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"Todo era una trampa, una maldita trampa y caí redondito en ella"
Tatsuya apretó los dientes tanto por el enojo como por la preocupación, era una forma de intentar mantener la compostura. Se sentía muy frustrado al ver que fue engañado de una manera tan vil, el querer ayudar a alguien en problemas le había hecho meterse en toda esa situación y le hería el orgullo que se lo echaran en la cara. Por primera vez en mucho tiempo, sentía la necesidad de darle su merecido a la bola de bandoleros.
Pero el asunto apenas se empezaba a caldear. No entendía muy bien de asunto se trataba, pero al parecer su compañero de armas también había caído preso de las mentiras de alguien más. Aquello era un mal precedente para los dos shinobis; Cualquier otra persona pudo haberse excusado con que no había manera de saber lo que estaban tramando, pero ellos dos eran soldados, soldados que se supone deberían tener conocimiento de eso y aún así fueron víctimas de las artimañas de esos bandidos.
—Argh.
Lo que tenía que hacer ahora era mantenerse a la expectativa, pues no había manera clara para salir de esa. Sin embargo las cosas dieron un giro que si bien era predecible, igual resultaba inesperado. El de la barba blanca se encargó de eliminar de forma brutal a su ex-colaborador. Un par de gotas de sangre llegarían a salpicar el rostro del pelinegro que durante esos instantes sintió como sus extremidades se aflojaban al perder el coraje que tenía segundos atrás. Volteó a ver a Kazuma, conociéndolo quizás el intentaría actuar, pero para su sorpresa el Ishimura se contuvo.
"Esto está mal, esto está mal, esto está mal. Maldita sea, debo tranquilizarme. Este malnacido es de armas tomar. Estoy seguro que vendería a su propia madre por un puñado de Ryos... Si es que no lo ha hecho ya"
La efige imponente del bandolero les inquirió a ambos muchachos sobre su postura ante los sangrientos hechos que acababan de presenciar, probablemente para intentar amedrentarlos. El Takanashi ladeó la cabeza como tratando de evitar que le viesen el rostro y aunque bajó la vista se podía notar una mirada afilada en sus ojos. Lo que de verdad le gustaría sería encarar al viejo y soltarle todos los variopintos insultos que no habría dicho en toda su vida, pero también sabía que envalentonarse de esa forma le podría salir muy, pero muy caro. Tenía miedo, pero ahora sabía como llevarlo mejor.
—Creí haberte escuchado decir que nosotros no teníamos importancia para ustedes, así que tampoco debería importarles nuestra opinión— Y sabía que así era, estaba consciente de que dijera lo que dijera el sujeto solo lo hacía para burlarse de ellos, pero no le daría ese gusto —¿Mmm?— Fue lo único que expresó, como queriendo saber que era lo que seguía. No se iba a arriesgar a decir más, pues podría terminar hundiéndose no sólo a sí mismo sino a Kazuma también.
"Debo medir mis palabras si no quiero que las cosas empeoren para nosotros"
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—Sin... comentarios. —Las palabras del Ishimura sonaban serenas, pero necesito de todo su temple para dar una respuesta que no incitara al conflicto.
Lo cierto era que… Deseaba levantarse y desenvainar su espada. Sentía la necesidad de acabar con todos y pintar de carmesí las doradas arenas del desierto. Pero aquel anhelo yacía al otro lado de un profundo río de posibilidades en contra cuyas aguas lucían oscuras y feroces.
«Es poco probable que salgamos vivos si trato de comenzar una pelea», pensó con desagrado.
«Pero promete ser una pelea tan fantástica. Puedo intuirlo por la curiosa mezcla de temor y emoción que se arremolina en tu corazón» Las palabras de Bohimei eran tan ciertas que poco servía el negarlas o reafirmarlas, solo quedaba seguirle la corriente.
Las cosas no eran tan sencillas, pues habían muchos factores a tomar en cuenta: El primero era que estaban rodeados por sujetos que no tendrían problemas en matarlos. Enfrentarlos sería la parte más sencilla, pero tendrían que asesinarlos sin dudar en su cometido, pues un instante de duda, piedad o miedo, sería suficiente para condenarlos a ambos. Kazuma sabía que todos eran bandidos, por lo que no le temblaría el pulso, pero Tatsuya… Por alguna razón, parecía del tipo al cual a veces le gana su lado piadoso. El segundo eran aquellos dos sujetos que lucían fuertes. A simple vista se hacía evidente que no serían tan hábiles como dos ninjas con entrenamiento formal y con una capacidad de combate reconocible. Pero este par tenía mucho tiempo sin luchar el uno junto al otro, por lo que no conocían las fortalezas y debilidades de su compañero. Además, era de suponer que su trabajo en equipo sería deficiente, más que todo por la falta de experiencia.
«Ese par no luce tan fuerte como nosotros, sí, pero no es todo lo que son: Se ve que están acostumbrados a combatir sin guardarse nada de su brutalidad y sadismo. También, se siente como si se conocieran de hace mucho, como si fueran bastante cercanos. De seguro han estado en muchas peleas en las cuales han dependido el uno del otro, pero…»
«Pero, si llegan a enfrentarlos en un combate dual, es seguro que utilizaran su experiencia y trabajo en equipo para avasallarlos. Eso, inevitablemente, terminaría en la muerte de ustedes dos» Una cruda e ineludible verdad que llevaba consigo una pequeña esperanza.
«Pero si los separamos. Si dividimos su fuerza. Si anulamos su ventaja… Entonces, aunque la lucha pudiese ser dura, tendríamos posibilidades de ganarles»
—Es hora de movernos —rugió el de barba blanca—. Nos acompañarán unos diez hombres armados con ballestas, los demás terminen de saquear el tren y luego retírense a la guarida.
—¡Esperen, ¿a dónde nos llevan?! —preguntó el peliblanco en cuanto comenzaron a empujarlo con la afilada punta de una ballesta.
Estaban tomando una actitud bastante desconcertante, pues si querían matarlos bien podrían hacerlo allí mismo, como a los otros. Si querían secuestrarlos y pedir un rescate, resultaría fácil el encerrarlos en su escondite, pero las órdenes en forma de gritos habían bien dejado claro que irían a otro lugar.
—No te preocupes, aun no, pues solo les vamos a llevar hasta nuestro bufete de negocios, un lugar fresco con una vista grandiosa y con excelente entretenimiento —le aseguro mientras, confianzudamente posaba el brazo por sobre su hombro.
«Suena como si nos fueran a llevar a un escondite»
—Solo falta una cosa —dijo mientras colocaba una bolsa de tela negra en la cabeza del de ojos grises—. Ahora te toca a ti —exclamó mientras se acercaba al de cabellos negros.
Parecía ser de una especie de tela especialmente hecha para el uso que le estaban dando. Era ligera y se podía respirar con facilidad, pero resultaba imposible el ver algo más allá de dos metros. Sin embargo, cumplía la función de dificultar cualquier intento hostil por parte de los cautivos.
Ahora, solo les quedaba el aceptar la capucha y el camino por el cual ahora les obligarían a ir. Solo les quedaba caminar bajo el ardiente sol de Kase no Kuni
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—Tch— Chasqueó la lengua al escuchar como le terminaban de dar órdenes al resto de los matones, y lo pero era que el no podía hacer nada en ese momento para evitarlo.
En esos momentos le preocupaba más la seguridad de los civiles que la suya propia. A pesar de que los bandidos habían dicho que si cooperaban nadie saldría lastimado el Takanashi ya había visto lo fácil que olvidaban sus promesas, simplemente no se podía fiar de nada.
"No nos queda de otra que aguardar. Habrá que esperar la oportunidad adecuada para intentar salir de esta situación, en una sola pieza si es posible."
Volteó a ver durante unos instantes a la cabeza cortada del camarero del tren y rápidamente torció el gesto. Por mucho que se lo mereciera, al Takanashi no le agradaba para nada la forma en la que había terminado. Aunque menos le agradaba pensar que él y su compañero terminaran igual, pero los planes de los bandidos parecían ir por otro rumbo. Por suerte, ya sea buena o mala serían los bandoleros quienes los llevarían a ese camino, aunque no podrían ver por cual ya que lea colocaron unas bolsas de tela en la cabeza.
—Uhhg— Se quejó levemente mientras contenía el impulso de resistirse, se sentía atemorizado ante la idea de no poder ver nada.
"Sólo nos queda seguirles el juego. De nada me sirve andar sacando teorías, si bien el bocazas del tren y el barbudo ese dijeron un par de cosas interesantes. Algo me dice que el misterioso cliente de Kazuma-san y lo de las minas está relacionado. Además podrán decir que no les importamos, pero se contradice en su actuar, se están tomando demasiadas molestias para retenernos y creo que cuando nos lleven a ese sitio descubriremos porqué."
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El sol ardía con un vigor que parecía no tener fin, al igual que el camino que estaban recorriendo. A través de sus negras capuchas poco era lo que podían percibir; el intenso foco de luz por sobre sus cabezas y el color del suelo. Ellos iban a pie, mientras que los bandoleros se mantenían a caballo y a paso lento.
«Comienzo a cansarme...» Habían transcurrido poco más de dos horas, pero el calor agobiante y lo poco que podían percibir hacían que se sintieran como si hubiesen sido muchas más.
En aquel momento no era consciente de ello, pero estaban sometiéndolos a una vieja táctica de desgaste, un viejo truco altamente utilizado por los nativos del desierto y que pocos extranjeros conocían. La idea era hacerlos caminar con los rostros cubiertos y sin saber que planeaban con ellos. Lo duro de las condiciones y la caminata les restarían energía, y lo poco que podrían ver haría que percibieran el tiempo de una manera mucho más lenta, para conseguir que se sintieran exhaustos mentalmente.
«La respiración y el caminar. Se consciente de tus pasos y de tu respirar» Sabía que controlar su flujo de aire le ayudaría a conservar sus fuerzas y la calma que necesitaba. Sabía que el contar sus pasos de manera metódica le mantendría concentrado y alejado de pensamientos ominosos.
De pronto, comenzó a escuchar como el viento soplaba con una fuerza inusual. De hecho, varias cosas se sentían diferentes; Sintió sus pies, y se dio cuenta de que ya no estaban pisando arena, sino que eran un suelo firme y rocoso.
Alguien le quitó la bolsa con desmedida brusquedad y le dio un empujón. Se dio medio vuelta, con la intención de visualizar sus alrededores. Su cuerpo se quedo estático al darse cuenta de lo que tenía frente a él.
—¡Bienvenidos sean a Iwanodo! Es hora de la verdad muchachos —dijo con diversión el sujeto de barba blanca y desordenada.
Se trataba de un enorme acantilado, un abismo que parecía no tener fondo. El sitio transmitía una sensación enorme de inseguridad; sus bordes eran cornisas que creaban un pasaje que luego se ensanchaba. Aquello bloqueaba la mayor parte de la luz que caía, lo cual lo hacia un sitio muy oscuro. Allí bajo el ardiente sol, había un lugar al cual ni siquiera la brillante sonrisa de Amaterasu era capaz de llegar. Lo otro era aquel sonido, el ruido que el viento hacía al deslizarse por entre las afiladas rocas era similar a una especie de sonido gutural que representaba la sensación de hambre.
Sin duda era un lugar terrible, una herida en la tierra que se asemejaba a una oscura y retorcida sonrisa de cientos de metros de largo. Y ahora ellos dos estaban allí, a la espera de lo que pudiese ocurrir.
—¿Listos para que, por su bien, nos digan lo que queremos escuchar? —preguntó aquel que siseaba al hablar—. Será como un... medio juicio y medio reunión de negocios; si el resultado les es favorable, tendrán la oportunidad de continuar con sus inútiles vidas. Si por el contrario, les toca condena; Bueno… Tendrán la oportunidad de visitar las oscuras entrañas de la tierra.
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2/11/2016, 16:51
(Última modificación: 2/11/2016, 16:52 por King Roga.)
Una vez más le hicieron caminar bajo la inclemente luz del astro rey. No había tenido tiempo de recuperarse del todo de la primera caminata que le hicieron recorrer en las vías y ahora de nuevo tenía que soportar el calor del desierto. Para colmo la herida en el hombro le empezaba a incomodar de nuevo, agobiando aún más al ya de por sí fastidiado Tatsuya. La sed no tardó en acrecentarse y el dolor en sus pies era cada vez más notorio. Hubo momentos en los que lenteó el paso como deseando dejarse caer, pero el punzón de una saeta en su espalda le obligaba a seguir de pie.
"¿Porqué a mi?"
Además al no saber a donde le llevaban añadía un plus a la incertidumbre que ya implicaba el ser arrastrado a saber ni que lugar con saber ni que propósitos. Se suponía que como shinobi el debería estar preparado para lidiar con esas situaciones, pero no, ahí estaba él siendo juguete de una bola de bandidos, todo por ser demasiado amable con la gente del tren. Quizás si el hubiera sido otra clase de persona, quizás si no le hubiera importado la seguridad de los rehenes el podría haber acabado con los bandidos desde un inicio, pero él no era esa clase de persona.
"No debo dejarme llevar por esto, sé que no todo el tiempo va a ser así, ahora debo concentrarme en sacarnos de este problema"
Cuando por fin llegaron a su destino y la bolsa de tela negra se le fue retirada no le agradó para nada la vista que tenía ante sus ojos, en especial porque al fondo de aquel acantilado no se podría ver más que el oscuro color negro del abismo que rugía con el sonido del viento entre sus paredes. Uno de los matones pateó una piedra y esta cayó perdiéndose y generando preocupación en el espadachín pues no alcanzó a escuchar el sonido de algo chocando con el suelo, dandolé así una idea de la profundidad de aquel accidente geográfico.
"Sería una caída muy larga..."
Ahora los matones les indicaron que se dedicarían a jugar con ellos, pero el Takanashi no alcanzaba a entender porqué lo hacían, decían que no les interesaban, pero aún así los mantenían con vida y eran demasiadas molestias solo para satisfacer un capricho.
—¿Qué podríamos decirles nosotros que fuera de su interés?— Preguntó mientras miraba de reojo el precipicio.
Aquella pregunta inconscientemente iba dirigida a sí mismo, pues no le veía la lógica al asunto. Además ya se había hecho a la idea de que no importaba que dijeran, de una u otra forma iban a tirarlos por el borde y por ende sería mejor ir pensando en una forma de aprender a volar si no quería un reencuentro temprano con el Rikudo Sennin en el más allá.
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—¿Qué podríamos decirles nosotros que fuera de su interés?— Preguntó mientras miraba de reojo el precipicio.
—Ese es el problema con los malnacidos extranjeros: No saben nada de cómo funcionan las cosas sobre las arenas, hay que explicarles cada maldito y evidente detalle.
El de ojos azules bajo de su caballo con prisa, enfadado por las molestias que tendría que tomarse. Comenzó a caminar de manera amenazante hacia donde estaban ambos jóvenes, como si fuera a patearles por preguntar aquello. Era del tipo que detestaba andar conversando y explicando razones, lo suyo eran las cosas sencillas y fáciles de comprender, los insultos y la violencia.
—No te preocupes —dijo el de barba negra, divertido por el arranque de ira de su socio— ,yo les dejare en claro de qué va todo el asunto, ya veras que los convenzo.
El de ojos azules giró la cabeza y escupió a un lado, dejando que la brisa polvorienta se llevara su saliva. Mientras, el otro abandonó su montura y se acercó hacia donde estaban los ninjas, de manera que quedó justo en donde comenzaba la saliente. Los otros bandidos se quedaron a una distancia prudencial; bajaron su guardia y permitieron que sus brazos descansaran al dejar a un lado las ballestas, como si ya no fueran a hacerles falta. Se mantenían observadores, expectantes e incluso… emocionados, pues la experiencia les permitía el presentir que iba a pasar.
—Verán —comenzó antes de que su grupo se impacientara—, este un lugar donde, para nuestra fortuna, la ley escasea. Pero… también tenemos competencia, y conseguir personal capacitado se hace bastante difícil.
»Se ve que ustedes son unos chicos fuertes y sensatos, estoy seguro de que les interesara conservar sus vidas a cambio de unírsenos en una corta asociación de la cual saldrán bastantes beneficiados.
—¿Qué clase de asociación? —preguntó, curioso, y a la vez ofendido.
—Estamos planeado un golpe grande contra una banda rival —sus palabras sonaban un tanto amargas, como si estuviera comiéndose su orgullo—, pero esos bastardos están bien protegidos, por lo que necesitamos un par de manos hábiles para lidiar con el asunto. Si todo sale bien, ustedes también obtendrán una buena cantidad de “pasta”.
—Básicamente, es eso que dijo: Nos colaboran, conservan sus vidas, se hacen ricos y ayudan a reducir la criminalidad de la región.
»¿Qué dicen, muchachones? —al ver las emociones en sus rostros, sus labios formaron una larga y cruel sonrisa burlona—. Sin presiones, chicos, solo ignoren el oscuro abismo sin fondo que ruge a sus espaldas.
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La respuesta dada le hizo enarcar una ceja, no tenía intención de ocultar su incredulidad.
"¿Este tipo está hablando en serio?, ¿de verdad espera que nosotros cooperemos con él?"
Es cierto que existen ninjas corruptos como su compatriota Datsue por ejemplo, pero Tatsuya no era de esa clase de persona. Además aunque lo fuera en verdad habría que estar tonto para aceptar aquella oferta después de lo ocurrido con el botones. Sin embargo en esos momentos se encontraba acorralado, ladeó levemente la cabeza para observar a su compañero tratando de descifrar lo que estuviera pensando y luego volteó a ver al matón.
—A ver, supongamos que aceptamos el trato. ¿Luego qué?, ¿nos traicionarás por la espalda igual que a tu otro socio?— Se cruzó de brazos, tratando de dejar en claro su postura —¿Que garantía tenemos nosotros de que cumplirás?
De una u otra forma las cosas iban a terminar mal. Tampoco tenía la más mínima intención de cumplir con el trato, pero en esos momentos solo necesitaba aparentarlo, seguirles el juego hasta que él y su compañero lograsen encontrar una alternativa para safarse de todo ese embrollo. Si bien fingir no se le daba bien, debía convencerlos de que estaría de su lado. No sabía cual sería la reacción del Ishimura, pero de seguro el peliblanco no estaría dispuesto a platicar aquello en el fondo del precipicio.
—¿Y bien?— Exigió con una rudeza forzada.
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—¿Y bien?— Exigió con una rudeza forzada.
—Para que lo entiendas —dijo, con un tono similar al que se usa con los niños problemáticos—, en esta región las cosas funcionan de manera un poco distinta: No hay tal cosa como garantías, pues solo nos regimos por la ley del más fuerte, si quieres conservar la vida debes tener la suficiente habilidad como para evadir la muerte.
Aquel sujeto hablaba con una naturalidad que helaba la sangre. De verdad no creía en cosas como el bien o el mal, solo creía en que el fuerte hace lo que quiere con el débil, solo por estar un escalón más arriba. Ser fuerte te aseguraba una posición relativamente segura, hasta que te toparas con alguien mejor. El par de bandidos veteranos se había encontrado con dos chicos tan fuertes como ellos, y antes de enfrentarlos preferían el tenerlos de su lado y sacarles provecho. Aunque… aunque supieran que estaban poniendo en riesgo sus cuellos, pero de eso se trataba su vida criminal: jugarse la vida a diario y vivir tomado de la mano con el peligro.
—En esta vida… si eres fuerte vives, si eres débil mueres. —El de barba blanca les dirigió una mirada llena de dureza, la mirada de un hombre que ha sobrevivido a base cometer actos sanguinario—. Siempre ha sido así, y siempre lo será.
El joven de blanca cabellera pudo sentir como un fuego comenzaba a circular por sus venas, amenazando con quemar su corazón. Su mente colaboraba con su voluntad para tratar de mantener sus pensamientos en fría serenidad: una voz le susurraba que mantuviera la calma y sopesara sus opciones, pero otra le gritaba que hiciera lo que mejor sabía hacer con la gente como aquella.
Al final, el joven prorrumpió en una carcajada apagada e inquietante.
—No importa cuántas veces me hagan propuestas como la de ahora, mi respuestas siempre será la misma —aseguro, mientras que, peinaba hacia atrás su cabello desordenado y humedo.
—Viendo que sigues con vida, imagino que tu respuesta vendrá acompañada de un sí. —El tono calmado del espadachín podía resultar bastante engañoso.
—De hecho… —clavó su gris y afilada mirada sobre los líderes de la banda—. Es algo más como “matarlos a todos y cada uno”.
Por un instante, ambos bandidos pudieron apreciar en aquellas grises gemas a una persona tan cruel, despiadada e indolente como ellos. Aquello les permitió anticipar el movimiento del espadachín, quien en un segundo había desenvainado su espada y comenzado a moverse, con intención de matar a cuanto villano pudiese. El criminal de barba negra colocó una mano en el suelo y, un instante antes de que el filo de una katana gris alcanzara su cuello, se activó una especie de sello a los pies de ambos jóvenes.
El Ishimura se retorció, la saliente fue impactada por una corriente eléctrica inmensamente fuerte. Ambos chicos fueron golpeados por la descarga, arrojándolos contra el suelo en una tormenta de pequeñas volutas de humo y espasmo remanentes.
—¡Desgraciados! —balbuceo Kazuma, mientras uno de los sujetos se acercó a él y comenzaba a despojarlo de sus pertenencias: sus armas, su preciado reloj de bolsillo e incluso de Bohimei.
El muchacho se hubiera defendido de haber podido, pero sentía como si el dios del trueno hubiese utilizado su pecho como taiko. Y parecía que su compañero se encontraba en la misma situación, pues tampoco lograba oponer resistencia a los bandidos que lo estaban desvalijando.
Luego de unos diez angustiosos minutos; donde el solo hecho de mantenerse respirando resultaba un esfuerzo agotador, el joven espadachín logró ponerse de pie. Su cabello estaba erizado y con las puntas quemadas, al igual que gran parte de su vestimenta. Su piel estaba enrojecida, por el sudor vaporizado en un instante, y sus piernas aún yacían temblorosas y debiles. Pero su mirada… la intensidad de su mirada no menguó.
—Es tu última oportunidad, muchacho, dime, ¿aceptas o no? —gruño el de orbes color cielo.
—Como cierto es que la muerte es inevitable, seguro es que me veras convertido en un fantasma gris que ha de reclamar tu vida.
—Claro que no, maldito imbécil —mostró una amplia sonrisa de superioridad y luego le asestó un potente puñetazo al joven que tenía enfrente—, porque no podrás matar a nadie una vez que estés muerto.
Sin más, Kazuma salió despedido, precipitándose hacia la insondable oscuridad de aquel abismo.
—Y tú, ¿te unes a nosotros aquí arriba o él allá abajo? —preguntó a un Takanashi que recién se estaría recuperando de la descarga que casi lo había freído en vida.
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--Heh...— Hizo una mueca que se hacía pasar por sonrisa.
Por alguna extraña razón la respuesta de aquellos hombres no le sorprendía en lo más mínimo, quizás porque hasta cierto punto era algo que había escuchado en algún otro lado, con otras palabras.
"La ley del más fuerte... Al final de cuentas es igual al discursito que se nos enseña en la academia ninja, el no tener piedad de un posible enemigo, el hacer lo necesario para salir adelante. Es lo mismo pero con palabras más dulces para darle un toque más romántico, la diferencia radica en que ellos lo hacen porque quieren y nosotros porque nos lo mandan. Ironías. Pero mejor dejo de filosofar y me concentro en el asunto."
Sin embrago, contrario a todas sus expectativas la reacción del Ishimura no fue lo que él esperaba. Aquella risotada puso nervioso al de la capa negra, pues aquella expresión denotaba una sentimiento que no podía distinguir a ciencia cierta que era hasta que vió como su camarada desenfundaba el arma.
—¡Kazuma-san espe... AHHHGGG!— Trató de detener a su compañero, pero en ese momento una fuerte descarga recorrió todos y cada uno de sus músculos, provocándole un espasmo que le tiró al suelo.
No había ni terminado de recuperarse cuando sintió como era despojado de sus pertenencias, incluyendo la más importante de todas: su preciosa espada.
—KISAMA, ¡Regrésala ahora mismo antes de que te rompa la jeta!— Amenazó en vano, pues la verdad no podía mover ni un dedo.
Estando ya desarmados uno de los jefazos nuevamente les "ofreció" ser parte del trato, pero el Ishimura se adelantó a darle nuevamente la negativa al sujeto, demostrando así que no se doblegaría ante la voluntad de nadie. Al escuchar la respuesta del genin de Uzushio el bandido terminó por cumplir su amenaza de lanzarlo al abismo con un solo golpe.
—KAH-ZUU... ¡MA!— Gritó de forma ahogada al ver a su gran amigo caer a su muerte segura.
No le prestó la más mínima atención al ofrecimiento del de la barba blanca. Estando desarmado es cuando se muestra más agresivo, aunque sea sólo como un cachorro sin colmillos. Ni en esta vida ni en la otra, iba a pasar por alto lo que acababa de ver ante sí, ya no le importaba nada de sus estratagemas, la ira ofuscaba todo y lo único que deseaba era golpear las de por sí ya mallugadas caras del par de matones.
—Kisama— Apretó los puños con la poca fuerza que tenía —¿¡Y si mejor te arranco los dientes para ver si sigues sonriendo tan alegre!?, hijo de puta.
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— Kisama— Apretó los puños con la poca fuerza que tenía — ¿¡Y si mejor te arranco los dientes para ver si sigues sonriendo tan alegre!?, hijo de puta.
— Qué cambio tan radical —aseguró el de ojos color tierra, dejando escapar un largo silbido—. Bueno, ya suponía que no tendrías el mejor ánimo para negociar luego de mandar a volar a tu amiguito.
— Da igual, ninguna de estas basuras nos sirve, solo vinimos a perder el maldito tiempo —gruñó el de ojos color cielo.
Con paso firme se acercó hasta donde yacía el Takanashi, que aun lucia bastante aturdido por la descarga reciente. Le miro con un aire despectivo y lleno de desprecio, como si estuviera viendo a un perro moribundo. El que había activado aquella trampa también se acercó, curioso sobre lo que iba a hacer su compañero. El tiempo parecía pasar más lento, de hecho parecían estar esperando escuchar algún grito proveniente desde la oscuridad del vacío, pero solo les llegó el rugir del viento que golpeaba contra la roca. Al final, aquel de piel tostada se limitó a proporcionarle a su víctima una patada justo en el estómago, de manera que saliera volando a reunirse con su camarada.
— ¡Dale mis saludos a Kuromibojin cuando le veas! —gritó, mientras el pelinegro desaparecía en las fauces de la muerte.
***
Lo último que había podido percibir Kazuma, antes de perder el conocimiento, fue un cielo azul casi infinito y aquel brillante sol que parecía estar huyendo de él. También sintió como la temperatura disminuía a medida que una fuerte corriente de viento golpeaba contra su espalda, a la vez que todo se iba tornando más y más oscuro.
« Es extraño, surrealista, casi como un sueño» Le extrañaba que en aquel momento la muerte misma fuera lo que menos le preocupaba. « Quizás es porque ya morí una vez, quizás es verdad que los miedos se pierden cuando se muere…» Con aquella última reflexión, perdió la conciencia.
***
Una fuerte sacudida hizo que despertara. Instintivamente trató de levantarse, pero una fuerza invisible le hizo imposible el siquiera moverse. Comenzó a abrir los ojos pero todo estaba oscuro y frío. A su alrededor se podía escuchar un viento de carácter casi fantasmal y tormentoso. Comenzó a ver mejor, y en el espacio frente a él divisó una gran cantidad de partículas que flotaban a la deriva mientras emitían un brillo de color verde espectral. Sintió un pequeño escalofrío al imaginar donde estaba, trato de forcejear para levantarse pero al no conseguir resultado se quedó abatidamente inerte en aquel suelo húmedo, pegajoso y de sensación casi etérea.
« Parece que he muerto y mi alma ha sido arrastrada hacia Yominokuni» Se refería a aquel lugar donde a los fallecidos les esperaba una existencia gris y oscura en la perpetuidad inalterable del reino que se localiza bajo tierra. « Aunque… no es como cuando me mató aquella explosión, esta vez el cuerpo aun me duele y parece que conservo todos mis sentidos, pero nada de mi chakra»
Por su mente pasaban preguntas sobre qué pasaría a continuación: sobre sí solo debía quedarse allí tirado por toda la eternidad, sobre si debería levantarse e ir a conocer a Izanami No Mikoto en persona, la mismísima creadora de la muerte humana… O sobre qué pasaría con Bohimei ahora que ya no podría estar con ella y ahora que el ultimo Ishimura había muerto.
De pronto sintió un leve movimiento en la superficie, giró su cabeza a un lado, y allí lo vio: Era Tatsuya, y estaba tirado a unos diez metros de él « ¿Quién diría que a Tatsuya también lo mandarían al inframundo? —pensó, con su habitual calma—. Es decir, no creo que sea de los que alguna vez ha matado a alguien o de los que ha vivido en el deshonor… Digo esperaría que mandaran a alguien como… al amargado y estirado de Nabi, pero no esperaba ver a alguien tan buena gente como Juro…»
Por un momento sus pensamientos se detuvieron, le parecía extraño el que pudiera verlo en medio de aquella oscuridad, pero el suelo emitía un fuerte brillo color verde, y la luz se expandía en forma de líneas que trazaban un amplio diseño octogonal.
— Ey, Tatsuya —le gritó en cuanto vio que se movía—, el inframundo es un pañuelo, ¿no te parece?
En el aire, sobre todo cerca de donde estaba el de ojos dispares, se podía percibir un hedor carne descompuesta, el típico olor de la muerte.
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De nada le sirvió vociferar y gritar improperios, no eran nada más que unos insultos desesperados. Haciendo caso omiso de la vana amenaza, el hombre decidió ayudarle en su descenso a la perdición con una fuerte patada en el abdomen, mas dolorosa que cualquier puñalada que hubiera recibida antes. Cayendo así al abismo, sin tener mayor fuerza para oponerse a ello, frustrado y...
"No..."
¿De verdad ese era el final?, ¿de verdad el segundo fin de sus días sería a manos de unas ratas del desierto?. Tenía los ojos entrecerrados a causa del dolor, pero aún con la vista borrosa pudo ver el rostro de su verdugo alejándose cada vez más y más mientras poco a poco la oscuridad y el viento le iba rodeando. Se negaba a creerlo, simplemente no podía aceptar que las cosas terminaran de esa manera, pero tampoco podía hacer nada para evitarlo.
"No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no... ¡NO!"
Cerró los ojos mientras caía, quiso llorar, no de miedo sino de frustración, pero ninguna lágrima salió. Simplemente, todo se volvió negro.
…
Cuando abrió los ojos de nuevo no sabía donde estaba, pero una vez más el dolor le invadió, lo cual le hizo dudar que estaba muerto en verdad. El lugar apenas si era alumbrado por unas pequeñas chispas de color verde, y en el suelo había también unos extraños tallados. Estando ahí sin siquiera poder levantarse, la voz del Ishimura llegó a sus oídos inquiriéndole sobre la situación del más allá.
—No jodas— Ni muerto se le iba a quitar el malhumor que había agarrado previamente.
Aquel carácter era una cara que normalmente se mantiene reprimida por la vieja maña de la espada, pero estando sin ella el estrés se acumulaba rápidamente. Intentó darse la vuelta, quedando de cara al piso y luego con los brazos trató de incorporarse para luego sentarse, más la pesadez y la extraña sustancia no le dejaron ponerse de pie. La rabia le hizo querer golpear el suelo con el puño, estaba en un estado de negación que sumado al enojo no le dejaba pensar con claridad.
—Ni de puta broma puedo aceptar esto— No podía, había hecho un juramento que tenía que cumplir —¡AAAHHHHGGGGGGG!— De no ser por la falta de energías ya hubiera armado un destrozo.
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—…y es por ello que siento miedo de separarme de ella, pues cuando lo hago es como sí todas mis frustraciones y mi ira me dominaran, aquellas que me guardé en lo profundo salen y me hacen una persona diferente al yo que has visto hasta ahora —había dicho hace tiempo el joven de ojos dispares.
«Ya veo… —inquirió, sereno, mientras escuchaba a su compañero—. Con que esa es la forma en la que se comporta cuando no tiene su ninjato cerca»
El peliblanco se removió en el sitio donde estaba y comenzó a notar algo extraño: el suelo se agitaba junto con sus movimientos, como si fuera una superficie gelatinosa que producía un curioso sonido de tensión y extensión. Quizás fuera que comenzaba a recuperar la lucidez, pero recién notaba que había mucho polvo a su alrededor. Giró la cabeza y miró a un costado, notando que sus alrededores estaban cubiertos por aquellas partículas de color ocre y textura áspera… Era el mismo polvo del desierto. «Si… Es posible que no estemos muerto, pero no es posible que sobreviviésemos a la caída, ¿no?» Ahora también comenzaba a recobrar parte de su fuerza, la que había perdido a causa de los incontrolables espasmos que atacaron a todos sus músculos. Consiguió despegarse lo suficiente como para reclinarse y echar un vistazo a su alrededor. Todo seguía siendo oscuro y extraño, y aquella luz, la de la superficie y la de las partículas flotantes, comenzaban a inquietarle cada vez más.
—Tengo que levantarme y averiguar cómo salir de aquí —se dijo con firmeza a sí mismo—, si es que realmente no estoy muerto.
Suponía que estando muerto, no perdía nada con intentarlo.
Con mucho esfuerzo, reunió un poco de chakra en la punta de sus dedos, y con la técnica del sello del tallado de dedos comenzó a quemar la sustancia que lo mantenía aprisionado en el suelo. «Esa descarga tenía algo raro, siento que prácticamente no me queda chakra», pensó, luego de tener que pararse debido a la falta de aliento que le provocaba el ejecutar un jutsu tan sencillo. Finalmente, logró liberarse y quedar de pie y a la altura suficiente como para poder observar mejor aquello que le rodeaba.
Lo que vio lo dejo tanto perplejo como preocupado.
—Por todos los dioses y formas de la muerte… —exclamó, con su usual voz calmada, pero con un tono un tanto preocupante.
»Ey, Tatsuya, tengo una buena y una mala noticia, ¿Cuál quieres escuchar primero?
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No podía estar muerto, no. Todo era demasiado real en aquel sitio como para creer que estaba en el más allá, incluso ese mismo olor a muerte y putrefacción irónicamente le indicaba que aún estaba con vida. Sin embargo no era por eso que se negaba a creerlo, sino por su propio juramento de no morir arrepintiéndose de algo. Debía salir de ahí, no importaba si fuese mortal o ser infernal, golpearía a quién sea que fuera necesario.
Fue en esos momentos, cuando su compañero pareció alertarse de algo y quiso rápidamente comunicárselo.
—Por todos los dioses y formas de la muerte… —exclamó, con su usual voz calmada, pero con un tono un tanto preocupante.
»Ey, Tatsuya, tengo una buena y una mala noticia, ¿Cuál quieres escuchar primero?
Tatsuya no se movió de su sitio, pero si desvió una mirada con mucho enojo hacia el Ishimura. En aquellos momentos aquella actitud tan calmada ante toda la situación le resultaba fastidiosa, más de lo normal. Pudieron haber salido sin mayor complicación de haberles seguido el juego a los matones, pero no, Kazuma eligió hacesce el cabrito y por eso estaban como estaban.
—Déjate de rodeos y habla de una vez— Exigió.
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—Déjate de rodeos y habla de una vez— Exigió.
—Vale —dijo, volviendo a sentarse debido a la fatiga—, supondré que quieres la buena primero.
El de blancos cabellos siempre había sido de los que creen que es mejor el dar primero las buenas noticias, de manera que estas amortigüasen la caída de las malas. Aunque, dada la situación extraña en la que se encontraban, puede que las buenas nuevas no fueran suficiente como para aliviarles a ambos el peso del peligro que corrían.
—La buena noticia es que aun seguimos con vida, creo —dijo, mientras abría y cerraba sus dedos, como cerciorándose de que estaba despierto—. La mala es… —le resultaba un poco difícil el hallar la manera adecuada de decir aquello—. La mala noticia es que estamos atrapados en una especie de trampa pegajosa o algo por estilo.
En el momento en que se levantó, pudo ver como a unos cuantos metros de él se encontraban pequeños montones de lo que eran, con toda seguridad, restos humanos a medio carroñar y aun en estado de descomposición. Además de que, al cambiar la forma en la que apoyaba su peso, se dio cuenta de que el suelo era una especie de tela flexible y pegostosa.
«No estoy seguro de en qué clase de trampa hemos caído... Pero si no nos vamos pronto, terminaremos uniendonos a aquella colección de osamentas»
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"¿Tanto suspenso sólo para decirme eso?"
Le parecía una completa estupidez hacer tanta pausa para resaltar algo tan obvio, si bien hace unos segundos ni siquiera sabía ese dato de igual forma le importaba una mierda. Aquello no cambiaba nada, simplemente quería salir de ahí lo más rápido posible para recuperar su arma, pero las fuerzas no le daban. aquella sustancia pegajosa parecía formar hilos entretejidos por toda la superficie, además que envolver parte de las osamentas que ahí se encontraban.
—No me interesa si es una trampa o no, yo me largo— Dijo mientras se erguía con mucho esfuerzo.
Que Kazuma hiciera lo que quisiera, el de la capa negra no iba a pararse a pensar en nada, ni siquiera en la dirección que debía tomar.
La falta de fuerzas no sólo era a nivel físico, la ausencia de chakra era notable aunque trataba de no prestarle atención. Intentó caminar, pero cada paso que daba se volvía tedioso debido a que las suelas de sus sandalias se quedaban adheridas al suelo. Aquel reciento se le antojaba como una especie de cueva, pero no lograba entender como demonios terminaron ahí tras la caída. Intentaba avanzar, pero al final terminó echándose de rodillas.
—¡Ahhggrr!
De repente algo le hizo sentirse en alerta, la extraña tela que cubría la superficie se movió, como si algo o alguien estuviese tirando de ella. Un escalofrió recorrió su espalda, acompañado por una gota de sudor frío que resbaló por su frente. Pronto unas luces parecieron surgir de entre la tenebrosa oscuridad, ocho luces para ser exactos, y fue ahí cuando el Takanashi pudo dilucidar de que clase de trampa se trataba.
—Me lleva el demonio...— Dijo en voz alta ante la aparición en escena de un arácnido personaje.
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