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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
No tengas miedo, hijo mío,
pues cuando menos lo esperes,
mas cuando más te haga falta,
Fūjin llamará al viento en las montañas,
y conocerás al fin el significado de tu nombre.

—Relato ancestral del clan Nishikaze.



¿Papá, papá, a dónde vamos?

A unas ruinas muy antiguas. ¡Unas ruinas misteriosas, sí! ¡Con estatuas de guerreros del País de la Tierra!

Un hombre barbilampiño, rollizo y pelirrojo acompañaba a una pequeña niña rubia de la mano Iba vestida con un vestido blanco. Hacía juego con sus ojos, dos perlas perfectas sin pupila. El hombre parecía tener prisa, pues la arrastraba de la mano hasta casi forzar a la chiquilla a seguirle al trote. Miraba a ambos lados del sendero con inquietud, como si supiera que las cosas no iban exactamente como deberían ir. Por ejemplo: estaba el silencio.

En aquél camino al borde de la pared de la montaña, con la valla que protegía del precipicio hacia el río bravo en el fondo a un lado y unos extraños árboles curvados que crecían desde la piedra de la montaña en el otro, había un silencio más de la cuenta. No era el silencio de la naturaleza, porque la naturaleza se hacía oír: estaba en el agua fluvial que corría con fuerza y en los nidos con padres y polluelos en las copas de los árboles, los agujeros en las rocas y los arbustos. Era el silencio de quien lo mantiene, lo cuida, lo cultiva. El silencio que implica y delata una mirada oculta en un lugar discreto del camino o en un recoveco.

Un silencio en definiva, que convenía evitar.

Al girar la esquina ambos se llevaron un susto. Uno de los dos, al menos, sintió un profundo alivio al cruzarse con aquella kunoichi de Kusagakure: una chica de piel morena con una larga trenza. Una genin. Una chiquilla más, pensó él.

¡Buenos días! —Saludó el hombre afablemente cuando pasó por su lado, cruzándose en el camino.

¡Buenos días! —repitió la pequeña.

«Falsa alarma», pensó él con un suspiro agradecido.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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#2
¡Buenos días! —respondió Ranko, con toda la amabilidad del mundo.

Después de su quedada con sus amigas en la casa Sagisō de Notsuba, Ranko había decidido quedarse un tiempo de más en el País de la Tierra. Había entrenado y combatido con Lyndis y las hermanas Kaminari, mas todavía le quedaban ánimos para un poco de práctica solitaria.

Se despidió de Meme, quien se había quedado también para aprovechar la bonita soledad del lugar, y partió hacia la montaña, mochila al hombro. Hakuto era habitante del bosque y se sentía muy a gusto rodeada de verde. Quizás era por ello que la montaña se le hacía tan... amenazante.

Comenzó con un leve trote, que evolucionó constantemente a una carrerilla. Subió por la pared de roca usando su concentración de chakra y practicó varios saltos. Cuando hubo sudado lo suficiente, se detuvo en el borde del acantilado y sacó algún breve bocadillo de su mochila. Descansó unos minutos y se puso en movimiento de nuevo, caminando lentamente, pues le parecía haber perdido el rumbo ligeramente.

Sin embargo, algo le detuvo. La nada. Para ella los sonidos del bosque eran algo constante: animales cantando, corriendo, aplastando ramas; el viento agitando las hojas, los pasos en la lejanía... Por ello le dieron escalofríos cuando no escuchó nada más allá de los sonidos que producían sus pasos.

Siguió caminando, y fue cuando se topó con el señor pelirrojo y la niña rubia, y les saludó.

Un par de pasos después, Ranko se volteó y habló de nuevo.

Una disculpa, señor. Salí a explorar la montaña, pero... Creo que perdí de vista a Notsuba. ¿L-le importaría indicarme su dirección? —preguntó, intentando sonar lo más amable y genuina posible.

Al fin y al cabo, su hogar era el bosque, no aquella silenciosa roca.
Pensamientos (Plum) Diálogos (PaleVioletRed)

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