Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
No se inmutó cuando el joven se echó encima de él, tirando de sus ropajes. Mantuvo los brazos cruzados y la misma actitud, observándole con atención y algo de curiosidad. No era la primera vez que alguien le trataba como si fuera especial por ser un shinobi, pero el desaliento de ese infante no resultaba normal, lo miraras como lo miraras.
—¡Tenéis que llevarme con vosotros! ¡A una aldea! ¡Quiero ser ninja como vosotros! ¡Por favor, ayudadme!
El Uchiha arqueó la ceja derecha, confuso. Tenía una marabunta de preguntas peleándose por ser la primera que escapara de sus labios, pero finalmente Daruu se le adelantó. Afortunadamente el Hyūga supo resumir sus dudas muy bien. Se pasó la siniestra por el cabello, retirando unas pocas gotas de sudor de su frente en el proceso.
El pequeño hablaba de un anciano y de unos azotes. Las palabras de Daruu le hicieron asentir. Todo apuntaba a que era un jovenzuelo que se había escapado.
—Supongo que será lo mejor, pero este niño es un poco raro...
Acto seguido, el "cachorro calabaza" exclamó que sus progenitores estaban muertos y que su abuelo, además de su acompañante, eran malas personas. Coronó sus declaraciones con una patada en todos los "pendientes reales" del Hyūga. «Oh joder... eso SÍ que tiene que doler...», instintivamente se llevó la palma de la mano derecha a sus propias partes bajas.
Y así pues, puso pies en polvorosa.
—¡Eh, espera! —vociferó de pronto cuando fue consciente de que el infante se les escapaba— ¡Vaya!
A correr otra vez, a la caza de la calabaza andante sin calabaza. Esperaba que Daruu le siguiera.
El moreno apretó los dientes.
—¡Pues la verdad es que no sería un mal ninja, es escurridizo, tiene buen Taijutsu y sabe cuando retirarse! —el Uchiha no estaba bromeando, el pequeño estaba demostrando dotes superiores a las de algunos genin recién graduados.
Pero Daruu no siguió a Ralexion. Ocupado en tratar de mitigar el dolor de la patada, el muchacho estaba encogido sobre sí mismo, agarrándose la entrepierna como si en cualquier momento fuera a soltársele de entre las piernas y a rodar por la colina hacia el río. Gimoteaba. Con el brazo derecho, agarró un trozo de hierba y lo aferró bien fuerte, para no chillar. Apretó y apretó hasta que consiguió arrancar algo de tierra. Mientras Ralexion... corría.
···
—¡Pues la verdad es que no sería un mal ninja, es escurridizo, tiene buen Taijutsu y sabe cuando retirarse! —anunció Ralexion para nadie más que él solo en medio del bosque. Hacía tiempo que el niño se había perdido, en el horizonte, y Daruu se había quedado muy atrás.
···
Daruu se levantó, poco a poco, dolorido. Si aquél niño jurase que tenía bolas de hierro en el zapato para pegar patadas más fuertes, el Hyuuga se lo habría creído sin poner en duda su palabra ni por un instante. Cojeó hasta un árbol cercano y resopló. Se vio sólo en mitad del bosque, activó su byakugan y empezó a rastrear los alrededores en busca del niño, o de Ralexion.
Finalmente, distinguió a lo lejos una motita del color de chakra del Uchiha, y decidió perseguirla, caminando, eso sí, despacito.
La patada había dejado verdaderamente K.O. a Daruu. Bueno, no se le podía juzgar por algo así, realmente. Un golpe potente en una zona tan delicada tumbaría a la mayoría de hombres del mundo, el Uchiha incluído.
Pero Ralexion estaba demasiado inmerso en tratar de alcanzar al niño misterioso y no había caído en algo tan lógico. Le sorprendió no encontrar al Hyūga tras de sí cuando arqueó el rostro para mirar a su espalda. Contuvo su avance, confuso, observando los alrededores en busca del ojos blancos.
No solo no dio con él, si no que encima perdió de vista a aquel que estaba persiguiendo. Ahora se encontraba solo, en mitad del bosque, quieto como un pasmarote e inseguro de qué curso de acción tomar. Maldijo por lo bajo.
—¿Y ahora qué? —exhaló un suspiro— Supongo que será mejor que trate de encontrar a Daruu-san, quizás él pueda dar con el niño.
Por lo tanto, giró sobre sus talones y caminó en dirección contraria a la que había estado siguiendo hasta ahora, deshaciendo el camino.
La mota se fue haciendo más grande. Daruu chasqueó la lengua, molesto.
«Ese idiota... ¡Debería de ir detrás del crío, no volver hacia aquí!»
Si Ralexion hubiera decidido buscar al chaval, el Hyuuga, tarde o temprano, les habría encontrado. Suspiró y admitió, que en el fondo, daba igual. Tenía un plan para encontrar al chaval y atraparlo. Por otra parte...
—¡Ralexion-san! —le llamó. El otro joven andaba por un claro, tras unos árboles, a diez metros de él—. ¡Estoy aquí! ¡Aquí!
Daruu emergió del bosque, todavía con el byakugan activo.
—Esa patada me ha dejado hecho tortilla —dijo—. ¿En qué dirección se ha ido el crío? Creo que debería ser capaz de localizarle.
Dejó que pasasen unos cuantos segundos de cortesía antes de continuar:
—Pero... ¿deberíamos? La masa debe haber crecido ya lo suficiente, y siendo sinceros, a lo mejor lo que haga ese chaval no es de nuestra incumbencia. Ni nos han pagado ni estamos implicados. ¿Tú que opinas?
Escuchó a Daruu llamarle desde la lejanía. El Uchiha hizo danzar su mirada sobre el bosque, pero los árboles y la maleza no dejaban entrever demasiado. Ya que no podía fiarse de su vista, hizo caso a su oído, guiándose por la voz de su acompañante. Estuvo cerca de abandonar el claro, pero el habitante de Amegakure se le adelantó.
—Esa patada me ha dejado hecho tortilla.
Esbozó una sonrisa. Sabía que debía de haber dolido mucho, pero no logró evitar encontrar algo de humor cómico en ello. La mala costumbre humana de reírse de las desgracias ajenas.
—¿En qué dirección se ha ido el crío? Creo que debería ser capaz de localizarle.
Ralexion señaló la dirección por la que había perdido de vista al pequeño.
—Por ahí —indicó— De verdad, no me puedo creer lo rápido que es. ¿Seguro que no será un ninja ya?
El moreno negó varias veces con la cabeza.
—Por lo que me dijiste, podríamos dejar subir la masa hasta dos horas, ¿no? Algo me dice que será mejor que demos con ese niño.
Por ahí —indicó Ralexion, señalando a la derecha— De verdad, no me puedo creer lo rápido que es. ¿Seguro que no será un ninja ya?
»Por lo que me dijiste, podríamos dejar subir la masa hasta dos horas, ¿no? Algo me dice que será mejor que demos con ese niño.
Sin embargo, Daruu se cruzó de brazos y se limitó a mirar a la derecha, más allá de los primeros árboles del claro, con los ojos entrecerrados.
—¿Pero por qué deberíamos dar con ese niño? Quiero decir, es su problema, no el nuestro. Algo me reconcome la conciencia, pero algo también me dice que no es nuestro trabajo, ni nuestra culpa.
Se encogió de brazos. Sí, los argumentos del otro chico eran sólidos, no era necesario ser un lumbreras para darse cuenta. No obstante, Ralexion era joven, curioso y a veces un poco tonto -independientemente de su inteligencia-. La sed de aventura le espoleaba.
—Tienes toda la razón, Daruu-san. Si quieres, volvemos a la cabaña —asintió—. ¿Pero crees que en un manga lo dejarían estar? ¡No! Seguro que desvelaban el secreto del niño que quiere ser ninja... o algo así.
El muy vago ya había olvidado que lo habían contratado para trabajar como jornalero y cargar con las frutas y hortalizas hasta el granero. Ahora que una situación fuera de lo común se había presentado en sus narices sin avisar, no deseaba dejarla escapar.
Además, estaría bien descubrir cómo ese niño había logrado tanta agilidad. Quizás esos conocimientos le sirvieran a la hora de pulir sus propias cualidades físicas.
—Tienes toda la razón, Daruu-san. Si quieres, volvemos a la cabaña —Tenía la pinta de ser una de esas frases a las que le sigue un "pero". Y efectivamente—:¿Pero crees que en un manga lo dejarían estar? ¡No! Seguro que desvelaban el secreto del niño que quiere ser ninja... o algo así.
—Y descubrirían que en realidad se trata de un demonio que les engaña para hacer algún tipo de fechoría —rió Daruu, de forma instantánea, pero lo cierto es que aquella forma de verlo tan aventurera había despertado algo en su pecho, y sentía curiosidad por conocer la historia completa del niño—. Está bien. Supongo que en un manga también hay un compañero prudente que le dice al protagonista loco y apasionado que debería tomarse las cosas con más tranquilidad.
»Si has tomado ese papel de protagonista, lo más probable es, como en un shonen, que salgas corriendo a lo loco detrás del chaval, jurando que lo devolverás a su casa sano y salvo, porque es lo que tienes que hacer, o tu senda del shinobi, o alguna cosa así. Y yo quiero comerme la pizza contigo, así que te ayudaré, supongo.
¡Lo había localizado! era un puntito naranja tenue, lejos de allí. Cuando amplió la vista suficiente, vio que se encontraba escondido en una especie de agujero, temblando. Y fuera de la cuevecilla, había... había...
—Oh, no. —le agitó el hombro a Ralexion, llamando su atención—. Sé que es difícil de creer, pero he encontrado al crío. Ya te lo explicaré cómo en otra ocasión. ¡Está en peligro! ¡Podría morir! ¡Vamos!
Daruu echó a correr, sorteando el primer árbol del borde del claro y subiéndose a la primera rama que vio del siguiente.
Ralexion sonrió de oreja a oreja. Que le compararan con el protagonista de una historia de manga era una de las cosas más halagadoras que le habían dicho jamás.
—Sí, ayudar al chico no estaría mal, aunque es más cosa de que quiero saciar mi curiosidad. Además, sin mi compañero prudente no puedo saber donde está el niño. Tu vista es mucho mejor que la mía —afirmó, siguiéndole el rollo a Daruu.
Poco después el susodicho logró localizarlo. No obstante, se hizo obvio con suma rapidez que algo iba mal. La urgencia en las palabras del Hyūga se lo dejaron claro con brusquedad.
Tenía muchas preguntas, pero el moreno se limitó a asentir, su rostro plagado de preocupación. Siguió la estela de su compañero a donde quiera que le llevara.
Daruu aterrizó en la última rama, que daba a la vera del río. Frente a la orilla, un montón de piedras se amontonaba, formando una pequeña cueva en la que se refugiaba el niño pelirrojo. No se le veía —lo que pasa es que para Daruu, en ese momento, las reglas normales sobre lo que se puede ver y lo que se considera un obstáculo eran papel mojado—, pero sus gritos de auxilio salían de ahí.
—Mierda —dijo Daruu, en voz muy baja, y continuó cuando su compañero aterrizó en la rama al lado de él—. ¿Qué hacemos? No creo que seamos capaces de enfrentarnos a esto.
Frente a la apertura entre las rocas por donde debía de haberse colado el crío, había un oso: grande y peludo, pardo. Debía medir al menos tres metros y medios, lo que ya lo hacía muy grande para un animal de su especie. Intentaba meter la zarpa entre las rocas para alcanzar al infante.
—¡AAAAH, ME HA ARAÑADO VOY A MORIR, VOY A MORIR!
«Si al menos dejases de gritar como un histérico, el oso quizás se olvidase de ti.»
Chasqueó la lengua.
—Vamos, tú eres el protagonista valiente, da alguna idea —susurró.
Gran Oso del Cañón de Yachi
300/300
–
40 PV por zarpazo directo 20 PV por zarpazo superficial 30 PV por mordisco
Aterrizó a la vera de Daruu, la respiración entrecortada, más por nerviosismo que por cansancio. Sus orbes avellana se abrieron como platos cuando contemplaron a la enorme bestia que quería comerse al pequeño. Tragó saliva, asustado, pero los gritos de terror le hicieron apretar la mandíbula. ¡No podía achantarse!
—V-vamos a tener que espantarlo de alguna manera, o si no queda otra, matarlo... —indicó, tratando de mantener su voz lo más firme posible— Menos mal que hemos seguido al chico, a saber lo que le habría pasado si no...
«¡Fuego! ¡Los animales suelen tenerle miedo al fuego!». Si había algo que se les daba bien a los Uchiha era el Katon. Ralexion inspiró y expiró bien hondo, tratando de calmarse.
Sus manos comenzaron a moverse a una velocidad considerable, llevando a cabo sellos. Caballo, serpiente, carnero, mono, jabalí, caballo y finalmente tigre. El chakra se concentró en su garganta, tomando la forma elemental del fuego. Sus mejillas se hincharon. El moreno reclinó ligeramente su cabeza y su pecho, tomando fuerza para expulsar la bola de fuego, sin dejar de mantener formado el sello del tigre.
—¡Katon: Gōkakyū no Jutsu!
Disparó el Gōkakyū como un proyectil, directo a la espalda del oso. Esperaba que el calor acompañado del dolor espantaran a la criatura, la hicieran correr. Y si no... estaba dispuesto a seguir escupiendo fuego si eso significaba salvarle la vida al niño.
Registro de batalla:
-Katon: Gōkakyū no Jutsu x2 -> -24 CK
PV:
120/120
–
CK:
96/120
–
Hitai-ate con el símbolo de Uzushiogakure [En la frente]
Tantō [Oculto bajo el kimono]
Portaobjetos básico [Oculto bajo el kimono 4/10]
1x Hilo shinobi
1x Bomba de humo
2x Shuriken
¤ Katon: Gōkakyū no Jutsu ¤ Elemento Fuego: Técnica de la Gran Bola de Fuego - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Katon 10 - Gastos:
12 CK
(Katon 20) (multiplicable x2)
(Katon 30) (multiplicable x3)
- Daños: 20 PV - Efectos adicionales:(Katon 80) Tanto el chorro como la esfera pueden lanzarse de forma parabólica - Sellos: Caballo → Serpiente → Carnero → Mono → Jabalí → Caballo → Tigre - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones:
1'5 metros de ancho y 3 de largo como lanzallamas (multiplicado x1) o 1'5 metros de diámetro, alcanza 6 metros antes de disiparse como proyectil (multiplicado x1).
3 de ancho y 5 de largo como lanzallamas (multiplicado x2) o 2 metros de ancho, alcanza 8 metros antes de disiparse como proyectil (multiplicado x2).
4 metros de ancho y 6 de largo como lanzallamas (multiplicado x3) o 3'5 metros de ancho, alcanza 15 metros antes de disiparse como proyectil (multiplicado x3).
Icónica técnica flamígera, popularmente asociada a los Uchiha, puesto que estos mismos la crearon, y son extremadamentes asiduos a ella. No hay un solo miembro del susodicho clan que sea incapaz de ejecutarla, puesto que el aprendizaje del Gōkakyū no Jutsu se utiliza como rito de adultez, de forma que los jóvenes Uchiha son considerados miembros de pleno derecho tan pronto la dominan. Eventualmente, la técnica fué aprendida por otros ninjas que también poseían chakra elemental de fuego, generalizando su uso. Acumulando el chakra, transformado en llamas, en el estómago, el ejecutor lo exhala por la boca, pudiendo hacerlo de dos formas: ya sea a modo de lanzallamas, con un chorro sostenido a lo largo de varios segundos, dirigible, o disparando una esfera ardiente que avanzará en línea recta. En ambos casos, la técnica abrasa al oponente, y deja un llamativo cráter allá donde impacte. La potencia y alcance pueden variar dramáticamente dependiendo del chakra que se utilice, llegando al extremo de lanzar bolas enormes.
—V-vamos a tener que espantarlo de alguna manera, o si no queda otra, matarlo... —contestó su compañero—. Menos mal que hemos seguido al chico, a saber lo que le habría pasado si no...
Daruu bajó la mirada y apretó los dientes. Si Ralexion no hubiera estado allí, probablemente le habría dejado marchar. Y el chico habría... habría...
—¿Crees que ese bicho va a asustarse de unos pequeñajos como nosotros? —dijo Daruu, sacudiendo la cabeza—. No te estoy negando que pueda funcionar, sólo... estoy asustado.
Pero las manos de Ralexion ya estaban formulando sellos. Daruu los observó, con el corazón en un puño. Era una serie de sellos considerablemente larga, y de fondo, los alaridos de terror del chico hicieron los segundos itnerminables. Finalmente, el Uchiha se echó hacia atrás, hinchó los pulmones de aire, y anunció:
—¡Katon: Gōkakyū no Jutsu!
Una esfera flamígera salió de sus labios cuando volvió a inclinarse hacia adelante. El oso se dio la vuelta y encaró a la llama. No huyó: en su lugar abrió sus fauces, se levantó, sosteniéndose con dos piernas, y bramó haciendo temblar la tierra y las ramas de aquél árbol. Ralexion y Daruu cayeron al suelo, consecuencia de perder el equilibrio, pero el proyectil dio en el blanco y envolvió al animal en una tormenta de llamas.
—¿Qué es eso? ¡SEÑORES NINJAS! ¡HABÉIS VENIDO A AYUDARME! ¡GRACIAS! ¡MIL GRACIAS!
El animal gritó y gritó mientras Daruu intentaba recuperarse del terrible golpe. Desequilibró y cayó rodando por la ligera pendiente. Finalmente, cayó al agua, y fue arrastrado por la corriente río abajo, mientras agitaba las patas, desesperado.
—Lo... lo has conseguido... ¡Esa técnica de fuego ha sido increíble, Ralexion-san! —admiró Daruu, levantándose—. Pero deberíamos ayudar a ese crío y salir pitando de aquí. Si encuentra el camino de vuelta, estará furioso. Muy furioso.
Se acercó al montón de rocas.
—¡Eh, chaval! ¡Vamos, ven aquí! El oso ya no te dará más problemas, pero si no nos damos prisa puede que vuelva.
—Pero... ¿me vais... me vais a llevar con el abuelo? —En su voz estaba sembrada la duda.
La estampa del oso levantándose y encarando la bola de fuego era dantesca. Los ojos del Uchiha no daban crédito.
—¡No puede ser!
La ira del animal zarandeó el árbol sobre el que se encontraba el dúo de ninjas. Los dos cayeron al suelo, incapaces de mantener el equilibrio. Ralexion aterrizó sobre su espalda, dolorido. Profirió un acallado gemido de dolor.
Alzó la mirada de inmediato, antes que ninguna parte de su cuerpo. Esperaba ver al oso correr hacia ellos, fauces primero, en cualquier momento. Sin embargo, se encontró con la igualmente impresionante imagen del depredador aullando de pavor y cayendo por la pendiente de cabeza al río. El agua se lo llevó.
—S-sí... —masculló como respuesta a Daruu, alzándose de entre la tierra.
Estaba muy satisfecho consigo mismo, debía de admitirlo. Las alabanzas del Hyūga lograron ruborizarle con ligereza. Mas todavía se encontraba en demasiado shock como para procesar del todo sus emociones. Todavía luchaba en pos de recuperar el aliento.
Se apresuró a ponerse a la vera del refugio de rocas
—Ya veremos lo que hacemos contigo... lo primero de todo es volver a la cabaña, por si las moscas —afirmó atropelladamente, todavía atento a sus alrededores.
—Ya veremos lo que hacemos contigo... lo primero de todo es volver a la cabaña, por si las moscas —dijo Ralexion, sin perder ojo del horizonte del río.
—Es verdad. Una vez estemos a salvo, podremos hablar con más calma. ¡Vamos, sal! —exclamó Daruu.
El niño, receloso, salió con dificultad entre las rocas. Tenía parte de la camiseta hecha jirones, de haberse tropezado y caído más de una vez, y además, en el brazo derecho, una raja fina pero sangrante, probablemente el arañazo al que se había referido con anterioridad y que le había hecho el oso.
—Además, esa herida no tiene buena pinta, chico. Tendremos que limpiártela y desinfectarla.
En el rostro del niño se dibujó un terror absoluto. Estuvo a punto de ir, pero Daruu intercedió el pie y le hizo caer con una zancadilla. El crío aulló de dolor.
—¡No, por favor, no me hagas daño!
—¡Idiota! Si no te curamos la herida, podrías morir de una infección. ¿Es eso lo que quieres? —masculló Daruu. Luego, se acercó al niño y se acuclilló frente a él—. Dijiste que querías ser un ninja, ¿no? Nosotros tenemos que lidiar muchas veces con ese tipo de heridas, y yo tengo muy poca experiencia, pero estoy seguro de que un ninja veterano ha vivido situaciones mucho peores. Si te comportas como un niño al que su abuelo tiene que vigilar, es muy probable que nunca dejes de serlo, ¿no?
El niño levantó la mirada, con un puchero. Asintió.
—Vamos. Tú también puedes comer pizza con nosotros. Y nos contarás tranquilamente toda tu historia. Entonces, decidiremos. ¿De acuerdo? Te daremos esa oportunidad.
—Va... vale.
Daruu extendió la mano y ayudó al muchacho a levantarse.
—Me... me llamo Kabocha. Pankin Kabocha.
—Amedama Daruu, encantado de conocerte, Kabocha-kun.
Miró a Ralexion y señaló el camino de vuelta a la cabaña.
—Vámonos. O ese oso volverá y tendremos que lidiar con él.
···
Habían acomodado a Kabocha en el sofá del salón y el mismo Daruu se había ocupado de limpiar la herida del crío con agua oxigenada, mientras Ralexion lo sujetaba, porque el endemoniado no dejaba de moverse. Luego, le habían vendado el brazo, y ahora Daruu estaba en la cocina, haciendo los últimos preparativos para meter las pizzas en el horno.
—Ralexion-san... —dijo Kabocha, asustado—. No voy a poder ser un ninja nunca, ¿verdad? Soy... un cobarde, y un llorón. Nunca podría haberme enfrentado a ese oso como vosotros.
Abatido, reposó la cabeza en sus dos manos, y los codos en los muslos, inclinándose hacia delante en el sofá.
—Mi abuelo siempre me lo dice: tú tienes que ocuparte de las calabazas, como mis padres. Y los padres de mis padres. Pero a mi siempre me han gustado las historias de ninjas. Quizás tenga razón, y deba rendirme...
Mantuvo la guardia bien alta, esperando a que el niño saliera de entre las rocas. No paraba de preguntarse si, en caso de que el oso volviera, sería capaz de derrotarlo. Se dijo a sí mismo que mejor no hacerse esas preguntas a no ser que fuera totalmente necesario; es decir, si el oso retornara de verdad.
Le apenó comprobar el estado en el que se encontraba el pequeño. Debía de haber sido una experiencia terrible, como poco. Su ropa había sido degradada a harapos, y sufría un feo corte en el brazo. No obstante, dio gracias en su fuero interno porque fuera eso y nada más, un animal de tal tamaño podría haberlo partido por la mitad si se hubiera dado el caso.
—No seas muy duro con él, Daruu-san, el pobre ha pasado algo muy feo —intercedió a favor del infante después de que el Hyūga le pusiera la zancadilla.
A la par que su compañero se agachaba a la vera del niño, Ralexion se alejaba unos pasos del dúo, aproximándose a la orilla del río, los ojos perdidos en el horizonte. Temía que les tomaran por sorpresa.
Si uno se fijaba bien en sus manos podría comprobar que todavía le temblaban ligeramente.
Mas no había nada de nada. La bestia seguía en paradero desconocido y ningún otro animal salvaje se atrevía a asomar los morros. El Uchiha dejó escapar un profundo suspiro, algo más tranquilo. Se aproximó de vuelta a Daruu y el niño, el cual ya estaba de pie y parecía más dispuesto a caminar.
«Pankin Kabocha... está bien ponerle un nombre a nuestro misterioso niño calabaza, por fin.».
—¡Un placer, Kabocha-san! Yo soy Uchiha Ralexion —le sonrió— Pongámonos en marcha entonces.
***
Tras llevar a cabo primeros auxilios sobre el corte de Kabocha -el cual no colaboró nada con el proceso, por cierto-, Ralexion se quedó solo con el infante. Atendió sus palabras, torciendo el gesto gradualmente. Podía comprender cómo se sentía, pero el Uchiha pensaba que se estaba agobiando de más sin motivo.
—Escucha, Kabocha-san... tener miedo es algo natural. Yo también tenía miedo de ese oso. Ser ninja es una cuestión de esfuerzo y entrenamiento. Si de verdad quieres, solo necesitas esforzarte —le aseguró con el tono más suave que pudo, y se sentó junto a él en el sofá— Lo importante es mantener ese miedo bajo control. Además, es comprensible que después de lo que has vivido lo pasaras tan mal...
«Hmm... ¿y por qué me suena a mí algo que tenía que ver con las calabazas? Siento como que me he olvidado de algo importante...».