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Kazuma dormía plácidamente, demostrando que su calma habitual le acompañaba incluso en sueños. Habían pasado unas cuantas horas desde que había quedado inconsciente por el excesivo uso de chakra. Ahora, recién comenzaba a recuperar la conciencia, alentado por los cálidos rayos del sol que cubrían su maltrecho y agotado cuerpo.
«¿Qué era lo que estaba haciendo?» Se preguntó, confuso.
Desmayarse por haber utilizado un jutsu cuando las reservas de chakra son casi nulas le resultaba una sensación terrible y poco familiar: No era como dormir, pues se despertaba cansado, mareado y con la mente aturdida, similar a cuando las personas han bebido demasiado licor y a la mañana siguiente se encuentran con el embate de la resaca.
—Tatsuya… —articulo, a media voz, mientras sus sentidos recobraban su funcionamiento normal.
Aún aturdido y tembloroso, logró apoyarse en el suelo rocoso y reclinarse en una roca. Para cuando pudo abrir bien los ojos, el sol ya tenía un brillo impresionante. Se fijó en que no solo ya no estaban en la cueva, sino que también el astro rey aún se estaba levantando de entre las arenas…
—Cielos. Parece que hemos pasado parte de ayer y toda la noche en aquella grieta —dijo dejando caer la cabeza hacia atrás, pues aun estaba un poco mareado—. Dime, ¿Te encuentras mejor, Tatsuya? —preguntó, casualmente.
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El abrazo de la luz se alzaba ante el inmenso cielo despejado del desierto. Al amanecer, se podía percibir el típico frío del páramo sin nubes. Quién sabe, quizás el estar dentro de la caverna les protegió del inclemente frío de las arenas nocturnas. Tatsuya, soltó un leve bostezo, difícil le era discernir entre las sensaciones de sueño y cansancio. Pero al menos se permitió elevar la vista y sonreír mientras el aire jugueteaba con su melena.
Fue entonces que un movimiento captó su atención, su amigo de los cabellos blancos había recuperado el conocimiento. Pero el genin de Taki parecía pensativo mientras observaba a su compañero.
"Ore wa..."
Cuando su camarada ya se había acomodado y este le preguntó sobre su estado el Takanashi dio unos cuantos pasos hasta quedar frente a él. Acto seguido, reverenció colocándose de rodillas, con las manos al frente y la vista al suelo en señal de disculpa.
—Gomennasai, gomennasai, gomennsai. Hice y dije cosas cuando estaba fuera de mí, pero te juro que aquello era algo que estaba fuera de mis manos. En serio, lo lamento profundamente. Si te dije algo horrible en serio perdóname, no fue mi intención. Me has tenido una enorme paciencia a pesar de todo, incluso te arriesgaste al darme tu arma para tratar ayudarme. No tengo forma de corresponder por esto, en serio, ore, ore...— Seguía con la cabeza gacha y las palabras en la boca.
Se sentía realmente culpable por lo ocurrido, no sabía de que manera compensarle por el agravio.
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~Ausente los fines de semana~
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El Ishimura escucho toda aquella disculpa en absoluto silencio. Lo cierto es que en su rostro había una sonrisa, evidencia de lo hilarante que le parecía el comportamiento de su compañero. Lo cierto es que la situación si le había molestado bastante, e incluso ya se había guardado algunas palabras idóneas para reprenderle. Pero le era imposible el molestarse con aquel muchacho que seguía siendo tan amable y educado como el día en que le conoció.
Lo observó con sus grises ojos y le dijo, divertido:
—Ya te he dicho que no necesitas ser tan solemne conmigo, Tatsuya —dijo, recordando la ocasión en que, exageradamente, comenzó a pedir disculpas luego de que un ave gigante le tomará desprevenido.
Se tomó unos minutos más para recuperar un poco de aire. Sabía que lo peor de su cansancio ya había pasado, pero sentía que cargaría con aquel malestar por el resto del día. Un día que ha juzgar por el sol y las condiciones se iba a tornar muy largo.
—Aún no estamos a salvo —aseveró mientras se peinaba el cabello con la mano—: Aquellos bandidos ya deben de saber que estamos vivos, por lo que no tardaran en enviar a algunos matones para terminar el trabajo.
Se levanto y estiro el cuerpo, provocando que sus huesos crujieran y que de su boca se escapara un quejido que, por un instante, lo hizo parecer mucho más viejo y vulnerable.
—Tenemos que alejarnos de aquí. —Escupió al suelo, se paró al borde de la saliente y miró en dirección del sol naciente—. La verdad es que me gustaría buscarlos y darles su merecido, pero en nuestra condición actual no podríamos defendernos ni de una anciana valetudinaria.
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21/12/2016, 19:56
(Última modificación: 21/12/2016, 19:57 por King Roga.)
Tatsuya poco a poco levantó la mirada, con unos ojos de cachorrito, parte curiosidad, parte incredulidad. Suspiró ante lo dicho por su compañero y con esfuerzo se puso en pie de nuevo.
—Eto, ¿a dónde se supone que iremos?— Alegó algo preocupado —No sé si exista algún lugar que pueda ser considerado seguro en estos momentos, además me preocupa saber que ocurrió con el tren. Vagar por el desierto sin dirección puede ser letal, debemos tener certeza de que camino seguir. Ya ha pasado un día, así que quizás alguien ya podría haber notado que algo pasó con el tren que no llegó a su destino— Miró de un lado a otro, tratando de divisar inútilmente a alguien o algo en el horizonte.
»Hablando de estar perdidos en medio de la nada, aún es temprano y no hay tanto calor. Es el momento adecuado para movernos, ya que después la temperatura se hará insoportable. Pero lo más importante... Agua, necesitaremos agua.
Los bandidos le habían quitado hasta la cantimplora que él llevaba, además que ya no contaba con su capa para intentar cubrirse del sol. Ni siquiera en el verano más intenso del País del Río había sentido un calor tan infernal como el del país del Viento, la falta de humedad era lo que marcaba la diferencia.
—Si tienes un plan para guiarnos, es buen momento para ponerlo en práctica— Dijo mientras se acomodaba el fleco del rostro.
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—Un plan, ¿eh? —Lo cierto es que no tenía ninguno que pudiese resolver sus problemas—. El problema es que, debido a que nos vendaron, no tenemos ni idea de donde estamos o como llegamos a aquí. El único punto de referencia es el camino que el sol traza a través del cielo, así que si lo seguimos con precisión terminaremos encontrando algún rastro de civilización...
«Al menos, espero que lo hagamos pues el desierto podría matarnos lentamente… Aunque, si no quedamos aquí igualmente estaremos muertos»
Si bien se sentía un tanto desmoralizado, su rostro no dio muestras de ello. Se limitó a señalar la dirección en la que había salido el astro rey, para luego comenzar a caminar hacia el horizonte, y hacia las formaciones rocosas que parecían estar infinitamente lejos.
—Vamos, Tatsuya, hay mucho por recorrer —dijo, esperando que comenzara a seguirle el paso.
Al principio la marcha tenía un buen ritmo, cómoda, con los vientos frescos y la calidez del sol. Pero a medida que pasaban los minutos y las horas, el caminar se hacía cada vez más lento y cansado, el desierto comenzaba a mostrar su verdadera naturaleza, una hermosa pero inclemente: El sol ardía con fuerza abrumadora, quemando lentamente sus cuerpos. El camino era difícil, con senderos atestados de piedras afiladas o con arenas traicioneras. El cansancio y el desgaste eran cada vez mayores, cada paso era una punzada de dolor por lo poco adecuado de su calzado y el sudor, que dé a ratos les mantenía fresco, se había agotado para dejar paso a los constantes golpes de calor. Era como si no se dirigieran a ninguna parte, como si tan solo vagaran esperando que llegase el momento en que el cansancio y la sed los agotara. Cuando ya todo parecía un esfuerzo inútil, lo vieron: Era una especie de asentamiento que yacía emplazado alrededor de un afloramiento rocoso. Se veía como un pueblo grande y abandonado. Kazuma trato de verle mejor, pero las ráfagas de viento levantaban demasiado polvo como para poder ver bien… Miró a su alrededor cuando el cielo comenzó a oscurecerse, y dijo:
—¡Es una tormenta de arena! —Su voz sonaba seca, áspera y débil—. ¡Debemos refugiarnos allí!
Le hizo una seña a su compañero y comenzó a caminar contra el viento, sintiendo como si cientos de agujas se clavaran en su cuerpo, cientos de granos que volaban a gran velocidad. Ya no corrían el riesgo de morir calcinados... Ahora el peligro era el de quedar enterrado bajo un manto de arena.
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La respuesta dada por su compañero no acababa de satisfacerle, pues su única esperanza era tener un golpe de suerte y encontrar alguna clase de asentamiento. Era eso o quedarse esperando a que la muerte los encontrase a ellos, como quién dice una cuestión de escoger su propio veneno.
—Ahgg, por alguna razón, ya me imaginaba que ibas a decir algo como eso— Suspiró y levantó los hombros en señal de resignación. —Pues te sigo— Dijo mientras se echaba a andar.
Fue así que vagaron por el desierto con el astro rey siguiendo su curso, abrasándolos con sus rayos, como si fuera un cruel verdugo. Tal y como el espadachín suponía, el agua era un factor determinante. La deshidratación no tardó en hacerse notar en ambos shinobis, mientras el calor volvía borrosa su visión del horizonte. Bajo alguna piedra se asomaba una serpiente devorando una lagartija, mientras las aves de rapiña revoloteaban en círculos sobre sus cabezas.
"No sé si vamos o venimos, ni siquiera tengo mi capa para intentar cubrirme la cabeza del sol. No he visto ni siquiera algún rastro de las vías del tren, nos debieron llevar bastante lejos y las huellas de los caballos ya se han borrado. Ahhggg, tengo que pensar de forma positiva, como por ejemplo en, en, en... Ahhhg, ¿A quién quiero engañar?, estamos más perdidos que, que, que lo que sea que esté perdido. No es sólo sed, también hambre, hasta me comería la culebra que vi hace ratos."
Cuando estaban a punto de sucumbir ante el inclemente desierto, la esperanza regresó a ellos. El Ishimura le indicó que divisara algo más adelante, pero Tatsuya no podía abrir los ojos por la arena y polvo que era llevada con violencia por el viento.
—Ajag— Fue lo único que respondió con un tono ronco.
Sentía cómo los granos de arena se metían en sus sandalias, sí antes era una tortura andar, ahora era un completo infierno. Hizo lo que pudo para mantener el rumbo hacia el frente, sin perder de vista a su compañero entre la furiosa tormenta.
—¡Kazuma-san!— Paró de hablar pues los granos se le metían en la boca y tuvo que escupirlos. —Tenemos que seguir recto para no perdernos— Pero con aquel viento era más fácil decirlo que hacerlo.
A pesar de la cercanía, ese último tramo del trayecto se hizo eterno. Cuando por fin lograsen llegar, los esperaría alguna clase de poblado o asentamiento, pero la apariencia descuidada del sitio lejos de ofrecer seguridad transmitía una sensación de hostilidad.
—Este lugar tiene una atmósfera rara, pero tenemos que encontrar algún sitio donde entrar, la tormenta está arreciando—
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La oscuridad era cada vez mayor en aquella parte del desierto, haciendo que el ardiente sol pareciese un recuerdo lejano. La polvareda era cada vez más fuerte, y soplaba desde la dirección del poblado, como si tratase de alejarlos del mismo. Aquella villa ya de por sí transmitía una sensación inquietante, como todo pueblo fantasma, pero representaba la única esperanza para ambos.
Kazuma se mantuvo caminando en línea recta, luchando contra el clima inclemente. Apenas si podía ver a unos metros por delante de él cuando llegaron a la entrada del poblado. Ansioso por el creciente rugir del viento, se arrojó contra la primera puerta que encontró. Esta cedió y cayó con ella en una especie de sala donde las ventanas estaban rústicamente bloqueadas por tablas de madera. El joven se levantó y esperó a que su compañero le acompañase en el interior. Acto seguido, levantó la pesada plancha y la colocó de nuevo en su sitio, en la entrada.
«Espero que aquí estemos a salvo», deseo, mientras apoyaba su espalda en la madera, de manera que esta se mantuviera en su sitio.
La estructura se encontraba bastante descuidada: había grietas y huecos por los que se colaba un poco de luz y de arena. Además, el techo y las paredes crujían como si se fueran a desmoronar en cualquier momento. Pese a aquello, el sitio representaba un refugio aceptable para la condición en la que estaban, pues salir y buscar otro mejor significaría una sentencia de muerte casi segura.
—Ahora solo nos queda esperar a que pase.
Se sentó, aun con la espalda apoyada, y cerró los ojos mientras la oscuridad y el rugir del viento se intensificaban de manera ominosa. El peliblanco se mantenía sereno, seguro de que su hora estaba lejos de llagar, pero también tenía la certeza de que aquella tormenta de polvo les mantendría allí por unas cuantas horas.
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28/12/2016, 02:05
(Última modificación: 28/12/2016, 03:02 por King Roga.)
La casucha amenazaba con ceder ante el clima y dejarlos a la intemperie nuevamente, pero milagrosamente eso no ocurría. Se permitieron descansar un rato, Tatsuya se acomodó sentándose sobre unas cajas de madera que se encontraban vacías. Por primera vez desde hace tiempo, pudo respirar un aire más o menos limpio sin que esto repercutiese de forma negativa en su sistema respiratorio. La oscuridad de la tormenta hacía parecer que era de noche, aunque apenas fuera medio día. Trataba de recuperar el aliento, pero la falta de agua y comida no ayudaban con eso.
"No creo poder aguantar mucho más así"
Jadeaba con un perro, pero de poco a poco intentó inspirar y expirar profundo para que su respiración se normalizase.
—Oeh, Kazuma-san. ¿Por qué crees que este pueblo quedó abandonado— Preguntó de la nada —Por la forma en la que el inmueble está atrancado, pareciera como si se hubiesen escondido de algo, y no me siento seguro sabiendo de que algo pudo pasar aquí.
La tempestad arenosa seguía azotando las ventanas, Tatsuya, en vano, miraba cada espacio y rincón de la derruida estructura, como buscando algo sin saber que es.
"Parece que ya lleva varios meses deshabitada, si no es que años"
—Fuff, bueno, la prioridad igual debería ser encontrar algo que nos sirva de provisiones. Si alguna vez hubo un asentamiento aquí, significa que debe haber alguna fuente de agua cerca— Dijo cruzándose de brazos.
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El Ishimura se relajó: En cuanto dejo de pensar en el sonido del viento como algo malo, comenzó a sentirse mucho más sereno, lo suficiente como para permitirse descansar tranquilo… Pero el joven de las eternas preocupaciones no le permitiría disfrutar de una paz que no podía compartirse.
—Oeh, Kazuma-san. ¿Por Qué crees que este pueblo quedó abandonado— Preguntó de la nada —Por la forma en la que el inmueble está atrancado, pareciera como si se hubiesen escondido de algo, y no me siento seguro sabiendo de que algo pudo pasar aquí.
—Quizás era un objetivo frecuente de los bandidos… O de las bestias del desierto —Levantó la mirada y apenas pudo localizar a su compañero, pues estaba demasiado oscuro—. Aquí pudo haber pasado de todo, pero eso no nos afecta.
—Fuff, bueno, la prioridad igual debería ser encontrar algo que nos sirva de provisiones. Si alguna vez hubo un asentamiento aquí, significa que debe haber alguna fuente de agua cerca— Dijo cruzándose de brazos.
—Estoy de acuerdo en lo de buscar algo de comer y beber, sobretodo algo de beber —Volvió a agachar la cabeza para descansar—. Pero… si alguna vez hubo un asentamiento aquí, puede que la gente se fuese porque su fuente de agua se secó.
»Claro, aun así no perdemos nada con buscar alguna fuente de agua —dijo, tratando de no ser tan crudo con su compañero—. Ya veremos cuando termine la tormenta.
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28/12/2016, 18:08
(Última modificación: 28/12/2016, 18:10 por King Roga.)
—Kkk— Ladeó la cabeza para ambos lados —Hahh, supongo que tendremos que esperar a que pase entonces.
"Joder, no se cómo le hace"
Se refería a cómo su compañero siempre encuentra algún pero o un punto negativo a la situación para bajarle los ánimos. Al menos ya se encontraba un poco más relajado, pero a su vez no podía estarse quieto, tenía la necesidad de estar en movimiento. Se levantó y se decidió a registrar las cajas y demás objetos que ahí se encontraban. Había platos rotos, ropa polvorienta y algún otro artilugio que al tacto no podía saber que era exactamente. Pronto encontró algo parecido aun envase de vidrio bastante grande, con un agarrador y un liquido adentro.
—Oeh, encontré un quinqué, si conseguimos algo con que prenderlo podemos alumbrarnos— Aseveró.
Tenía la voz algo seca, de hecho sentía como sus labios estaban ya rajados por la falta de agua. En cuanto a chakra, tampoco es que estuviera mejor, ni siquiera el mismo sabía como era que había aguantado tanto. Afuera, las arenas seguían arremetiendo con violencia, pero la calma del refugio tampoco le confortaba, principalmente porque aún tenía una espinita, algo en su corazoncito no le dejaba estar en paz.
—Kazuma-san...— En ese momento un viejo instinto le hizo apretar la empuñadura de la espada que le había dado el Ishimura, pero luego la solto lentamente —...Bah, no es nada.
Se fue a sentar de nuevo a los cajones mientras daba un largo suspiro.
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—Oeh, encontré un quinqué, si conseguimos algo con que prenderlo podemos alumbrarnos— Aseveró.
—¿Qué es un “quinque”? —preguntó mientras alzaba la vista—. Ya, es una especie de lámpara. —Al menos, parecía una lámpara, la oscuridad no le permitía definir del todo la figura y se sentía muy cansado como levantarse e ir a echar un vistazo.
El joven Uzushio se volvió a reclinar, mientras que pensaba en lo que tendrían que hacer: Si el aceite de aquella lámpara aún era usable, representaría un gran golpe de suerte. Lo cierto es que no le preocupaba mucho la luz que podrían necesitar, sino la temperatura; en alguna parte, había escuchado que durante el día el desierto era un horno abrasador, pero que durante las horas nocturnas el frío y la hipotermia eran peligros reales. «Entonces lo que necesitaremos es un poco de fuego para poder pasar la noche.» Aquello y la necesidad de agua eran sus mayores preocupaciones en aquel momento.
—Kazuma-san… Bah, no es nada —aseguro su compañero, luego de interrumpirse.
«Aun debe de estar preocupado… Lo mejor sería no decirle que tendremos que pasar la noche aquí», pensó, consciente de que tendrían que esperar hasta que el clima se normalizara.
Para cuando la luz del sol recuperó su verdadera intensidad, habían pasado un par de horas. El joven espadachín noto como el viento cesaba y como las paredes dejaban de chillar por el golpear de la arena. Ahora, la claridad se colaba a través de las grietas como hacía minutos lo había hecho el polvillo. Se levantó para descubrir que estaba parcialmente cubierto de arena, además de entumido. Se sacudió ropa y cabello, temiendo lo que hubiese pasado si la tormenta los hubiese atrapado en la intemperie.
—Ya pasó la tempestad, Tatsuya —aseguro mientras destrababa la puerta y la hacía a un lado. La intensidad de la luz que entraba resultaba un tanto cegadora luego de tantas horas a oscuras—. Es buen momento para explorar el pueblo y ver que podemos conseguir. ¡Vamos!
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