Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
24/05/2018, 11:45 (Última modificación: 24/05/2018, 14:28 por Amedama Daruu.)
Se lo pensó un par de veces antes de apoyar la mano en el picaporte y abrir la puerta de la primera sala de combate del tercer piso de la Torre de la Academia, donde había acordado encontrarse con Aotsuki Zetsuo, reputado y temible jounin y ácido director de hospital de Amegakure. Se lo pensó porque, precisamente, no lo había acordado. Lo había decidido unilateralmente, y había trasladado esa decisión a su hija, Aotsuki Ayame. Quién sabía si realmente Zetsuo habría aceptado la propuesta y ya se encontraba allí, sentado con la espalda apoyada en la pared del fondo, en cuyo caso era normal que uno se plantease si entrar o no, porque Zetsuo no era un hombre paciente —probablemente, no asistir a la cita tendría peores consecuencias, sí. O, quizás, Zetsuo, por mera tozudez, como no había acordado antes estar allí, ni siquiera se había presentado.
Allí no había nadie, no obstante. Sólo el ring, pequeño, destinado a practicar posturas de Taijutsu. Y la afamada pared. Por imitar una de las posibilidades que había barajado, el muchacho se acercó a ella y tomó asiento, apoyando su espalda allí.
El tiempo diría si Aotsuki Zetsuo se presentaría finalmente a la cita o si le dejaría plantado, como a una colegiala en el día del baile de fin de curso.
Y pasaron los minutos. Largos y lentos minutos con la única compañía del silencio a su alrededor. Quizás en cualquier otro lugar ese silencio podría haber sido roto por el zumbido de una mosca... pero no había moscas en una ciudad tan lluviosa como era Amegakure. Y así siguió el transcurso del tiempo, lento, inexorable como una vela de cera derritiéndose bajo el yugo del fuego sobre su mecha.
¿Cuánto había pasado? ¿Quince minutos? ¿Media hora? ¿Tres cuartos de hora?
Hasta que se escucharon los pasos.
Rápidos. Retumbantes. Enfurecidos.
La puerta se abrió de golpe. Y Aotsuki Zetsuo entró entre largas zancadas, con las manos en los bolsillos, la espalda encorvada y sus ojos aguamarina fijos en el infinito como si pretendiera acuchillar el tiempo y el espacio con sus iris.
—Esta maldita niña tiene la cabeza de un chorlito... —mascullaba entre dientes—. ¡LA TERCERA PUERTA DE COMBATE DEL PRIMER PISO, ME HA DICHO! —bramó, y entonces pareció reparar en la presencia del que le estaba esperando—. ¿Se puede saber para qué cojones me has citado aquí, Amedama?
El tiempo pasó. Daruu dedujo que el jounin habría, finalmente, rechazado la propuesta sin decir ni una palabra. Pero quizás, tal vez, sólo tal vez, se hubiera entretenido. Más probable aún, no hubiera considerado tan importante ser puntual ante la cita de un simple genin. Sí, eso podía ser posible. De modo que se recostó, suspiró largo y tendido y trató de relajarse. Las manecillas de un reloj imaginario empezaron a moverse. Pasaron los minutos. Daruu cerraba los ojos...
BOOM, retumbó toda la sala cuando la puerta se abrió de golpe. Daruu se despertó de un sobresalto y pegó la espalda a la pared como un imán atraído por el polo opuesto.
—Esta maldita niña tiene la cabeza de un chorlito... —Zetsuo acababa de entrar en escena con una sobrecarga de ira. Qué bien. Eso lo haría todo más fácil—. ¡LA TERCERA PUERTA DE COMBATE DEL PRIMER PISO, ME HA DICHO! —bramó, y entonces pareció reparar en la presencia del que le estaba esperando—. ¿Se puede saber para qué cojones me has citado aquí, Amedama?
Sí. Muy típico, Ayame confundiendo nombres, pisos, puertas, y hasta el color de la camiseta que llevaba puesta. Daruu suspiró y apoyó la mano en el suelo para levantarse. Caminó un par de pasos hacia adelante y luego hincó la rodilla en el suelo de nuevo en una reverencia.
—Solicito que me prestes un poco más de formación en técnicas ilusorias. Zetsuo-san. Por favor.
Daruu no tardó en apoyar la mano sobre el suelo para levantarse. Bajo la estricta mirada de águila de Zetsuo, el muchacho se acercó un par de pasos e hincó la rodilla en el suelo en una profunda reverencia.
«Algo quiere de mí.» Pensó el médico, alzando una ceja con escepticismo. Pese a la intachable lealtad del genin, Daruu no era el tipo de personas que inclinaban el cuerpo así como así si la situación no lo merecía. De hecho, aquel mocoso había sido una de las pocas personas que se había atrevido a plantarle cara en más de una ocasión. De hecho, la última vez que Daruu se había arrodillado de aquella forma ante él había sido tiempo atrás, en los asquerosos baños de un restaurante.
Y, efectivamente...
—Solicito que me prestes un poco más de formación en técnicas ilusorias. Zetsuo-san. Por favor.
El Jōnin entrecerró ligeramente los ojos y cruzó los brazos sobre el pecho. Su mirada, siempre dura como el acero de las mejores espadas de todo Onindo, se clavaba sobre la nuca del genin como si en cualquier momento una guillotina invisible fuera a caer sobre su nuca. Sin embargo, Zetsuo era una persona observadora, y eso era, precisamente, lo que estaba haciendo.
—¿A qué cojones viene una petición así, de repente, Amedama? —le cuestionó—. La última sólo quisiste aprender a disipar las ilusiones, ¿por qué ese repentino interés?
—¿A qué cojones viene una petición así, de repente, Amedama? —le cuestionó Zetsuo—. La última sólo quisiste aprender a disipar las ilusiones, ¿por qué ese repentino interés?
Daruu no levantó la vista.
—Como le estuve diciendo ayer a Ayame —explicó, con total sinceridad—, actualmente soy un ninja del tipo ofensivo. Pienso que me vendrían bien algunas lecciones en Genjutsu para aumentar mi versatilidad, en combate y fuera de él.
Con ayuda de una mano apoyada en el suelo, Daruu se levantó. Esta vez sí que le miró a los ojos. Se dejó leer la mente con total transparencia. Al fin y al cabo, no tenía nada que ocultar.
—Creo que la última vez que entrenamos habían... factores externos que influyeron en cómo lo hicimos —«tú y tu hija no os podíais hablar, intentaste enseñarme más y yo no pude con la tensión»—. Cuando ocurrió lo de aquellos malditos Kajitsu, no volví a pedirte continuar.
»El Byakugan proporcionaba una buena ventaja contra los Genjutsu, y también me hacía tener más cartas en la baraja. Pero cuando lo perdí me quedé sin ellas. Eres el único experto en Genjutsu que conozco y ya me enseñaste, así que pensé...
—Como le estuve diciendo ayer a Ayame —respondió Daruu—, actualmente soy un ninja del tipo ofensivo. Pienso que me vendrían bien algunas lecciones en Genjutsu para aumentar mi versatilidad, en combate y fuera de él.
Zetsuo entrecerró ligeramente los ojos, pensativo, mientras observaba cómo su pupilo apoyaba la mano en el suelo y se reincorporaba. Le miró directamente a los ojos, con aquellos ojos que antaño le miraban con sorna y burla continuamente... Pero en el rostro de Daruu, aquellos ojos purpúreos adquirían un nuevo brillo de determinación. Y aunque podría haberse adentrado en la mente del muchacho con total facilidad no lo hizo. Simplemente dejó que se expresara con sus propias palabras. Después de todo, en aquellas condiciones no iba a mentirle por lo que no era necesario utilizar su habilidad.
—Creo que la última vez que entrenamos habían... factores externos que influyeron en cómo lo hicimos —añadió, y el Jōnin frunció el ceño—. Cuando ocurrió lo de aquellos malditos Kajitsu, no volví a pedirte continuar.
»El Byakugan proporcionaba una buena ventaja contra los Genjutsu, y también me hacía tener más cartas en la baraja. Pero cuando lo perdí me quedé sin ellas. Eres el único experto en Genjutsu que conozco y ya me enseñaste, así que pensé...
Zetsuo cuadró los hombros, con los brazos aún cruzados sobre el pecho. Mudo y pensativo comenzó a recorrer la sala de entrenamiento de arriba a abajo con la mirada de sus ojos aguamarina fijos en ninguna parte en particular.
—Es curioso. Ayame también me ha estado pidiendo ayuda con el Genjutsu en las últimas semanas —comentó de pasada, rodeando a Daruu. Y sus afilados ojos de águila se clavaron entonces en él—. Ella ya sabe que puedo llegar a ser bastante exigente, y pese a su escasa fuerza de voluntad ha demostrado que puede ser terca como una mula. No se ha rendido, pese a que no he tenido ningún tipo de compasión con ella y he castigado su mente hasta la extenuación. ¿Pero qué hay de ti, Amedama? ¿Serás capaz de soportarlo?
3/06/2018, 17:10 (Última modificación: 3/06/2018, 17:10 por Amedama Daruu.)
Su interlocutor recorrió con la mirada la sala de entrenamiento como si estuviera buscando algún instrumento con el que golpear a Daruu en la cabeza.
—Es curioso. Ayame también me ha estado pidiendo ayuda con el Genjutsu en las últimas semanas —dijo entonces, rodeándole, no sin cierto tonito que buscaba molestar a Daruu. No lo consiguió, no obstante le sorprendió saber que la chica también estaba entrenando con su padre. Aquello le alegró: por culpa de haber tenido malas relaciones con él había llegado a fugarse de casa—. Ella ya sabe que puedo llegar a ser bastante exigente, y pese a su escasa fuerza de voluntad ha demostrado que puede ser terca como una mula. No se ha rendido, pese a que no he tenido ningún tipo de compasión con ella y he castigado su mente hasta la extenuación. ¿Pero qué hay de ti, Amedama? ¿Serás capaz de soportarlo?
Daruu se giró buscando de nuevo su mirada y se la sostuvo sin apenas reparos. Sí. Ya había visto lo duro que podía ser Zetsuo. Ya lo había soportado todos los días, durante al menos un mes. Y además...
—Si no me sintiese capaz, tú y yo no estaríamos aquí hablando —respondió.
Daruu se giró de nuevo hacia él y le retó con sus ojos purpúreos. Zetsuo ni siquiera necesitó sumergirse en su mente para notar la determinación que destilaban aquellos iris.
—Si no me sintiese capaz, tú y yo no estaríamos aquí hablando —respondió, cargado de coraje.
Y Zetsuo entrecerró los ojos.
—En ese caso, espero por tu bien que no te arrepientas de tu decisión. Porque no pienso tener ni un ápice de piedad.
Y alzó las manos, y sus dedos se entrelazaron... Buey. Jabalí. Caballo. Y una última palmada que resonó en toda la sala.
Al principio no sucedió nada. Todo seguía tal y como había estado hacía apenas unos segundos. Pero entonces Daruu pudo escucharlo. Zumbidos. Un enjambre de avispas que surgió de la nada y le rodeó por completo, azuzándole con sus aguijones una y otra vez ante la impávida mirada de Zetsuo, que estudiaba la escena.
Técnica ilusoria muy básica en la que el usuario simula que el entorno cambia rápidamente y el oponente sufre un daño indeterminado. Para que el daño sea creíble, y la ilusión haga efecto, los daños simulados se han de corresponder en mayor o menor medida a la cantidad de puntos de vida que el usuario pierde. Se puede simular con elementos de los que el jugador dispone o inventar, por ejemplo, que al oponente le atacan unos animales salvajes. En cualquier caso, esta ilusión sólo tendrá efecto una única vez por trama y oponente, y al segundo intento el adversario podrá zafarse de ella mediante la autoconvicción (no es necesario disponer del Genjutsu Kai). El usuario y el oponente quedarán inmóviles en todo momento.
Zetsuo escupió una amenaza vacía. Excepto que aquél hombre no solía formular amenazas vacías. El hombre alzó las manos, que encadenaron una corta serie de sellos, seguidos de una palmada. Daruu alzó una ceja y se preparó para lo peor, pues aquello que acababa de hacer era algo que habían repetido muchas veces durante sus entrenamientos para aprender a disipar ilusiones.
Por eso, aunque por el momento nada había pasado, Daruu juntó las manos formando el sello del Carnero. Y cuando el primer zumbido estalló en sus oídos como el látigo de un comerciante de esclavos, dispuesto a hacerle entrar en un estado de terror y sumisión, Daruu pronunció las palabras:
—¡Kai!
Sabía que no tenía la menor oportunidad de disipar aquella ilusión si Zetsuo iba en serio, pero había sufrido ya varias veces la treta de las abejas, a manos de su hija, nada menos.
Las abejas rodearon a Daruu un segundo mientras tanto su presencia como su zumbido se iban apagando, como si sólo hubieran sido una imagen en un televisor que abarcase toda la habitación. Las piernas le temblaron como a un flan y sintió que le fallaban.
—Veo que te has informado de algu-gu-gunas cosas. Hijo de...
La respuesta de Daruu no se hizo de esperar. Juntó las manos en el sello del carnero, y justo cuando comenzaron a escucharse los primeros zumbidos, el muchacho declaró:
—¡Kai!
Las avispas se difuminaron un instante antes de desaparecer por completo; y, sin embargo, Zetsuo sonrió para sí, complacido. Era obvio que el médico no había utilizado todo su poder en la ilusión, pues de lo contrario Daruu no habría sido capaz de salir de ella jamás. Pero era precisamente eso lo que esperaba de él, que se defendiera con aquella terca fiereza que ya había demostrado en otras ocasiones. Después de todo, si no era capaz de soportar una de las técnicas ilusorias de rango más bajo, ¿qué haría con las siguientes?
Sin embargo, no había sido del todo inocuo. Pese a que no había llegado a resultar herido ni la técnica de liberación consumía una gran cantidad de energía con aquella, Daruu, con las piernas temblorosas, estuvo a punto de caer al suelo.
—Veo que te has informado de algu-gu-gunas cosas. Hijo de...
Fue una bofetada en la mejilla lo que terminó de tirarle de culo.
—Cuida esa lengua, Amedama. Sigo siendo tu superior y ahora tu tutor —le reprendió Zetsuo, profundamente irritado. Con los ojos peligrosamente entrecerrados, volvió a cruzar los brazos sobre el pecho—. Joder, fuiste tú el que me desveló ese secretito. Aquella noche, en el restaurante del Valle de los Dojos, cuando acusaste a Ayame de ser una tramposa por haberte metido en una ilusión con avispas. Deberías tener más cuidado sobre la información que revelas antes de que la utilicen en tu contra. Hoy he sido yo, ¡pero mañana podría ser un jodido enemigo!
6/06/2018, 12:09 (Última modificación: 6/06/2018, 12:09 por Amedama Daruu.)
Daruu sintió un latigazo en el rostro y sus pies se levantaron del suelo. Al instante siguiente, su trasero golpeó contra el hormigón del suelo y soltó un gemido de dolor. Se agarró las nalgas mordiéndose el labio inferior, pronunciando interiormente maldiciones indescriptibles para el autor del bofetazo.
—Cuida esa lengua, Amedama. Sigo siendo tu superior y ahora tu tutor —vomitó éste. Daruu se maldijo también a sí mismo, por darle una excusa al jounin para poder maltratarlo a él también como supuso debía hacer con todos a los que enseñaba algo—. Joder, fuiste tú el que me desveló ese secretito. Aquella noche, en el restaurante del Valle de los Dojos, cuando acusaste a Ayame de ser una tramposa por haberte metido en una ilusión con avispas. Deberías tener más cuidado sobre la información que revelas antes de que la utilicen en tu contra. Hoy he sido yo, ¡pero mañana podría ser un jodido enemigo!
Sin embargo, aquella revelación cayó sobre él como un jarro de agua fría. Sí, la riña infantil que habían tenido había ocasionado que revelase aquella información tan valiosa de forma gratuita. Daruu aprendió dos lecciones aquél día: a mantener la boca cerrada delante de alguien famoso por explotar las debilidades de los demás y a mantener los oídos muy atentos para explotarlas él mismo.
Se levantó con dificultad, apoyando una mano en el suelo.
—Tiene razón, Zetsuo-sensei —masculló. Daba la sensación de que pronunciar aquellas palabras le habían dolido más que cualquier bofetón.
Y, al parecer, sus palabras parecieron romper la férrea barrera de terquedad que aquel chico parecía tener siempre instalada en sus oídos y penetrar en su cerebro con el efecto deseado. Igual que había sucedido con Ayame cuando le advirtió de que no se dejara tocar por desconocidos, sobre todo después de lo que había ocurrido durante su breve encuentro con aquel condenado Uchiha de Uzushiogakure.
—Tiene razón, Zetsuo-sensei —respondió, reincorporándose con cierta dificultad. Tenía la mejilla herida, pero más herido acababa de quedar su espíritu.
Y el médico asintió.
—En ese caso, tenemos mucho que hacer, Amedama. Y espero por tu bien que seas capaz de mantener intacto ese muro tuyo. ¿Tienes algo en mente?
—En ese caso, tenemos mucho que hacer, Amedama. Y espero por tu bien que seas capaz de mantener intacto ese muro tuyo. ¿Tienes algo en mente?
Daruu alzó los ojos y le dedicó una confusa mirada a Zetsuo. Se mantuvo así unos segundos, y luego torció la cabeza como si el hombre hubiera tratado de juntar dos cables de su cerebro que no llegaban a tocarse porque estaban atados a otros cables vecinos.
—¿No...? ¿Qué se supone que debería tener en mente? —preguntó—. Sólo quiero aprender más sobre Genjutsu... lanzar mis propias ilusiones. Ya sabes.
Se dio cuenta de que estaba volviendo a hablar como si Zetsuo fuese su amigo de toda la vida y se obligó de nuevo a bajar la barbilla y a decir:
Daruu, genuinamente confundido por la pregunta de Zetsuo, ladeó la cabeza como un cachorrillo al que le hubiesen dicho algo completamente fuera del alcance de su comprensión.
—¿No...? ¿Qué se supone que debería tener en mente? —preguntó—. Sólo quiero aprender más sobre Genjutsu... lanzar mis propias ilusiones. Ya sabes.
Zetsuo lanzó un largo un tendido suspiro. Parecía que tenía un largo camino que recorrer con aquel muchacho. Aunque él ya le había demostrado que había heredado algo de la picardía y el ingenio de Kiroe, por lo que no debería resultar demasiado difícil instruirle si dejaba a un lado su molesta terquedad.
—Está bien. En ese caso empezaremos por las técnicas de Genjutsu más básicas, comenzando por la que acabas de ver —le dijo, mirándole de reojo con el ceño fruncido—. También estaría bien que repasaras el libro de "Fundamentos de las Artes Ilusorias" que te presté. No pienso perder el tiempo explicándote de nuevo la teoría.
Zetsuo suspiró y, mirándole con aquella mezcla de desprecio, superioridad y compasión a una pequeña criatura que Daruu tanto odiaba, le lanzó sus primeras instrucciones.
—Está bien. En ese caso empezaremos por las técnicas de Genjutsu más básicas, comenzando por la que acabas de ver —le dijo, mirándole de reojo con el ceño fruncido—. También estaría bien que repasaras el libro de "Fundamentos de las Artes Ilusorias" que te presté. No pienso perder el tiempo explicándote de nuevo la teoría.
Daruu asintió. «Qué amable por tu parte.»
—Sí, claro... Hasta ahora me había centrado en disiparlos. Repasaré un poco la lectura de los primeros capítulos... —dijo, apartando la mirada—. ¿Supongo que esta reunión se ha acabado?