Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Lo mas complicado de intentar hablar con Datsue era elegir una hora adecuada para molestarlo. Por las mañanas, ni idea de que hora se despertaba, pero por lo menos, dormía hasta la hora de comer, y no, no era buena idea despertarlo en su siesta. La cuestión es que por la tarde igual volvía a dormirse otra siesta. Y como no, yo seguía sin ser adivino, y sin conocer su rutina diaria.
El problema, es que tras todo lo acontecido en el torneo, había muchas cosas de las que quería hablar con él. Y una en concreto por la que necesitaba hablar con él. En realidad, había otra posibilidad, pero los tiempos eran muy difíciles, y claro... De cualquier manera, para esa otra posibilidad, seguía necesitando a Datsue.
Y así era mi vida en ese momento. ¿Cual era la hora buena para hablar con él? Quizás ninguna ¿Era algo urgente? Quizás para mi sí, pero igual él lo veía con otros ojos. Y más que temer que se enfadase por interrumpirle en alguna de las fases de su rutina, me ponía en su piel y pensaba: "¿Que haría yo si alguien viniera a interrumpirme mientras le doy martillazos al acero?" Por que parar ciertos procesos de la forja a mitad era... Impensable, habría que volver a empezar de nuevo.
Sin embargo, para mí era un asunto urgente. Podía haberle preguntado a través del sello cuando le venia bien quedar. Sin embargo, eso es lo que haría alguien perezoso o demasiado ocupado. Yo preferí recurrir a algo más básico, algo mas simple, y que la otra vez había funcionado bien: Le deje una carta en su casa.
Datsue, Tenemos que hablar, hay algo urgente que tengo que tratar contigo sobre lo acontecido en el torneo, avisame cuando tengas un hueco. Firmado: Reiji.
Si era él quien decidía cuando, no tenia que comerme la cabeza para pensar sobre que hora visitarle sin molestarlo. No quería tirarme flores, pero había sido una gran idea para haber salido de mi. Al final, ponerse a estudiar sobre los barcos había servido también para ejercitar, aunque fuera un poco, mi cerebro.
Apenas había llegado a casa y ya se había encontrado una nota en el portal. Una nota de Reiji, urgiéndole quedar para hablar de algo importante. Tras lo acontecido en el Valle de los Dojos, precisamente era eso lo que menos le apetecía en aquellos momentos: hablar. La masacre en el estadio, la aparición de un General, el ataque de Uchiha Akame, la liberación de Kaido… Demasiado que asimilar. No, lo que quería Uchiha Datsue era tirarse en el jacuzzi y olvidarse de la vida ninja, los entrenos y todo el maldito caos por al menos un día.
Luego, llegaría el tiempo de pensar.
Y de decidir.
Datsuse el Matakanes le miró con intriga.
—Pero supongo que un jōnin no tiene tiempo para tomarse un día, libre, ¿hmm? No uno responsable, al menos.
Responsable. Aquella palabra todavía sonaba extraña en sus labios.
• • •
Eran las ocho de la tarde, y el sol besaba la línea del mar dejándole cardenales de un naranja rojizo. Datsue paseaba con las manos en los bolsillos y Datsuse al lado atravesando las blancas arenas de las costas del Remolino. Su destino no era otro que el puerto, la vivienda de Reiji. Para quien no conociese al joven espadachín, esto último podía sonar raro. Al fin y al cabo, normalmente las casas no se situaban en los puertos. El resumen rápido sería decir que Reiji era un chico con suerte. La explicación larga, que era un cabronazo con estrella que se había agenciado un barco gratis después de que toda su tripulación fuese asesinada. ¿Por quién? Bueno, no había nombres ni rostros concretos. ¿Sospechoso? Un poco.
Datsue trató de localizar al característico barco en el muelle y se subió a él, tomando brevemente a Datsuse en el regazo. Luego, se dirigió al camarote y llamó a la puerta.
—¿Reiji? ¡Soy yo!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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¿Vivir en un barco? Quizás al principio no lo había considerado. Las comodidades de la casa familiar estaban muy bien. Una casa grande, la forja y el dojo cerca, una bañera decente para echarse después de un duro entrenamiento. Pero poco a poco había empezado a pasar más tiempo en el barco. E incluso, había llegado a pasar algunas noches allí, generalmente acompañado por Yuuna.
¿Mudarme allí de forma permanente? Me lo planteaba de vez en cuando. ¿Pero no era yo aún demasiado joven para vivir en solitario con mi pajera? Quizás sí. Y como esa, habían otras cuantas dudas que hacían que todavía no hubiese tomado una decisión definitiva.
Pero sí. Datsue me encontraría ese día allí. De hecho ¿Sabia donde estaba la casa de mis padres? No había estado nunca allí, no al menos mientras estaba yo. Así que ya que le había dejado una nota, le esperaría en el Barco. Aunque hubiera agradecido que hubiera concretado una hora mediante el sello que el mismo había puesto.
Pero no lo hizo. Afortunadamente para ambos, aunque probablemente más para mí, cuando Datsue llamó a la puerta estaba todo en orden. Más o menos.
—¡Datsue! Me alegro de verte bien. —También saludé al perro acariciendole la cabeza. —Pasa, pasa, ponte cómodo.
El camarote estaba casi como siempre. Los sofás en su sitio, el armario en su sitio. La mesita donde estaba el soporte para colocar las Katanas, donde ahora reposaban Aicho e Ichiko. Y Una mesa entre ambos sofás. Allí habían algunos libros apilados en una esquina, pero lo que seguramente llamaría la atención de Datsue era que, sobre una tela blanca, reposaba lo que quedaba de Tsubame. Podía parecer que se había partido en dos mitadas, pero en realidad había mas pedacitos de acero. Como si fuera un puzzle. Tantos como había logrado reunir, aunque no todos.
—Se que querrás olvidarte de todo por unos días, pero yo no puedo. La cagué. Metí la pata varías veces y tengo que ponerle solución al menos a una. Así que agradezco que hayas venido. ¿Quieres algo de beber? Traeré agua para el perro.
Dije mientras iba a la cocina, que era literalmente una de las habitaciones de al lado, dijera que lo dijera, desde allí lo escucharía. El barco era grande, pero tampoco tanto.
Reiji estaba en lo cierto. Olvidarse de todo por unos días era precisamente lo que quería hacer. Pero él ya no era Datsue el Intrépido, el joven genin que iba a su bola y pasaba de todo salvo su bolsillo. Hermosos días, los de esa época. Ojalá volver a ellos, donde su mayor preocupación era saber cómo vengarse de una maldita niña que casi le había arruinado su primer polvo.
Se dio cuenta que había dejado volar la mente y que le habían hecho una pregunta.
—Ehmm… Pues un poco de ron con cola estaría bien, si tienes —dijo, sentándose en uno de los sofás como la última vez. Datsuse, mientras tanto, lo olisqueaba todo—. ¿Qué es eso que quieres solucionar? —preguntó, intrigado, mientras su mirada se posaba en la hoja de acero partido que reposaba en una tela blanca. La espada de Reiji, aunque Datsue no sabía cómo se la había partido.
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—Pues verás... —Dije mientras buscaba la bebida por la cocina, mi padre bebía así que tenia que haber. —¿Sabes por que la Morikage pidió una reunión de los tres Kages? Y no, la respuesta no es Dragón Rojo, aunque no dudo que vayan a tratar ese tema.
Era obvio, ahora Dragón Rojo era un tema que nos afectaba a todos, y eso incluía al pais del bosque, sobretodo, por que el señor feudal había sobrevivido, y los criminales ya habían dejado claro que seguirían buscando las cabezas de los daimyos. Pero no. El culpable de que Kintsugi exigiese la reunión era otro.
Volví al camarote con las bebidas. Lleve un cuenco lleno de agua para el perro de Datsue, yo no tenia mascotas, así que allí no había bebederos, había que improvisar. Dejé el baso lleno con cola y ron frente a Datsue y me senté en el sofá.
—Digamos que a esa señora no le hizo mucha gracia que a cierta persona le salieran colas de chakra y tirase una bijuudama prácticamente en su cara. Y no, no fue Ayame.
«Hielo», pensó, cuando vio el vaso sin los cubitos helados. A aquel vaso le faltaba hielo. Pero quizá no dispusiese de ellos. Quizá ni tan siquiera tuviese congelador. Se conformó con que al menos la bebida se sentía fresca al tacto a través del cristal. Estaba a punto de probarlo cuando Reiji le soltó la bomba.
—Reiji. ¡Reiji! No me digas que… Oh, ¡Reiji! —exclamó, sin lograr contenerse. Arrugó la frente, cabreado—. O sea, o sea… Que sabiendo cómo odia Kintsugi a los bijūs. Sabiendo que no sabe nada de tu condición. Vas tú y, en su cara, en su maldita cara, vas y tiras una bijūdama…
»… ¡sin estar yo presente para ver cómo se le cae la mandíbula al suelo! —Dio un manotazo a la mesa, que a punto estuvo de derramar el contenido del vaso—. ¡Imperdonable! ¡Pensaba que éramos amigos, joder! ¡¿Cómo haces eso sin poder yo disfrutar del espectáculo?!
Dioses, ¡lo que se había perdido! Solo de imaginárselo le entraban ganas de carcajearse. ¡Ojalá alguien lo hubiese grabado!
—No, pero ahora en serio, ¿qué coño, Reiji? ¿Una bijūdama? ¡Eso es peligrosísimo! ¿A quién se la lanzaste? ¿Hacia dónde? —Quiso saber de inmediato.
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Si. Sabiendo como odiaba a los Bijuus, lo hice. Si, sabiendo que no sabía nada de mi condición. Si. En su cara, en su maldita cara, y ojala hubiese sido hacia su cara. Aunque probablemente eso sería darle la razón, pero bueno, detalle.
—Ah, no te preocupes por eso, me encantaría poder repetirlo si nos la volvemos a cruzar, aunque ya no pondrá la misma cara de sorpresa.
En cuánto a donde apuntaba... Eso era un poco más triste quizas. Bueno a ver, era un bicho enorme y encima volaba, pero no tenia el mismo impacto que lanzarle una bijuudama a por ejemplo todo un ejercito, o un rival super poderoso.
—Pues verás, el enemigo vino volando sobre un pájaro enorme. Pero grande grande. El caso es que... En fin, yo peleo cuerpo a cuerpo, así que no tenia nada que alcanzase al pájaro. Y no sólo pensé que sería buena idea derribarlo para quitarles la ruta de escape, si no que ademas parecía que les comunicaba cosas... Así que... En fin, con lo único con lo que llegaba a esas alturas pues er auna bijuudama. Y le dí, vaya que si le di, pero...
»Solo le hice unas heridas, no fue lo suficientemente potente, pero si la hacia mas potente... La explosión hubiese alcanzado el estadio, a la gente...
Ah, sí, el pájaro. Lo cierto era que a Datsue le resultaba familiar. ¿Sería el mismo que Uchiha Zaide había invocado para llevarle a Uzu? Poca gente lo sabía realmente, pero Datsue había conocido a aquel cabronazo hacía años, cuando este había secuestrado a Koko y a él en el País de la Tierra. Por aquel entonces, un bandido en aprietos que huía de Dragón Rojo. Cómo había pasado de escapar de ellos a estar en su bando era algo que Datsue todavía no sabía.
—Hiciste bien en contenerte. Probablemente la hubieses cagado. —De hecho, era todo un mérito que se hubiese medido. Ni Ayame ni él lo habían hecho en su día, si bien se encontraban en una situación bastante más descontrolada, por decirlo suavemente—. Pero, no entiendo. ¿Cómo quieres solucionar lo que hiciste, cuando ya te vio todo el mundo? ¿Y para qué necesitas mi ayuda? —preguntó, todavía intrigado por esa parte.
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—Pues si llego a saber que Kintsugi iba a abrir su bocaza después no me hubiera importado quemarle el pelo con la explosión.
Y aunque hubiera sido gracioso, su la explosión le daba a ella, también me hubiera dado a mí, y probablemente hubiese muerto allí. Cosa que por lo menos, hubiese alegrado a la Morikage seguro. Por suerte para ambos, como había dicho Datsue, hice bien en contenerme. De nada hubiera servido matar al pájaro si ademas me llevaba por delante todo el estadio.
—Ah, el problema no es Kintsugi. Ni dragón Rojo. Estabas allí cuando Daruu lo dijo. Kurama estaba en el estadio. Y si Shukaku y Kokuō pueden sentir que el chakra es de Gyūki, y que yo no soy un Jinchuriki, Kurama también.
Bueno, en realidad era solo una suposición. Quizás se necesitaba cierta distancia, pero el caso es que la Bijuudama había sido grande, una cantidad de chakra de bijuu así no es fácil de ignorar.
—Y si Kurama sabe que Gyūki esta vivo... No creo que sea del tipo que deja cabos sueltos. Así que para enmendar esa cagada, necesito avisar a Gyūki de que Kurama lo sabe, o ayudarlo a esconderse, tengo algunas ideas locas que podrían funcionar.
Pero el problema era... Encontrarlo antes que su propio hermano. Y si Kurama podia localizarlo de alguna manera, eso significaba que el resto de los bijuus quizás...
—Pero no se como encontrarlo o como mandarle un mensaje, así que pensé que... Bueno, tu o su hermano sabríais si puedo hablarle a través su propio chakra o usarlo para encontrarlo.
Literalmente, era la única persona en toda la villa a la que podía preguntarle algo así. La otra opción eran Kokuō y Ayame, pero para comunicarme con ellas, también necesitaba a Datsue.
Datsue se acarició la barbilla, pensativo. Todavía no había dado ni un sorbo a la copa de ron.
—Dudo que tengas alguna forma de comunicarte con él, la verdad.
Tal y como le había explicado Reiji, el bijū le había cedido chakra. Una cantidad limitada y que no se regeneraba. Ahí estaba la clave. No se regeneraba. Eso quería decir que no existía ningún tipo de vínculo o lazo que uniese a ambos. Tan solo era energía pura que le había brindado, como si Datsue decidiese sellar un Katon en el pecho del espadachín para que lo usase algún día.
—Ese chakra que te ha dado no tiene ningún tipo de conexión con él. No veo cómo podrías usarlo para comunicarte con él. Respecto a usarlo para encontrarlo… —resopló—. Yo poseo un fūinjutsu que te permite localizar un sello puesto por mí previamente, llamado sello de rastreo. ¿Quizá se podría hacer algo para rastrear un chakra en concreto? Estamos hablando de fūinjutsu. Es posible. Pero es algo que a día de hoy no existe. No encontrarás eso en ningún libro de fūinjutsu, al menos. No en Uzu. Lo sé bien porque me papé todo lo que tuviese que ver con eso cuando ideé mi Sello de Rastreo.
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Si. Eso lo sabía. No podía usar su chakra para comunicarme con él, o al menos, no parecía posible. Había intentando hablar con él varias veces sin éxito. Y Datsue solo confirmaba que mis intentos habían sido totalmente en vano. Pero tenia que hacerlo de alguna manera, no podía dejarle solo, encima que era culpa mía.
—Si, pero aunque me ahogara en libros durante noches y noches, no solo no serviría de nada aunque la encontrase, si no que quizás sería demasiado tarde. No serviría de nada por que nunca he podido usar fuuinjutsu.
Y tampoco podría por mucho que lo intentase. Aunque viviera en una aldea cuya fama residía precisamente en ese tipo de ninjutsu. Daba igual, nunca sería bueno con los sellos, ni con los manuales, ni con los se Fuuin.
—¿Y los Bijuus no pueden mandarse mensajes entré si? En plan, un vinculo parecido al sello que me pusistes o algo así.
La última opción era buscar por el método tradicional. Recorriendo los dos mil quinientos treinta y ocho marea de Oonindo hasta que apareciese. Pero tal y como estaba el mundo, no solo era una tarea complicada y peligrosa, si no que además, era muy probable que no permitiesen salir a un gennin como yo.
—Pueden, tú mismo lo dijiste, ¿recuerdas? —le hizo ver, cuando les había advertido a él y Shukaku que Kurama les estaba espiando en las reuniones—. Y por eso precisamente dejaron de hacerlo, porque Kurama estaba espiando. Que yo sepa Gyūki no ha vuelto a aparecer en las reuniones precisamente por eso… —Esperó un momento a que Shukaku le confirmase—- Así es, no ha vuelto. Así que por ese mismo motivo es imposible contactar con él por esos medios.
Suspiró. Reiji había contactado con él esperando que le mostrase una salida, una mágica solución a su problema. Lamentablemente, en aquella ocasión no iba a poder hacer absolutamente nada.
—Lo siento, Reiji. Pero más allá de buscar cualquier indicio de su paradero y recorrer Ōnindo entero, no se me ocurre forma alguna de encontrarlo..
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Era verdad... Si Gyūki y sus hermanos hubiesen podido comunicarse de forma privada, jamas hubiera necesitado mi ayuda para enviarles un mensaje. Ni la de nadie. Y aún ni siquiera había cumplido con el encargo, no había conseguido contactar con Juro. Claro que... Quizás eso fuera imposible.
—No te disculpes, el que posiblemente haya puesto la cabeza de su amigo en una bandeja y se la haya entregado a Kurama he sido yo...
Y no había marcha atrás. No podía deshacer lo que había hecho. No podía volver atrás en el tiempo y frenarme a mi mismo. No había nada que hacer, en realidad. Salir a buscar por todo Oonindo... No me lo iban a permitir. Y quizás era peor la solución que los remedios que pudiera proponer.
—Joder... Me salvó la vida y yo he condenado la suya...
¿En que clase de persona me convertía eso? Si. Podía haber ganado aquel torneo. Podía haberme hecho mucho más fuerte de lo que había sido antes. Pero nada en aquel estadio había salido bien. Ni siquiera el mejor acero de todo Oonindo.
Datsue dejó que Datsuse subiese a su regazo y le acarició el lomo. Luego, miró a Reiji, negando con la cabeza.
—No te martirices, camarada. Él te dio ese chakra precisamente para que lo usases en situaciones de emergencias, y la del torneo lo fue. No tenías forma de saber que un General andaba por allí, y, además, tarde o temprano acabaría sucediendo, amigo.
Un ser tan gigantesco no lo tenía precisamente fácil para esconderse del resto. Aunque, bueno, si era capaz de vivir en el mar… Quizá no fuese tan sencillo dar con él, después de todo. Ni siquiera para el propio Kurama.
—¿Qué ideas tenías como escondite para Gyūki? —preguntó, intrigado.
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Bueno, en realidad, el me dió el chakra para poder plantarme delante de sus hermanos sin que decidieran aplastartarme o desintegrarme con una bijuudama. Parte del chakra era par aque me reconocieran, no hacia falta mucho. La otra... Si, era para casos de emergencia, pero entiéndase como emergencia que un Bijuu quiera devorarte. Supongo.
En parte Datsue tenia Razón. No podía saber siempre si Kurama andaba por allí. Y desde luego, no podía vivir lamentando lo sucedido, no serviría de nada y eso no ayudaría a Gyūki. Mas vale tarde que nunca. Puede que no encontrase una solución rápida, pero algo haría, seguro.
—Pues... —Dije contestando a su pregunta. —Como te dije, es una locura... Yo no se mucho de fuuinjutsu pero... Creo que podría esconderse en un arma, como una espada... —Aunque quizás era algo pequeño para un bijuu, pero un humano también lo era. —Supongo que de una espada, por ejemplo, podría entrar y salir cuándo quisiera... Y si se rompe... —Dije mirando la espada rota sobre la mesa. —Se puede forjar otra nueva.
Todas las que hicieran falta. Al fin y al cabo, yo era el herrero numero uno. Y sería una leyenda.
—Y si una espada es pequeña... Supongo que podría servir el barco.
Al fin y al cabo, sin Gyūki, ese barco ya no sería mas que astillas, por no decir que igual ni siquiera existiría yo.