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—Me lleva el demonio...— Dijo en voz alta ante la aparición en escena de un arácnido personaje.
—Sí… —respondió, con algo de tensión en la voz—, bien podrías decir que se trata de un demonio.
Kazuma había escuchado hablar sobre aquello de que en el desierto hay arañas enormes, muchas de las cuales construyen sus redes en las grietas o en el espacio oscuro que hay entre las rocas. En detalle, eran criaturas tan veloces que eran apodadas “escorpiones de viento”, y con colmillos que podrían llegar a medir hasta un tercio de la longitud de su cuerpo, tan fuertes que no necesitaban un gramo de veneno. Por otra parte, había leído acerca de unos gusanos que yacían en cierta cueva de cierta nación lejana. Aquella gruta era famosa por la peculiaridad de poseer una especie de gusano luminoso que cubría las paredes y el techo de dicho lugar. Estas criaturas utilizan una especie hilo brillante y mucoso para atraer, como si estuvieran pescando, a sus presas y luego devorarlas.
Si, el Ishimura había escuchado y leído sobre cosas muy extraña, pero jamás se hubiese podido imaginar que existía criatura tal como la que se acercaba lentamente hacia ellos.
«Puede que no estemos en el reino de los muertos, pero esta criatura debió provenir de allí sin duda»
En principio parecía ser solo una araña gigante, pues lo primero en divisarse fueron ocho largas patas cuyas puntas brillaban intensamente. Pero luego comenzó a arrastrar su cuerpo, una especie de masa gelatinosa y traslúcida de la cual emanaba aquella pegajosa sustancia verde que resplandecía con una luz espectral, y cuyo peso le impedía hacer algo más que deslizarse en su propia mucosa. Se podía distinguir una protuberancia que parecía ser la cabeza, solo porque allí había ocho esferas negras que contrastaban con el brillo de fondo. La criatura disipaba las sombras a su paso, dejando ver que estaban rodeados por paredes de roca calcárea y docenas de despojos humanos que parecían tener décadas, sino es que siglos, de antigüedad.
—¡Tatsuya, hay que salir de aquí! —Sabía que aquello era obvio, pero también era consciente de que su amigo aún estaba atrapado.
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—¡Dime algo que no sepa carajo!— La pregunta era como podría escaparse de la trampa.
No estaba completamente inmovilizado, de hecho podía mover sus extremidades, pero el cansancio sumado a lo pegajoso de la telaraña le limitaba en demasía su movilidad. El colmo era que sin sus herramientas ninja a la mano no disponía de algo para cortar la trampa, aunque las tuviera no tenía pensado enfrentarse a aquella criatura en el estado en el que se encontraba. Estaba dominado por el puro instinto de escapar y nada más.
"MIERDA, MIERDA, MIERDA"
En su rostro se dibujaba una expresión de desesperación y horror puro, adornado de un sudor frío por el esfuerzo realizado. La bestia de aspecto fluorescente podía sentir el jaloneo de su presa al tratar de liberarse, lo cual le hizo abalanzarse sobre él con aquellos dos prominentes colmillos.
—Oh no, ¡claro que no!
En un acto de reflejo por defenderse, tomó un hueso que otrora fuera el fémur de alguien que tuvo la misma desdicha de caer en ese infierno en vida, pero el Takanashi no tenía la intención de terminar igual. Así que empuñando su improvisada arma logró apenas bloquear las fauces de la araña, pero el hueso en ese momento se agrietó, quizás por la antigüedad del mismo y por ende no tardaría en romperse.
—¡Haz algo!— Aquello parecía más una orden que una súplica de ayuda.
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—¡Haz algo!— Aquello parecía más una orden que una súplica de ayuda.
«Pero estoy desarmado y casi no tengo chakra, ¿Qué podría hacer?», pensó, azorado por la situación presente.
El mismo no sabría decir porqué, pero durante un instante se acordó de aquella ocasión en que él y Datsue se vieron envueltos en una situación similar, donde no había oportunidad de ganar. «¿Qué haría Datsue?», se preguntó, aunque bien sabía la respuesta: el Uchiha sin duda escaparía por su cuenta y sin molestarse en mirar hacia atrás y ver a quienes estaba abandonando. Kazuma no le guardaba rencores por aquello, pero ciertamente le parecía algo de lo más vergonzoso, una pena ajena. Y pese a esa forma de pensar, la situación le decía que sería difícil, sino es que imposible, el liberar a al Takanashi.
«Debe haber algo que pueda hacer», se dijo mientras trataba de controlar su respiración y su ritmo cardiaco «Enfrentar a esa cosa, en este estado, está fuera de discusión... Tratar de elaborar un plan con Tatsuya, que está siendo dominado por su estrés, es mala idea… Claro, tampoco puedo ni pienso abandonarlo. ¡Demonios!»
Se golpeó las piernas y de pronto sintió algo en el bolsillo; al parecer era su makimono. Entonces entendió que con tanta prisa, los ignorantes esbirros de aquellos dos matones no se dieron cuenta de que era, o posiblemente ni siquiera notaron que estaba allí. De haber sido una persona un poco más religiosa, hubiese mirado al cielo y agradecido a la providencia… Pero no lo era, y en aquel sitio, similar a como debía de ser el mundo de los muertos, no había cielo, y tampoco había dioses a los cuales rezar. Si, las costumbres de su familia dictaban que debía rezar a los dioses de la muerte para que su final fuera el adecuado, pero el joven Ishimura no estaba dispuesto a fallecer en una situación tan indigna.
—Aguanta ahí, Tatsuya. —Como pudo, el joven comenzó a correr y a saltar hacia donde estaban el arácnido y su victima.
Desconcertada por ser la primera vez en que una presa corría hacia ella y no al contrario, la criatura retrocedió unos cuantos metros mientras dejaba escapar un siseo húmedo. Kazuma aprovechó la abertura para interponerse entre su, extrañamente enojado, amigo y aquella araña babosa y luminiscente.
«Espero que esto funcione», pensó mientras se preparaba para lo que iba a hacer.
Abrió el pergamino que portaba como si fuera una especie de banderín de salvación, pero la araña-gusano ni se inmuto. De hecho, al no percibir peligro aquel monstruo comenzó acercarse de nuevo hacia ellos. «¡Ippan no Fūinjutsu!», gritó mentalmente. Arrojó el trozo de papel justo delante de él, y del mismo comenzó a emanar gran cantidad de ascuas y calor. Cayo tembloroso ante el gasto de chakra, ahora buscando socorrer a su compañero. En principio, el plan era usar aquel fuego que tenía sellado a manera de fogata, en caso de que hiciese falta, pero ahora era la antorcha que les permitiría escapar de aquel inframundo… O, puede que fuesen las llamas del averno que quemarían sus cuerpos, pues la sustancia de la que estaba hecha la red, y de la que estaba cubierta la criatura, resultaba ser extremadamente inflamable. Rápidamente, la pequeña llama se convirtió en una enorme hoguera que amenazaba con matar tanto al cazador como a los cazados.
«Salir de la sartén para caer al fuego», recordó aquel refrán, mientras luchaba para no desmayarse mientras liberaba al Takanashi de la pegajosa seda que lo aprisionaba.
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"No me refería a esto"
Oscuridad misteriosa, una mortal trampa, el olor a muerte, una bestia monstruosa. ¿Qué faltaba para complementar aquella escena del abismo?... Fuego, y gracias a la brillante idea del Ishimura aquella madriguera terminó convirtiéndose en una verdadera representación del infierno que amenazaba con calcinarlos vivos.
—¡¿Pero que has hecho!?, ¡¿quieres rostizarnos!?— Se quejó mientras era ayudado a liberarse.
No había mucho lugar a donde huir, todo el sitio estaba cubierto por las ahora telas en llamas. Pero el depredador tuvo que entrar por algún lado, algún hueco entre las piedras. El calor rápidamente se hacía insoportable y de pronto hasta su propia capa se prendió en llamas. En cuanto vio como parte de su capa empezaba a incendiarse decidió despojarse de ella a toda velocidad, arrojándola cerca de donde estaba la bestia, la cual alzó sus patas de manera amenazante. Sin embargo la seda inflamable hizo lo suyo; la fiera se había encendido, literalmente.
—Por las cejas de Yubiwa...
Empezó a zangolotearse presa del fuego, pero eso no los libraba a ellos del mismo destino. Pero aún había una oportunidad, el fuego quemó parte de la telaraña, dejando a la vista un gran pasadizo, el problema radicaba en que la araña gigante en llamas que tenían enfrente estaba obstaculizando el paso, peor aún, entre tantos retorcijones bien podría terminar aplastando a ambos.
"Puta vida
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—¡¿Pero qué has hecho!?, ¡¿quieres rostizarnos!?— Se quejó mientras era ayudado a liberarse.
—Ya se, ya se —respondió, aceptando que su idea no había funcionado como debía—. Al menos no puede ponerse peor.
El aseguraba aquello, pero lo cierto es que tenía un poco de razón, aunque jamás hay que tentar a la fortuna de esa manera tan temeraria e imprudente. Las llamas comenzaban a ganar fuerza, y mientras devoraban la sustancia viscosa se iban tornando de un color verde espectral, cuales fuegos del inframundo. El Ishimura casi terminaba de liberar a su compañero, pero el humo y el gasto de chakra lo tenían al borde del desmayo.
—Por las cejas de Yubiwa... —grito, al ser testigo de cómo la bestia era envuelta por las llamas.
—Lo sé —dijo, preocupado por lo sucedido—. Todo esto es tan horrible como sus extrañas cejas.
El fulgor de las llamas reveló una especie de agujero en la roca, una especie de entrada o salida, según la necesidad. Un leve rayo de esperanza alcanzó a los muchachos, pero fue opacado cuando la criatura, en su desesperación, se interpuso entre ellos y su, posible y única, vía de escape. «Aún podemos hacer algo, estamos bien», pensó, mientras el infierno se manifestaba a su alrededor. Pero justo en ese entonces, todo comenzó a temblar y una lluvia rocas de todos los tamaños comenzó a caer sobre ambos. La extensa telaraña no solo servía de trampa, sino de armazón de la madriguera, al comenzar a ceder, las rocas que sostenía comenzaron a precipitarse, como si quisieran demostrar al Ishimura que, efectivamente, las cosas podían empeorar, y mucho.
—¡Es nuestra oportunidad! —gritó el joven de cabellos blancos cuando una roca golpeó a la araña babosa e hizo que se tambaleara a un lado, dejando el camino despejado.
Caminó como pudo, entre corriendo y tropezando, a aquella especie de cueva. Resultaba ser una especie de pasadizo circular y resbaloso, que indiscutiblemente se dirigía hacia abajo.
La indecisión lo carcomía, y las llamas de esmeralda parecían indispuestas a esperar. Sin más remedio se introdujo en la grieta, cayendo por lo que parecía ser una resbaladilla interminable. No sabía hacia dónde le llevaría, pero estaba seguro que cuando menos le alejaría del infierno que con el que se había topado. Trato de frenar utilizando chakra en sus manos y pies, pero iba muy rápido y la superficie era demasiado resbalosa. Lo unico que consiguio fue quemar el poco chakra que le restaba, quedando irremediablemente inconsciente.
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—Mejor cierra la boca y no llames a la mal... Espera, ¿qué dijiste de las cejas de Kawakage-sama?— Lo de que sus vidas estuvieran corriendo peligro pasó a segundo plano en cuanto escuchó a lo que sus oídos era una ofensa en contra de aquellos míticos pelos que adornaban el rostro del jefe de Takigakure.
El de Uzushio en ese momento les indicó que debían huir del sitio que ahora empezaba a caerse a pedazos.
"Lo que nos faltaba"
A saltos y trompicones el Takanashi burló a la araña que amenazaba con condenarlos dentro de una tumba de piedras ardientes, siguiéndole el paso al de cabellera albina se adentró en aquel misterioso tobogán rocoso y se deslizó por el mismo tratando de no pensar en que habría al final. Ya había visto que hablar de la mala suerte la atraía, pero aún así al ir de bajada no parecía ser la dirección correcta a tomar. Descendió por la extrañamente resbalosa superficie del pasadizo a una velocidad constante, pero además pudo percatarse que algo no andaba bien con el Ishimura.
—Oeh Kazuma, oeh, ¡OEH! ¡No te duermas que aún tengo que golpearte por esto!
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Para cuando el Ishimura despertó, se encontraba en otro lugar, un sitio iluminado por una tenue y trémula luz de un color verde espectral. La pared más cercana a él se encontraba salpicada por pequeñas telarañas fluorescentes que hacían las veces de pequeñas farolas. «Deben de ser de la misma especie que la vi antes», pensó mientras se incorporaba con dificultad. Pasaron unos segundos hasta que comenzó a buscar a su amigo con la mirada. Pese a lo oscuro que estaba, encontró a Tatsuya bastante cerca de él, todavía enojado y estresado.
—Parece que estamos en el fondo del abismo —dijo, mientras giraba su cabeza tratando de comprobar que se encontraba en dicho lugar—. Me siento agotado. Dime, ¿También has perdido tu chakra?
Estaba seguro de aquella descarga había tenido algo extraño, pues ya había sido electrocutado antes, durante aquella pelea contra Anzu, y sabía que una técnica normal de raiton no era capaz de extraer casi todo el chakra de una persona, además de impedir la recuperación del mismo. Se le hizo obvio que todo era algo preparado para funcionar tal como lo hizo.
«Ya entiendo: Seguramente esa trampa está hecha especialmente para incapacitar a usuarios de chakra. Luego, ellos arrojan a los sujetos indefensos para alimentar a aquel monstruo que nos recibió. Si bien es probable que solo sea algo temporal... ¿Cuánto durarán los efectos?»
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18/11/2016, 18:09
(Última modificación: 18/11/2016, 18:17 por King Roga.)
Más abajo fueron recibidos nuevamente por una capa de telaraña y la misma luz verdecina, la guarida de aquel animal probablemente ocupaba toda la caverna, aunque por suerte ya no tendrían que preocuparse de ser su almuerzo. Tenían la suerte además que aquella acolchonada maraña les sirviera de cojinete para amortiguar la caída, pero de todos modos resultaba fastidioso el quitarse los pegajosos hilos. Tatsuya estaba hasta la madre de ese lugar, además que le incomodaba enormemente la herida que tenía en el omóplato cortesía de aquellas senbons.
Al final aquella luz no era una salida, al contrario; ahora estaban mucho más profundo que al inicio. Aunque d e todas formas no había más lugar a donde ir.
El Ishimura estaba inconsciente y el Takanashi no hallaba la manera de despertarlo, caminó en círculos alrededor de el y al final se tumbó cerca de una pared, justo antes de que el peliblanco despertase.
"Al fin..."
El de ojos dispares hizo caso omiso a la pregunta de su compañero, no porque no lo escuchara sino porque no le interesaba, ya tenía otros planes. Se levantó de mala gana, dando pasos pesados hacia donde estaba su compañero mientras esbozaba una sonrisa retorcida. Se tumbó de rodillas, quedando a la misma altura que el Uzushiogakureño al cual tomó de sus ropas con ambas manos y con la poca fuerza que tenía empezó a sacudirlo mientras vociferaba mostrando una mirada de desesperación.
—¡¡¡¡¡¡TODO ESTO ES UN DESASTRE!!!!!! ¡Desde un principio podíamos haberles seguido la corriente a los matones igual que yo!, pero ahhhh ¡el señorito quería pelear!... Y luego tan calmado como sí nada aunque estuviéramos atrapados en la trampa de una araña gigante ¿¡Me quieres volver loco!?, porque si es así ESTAS HACIENDO UN TRABAJO ESTUPEEENDOOO ♪♫♪... Casi nos vuelves una barbacoa y ahora que estamos hundidos en la miseria no se te ocurre mejor cosa que preguntar insensateces. No sabemos cómo salir de aquí, NI SIQUIERA SABEMOS SI EXISTE UNA SALIDA.
Levantó el puño con rabia y estaba a punto de querer golpear en la cara al peliblanco, pero en ese momento su mano que aún sujetaba sus prendas dejó de apretar poco a poco, sus fuerzas desfallecían y cayó de cara al suelo, exhausto. Fue ahí cuando la rabia se torna en frustración, y la frustración en llanto. Trató de incorporarse, pero estaba demasiado cansado.
—No sé que hacer...— Dijo sollozando.
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Antes de responder cualquier pregunta, el de ojos dispares sujeto a su compañero por el cuello de la camisa y comenzó a zarandearlo mientras le recriminaba por una lista de quejas que parecía interminable. Kazuma abordó la posibilidad de interrumpirlo en algún momento, pero las cosas que decía le sonaban como algo bastante cierto. Lo único que pudo hacer fue quedarse en silencio mientras miraba apaciblemente a un muy enojado Tatsuya.
—No sé qué hacer...— Dijo sollozando.
Kazuma se limitó a subir los hombros en una simple señal de incomprensión. No podía entender del todo la crisis por la que estaba pasando el pelinegro, pero era consciente de que probablemente no se le pasaría en un buen rato, quizás hasta que tuviera su ninjato de nuevo consigo.
—Lo único que podemos hacer es buscar la forma de salir —dijo mientras se sentaba con las piernas cruzadas y con las manos sobre las rodillas—. Lo primero es evaluar la situación y determinar hacia dónde y como movernos.
«Veamos —comenzó mentalmente—. A juzgar por el lugar desde el cual nos arrojaron, yo diría que estamos en el punto medio del cañón, por lo que cualquier dirección que tomemos estará bien. El otro problema es que no podemos usar chakra, por lo que tendremos que andarnos con sumo cuidado.»
También considero lo peligroso que sería el quedarse en un solo sitio, no solo porque aquello impediría el que encontrarán una salida, sino que también por el hecho de que estarse quieto era lo mismo que servirse en bandeja de plata a cualquier posible depredador que pudiese habitar en aquellas profundidades.
—Vamos, Tatsuya —Se le notaba tan calmado como siempre—, si queremos recuperar nuestras espadas no podemos perder el tiempo con lamentaciones.
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—¿Nanda... to?— No se creía que su compañero siguiera tan relajado.
Nada de lo que dijo fue capaz de alterar al inmutable y siempre serio Kazuma. No es que importara, pero para él, el no recibir ninguna respuesta, ninguna muestra de alteración, ni el más mínimo rastro de emoción, le fastidiaba y terminaba por enojarle aún más. No esperaba consuelo, porque no estaría tranquilo hasta que su amada espada estuviera de nuevo entre sus manos, pero inconscientemente deseaba al menos un poco de empatía.
"¿¡Naze ja!?"
Le desesperaba cómo el Ishimura con una simpleja idea daba solución a todo el problema. Cómo si con hacer planes todo iba a resultar bien, las cosas no siempre salen como uno piensa, más fácil es decir algo que hacerlo. Había muchos más factores a considerar, pero tampoco es como si el de Takigakure estuviera consciente de ellos, simplemente ya no soportaba la actitud del joven de la tez morena.
—Sí... Claaaaroo ♪♪♪— Se levantó de forma oscilante.
Al inicio parecía que simplemente iba a seguirle el paso al Ishimura, pero sus intenciones eran otras. Colocó su mano en el hombro del peliblanco y luego lo jaló bruscamente hacia él buscando agarrar con sus dos manos el cuello del Uzushiogakureño.
—¡Ragh!
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En un arrebato de cólera, en extremo inusual dada su personalidad, Tatsuya cerró sus manos alrededor del cuello de su compañero de blancos cabellos. La mirada de Kazuma se mantenía calmada, incluso cuando sentía como aumentaba la presión y como de a poco se le dificultaba respirar. Con otra persona y con otras circunstancias, habría reaccionado de manera más agresiva, pero era consciente de lo difícil que le sería el auto controlarse al de ojos dispares… Tal como él había sido incapaz de manejar sus emociones justo cuando provocó que los arrojaran a aquel abismo.
«No es que tenga la suficiente fuerza como para asfixiarme siquiera —pensó mientras sentía el pulso de su amigo en aquellas manos temblorosas—, pero no tenemos ni tiempo ni energía para perder en esto, y no quiero pegarle.»
Miró fijamente al Takanashi y luego hablo:
—Lo siento, Tatsuya —aseguro con voz medio ahogada, mientras dirigía sus dedos hacia el cuerpo del piel clara—, porque esto te va a doler mas a ti que a mí.
Hábil y sigilosamente, localizó los pectorales del muchacho y procedió ubicar sus pezones, los presiono con fuerza entre sus dedos pulgar e índice y procedió a darles una retorcida lo suficientemente fuerte para que el muchacho sintiera que se le quemaba la piel.
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En ese momento todo rastro de raciocinio había desaparecido. ¿Por qué lo había hecho?, no le interesaba, ¿que consecuencias acarrearía?, no importaba. Total, para buena suerte aquel impulso agresivo de nada sirvió, ya tendría tiempo luego para meditar al respecto. El Ishimura por su parte se mostraba aún estoico con todo y que le estuviera ahorcando, enfureciendo más al Takanashi que no vio venir el pellizcon por parte del peliblanco.
—¡AAAAAAAAAUUUUUUUUHHHHHH!— Soltó con un agudo gallo.
Rápidamente liberó al de Uzhushio para sobarse el área afectada, dando un par de saltitos y encorvándose como si eso fuera a aliviarle.
—Me dolerá más a mí SERÁ MIS HUEVOS, auuuuhhh— Exlcamó aún con la mano en el pecho intentando aplacar el dolor.
Al menos ahora estaba enojado por el pellizco y no por el temperamento del Uzushiogakureño, pero quién sabe si en un rato fuera a decidir descargar su rabia con otra cosa. En ese momento sus ánimos eran muy volátiles y difícilmente iba a cooperar de buena gana.
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—Si… Ya te había dicho que te dolería más a ti que a mí —aseguro con una tenue sonrisa.
Las opciones que tenía a la mano se le hacían muy pocas, sobre todo por el estado de desequilibrio emocional de su compañero. Lo cierto es que el salir de allí no parecía tan complicado si ambos cooperaban, cosa que por el momento parecía imposible. Tampoco podía marcharse y dejar a su compañero ahí abandonado esperando que la muerte lo encontrara solo y de mal humor.
«¿Qué puedo hacer?», se preguntó con preocupación. El joven tenía talento para mantenerse con calma a pesar de las inclemencias de la situación, pero resultaba terriblemente torpe al momento de transmitir aquella sensación de quietud a otras personas.
—No entiendo muy bien las emociones que te embargan en este momento, Tatsuya —confesó mientras se sentaba en medio de aquella oscuridad parcial—, pero si quieres hablar al respecto, y si crees que eso te ayudará a apaciguar tu ser, hare de escucha el tiempo que haga falta.
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—Ohhh, ¿serás mi psicólogo personal?— Respondió con un inusual tono de sarcasmo.
Tatsuya no es muy de bromear, de hecho detesta las bromas. Pero en ese estado por alguna razón le había agarrado por soltar malos chistes. Tampoco pensaba en lo que le convenía y lo que no, pero no había donde desahogar aquella desesperación. Sólo el poder acariciar nuevamente el filo de una hoja de metal y sentir la fineza del trabajo artesanal podría devolverle la anhelada tranquilidad a su miserable ser.
—¿Ahora si quieres arreglarlo todo ehh?, mis problemas son mis problemas y aunque te los explicara no me entenderías, especialmente TÚ— Levantó la mano derecha, señalándolo con el dedo índice.
La verdad, es que sí quería hablar, si quería desahogarse de todo. Pero en un momento de orgullo (o de estupidez, que para el caso es lo mismo) se puso terco, terminó cruzándose de brazos y decidió caminar por la cueva, no sabía ni a donde iba, pero pensaba que cualquier lugar donde no tuviera que soportar la "tranquilidad" de Kazuma. En condiciones normales le agradaba, pero en ese momento no podía tolerarlo.
"¿Como hace para estar tan tranquilo en una situación como esta?, de hecho, ya ni siquiera recuerdo cómo fue que terminé metido en esto. Oh claro ya recordé, el maldito metal. Ahhgg, ¿acaso no puedo ir en paz a ningún lado sin que tenga que poner mi cuello en peligro?, porque parece que hice algo malo en otra vida para que el karma me trate así. Juro que le romperé la jeta a ese par de de hijos de perra. Para colmo no sé ni porqué me falta chakra, así que no sé como subiré en caso de necesitar escalar... Argghhhhhhhh estoy en la mierda"
Hacía varios gestos con las manos mientras realizaba su monólogo interno.
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Se quedó en silencio absoluto, más por la impresión que por la falta de alguna respuesta cortante. Luego de lo dicho, el de piel clara comenzó a caminar, alejándose de él en busca de un poco de paz y espacio. Kazuma se quedó pensativo, quieto y silencioso bajo la tenue luz verdosa. Se tomó unos instantes para sopesar si aquellas palabras le habían mellado tanto o más que la descarga que había drenado el chakra de cada fibra de su ser. Quizás las palabras de su compañero no provenían de un sano juicio, pero no por ello eran menos ciertas. Aquello le causaba un cierto sentimiento de inutilidad que le llenaba de frustración e incertidumbre.
«Tiene razón —aceptó, mientras dejaba escapar un suspiro largo y cansado—, aunque le escuchara no podría hacer nada para solucionar lo que le molesta.»
—Me gustaría tener el consejo de Naomi en este momento, ella suele ser bastante acertada en cuanto a lidiar con el humor de otras personas —se dijo a sí mismo, nostálgico—. El Maestro probablemente me daría alguna forma de convencerlo y manejarlo para que colabore conmigo. Y Bohimei…
De pronto, en medio de aquel manto de oscuridad, se sintió mucho más lúgubre y oscuro de lo que creía posible en aquellas circunstancias. Aunque… también sentía cierta determinación ardiente y brillante dentro de sí.
—Bohimei me diría que me centre en mi y que le abandone a los males de su propia debilidad, antes de que la misma termine matándonos a ambos —sentía una extraña mezcla de frialdad y empatía mientras hablaba consigo mismo en una voz susurrante—. Creo que lo único que no puedo hacer es quedarme sentado sin tomar una decisión. Sea buena o mala mi elección, debo de hacerla pronto y ser consecuente con ella... A pesar de que sea difícil.
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