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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Yota no parecía nada contento con la idea, y lo demostró chasqueando la lengua con evidente irritación.

—¡Joder! Kumopansa ve con ella y ayúdala en lo que te pida.

—¿Eh? ¿que me meta en esa barbacoa gigante? ¿estás loco, tio?

Pero no era ninguna broma. La mirada de Yota era terroríficamente sería, y Ayame se mordió el labio inferior. Quiso protestar, después de todo ella podía protegerse por sus propios medios, pero sería terriblemente difícil estar pendiente de un pequeño animal como Kumopansa al mismo tiempo que intentaba sobrevivir y salvar a otra persona...

«Tampoco tenemos tiempo para discutir... La casa puede derrumbarse en cualquier minuto...» Meditó, dirigiendo una breve mirada de soslayo a la casa incendiada.

—Hazlo y punto, es mejor que me quede yo, aquí fuera. Tenéis su suiton para sobrevivir.

Al final, el arácnido accedió a regañadientes y se acercó a Ayame.

—Volveremos enseguida —aseguró, aunque en ningún momento podría haber afirmado que no estaba aterrada. Era la primera vez que se enfrentaba a un incendio, después de todo. «No pasa nada. Soy el Agua.»—. ¡Vamos!

Y, sin mirar atrás, Ayame aseguró la improvisada máscara sobre su rostro y giró sobre sus talones para adentrarse entre las llamas. Llevaba las manos muy juntas, por si necesitaba realizar sellos para alguna técnica acuática, y, desde luego, no pensaba bajar la guardia en ningún momento.
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#32
Sin más preámbulos, Ayame se dio media vuelta y, con Kumopansa a su vera, avanzaron hasta las llamas del edificio que estaba por desplomarse y en el que segundos antes escuchamos la voz de una mujer que solicitaba auxilio. así que, al menos por un ratito, tendría que quedarme solo con aquella niña. Tan solo esperaba que no le diese un ataque de ansiedad así de sopeton.

Ahí estaba la araña, que accedió a acompañar a la amejin a regañadientes, junto con su nueva compañera de aventuras. Pronto atravesarían la cortina de llamas, gracias a que la estructura de la puerta creaba un espacio sin aquella cortina rojiza y violenta en la búsqueda de formas de vida.

En el interior, el calor fatigaría con rapidez a ambas y eso lo notarían nada más entrar. La temperatura corporal había aumentado considerablemente y el humo impedía una correcta visión. Y si, aunque Ayame podía respirar de forma más o menos correcta gracias a su mascarilla improvisada, el humo se lo colocaría en los ojos, creando una molestia importante. No escucharon más voces. Tendrían que seguir buscando.

Hasta que se escuchó un crujido, como de madera. De hecho era un listón que venía del piso superior con la intención de aplastar sus cabezas.


— ¡Hostias, aparta!

Kumopansa lo vio venir y de un salto se libró pero, ¿lo conseguiría la kunoichi?
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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#33
Entraron en el edificio a través de un resquicio entre el fuego; pero, si en algún momento había llegado a pensar que la situación sería más fácil en el interior de la casa, pronto comprobaría que habría estado terriblemente equivocada y que acababan de atravesar las puertas del mismísimo Infierno. Dentro sólo había naranja y negro por todas partes. Y la bofetada de aire caliente la sacudió como un martillo invisible, y Ayame se tambaleó ligeramente. Pese a la manga que usaba como una precaria mascarilla, el humo le entraba en los ojos, haciéndole llorar y obligándola a alzar los brazos en un ridículo intento por protegerse de las fauces del dragón, y arañaba su garganta hasta el punto de hacerle toser.

—Maldita... sea... —maldecía entre tosidos. Pero pronto decidió que lo más inteligente era concentrar sus energías en buscar a la mujer, pues no aguantarían mucho allí dentro sin caer desfallecidos—. ¡¿HOLA?! —gritó, intentando llamar la atención de la mujer a la que debían rescatar de allí.

Pero sólo recibió un desagradable crujido como respuesta.

—¡Hostias, aparta! —exclamó Kumopansa.

Y Ayame no necesitó que se lo dijera dos veces. Se echó hacia un lado para evitar el listón de madera que se le venía encima, pero se mantuvo alerta por si no llegaba a tiempo y necesitaba licuar su cuerpo antes de resultar golpeada. Una vez a salvo se mantuvo acuclillada, aunque a aquellas alturas de la situación poca era la diferencia entre mantenerse así o quedarse de pie bien sabía que el humo siempre ascendía y de aquella manera tendría menos probabilidades de asfixiarse.

—¿Estás bien... Kumop...? —preguntó, pero se vio interrumpida por un nuevo acceo de tos. Ayame se refregó los ojos, intentando quitarse del rostro las lágrimas y el escozor que sentía—. ¡¿HOLA?! —repitió, casi desgañitándose, mientras avanzaba con lentitud y cuidado, siempre alerta a sus alrededores, por si algo volvía a echársele encima.
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#34
Ya en el interior el tiempo apremiaba, y Ayame era consciente de ello. Las probabilidades de supervivencia dentro de aquel pequeño infierno desminuian a cada minuto transcurrido. Fue por ello que apenas tardó en llamar la atención de la presunta mujer atrapada en las llamas del que era su hogar.

Pero no recibía respuesta alguna.

Un crujido seguido de la alerta de su acompañante la alarmó y vio como un liston en llamas estaba por caerle en la sien si no hacia nada al respecto, pero fue capaz de evadirlo a tiempo con un simple movimiento lateral. Buscaba la manera de lidiar con aquella situación y optó por acuclillarse y ver si así soportaba mejor el humo que le dificultaba la respiración. Apenas notaría cambios.

— Esto... si, claro — contestó al animal ante la repentina preocupación de la kunoichi de la lluvia — Pero tu parece que no estás demasiado bien, kunoichi. Será mejor que te des prisa en encontrar lo que buscas

Eso mismo fue lo que hizo. volvió a tratar de llamar la atención con un nuevo grito, buscando encontrar a alguien a través del canal acústico.

— Espera, cállate, ¿Oyes eso?

— Ayud..

Un hilo de voz tenue que provenía de enfrente. No tendrían visión alguna porque delante se alzaba un muro de fuego.
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#35
—Esto... si, claro —respondió la araña, cerca de ella. Y, dadas las peliagudas circunstancias en las que se encontraban, Ayame ni siquiera fue consciente de lo extraño que seguía resultando que estuviera hablando con total normalidad con un arácnido—. Pero tu parece que no estás demasiado bien, kunoichi. Será mejor que te des prisa en encontrar lo que buscas.

—Lo sé —respondió, con cierta debilidad en su voz—. Por ahora estoy bien.

Pero no podía decir lo mismo de la mujer a la que estaban buscando, ni siquiera sabían si estaba viva o no. Pero Kumopansa tenía razón: el humo le resultaba cada vez más asfixiante, pese a la tela que cubría su nariz y su boca cada vez le era más difícil respirar sin romper a toser; y eso por no hablar de las cenizas que irritaban sus ojos y el calor que abrasaba su piel. Ella era el Agua, pero si seguía mucho tiempo allí... terminaría por ser evaporada.

—Espera, cállate, ¿Oyes eso? —dijo Kumopansa, y Ayame se detuvo agudizando su sentido del oído.

No tardó en escucharlo, un débil hilo de voz femenina:

—Ayud...

—¡Aguante! ¡Vamos a ayudarla! —se obligó a alzar la voz para hacerse escuchar.

Pero era más fácil decirlo que hacerlo, pues un muro de llamas se alzaba entre ambos. Ayame apretó las mandíbulas, y se apartó momentáneamente la tela del rostro bajándola por su barbilla. Entonces entrelazó las manos de nuevo en tres sellos consecutivos y apuntó hacia la base del fuego, en el suelo:

—¡Suiton: Mizurappa!

Como si de un bombero se tratara, el chorro de agua a presión actuó como una manguera dispuesta a apagar las llamas o, al menos, crear el suficiente espacio como para pasar a través de ellas y rescatar a la mujer que se encontraba al otro lado.
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#36
— Esto mu huele a chamusquina, kunoichi

Pero la amejin estaba atareada en aquellos instantes. De nuevo aquella voz que suplicaba socorro volvió a sonar y aparentemente, tan solo un muro en llamas impedía la correcta visualización por el que Ayame había optado por meterse en aquella olla a presión que estaba por derrumbarse de un momento al otro.

No se lo pensó dos veces y ejecutó de nuevo aquella técnica de agua contra el muro. el objetivo estaba claro, eliminar aquella barrera. Ya fuese extinguiendo las llamas o derribando el muro. Obviamente, con el uso de la técnica lo derrumbó. Su arquitectura estaba debilitada a causa del fuego y el impacto la redujo a puros escombros.

Hora de descubrir que había al otro lado...


— Va... vamos a morir todos — dijo la voz de la silueta que empezaba a disiparse entre la humareda

La araña avanzó un poco, para acercarse a la mujer y cuando el humo se iba debilitando, se vio a una mujer demacrada y repleta de heridas. Su pelo, largo y moreno, estaba totalmente desgastado, su piel resaca y llena de cicatrices por lo que fuera que hubiese sucedido allí dentro, la mirada perdida y su ropa.. bueno, digamos que medio quemada.

— Vale, pero larguémonos de aquí, no quiero morir aplastada como si fuese una araña vulgar
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#37
El muro, debilitado por la constante caricia de las llamas, no tardó en venirse abajo ante el poder de Ayame, que se vio obligada a cruzar los brazos por delante del rostro para evitar que se le metiera aún más polvo en los ojos.

Afortunadamente, no fue todo en vano, pues al otro lado de la estructura se vislumbraba una silueta humanoide.

—¡Aguante! —exclamó Ayame, alzando la voz todo lo que su garganta, maltrecha por la ceniza y la humareda, le permitía.

Avanzó todo lo deprisa que pudo, aunque siempre poniendo cuidado de no tropezar con los escombros o vigilando que no se le fuera a caer nada encima. La mujer presentaba un aspecto lamentable: todo su cuerpo cubierto de heridas y quemaduras, sus cabellos largos y oscuros cayendo desparramados sobre el suelo y sus ropajes prácticamente carbonizados.

—Va... vamos a morir todos —murmuró.

—Aquí no va a morir nadie —respondió Ayame, agachándose junto a ella—. No mientras yo pueda evitarlo.

—Vale, pero larguémonos de aquí, no quiero morir aplastada como si fuese una araña vulgar —intervino Kumopansa, y, aunque le hubiera gustado apreciar el chiste del arácnido, las circunstancias obligaron a Ayame a simplemente asentir.

Con todo el cuidado que pudo, se cargó la mujer a la espalda y, tras respirar hondo una vez más, reunió las pocas fuerzas que tenía en las piernas e intentó alzarse. Miró a su alrededor. Tenían que salir de allí cuanto antes, y si no encontraba una manera más rápida de hacerlo tendrían que salir por el mismo camino por el que habían entrado.
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#38
—Aquí no va a morir nadie —respondió Ayame, agachándose junto a ella—. No mientras yo pueda evitarlo.

— Oh, vaya, así que estamos salvados gracias a ti, ¿Eh? — dije la mujer con un claro sarcasmo para después toser de forma repentina — Solo eres una niña. No puedes salvarnos a todos. De hecho, ya podrás considerarte aforunada si te salvas a ti misma

Ayame trató de cargar con la mujer, usando sus hombros para llevarla a una zona segura que estuviese por derrumbarse de un momento al otro.

— ¡Ay! Ten cuidado, niña

Lo cierto era que la mujer ayudaba mucho a la labor de salir de aquella tumba flamígera, lo cual acentuaba el hecho de que la amejin debería actuar rápido.

— Oye.. kunoichi, voy a avisar a Yota de que ya has encontrado a la madre de la niña

Sin esperar la aprobación de la hozuki, Kumopansa empezó a deshacer el camino y volvió al exterior.

— Creo que estoy alucinando — dijo aquella mujer, abriendo y cerrando sus ojos en un par de ocasiones — ¿Esa araña acababa de decir que mi niña está ahí fuera? ¿De verdad que está bien?

Con aquel par de preguntas, Ayame se había quedado sola, junto a la mujer que la había ninguneado hacia apenas unos segundos, sin la posibilidad de que Kumopansa pudiese echarle una telaraña o una patita.
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#39
—Oh, vaya, así que estamos salvados gracias a ti, ¿eh? —respondió la mujer, y Ayame no pudo evitar mirarla con cierta extrañeza al percibir cierto sarcasmo en su voz—. Solo eres una niña. No puedes salvarnos a todos. De hecho, ya podrás considerarte aforunada si te salvas a ti misma.

«¿Esa es su forma de darme las gracias por haberme metido en este infierno?» Pensó Ayame, chasqueando la lengua con fastidio. La propia atmósfera, cargada de calor, fuego y humo; ya crispaba su humor y sus nervios como para encima tener que cargar con la ingratitud de una mujer. Por no hablar del miedo que ya sentía...

Sin embargo, no llegó a responder en voz alta. Simplemente se concentró en cargarla sobre su hombro.

—¡Ay! Ten cuidado, niña —protestó.

—Lo siento —respondió ella, con un hilo de voz.

—Oye.. kunoichi, voy a avisar a Yota de que ya has encontrado a la madre de la niña —intervino Kumopansa; y, antes de que Ayame pudiera decir nada al respecto, la kunoichi vio la difusa sombra de sus patitas alejándose entre el humo.

«Maldita sea...» Ayame se mordió el labio inferior. Si hubiera estado sola, la situación no le habría preocupado tanto. Después de todo, ella era El Agua y podía enfrentarse a las llamas sin ningún problema, incluso evitar resultar aplastada por los escombros. Pero cargando con una mujer herida que no podía tenerse apenas en pie...

—Creo que estoy alucinando —habló la mujer—. ¿Esa araña acababa de decir que mi niña está ahí fuera? ¿De verdad que está bien?

—Está bien. Está fuera, esperándola —respondió Ayame, pestañeando varias veces para eliminar las lágrimas de sus irritados ojos y respirando lenta y pausadamente para evitar tragar más humo del necesario. Debilitada, echó a andar, como buenamente podía con la mujer a cuestas, dispuesta a deshacer el camino hecho hasta allí y salir de aquel infierno de una vez por todas—. Dígame... señora. ¿Hay alguien más en la casa...? ¿Qué... ha... ocurrido...?
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#40
—Está bien. Está fuera, esperándola

— Oh... ¿En serio? ¿Está bien? — dijo la mujer con un brillo especial en sus ojos, como si aquella noticia fuese a revitalizarle el cuerpo, pero lejos de la realidad, su cuerpo seguía en pie gracias a los esfuerzos de la kunoichi.

Dígame... señora. ¿Hay alguien más en la casa...? ¿Qué... ha... ocurrido...?

Aquella simple pregunta borró por completo el brillo repentino de los ojos de la malherida mujer. No solo eso, sino que se ensombrecieron más de lo habitual. Denotaba que las preguntas de Ayame le dolían en sus entrañas.

— No, niña, no hay nadie más, ese desgraciado...

Ayame pudo sentir como le iba a ser necesario aumentar la frecuencia de sus inspiraciones respiratorias o de lo contrario caería rendida si quería seguir llevando a peso muerto a la mujer. Quizás haber entrenado su fuerza hubiese sido útil en aquella situación. Pero habían buenas noticias, ya divisaban la puerta de entrada a la casa. seguía allí, tal y como la había dejado minutos antes.

— Ay, niña inocente, no sé para qué narices ayudas a una moribunda como yo... En fin, está bien, te lo explicaré pero antes sácame de aquí o moriremos ahogadas
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#41
—No, niña, no hay nadie más, ese desgraciado... —fue la respuesta de la mujer ante su pregunta.

«¿"Ese desgraciado"? ¿A quién se refiere? ¿Puede que fuera él el que causara este incendio? ¿Pero por qué?» Ayame frunció el ceño. Le habría gustado formular aquellas y mil preguntas más en voz alta, pero las circunstancias no acompañaban. Primero tenían que salir de allí, después habría tiempo para las preguntas.

Sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo. El cuerpo de la mujer era bastante más pesado de lo que había esperado en un principio, y era consciente de que sus músculos, ya de por sí débiles, no podrían aguantarlo mucho más. Intentó respirar hondo, tratando de oxigenar su cuerpo y darse fuerzas, pero sólo consiguió respirar humo y cenizas que le arrancaron un nuevo ataque de tos.

«Tenemos que salir... Tenemos que salir...» Murmuró para sí, con los ojos llorosos y el calor del fuego desollando su piel con cada caricia de fuego.

Y, como si de un milagro se tratara, entre el humo y el fuego la puerta de entrada se presentó ante tus ojos. Estaban salvadas.

—Ay, niña inocente, no sé para qué narices ayudas a una moribunda como yo... —volvió a protestar la mujer—. En fin, está bien, te lo explicaré pero antes sácame de aquí o moriremos ahogadas.

—Soy... kunoichi... es mi... deber... —respondió, profundamente debilitada. Pero alzó la mirada hacia la puerta, reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban. Estaba allí, casi al alcance de su mano. Podían hacerlo... Podían...—. Agárrese... muy fuerte... a mí...

La mano libre de Ayame formuló el sello del tigre y, con sus últimas fuerzas, reunió el chakra en sus piernas. En apenas un parpadeo, la kunoichi desaparecería con la mujer para abalanzarse hacia la puerta de salida.

Hacia la puerta de su salvación.


¤ Sunshin no Jutsu
¤ Técnica del Parpadeo Corporal
- Tipo: Apoyo
- Rango: D
- Requisitos: Ninjutsu 40
- Gastos:
  • 14 CK/20 metros
  • 52 CK para huir de un combate
- Daños: -
- Efectos adicionales: Cada uso restará 10 puntos de aguante durante los próximos 5 turnos
- Sellos: Carnero/una mano
- Velocidad: Instantánea
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
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