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Segundo Tsuchiyōbi de Bienvenida del 202
Para cuando despertó se encontraba en un sitio totalmente distinto, y el mundo en el exterior parecía moverse a gran velocidad. Se le hacía increíble que tan solo unas horas antes estuviese observando los bosques cercanos a Tanzaku Gai. Ahora estaba contemplando las cordilleras y los acantilados que se encontraban hacia el oeste del País del Fuego.
« Ya estoy cerca…» Desde aquel sitio todo se veía distinto, pero aún recordaba y reconocía con claridad la ruta que había tomado para acudir al “célebre” torneo de los dojos.
De poco se iba incorporando al mundo de los despiertos, mientras que se hacía consciente, que era él quien estaba en movimiento, y no el paisaje como tal. Se estiró un poco y se movió para colocarse en el asiento junto a la ventana. Recostó su cabeza y fijó sus grises ojos en el cristal, o mejor dicho, en lo que había más allá del mismo; Montañas y riscos cubiertos por los vivaces colores de la primavera. Algunas laderas estaban cubiertas por alfombras de flores blancas y otras estaban salpicadas, como si fueran pecas, de árboles en flor que daban un espectáculo que era único y un poco nostálgico.
Por un rato se olvidó de todos sus problemas, mientras que, como el pasar de las páginas de un libro, el paisaje iba cambiando ante su imperturbable y calmada mirada. Así fue hasta que pronto, la oscuridad lo engullo todo, el vagón había entrado en un túnel.
« Es inevitable —se dijo a sí mismo mientras cerraba los ojos—, para que las vías puedan atravesar la geografía de esta región, se necesita un amplio sistema de túneles para adentrarse en las montañas y un adecuado conjunto de puentes que permitan cruzar los acantilados.»
Viajar en tren tenía sus ventajas y sus incomodidades; La vista desde las alturas era magnífica, pero eventualmente era interrumpida por aquellos tramos a oscuras.
Kazuma se quedó dormido mientras repasaba mentalmente lo que habría de hacer una vez descendiera. Supuso que tendría un buen rato para descansar, pero la velocidad de aquel vehículo de la era moderna superaba sus expectativas; No habían pasado más de quince minutos cuando sintió que todo se detuvo y escuchó una voz gruesa que anunciaba la llegada a la estación terminal.
« He llegado…» Sabiendo que no debía verse del todo bien, tomo un pañuelo y lo utilizo para limpiar cualquier lagaña o saliva seca que pudiese haber en su rostro.
Uno de los mozos encargados de descargar las maletas se ofreció a ayudar al Ishimura, pero este se negó con amabilidad, pues solo llevaba consigo su espada ,guardada en una funda, y un maletín mediano, como el de los hombres de negocio.
Hizo su correspondiente fila para descender, mientras que sentía una extraña mezcla de ansiedad, emoción y añoranza dentro de sí.
— Heme aquí de nuevo, en los Dojos del combatiente. —Susurro mientras se encontraba frente a la salida.
— ¡Bienvenidos, señores usuarios, al Lago del Recuerdo! —Reverbero con fuerza aquella voz que provenía de algún parlante.
— Tiene razón… —dijo a nadie en concreto, mientras descendía—. Este no es el mismo lugar al cual llegué en aquella ocasión, ahora es otro, ha cambiado… Igual que lo he hecho yo.
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10/07/2016, 21:32
(Última modificación: 13/07/2016, 04:20 por King Roga.)
El Lago del Recuerdo... Muchas personas llegan a ese sitio para recordar a sus seres queridos, aquellos que no fueron bendecidos con el don del Ninshu encontraron su final aquel fatídico día. Era un lugar hermoso para ser un lago artificial creado por shinobis, aunque eso no le restaba solemnidad al monumento eregido en el centro del lugar. Se podía ver a algunas personas solas, otras estaban en grupos familares donde quizás faltaba algún miembro. Tatsuya los observaba a todos imaginando que historias tendrían para contar, todas muy tristes seguro.
"Ha pasado casi un año..."
Pero el Takanashi no tenía a quién rendirle honores en ese lugar, el tuvo la dicha de vivir y regresar a su hogar. No iba a desperdiciar la segunda oportunidad que le dió la vida. Durante los últimos meses recorrió gran parte del continente, tratando de hacerse cargo de los problemas de su clan. Por fin había tomado la decisión de responsabilizarse cómo primogénito y futuro jefe de la familia, aunque las cosas no habían salido tan bien como esperaba. La negociación no era su fuerte, tenían algunos problemas que no había logrado solucionar, pero esta vez esperaba encontrar consejo con un legendario herrero que se dice habita en el País del Viento.
Los rumores sobre una lluvia de estrellas y un misterioso metal le habían llevado a realizar una vez más un viaje lejos de su tiera natal, pero esta vez sin la compañía de su leal guardaespaldas Shunsuke. El trayecto fue demasiado sinuoso para su gusto; del País del Río hasta el País de la Tormenta, pasando por el País de la Espiral hasta llegar al País del Fuego. Le parecían que el ferrocarril daba demasiadas vueltas innecesarias. Pero eso sí, a pesar de su laberíntico recorrido llegó mucho más rápido que si hubiera ido directo caminando.
En esta ocasión se detuvo en el Lago del Recuerdo para no tener que seguir sentado en la locomotora, era relajante viajar en tren pero no le gustaba estar demasiado tiempo en los asientos. Llevaba la capa que le regaló su padre, poseía tela extra a manera de bufanda ideal para cubrirse en cuanto llegase al desierto, aunque por ahora se veía un tanto raro con ese sobrante que tapaba su cuello y medio rostro.
Todo parecía igual, pero era diferente a la vez. La gente seguía con sus rutinas, los pájaros seguían cantando, el ritmo del mundo no se detenía y era su deber asegurarse que eso siguiera así; esa fue la tarea que Hagoromo le encargó a los shinobis. Caminaba pensando en varias cosas, a decir verdad no tenía mucho que hacer en ese sitio pero tampoco podía irse, debía esperar al próximo tren y decidió buscar algo con lo que matar el tiempo.
"Podría entrenar un rato..."
Había estado intentando perfeccionar una nueva técnica; desde que empezó a dominar su Kekkei Genkai ha estado buscando la manera de sacarle el máximo provecho. Era un novato con eso, durante años pasó sin mostrar señales de poseerlo, su padre llegó a creer que ni siquiera lo había heredado por lo que ahora era toda una novedad que empezase a desarrollar su poder en una etapa tan tardía de su vida.
Caminó a la orilla y posteriormente caminó sobre el agua, respiró hondo y realizó una cadena de sellos bastante larga... No ocurrió nada, al menos no a simple vista. Corrió por sobre el agua lo más rápido que pudo, pero en algún momento parecía que algo invisible le hizo resbalar y terminó por salir disparado hasta la tierra firme.
—¡No, no, NO!— La velocidad no le dejó ver donde terminaría cayendo...
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La estación era un lugar enorme, y lleno de gente, que tenía gran parecido a un panal de abejas; El techo estaba muy alto y la estructura interior era bastante compleja. Las personas caminaban de un lado a otro mientras buscaban el andén que les correspondía y el tren que debían de abordar. Los agentes de seguridad que se movían y observaban sus alrededores, con sus notorios uniformes, en busca de cualquier anormalidad. Lo más notorio era el ruido, que en intensidad era similar al de un mercado durante el día que llegaba mercancía nueva; Las personas hablando mientras esperaban su transporte, los altavoces que anunciaban tanto la hora como la llegada y partida de los trenes y el, aún extraño para él, silbato de las locomotoras, el cual utilizaban para alertar que se estaban poniendo en movimiento.
«Estas máquinas con mucho más impresionantes vistas desde fuera —reflexiono mientras se tomaba un momento para apreciar aquella enorme carroza de acero—. Es difícil de comprender como es que pueden mover semejante peso utilizando un sistema que únicamente necesita agua, fuego y carbón.»
Durante unos minutos se dedicó a caminar dentro de la estación; más por curiosear en los distintos puestos de periódicos y revistas que por buscar la salida por la cual tenía que ir. Al final encontró la ruta que debía de seguir, pero había una señalización, en sentido opuesto, de la cual no podía apartar la vista.
—“Descenso al Lago del Recuerdo” —Leyó para sí en las palabras que estaban escritas en lo alto de la salida.
«Quizás… —de su bolsillo tomó un elegante reloj, el cual adoraba, y en él observó con atención la hora—. Aun es temprano, puedo ir a hacer una visita y luego encargarme de los asuntos del viejo.»
—Sí, eso haré. Los encargos del viejo pueden esperar, pero mis compromisos no. —Dijo determinado, mientras se daba media vuelta y echaba a caminar.
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—¡Puaj! ¡Ahg!— El sabor a tierra inundó su boca y el sabor a fracaso también.
Trató de poner sus brazos para proteger su rostro, pero aún así el polvo se le terminó metiendo en los orificios nasales además de su boca y parte de los dolientes que rondaban por la zona se percataron de su extraña actuación. Algunos de los transeúntes se le quedaron viendo y murmuraban sobre lo que había pasado, otros tantos ni siquiera se tomaron la molestia de ser discretos y se rieron de él.
"Mirémoslo por el lado amable, al menos le alegre el día a alguien"
Poco a poco se fue incorporando, estando de pie se cercioro de no tener ningún raspón y luego procedió a sacudirse las ropas. Al parecer entrenar en medio del lago no había sido la mejor de sus ideas, no al menos rodeado de gente, le resulta incómodo ser el centro de atención y si seguía así sólo terminaría por atraer más miradas indeseadas. Sin embargo aún estaba aburrido y no sabía con que entretenerse, se arregló la capa de nuevo para cubrirse el rostro, acomodó su salvaje cabellera y medio se compuso el fleco que del lado derecho tapaba por completo su orbe negro.
Se fue a dar una vuelta mientras meditaba que era lo que pudo haber salido mal con el jutsu.
"Creo que estoy forzando la técnica al aplicar demasiado chakra, tendré que buscar una manera de hacerla más estable. Aunque bien podría ser que simplemente necesito concentrarme más y dominarlo"
Mientras paseaba una extraña figura captó su atención, una familiar silueta gris que le recordaba un oscuro lugar en el País del Bosque. Aquellos ojos grises, aquellos cabellos blancos, y si todavía había dudas la majestuosa espada se encargaba de disiparlas. Era imposible olvidar a un amigo tan entrañable con el cual vivió una de sus más grandes aventuras...
"...Kazuma-san"
¿Él también le recordaría? Estaba por comprobarlo, pero quería hacerlo de una manera significativa. Nada mejor que rememorar su primer encuentro y él sabía cómo hacerlo. En un inicio caminó como si nada con la cara tapada, pero en el momento que pasó a su lado desenfundó su espada haciendo gala de su destreza y agilidad dirigiendo un tajo directo al cuello del shinobi de Uzu, para recordar los viejos tiempos. Claro, sí algo salía mal en el último momento bien podría darle un giro a la katana para dar con el lado opuesto al filo, pero la idea era que su compañero de armas reaccionase ante el extraño saludo.
—Un año, un año desde que nuestros filos se cruzaron por primera vez...
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Desde aquella colina, donde yacía emplazada la estación de trenes, el paisaje era tan impresionante como conmovedor; En el fondo del valle donde alguna vez hubiese un vasto complejo de dojos, una ciudad en sí misma, ahora se encontraba un enorme lago de aguas tranquilas.
«Es como si los Dojos del combatiente jamás hubiesen existido…» Pero sí estuvieron allí en alguna ocasión, aunque el paisaje invitase a pensar lo contrario. Él mismo era una prueba viviente de que alguna vez existió tal sitio.
Comenzó a descender con lentitud, lleno de una paciencia típica en él.
El valle interior no lucía tan diferente de hace una año; Aún había variedad de edificaciones que salpicaban el paisaje a través de toda la extensión de lo que eran las laderas de las montañas. Algunas lucían igual, con gente entrando y saliendo con frecuencia, pero otras parecían haber sido completamente abandonadas. Lo único diferente era aquel enorme lago artificial que, como un espejo, reflejaba las nubes en el cielo primaveral.
«En realidad no es un lago… Es un cráter.» Por un instante aquel recuerdo visitó su mente; Una enorme herida en la tierra, epicentro de una gran catástrofe. Un agujero lleno de fuego, cenizas y muerte.
Una señora y su hija pasaron a su lado. Al ver los ramilletes de flores que llevaban, aquellos pensamientos pesarosos se dispersaron tan velozmente como llegaron. «Ahora que me fijo…» No era el único que se dirigía hacia el lago, había muchas otras personas que le acompañaban en el trayecto. Algunas iban con rostros firmes y solemnes y otras con expresiones dolorosas y tristes.
A medio camino se tomó unos minutos para comprar un ramo de flores. La mayor parte del tiempo que estuvo detenido lo utilizo para escoger con cuidado la más adecuadas para aquella ocasión. Se despidió de la amable señora y su carrito de coloridas y aromáticas plantas.
—Las tendré que guardar —Aseguro al notar la fragilidad de lo que llevaba en manos.
Siguió bajando por aquel camino de adoquines, el mismo que había usado hace un año, hasta llegar a la orilla de aquel cuerpo de agua. Por un instante se quedó embelesado, pues reconocía a la perfección el final de aquella senda. Hacía tiempo, llevaba hasta la imponente entrada de la ciudad, donde varios samuráis con elaboradas armaduras se mantenía firmes y vigilantes. Ahora se interrumpía abruptamente en el borde del lago. De hecho, daba la impresión de que la vía se sumergía y continuaba hasta llevar al profundo y lejano centro de la laguna. El joven de piel morena suponía que con el tiempo, los límites del cráter se irán erosionando y su borde consumiría los restos del camino de piedra hasta hacerlo desaparecer.
Se encontraba sumido en una especie de introspección, tanto así que apenas notaba lo que sucedía a su alrededor. En cierto punto, pudo notar un leve destello en un lejano rincón de su campo de visión. Su cuerpo reaccionó con velocidad, puesto que aquel brillo metálico era sin duda el de una espada que se dirigía a su cuello.
—Cerca… —Dijo, luego de esquivar el ataque haciéndose hacia un lado, sin siquiera ver a su agresor.
—Un año, un año desde que nuestros filos se cruzaron por primera vez...
—Se siente como si hubiese sido mucho más tiempo. —Aseguró sonriendo pero sin voltear.
»Es bueno verte de nuevo, Takanashi Tatsuya —se giró hacia aquel muchacho y plantó sus grises ojos en él—. Veo que has cambiado un poco… Y parece que también te has vuelto más hábil con la espada.
En todo aquel tiempo ambos habían cambiado; El cabello del Ishimura estaba corto, en una especie de peinado al estilo “barrido por el viento”. Por otra parte, también estaba más alto, ya con un metro setenta, y con un poco más de masa muscular. Incluso parecía que su forma de vestir había cambiado; Llevaba zapatos de cuero, un pantalón formal y sobre una camisa blanca y por debajo de un saco, un chaleco color vinotinto.
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(Última modificación: 15/07/2016, 19:41 por King Roga.)
El filo del ninjato no alcanzó la garganta de su objetivo, un movimiento cadencioso y rebosante de presteza impidió que eso sucediera. Cualquiera se tomaría aquella acometida como un acto salvaje, pero para aquel par de espadachines aquello tenía un significado que otras personas no podrían entender. Quizás los tomarían por un par de locos, un par de locos y buenos amigos, claramente sus palabras así lo demostraban.
—Se siente como si hubiese sido mucho más tiempo. — Dijo estando aún de espaldas.
Los labios del pelinegro esbozaron una sonrisa por debajo de la capa que cubría su rostro, se irguió y con sutileza enfundó de nuevo su arma como si acabase de terminar una demostración.
»Es bueno verte de nuevo, Takanashi Tatsuya —se giró hacia aquel muchacho y plantó sus grises ojos en él—. Veo que has cambiado un poco… Y parece que también te has vuelto más hábil con la espada.
—Me alegra volver a verte, Ishimura Kazuma— Con su mano diestra corrió la tela para dejar ver su cara y hacer una reverencia —Yo también puedo notar que has cambiado, quizás más de lo que lo he hecho yo. Asumo que tú tambien te has fortalecido en todo este tiempo.
La otrora melena del peliblanco ahora era una sobria y elegante cabellera. Sus ropas ahora más sofisticadas se mostraban lujosas y que decir de su estatura, que ahora por escasa diferencia de centímetros prácticamente igualaba a la del joven de los ojos dispares. Sin embargo ese aire de calma que desprendía hace tiempo jamás desapareció, aún se podía percibir esa aura de tranquilidad a su alrededor.
—Es extraño, un recuerdo lejano pero que a la vez permanece fresco. ¿No lo sientes así, Kazuma-san?— Lanzó la interrogante a su compañero de armas —Justamente aquí, en el llamado Lago del Recuerdo— Casualidades que le dicen.
Sentía intriga sobre el porqué de la presencia del moreno en aquel lugar.
"¿Él también...?"
—Dime, ¿que te trae a este lugar?— Fue directo al grano.
La mayoría de los ahí presentes llegaban a honrar a los caídos, sin embargo no le parecía que el Ishimura fuese a rendirle culto a algún difunto, más cuando el mismo le había contado hace tiempo de la pérdida de su padre muchos años antes del incidente con el bijuu
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16/07/2016, 18:20
(Última modificación: 17/07/2016, 03:50 por Hanamura Kazuma.)
—Me alegra volver a verte, Ishimura Kazuma —Con su mano diestra corrió la tela para dejar ver su cara y hacer una reverencia—. Yo también puedo notar que has cambiado, quizás más de lo que lo he hecho yo. Asumo que tú también te has fortalecido en todo este tiempo.
—Ciertamente, Tatsuya —aseguro con una sonrisa tenue—. A mi manera, me he vuelto más fuerte y he aprendido algunos trucos interesantes.
Al verlo de cerca pudo notar que su joven amigo de Takigakure también había cambiado; Su musculatura era un poco más pronunciada y seguía el típico patrón de los practicantes de kenjutsu. También se podía notar que tenía más confianza en sí mismo, aquello quedaba evidenciado en su postura y en su forma de caminar. Pero había cosas que mantenía igual, como su actitud formal y cortés, y su apariencia solemne.
—Es extraño, un recuerdo lejano pero que a la vez permanece fresco. ¿No lo sientes así, Kazuma-san? —Lanzó la interrogante a su compañero de armas—. Justamente aquí, en el llamado Lago del Recuerdo. —Casualidades que le dicen.
—Sí, yo también lo siento así, Tatsuya. —Le respondió a su compañero. «Ya veo, para él también es el “Lago del Recuerdo” y no los Dojos del combatiente.»
—Dime, ¿qué te trae a este lugar? —Fue directo al grano.
—Tenía un encargo, encontrarme con un conocido de mi maestro —Se giró de nuevo hacia el lago y se permitió apreciar su gran vastedad—, pero he decidido desviarme un poco y visitar el monumento que yace en medio del lago.
«Bueno, más que visitar el monumento, vengo a desearle un pacífico descanso a alguien.» Por un instante su mente se dispersó en las ondas que se formaban en la superficie del agua.
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"Con que un encargo, ¿eh?"
Aparentemente el Ishimura también tenía ciertos asuntos que tratar al igual que él, pero ambos decidieron darse su tiempo para descansar y/o esperar a los estrictos horarios que les imponía el sistema ferroviario. Muchas coincidencias para un sólo día, pero no por ello menos agradables.
—Veo que tú también eres de agenda ocupada— Hizo la observación —...Pensar que aquí ocurrió una catástofre— Se permitió voltear a ver el lago también. —¿Me permitirías acompañarte? A decir verdad, no he llegado a contemplar el monumento de cerca.
Con cualquier conocido quizás ya se habría despedido, pero más que un conocido el espadachín de la Espiral era un gran amigo y deseaba compartir un poco de tiempo con él aprovechando que el hado había decidido reunirlos de nuevo.
—Tal vez podríamos hablar un poco de lo que ha pasado desde que nos vimos en el Bosque de los Hongos.
Era extraño que tuviese ganas de platicar, pero la confianza que le tenía al de ojos grises le daba tranquilidad.
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—Veo que tú también eres de agenda ocupada —Hizo la observación—. ...Pensar que aquí ocurrió una catástrofe —Se permitió voltear a ver el lago también.
Aunque aquel suceso parecía ser algo lejano y ajeno para el joven de Takigakure, para Kazuma se presentaba como algo bastante personal, después de todo fue ahí donde muchos, incluido él mismo, murieron. Todos habían muerto, incluso recordaba aquel último destello antes de la oscuridad absoluta; Vaporizadas por el calor o destrozadas por la onda de choque, en un instante miles de personas perecieron, solo que los “bendecidos” con el chakra fueron traídos a la vida de nuevo por el Sabio de los Seis Caminos. «Fue más que una catástrofe, mucho mas...»
—¿Me permitirías acompañarte? A decir verdad, no he llegado a contemplar el monumento de cerca.
»Tal vez podríamos hablar un poco de lo que ha pasado desde que nos vimos en el Bosque de los Hongos.
—Me parece bien, sígueme —dijo mientras caminaba hacia uno de los puentes que llevaba a la isla central.
Aquellos enormes puentes tenían su inicio en la entrada de los riscos que llevaban al valle. El chico de Uzushio pudo haber tomado el que estaba cercano a la estación, pero prefirió la experiencia de recorrer el mismo camino que había tomado hacia un año. Ahora que estaba a las orillas del lago, lo mejor era utilizar una de esas escaleras que estaba a intervalos regulares y que les permitían a las personas subir a la pasarela en casi cualquier punto de su extensión.
—Por cierto, ¿Qué te ha traído hasta este sitio, Tatsuya? —Preguntaría una vez él y el pelinegro abordaran el puente y comenzara a caminar.
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17/07/2016, 15:43
(Última modificación: 17/07/2016, 15:45 por King Roga.)
Ambos se pusieron en marcha en dirección al centro del cráter relleno de agua. Al Takanashi se le hacía extraño, no le generaba ninguna sensación en especial aquel sitio, pero eso eso no significaba que lo sucedido aquel fatídico día no le hubiese afectado, en lo absoluto. Quizás era porque a el le afectó de una manera diferente, de hecho se enteró que después de eso alguno que otro de los supervivientes terminó con algún trauma. Ya estando en el puente fue el Ishimura quién dió pie a iniciar la conversación.
—Por cierto, ¿Qué te ha traído hasta este sitio, Tatsuya?
—Hmm— Lucía pensativo —No sé como definirlo exactamente, pero se podría decir que es una especie de viaje de negocios— Afirmó —Sin embargo mi tren tardará bastante en salir, así que decidí venir aquí un rato, no había regresado a este lugar desde el incidente— Daba a entender que el también presenció el ataque del Shukaku, aunque su forma distante de referirse a ese suceso pudiera hacer parecer lo contrario.
Entre más se acercaban a la isla central más imponente lucía el monolito, en sus alrededores había distintas ofrendas que iban desde flores, pasando por algunos que dejaban alimentos hasta tablillas e inciensos un poco más tradicionales. Había quienes rezaban, otros lloraban y algunos quizás sonreían al encontrar consuelo. En medio de eso una duda afloró en la mente del de ojos dispares:
"¿Todos aquí tendrán quién los recuerde?"
Cuando una persona muere, son las memorias de la gente las que mantienen vivo el legado que ese alguién dejó. ¿Pero que hay de aquellos que ni siquiera tenían quién los recordase? ¿Las personas comunes no merecen la misma honra que un héroe caído?. El Takanashi observó fijamente el monumento de piedra, pasando su mirada entre los nombres tallados pero sin leer ninguno en específico. Caminaría hasta el lugar, estaba atento a su alrededor pero eso no le impidió pensar en voz alta.
—Taro-san— Pronunció clarísimo el nombre, sin titubear. Acto seguido juntó las manos en posición de rezo, dictando una plegaría en su mente en honor al ex-bandido —Perdón por no traerte nada— Se disculpó con el difunto.
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—Hmm —Lucía pensativo—. No sé cómo definirlo exactamente, pero se podría decir que es una especie de viaje de negocios —Afirmó—. Sin embargo mi tren tardará bastante en salir, así que decidí venir aquí un rato, no había regresado a este lugar desde el incidente.
—Ya veo. «Entonces él también estuvo durante el ataque de aquel monstruo… Quizás solo estaba de observador al igual que Mogura, y aun así terminó atrapado en semejante desastre.»
El puente resultaba ser bastante largo, y aun desde la distancia se podía apreciar la magnitud del tamaño de aquella piedra que funcionaba como lápida colectiva. Para cuando llegaron a la isla y se paró frente a él, pudo sentir como si estuviera a la sombra de una pequeña montaña. Lo cual resultaba algo irónico, teniendo en cuenta que se encontraban en el epicentro de la explosión. Era un lugar donde no había quedado piedra sobre piedra. Un lugar donde el calor fue tan intenso, que los cuerpos de todos los que estaban en el estadio fueron vaporizados.
En aquel sitio había más personas de la que hubiera esperado, quizás porque el aniversario de la tragedia se había cumplido hace poco y aun había gente llegando a mostrar sus respetos y sus condolencias. Le parecía extraño que el escuchar que muchos se referían a aquel monolito como un “Monumento”. Algunos hasta lo afirman con cierto orgullo.
—Tatsuya… —trato de llamar la atención de quien aún caminaba junto a él—. ¿Tú piensas que esta piedra realmente sea un monumento?
A primera vista, y por la actitud relajada del peliblanco, la pregunta parecía algo simple y corriente, pero contenía algunas connotaciones bastante profundas.
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Tras terminar con su pequeña oración escuchó como su compañero de profesión le dirigía una pregunta. Le pareció extraño la duda que le planteó, de hecho no sabía exactamente a que se refería, por muy listo que seas no siempre vas a saber que es lo que piensan los demás. Pero conociéndolo sabía que el Ishimura no dice las cosas solo porque sí.
—¿Monumento dices?— Volteó a verlo un poco confuso —Hmmm...
Volvió a posar su vista en el monolito, no lo había pensado hasta ese entonces, no le había dado mucha importancia pero al reflexionar sobre lo ocurrido creía tener un adjetivo adecuado para aquella gran piedra tallada.
—Es una lápida— Respondió con simpleza —Nadie le hace un monumento a una tragedia, bueno no a menos que sea un trastornado a algo así— Respiró hondo y luego prosiguió —Aunque esta cosa no estuviera aquí, eso no cambiaría lo que ocurrió aquel día.
Para el sería imposible olvidarlo, aquello lo marcó de una manera que no necesitaba un recordatorio de lo que se les venía encima. Aún así no compartía los mismos traumas que muchos de los que sufrieron lo mismo que él. De hecho, pensó en aprovechar la ocasión para hablar con alguien sobre eso, pues no había platicado a fondo con nadie más que hubiese estado en aquel torneo, ni siquiera con su padre.
—Ahora que lo preguntas, ¿que significa para tí?— Lanzó la incógnita al peliblanco
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La interrogante demostró tomar por sorpresa al espadachín de ojos dispares. Este se permitió unos segundos para pensar, como si estuviera planteándose de nuevo la pregunta. Como si estuviera tanteando cada posible implicación. Al final su respuesta fue simple y concreta; “Una lápida” fue lo que dijo.
—Ya veo… —Esperaba una contestación un poco más emocional de parte de su compañero, pero quizás ya no era el mismo Tatsuya de hacía tiempo. Quizás lo que ahi sucedio tambien lo cambio un poco.
—Ahora que lo preguntas, ¿qué significa para ti? —Lanzó la incógnita al peliblanco
—Para mi… —dejó atrás el puente y camino hasta quedar a la sombra del obelisco—. Es una mentira hecha piedra. Lo suficientemente grande y majestuosa como para que la mayoría olvide las verdades que oculta.
Después de su muerte y posterior resurrección, no se había tomado la molestia de regresar a aquel lugar, pues suponía que el cráter y el recordatorio seguirían ahí por siempre, y que por lo tanto no había prisa por confrontar lo sucedido. «Fui ingenuo al creer aquello.»
Mientras se resolvían todos los pendientes internacionales, se mantuvo vagando sin rumbo fijo y sin estar muy al tanto de las noticias. Recién se había puesto al corriente hacía unos días, cuando su maestro le informo que tendría que viajar de nuevo a aquel sitio. La primera sorpresa, aunque era de esperarse, era que le habían cambiado el nombre a la región. Lo otro que le desconcertó era que ahora hablaban de una laguna, un tal “Lago del recuerdo”. Pero lo que más puso a prueba su razonamiento fue aquello de un “monumento”, algo erigido en honor de todos los que fallecieron durante la catástrofe. Investigo un poco al respecto, pero no pudo encontrar un retrato fiable de la dichosa piedra. Durante el viaje en tren, e incluso los días anteriores a su partida, se debatió sobre qué tendría que pensar al respecto. Sobre qué tendría que decir sobre lo ocurrido antes y después.
La respuesta que dio a Tatsuya era la conclusión a la que había llegado. La que fue tomando forma en su mente, desde que vio el monolito a lo lejos, hasta que estuvo de pie frente al mismo.
—Siento que todo esto está mal… —Su habitual expresión calmada y neutra, se torno un tanto melancólica mientras su mirada recorría los rostros de las personas que allí les acompañaban.
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Tatsuya creyó percibir cierto malestar en el peliblanco, algún tipo de desilusión para ser más específico. Probablemente no era la respeuesta que esperaba oir. De hecho, para el Ishimura aquella lápida como le había llamado el de ojos dispares parecía tener un significado de connotación aún más profunda.
—Para mi… —dejó atrás el puente y camino hasta quedar a la sombra del obelisco—. Es una mentira hecha piedra. Lo suficientemente grande y majestuosa como para que la mayoría olvide las verdades que oculta.
Aquellas palabras descolocaron un poco al genin de Taki.
"Así que es eso"
Aparentemente el de Uzu estaba buscando desahogarse, se le notaba frustrado pero no era un malestar normal. El Takanashi se le quedó viendo un rato, era como si el Ishimura quisiera descargar alguna rabia en aquella piedra tallada.
—Siento que todo esto está mal… —Su habitual expresión calmada y neutra, se torno un tanto melancólica mientras su mirada recorría los rostros de las personas que allí les acompañaban.
—¿Kazuma-san?— Percibió el cambio de actitud.
El pelinegro nunca antes lo había visto así, de pronto el moreno había perdido su temple dando lugar a una faceta mucho mas acercada a la de los simples mortales. Realmente debía afectarle bastante para llegar a esos extremos. Deseaba decirle algo, pero no estaba muy seguro de que sus palabras surtieran efecto, por lo general no es bueno en eso de tratar animar a la gente.
—Perdona si sueno chocante.
»Si me preguntas qué es esto te diré que es una lápida, si me preguntas que significa te diré que nada. No soy bueno dando consejos, pero si quieres que te escuche aquí estoy.
Fue claro y conciso. Tatsuya caminó hasta colocarse a la par del Ishimura, el de Taki lucía muy pero muy preocupado, pues se trataba de aquel a quién el consideraba un gran (por no decir el único) amigo.
—Dime que te pasa— Aunque ya se lo imaginaba, prefería escucharlo de boca del moreno.
»Aunque esta cosa no estuviera aquí, eso no cambiaría lo que ocurrió aquel día— Repitió la misma frase que antes, pero esta vez con un tono de voz severo —Hay gente que simplemente lo olvidará como otra leyenda más, hay gente que realmente desea enterrar esos recuerdos y no puede. Esto lo hicieron como un protocolo más, ya cada quién decide que significado le da.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
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El joven de Takigakure se vio, repentinamente, atrapado por las emociones que emanaban de Kazuma. No solo porque era extraño verlo comportándose de aquella manera, sino que quizás el joven de ojos dispares seguía siendo tan atento como se le recordaba.
—Aunque esta cosa no estuviera aquí, eso no cambiaría lo que ocurrió aquel día —Repitió la misma frase que antes, pero esta vez con un tono de voz severo—. Hay gente que simplemente lo olvidará como otra leyenda más, hay gente que realmente desea enterrar esos recuerdos y no puede. Esto lo hicieron como un protocolo más, ya cada quién decide qué significado le da.
El peliblanco tomo aire mientras escuchaba con atención las palabras de su valioso amigo. Sentía que era cierto, y también sentía que Tatsuya estaba pensando en el futuro. Pero él no era de quienes se permitieran olvidar el pasado. Tampoco era de los que se conformaban con creer todo aquello que le decían las autoridades.
—La gente solo da por hecho que la tragedia sucedió y ya —comenzó a hablar con su habitual tono calmado—. Un monumento es para honrar a los héroes caídos, pero aquí los únicos que fallecieron fueron los inocentes habitantes de esta ciudad.
»Me molesta el hecho de que solo los ninjas nos salvamos y que todos los civiles murieron… Es como si fuera el mundo al revés. Se supone que vivimos en el peligro y que estamos preparados para morir al cumplir con nuestro deber, pero llega un momento de crisis y no podemos hacer nada al respecto, salvo esperar ser salvados mientras otros mueren.
Observó de nuevo a las personas que yacían visitando el monolito.
¿Qué hacemos luego? Llenamos el agujero con agua, ponemos una piedra con nombres, damos todo por resuelto y hacemos que nada paso.
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