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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Raiyōbi, 19 de Ascua de 217



Tres días le había costado su peculiar capricho. Tres días de viaje bajo la inclemencia del sol de verano. Jamás habría pensado que iba a echar de menos las permanentes lluvias de su aldea hasta aquel momento. Jamás había pasado tanto calor. Entre pesados sudores, y con la ropa ya pegada al cuerpo, Ayame avanzaba a paso cansado entre los matorrales. Siempre que podía, buscaba con ansia la sombra, pero los árboles eran bien escasos y la mayor parte del trayecto tuvo que soportar la solana. Sin embargo, no se detenía a descansar, sabía que estaban llegando, a juzgar por el mapa que llevaba entre las manos como si la vida le dependiera de ello.

—¿Estás segura de esto? —le preguntó Kōri. Avanzaba estoico junto a ella, con el mismo rostro marmóreo de siempre. Sin embargo, él también estaba sudando, y Ayame sabía bien que alguien tan gélido como él debía de estar pasándolo incluso peor que ella.

«No quiero ni imaginar qué pasaría si tuviéramos que adentrarnos en los desiertos del País del Viento.» Meditó.

—Necesito verlo, hermano... Necesito verlo con mis propios ojos —le respondió, con emocionada sinceridad.

Kōri le sostuvo la mirada durante unos segundos, pero terminó por asentir.

Y es que la motivación que había empujado a Ayame a realizar aquel viaje había sido un sentimiento espiritual, casi religioso. Siendo ella la Jinchūriki del Gobi necesitaba ver el lugar donde todo comenzó. Necesitaba ver el Valle del Fin. Y tras varios largos minutos de angustioso avance, el espacio se abrió ante ellos. Un colosal valle coronado por una ensordecedora cascada que caía desde varias decenas de metros al fondo de un escarpado acantilado. Sin embargo, lo más llamativo no era la cascada, ni la innegable belleza del lugar. Eran las tres estatuas que se alzaban, imponentes, formando un triángulo perfecto alrededor del lago. El primer Uzukage, un hombre de pelo corto vestido con túnica, y la primera Morikage, una mujer realmente hermosa y joven vestida con armadura de samurai, a ambos lados de la cascada; el primer Arashikage, un anciano digno de cuentos de magia y hechicería con su larga melena y barba aún más larga, al otro lado del acantilado, en la misma orilla donde ellos se encontraban.

—Uzumaki Shiomaru, Koichi Riona y Sumizu Kouta —pronunció Kōri, con reverenciado respeto.

Maravillada, Ayame se situó junto a la estatua del antiguo líder de su aldea y alzó la mirada. Un escalofrío recorrió su cuerpo. No sabía si eran imaginaciones suyas o si estaría de algún modo sugestionada por la majestuosidad del lugar, pero un extraño sentimiento recorría su piel, como electricidad estática. Era como si la energía liberada en el épico combate que se disputó allí, tanto tiempo atrás, siguiera impregnando las rocas, el agua, y el ambiente que les rodeaba...

Casi temerosa, se acercó al agua para recogerla entre sus manos y refrescarse el rostro.
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#2
≫¿Y qué tal el Valle del Fin?

Oh, no hay lugar más majestuoso… —dijo Hirami, mirando la nota que le mostraba su hija. —Fue una de mis… nuestras últimas paradas. Tu padre y yo almorzamos a los pies del Shōdaime Arashikage. Claro, con… con todo respeto. Dedícale una reverencia a cada ancestro… y no dejes… no dejes nada.

Taeko había asentido, contenta. Se había preparado y salido al día siguiente, con la intención de seguir su campaña personal: visitar todos los lugares en los que habían estado sus padres.

No sabía de qué dirección habían arribado sus progenitores, pero Taeko, después de viajar hacia el sur (y un poco hacia el oeste), tuvo que rodear las estructuras rocosas, llenas de árboles, para poder entrar al valle. Si hubiese seguido en la misma dirección, habría acabado en la orilla de la cascada. Sí, habría sido una vista diferente e impresionante, pero la chica quería admirar el lago de más cerca, y mirar a las estatuas hacia arriba.

Vestía uno de sus ya característicos hanfu, esta vez uno amarillo con detalles rojos, que le llegaba a la rodilla; un ancho obi y pantalones negros, y sus zapatos rojo oscuro. Llevaba consigo algunos bocadillos que había comprado en un pueblo en el camino, una muda de ropa, algunos utensilios pequeños y su conjunto completo de shodō. Tenía pensado usar el agua del lago para hacer la tinta. Aunado a ello, portaba como siempre sus armas, guardadas en su portaobjetos. A diferencia de cuando visitó el País de la Tierra, no consideró imprudente mostrar su bandana, así que la portaba como siempre, en su vientre.

Al llegar, soltó un mudo “Ooh” al ver las imponentes estatuas de los antiguos Kages. En ese sitio se había luchado la más grande de las batallas, hacía ya mucho tiempo. Se sentía un aura intimidante y a la vez de respeto en el ambiente.

”Aquí estuvieron también ellos. ¿Hace cuánto fue? ¿Ya estaría yo en el vientre de mamá? ¿Cuánto haría falta para…? ¿Para…?”. No se animó ni a pensar en las palabras “para que mi padre muriera”.

Dejó su mochila en el suelo y, juntando las manos, le dedicó una profunda reverencia a Uzumaki Shiomaru y una a Koichi Riona. No obstante, después de hacer la tercera reverencia, vio cerca de la estatua de Sumizu Kouta un par de personas. Un varón de cabellos blancos y piel pálida, casi como un fantasma, y una chica de cabellos oscuros y rostro infantil.

"¿Vendrán también de visita? No debo bajar la guardia."

Caminó con cautela por el borde del lago hacia la estatua del Arashikage, pues era donde planeaba comer sus bocadillos y escribir algo. No quiso acercarse mucho a los desconocidos, pues no quería parecer hostil, pero tampoco quería dar la impresión de querer esconderse. Si se fijaban en ella, les saludaría con la mano y una sonrisa amable.

Pero por mientras se sentó sobre la roca, a unos diez metros de las personas, y comenzó a sacar sus cosas mientras veía a la chica acercarse al agua.

"Tal vez solo son viajeros queriendo refrescarse..."
SILENCE

〘When deed speaks, words are nothing.〙

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#3
—Ayame —la avisó su hermano, pero ella ya había percibido el movimiento por el rabillo del ojo.

Una silueta se movía por la orilla del lago, hasta una roca sobre la que se sentó y comenzó a rebuscar en su mochila. No era más que una chiquilla que debía de tener más o menos su misma edad. Era bastante bonita, de tez pálida y su cabello, que llevaba corto a excepción de una coleta que caía tras su espalda, reflejaba al sol destellos blancos y plateados. Vestía un elegante hanfu de color amarillo con detalles en carmesí y que ataba a su cintura por un obi. La chica en cuestión no tardó en reparar en su presencia, y los saludó con una sonrisa dibujada en los labios. No parecía peligrosa, aunque a Ayame no le pasó desapercibido que llevaba consigo un portaobjetos y una bandana ninja atada en la cintura.

Ayame se quedó momentáneamente paralizada, sin saber muy bien cómo responder. Pero enseguida se apresuró a devolverle el saludo con cierta torpeza. Kōri tampoco parecía considerar a la chica como una amenaza inminente, pues se había girado sobre sus talones y había echado a caminar hacia las dos estatuas que se encontraban al fondo del valle, a ambos lados de la catarata. Ayame iba a marchar con él, pero entonces sintió un movimiento entre los arbustos que se encontraban detrás de la recién llegada.

—¡Cuidado! —exclamó, corriendo hacia ella.

Pero era imposible que llegara a tiempo.

El conejito de pelaje pardo que acababa de salir de entre los matorrales se asustó ante el grito de la kunoichi y huyó del lugar entre largas zancadas.

Y Ayame se sintió la persona más estúpida del planeta.

—Ah... yo... perdón... Creía que... —se disculpó, con el rostro entre brasas ardientes.
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#4
La chica de azul le había devuelto el saludo, algo tímida tal vez, y Taeko se alegró de que no fuese una persona agresiva.

Después de sentarse, había sacado un recipiente envuelto en tela, que era donde tenía sus bocadillos. Luego un pliego de tela blanca que extendió sobre el suelo, y encima un rollo de papel igualmente extendido. Colocó cuatro piedritas de agradable forma que había recogido en el camino para aplanar y mantener las puntas del papel. Seguidamente sacó el tintero: un recipiente pequeño de piedra, plano a excepción de uno de sus extremos, donde había una cuenca de un par de centímetros de profundidad. Sacó también su pincel, una barra negra para preparar la tinta y un pequeño cuenco que utilizaría para traer agua del lago.

Se fijó que el chico peliblanco se había comenzado a alejar en dirección a las otras dos estatuas. La chica, sin embargo, se quedó un poco atrás.

Antes de que pudiese comenzar a prepararse para hacer la tinta, escuchó ruidos en la maleza cercana. Estaba a punto de girarse cuando escuchó la voz de la chica, advirtiéndole de algo que ella no podía ver. Taeko pasó al instante al modo alerta, llevando la mano derecha a su portaobjetos y tomando un shuriken entre sus dedos. No sabía qué pasaba. ¿Había algún enemigo detrás de ella? ¿Algún gigantesco animal salvaje del que tuviese que defenderse? Y por cierto ¿podía confiar en aquella desconocida? Solo tuvo un instante para pensar.

Pero al dar vuelta, lista para sacar la mano del portaobjetos y lanzar el proyectil si veía alguna amenaza, solamente vio un pequeño conejo, huyendo del grito de la chica.

”Aaaw~”

Cuando volvió a girarse, se topó con la morena, totalmente enrojecida, apenada por haberse sobresaltado (a ella misma, a Taeko y a la criaturita). La peliplateada le sonrió, negando con la cabeza mientras mostraba ambas palmas, intentando decirle que no se preocupara.

”Oh, está bien. Creo que anda un poquito paranoica…” pensó.

Buscó rápidamente entre su mochila, sacó su querida libretita y su carboncillo y escribió algo que pronto le mostró a la chica de azul.

≫No pasa nada ✿ ¿Estás bien?
SILENCE

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#5
Por suerte, ella no pareció tomárselo a mal. Sus labios se curvaron en una bonita sonrisa, y después negó con la cabeza mientras la mostraba las palmas de ambas manos, restándole importancia a aquella incómoda situación. De repente se puso a rebuscar en su mochila, y Ayame la contempló con la cabeza ladeada. No tardó en sacar un pequeño cuadernillo y una especie de piedra alargada y negra con la que se puso a escribir. Y después le mostró el mensaje.

"No pasa nada ✿ ¿Estás bien?"

Pudo leer Ayame, que parpadeó algo confundida.

«Qué raro... ¿Acaso...?»

—S... sí... Sólo me he pegado un pequeño susto, creía que había algo más peligroso que un simple conejito ahí detrás —se rio, nerviosa, y terminó por acercarse y sentarse en la hierba cerca de ella. Aunque seguía manteniendo una distancia prudencial.

Sin embargo, desde su posición pudo fijarse en lo que había estado haciendo hasta el momento. La muchacha había extendido una tela blanca y sobre ella había dispuesto un rollo de papel que ahora estaba sujeto por cuatro piedrecitas en sus esquinas, un pequeño recipiente con una cuenca en su centro (seguramente para contener algún tipo de líquido), un pincel, otra barra negra y un cuenco.

—¿Has venido a pintar? —le preguntó, con curiosidad, y no pudo evitar que una sonrisa asomara a sus labios. Le encantaba el dibujo. Y aunque a causa de sus entrenamientos y su oficio como kunoichi no tenía el tiempo para dedicarse a él de forma profesional, sí le gustaba hacer sus pinitos en casa como hobby.
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#6
La chica de cabellos oscuros se disculpó, y dijo que había pensado que se trataba de algo más peligroso. Taeko soltó una silenciosa risilla, haciendo el gesto de una, pero sin emitir sonido alguno

”Está bien, está bien~” pensó mientras hacía un ademán con su diestra, como intentando calmar algo, sin perder su amable sonrisa.

Se le acercó entonces la joven fémina, y se sentó cerca de ella, viendo con curiosidad lo que hacía. Taeko se emocionó levemente. La última vez que se le habían acercado para verla escribir había sido en Notsuba, hacía semanas, y había sido una experiencia por demás interesante. Hizo un gesto más con la palma, pidiéndole a la desconocida que la esperara, para luego tomar y señalar el pequeño cuenco de madera. Se levantó entonces y fue hacia el borde del lago. Llenó el cuenco y regresó a su lugar, depositando el objeto cerca del tintero.

Escuchó la pregunta de la chica y negó amablemente con la cabeza. Tomó la libretita y el carboncillo y escribió.

≫No. Vengo a escribir, pues practico shodō. Además vine a admirar el lugar. ¡Es impresionante!

Después volteó la hoja y escribió de nuevo.

≫Soy Kikazura Taeko. Un gusto.

Acto seguido vertió algo del agua del cuenco en el tintero, llenándolo hasta la mitad. El tintero era un contenedor rectangular, de algunos centímetros de grosor en sus partes más anchas, cuyo interior estaba levemente inclinado hacia uno de sus extremos. Parecía una tableta de piedra hueca.

Tomó la barra negra y comenzó a frotarla contra la piedra, disolviéndola lentamente en el agua. Le tomaría algo de tiempo hacer la tinta perfecta, pues era la manera tradicional, aunque para otros viajes hubiese llevado tinta preparada en un frasco. Sin embargo, el tiempo sería el adecuado para charlar un poco con la chica de azul.


Me equivoqué en la primera descripción que di del tintero, pues es a como la digo en este post. No tiene una cuenca, es que está inclinado XD Ups, sorry.
SILENCE

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#7
Ella negó con la cabeza. Volvió a escribir en aquella libreta y le enseñó un nuevo mensaje.

«No. Vengo a escribir, pues practico shodō. Además vine a admirar el lugar. ¡Es impresionante!»

—¡Ah, shodō! —exclamó Ayame, sorprendida, mientras la muchacha le daba la vuelta a la hoja y volvía a escribir—. Es la primera vez que veo a alguien que lo practica.

«Soy Kikazura Taeko. Un gusto.»

—Ah, disculpa mis modales, Taeko-san. Yo soy Aotsuki Ayame, es un placer —le devolvió la presentación, con una ligera inclinación de cabeza.

Se quedó observando a Taeko durante algunos segundos, mientras ella se afanaba en su tarea. Había vertido el agua del lago que había recogido con el cuenco en el otro recipiente, llenándolo aproximadamente hasta la mitad.

Era una genin de Kusagakure. Era algo que resaltaba a la vista desde su vientre, donde lucía con orgullo la placa de su aldea. Era la primera vez que veía a alguien de aquella aldea, y por una parte Ayame no sabía cómo debía comportarse frente a un extranjero.

Taeko tomó la barra negra y comenzó a frotarla contra la piedra del recipiente. Poco a poco, el agua iba enturbiándose y comenzó a adquirir el color del carbón mientras la barra se iba deshaciendo entre sus dedos. Parecía un proceso laborioso, y Ayame no deseaba desconcentrarla de su tarea, pero había una pregunta que había estado arañando su lengua. Y fue incapaz de reprimirla por más tiempo.

—Perdona que te pregunte... No puedes hablar, ¿verdad? —dijo, con un hilo de voz y el corazón en un puño. La curiosidad le acabaría jugando una mala pasada en algún momento, pero era completamente incapaz de reprimir aquellos impulsos—. ¿Algún tipo de accidente o...?




No problemo Dospuntosuve
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#8
La chica dijo no haber visto antes un practicante de shodō, lo que le dio unos cosquilleos en el estómago a la peliplateada ¡Sería la primera exposición del arte de la escritura para la morena!

La chica se presentó como Aotsuki Ayame, ante lo cual Taeko le dedicó una reverencia y, después de dejar la barra de tinta por un momento, le escribió una nota.

≫Ayame~ ¡Es un bonito nombre!

La chica parecía muy interesada en la práctica de Taeko, aun si estuviese solo frotando la tinta. Sin embargo, no tardó en dar rienda suelta a su curiosidad, preguntándole si era incapaz de hablar.

Taeko la miró con una sonrisa y asintió. Como siempre, no se mostraba incómoda o molesta porque preguntaran acerca de su discapacidad.

”Además lo pide de buena manera, no como Ritsuko lo preguntó…”

Dejó de nuevo la barra de tinta recostada sobre uno de los bordes del tintero, y se dispuso a escribir una nota más. Se preguntó cómo contestaría. ¿Un accidente? Un ataque más bien. Pero contar todo eso sería alargar la historia innecesariamente. Mostró su escrito.

≫Así es, no puedo hablar. ¡Espero no te incomode! ✿
Soy así de nacimiento. Ya me acostumbré ja ja


Era cierto, aunque de vez en cuando, cuando se encontraba sola por mucho tiempo, se imaginaba cómo sería romper el silencio. Y le surgía la melancolía.

Se fijó en la banda de la frente de Ayame y recordó a Reika y a Mogura, y se preguntó si todos los shonobi de Amegakure eran así de amables. Un aire de familiaridad le rodeó al mirar fijamente el hitai-ate de la chica.
SILENCE

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#9
Lo había sospechado desde que le había enviado el primer mensaje escrito, pero cuando Taeko asintió, a Ayame se le encogió el corazón. No parecía molesta con la pregunta, ni siquiera parecía sentir pena por su condición a juzgar por la sonrisa afable que curvaba sus labios, pero Ayame se revolvía por dentro simplemente de pensar en lo triste que debía de ser no tener voz y no poder comunicarse con otras personas fuera de gestos y anotaciones.

«Así es, no puedo hablar. ¡Espero no te incomode! ✿
Soy así de nacimiento. Ya me acostumbré ja ja»

—¡No, no! ¡No es ninguna molestia, de verdad! —exclamó Ayame, que había alzado ambas manos y ahora las agitaba con nerviosismo en el aire—. Simplemente no quería incomodarte u ofenderte con la pregunta...

Sonrió con amabilidad, y entonces volvió a señalar sus instrumentos con un gesto de cabeza.

—Y, de entre todos los lugares, ¿qué te ha traído a practicar el shodō precisamente aquí, Taeko-san?

En realidad se encontraban en el límite entre los tres países principales de Ōnindo pero, y aunque Ayame no conocía la ubicación exacta de Kusagakure, si estaba tan lejos como Amegakure; desde luego Taeko había hecho un largo viaje sólo para desarrollar su hobby, aparentemente.
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#10
Taeko había vuelto a frotar la barra de tinta contra el tintero cuando Ayame le volvió a preguntar. Pero no le molestaba interrumpirse para charlar, pues hacer la tinta era un proceso muy repetitivo, así que se le hacía bastante agradable platicar con alguien más.

Además, la pregunta de la chica era bastante válida. ¿Por qué recorrer tanto terreno para practicar un pasatiempo? Taeko asintió enérgicamente, dejó la barra de tinta de nuevo recostada contra el borde del tintero, y se dispuso a escribir una nota algo más larga, explicando animadamente su porqué.

≫Hace muchos años mis padres hicieron un recorrido por todo Ōnindo. ¡Fue algo súper romántico! Así que quiero viajar por donde ellos viajaron.

Dio la vuelta a la hoja y escribió más:

≫Ellos almorzaron aquí, a los pies del Arashikage. ¡Se me hace tan poético venir a escribir en el mismo lugar en el que estuvieron ellos! Aunque sé que suena exagerado…

”Espero que no se aburra de verme escribir tanto… ¿Debería de abstenerme de hacer notas largas? ¡Ay! ¡Pero en realidad quiero contar cosas!” pensó mientras daba la vuelta a la hoja de nuevo y escribía una tercera nota.

≫¿Tú también vienes en un paseo romántico? ♡

Mientras enseñaba la libretita a la kunoichi con la diestra, señalaba al chico de cabellos blancos, que se hallaba ya del otro lado del lago, junto a las otras estatuas.
SILENCE

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#11
Taeko se había vuelto a poner manos a la obra con su labor, y durante un instante Ayame se sintió mal por interrumpirla de nuevo. Teniendo en cuenta que no era capaz, cada vez que debía responder a alguna de sus preguntas se veía obligada a detenerse para volver a coger la libreta que utilizaba para comunicarse. ¿No la estaría molestando demasiado?

«Hace muchos años mis padres hicieron un recorrido por todo Ōnindo. ¡Fue algo súper romántico! Así que quiero viajar por donde ellos viajaron.»

—¡Aaaaaahhh! ¡Qué bonito! —No pudo evitar exclamar Ayame, con una palmada.

Pero Taeko le había dado la vuelta a la hoja y ahora había añadido un nuevo mensaje.

«Ellos almorzaron aquí, a los pies del Arashikage. ¡Se me hace tan poético venir a escribir en el mismo lugar en el que estuvieron ellos! Aunque sé que suena exagerado…»

—¡No, no no! ¡Es precioso! Seguro que tus padres se alegran mucho de ver lo que has escrito aquí —respondió, con una sonrisa radiante.

Otro mensaje.

«¿Tú también vienes en un paseo romántico? ♡»

Ayame se giró para ver a quién estaba señalando, pero cuando se dio cuenta de que se trataba de Kōri, que ya se encontraba al otro lado del lago observando las otras dos estatuas, regresó su atención a Taeko y agitó una mano en el aire.

—No, qué va. Él es Kōri, mi hermano mayor. Es un poco soso y solitario, suele mantenerse a cierta distancia de la gente —respondió, con una risilla—. La verdad es que estaba interesada en la historia de los tres Kage y el combate que libraron contra los Bijū aquí mismo —se encogió ligeramente de hombros—. Se puede decir que marcó nuestro principio. Y quería verlo con mis propios ojos.

Sus palabras sólo habían arañado la superficie. Sus razones para estar allí iban mucho más allá, pero era algo que debía mantener para sí por orden estricta. Aparte de la mismísima Arashikage y su familia, nadie debía saber lo que ella era en realidad.
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#12
Por un instante, una sombra de melancolía surcó el rostro de Taeko cuando Ayame mencionó a sus padres. La peliplateada asintió como antes y escribió una nota más.

≫Mi mamá sí. Aunque se preocupa demasiado jaja

La morena le explicó entonces que el chico blanco era su hermano Kōri. Taeko se sonrojó levemente al escucharlo.

”¡Oh, qué vergüenza haber insinuado algo así! Aunque no lo sabía… No, ¡no debí de haber intuido algo así de la nada!” pensó mientras escribía una nota más justo debajo de la anterior, acompañada del dibujo de una carita con expresión apenada.

≫¡Lo siento! Sus cabellos son muy diferentes ¡no habría adivinado que eran hermanos!

La chica mencionó entonces a los tres Kages y a la batalla que, según ella, dio inicio a todo. Taeko inclinó la cabeza. Nunca se había interesado mucho la historia de Ōnindo, simplemente porque nunca había tenido muchas ganas de estudiarla. Pero la chica de Amegakure parecía una estudiosa del tema, o al menos así sonó ante los oídos de Taeko. Sonriente, le dedicó otra nota.

≫No conozco mucho al respecto. ¡Cuéntame más, Ayame-san!

Después de la última nota, la chica retomaría la barra de tinta y seguiría frotándola contra la piedra. El agua comenzaba a tornarse negra, pero haría falta más para alcanzar el espesor adecuado. Por mientras, le pondría atención a la chica.
SILENCE

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#13
«¡Lo siento! Sus cabellos son muy diferentes ¡no habría adivinado que eran hermanos!»

Ayame agitó la mano en el aire, restándole importancia a la situación.

—No te preocupes, no eres la primera a la que le pasa —le explicó, con una sonrisa.

Y, realmente, tampoco podía culparlos. Kōri y ella, pese a ser hermanos, parecían dos polos opuestos. Él tan frío y solitario, ella más cálida y amigable. Él tan poderoso, ella tan simple. Él tan hielo... Ella tan agua... ¿Quién podría pensar que eran familiares siquiera?

Sin embargo, prefirió no entrar en el tema. En su lugar, la razón de que ambas se encontraran allí mismo se convirtió en el tema central de conversación. Ayame explicó su interés por la historia de los bijū sin entrar en su propia condición. Y aquello pareció despertar el interés de Taeko.

«No conozco mucho al respecto. ¡Cuéntame más, Ayame-san!»

Le pidió, y Ayame se ruborizó ligeramente. Nunca había contado una historia. Nunca había hablado durante tanto tiempo sin interrumpirse. ¿Pero cómo iba a negarse? Además, si ella hablaba, Taeko tendría oportunidad de seguir con su labor sin interrupciones.

—Veamos... —murmuró, con la mano apoyada en su barbilla. Su mente se remitió a mucho tiempo atrás, a aquella noche en la que su padres les contó aquel cuento que, bastante tiempo después, comprendió que tenía poco de cuento—. Antes de que las tres aldeas de hoy en día, Amegakure; Kusagakure y Uzushiogakure, fueran fundadas existían otras cinco increíblemente poderosas y prósperas. Esas aldeas eran Konohagakure, en el País del Fuego; Kirigakure, en el País del Agua; Sunagakure, en el País del Viento; Kumogakure, en el País del Rayo e Iwagakure, en el País de la Tierra. Sin embargo, loas Kage de estas aldeas se vieron corrompidos por el ansia de poder, y no dudaron en utilizar a los bijū como armas de guerra en sus conflictos bélicos —Ayame se había puesto repentinamente seria, con el ceño fruncido cuando su imaginación comenzó a dibujar el desenlace de la historia en un recuerdo que ella nunca había vivido. Sin embargo, estaba comenzando a sentir aquel familiar escozor a la altura de los omóplatos y tuvo que hacer un esfuerzo por no contraer el gesto en una mueca de dolor—. En un descuido, las bestias se aprovecharon de su posición, se liberaron de sus cadenas y se volvieron contra los cinco Kage. De la noche a la mañana, las cinco aldeas habían sido completamente destruidas, reducidas a cenizas. Los pocos supervivientes de aquella catástrofe se dispersaron por Ōnindo, y así muchos de los clanes propios de esas aldeas llegaron a las nuestras.

«Como el clan Hōzuki o Yuki, ambos de Kirigakure.» Meditó para sí, antes de continuar.

—Y fueron esos supervivientes los que pidieron la ayuda de los líderes de las aldeas de Amegakure, Uzushiogakure y Kusagakure, que habían pasado a ser las tres potencias shinobi del mundo. Y así unieron fuerzas, Uzumaki Shiomaru, primer Uzukage; Koichi Riona, primera Morikage; y Sumizu Kouta, primer Arashikage —pronunció, mientras señalaba las estatuas de cada uno—. Los tres arrinconaron en el Valle del Fin a los nueve bijū y dar fin a su vida, salvando al mundo de su destrucción.

De nuevo aquel pinchazo. Y en aquella vez más fuerte. Ayame entrecerró los ojos ligeramente, pero después dirigió su mirada hacia Taeko.
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#14
Parecía que a Ayame le había gustado mucho la idea de contarle aquella historia, y Taeko puso de su parte, prestándole toda la atención posible sin descuidar la tinta.

Comenzó mencionando las Cinco Grandes Aldeas de antaño, y cómo sus dirigentes habían sido imprudentes al intentar manejar a los bijū para sus propios fines. Mientras hablaba, su rostro se tornó algo serio, y le dio la impresión a Taeko de que ella misma se tomaba aquellos hechos como algo de suma importancia.

”Tal vez es una historiadora… ¡Qué interesante! Yo me cansaría de buscar y manejar tanta información…”

La morena contaría entonces que los clanes de aquellas aldeas, al ser éstas destruidas por los bijū, habían migrado a otros lugares. Taeko recordó algo que su madre le había dicho:

El Jiton… sus usuarios vienen de Sunagakure. Por eso no se… no se alejaron mucho. Se quedaron en Inaka por mucho tiempo. Y allí seguimos hasta que pues… Hasta que solo quedamos tú y yo…

Sin embargo, cuando estaba terminando de contar acerca de la batalla de los tres primeros Kage contra las bestias, Taeko notó un gesto extraño en el rostro de Ayame. Había entrecerrado un poco los ojos de repente. La peliplateada inclinó levemente la cabeza, algo inquieta. Dejó la barra de tinta, que ya casi tenía el líquido en su espesor ideal, y le escribió una nota.

≫¿Estás bien, Ayame-san? ¿Pasa algo malo?
Me gusta cómo cuentas esas cosas. ¿Eres una estudiosa del tema?


Intentó pensar en qué palabra podría escribir en el pergamino, pero la expectativa de si la chica estaba bien o no la distrajo.
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#15
Tras sus palabras, Taeko dejó su tarea momentáneamente y se inclinó sobre su cuaderno para escribir una nueva nota:

«¿Estás bien, Ayame-san? ¿Pasa algo malo?
Me gusta cómo cuentas esas cosas. ¿Eres una estudiosa del tema?»

Ayame sonrió con cierto nerviosismo.

—¡No, qué va, no te preocupes! Solo he sentido un pequeño pinchazo en la espalda.
Será una mala postura
—respondió, agitando una mano en el aire—. Y, bueno, tampoco me puedo considerar una estudiosa... Simplemente me parece interesante la historia de los bijū y me gustaría conocer todos los detalles posibles sobre el tema. Por eso quería venir aquí, porque es el principio de todo.

Ayame ladeó la cabeza y sus ojos se fijaron en el recipiente en el que había estado ocupada Taeko hasta el momento. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ahora estaba llena de un líquido espeso y de color negro.

—¡Ah! ¡Así que eso es para hacer la tinta! Parece un proceso muy laborioso, ¿no? —preguntó con una sonrisa, contenta de haber satisfecho su curiosidad—. ¿Ya sabes qué es lo que vas a escribir?
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