Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
20/06/2016, 02:21
(Última modificación: 31/12/2016, 21:28 por Hanamura Kazuma.
Razón: La forma correca es "La Labido" con la, no con el.
)
—Me temo que hoy también será un día ocupado, mi señor Kazuma. —Aseguro con un leve rastro de decepción en su voz, mientras se preparaba para salir.
—Cielos, ¿Cuánto tiempo más nos quedaremos en este lugar?
—Lo más probable es que para mañana termine con todos los asuntos pendientes.
—Entonces no habrá problema con que recorra un poco el pueblo ¿Cierto? —Preguntó mientras se asomaba por la ventana de la habitación.
—De acuerdo, pero no se meta en problemas y abríguese un poco, estamos en pleno invierno y soplan vientos muy fríos.
Los últimos días habían sido bastante aburridos, Kazuma y su guardiana se encontraban apostados en la localidad fronteriza del país del río. Naomi se encontraba en un viaje de negocios en nombre de su jefe, y el peliblanco la había acompañado por petición de la misma. Se suponía que las negociaciones comerciales durarían poco, pero, incluso para las grandes habilidades de la Miyazaki, aquellos mercaderes quisquillosos con los que estaba tratando resultaban bastante difíciles de manejar. Aquello había arruinado su planes, puesto que su intención original era tomar unos días para disfrutar y compartir con su señor en aquel lugar que resultaba bastante agradable durante el invierno.
«Ya tenemos casi dos semana aquí —pensó en cuanto la pelinegro se marchó—. Para cuando ella termine con el trabajo tendremos que regresarnos inmediatamente.»
Por su parte, el Ishimura se encontraba terriblemente aburrido: Día tras día se limitaba a caminar y a sentarse en la plaza principal para leer el periódico. Siempre lo compraba en el mismo sitio, por lo que el sujeto que atendía ya tenía su rostro identificado.
Aunque eso lo hacía por elección propia, pues en aquella temporada el poblado tenía cientos de actividades para entretenerse. La cuestión era que le hacía sentirse culpable el ir a disfrutar por ahí cuando la Miyazaki se encontraba trabajando con gran esfuerzo. Por eso se limitaba a pasar sus días con el mínimo de entretenimiento.
«Veamos si hay algo interesantes en las noticias de hoy.» Aquel día era particularmente ventoso, por lo que el frío se hacía sentir bastante. Para protegerse llevaba un abrigo gris claro y una bufanda de un púrpura oscuro
Camino por la plaza y se acerco al puesto de siempre para tomar un periódico.
—¿Qué sucede chico? te vez tan aburrido y desanimado como una nube gris, jejeje. —El tendero resultaba ser alguien enérgico y amable, aunque tenía un sentido del humor un poco pesado.
—Es por el trabajo —dijo sonando mucho más adulto de lo que podría querer—, ha sido bastante pesado estos últimos días.
—Ya veo… —dijo poniéndose serio por un instante—. Olvidaba que eres uno de esos ninjas. En mi opinión es una vida demasiado pesada para un jovencito como tú. En especial uno que no tiene una adorable y ardiente esposa que masajee sus hombros al final del día, como yo.
—Qué envidia, hombre, jejeje —no podía evitar reírse ante lo presuntuoso de aquel sujeto, era un poco molesto, pero tambien lo ponía de buen humor—. Dame lo de siempre, por favor.
—Aquí tienes; Un café para el frío invierno y el periódico —se los entrego como hacía siempre, solo que esta vez dejó escapar una leve sonrisa de complicidad—. El día de hoy ha venido con un suplemento especial, perfecto para levantarte el “ánimo”.
—Ok… Gracias. —No entendía en lo más mínimo lo que había querido decir, pero ciertamente notaba el diario un poco más pesado de lo usual.
El café estaba caliente, y prácticamente le rogaba ser bebido, por lo que en lugar de rodear la fuente busco un asiento cercano. Se dirigió a un puesto techado, donde algunas personas, que tenían la misma rutina que él, le hicieron espacio para que se sentara y pasara el rato.
«Su café es tan bueno como de costumbre. » Olfateo con placer la leche y la canela de aquel brebaje hirviente, dio un sorbo y cruzó sus piernas para poner el periódico sobre ellas.
Ojeo alguna paginas y leyó algunas noticias resaltantes mientras la bebida calentaba su cuerpo.
De pronto llegó al centro del noticiero y en la sección correspondiente a los eventos internacionales había una especie de revista. El la levanto para obsérvala mejor, aunque ni se molestó en leer la portada pues algo más llamó su atención. Se trataba de la foto de una bellísima y en extremo erótica joven que estaba escasamente vestida. Tenía una piel clara con complejos y hermosos tatuajes sobre ella. Aunque le llamaba mucho la atención, supuso que se trataría de uno de esos anuncios de perfumes masculinos que se promocionaban con la imagen de una mujer.
«Seguramente es una de esas revistas para hombres que dan consejos para conquistar a las chicas.» Pero su línea de pensamiento estaba un poco equivocada.
Estuvo a punto de pasar de aquel semanario, pero supuso que algo que tuviera una portada tan elegante y bien trabajada debía tener algún buen contenido, además, aprender algún truco de galanteo no le caeria mal. Juzgo el libro por su portada y aquello le llevó a algo grande. Fue enorme el esfuerzo que realizó para no escupir su café cuando decidió a abrir la revista en una página al azar. «¡Esto es una revista erótica!» Su reacción estuvo fuera de lo normal, tanto así que la señora a su izquierda se levantó y se fue.
Ya había visto revistas de ese tipo antes, pero todas eran simple porno barata y vulgar. En cambio esta tenía algo más… Era artística y a la vez elegante. Exaltaba la belleza de las chicas como algo más que un mero excitante sexual. Cada foto estaba tan trabajada y tenían tantos detalles que le era imposible no sentirse cautivado por aquella especie de softcore. Puede que no fuese capaz de admitirlo, pero aquel tipo de arte erótico de verdad era algo de su gusto.
«¡Cielos, ¿Quién diría que el erotismo podría ser tan artístico y complejo?!» Pensaba mientras se encontraba encanto por aquellos retratos.
—¡No quiero ir! —Se quejaba la caprichosa pelirroja que acababa de recibir una orden de pasarse por la frontera para dejar un sobre de nada.
—¡Es trabajo! Y te hace falta el dinero, mínimo para reparar la puerta. —Afirmó la fémina de aspecto maternal que permanecía inmóvil con la vista clavada en la ya mencionada puerta, prácticamente cualquiera podría meterse a gatas por aquel agujero.
—Cierto… Los periódicos no sirven para este frío. —Soltó a desgano la joven en lo que se levantaba aunque perezosa.
Ese tipo de discusión con su ‘madre’ eran bastante habituales en la vida de esta peculiar kunoichi, si fuera por ella se pasaría prácticamente todo el día sin hacer absolutamente nada en especial en días fríos como aquel donde es mejor quedarse bajo las cobijas de la cama, aunque seguramente sería mucho mejor si la casa estuviese en buenas condiciones y no entrase el frío helado por todos lados, paredes y techo incluidos.
Tras un par de buenas horas la chica ya se encontraba de camino a la frontera del país del río que conecta con el país del bosque. Habría salido cerca del mediodía tras almorzar y con su flojera terminó por tomarle día y medio más de lo normal por lo que llegó al poblado en medio de la noche cuando todos aquellos a quienes podría haber entregado el sobre ya estaban durmiendo cómodos en sus casas o mismo en alguna posada así que ella hizo prácticamente lo mismo.
—Si hicieras más trabajos no estarías contando monedas. —Soltó la pelirroja mayor casi que con desprecio.
—Dame un respiro mujer… —Respondió a desgano la más joven en lo que se metía en la habitación que le habían dejado en la posada.
Más allá de sus peculiares pintas, Ritsuko se veía bien, su vestimenta estaba siempre impecable sin manchas ni rasgaduras y comida no le faltaba por lo que los huesos no se le notaban, pero la realidad económica de la chica era muy distinta de lo que aparentaba así que para ella cada ryo cuenta y si encuentra uno en el piso es sumamente útil. Aun así, el dinero que le daban por encargos tan sencillos como aquél los hacía durar lo suyo y el colgante que llevaba, por muy valioso que fuera, no iba a soltarlo por ningún motivo.
—Ya va siendo hora, Ritsuko. —Afirmó el ente inexistente parado a un lado de la cama donde roncaba la kunoichi.
Al final de todo, que aquella aparición estuviese allí significaba que la chica había despertado así que por muy delicada que haya sonado Ritsuko no tardó nada en levantarse y vestirse para retirarse a tomar un desayuno ligero y de ahí a llevar el bendito sobre con vaya uno a saber qué. No la habían revisado en ‘profundidad’ por justamente traer la bandana de Takigakure en la cintura, pero tranquilamente podría estar cargando con algún tipo de droga ilegal que ni se entera.
El objetivo era sencillo de reconocer, un hombre regordete y calvo que usualmente anda rodeado de guardias aunque en realidad no sea nadie importante, aunque si era bastante asustadizo puesto que casi se orina encima al ver a la pelirroja luciendo su máscara y rostro maquillado.
—Carta de Keisuke de Takigakure. —Afirmó tranquila la chica ofreciendo el sobre a uno de los guardias más próximos.
Con algo de desconfianza el delgado guardaespaldas se acercó y comprobó el interior del sobre tras lo cual sencillamente se lo acercó al regordete ‘noble’. Ya sin más que hacer la kunoichi se retiró pero siempre algo pasaba en el medio.
Mientras deambulaba por ahí con manos metidas en los bolsillos para refugiarlas del frío y con la capucha de la gabardina sobre la cabeza, tuvo la muy brillante idea de tomar asiento en un extremo de una banca de la que una mujer acababa de levantarse. Había un par de personas más que realmente no destacaban para la de ojos rojos hasta que, luego de aplastar el trasero sobre la tabla pudo ver con lujo de detalles lo mismo que el albino de piel morena observaba con tanta atención.
—¿Es en serio? ¿A estas horas…? —Soltó la pelirroja casi con repulsión y efectivamente se podía ver lo que sentía en su rostro pero la máscara le actuaba de salvaguarda.
Era curioso como a algunos le daba igual estar en público o mismo a cualquier hora del día para ponerse a ver ese tipo de revistas. Aunque a Ritsuko lo que más le asqueaba era que el tipo se pusiera a mirar revistas cuando literalmente estaban a metros de una… ‘Casa roja’.
—Mira que a la vuelta de la esquina tienes un prostíbulo de esos veinticuatro horas. —Le dijo al chico en lo que se levantaba para devolverse a la posada.
~Mirar porno a plena luz del día… ~Repitió para sí misma mientras devolvía las manos a los bolsillos del ajustado pantalón.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
Por unos minutos inclusive había olvidado el frío que hacía y a las personas que se movían a su alrededor. Su atención estaba completamente atrapada por aquellas sutiles, pero ardientes, imágenes eróticas.
«”A Rumor Of Skin”, “Dark Reflections” y “These Dreams”… Parece que cada álbum de fotos está orientado hacia algún tema en específico, y de alguna manera el aspecto de cada modelo encaja con dicha temática.» Pensaba sin vergüenza alguna y con abstracción total, tanto así que no percibió que alguien ocupó el asiento antes vacío que yacía a su lado.
—¿Es en serio? ¿A estas horas…? —Unas bruscas y repentinas palabras se alojaron en su oído.
Con calma levantó la vista para observar a quien le hablaba. La primera sensación fue de sorpresa, pues tenía una extraña máscara de características esqueléticas. Lo siguiente que sintió fue un poco de vergüenza por haber sido encontrado de manera infraganti en un acto de tan poco pudor. Luego llegó un poco de miedo, no quería que formara un escándalo y que todo el mundo se enterase de que estaba haciendo. Al final, aquel ciclo de emociones se vio culminado por una simple y firme sensación de indiferencia.
Entre toda aquella tormenta interna, su rostro y su mirada seguían tan calmadas como siempre.
«Hay personas que se creen fuentes de moralidad y esas son las que terminan siendo las más degeneradas.» Pensó mientras le dedicaba una mirada fría y gris.
—Mira que a la vuelta de la esquina tienes un prostíbulo de esos veinticuatro horas. —Le espetó, sin un ápice de respeto, mientras se levantaba indignada.
Eso sí que no lo iba a permitir: No iba a dejar que una abusiva verbal le fastidiara y le avergonzara así como así, los golpes no eran la única forma de enfrentar a un bravucón… Aunque seguía siendo su manera favorita.
—¡Jajaja! —rio sonando lo mas pedante, burgués y prepotente posible, pero sin perder su postura refinada—. Que poca elegancia es el hacerme tan indecente propuesta al invitarme a su lugar de trabajo, señorita… —las personas a su alrededor levantaron la mirada de sus periódicos, como atraídos por un chisme en proceso de creación—. Y yo que pensaba que la frontera era un lugar decente para vacacionar, pero resulta que permiten que las furcias promocionen sus burdeles a plenas luz del día…Que lamentable.
De pronto había pasado de ser un pervertido mirón de porno a ser un educado y cortés joven que se había visto atacado verbalmente, y acosado sexualemnte, por una mujer de mala vida. Ahora él era una inocente víctima de las perversiones de la vida. Algunas personas farfullaban palabras que solo se podrían describir como indignación y otras se limitaron a clavarles miradas reprobatorias a la jovencita.
«¡Que te sirva de lección, chica puritana y mojigata!»
Las palabras de la kunoichi parecieron afectar la actividad del moreno puesto que dejó de pasar páginas e incluso de moverse como si estuviese metido en un genjutsu. De todas formas no le afectó en lo más mínimo a la pelirroja que se levantó dispuesta a devolverse a la posada.
Lo que no tuvo en cuenta fue la posible mala interpretación de sus propias palabras y cuando estuvo a unos metros ya le tocó soportar las consecuencias de ello. ~Venga, que no voy ligera. ~Se dijo a si misma Ritsuko que bajó un segundo la mirada para asegurarse que así fuese y efectivamente, no mostraba nada de carne aunque la ropa iba ajustada a su cuerpo.
De cualquier manera, en segunda instancia la pelirroja sonrió y se acercó al albino ignorando totalmente la opinión popular puesto que un par de rumores adicionales sobre su persona le eran totalmente indiferentes.
—Buen intento, pero puede que a la próxima quieras mínimo cerrar la revista erótica. —Le dijo con cierta satisfacción cuando un hombre se vio obligado a taparle la vista a su hijo menor de los diez años que justo comenzó a señalar y preguntar por la mujer desnuda en la revista de que colgaba de la mano del shinobi de Uzushio.
Era obvio que en este instante gracias al albino ninguno de los dos estaba libre de pecado y la cantidad de gente cuchicheando aumentaba gradualmente con cada cosa que ellos decían, es más, aquellos que iban pasando y veían la revista del chico también comenzaban a hablar al respecto y miraban de la misma forma en que la miraban a la pelirroja.
—Venga, sigue respondiéndome y tu reputación se va al caño. —Decía con cierta arrogancia y una sonrisita en su rostro.
Aunque duró poco allí, luego de esa última frase la chica se dio media vuelta una vez más y comenzó a caminar para retomar su marcha. ~De kunoichi a furcia hay un solo paso. ~Pensaba en silencio Ritsuko que ahora tarareaba una melodía algo melancólica.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
La acusada se detuvo en seco y dedicó algunos segundos observar su propio cuerpo. Lo cierto es que su apariencia no era la más reservada, pues aunque no mostrase prácticamente nada de piel, aquellas ropas ceñidas y marcadas la hacían lucir como si fuera la mala. Aquello no pasó desapercibido para quienes se comenzaban a interesar en el chisme.
La joven era de una estatura similar a la suya y portaba una muy resaltante cabellera roja, tan llamativa como lo sería una abundante melena blanca.
Se giró sobre sus talones y encaró, de manera sonriente, al de ojos grises que con severidad la había acusado de prostituta y propagandista.
—Buen intento, pero puede que a la próxima quieras mínimo cerrar la revista erótica. —Se podía palpar la satisfacción en su, molestamente rápida, voz. Un anciano, a unos cuantos puestos, se esforzó en evitar que el niño que lo acompañaba viese el contenido erótico del impreso.
La gente comenzaba a verse atraída hacia aquel sitio y la línea divisoria entre quien era el malo y quien era el bueno era cada vez más difusa. El joven de piel morena rápidamente cerró el periódico antes que alguna otra persona atestiguara su “noble” contenido. Lo cierto era que el daño ya estaba hecho y la mecha encendida, por lo que solo quedaba ver a donde llegaban las cosas.
—Venga, sigue respondiéndome y tu reputación se va al caño. —Decía con cierta arrogancia y una sonrisita en su rostro.
La joven daba su victoria completada, pero no contaba con que el nativo de Uzushio le superaba en desenvolvimiento verbal y en la capacidad para ganarse a la gente. Aunque poco tuvo de dialectico y empático lo que ocurrió a continuación.
—Huffff —dejó escapar el aire mientras fijaba su mirada en la portada del periódico, donde había quedado oculto su erótico tesoro—. Además de problemática, también pareces ser loca, pues en ningún momento he estado hablando contigo —su postura seguía siendo calmada y elegante—. Supongo que una bestia, de semejantes apetitos carnales, como tu, es incapaz de diferenciar el cuando se habla de ti del cuando se te dirige la palabra.
Desde la nada aparente, una especie de envase de cartón voló hasta golpear a la jovencita antes de que tuviera oportunidad de girarse y responder a las palabras de su ofensor. Un poco de su aún cálido contenido se regó por sobre sus cabellos. Tomando en cuenta la dirección en la que le había llegado, la única opción plausible es que había sido el de ojos grises quien había incurrido en tan degradante acción.
Una cosa era acusarla de indecencia y pintarla de tonta, pero el tratarla como una ramera barata e indefensa era algo... No era la manera más noble de manejar la situación.
Su mala fama la precedía, o eso suponía ella por lo que le daba igual que la tratasen de furcia sin mencionar que no era la primera vez que le hablaban de esa manera. Eso era lo que el chico no tenía en cuenta y probablemente sería lo que lo convertiría en una visita no muy amena por allí en la frontera y quién sabe si no le terminaba afectando dentro de alguno de los países en los que se encontraban.
Para colmo el chico apenas ahora la había acusado de loca, a la chica que se pasea por la calle con una máscara de calavera y el rostro todo maquillado. ~¿De qué aldea será…? ~Se preguntó sin mirar hacia atrás, recordaba haber visto algo que parecía una bandana pero el blanco flequillo ocultaba el símbolo totalmente.
De cualquier manera Ritsuko volvería a su vida común y corriente ignorando totalmente lo que el chico le comenzó a decir puesto que en serio, no le interesaba en lo más mínimo seguir allí ni menos mantener una conversación con alguien como él. Pero algo le dio en la nuca, no fue contundente ni mucho menos pero algo cálido se regó por su cabello. La pelirroja simplemente suspiró y se dio vuelta con una expresión bastante seria.
—¿Y con qué derecho agredes a una chica que nunca te agredió física ni verbalmente…? —Soltó severa, no había dudas de que fuese él por como todos le miraban, de paso todos comenzaban a ponerse a su favor puesto que la acción del moreno estuvo totalmente fuera de lugar.
Podría haberle regalado alguna sorpresa mediante ninjutsus pero en su lugar prefirió dejar que el público hiciera su trabajo fulminando al shinobi con la mirada. Ni siquiera necesitaba hacer nada para tirarle abajo la fama, lo que había hecho realmente sobró y no tenía ninguna manera posible de justificarse, de paso si seguía molestando Ritsuko no respondería de sus actos después de todo, en aquella ciudad tenía cierta ventaja por su lugar de procedencia y seguramente los shinobis de por allí la podrían llegar a apoyar.
~Se nota que te crees el amo del universo… Me has dado motivos para echarte del pueblo y me darían toda la razón. ~Pensaba la pelirroja que una vez más, se disponía a retirarse del lugar, esta había sido la última ‘agresión’ que la chica estaba dispuesta a soportar.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
Ni siquiera llegó a imaginar que pasaría algo como eso, por lo que cuando aquel envase de jugo salió desde alguna parte, solo para terminar impactando contra la nuca de la joven, el Ishimura se encontró bastante sorprendido, aunque su expresión no diera signos de ello.
Aun sin ser testigo del culpable, la señorita de cabellera rojiza se giró en busca del peliblanco.
—¿Y con qué derecho agredes a una chica que nunca te agredió física ni verbalmente…? —Era apreciable el hecho de que con firmeza creía que el de ojos grises fue su agresor. Las personas de alrededor observaron al muchacho, como esperando que este se defendiera de semejante calumnia.
Si, era una falsa acusación «Recibes lo que das, dice el dicho.»; El café del joven aún estaba en su pequeña taza blanca y en ningún momento separó las manos que mantenían cerrado con firmeza su periódico.
—Yo no… —sintió que algo le frenaba y le hacía cambiar el rumbo de sus palabras—. Lamento lo ocurrido. —Dejó escapar aquellas palabras de repente, sin siquiera mirar a quien se las dirigía.
El también había lanzado una mentira sobre la profesión de aquella muchacha, pero esta ni siquiera se tomó la molestia de negarla. Por su parte, él no iba a ser menos estoico que aquella buscapleitos, pues suponía que se trataba del karma correspondiente a semejante injuria.
«Rayos… No se suponía que me disculpara —pensó para sus adentros—, no es mi culpa que alguien le arrojase basura, ni tampoco tengo porqué sentirme culpable al respecto...»
Se limitó a ver la portada de su periódico y a fingir que se mantenía concentrado en ello. En ocasiones como esa, se preguntaba qué le susurraría Bohimei. Probablemente le recomendaria llevar a aquella muchacha a un callejón apartado y combatir con ella hasta calmar su ira o hasta dejarla inconsciente, lo que ocurriese primero. Pero aquel día no llevaba consigo su preciada espada, ni siquiera se había molestado en llevarse alguna de sus herramientas ninjas. En aquel momento, se encontraba tan desarmado como un civil cualquiera.
Con toda la molestia que le había generado que le echasen un recipiente con algún cálido líquido en su interior la chica no había llegado a notar que el albino aun sostenía su cartón con café del que incluso aún salía vapor. En otras palabras, no había sido él el gracioso que la había agredido pero con sus palabras pareció ser que todo el mundo lo interpretó como si lo hubiese hecho realmente aunque le tenían la mirada clavada.
Gracias al descontento de la multitud el moreno optó por redimirse pidiendo disculpas a las que la pelirroja simplemente hizo un gesto con la mano sin mostrar la más mínima intención de voltearse siquiera, según ella todo el asunto había terminado con eso y lo que menos quería era montar una escena en ese día en que tenía pensado hacer de floja hasta la mañana siguiente.
—Para colmo tendré que darme una ducha. —Se quejó la chica que acostumbraba a bañarse pero caída la noche.
—Seguramente te venga bien para relajarte. —Respondió la madre de la kunoichi a medida que se iba ‘materializando’ justo a su lado.
—Venga… Que podría haberse tomado lo del vaso antes de tirármelo encima. —Respondió de mala gana en lo que buscaba con la zurda aquel adorno que mantenía su abundante cabellera ‘junta’.
Tras encontrar el lazo rojo que estaba ciertamente camuflado entre su propio cabello, atrajo hacia adelante toda su melena en busca de aquella zona impregnada en líquidos aunque lamentablemente la mayor parte le había caído en la nuca.
—¿Desde cuándo el café apesta a fruta…? —Preguntó en un susurro mientras analizaba lo que tenía pegado que para colmo estaba bastante pegajoso.
—Esperemos que no te lo deje teñido. Te quedaría bastante feo un manchón en la nuca. —Soltó con cierto tonito burlón la mayor.
Si nada la detenía, Ritsuko se retiraría a la posada donde en primera medida se ducharía y luego muy probablemente se pase el resto del día durmiendo.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
El joven de cabellos blancos sentía la necesidad de replicar algunas cosas sobre el asunto, pero no pudo más que ver como aquella muchacha se marchaba mientras aquel líquido se escurría por su nuca hasta gotear contra el suelo.
«Bueno, al menos ya pasó…» Apresuró su café mientras las miradas comenzaron a apartarse de su ser.
Aún era bastante temprano y ahora era libre de continuar con lo que estaba haciendo antes de que le interrumpieran tan de repente, pero lo cierto es que ya no estaba de humor para seguir leyendo aquel regalo del tendero del puesto de periódicos… Quizás fuera que por alguna razón ahora sentía un poco de vergüenza al imaginar que podría estar disfrutando de su revista y que de repente alguien pudiese llegar a hacer lo mismo que aquella muchachita.
«Bien podría irme a un lugar más tranquilo y apartado —pensó con molestia—, pero creo que eso sí sería un poco raro… Tal vez pudiera hacerlo en la habitación del hospedaje, pero si Naomi me consigue leyendo algo como esto…»
El joven de piel morena se limitó a devolver, no sin un poco de vergüenza, la revista que aquel sujeto le había regalado. En principio había alegado que no tenía ánimos como para disfrutar de ese tipo de material. «En el fondo, creo que solo me da vergüenza el llevármela, pero decirle eso me haría quedar como un mocoso.»
Llegó a la posada y se dio un largo baño, lo suficiente como para quitarse un poco del estrés acumulado. El día seguía siendo joven, el sol recién había alcanzado su punto más alto. En principio planeó quedarse en aquel cuarto y pasar las horas viendo por la ventana y leyendo, pero después de tan sólo media hora, sintió la necesidad de salir y caminar por las calles del pueblo. Su principal objetivo sería encontrar algún malhechor a cual ajusticiar «Parece que la buena vigilancia hace que la inseguridad se bastante baja», pero en ningún callejón o sitio de mala muerte encontró lo que buscaba.
Luego de dar vueltas por un sitio y otro, termino yendo casi inconscientemente a una librería que también era biblioteca. Era el establecimiento, de ese tipo, más grande de la frontera, contenía cientos de revistas y libros clasificados en cientos de categorías y ordenados en extensos y altos libreros.
El lugar lucía de lo más interesante, consiguiendo el completo interés de Kazuma. Sin embargo, el sitio estaba atestado de personas, algo un tanto molesto. Al final el silencio y el buen ambiente terminaron por capturarlo. Le parecía que pasar la tarde en aquel sitio era lo más relajante y tranquilo que podía hacer.
«Creo que es un buen sitio para pasar el resto del día.» Pensó aquellos mientras tomaba un libro al azar, de un anaquel al azar, en una sección al azar.
Puesto que ni el moreno ni nadie del público la había vuelto a fastidiar, la kunoichi siguió su camino directamente hacia la posada en la que se hospedaba para justamente lavarse el cabello en primera medida lo cual no le llevó demasiado siendo que apenas se lo había enjuagado. Nunca fue de esas que dedican horas al cuidado de la estética así que en pocos minutos ya estaba fuera del baño una vez más.
Lo malo es que aún era muy temprano para todo, cenar, dormir, etc. Así que la pelirroja no tuvo mejor idea que tomar sus cosas y salir una vez más a la calle donde por casualidades de la vida pudo vislumbrar a un hombre de unos treinta años que iba corriendo, bastante asustado a decir verdad aunque tenía una cara digna de delincuentes y como no, un par de guardias persiguiéndole.
—¡Detenedlo! —Gritaban aquellos dos que no parecían ser capaces de alcanzar a ese ladrón que iba con un saco lleno de alguna cosa.
Venga, era el típico estereotipo de ladrón que lleva consigo un saco más grande que si mismo a cuestas y claro, era igual de inútil así que con una zancadilla de parte de la kunoichi el hombre se fue de bruces al suelo y no, aquello no fue suficiente para que los guardias le alcanzaran.
—¡Pero que lo paréis! —Exclamaron al unísono aquellos dos.
Como no, la pelirroja metiéndose en líos que ni siquiera la involucran directamente. ~Que pesados. ~Se quejó Ritsuko en lo que comenzaba a correr en dirección al hombre que no tardó mucho en desaparecer al ingresar a un local que parecía ser una biblioteca…
La chica corría en silencio a diferencia de sus nuevos ‘compañeros’ de trabajo y a diferencia de esos dos ella iba mucho más rápido por lo que, dentro de las instalaciones logró saltarle encima del enorme saco y hacerle perder el equilibrio.
Lo malo era que el ladrón se fue de cara al piso y Ritsuko salió volando literalmente hasta que atravesó una estantería por suerte, de las que no tenían una tabla que marcase el límite a los libros por lo que tras tirar libros en todas direcciones la chica quedó atascada en el estante y… A unos pasos de distancia del chico que hace un rato se había topado con una revista erótica.
—¿De nuevo…? —Fue lo único que soltó la kunoichi mientras buscaba con ambas manos el sostenerse de un estante inferior para no caerse.
Desde un lado de la estantería la gente podría ver el trasero de la chica y sus piernas buscando soporte en un estante de abajo, desde el otro, donde se encontraba el albino podrían apreciar el torso de la pelirroja algo estático puesto que prefería centrarse en sus piernas.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
Estaba concentrado en su libro. Estaba bajo la seducción de las oraciones mientras se sumergía en las profundidades del relato... No, en realidad no tenía ni idea de que decía lo que tenía justo frente a sus ojos.
«De verdad, que vergüenza… Y aquella muchacha...» —Su mente solo giraba en torno a la pelirroja y a lo que había sucedido horas atrás.
Ni siquiera se había tomado la molestia de echarle un ojo a la portada, pues, de cierta manera, se encontraba en modo autómata. No entendía porque, pero sentía que las cosas no habían terminado de la manera que debían.
En el local se podía percibir cierto ruido, casi como un trote. El joven de piel morena prestó poca atención a aquello, le parecía de importancia mínima comparado con su debate interno. Debate que le hacía parecer un poco raro, pues ya tenía varios minutos de pie haciendo gestos extraños mientras simulaba estar leyendo algo.
«¡De verdad, que chica tan grosera y descarriada!» Pensaba en ello mientras suspiraba con molestia. «¡Debería dar gracias de que no nos veremos más nunca, porque de tenerla en frente la pondría en su sitio, seguro que sí!» Refunfuño y pisoteo de una manera bastante infantil.
De pronto se escuchó un golpe seco y el estante de libros frente a él se estremeció, provocando una lluvia de papel encuadernado. El joven, muy calmadamente, dirigió su vista hacia arriba, y con ágiles pasos esquivo todos los pesados tomos que amenazaban con dejarle una contusión. Para cuando todo había terminado, se encontraba un poco más tranquilo.
—¿De nuevo…? —Le preguntaron.
Desde su punto de vista, aquella voz se manifestó desde la nada absoluta. Cuando, por mero instinto, el joven bajó la vista, pudo sentir como si por obra de algún shinigami, su alma tratara de abandonar su cuerpo. Ahí en el estante había una cabeza humana incrustada…
«Espera…» Su detenido corazón comenzaba a palpitar de nuevo. No era solo una cabeza humana, era la de aquella chica pelirroja y no era solo su cabeza, su cuerpo entero estaba clavado de lado a lado en el librero.
—¿Otra vez tu? —Preguntó con consternación—. Espera, ¿Qué haces? ¡No,no, no! —exclamó al ver como la chica se sacudía para tratar de librarse—. Si te contoneas así, provocaras que…
Tal como temía, el mueble perdió el equilibrio. La muchacha consiguió liberarse, no de la manera que buscaba, sino cayendo justo hacia donde se encontraba un “condenado” peliblanco. Tras ella se movía de manera amenazante e indetenible aquel polvoriento estante con cientos de kilos de peso en forma de libros. Era como si un ave carmesí volará hacia él, con una avalancha tras de sí. El joven aceptó su destino y cerró los ojos, esperando estar vivo para cuando el polvo se asentara.
Allí estaba el albino, revisando los libros de la estantería que la kunoichi acababa de atravesar aunque ella al menos no se había logrado dar el lujo de averiguar el tipo de libros que allí habían así que no podía cuestionarle nada. ~Pero seguro será porno. ~Pensaba la pelirroja mientras buscaba el soporte con los pies y finalmente lo halló. El único problema era que tenía que arreglárselas para salir y le daba cierto miedo hacerlo por detrás puesto que no veía nada.
Tras descartar una de las dos posibilidades que tenía, Ritsuko comenzó a avanzar como podía, un par de libros más que se habían depositado sobre su trasero ya que los que les servían de soporte los había mandado bien lejos con el impacto.
—¡Pues ayuda! —Respondió de mala gana al albino ante esos comentarios.
La kunoichi siguió con su lucha ignorando que el librero no era lo suficientemente pesado como para mantenerse quieto en su lugar y cuando ella se pensó que estaba avanzando resultó ser que efectivamente, ¡avanzaba! Pero con librero incluido y por obvios motivos, la lluvia de libros se hizo inminente, sin mencionar que la estantería en la que Ritsuko estaba golpeó de lleno a la que tenía de frente y esta a la de delante y así sucesivamente como un dominó.
¿La chica? Llegó a extender las manos y apoyarse en el piso, por lo que el librero no le hizo absolutamente ningún daño y ella quedó parada de manos aunque no tardó nada en perder el equilibrio y caerse sin provocarse daños.
—Madre santa… —Soltó en cuanto se vio capaz de alzar la vista hacia la catástrofe bibliotecaria que acababa de desatar.
~Mejor me voy. ~Pensó mientras se las arreglaba para ponerse de pie y si nadie ni nada la detenía saldría corriendo por la misma puerta por la que había ingresado, después de todo, lo que acababa de hacer fue justamente por ayudar a un par de guardias que no pudieron hacer su trabajo por sus propios medios así que debería de estar justificada.
~¡Tardaría la vida en acomodar todos los libros!
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
Los libros cayeron sobre él como la más pesada de las tormentas. Muchos le encontraron, pero los ignoró esperando el peor de todos los golpes, el del mueble en sí. Para su fortuna, el pesado estante no cayó de lleno sobre él, sino que su borde superior chocó contra el librero de enfrente. Inmediatamente se comenzaron a escuchar gritos que se convirtieron en todo un alboroto junto al sonido de la madera chocando repetidas veces.
«¡Esto definitivamente es culpa de esa pelirroja!» Fue el único pensamiento que llegó a su mente mientras se encontraba parcialmente sepultado. «Bueno... Quizás si la hubiese ayudado a salir en lugar de asustarme...»
Le costaba respirar y por las sensaciones que recorrían su cuerpo, estaba más que seguro de que estaba sangrando en algunas partes. Con mucho esfuerzo logró levantarse de entre la pila de libros que lo aprisionaba, igual que un no muerto se levanta de su sepulcro.
«¡Vamos, aun estoy a tiempo de largarme y evitar más problemas!» Mientras trataba de localizar una ruta de escape por entre todo el destrozo, vio como la pelirroja se levantaba y echaba a andar, movida por un pensamiento, seguramente, muy similar al suyo.
Dio un salto y se puso de pie, dispuesto para correr pero algo lo detuvo: No eran los gritos de odio y amenaza que esperaba escuchar, sino más bien un sollozo que denotaba una pena bastante marcada. Luego se lamentaría por lo que hizo, pero en ese instante se giró para ver si es que alguien se había lastimado.
Vio como el sitio que antes era tan ordenado y limpio, ahora se limitaba a un gran desorden con hojas dispersas por todos lados. Quiso echarle la culpa de lo ocurrido al diseño, con todas las estanterías formando una espiral, perfecta para un efecto dominó, pero aquello no tenía sentido. Ahí en el suelo había una mujer joven llorando de manera desconsolada mientras observaba el desastre. Pare él era obvio que se trataba de la encargada de turno.
«¡Joder! En ocasiones me doy vergüenza a mí mismo.» Reconoció que si aquella era la encargada, tendría que ser la que asumiera la responsabilidad por lo sucedido, pues, seguramente, nadie más lo haría.
El joven de cabellos grises comenzó a correr, pero no con intenciones de escapar «Si voy a aceptar la responsabilidad, no lo hare solo.» Alcanzó a la jovencita de cabello rojos, justo cuando estaba a punto de irse, y la sujetó por la parte externa del antebrazo.
—Esto… —ni siquiera había pensado en que decirle, lo único en lo que pensaba es que no quería cargar con toda la culpa el solo—. Espera… Si te vas le echarán la culpa de todo esto a la encargada. —Aseguro viéndose un tanto culpable.
»Mira; ya sé que luego de lo que ocurrió esta mañana no tendrías razones para confiar en mí, pero no tengo intenciones de culparte por todo o de hacerte pagar por nada —exclamó con expresión solemne—. Solo ayúdame a convencerles de que fue un accidente, limpiaremos un poco y luego podrás irte como si nada…
Lo cierto era que detestaba depender de otras personas para hacer las cosas, más aún de alguien quien no le agradaba. Pero siendo un extranjero, no conocía la forma en que se hacían las cosas por allí, así que era poco probable que le fueran a creer cualquier explicación que fuera a decir.
Su mirada, ni suplicante o condenante, se mantuvo sobre el rostro de la muchacha. Tanta era su intención de que se quedará, que ni siquiera noto que la mano con que la sujetaba estaba sangrando.
Justo cuando la kunoichi estaba a punto de salirse con la suya a través de la enorme puerta del recinto, algo la tomó por el brazo y la obligó a frenarse en seco además que el gesto fue acompañado de unas palabras que realmente sonaron muy mal en la mente de la chica.
—Pero que me estás contando… —Fue lo primero que salió de la boca de la joven al momento en que se volteaba a mirar al moreno.
La voz del chico ya por el día le había quedado grabada en la mente pero con un poco de suerte en unos días se la olvidaría totalmente, además de la cara del contrario que tampoco el hacía ninguna gracia.
Ritsuko tras voltearse le dedicó una mirada algo fría y con ojos entrecerrados justo antes de desviarla levemente a un lado, donde estaban los guardias intentando cargar al delincuente.
—Mira, si buscas responsables allí los tienes, me pidieron que les ayudara con un ladrón porque solos no podían. —Dijo finalmente tras lo cual con un gesto algo brusco del brazo intentó zafarse del agarre del moreno.
—Además, a la encargada le pagan por eso, es su trabajo, no tuyo, no mío, solo de ella. —Agregó con una sonrisita que iba perfecto para el tonito pseudo burlón que estaba utilizando a la hora de pronunciar aquellas palabras.
Y ya con eso esperaba que el chico entendiera que no estaba para nada dispuesta a ofrecer su ayuda una vez más, suficiente con haberse casi matado por el asunto ese de los guardias y el ladrón sin mencionar que ni las gracias le terminarían por dar. Además, ni siquiera tendría que estar allí, debería regresarse de una bendita vez a la aldea para que le den su paga por el trabajo inicial que la llevó hasta allí.
—Si eso era todo me voy. —Finalizó la pelirroja ya dispuesta, una vez más, a retirarse.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
De manera sencilla e indiferente la muchacha le dejó claro que no quería tener nada que ver con lo que ahí había acontecido.
—Si eso era todo me voy. —Dijo tajante, y el moreno la soltó, no tanto por lo frío de sus palabras, sino porque se dio cuenta de que se había cortado la mano.
—Pero, no puedes solo irte como si no hubieses hecho nada. —Aseguro mientras veía caminar a la muchacha.
La joven de cabellos rojizos estaba a punto de irse para siempre, cuando un hombre fornido se detuvo frente a ella. Al parecer, el alboroto había atraído a la fuerzas de seguridad. Algunos uniformados entraron, deteniendo a todo el que pareciera sospechoso, eso incluía por supuesto a la joven de apariencia perturbadora, y ayudando a quien pareciera inocente.
—¿Qué ha sucedido aquí? —Rugió el hombre que estaba frente a Ritsuko, un sujeto que por su actitud altanera, debía ser algún tipo de jefe.
—¡Ha sido culpa de esa mocosa, señor! —gritó uno de los hombres que había aprendido al criminal—. Le pedimos ayuda para detener al ladrón y terminó causando este desastre.
El sujeto enorme observó los alrededores y una gruesa vena se marcó sobre su frente, definitivamente estaba enojado por lo que estaba presenciando. Era de esperarse, era un tipo amante del orden y también detestaba a todos esos extranjeros que, según él: Solo ensuciaban y causaban disturbios en su ciudad.
—Dime, pequeña —su voz resultaba gruesa e intimidante, incluso para Kazuma que estaba acostumbrado a tratar con gente que hablaba así—, ¿tienes algo que decir en tu defensa?
|