contra la columna.

Si conseguía atarla a la misma, ya se preocuparía del veneno.

Ella sonrió, o al menos aquella boca de muñeca parecía esbozar una sonrisa. No hubo más resistencia, siendo que el Uchiha sentiría como si arrastrase un simple maniquí. En todo ese tiempo, la muñeca viviente mantuvo su expresión sin voltear a verle en ningún momento. En cuanto Akame terminase de atarla a uno de los maderos de la estructura, Kyōko se quedaría ahí, inmóvil como las otras dos estatuas en el altar, como la lógica diría de un ente hecho de pura madera y metal. Lucía, ¿tranquila? Pese a haber sido derrotada, no aparentaba estar mínimamente molesta o afligida en lo absoluto.

Independientemente de lo que dijera o hiciera el ex-jounin, ella sólo soltaría unas últimas palabras.

—Te quedan pocos obstáculos, sigue así— Aquello no sonaba como a desafío, sino a palabras de aliento. Nuevamente, ella se quedó inmóvil atada al pilar.

La falta total de resistencia por parte de su enemigo le resultó sumamente curiosa al Uchiha; su veteranía le decía que algo estaba fallando, pues ¿por qué Kyoko había peleado tan duramente antes para sólo rendirse unos minutos después? Claramente, había algo que se le estaba escapando... Aunque no tuviera precisamente todo el tiempo del mundo para pararse a pensar en ello. Con rápidos movimientos sus manos realizaron un fuerte nudo que mantendrían, al menos durante unos minutos, a la marioneta firmemente atada contra la columna de madera de la sala.

Luego, daría media vuelta y echaría a correr en dirección a donde huyeron Rōga y Okawa, con intención de encontrarles y abandonar de una buena vez aquel templo.

Una vez que Akame emprendiese su escape, notaría algunos cambios en el ambiente. El sonido de varias puertas corredizas deslizándose y cerrándose. Una gran cantidad de pasos resonando en el chirriante piso que parecía provenir de ambos laterales de aquel largo pasillo que había recorrido en un inicio. Aparentemente la distracción causada por la explosión perdió su efecto hace poco, siendo que ahora la atención de las sacerdotisas volvió al interior del santuario, tratando de cercar la zona central del mismo.

¿Qué había sido de Ōkawa y Rōga? Si lograba llegar a la primera planta, lo descubriría.

El sonido del caos previo se transmutó; no dejando de resonar, sino sonando ahora como una marcha coordinada de varias personas movilizándose. Si bien, no todas estaban en condición de de batallar. Las puertas no eran un obstáculo realmente complicado, que de poco y nada iba a servir de barrera algo de papel. Sin embargo, las sacerdotisas se habían dispuesto en forma de "U" invertida a lo largo del reciento, por lo que tomase el camino que tomase, en ese punto encontraría oposición.

—Putas viejas... —masculló el Uchiha, molesto.

Sin duda la presencia de aquellas ancianas que ya se replegaban al interior del templo, sabiendo quizás que la explosión de antes había sido meramente una distracción, iba a ser todo un obstáculo para el joven renegado; que pretendía llegar hasta Rōga y la muchacha. Akame se paró un momento, repasando mentalmente la información que tenía acerca de aquel lugar y sus habitantes.

«Son todas ciegas, por lo que se guían mediante el oído. El suelo está hecho de un material muy frágil que cruje cuando caminas por él. Aquí dentro no puedo usar chakra.»

Y el dato más importante: ninguna de ellas sería rival para él, con chakra o sin. Si la más reverenciada de todas había sido vencida por el exjōnin, sus discípulas no podían tener oportunidad. Aunque Akame quería evitar a toda costa un derramamiento de sangre innecesario, lo que sí tenía claro es que saldría de allí con Okawa... Si algunas viejas querían ponerse en medio, entonces tendría que apartarlas.

Con esa determinación, echó a correr deshaciendo el camino que —pensaba él— habrían hecho Rōga y Okawa. Si se encontraba con oposición, ya pensaría cómo lidiar con ella.

Oh, y claro que encontraría oposición. Nada más y nada menos que cuatro mujeres de edad mediana, rondando entre los treinta y cinco y cuarenta y cinco años aproximadamente. Sin embargo, una quinta aparecería por detrás, pudiendo reconocerla como la Duodécima gracias a aquel báculo especial en forma de gallo. ¿No se suponía que ella había ido a Murasame? O quizá peor, ya había regresado con los refuerzos necesarios.

—Sabía que esto pasaría, pero aún así no puedo evitar sentir malestar al ser yo quién aceptó nuestro trato inicial— La mujer se puso en guardia, mientras las otras féminas imitaron a su líder segundos después, imitando al unísono y de forma espejada su postura de batalla.

Akame, todavía con su espada en la mano, le dirigió una mirada a aquella mujer. Aunque claro, ninguna de ellas sería capaz de percibirla.

—Esto no tiene que ser así —replicó el Uchiha—. Estoy cansado de pelear, no quiero matar a ninguna de vosotras. Nadie ha resultado herido por ahora, eso no tiene que cambiar.

Si todavía podían ver sus sentimientos, percibirían que el muchacho decía la verdad. Su pelea nunca fue contra ellas, sino contra la imposición de una fe religiosa de forma fanática a una simple niña. «Y mira en qué clase de lío te ha metido eso», se dijo.

—¿Dónde están Okawa y mi compañero shinobi?

—¿Qué dónde están? Esa es una pregunta que yo debería hacerte a ti—?— La mujer cambió de mano su arma. —Cada quién pelea por su propia esperanza, pero nosotras no podemos permitir que nos arrebates la nuestra— Azotó entonces su báculo al piso, siendo que las otras cuatro caminaron por los flancos intentando rodearlo. Se movían de manera que sus pasos eran paralelos, como una coreografía más que movimientos libres.

—No se trata solo de ella, sino de esta Montaña y su pueblo— Aparentemente la líder no tenía intenciones de enfrascarse directamente a la batalla aún, pero mantuvo postura.

La mujer agitó su cayado, causando que el ruido de los anillos hiciese eco. Reaccionando a esto, las chamanas menores saltaron en dirección de Akame con una sincronización casi perfecta, dispuestas a apalearlo cada una con sus respectivos bastones.

«Así que no les han encontrado todavía... Bien», se dijo el renegado.

Cuando las chamanas atacaron, Akame reaccionó con presteza. Su mano izquierda buscó dos shuriken en el portaobjetos que llevaba atado al muslo, tomándolas entre los dedos para luego lanzarlas con un movimiento de brazo. Rápidas como centellas, las estrellas metálicas buscarían los cuerpos de las dos ancianas que se le abalanzaban por el flanco zurdo. No era un tiro letal, sino que lo que buscaba más bien era que aquellas tuvieran que detener su carga para no ser heridas, dándole algo de tiempo.

Luego encaró a las del lado derecho, y fue él quien les salió al encuentro. Trató de desviar el bastón de la primera con la hoja de su katana, forzándola a ladearse o perder el equilibrio. Seguidamente buscó esquivar el bastonazo de la segunda para deslizarse bajo el mismo y barrerle las piernas con una patada baja cuyas intenciones eran hacerla caer.

Todo lo que quería el joven Uchiha era rechazar el ataque y crearse una apertura para salir de allí. Si lo conseguía, buscaría huir por cualquier hueco que le dejaran las ancianas; dudaba que fuesen más veloces que él en carrera.

La destreza de un shinobi entrenado marcaba claramente una ventaja para el Uchiha respecto a la velocidad a la hora de ejecutar sus movimientos, sin contar con la ventaja que el suponía la vista pese a la nativa oscuridad del sitio. Las primeras dos se frenaron en su ofensiva al clavarse aquellas metálicas estrellas en sus carnes, aullando de dolor.

Pero la gran jefa no había estado escuchando en vano la refriega.

Para cuando el Uchiha estaba en su plan de derribar a las dos restantes, la duodécima dio un único salto largo, virando con sus manos la dirección de su bastón de manera que la parte inferior quedase en ristre y así poder causar un impacto frontal con el extremo del mismo. Si lograba conectar, movería la vara a manera ascendente para acrecentar el dolor en la zona. No podía saber dónde golpearía exactamente, pero atinarle sería de por sí medianamente efectivo.

Pese a que la entrada en batalla de la Duodécima dejaba a Akame en una desventaja numérica de cinco a uno, el Uchiha no se amilanó y decidió convertir aquel movimiento en uno provechoso para él. Aprovechando la inercia del movimiento de aquella anciana, Akame se hizo a un lado para dejar pasar el bastón que amenazaba con golpearle en el pecho. Con la mano libre lo agarró, mientras que sus piernas buscaban ponerle una zancadilla —ahora sí— a la Duodécima.

De conseguirlo, la intención era abrir una apertura clara en la formación de las monjas por la que poder colarse y ejecutar su plan original de huir del Templo. Si ninguna de las ancianas sabía de Rōga u Okawa, probablemente ellos también habrían conseguido escapar... O eso quería creer Akame.

Pero la Duodécima no iba a caer tan fácil, tanto en el sentido figurado como literal. En cuanto Akame sujetó el arma de la fémina, esta no ofreció resistencia y soltó su vara. Irónicamente ella había optado por una táctica similar, sólo que ella intentó girarse para conectar una patada con la pierna izquierda para conectar en algún punto de la zona baja del intruso. ¿El resultado? Que probablemente ambos iban a terminar golpeándose mutuamente con una fuerza exactamente igual.

—¡Tch!— Masculló al perder el balance.

Las dos que habían sido derribadas por las estrellas aún no se incorporaban, mientras las derribadas aún estaban en proceso.