Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El pobre músico se agachó en completo silencio, sin dejar de temblar. Se desató un poco la cuerda que hacía las veces de cinturón y sujetaban la ropa a su maltrecho cuerpo y dejó a la vista parte de su espalda. Ayame palideció repentinamente. Golpes, contusiones, moratones... incluso marcas de dientes llenaban su espalda.
—¿Pero qué...?
—Alle... alle... —farfullaba, incapaz de completar la frase.
Pero no era necesario. Los dos ninjas habían comprendido a la perfección qué era lo que estaba pasando allí y ahora era Ayame la que temblaba, apretando sendos puños. Fue entonces cuando una voz la sobresaltó:
—Chicos, márchense de aquí ahora mismo, éste no es lugar para... —Uno de los guardias de la ciudad se había acercado a ellos al verlos por allí, pero se interrumpió bruscamente cuando les echó un vistazo—. ¡Oh! perdonad, no había visto las bandanas... muchas gracias por la ayuda, señores. Pero tengan cuidado, al parecer hay por la zona un ladrón bien diestro. Estamos trabajando en solucionar la situación.
—Muchas gracias, señor —respondió el de Kusagakure.
Ayame se limitó a inclinar la cabeza, en respetuoso silencio. Estaba demasiado alterada como para pronunciar palabra, por lo que prefirió que fuera su nuevo compañero el que hablara por ella. Este, después de que el guardia se hubo marchado, se acercó hasta el músico y le apoyó una mano en el hombro con gesto conciliador.
—Tranquilo, vamos a solucionar el problema. Esa mujer no va a seguir fastidiando a quien le da la gana, no pienso permitirlo —dijo, antes de volverse hacia ella—. ¿Contamos con tu ayuda? Por cierto, mi nombre es Inuzuka Etsu.
—¡Por supuesto! Yo soy Aotsuki Ayame, es un placer —se presentó con una renovada inclinación de cabeza—. Pero, ¿crees que es buena idea que le dejemos solo? Esa mujer podría volver y... Quizás podría dejar un clon con él, sólo por si acaso.
La reacción de la kunoichi no fue tan dispar a la del shinobi, sendos genin afrontaron lo observado a su manera, aunque ninguno fue capaz de carecer de ese irrefrenable sentimiento de ira. Para bien o para mal, ambos parecían tener un firme sentimiento de justicia. Ante la pregunta del chico, la chica se presentó con nombre y apellido, no sin antes aclarar que estaba más que dispuesta a ayudar. Sin embargo, con su rostro ahí presente, y aclarados sus nombre y apellido, fue el Inuzuka quien palideció en ese instante. Casi pareció asustarse del nombre de la chica, retrocediendo incluso un paso.
—A-Aotsuki... A-A-Ayame... —tartamudeó —e-eres... eres... —pero tuvo que frenar sus palabras, y eso que no eran muy fluidas. Si delataba quien era ante civiles, estaría poniéndola en peligro, ¿no? y eso era jugar en contra del actual tratado de paz, ese tratado que sentenciaba a todos los shinobis de Onindo a luchar por proteger a los que salvaguardaban a los demonios con colas.
—De... acuerdo...
La chica comentó que quizás sería buena idea dejar ahí un clon para vigilar al hombre. Pero ésto último si que no lo entendía, de veras que no. Él, diestro mas que nada en el arte del combate cuerpo a cuerpo, no concebía la opción de un clon más allá del bunshin, y el cuál era menos serio que una pelea con calcetines mojados. Dejar ahí un bunshin, o un palo de escoba venía a ser lo mismo.
—Creo que sería mejor que Akane lo vigile mientras nosotros buscamos a esa mujer... no creo demasiado en la eficacia de los clones —aclaró mientras realizaba un único sello —no hay nada mejor que un shinobi para hacer el trabajo de un shinobi.
A su lado, el gran huskie se había tomado la libertad de copiar la apariencia física del Inuzuka de rastas, eso sí, un tanto mas asalvajado. Sus dientes y uñas eran más drásticas, y hasta su cabellera parecía estar erizada. Akane estaba listo, y más que listo para salvar una situación del estilo. No les agradaba tener que separarse, pero había ocasiones en que la situación así lo exigía...
Pero el rostro de Etsu palideció de repente al escuchar su nombre. Como si acabara de ver un fantasma, el chico retrocedió un paso, balbuceando:
—A-Aotsuki... A-A-Ayame... e-eres... eres...
«Oh, claro...» Ayame dejó escapar el aire por la nariz y después le dirigió una mirada de advertencia, señalando con un breve gesto con la cabeza al músico. Lo último que necesitaba ahora era que el de Kusagakure se pusiera a gritar que ella era la jinchuuriki de Amegakure y que cundiera el pánico en la ciudad.
—De... acuerdo... —terminó por asentir, afortunadamente—. Creo que sería mejor que Akane lo vigile mientras nosotros buscamos a esa mujer... —respondió, haciendo referencia a su perro—. No creo demasiado en la eficacia de los clones. no hay nada mejor que un shinobi para hacer el trabajo de un shinobi —añadió, y antes de que Ayame pudiera responder al respecto, realizó un sello.
¡Puff!
El cánido se vio envuelto súbitamente en una nube de humo y detrás de esta surgió una réplica exacta de Etsu, aunque con un aspecto algo más asalvajado: sus colmillos y sus uñas eran más notorios y sus cabellos, aún con aquellas rastas, no parecía tan bien peinado.
—Con Akane, estará bien protegido.
Ayame, que se había quedado boquiabierta ante la escena, tuvo que sacudir la cabeza para volver al presente.
—Oh... sí. Si crees que es lo mejor... —¿Un perro transformándose en humano? ¡Jamás había visto algo semejante!—. ¡Bien, vámonos antes de que se nos haga más tarde! ¡Confío en ti, Akane!
Ayame abandonó el supuesto escenario del músico y echó a andar mirando a su alrededor.
—Oye, ¿tú tienes alguna idea de dónde puede estar esa joyería? Porque es la primera vez que vengo aquí... —le preguntó al de Kusagakure.
La chica pareció sorprenderse por un instante, mas... ¿qué podría sorprender tanto a una chica que tenía en su interior a un demonio gigante y malvado con a saber cuantas colas? difícil de superar, la verdad. Quizás la había tomado con la guardia baja, pero seguro que estaba acostumbrada a cosas más interesantes que un huskie tomando apariencia humana.
Pero bueno, era hora de que se pusiesen en marcha, pues el tiempo apremiaba. Ayame confió en que Akane lo daría todo en pos de proteger al músico, y así era, él se encargaría de la seguridad del vagabundo. Con un firme gesto de cabeza en vertical, así lo confirmó el rastas asalvajado. Con una sonrisa, el otro rastas alzó la mano y con ésta su pulgar. Un gesto limpio y sencillo con el cuál daba su confianza a su hermano. Era la hora de un hasta luego.
—En marcha —afirmó ante la rápida puesta en camino de la kunoichi.
Ambos tomaron camino hacia la boca de la calle, donde accederían a la calle principal de la ciudadela. Etsu comenzó a mirar de un lado a otro, como un turista perdido en una gran ciudad. En ésto que la chica preguntó si sabía por dónde comenzar, pues ella nunca había estado en esa ciudad. El Inuzuka se encogió de hombros, estaba en igualdad de condiciones. También era su primera vez.
—Esto... supongo que deberíamos buscar por el centro, recorriendo la calle principal. El hombre dijo que era por el centro, ¿no?
»La verdad es que también es la primera vez que ando por ésta ciudad...
Lo único que se le ocurría por el momento era recorrer esa calle, e ir mirando joyería a joyería. Quizás era disparatado, pero en una ciudad así posiblemente no hubiesen demasiadas joyerías, ¿no?. Conforme fueron avanzando, un sinfín de tiendas y carros con mercancías fueron quedando atrás. Muchísima gente andaba comerciando, y muchos otros simplemente caminando. El flujo de gente era casi tan abrumador como la cantidad de comercios presentes en esa calle. Casi al llegar al centro, terminarían por ver un cruce de calles en que había dos joyerías, las primeras joyerías que verían en lo que iba de trayecto.
«Ostras...»
La primera, situada en la esquina izquierda, estaba decorada sutilmente con vidrieras lisas con el logotipo de la tienda estampado sobre las mismas. Un escudo redondo, con dos espadas cruzadas; y sobre el mismo logo, el nombre de la tienda: Salvaguardia. Poco mas se podía apreciar desde fuera que no fuese la pared lisa y blanca, el tejado rojizo, y un poco del interior. Ésta contenía un montón de escaparates, todo a la vista, y un mostrador con caja donde una mujer anciana hablaba con unos clientes.
La segunda, situada en la esquina derecha y haciendo frente a la primera, tenía barandas metálicas sobre sus cristales. Poseía una fachada enladrillada, maltrecha y rasgada, con tono gris y un techado negro como un pozo de petróleo. Se podía distinguir sobre sus cristales un logo en blanco, una serpiente rodeando a un lobo, y con la boca abierta como si estuviese dispuesta a comérselo. El nombre de la tienda: La hermosa naturaleza. Del interior de ésta tienda nada podía sacarse en claro, puesto que los cristales estaban teñidos de negro, impidiendo la visión desde el exterior.
—Que mala pinta tiene esa joyería, ¿no? —preguntó, señalando a la más tétrica. —¿Deberíamos empezar por ella?
17/05/2019, 13:37 (Última modificación: 17/05/2019, 13:40 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Esto... supongo que deberíamos buscar por el centro, recorriendo la calle principal —respondió Etsu, encogiéndose de hombros—. El hombre dijo que era por el centro, ¿no?
—¿Lo dijo? —preguntó Ayame, alzando una ceja. La verdad es que era difícil saberlo, bastante les había costado entender las palabras del pobre músico.
—La verdad es que también es la primera vez que ando por ésta ciudad...
Por lo que la única solución que se les presentaba era seguir buscando con sus propios ojos. A medida que avanzaron por la calle principal de Taikarune se fueron encontrando una gran cantidad de tiendas y carros de lo más variado. Sin embargo, uno de los mayores problemas era la gente: personas que compraban, personas que comerciaban... La búsqueda sólo se complicaba con tanta gente a su alrededor. Y, justo cuando Ayame estaba sopesando la idea de buscar desde el cielo, llegaron a un cruce de caminos con dos joyerías tan diferentes entre sí como el sol y la luna. La que se encontraba en la esquina de la izquierda, estaba decorada con vidrieras lisas con el logo impreso en ellas. No había nada reseñable acerca de ella. Sin embargo, la joyería de la esquina de la derecha, frente a frente con la otra, presentaba un aspecto deteriorado en su fachada, y las ventanas estaban cubiertas con barrotes de metal. El logotipo de la tienda (una serpiente blanca a punto de devorar a un lobo) contrastaba enormemente con el nombre de la tienda: La Hermosa Naturaleza.
—Que mala pinta tiene esa joyería, ¿no? —comentó Etsu.
—Ya te digo... se supone que una joyería debería atraer a los clientes por su belleza no por... esto.
—¿Deberíamos empezar por ella?
Ayame le miró, pensativa.
—Quizás nos precipitaríamos al juzgar un local por su fachada —meditó, volviéndose hacia la otra joyería—. Sería buena idea que nos separáramos e inspeccionáramos ambas a la vez. ¿Tienes un comunicador? —añadió, señalando a su propio oído izquierdo, donde lucía el suyo—. Aunque, por otra parte, ¿qué es lo que estamos buscando? ¿Entramos directamente y preguntamos por esa tal Hanamura Ino? No sabemos nada sobre ella, ni siquiera sabemos cómo es...
El chico afirmó con seguridad ante la pregunta de Ayame. No estaba del todo seguro de si había sido así, pero si creía que lo había dicho, debía seguir recto y con decisión. Su abuelo siempre se lo remarcaba así, si uno mismo no confía en sus acciones y decisiones, ¿cómo lo va a hacer otro?
Pero ahora mismo, se encontraban en una pequeña gran encrucijada. Tenían a sendos lados de la calle una joyería, cada cuál en una esquina enfrentada. Una llamaba la atención por su fachada, mientras que la otra simplemente pasaba desapercibida. Etsu claramente pensó en mirar primero en la tienda siniestra, mas que nada porque tenía curiosidad. Pero Ayame, pese a estar de acuerdo en que era realmente tétrica, sugirió inspeccionar ambas a la vez. Se señaló un aparato que tenía cerca de la oreja, y le preguntó que si tenía un comunicador. El rastas alzó una ceja, intrigado y a la misma vez desubicado.
—N-no... ¿eso es algo como lo que han inventado hace poco? ¿eso llamado teléfono?
No había tenido aún contacto con un comunicador, y así de desubicado estaba con respecto al tema. Ni puta idea, vamos. Ayame de nuevo habló, dando a conocer en ésta ocasión sus dudas. No tenía muy claro que debían buscar, ni cómo. Sin embargo, en eso el rastas si que tenía una idea, una manera de proceder que quizás podía ser exitosa.
—Creo que tan solo debemos preguntar por la encargada de la joyería, como si fuésemos comerciantes en busca de un negocio con la jefa. Si nos atiende, quizás no sea esa mujer... puesto que la que buscamos ha estado robando en la calle que estábamos, y tendrá que ir a guardar la mercancía, ¿no?
Se llevó la mano al mentón, y lo repasó un par de veces, meditando —o quizás esté en la tienda, pero sea cual sea la situación, podremos preguntarle el nombre para el supuesto negocio que le traemos. Eso sí, tendríamos que usar el henge, o esconder las bandanas... no creo que funcionase de lo contrario.
—N-no... ¿eso es algo como lo que han inventado hace poco? ¿eso llamado teléfono?
Ayame parpadeó, perpleja. ¿Cómo era posible que un shinobi como él nunca hubiese visto un comunicador? ¿Acaso vivía aislado en la jungla? ¿O es que en Kusagakure no tenían cosas así?
—B... bueno... es un pequeño aparato que te permite comunicarte a distancia con otra persona que lleve otro. ¿De verdad no has visto uno de estos nunca?
—Creo que tan solo debemos preguntar por la encargada de la joyería —continuó debatiendo Etsu—, como si fuésemos comerciantes en busca de un negocio con la jefa. Si nos atiende, quizás no sea esa mujer... puesto que la que buscamos ha estado robando en la calle que estábamos, y tendrá que ir a guardar la mercancía, ¿no? —El de Kusagakure se llevó una mano al mentón, pensativo—. O quizás esté en la tienda, pero sea cual sea la situación, podremos preguntarle el nombre para el supuesto negocio que le traemos. Eso sí, tendríamos que usar el henge, o esconder las bandanas... no creo que funcionase de lo contrario. ¿Que opinas?
—Eso si el músico nos ha pronunciado el nombre bien —rebatió Ayame, cruzándose de brazos—. Pero supongo que no tenemos elección... Ven.
Ayame se dirigió a un callejón aledaño que quedara más o menos escondido de la vista del resto de transeúntes. Allí realizó un característico sello, cruzando los dedos índice y corazón sobre los de la otra mano, y tras una espontánea y breve nube de humo una réplica idéntica a ella apareció a su lado. Prácticamente al unísono, las dos Ayame realizaron tres simples sellos y, tras dos sendos estallidos, ambas se transformaron: La real en una mujer de cabellos de un brillante y estrambótico color rosa, el clon en un hombre con gafas de sol cuadriculadas y una barba muy bien recortada.
—¿Qué opinas? —preguntó la Ayame real—. Mi clon puede inspeccionar la otra joyería, así nos ahorraremos tiempo.
Chakra de la Ayame real
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– Chakra de la Réplica de Ayame
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¤ Kage Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de Sombras - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Ninjutsu 70 - Gastos: 30 CK por clon, el chakra restante se divide entre el número total de clones al final de cada turno (la regeneración de chakra se divide entre el número de clones) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Sello de clonación especial - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Similar a la técnica de clonación estándar, esta técnica crea clones del usuario. Sin embargo, estos clones son copias idénticas, no ilusiones ni imágenes. El chakra del usuario se distribuye equitativamente entre todos los clones creados por este método, dándole a cada copia una fracción equivalente del poder total del usuario. Los clones son capaces de realizar técnicas por sí mismo, de cualquier tipo, y pueden incluso sangrar, aunque se dispersarán ante tres golpes físicos cualesquiera o un ataque lo suficientemente fuerte (30 PV o más). Los clones también pueden dispersarse a la orden del usuario.
Cuando estos clones son creados, replican todas las armas no consumibles, pero sólo quitarán la mitad de daño. Es posible "pasarle armas" al clon al crearlo, en este caso el usuario pierde dichas armas de su repertorio y las posee su clon. Si el usuario tiene alguna técnica activa mantenida en el tiempo, deberá pagar de nuevo el coste de activación si desea que su clon también tenga dicha técnica activa. Además la regeneración del chakra se divide como corresponde.
Los clones de sombra no pueden ser diferenciados del original, ni siquiera con el Byakugan, ya que todas las réplicas y el original tienen exactamente la misma cantidad de chakra y no están hechas de ninguna otra sustancia. Los clones devuelven al original las experiencias recibidas al dispersarse, siendo útiles para entrenamientos que requieran mucho tiempo, y para enviarlos a misiones de espionaje o recogida de información. Sin embargo, también devuelven al original el shock emocional del recuerdo de un ataque recibido, aunque en menor medida. Los efectos negativos, como el del cansancio, o cualquier otra penalización a los atributos, pasan al original si el clon desaparece.
Debido a la forma en la que los clones son creados, el usuario debe dividir su chakra por igual entre él y sus copias, posible usando todo el chakra del que disponen rápidamente si hace demasiados clones. Además, se requiere bastante cantidad de chakra para poder hacer muchos clones. Si el usuario original queda con menos de 25 CK, todos los clones se deshacen. Para que los clones se coordinen entre sí y puedan realizar acciones combinadas, el usuario tiene que tener al menos 20 puntos de Inteligencia por cada clon creado. Todos los clones pueden usar hasta -25 CK, pero si alguno de ellos lo hace, la cantidad negativa de ese chakra también pasa al usuario, con lo que podría quedar inconsciente.
Los jinchuuriki son capaces de usar esta técnica hasta el extremo, ya que cuando se crea un clon se divide tanto el chakra del usuario como el chakra del bijuu disponible (y si en total el original tiene más de 25 CK, la técnica permanecerá activa). Sin embargo, no pueden utilizarse si se activan las capas de chakra de bijuu y no se controla a la criatura, pues la presencia del bijuu podría desestabilizar a los clones o tomar posesión del usuario. Incluso si el bijuu está controlado y dominado, si el usuario no tiene su favor podría aprovechar una fragmentación de más de un clon utilizando su chakra para tomar posesión de su cuerpo y liberarse.
Al contrario de lo que ocurre en el resto de las técnicas de clonación, los Kage Bunshin pueden pensar por sí mismos y, a pesar de estar separados, pueden sentir en cierto grado el dolor que sufra el original, ya que en el fondo siempre están conectados por un enlace microscópico de chakra. Si el usuario sufre un daño único de más de 50 PV, todos los clones desaparecen.
Muchas de las misiones de un ninja están basadas en la infiltración y el subterfugio. Este Ninjutsu, que se enseña en todas las academias shinobi de Oonindo, es la técnica más básica para hacerse pasar por lo que uno no es, pero no por ello es menos útil. El usuario realiza los sellos del jutsu mientras visualiza mentalmente aquello en lo que se va a transformar, que puede ser o bien otro ser humano, un animal, una planta, un arma o un objeto inanimado, siempre de tamaño medio (un poco más pequeño que una persona o un poco más grande). Tras una pequeña nube de humo, el shinobi se transforma adquiriendo las características físicas deseadas, pero manteniendo algunas de sus propiedades (no puede replicar extremidades que no tiene, por ejemplo, y si lo hace, serán evidentemente falsas).
La técnica es básica, pero muy pocos logran dominarla por completo debido a que requiere una excelente capacidad de memoria y concentración. Por ende o bien se tiene 60 o más puntos en el atributo de Inteligencia o bien se tienen 60 o más puntos en la facultad de Ninjutsu; si no se cumple al menos una de estas dos condiciones, la transformación en otras personas será evidentemente falsa, con obvias carencias o imprecisiones respecto al original.
Incluso así, desconcentrar al usuario, como por ejemplo hiriéndolo, derribándolo o causándole demasiado estrés podría deshacer la transformación.
Ayame pareció quedar perpleja ante la contestación de Etsu sobre el comunicador. Pero quizás era que ella había ido a topar con uno de los shinobis más rudimentarios de toda Oonindo. Él era feliz y más que capaz con un hacha, una espada, o algo que tuviese filo suficiente como para cortar decentemente. Además, ¿para qué tantos chismes o armas? las armas mas mortíferas eran sus puños y dientes, estaba completamente seguro de ello.
Inuzuka empedernido.
Terminó por encogerse de hombros, realmente poco le importaba eso del comunicador. Tal vez los ninjas de kusagakure lo usaban también, pero él no. Terminó de explicar la situación bajo su punto de vista, pero Ayame no parecía del todo convencida. Ella rebatió que la mujer podía llamarse de distinta manera, pero terminó por deducir que tampoco tenían muchas otras opciones. Sin demora, inquirió a Etsu que le acompañase, y se metió por un callejón cercano. El Inuzuka la siguió, obviamente.
«Se me había pasado eso de escondernos un poco...»
El chico observó que la guardiana del diablo con colas realizó un sello, y tras ello apareció un clon suyo. Dos Ayames con el Inuzuka, en un callejón... intrépida emoción. Pero por suerte o por desgracia, las chicas se limitaron a realizar una secuencia de sellos, y tras ello... ¡PUM! otra nube de humo, recubriendo en ésta ocasión a ambas. Sin mas, las chicas adoptaron diferentes apariencias; una de ellas tomó la apariencia de una chica de cabellera singular, mientras que la otra tomó la apariencia de un señor con gafas y barba recortada.
Etsu quedó mirando a uno, y luego a otra, pasó la mirada a ese uno, y de nuevo a esa otra.
«Llámame anticuado con ese cachivache de la oreja, pero al menos yo no uso clones para sacar información... ¿qué leches va a hacer...» Sin pensarlo demasiado, tocó la clavícula del hombre con gafas, con los dedos índice y corazón. Creía que éste desaparecería, y se asombró de que no fuese así.
Entre tanto, Ayame había preguntado qué opinaba, aunque en ese instante se había encontrado... "distraído". La chica afirmaba que su clon podría hacerse caso de una joyería mientras que ellos se ocupaban de la otra.
«¡La madre que me trajo! ¿¡qué clase de brujería es ésta!?»
Aún inquieto con el clon de la chica, retrocedió un paso, mirando a la misma —s-si... podría... podría estar bien...
»¿Qué clase de clon es éste? No parece el clon de academia...
Curioso como un gato, no pudo evitar la pregunta, muy a pesar de que pudiese quedar de nuevo en ridículo. La curiosidad le podía mas, y era la primera vez que veía algo así. Aun y con esas, él mismo también terminó por realizar una serie de sellos, y concluyó con la misma finalidad de la última técnica usada por la kunoichi: cambiar su apariencia.
En el lugar en que antes había un Inuzuka, ahora quedaba plantado un señor de cabellera blanca, y tez tan arrugada como la camiseta interior de un político en elecciones. El hombre iba repeinado hacia detrás, con un largo de cabello que rozaba su nuca. Sobre la misma, llevaba un sombrero de bombín violeta. Iba ataviado con un traje digno de un ejecutivo, del mismo tono que su bombín pero con detalles dorados. Sus pies estaban calzados con unos lujosos zapatos de tono dorado, y tenía como detalle un monocular que lucía del mismo tono dorado que bien decoraba sus florituras.
Por mi parte podemos ahorrar los stats por el momento, no hay nada significante por el momento. POR EL MOMENTO (?).
—S-si... podría... podría estar bien... —respondió Etsu, aunque no parecía muy convencido—. ¿Qué clase de clon es éste? No parece el clon de academia...
—Oh... —murmuró Ayame, al darse cuenta de que el de Kusagakure no conocía aquella técnica ni siquiera de vista. A cada segundo que pasaba, la kunoichi estaba más convencida de que aquel muchacho había estado viviendo en la inopia—. Es que no es un clon de la academia.
—Soy un Kage Bunshin —respondió la réplica, bajo la apariencia de aquel hombre adinerado y elegante—. Puede que sea un clon pero soy tan real como la original.
—Por eso puede sernos útil para recopilar información. Sabré todo de lo que se entere.
Fuera como fuese la reacción del Kusajin, este optó por transformarse también en un hombre de cabellos blancos repeinados hacia atrás y rostro tan arrugado como una pasa. Un sombrero de bombín complementaba sus vestiduras, impolutas y dignas de un noble como mínimo, de colores violáceos y detalles en dorado.
—Bien, entonces... ¿Vamos allá? —preguntó Ayame, antes de volverse hacia su réplica—. Tú ya sabes qué hacer.
Y sin más dilación, el clon de Ayame echó a caminar hacia la joyería de la izquierda.
La kunoichi quedó extrañada por el comportamiento de Etsu. La verdad, no era para menos. Pero bueno, al menos se lo tomó de buena gana, y aclaró lo que sucedía. Para ser más concreto, fue su propio clon quien lo aclaró, argumentando que era tan real como la propia Ayame, y que el nombre de la técnica era Kage Bunshin. No conforme con esa información, la auténtica concluyó con que todo lo que su clon averiguase, también lo sabría ella.
«Ostras...¿en serio?»
—Entiendo... —aunque en realidad no lo entendía del todo.
Pero como bien decía su abuelo siempre, el tiempo es oro. Puto oro. Ayame lanzó la acometida, preguntando si continuaban con su labor. Etsu confirmó con un gesto rudo de cabeza en vertical, y comenzó a avanzar directo hacia la joyería de la derecha. Tanto él como la kunoichi se dirigieron hacia la joyería de tétrica apariencia. Mientras, el clon de Ayame se dispuso a entrar en la contraria.
Con paso firme y el mentón bien alto, Etsu golpeó un par de veces en la puerta antes de abrir. La susodicha puerta estaba abierta, y dentro nadie hizo apego de contestar. Por si acaso, el chico no dejó atrás los modales, pues debía fingir ser un tipo rico... y tenía un claro ejemplo en mente, su abuelo. Tan solo debía imitar su irritante comportamiento.
—¡Con permiso! —sentenció en lo que avanzaba, adentrándose en el habitáculo.
La joyería por dentro no lucía mucho mejor que por fuera. Era una sala oscura, de paredes color caoba y leves luces producidas por candelabros dispersos aleatoriamente por las paredes. Tres pilares aguantaban el techo, en una sala bastante amplia en comparación a lo que se podía intuir desde afuera. Los pilares parecían estar hechos de marfil, y formaban en fila con varios metros de distancia entre ellos, pareciendo colmillos de la propia sala. Todo el habitáculo estaba bordeado con vitrinas que contenían numerosas piezas de plata, oro, así como piedras preciosas. Eso si, todas ellas con un enfoque de lo mas tétrico, tal y como se podía deducir por la fachada. Al fondo, un mostrador y una caja registradora.
—¿Qué buscan aquí? —preguntó con descaro una mujer que se disponía tras el mostrador.
La susodicha tenía un rostro delicado como el de una muñeca, de curvas disimuladas y cabellera larga y negra como una noche de invierno. Vestía un kimono verde, de ostentosos bordes dorados así como numerosos detalles. Sin duda un kimono de lujo, no de esos baratuchos. Sus orbes eran rojos, como una puñalada Uchiha a Uchiha en busca de unos ojos nuevos.
[...]
Al otro lado de la calle, el hombre adinerado con perfilada barba se podría adentrar en la otra joyería. En ésta, la mayoría de las cosas ya se podían vislumbrar desde el exterior. Numerosos escaparates de joyas, todas realmente bonitas y elaboradas, con todo tipo de formas y colores. La estancia era de paredes color blanco, y un pilar central de mármol. En el mostrador había una anciana de cabellos níveos largos hasta el tobillo, con una blusa blanca y un pantalón azul cielo. La misma estaba atendiendo a un par de clientes, una pareja que vestía ostentosas prendas de color rojizo. El hombre de cabellera castaña y delgadez soberana, mientras que la mujer parecía haberse comido a toda la familia del hombre, e incluso a sus hijos. La mujer apenas cabía en el vestido, que para colmo era bien tallado, bueno... quizás lo había sido antes del atracón caníbal, pues ahora le quedaba algo más que justito. Su cabellera rojiza competía con el tono de su vestido, y unas pecas salteadas en su rostro la hacían ver más jovial de lo que realmente era.
—Hola joven, bienvenido. Por favor, espere mientras termino de atender a la pareja.
Y como bien anunció la señora, continuó mostrando a la pareja unos cuantos anillos de compromiso. Parecían dispuestos a dar el gran salto, pero la mujer no parecía conforme con ninguna de las elecciones por parte del hombre, así como tampoco parecía contenta con las sugerencias de la anciana. Fuere como fuere, tenían allí un gran catalogo de joyas, seguro que tarde o temprano encontraban alguna del agrado de la mujer.
Etsu y la Ayame original entraron en la joyería de la derecha, La Hermosa Naturaleza.
—¡Con permiso! —El de Kusagakure fue el primero en entrar, con todo el desparpajo que le imprimía a su papel.
Por dentro, el local no era tan diferente a lo que cabía esperar después de haberla visto por fuera. Estaba mal iluminado, con apenas unos candelabros colgados de unas paredes de color caoba que le hacían un flaco favor a aquel aspecto. Tres pilares blancos sostenían el techo y, alrededos, numerosas vitrinas lucían diversas piezas de plata, oro y brillantes piedras preciosas.
«A lo mejor deberíamos haber escogido un disfraz de góticos...» Pensó Ayame, torciendo ligeramente el gesto.
—¿Qué buscan aquí? —les preguntó una mujer desde detrás del mostrador. Lejos de mostrar la clásica hospitalidad de cualquier vendedor, casi parecía que quería despacharlos cuanto antes. De larga cabellera oscura como una noche sin luna, apariencia de muñeca de porcelana y vestida con un kimono verde. Lo más destacable eran sus ojos: rojos como la sangre.
Ayame sintió la tentación de apartar la mirada en cuanto los posó sobre ellos, pero enseguida reparó en que no era el Sharingan. Sólo... un color singular y exótico.
—Mi compañero y yo estamos buscando al encargado de esta tienda —habló, de forma certera y sin tapujos—. Querríamos resolver ciertos tratos económicos.
. . .
La réplica de Ayame, ahora transformada en aquel elegante hombre, se adentró en la otra joyería. Paredes de un pulcro color blanco y múltiples escaparates con todo tipo de joyas le recibieron entre vistosos destellos de luz y de color.
—Hola joven, bienvenido —le saludó una anciana desde detrás del mostrador. Largos cabellos del color de la nieve caían desde su espalda como una cascada hasta sus tobillos—. Por favor, espere mientras termino de atender a la pareja.
—Por supuesto, no se preocupe por mí. No tengo ninguna prisa —respondió, con una reverenda floritura, mientras se acercaba a cotillear los diferentes escaparates y a esperar a que la pareja a la que estaba atendiendo la anciana se decidiese por algún anillo de bodas.
La extraña recepción por parte de la chica de orbes color carmín dejó un poco confuso al Inuzuka, que no llegó a contemplar palabra alguna para poder contrarrestar la hospitalidad de la dependienta. Pero Ayame estuvo mucho mas ágil mentalmente, y lanzó la propuesta que bien había sugerido el de rastas hacía unos minutos. El diablo con colas inquirió que ambos tenían asuntos económicos que arreglar con el encargado de la tienda.
—Así es, venimos a hablar con el encargado del local —confirmó el genin.
La mujer alzó una ceja, y su mirada no mostró mas que despotismo. Apoyó ambas manos de manera brusca sobre el mostrador, y se echó sobre el mismo apoyada por éstos nuevos centros de gravedad. Casi salió del mostrador por encima, pero quizás se contuvo un poco para no destrozar las valiosas joyas que reposaban bajo el mismo.
—¿Cómo que al encargado? ¿¡Por qué asumen que el jefe ha de ser un hombre, eh!? ¿¡Acaso no puedo ser yo la encargada!?
La mujer tomó aire, cabreada, con una actitud que poco podría achacarse a su hermosa apariencia. Pero en fin, las rosas mas bellas son las que más espinas suelen tener...
—¿Qué coño queréis? —sentenció, volviendo nuevamente a una compostura un poco menos hostil. Poco tiempo le faltó para dejar caer un suspiro, y con ello clavar el codo sobre el mostrador, y sobre su mano dejar reposar su rostro. Sus ojos, entrecerrados, hacían juicio a la posible respuesta por parte de los clientes.
—No, no... no queríamos afirmar algo por el estilo, solo preguntábamos por el encargado, ya fuese hombre o mujer.
—Entonces, empezad por tener un lenguaje adecuado. Buscáis al encargade. El pueste debe tener un nombre adecuade, para que no haya exclusiones por su puto genero.¿Lo pilláis?
¿Y qué decir a eso...?
«¿¡De qué cojones está hablando!?»
[...]
En la otra joyería, el ambiente no estaba tan tenso. La mujer que hacía por encontrar el anillo perfecto, así lo hizo. Encontró el anillo mas caro de toda la joyería, y sin remordimiento alguno, inquirió poseerlo. No quería otro que no fuese ese, el mas grande y brillante, el más feo pero de mayor valor monetario. El hombre, lejos de faltar a sus sentimientos, no miró por la cifra. Su corazón tenía mas valor... total, el dinero viene y va. Al fin, parecían estar llegando a un negocio para con la tendera, a la cuál tampoco le desagradaba la compra.
En apenas unos minutos en que el clon de Ayame podría deleitarse con las hermosas vistas, la mujer habría despachado a la pareja. Los prometidos, saldrían poco después, con un anillo de bodas que sin duda sería la estrella de la ceremonia. Concluida la espera, la mujer se acercó hasta el hombre de barba perfilada y lujosos ropajes.
—Muchas gracias por esperar, joven —hizo un inciso, en lo que observaba también las joyas que el hombre miraba. —¿y bien? ¿qué será? ¿anillo de compromiso? ¿alianza? ¿quizás un collar?
Le pongo color crimson a la anciana para no confundirme xD