Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
15/07/2016, 23:18 (Última modificación: 15/07/2016, 23:19 por Uchiha Akame.)
Ya había caído la noche sobre la Villa Oculta de la Cascada y, como era tradición desde el albor de los tiempos, luces provenientes de todo tipo de lámparas iluminaban el cielo nocturno con su fulgor. Las calles estaban adornadas con la delicadeza y el mimo que caracterizaba a aquellas fechas, porque los takigakureños ponían toda su dedicación en la fiesta de Año Nuevo. Como cada víspera de Primero de Bienvenida, Takigakure no Sato se vestía de gala y mostraba su mejor cara; los aldeanos iban de allá para acá, ataviados con lo más exquisito de su armario, la comida y el vino fluían como nunca y el ambiente estaba colmado de risas, canciones y vítores a antepasados gloriosos que ya no estaban entre nosotros.
Sin embargo, había una persona para la que nada era igual, a pesar de que nada había cambiado. Iba vestida con una sencilla yukata femenina de color aguamarina, con el símbolo de Takigakure estampado en hilo dorado. Era una prenda cara, muy cara para una simple gennin como ella —un obsequio de su maestro—. Calzaba sandalias de madera, como dictaba la tradición, muy duras e incómodas. Tenía el pelo más largo, aunque rapado por ambos lados de la cabeza, recogido en un moño arreglado con destreza profesional. Aquel peinado le daba un aire moderno y elegante a la vez —al menos, todo lo elegante que podía verse alguien con la boca deformada por una horrible cicatriz—.
«No está.»
Estaba sentada en una de las largas mesas dispuestas en la ribera de fresca hierba verde, rodeada de su maestro y los familiares de éste, de algunos compañeros de profesión y otros completos deconocidos. Pese a su popular apetito y las copiosas bandejas repletas de manjares, ella comía con mesura.
«¿No está?»
Las mangas de su yukata se escurrieron por sus brazos, fuertes y de color café, revelando los tatuajes que adornaban sus muñecas. Justicia y Coraje podían verse representados en sus correspondientes kanjis, grabados con tinta negra en la piel de la kunoichi. Sus ojos grises y vivaces se movían incansablemente entre la multitud.
—Anzu-chan, ¿ocurre algo? —preguntó con buen tino Hida-sensei, que conocía bien a su alumna—. Si la vista no me falla, llevamos media hora sentados a la mesa y todavía queda comida en un área de cinco metros a tu alrededor.
La aludida le devolvió una mirada ausente. No prestaba atención. Hida frunció el ceño; la Yotsuki había estado así desde que volvieran a la Villa, un par de días atrás, después de pasar casi un año entero recorriendo Oonindo.
Pero en ese momento, a Kajiya Anzu sólo le interesaba encontrar a una persona...
16/07/2016, 01:23 (Última modificación: 16/07/2016, 01:25 por Uchiha Datsue.)
—Te lo juro —repetía Datsue por enésima vez—. Es tal y como te lo cuento. —Su interlocutor le miraba con cara extrañada, como si no terminase de creerle—. Había cientos… Que digo cientos, ¡miles de farolillos! Farolillos anaranjados, ocres, rojizos, verdes, azules… Y todos con un único deseo: rezaban por mí. —Su oyente soltó una risotada aguda, como si no se creyese una patraña de lo que Datsue soltaba por la boca—. ¡No te rías! ¡Es la verdad! —exclamó, provocando todavía más risas en su interlocutor—. Bueno, ya sabes como a mis padres les gusta exagerar, pero… ¡El caso! —gritó, sonriente, volviendo a conseguir su atención—. Que yo dormía allí. —Señaló con la mano libre las Raíces del Árbol Sagrado, que se veían a lo lejos entre centenares de lucecillas danzarinas que iluminaban la Villa—. Debía tener tu edad, más o menos, y con los huesos más rotos que el corazón de un Uzureño enamorado. El caso fue que cuando me desperté al día siguiente… Bueno, lo hice siendo el tío duro que soy ahora.
Su interlocutor daba muestras de no entender ni la mitad de lo que acababa de decirle. A decir verdad, aquello era incluso quedarse corto. A Datsue no le sorprendía, teniendo en cuenta que se trataba de un bebé que ni siquiera llegaba al año de edad. Una bebé, en realidad, de cabellos rubios y rizados, los ojos más grandes que el Uchiha había visto jamás y envuelta en una manta fina de color ocre.
—La próxima vez te contaré la historia de cómo tu hermanito salvó a Ayame la Jinchuriki y Eri la Enanita de una muerte aciaga, sacrificándose por el resto y renunciando a un Bijuu que le correspondía por derecho de sangre —como quería inculcar a su hermana con valores como el honor y la verdad, a veces se entretenía contándole viejas glorias del pasado—. Pero eso será otro día. Ahora a buscar a Ryouta y Naomi, que ya es tarde.
Aquel día, Uchiha Datsue se había vestido con sus mejores galas: un kimono blanco, con tintes dorados al borde del cuello y al final de las mangas, anchas. Su hanhaba obi también era dorado, con motas azules, y usaba unas getas del color propio de la madera. También se había peinado para la ocasión, añadiendo dos trenzas a su habitual moño. Las dos trenzas, una a cada lateral de la cabeza, recorrían toda su sien y caían por detrás de la oreja, rozando el nacimiento de sus hombros y otorgándole un falso efecto rapado a cada lado.
Su kimono estaba lo bastante abierto como para dejar al descubierto su inseparable collar, cuya figura del Baku rebotaba en su pecho a cada paso que daba. Sus ojos, más expresivos si cabe que antaño, fueron a parar en uno de los cientos de rostros que colapsaban la ribera en aquella noche tan especial.
Inconscientemente, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Vaya, vaya, vaya. ¡Pero que ven mis ojos! —exclamó, acercándose a la mesa cuya persona había captado su atención, de frente—. ¿A qué debemos el honor de que la Gran Anzu de Taki se digne a brindarnos su divina presencia? —¿Cuánto hacía que no la veía? ¿Un año? Datsue recordaba haber preguntado por ella en una ocasión, cuando buscaba cierta comadre para cierto negocio, pero al parecer había volado muy lejos de la Villa—. Por cierto, prefería tu anterior peinado —comentó, mordaz, aunque sin todavía poder quitarse la sonrisa tonta que se le había dibujado en el rostro. En sus brazos, un bebé de ojos grandes y azules miraban a Anzu con expresión curiosa.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Uchiha Datsue entró en escena tal y como ella se habría esperado. Conociendo a aquel chico, no podría haberlo hecho de otra manera ni aunque quisiera. Nada más acercarse a la mesa ya Anzu pudo ver cómo atraía las miradas de casi todos; «creo que me he perdido algo importante...» No había otra explicación a la repentina curiosidad que muchos comensales parecían sentir por el joven Uchiha.
Anzu se levantó con cierta torpeza, alisándose los pliegues de la yukata. Pensó en todo lo que había querido decirle a aquel chico desde hacía tiempo; su bochornosa actuación en el Torneo, los rumores que había oído en más de una ocasión sobre su papel en lo ocurrido durante el Torneo, el bijuu, la visión que les había enviado el Sabio de los Seis Caminos y sus enigmáticas palabras para con ellos dos.
«Anzu, Datsue... Os recuerdo muy diferentes, no os metáis en problemas, ¿vale?»
Podía oír las palabras de Rikudo-sennin en su cabeza, tan claras como el primer día. ¿Qué había querido decir?
Sin embargo, todo aquello que había estado esperando un año para preguntarle —o echarle en cara— a su compañero de Villa quedó relegado a un segundo plano cuando él la empapó de su afectividad. En realidad, no eran más que dos amigos que se reencontraban después de lo que había parecido una eternidad. Datsue sonrió, y Anzu le devolvió la sonrisa —aunque la suya estaba deformada y ni siquiera parecía una sonrisa, era igual de sincera—.
—Yo también me alegro de verte, Datsue-san —respondió, cuando el gennin se metió con su peinado.
La Yotsuki le ofreció la mano derecha, surcada de horribles quemaduras ya cicatrizadas, pero entonces...
—¿Qué cojones...? —los ojos grises de Anzu examinaron con incredulidad al bebé que Datsue llevaba en brazos—. Vaya, veo que no has perdido el tiempo. Bueno, pues, ¡enhorabuena! ¿Cuándo te casas?
Pese a que Datsue sabía fingir muy bien, y en este caso sus ojos se mantenían firmes en la mirada azul pálida de la kunoichi, todavía no se había acostumbrado del todo a aquella cicatriz que cruzaba la cara a su compañera. A veces, cuando ella gesticulaba o sonreía, parecía moverse con vida propia, afeando una cara que al Uchiha, quizá, le hubiese resultado atractiva en su momento.
Pero quizá fuese mejor así. Las caras bonitas empezaban a despistarle demasiado, desde hacía ya una temporada. No podía confiar en ellas o, más bien, no podía confiar en sí mismo frente a ellas.
—Yo también me alegro de verte, Datsue-san. —La voz de Anzu le sacó de su ensimismamiento.
Entonces ella le ofreció la mano, y sus ojos no pudieron evitar contraerse un instante al observar las terribles quemaduras que le asolaban la piel. Aunque no supo de qué se sorprendió. Era como si aquella chica atrajese los problemas como la mierda a las moscas.
Sin embargo, hubo otra cosa que le llamó todavía más la atención…
—Vaya, veo que no has perdido el tiempo. Bueno, pues, ¡enhorabuena! ¿Cuándo te casas?
—¿Ehm? —Datsue seguía teniendo la vista clavada en la muñeca de Anzu—. Oh, esto… —Miró a su hermana, que parecía observar con una atención infinita a Anzu, como un ninja ejemplar haría con su sensei—. Pues ya soy un hombre de provecho, en realidad. Me casé en verano. Fue una boda por todo lo alto. Quise invitarte, pero… Al parecer estabas de parranda por ahí… —dejó caer. En realidad, no tenía ni las más remota idea de dónde se había metido—. ¡Quién lo diría! ¡La kunoichi más honorable de Taki abandonando sus deberes por irse de fiesta! No te dejarías seducir por un Ribereño del Sur, ¿verdad? —Nunca estaba de más preguntar, pues no se sabía lo que podían estar planeando aquellos malnacidos de la Ribera del Sur—. Oye, ¿y eso de ahí? —preguntó, trazando un arco con el dedo índice que pasó por la quemadura de su mano… hasta parar en el tatuaje. El tatuaje de “Justicia”—. Está chulo. ¿Te lo hiciste en Shinogi-to? Dicen que allí están los mejores tatuadores…
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17/07/2016, 15:53 (Última modificación: 17/07/2016, 15:54 por Uchiha Akame.)
Anzu abrió muchísimo los ojos ante la respuesta del Uchiha. Ella no lo había dicho en serio, claro, si no más bien como una chanza inocente. Sin embargo, las palabras de Datsue rezumaban convicción y... normalidad. Como si estuviesen en una aldea de cincuenta habitantes, perdida entre las montañas del País de la Tierra, y casarse y tener hijos a los catorce años fuese lo más normal del mundo. La Yotsuki se puso roja, de confusión y vergüenza.
—Eh, uh, vaya, pues... Felicidades —repitió, como si la enhorabuena previa no contase, por no haberla dicho en serio—. ¿Cómo se llama?
Luego Datsue mencionó —por segunda vez— su larga ausencia de la Villa. Sí, ciertamente había estado fuera mucho tiempo; quizá demasiado. Y no era normal que un ninja abandonase su Aldea así como así. Anzu había tenido un buen motivo, claro, además del permiso del Kawakage que su maestro había solicitado. Durante aquel año había vivido tantas cosas que contárselas todas a Datsue podría haberle llevado hasta el día siguiente.
—¿De fiesta? Tú flipas, socio —replicó, con gesto pretendidamente orgulloso—. He estado viajando por todo Oonindo, aprendiendo y entrenándome para ser la mejor gennin de Takigakure no Sato.
Sus palabras vinieron acompañadas de un puño cerrado con determinación y porte marcial. Realmente había mejorado mucho durante aquellos casi trescientos sesenta y cinco días viajando con Hida por todo el Continente Ninja, pero tampoco estaba segura de ser —de momento— la más habilidosa de entre sus colegas. «De lo que sí estoy convencida es de que todavía podría ganarte con una mano atada a la espalda, Uchiha Datsue», pensó con orgullo. Si bien era cierto que el joven gennin parecía más curtido y centrado que antes, todavía tenía mucho que hacer para ganarse el respeto de Anzu.
—Oye, ¿y eso de ahí? Está chulo. ¿Te lo hiciste en Shinogi-To? Dicen que allí están los mejores tatuadores...
La Yotsuki se miró la muñeca donde tenía tatuado el kanji "Justicia". Era la misma mano que se había abrasado por completo. Esbozó una sonrisa.
—No, no me lo hice en Shinogi-To. Allí ni siquiera conocen esta palabra —replicó, convencida—. Fue en Yugakure no Sato, en el País del Rayo. Hida-sensei y yo volvíamos del Norte y paramos en la Villa. Al llegar, vimos una riña en una de las calles principales... Dos niños pequeños, que vivían en las calles y mendigaban para comer, peleaban por un mendrugo de pan. En mitad de la refriega, uno tiró al otro de espaldas, cayendo sobre el puesto de un frutero... —recordaba aquello como si lo estuviera viviendo en aquel mismo momento—. El tendero sacó una vara de madera y empezó a darles de palos, ensañándose con ellos porque sabía que nadie protegería a dos niños sin techo. Sabía que no eran nadie, y que no importaban a nadie.
Sus ojos se iluminaron con un destello de ira.
—Entonces, un hombre salió de entre la gente que se había congregado. Llevaba una yukata azul oscura y un haori blanco perla, y una espada en el cinturón. Sin esfuerzo ninguno, le quitó el palo al tendero y empezó a devolverle todos y cada uno de los varazos que le había dado a los chiquillos. Luego, lo rompió. Tomó unas frutas de su puesto, las pagó, y se las dio a los dos chicos a partes iguales.
»Incluso aunque no eran nadie. Incluso aunque no eran nada, y no importaban. A él sí le importaban, porque eran débiles, eran víctimas... Eso es Justicia. Así que me hice esto —enseñó su tatuaje con orgullo— para nunca olvidar lo que vi aquella mañana en Yugakure.
De repente su rostro se endureció.
—Aunque no espero que lo entiendas —agregó tras una pausa, tomando un vaso de cerveza y bebiéndoselo de un trago sin poner cara de asco—. Parece que has preferido andar por ahí clavando la sombrilla en lugar de entrenar, que buena falta te hacía.
»Y a propósito de eso, todavía tengo que darte una paliza por lo que hiciste en el Torneo.
17/07/2016, 16:47 (Última modificación: 17/07/2016, 18:31 por Uchiha Datsue.)
El Uchiha escuchó con atención el relato de Anzu, mientras su hermana, que ya había perdido el súbito interés por la desconocida, trataba de alcanzar la trenza que caía sobre uno de los hombros de su hermano con sus diminutas manitas. Datsue sabía lo doloroso que podía resultar si eso pasaba, y por eso la mantenía fuera de su alcance, bajando levemente el brazo con el que la sujetaba cuando creía que estaba demasiado cerca de conseguirlo.
Así que todavía quedan jodidos héroes en alguna parte de Oonindo… Bah, siguen estando en una desventaja numérica de uno a mil. No me gustaría estar en su bando…
—Aunque no espero que lo entiendas —añadió Anzu finalmente, tomando un vaso de cerveza y bebiéndoselo de un trago. Tan joven y ya dándose al alcohol. Ains… ¿Qué voy a hacer yo con esta chica? Respecto a su afirmación, prefirió no responder. Había cosas tan evidentes que ni con toda su labia conseguiría rebatir—. Parece que has preferido andar por ahí clavando la sombrilla en lugar de entrenar, que buena falta te hacía.
Datsue estalló en una estruendosa carcajada, contagiando la risa también a su hermana, que se rio con ternura. Acto seguido, Anzu comentó que tenía que darle una paliza por lo sucedido en el Torneo. El Uchiha esbozó cara de asombro y se señaló con un dedo.
—¿A mí? —preguntó, con voz inocente—. Vayamos por partes —continuó, esbozando un asomo de sonrisa—. Primero: no, claro que no es mi hija. Ni me he casado. Solo me estaba quedando un poco contigo… Ciertamente, te habrás convertido en la mejor Gennin de Takigakure no Sato, pero para ser Chunnin necesitarás también un poco de esto —le clavó la yema del dedo índice en la frente, para acto seguido ponerse más serio y mirar a su hermana y sacarle la lengua, gesto que pareció divertirla—. Es mi hermana, Haruka. —Volvió a fijar su mirada en Anzu—. Y lo segundo… ¿A qué te refieres con lo que hice en el Torneo? Que yo recuerde estuve a punto de sacrificarme por todos vosotros para sellar al jodido monstruo en mí. —Y tratar de amañar el Torneo en pleno combate; y bajar en plena Final con una flor para la campeona; y, a decir verdad, la parte en que decidió sacrificarse por el resto no era totalmente fiel a la verdad… ¿Pero acaso había sido fiel a la verdad alguna vez?
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17/07/2016, 17:02 (Última modificación: 17/07/2016, 20:23 por Uchiha Akame.)
Anzu no pudo reprimir un gesto de ira cuando el Uchiha admitió abiertamente que le estaba vacilando. Aquel bebé no era su hijo, o hija, o nada parecido; era su hermana. Ni siquiera la enternecedora carcajada de Haruka y el gesto cariñoso de Datsue para con ella consiguió apaciguar el fuego que había empezado a arder en las entrañas de Anzu. «Por todos los dioses de Oonindo, no ha cambiado ni un poco. ¡Miente más que habla! Hijo de una hiena sifilítica...» Apretó los dientes y aceptó, resignada, que Datsue se acababa de burlar, con éxito, de ella. Otra vez.
Sin embargo, la kunoichi no estaba dispuesta a tragarse tan fácilmente la verborrea de su compañero en lo que se refería a otros asuntos. Concretamente, cuando Datsue, haciendo un alarde de osadía considerable, trató de excusarse —y, no sólo eso, sino de glorificarse también— por su actuación en el Torneo. ¡Claro que Anzu no se refería a eso! Pero el Uchiha era un chico astuto y muy hábil a la hora de manipular el rumbo de una conversación.
—¡Y una mierda, socio! —replicó ella, con un tono de voz que atrajo las miradas de los comensales. Anzu se dio cuenta y trató de bajar una marcha—. Aceptaste un soborno de ese estirado diamantista antes siquiera de empezar a pelear. Te pusiste en ridículo en la final, saltando al campo... ¡Nos pusiste en ridículo a todos! ¿Y eso del bijuu? Que yo sepa no hay monstruo ninguno aquí, sólo un montón de comida y charlatanería barata —añadió, señalándole la tripa.
La Yotsuki se estaba empezando a alterar, y no pudo evitar que su lenguaje corporal la delatase. Consciente de ello, trató de respirar hondo y coger aire. De todas las cualidades y virtudes que tenía Datsue, la de provocar en ella unas ganas tremendas de darle un sopapo era la más notable.
—¿Por qué demonios fuiste? Podrías haberte negado, ¿lo sabías? Hubiera sido mejor que dejar el nombre de Takigakure a la altura del betún.
Sus palabras estaban cargadas de reproche, pero aun así, se sentía culpable en el fondo. Porque ella había sido en ese momento lo bastante débil como para que el Kawakage ni siquiera la invitase.
17/07/2016, 18:29 (Última modificación: 17/07/2016, 18:30 por Uchiha Datsue.)
Me acabo de dar cuenta que Yumiko era el nombre de la madre biológica de Datsue xD Cambio el nombre del bebé a Haruka
—¡Y una mierda, socio!
El atronador grito de Anzu hizo que Haruka girase la cabeza de pronto y la mirase con los ojos muy abiertos, como un cervatillo asustado. La kunoichi siguió hablando, imperturbable, recriminando con pasión y dureza las acciones realizadas por el Uchiha tiempo atrás. Pronto sus palabras se vieron acompañadas por el llanto de Haruka, que pese a no comprender lo que decía, sí parecía captar su estado de ánimo. Su agresivo estado de ánimo.
—Shh… Calma, calma —decía Datsue entremedias de la bronca de Anzu, meciéndola una y otra vez en sus brazos. Como el Uchiha no podía rebatir ninguna de las acusaciones, prefirió optar por el silencio como la última vez.
Vio que Anzu trataba de coger aire y serenarse, quizá al darse cuenta del llanto del bebé. Se dio cuenta que no había cambiado tanto desde la última vez. Seguía siendo tan impulsiva, tan patriota y con los mismos pelos en la lengua... Es decir, con ninguno.
—¿Por qué demonios fuiste? Podrías haberte negado, ¿lo sabías? Hubiera sido mejor que dejar el nombre de Takigakure a la altura del betún.
—Quise hacerlo. —La respuesta le salió tan sincera que sorprendió al propio Datsue—. Hablé con Yubiwa, pero me dijo que no veía a ningún otro Gennin capacitado para ir al Torneo aparte de mí y Haruto. —Como acababa de soltar una verdad, Datsue creyó oportuno balancearla con una mentira. Después de ver el Kanji de “Justicia” tatuado en la muñeca de Anzu, a él también se le había antojado eso de ser equitativo—. ¿Cómo es que tú no fuiste? —preguntó, cizañero. Luego puso la boca en forma de “o”, como si acabase de darse cuenta de lo que había insinuado. Como si no lo hubiese dicho aposta—. Oh, perdona. No quería decir que tú… Vaya… —dudaba como si realmente no supiese qué decir. Como si no supiese exactamente el punto vintal donde debía clavar el veneno con sus colmillos—. Seguro que Yubiwa-sama tuvo sus motivos. Apuesto a que para la próxima vez te llevará a ti, ¿eh? ¡Le vas a dejar impresionado cuando vea esa mano chamuscada! —exclamó, sonriente, como si fuese el mejor de los halagos.
Entonces recordó la última vez que había provocado a Anzu. Recordó su reacción, el puño eléctrico temblando a centímetros de su rostro. En aquel momento se había jurado no volver a provocarla, y a él no se le había ocurrido mejor momento para romper su juramento que en plena celebración por el Año Nuevo, mientras sostenía a un bebé que rozaba el año de edad en sus brazos...
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La kunoichi de piel café estaba tan cabreada que ni siquiera se sintió culpable por hacer llorar a la hermanita de Datsue. El bebé empezó a berrear, terminando el trabajo que los gritos de Anzu habían empezado y consiguiendo que los comensales más cercanos abandonaran la mesa entre resoplidos, malas caras y blasfemias. A ella no le pasó desapercibido que, desde el otro lado de la mesa, Hida la observaba con aquellos ojos oscuros y duros como la piedra. Anzu le conocía lo bastante bien como para saber qué quería decir esa mirada. «¿Que me tranquilice? Ah, no, no, no. Estoy harta de que este cuerpoescombro me vacile cada vez que le venga en gana»
Datsue replicó con su lengua de plata de una forma tan impecable que, a cada palabra que decía, Anzu se ponía un poco más roja, y el volcán que había entrado en erupción dentro de su pecho amenazaba con abrasarla desde dentro. Apretó los puños con tanta fuerza que se hizo sangre. Los pocos músculos de su cuerpo que la fina yukata ceremonial dejaba ver estaban tensos como cables de acero.
—Qué mentiroso, haría falta no tener ojos en la cara para decir eso —replicó, en voz baja y de forma prudente, porque en el fondo estaba insinuando que el Kawakage no había elegido bien.
El Uchiha no se detuvo ahí, sino que caminó varios pasos más allá de cualquier línea roja que una persona razonable —pero violenta— como Anzu pudiera tener. Ni códigos ni gaitas valían ya. Nada más el Uchiha terminó de hablar, ella se acercó un paso amenazador.
—En el Árbol Sagrado, dentro de media hora. Ven si tienes pelotas, socio —siseó, amenazadora—. Ya es hora de que te cierre esa bocaza que tienes.
17/07/2016, 21:34 (Última modificación: 17/07/2016, 21:36 por Uchiha Datsue.)
[...]
Datsue estaba en un problema. Y en un problema de los gordos.
El reto lanzado por Anzu había sido oído por media Villa, y la otra media no tardaría en enterarse, conociendo lo cotillas que podían resultar ser los habitantes de Takigakure cuando llevaban un par de copas de más.
Si no se presentaba al desafío, su reputación se vería todavía más mermada —si es que le quedaba alguna todavía—. Antiguamente, eso le hubiese importado menos que un Uzureño en problemas. Pero tras el desenlace del Torneo, Datsue se había dado cuenta de cuán problemático podría llegar a ser tener tan mala fama. Si bien sus engaños y mentiras funcionaban con casi cualquier desconocido, fracasaban toscamente ante cualquiera que sospechase su nombre. Podía incluso llegar a decir la verdad que el valor de sus palabras no sería tenido en cuenta.
Y eso era una putada.
—Joder, quién me mandaría a mí abrir la boca —farfulló, mientras recorría el puente de más de quince metros que conducía al Árbol Sagrado. El suave bullicio proveniente de la Villa llegaba distorsionado y débil hasta allí, y su cuerpo emitía múltiples sombras gracias a los farolillos de distintos colores que colgaban a lo largo del puente.
Parecía mentira que, doce años atrás, Datsue se encontrase justo en el mismo lugar. Llorando sobre las Raíces del Árbol Sagrado, con los huesos rotos y al borde de la muerte. Y aquí estoy ahora. Con los huesos más duros que… que… Bueno, que cualquier jodida cosa muy dura. Y quizá también al borde de la muerte, o del llanto...
Pese a que intentase permanecer sereno y en calma, estaba nervioso. No paraba de abrir y de cerrar la diestra, y su corazón bombeaba sangre a más velocidad de la necesaria. ¿Cuánto hacía que no tenía un combate de verdad? ¿Un año, cuando se había enfrentado a Tatsuya en plena misión? Aquel combate lo había ganado por los pelos, tirando de deshonor. Si es que se le podía llamar ganar a un combate en el que tu adversario se rendía a mitad de éste. Pero como Datsue era muy olvidadizo para lo que le convenía, normalmente solía obviar ese detalle cuando se lo relataba a algún pueblerino, especialmente si se trataba de una chica.
—¡Aquí estoy! —gritó, al finalizar de recorrer el puente. Había tardado lo suyo. Primero, se había recorrido media Villa buscando a sus padres para dejarles a Haruka, y después, tras coger todas sus armas y colocárselas en su debido sitio, se había pasado la otra mitad del tiempo deliberando si le convenía o no acudir a la cita—. ¡Espero que estés contenta! —exclamó, entornando los ojos para distinguirla de entre las sombras—. ¡Pero que sepas que si lo que querías era estar a solas conmigo y tener una cita, había formas más sencillas de hacer esto! ¡Pero a ti te gusta elegir el camino de piedras y espinas, ¿eh?!
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Una carcajada seca fue el único recibimiento que tuvo el Uchiha tras entrar en escena como se podía esperar de él. «Puede que otra cosa no, pero gracia tiene el jodío», se dijo a sí misma la kunoichi. Cada vez que Datsue hacía un chiste de los suyos, a ella le daban ganas de reírse a carcajadas. Excepto aquella vez, claro, en la que la risa que le salía del estómago se vio ahogada por una montaña de magma incandescente. Las palabras del gennin todavía resonaban en su cabeza.
«¡Le vas a dejar impresionado cuando vea esa mano chamuscada!»
Había escuchado la voz de Datsue alta y clara durante todo el camino. Desde la ribera del río, donde todo el pueblo festajaba sin ellos dos, hasta su casa. Luego mientras se quitaba el engorroso atuendo ceremonial y se calzaba sus cómodas ropas ninja. Y también mientras caminaba, sin dejar de apretar los dientes, hasta el Árbol Sagrado. Allí, con él de testigo, golpearía a su compañero shinobi hasta hacerse sangre en los nudillos. «Es un debilucho y un bocachancla, se merece lo que le va a pasar», trataba de convencerse. Porque en el fondo, aquel chico seguía siendo un compañero. Su compañero, y el único amigo que había tenido en Takigakure. «Y ahora estoy a punto de intentar romperle los piños. Qué cosas...» Entonces las burlas de Datsue volvían a su cabeza, y aquel fuego interno se avivaba con furia.
De entre las sombras emergió la figura atlética y oscura de Anzu. Vestía un top negro muy ajustado —pero cómodo— que marcaba los músculos fibrosos de su torso. Llevaba las manos desnudas, pantalones largos y sandalias ninja. En el cinturón, su fiel portaobjetos, más vacío que lleno.
—No puedes evitarlo, ¿verdad? Tomártelo todo a coña —reprochó la kunoichi—. Venga, cuerpoescombro. Demuéstrame que no copiaste en el examen de graduación. Demuéstrame que eres capaz de algo más que de hablar mucho y pensar en billetes de color verde.
Sus palabras vinieron acompañadas de una pose marcial; piernas separadas en un ángulo calculado y puños en alto, el izquierdo delante y el derecho más atrás.
18/07/2016, 00:36 (Última modificación: 18/07/2016, 00:37 por Uchiha Datsue.)
La figura de Anzu emergió de entre las sombras, mostrando a una kunoichi muy cambiada. Toda ropa elegante y formal había sido dejada a un lado, dejando tan solo un top negro y unos pantalones largos. Datsue logró adivinar el portaobjetos entre la oscuridad, bien ajustado al cinto.
Ahora que recordaba, él podía haberse librado de aquella incomodidad de llevar portaobjetos si hubiese sellado sus armas en el cuerpo. ¿Para qué había estado perdiendo medio año entrenando con Yume si luego no le daba utilidad?
Pero de nada servía arrepentirse ahora.
—No puedes evitarlo, ¿verdad? Tomártelo todo a coña —reprochó la kunoichi—. Venga, cuerpoescombro. Demuéstrame que no copiaste en el examen de graduación. Demuéstrame que eres capaz de algo más que de hablar mucho y pensar en billetes de color verde.
Suspiró. Aquella chica no tenía remedio.
—Como quieras —comentó, sonando más seguro de sí mismo de lo que realmente estaba. Se desató el hanhabi obi y se quitó la yukata de encima, doblándolo con suavidad y dejándolo encima de la barandilla del puente. Su torso quedó al desnudo y, lejos de poner en entredicho las palabras de Anzu, no hacía más que reafirmarlas. Se prometió ponerse a hacer abdominales en el futuro solo para poder cerrarle la boca—. Pero te advierto. No conseguirás hacer ni un solo rasguño a este cuerpo que tanto criticas. —Era curioso que la mayor fanfarronada que había soltado por la boca en lo que llevaba del día fuese en realidad la mayor verdad. Es lo que tenía haber sido bendecido por el Árbol Sagrado.
Se ajustó el pantalón que había llevado bajo la yukata: era gris, de tipo chándal y con la zona de la entrepierna exageradamente baja, para terminar ajustándose bajo la rodilla. Se llamaba, según algunos modernos aseguraban, un pantalón cagado.
Como no llevaba nada encima, el mecanismo oculto con el kunai perdía su propiedad de oculto, y Anzu también pudo ver el colgante del Baku rebotando en su pecho. Una Anzu que ya se había preparado y puesto en guardia, en posición marcial. Una posición en la que podría defenderse de casi cualquier ataque, fuese cual fuese el ángulo desde el que se lanzase.
Esto me recuerda…
—Los Uchihas lo tenéis fácil. Lo único que tenéis que hacer es jugar a la contra. —La voz de Yume sonó en su cabeza tan clara como si le estuviese hablando al lado, y no pudo evitar sentir un leve pinchazo de nostalgia—. Esperar, replicar los movimientos y contraatacar.
También recordaba cuál había sido su respuesta:
—¿Y tener un duelo de miradas y fruncimiento de ceños durante horas mientras una planta rodadora pasa delante nuestro? Seré un Uchiha, pero no soy un jodido Uzure…
Se rascó la nuca, que de pronto le picó a horrores. Acto seguido, y tras activar el Sharingan, realizó unos simples sellos. Sin embargo, ninguna bola de fuego o chispazo eléctrico hizo acto de presencia. En su lugar, Datsue retrasó la diestra a su espalda, donde tenía atada a la cintura su portaobjetos, para seguidamente lanzar como un rayo lo que parecía ser una estrella metálica, directa al corazón de la kunoichi…
Estado de Datsue
• PV:
180/180
–
• CK:
129/140
–
-11
–
(Sharingan activado)
1 AO
–
Objetos:
Baku [Cuello]
Portaobjetos [Lateral derecho de la espalda, a la altura de la cadera][7/10]
Hitai-ate
Shuriken x1
Bomba sonora x1
Bomba de humo x1
Hilo shinobi 3/3
Sello explosivo de clase C x2
Mecanismo oculto de kunai (cargado) [Muñeca derecha]
¤ Ni Tomoe no Sharingan ¤ Ojo Giratorio de Dos Aspas - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Uchiha 25 - Gastos: 11 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Destreza, Inteligencia y Percepción +6, Poder + 3 - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
El célebre y temido Dōjutsu del clan Uchiha. Los miembros del clan no nacen con él, si no que lo desarrollan durante una situación de gran estrés o con riesgo de muerte. En su segunda versión, el Sharingan transforma los ojos del usuario volviendo de color carmesí sus dos iris. Ocupando un lugar concreto de una circunferencia imaginaria alrededor de la pupila, aparecen dos tomoe (coma).
Un ojo con dos tomoe permite al Uchiha registrar el movimiento de un oponente y copiar en menor medida sus movimientos. Para esquivar ataques que van a impactar, sin embargo, es la agilidad y la velocidad de reacción del usuario lo que realmente cuenta, a pesar de las predicciones. El usuario puede copiar sellos manuales e imitar técnicas en el momento de su ejecución (siempre, por supuesto, que su facultad de Uchiha tenga igual o más valor que el requisito de esa técnica), pero además es capaz de memorizar esas técnicas durante el resto de una contienda (con un máximo de tres técnicas, y si su facultad de Uchiha tiene igual o más valor que los requisitos de dichas técnicas).
Las dos aspas también permiten al usuario ver a través de los Genjutsu y percibir la realidad como realmente es. También permite al usuario ver a través del cuerpo de otro shinobi y percibir así su chakra. Mientras que el ojo no está tan refinado como para ver los tenketsu y el sistema circulatorio del chakra como el Byakugan, puede ver el movimiento y el flujo de ese chakra, lo que puede ayudarles a descubrir si esa persona está atrapada en una ilusión, o si un atacante es una amenaza real o un simple bunshin (no funciona con los clones de sombras).
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
18/07/2016, 19:33 (Última modificación: 18/07/2016, 20:32 por Uchiha Akame.)
—Como quieras. Pero te advierto. No conseguirás hacer ni un solo rasguño a este cuerpo que tanto criticas.
Aquellas palabras sorprendieron a la Yotsuki, que por un momento se sintió confusa. No porque no se esperase un alarde así por parte de Datsue, experto en aquellas lides, sino porque lo había dicho totalmente en serio. «Demasiado en serio para venir de él. Bah, qué más da. Acabemos con esto...» Qué equivocada estaba.
El Uchiha empezó la ofensiva formulando una serie de sellos, momento que Anzu aprovechó para salir disparada hacia él. La distancia que los separaba era de apenas diez metros, de los cuales la Yotsuki ya había restado tres cuando su oponente terminó su cadena de sellos. Anzu aflojó el paso, esperando algún tipo de técnica secreta, pero para su sorpresa, Datsue se llevó una mano al portaobjetos y sacó un shuriken. «Suerte que estuve entrenando mi puntería», pensó la kunoichi cuando su adversario le lanzó aquella estrella metálica. La distancia que los separaba era de apenas seis metros, y ella tan sólo tuvo que sacar uno de sus kunais y lanzarlo para interceptar el proyectil de Datsue.
—¡Me toca!
Como una bestia furiosa, la Yotsuki cargó contra su rival. Cuando estuvo a distancia de cuerpo a cuerpo, amagó un puñetazo directo al rostro con su mano zurda. Sin embargo, apenas lanzado el falso golpe, se movería un paso para colocarse en el flanco izquierdo de Datsue y sacudirle con técnica marcial. Primero, un gancho de derecha a la costillas; y luego, una patada baja que buscaría barrer los tobillos del Uchiha y hacerlo caer al suelo.
Estado de Anzu
PV:
150/150
–
CK:
140/140
–
Inventario
Bandana de Takigakure [anudada en el brazo derecho]
+Chidori Senbon
+Chidori Nagashi
+Nawanuke no Jutsu
¤ Shinobi Kumite - Requisitos: Taijutsu 10
En todas las academias ninja enseñan el arte de la lucha ninja, o Shinobi Kumite. Todo aquél que no posea esta habilidad, sabrá dar un puñetazo, pero no sabrá cómo darlo, y todos sus golpes restarán 5 PV, sin ningún tipo de bonificación. Sin embargo, y para los ninjas que han recibido entrenamiento:
¡Rápido! pensó el Uchiha, al ver que Anzu sacaba un kunai para interceptar su ataque, tal y como había hecho Tatsuya en su día. Dejó que su cuerpo se hundiese, hincando una rodilla en el suelo a la vez que la otra se flexionaba, mientras que las palmas de sus manos subían como una centella a taponar sus oídos.
Clanc. ¡BOOOM!
Tras impactar kunai contra shuriken, la estrella metálica dejó ver su verdadera esencia, como un Ribereño del Sur cuando cree que está solo. Pues el shuriken en realidad no era otra cosa que una bomba sonora transformada mediante el Henge no Jutsu Inverso.
El kunai pinchó la bomba como un globo de agua, y pasó silbando por encima de la cabeza de Datsue azotando sus cabellos sueltos con la ráfaga de aire generada. No hacía falta ser muy listo para saber que ahora era su oportunidad. Una oportunidad en el que debía primar la velocidad por encima de la fuerza bruta, pues sabía que Anzu era de las que se recomponían rápido.
Por eso, sus manos formaron un único sello.
¡Raiton: Gian!
Una lanza compuesta por pura electricidad salió disparada hacia el torso de su compañera, cruzando el aire cual rayo en busca de su víctima. Una víctima que, en su día, había estado dispuesta a morir por él para salvarle la vida. ¿Cómo es que habían llegado hasta aquel punto? Probablemente la boca del Uchiha tuviese algo que ver, como siempre solía pasarle…
Dado que muchas de las misiones ninja están basadas en la infiltración, este Ninjutsu no tiene precio. Se usa normalmente para transformarse en personas ajenas, pero también puede utilizarse para transformarse en animales, plantas e incluso objetos inanimados como armas. Esto le da a la técnica una gran abundancia de usos. La transformación de un ninja habilidoso (Ninjutsu 60) será exactamente como el artículo original, así que será imposible diferenciarlos. Es uno de los Ninjutsu más básicos, y es incluso enseñado en muchas de las academias shinobi del mundo; sin embargo, está considerada por encontrarse entre las técnicas más difíciles de su rango, pues requiere emisión constante de chakra para mantener la forma elegida. Además, el usuario puede estar en todo momento interactuando con el entorno. Los ninja con poca experiencia sufren de estrés mental por ello, así que la mejor forma de determinar si el usuario está utilizando la técnica es causarle este mismo estrés (causarle daño o derribarlo eliminará la transformación).
Alterador (Gyaku Henge no Jutsu): Gracias a esta alteración de la técnica, Datsue es capaz, tras realizar los sellos, de invertir el Henge no Jutsu para transformar cualquier objeto con la palma de la mano en otro distinto. Cualquier daño en dicho objeto eliminará la transformación.
Datsue puede mantener la técnica a una distancia máxima de 50 metros.
¤ Raiton: Gian ¤ Elemento Rayo: Falsa Oscuridad - Tipo: Ofensivo - Rango: B - Requisitos: Raiton 20 - Gastos: 24 CK - Daños: 40 PV - Efectos adicionales:(Raiton 80) Puede ser disparado con un movimiento en zig-zag, primero hacia un flanco, y luego hacia el objetivo - Sellos: Serpiente - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: El rayo puede recorrer una distancia de 10 metros antes de disiparse
El usuario, tras realizar el sello correspondiente, emite electricidad en forma de lanza a través de su boca, que envía hacia su enemigo tratando de que impacte contra su cuerpo. Es una técnica con un buen poder destructivo, ya que es capaz de atravesar incluso la roca. El usuario puede lanzar otra lanza más pasados unos segundos desde el lanzamiento de la primera.
Raiton, Gian: 40PV
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
18/07/2016, 21:18 (Última modificación: 18/07/2016, 21:27 por Uchiha Akame.)
Ni siquiera se lo vió venir. El lanzamiento había sido correcto, en parte porque Anzu había puesto mucho empeño en mejorar su destreza con armas básicas que todo shinobi debe saber utilizar, y en parte porque la trayectoria del shuriken lanzado por Datsue había sido simple en extremo. Demasiado simple. De repente, un estruendo ensordecedor hendió el aire, destrozándole los tímpanos a la Yotsuki, que escondió la cabeza entre las manos.
—¿¡Qué cojones ha sid...!? —masculló, aturdida.
No tuvo tiempo siquiera de terminar aquella frase. Un zumbido amenzador rasgó el aire, acallando sus palabras cuando la lanza de chakra eléctrico que le precedía la impactó de lleno en el pecho. Anzu notó la potencia de aquella técnica cuando los músculos de su torso empezaron a convulsionar violentamente, cortándole la respiración. Trató de aferrarse el pecho con ambas manos, boqueó un par de veces luchando por tomar aire, y finalmente se quedó allí tirada, exhausta.
No se dio cuenta de que estaba tumbada boca arriba sobre la fresca hierba hasta unos instantes después. «Por todos los dioses de Oonindo... Yo no podría haber ejecutado mejor esa técnica». Consiguió ponerse de pie gracias a su trabajada resistencia física y a su tenacidad, llevándose una mano a la espalda con gesto dolorido. No podía caer de esa manera ante la primera ofensiva de un chiquillo que había sido expulsado del Torneo por estafador.
—Vale, cabrón, esa ha sido... —«buena»— ... aceptable.
Anzu estaba de nuevo en guardia, piernas flexionadas, puños en alto. No sabía exactamente qué acababa de pasar, pero sí estaba segura de que no iba a dejarse apabullar por aquel Uchiha. Clavó sus ojos grises en los de Datsue, y entonces... «¿Qué es eso? Sus ojos... Se han vuelto rojos. Como los de Haskoz y Katame... ¿¡Qué significa esto!?» Sacudió la cabeza, queriendo espantar aquellos pensamientos como a un enjambre de abejas, y salió disparada hacia su adversario.
Estaba claro que Datsue sabía pegar, y pegar duro. No iba a darle otra oportunidad. Apenas estuvo a unos cuatro metros del chico, alzó súbitamente su mano diestra; intentaba con ello atraer la atención de su rival. Apretó el puño, cerró los ojos y abrió los dedos. Un destello cegador iluminó el claro, el puente y a los dos shinobi. «Ahora me toca a mí, socio», pensó la Yotsuki mientras canalizaba una gran cantidad de chakra Raiton en su mano diestra.
Cuanto podría escuchar Datsue antes de recobrar la vista sería un enjambre de furiosas aves que graznaban y chillaban con tal furia que retumbaba más allá del puente. Por encima de aquel ruido ensordecedor, una voz se alzaría con furia y determinación.
—¡Chidori!
Acto seguido, la Yotsuki trataría de estampar su mano recubierta de electricidad chirriante en el pecho de Datsue. Había ajustado la potencia de aquella técnica para que no le causara daños internos, por lo que de acertar, el Uchiha sería simplemente electrocutado y enviado por los aires un par de metros.
Estado de Anzu
PV:
110/150
–
-40
–
CK:
92/140
–
-48
–
Inventario
Bandana de Takigakure [anudada en el brazo derecho]
+Chidori Senbon
+Chidori Nagashi
+Nawanuke no Jutsu
¤ Chidori ¤ Mil Pájaros - Tipo: Ofensivo - Rango: B - Requisitos: Raiton 40 - Gastos: 48 CK - Daños: 80 PV - Efectos adicionales: Alto peligro de muerte de impactar en un punto vital - Sellos: Buey → Liebre → Mono → Dragón → Rata → Pájaro → Buey → Serpiente → Perro → Tigre → Mono (ninguno con Raiton 50) - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Esta técnica canaliza una gran cantidad de chakra Raiton en la mano del usuario, tanto es así que se vuelve visible y produce un sonido parecido a mil pájaros chirriantes. De ahí el nombre de la habilidad. Una vez la técnica se ha copletado, el usuario carga hacia adelante y clava su Chidore en el adversario. Esto produce, en caso de acertar en puntos vitales, un daño usualmente letal. A pesar de que la técnica produce un sonido tan alto, esta técnica está clasificada como de asesinato gracias a la velocidad a la que el usuario es capaz de moverse mientras la utiliza.
Dado que la velocidad del ataque es tan grande y que el usuario debe moverse estrictamente en línea recta, se produce un efecto túnel en su visión que le impide variar ligeramente la trayectoria del ataque si su oponente lo hace, fallando el movimiento. Esto puede ser corregido si el usuario posee reflejos aumentados (mediante el Sharingan, Rinnegan u otros medios). El Chidori puede utilizarse para electrocutar al oponente y mandarlo en dirección opuesta, sin empalarlo, por lo que es una técnica de letalidad ajustable.