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—Por deber, pues creo que debemos. No sobreviviremos a la noche quedándonos afuera, y yo me estoy congelando. Ahora si podemos asegurarnos de alguna manera que al menos una esté desocupada, sería bárbaro. ¿Pero cómo? yo aún no he aprendido a mantener a un Kage bunshin en el tiempo, por lo que no podríamos enviar nada a recabar información. Y los mizu bunshin no cumplen con esa función, así que estamos un tanto jodidos.
Kaido había dado con la clave, no tenían forma alguna de asegurar que la casa que ocuparan estaba vacía sin lanzarse ellos mismos a explorarla y eso podría tener sus riesgos.
El peliblanco se puso a pensar una forma de saber si la casa en la que decidieran entrar estaba ocupada, pero no se le ocurría ninguna.
— Yo tampoco sé utilizar el Kage Bunshin... — Reconoció el peliblanco. — Así que no nos queda otra que entrar sin hacer el menor ruido e investigar nosotros por nuestra cuenta... ¿Cómo lo ves?
En cuanto terminaran de decidirse, a lo lejos sonaría una explosión, signo de una batalla o de que, adelante podían esperarles trampas.
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«¡Mierda!» —se reprochó, al no encontrar una solución más ventajosa y menos arriesgada.
Miró a Riko con preocupación —quizás, la primera vez que le veía tan meditabundo y precavido— y asintió apenas, como si esperase que su interlocutor no aceptara su resignación. Pero no tenían de otra, para ganar a veces había que arriesgar, como lo hacían los jugadores de póquer. Aquello sin embargo no era tan sencillo como esperar sacar una buena carta, y ligar un buen flop.
—Bueno, haremos lo sigu...! —¡boom! una explosión de dejó escuchar, a la lejanía, aunque la procedencia de la misma permanecería como un misterio. Podía deberse a la intensa lucha entre algún par de equipos o, quizás, una trampa. Que ahora que se fijaba en el terreno y la manera en cómo estaba organizada la planicie abierta, daba para que hubieran minas en algunos sectores de la pequeña ciudad—. la puta que me parió.
Suspiró, y señaló una casa al azar.
—Que sea esa, pues, y si nos toca pelear pues nos toca y ya está. Vamos.
Kaido comenzó a dar marcha patriótica, como si él sólo fuera un escuadrón entero de shinobi. Esperando que Riko le siguiera el paso, aunque siempre con la cautela de no querer comerse una mina.
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—Bueno, haremos lo sigu...!
La explosión cortó la frase del escualo, llamando la atención de cualquiera que se escuchase lo suficientemente cerca como para escucharla, Riko se cubrió el rostro con el brazo derecho, a modo de escudo, mientras Kaido maldecía y mostraba su sorpresa a la vez.
—Que sea esa, pues, y si nos toca pelear pues nos toca y ya está. Vamos.
Riko asintió, nervioso y con ganas de salir de allí lo antes posible, siguiendo a su compañero de equipo hasta el interior de la casa que éste había seleccionado.
El lugar estaba bastante bien conservado, teniendo en cuenta que podía haber explosiones por la zona y que no sabían el tiempo que llevaba allí, conservaba las cuatro paredes casi intactas, a excepción de algún que otro agujero de pequeño tamaño. El interior estaba bastante oscuro, iluminado únicamente por la luz de la luna que entraba por dos grandes ventanas, situadas una a cada lado de la estancia en la que se encontraban nada más entrar. En el medio encontrarían una mesa con un par de sillas y detrás de éstas, un par de sacos de dormir.
A la izquierda de la entrada podrían subir a un segundo piso por las escaleras, de madera y que aportaban de todo menos seguridad, teniendo en cuenta los sonidos que hacían cuando se apoyaban en ellas y que a alguna le faltaba un trozo.
—Bien, ¿por donde empezamos? — Preguntó el peliblanco. —A simple vista aquí no parece que haya nadie, deberíamos mirar arriba, por si acaso.
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Lo que encontraron una vez en el interior de aquella morada, resultó ser una casona en buen estado, con su estructura lo suficientemente estable como para dar a ellos dos la confianza de meter el culo dentro. Salvo por alguna brecha decadente en alguno de sus muros, y que la escalera parecía ser la parte de la casa más deteriorada de todas, parecía habitable. Y además, tenían sacos de dormir.
Sintió la tentación de arrojarse de cabeza hasta el saco y enrollarse dentro como un capullo de mariposa. Pero aún quedaban ciertas cuestiones que comprobar antes de poder estar tranquilos.
—Pues sube tú. Pesas menos, de eso no hay duda, y los escalones no soportarían el de los dos. Yo te cubro, tú asegúrate de que no haya nada peligroso.
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—Pues sube tú. Pesas menos, de eso no hay duda, y los escalones no soportarían el de los dos. Yo te cubro, tú asegúrate de que no haya nada peligroso.
Aquella idea, desde luego, no le gustaba un pelo, se tendría que arriesgar a subir el solo y, en la caso de que hubiera un equipo escondido allí, de seguro que no le daría tiempo a reaccionar, aún así aceptó de mala gana.
—Está bien, tú mira bien en esta planta, por si acaso.
Y tras sus palabras se dirigió a la escalera, con todo el cuidado del mundo, tratando de no hacer el menor ruido, aunque teniendo en cuenta el estado de los escalones, fue imposible. Cuando llegó a la planta de arriba se encontró con un pasillo estrecho, con dos puertas cerradas a la izquierda y una abierta de frente. Se dirigió a la primera puerta a la izquierda, la abrió y se encontró en una habitación pequeña, con sus estanterías, un escritorio pegado a la ventana, una cama y una silla.
«Primera habitación, nada, vale.» Suspiró de alivio.
En la planta baja, por su parte, si Kaido empezaba a caminar, y lo hacía con la suficiente atención, notaría que, una vez en el centro de la sala, el suelo parecía emitir un extraño eco de los pasos, como si estuviera hueco.
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Riko se aventuró a subir, y Kaido quedó en soledad. Para entonces, ya el escualo estaría peinando su área con la finalidad de encontrar algo que le pudiera ser de utilidad, más allá de que nno estuviera plagado de algún enemigo, además.
Entre paso y paso, mientras más se acercaba al epicentro de la sala, podía sentir bajo sus pies como el eco se paseaba a través de las grietas del suelo. Y aquello sólo sucedía cuando algo estaba hueco y no así repleto de tierra. Si llegaba a haber algo bajo aquellos tablones, tendría que averiguarlo, aunque primero querría cerciorarse de que hubiera alguna rendija lo suficientemente estrecha como para que él pudiera aventurarse, después de haber convertido su cuerpo en agua.
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Si Kaido buscaba por el suelo para encontrar alguna rendija por la que colarse, se daría cuenta que, bajo la mesa que había en el centro de la sala había una separación más grande de lo normal entre dos de los tablones del suelo, por la que sin duda podría colarse si se licuaba.
Debajo de la casa se encontraría con un lugar que no dejaba de ser un agujero de tierra, no demasiado alto por lo que el chico tendría que caminar agachado para no chocar su cabeza contra el suelo.
En una de las paredes podría ver una especie de túnel que podría seguir y averiguar hacia donde le conducía. Si se asomaba se daría cuenta de que parecía una mina, con maderos que sujetaban el techo para que no se derrumbara.
Riko por su parte siguió con la inspección de la planta alta sin encontrar nada que les fuera de utilidad.
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¡Plop!
A cuenta gotas, Kaido fue cayendo entre la rendija, filtrándose como una gotera. Una vez en el interior del agujero, se recompuso en su totalidad, aunque con el cuidado pertinente de no pegarse la cabeza contra los muros de tierra que envolvían aquel túnel secreto. El gyojin se tapó la boca en un esfuerzo de no tragar polvo y fue echando el ojo, aquí y allá, para ver qué podía encontrar.
Pensó llamar a Riko, pero para ello tendría que gritar. Y gritar podría generar un derrumbe, lo cual sería catastrófico. Así que aún y con el peligro que aquello conllevaba, decidió sumergirse en el túnel y explorarlo. Total, no podría ir demasiado lejos. O eso creía él.
«Estos tipos se han esmerado al crear un mapa lo suficientemente amplio para los jodidos juegos. El pastizal que han de haber gastado...» —meditó, mientras continuaba su camino expreso hasta la profunda mina secreta.
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Kaido decidió continuar por su cuenta y avanzó a través del túnel que era bastante estrecho y estaba bastante oscuro, aunque a lo lejos se podía intuir el final del mismo porque se filtraba una tenue luz.
Si el escualo decidía llegar hasta allí, al asomarse vería una inmensa mina, con un montón de túneles que llevarían a otras zonas de la misma. Podría ver grandes estalactitas y la tierra de las paredes había cambiado por dura piedra de color oscuro y podía oler la humedad que había en la zona, lo cual hacía que estuviera mucho más frío que en el túnel.
Si prestaba la suficiente atención podría escuchar el sonido de la brisa que venía de alguno de los muchos túneles que daban a aquella sala, signo de que podía dar al exterior.
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El escualo llegó a un punto en donde pudo descubrir lo que se escondía en el mundo subterráneo. Una inmensa mina que, talada de cabo a rabo, gozaba de numerosas bifurcaciones que se abrían paso en numerosos túneles de distintas direcciones. Un lugar húmedo como ninguno, y al parecer un punto de conexión entre todo el campo de los Juegos de Supervivencia.
Un descubrimiento que quisiera o no, tenía que compartir. Por esa razón, volvió a donde Riko.
—¡Mierda tío, es que no te imaginas lo que me he encontrado allí abajo! —dijo, en la planta inferior. Esperando que Riko pudiera escucharle, si es que aún estaba allá arriba. Porque... tenía que estarlo, ¿no?
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