Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ya habían pasado dos semanas enteras enteras desde lo sucedido en Shinogi-To para la familia Kaminari, que ahora era mucho más grande que antes. Por lo visto, la decisión de los chicos no fue sencilla, pero finalmente todos acabaron por unirse a la casa que, por suerte, era lo suficientemente grande para todos. El proceso de introducirlos a la villa tampoco fue fácil y duró toda una semana. Ni Kimi ni Chika tuvieron detalles de nada en ningún momento, pero pudieron conocer un poco a sus nuevos hermanos a lo largo de la semana en la que estuvieron con ellas.
Chika ya conocía relativamente bien a dos de ellos, Kira, la chica con la que había peleado durante el rescate de Kimi. Fue quien le había propuesto al resto quedarse con los Kaminari y parecía acostumbrarse relativamente bien a vivir con ellos, aunque pronto descubrirán que eso no es mucho decir. También estaba Kenshin, el chico que había dejado inconsciente a Chika y quien había planeado el secuestro de Kimi. Fue quien convenció al resto de chicos de quedarse con los Kaminari, pues era lo mejor para todos. Tanto Kimi como Raijin se llevaban mejor con estos dos que con el resto.
También estaban los gemelos Go y Dai, los menores de todos. A ellos Chika no los conocía demasiado bien, aunque para ser sinceros ni Kimi ni Raijin han conseguido todavía pillar a esos chicos del todo. No suelen hablar, pero el día en el que finalmente se les aceptó la estadía en Amegakure uno de ellos abrazó a Chika, mientras el otro abrazó a Raijin, agradeciéndoles. Todavía no saben cuál era cuál.
Luego estaban Momo y Ryō, los más altos y fuertes y unos buenos chicos, sin duda, si quitabas que uno era un bravucón que se creía el más fuerte del lugar y que la otra era... bueno, la otra solo era tonta, y la única que no se andaba con bravuconadas allí. Ambos se preocupaban por sus hermanos tanto como los demás. Al fin y al cabo, solo se han tenido entre ellos durante quién sabe cuánto tiempo.
Por último estaban las peores: Kiriya Mami, una de ellas, era una bravucona de cuidado y una jodida vaga. Desde el primer día ya tenía problemas con Raijin, pues es una persona estricta, pero ni siquiera él ha conseguido que se comportase. Aún así parece una persona bastante sociable, pues en el poco tiempo que lleva en la villa ha conseguido un grupo de colegas con los que sale de vez en cuando. La otra era Miki Una chica de la misma edad que Kimi que se parecía demasiado a ella. Le gusta que Raijin y Chika, a quienes ya llama "papi" y "hermana mayor" cariñosamente, le presten atención. ¿Que por qué la he catalogado junto a Mami como "de las peores"? Bueno, eso es algo para otro momento.
Todavía faltaban otros dos, que estaban todavía a prueba. Ni Chika ni Kimi los llegaron a conocer más que de pasada. A uno de ellos, Hotaru lo apodaban "Ash" porque utiliza más el Katon en forma de cenizas que el Raiton. Del otro no sabían nada especial, excepto que cuando ambos terminasen sus pruebas, todos tendrían que ingresar a la academia para convertirse en ninjas de Amegakure. Esa era la condición de que se quedasen, y en teoría no debería ser ningún problema, pues casi todos ellos eran más fuertes que tu genin promedio, pero el problema es que eran mucho, mucho menos civilizados que tu genin promedio. Joder ¡si habían algunos que no sabían leer todavía! Y Mika realmente no les había enseñado nada más que agresividad, aparentemente.
Justo aquello era lo que más preocupado tenía a Raijin. Se temía la enorme cantidad de problemas que pudieran causar y tener en cuanto entrasen a la academia, pues el sistema educativo de Amegakure era especialmente fuerte con chicos tan irreverentes como aquellos, es por eso que decidió enseñarles valores de la misma manera que se los enseñaron a él: con Karate. En un día, compró Karategis de las tallas de todos ellos allí y les dijo que tendrían que asistir a la próxima clase. Hubieron quejas, claro. Mami tenía planes para ese día, Ryō, Kenshin y Kira pensaban que era una tontería para flojos y Momo ni siquiera sabía lo que era Karate.
Raijin no aceptó un "no" por respuesta y... en resumen, que a la mañana siguiente ya estaban todos en el dojo. Raijin se encontraba sentado en Seiza en el centro de la clase, mientras todos los alumnos estaban también sentados en fila, ordenados desde los cinturones más bajos a los más altos, con las hermanas Kaminari encabezando la clase... aunque el término "hermanas Kaminari" resultaba raro de utilizar en este caso, pues habían al menos cuatro hermanas Kaminari presentes allí.
Mami parecía haberse traído a un amigo, pero a Raijin no parecía importarle. Era hora de empezar la clase y hoy le tocaba a Chika hacer el saludo inicial.
Como todas las personas del universo, en algún momento de su vida Chika se había hecho la pregunta importante: ¿Cómo sería tener más hermanas?
En un principio, suena impresionante. Tener otra Kimi, igual de adorable e igual de chiquita. Sí, claro. Todos los días. Sin embargo, ahora que tenía cómo diez hermanos adicionales, igual tenía una lista de pros y contras mucho más extensa.
Sobre todo porque la mitad de esos malditos animales no sabía ni siquiera comportarse. Dentro de la otra mitad, aún había alguna que se salvaba. Ahora la vida de Chika se basaba en educar a media docena de crios que se creían mucho más de lo que podían creerse y no respondían a nada más que a la violencia.
Entonces Raijin dijo de llevarlos al dojo. Chika siempre había pensado que ella no era una estudiante ejemplar, ni siquiera una buena estudiante de karate. No seguía la mayoria de normas, no se sabía la mayoría de normas y apenas podía comportarse el tiempo suficiente para hacer un entrenamiento en condiciones sin hacer algo incorrecto.
Además, la mayoría de normas eran terriblemente complejas. No era como no comer mientras entrenabas, no, eran cosas como la cortesía o la humildad, que parecía que era algo que todos conocen pero entonces hay una frase filosofica que te da un dogma de vida y ella ni siquiera sabía qué significaban de normal. La cuestión era que se limitaba a intentar ser una buena Chika y que nadie se diese cuenta de que no sabía qué estaba haciendo.
Sin embargo, de la noche a la mañana se había convertido en la segunda karateka más educada y más fiel al codigo del Karate de la casa. Había pasado de ser la última a la segunda y era extremadamente extraño. Siempre había dejado que Kimi fuese el ejemplo, era fácil porque era perfecta, pero no podía lanzarle diez niños a la cara para que los entrenase.
Le tocaba ser el ejemplo a seguir. Pero ¿era ella ejemplo de algo? A ver, era una de las personas más fuertes del lugar, pero había mucho más que eso. Kimi era cien veces más ejemplar.
Entonces se le ocurrió. Claro. Su misión no era darles los buenos ejemplos, sino ablandarlos para que pudiesen aprender de Kimi. Bajarles los humos con lo que mejor se le daba, pelear. ¿Cómo no lo había pensado antes?
Cuando se levantó a hacer el saludo estaba mucho más animada. Solo tenía que partirle la boca a unos adolescentes y todo estaría bien.
— ¡REI! — e hizo una pronunciada reverencia.
Tras ello, esperaría a que Raijin diese su mandato, preparada para mancharse las manos con sangre infantil.
Y la clase empezó con todo el mundo haciendo una reverencia a la vez, incluidos los recién llegados, que al menos supieron imitar al resto de la clase correctamente.
— ¡A correr! —Indicó Raijin como al inicio de todas las clases, para calentar.
La clase entera, que constaba de unas veinte personas contando a los nuevos, la mayoría de ellos jóvenes de familias pobres que se unieron al dojo para salir de las calles, empezó a correr en fila rodeando el lugar. Kimi y Chika encabezaban la carrera con un trote ligero como siempre, estando una al lado de la otra.
— ¿Estás nerviosa? —Le preguntó Kimi a su hermana, en voz baja—. Yo lo estoy, un poco. Espero que todo salga bien...
En general, todos se mantenían callados o hablando en voz baja como lo hacía Kimi y de momento nada estaba explotando.
— ¿Estás nerviosa?Yo lo estoy, un poco. Espero que todo salga bien...
Todo estaba yendo bien. Aunque era un poco pronto para decir eso, pues apenas estaban calentando. Sin embargo, que no se hubiesen cagado encima ya era una buena señal. Esperaba llantos, quejas y lamentaciones desde el minuto uno. Tal vez estaba siendo algo negativa. Además, debía tranquilizar a su hermana, era su deber.
— Nada, no te preocupes. Siguen siendo algo parecido a karatekas. Puede que no tengan la disciplina, el coraje, la generosidad, la cortesía... — se detuvo a sabiendas de que no había ningún pero después de todo eso. — P-pero seguro que todo sale bien.
Le sonrió, con toda la confianza que podía aparentar.
19/05/2022, 01:21 (Última modificación: 19/05/2022, 01:22 por Tsukiyama Daigo.)
Kimi se rio un poco. Parecía que sí que estaba nerviosa por ellos, y bastante.
— No digas eso, Ka-chan. —Le replicó—. Todos ellos tienen bastante coraje.
Luego de un rato calentando, Raijin terminó por detenerlos y repartirlos a lo largo del dojo para realizar unos ejercicios simples de Tai Chi que el fundador del Karate Kaminari incorporó a su estilo tiempo atrás. Se dice que estos ejercicios ayudan al flujo del chakra, la concentración y el control de las emociones propias.
En resumen: eran unos ejercicios completamente inútiles, o al menos así lo veían los nuevos.
— Oye, Raijin ¿para qué sirve esto? —Fue una duda genuina e ingenua por parte Kira, pero pareció dar pie al resto para empezar a hablar.
— Esto es muy tonto ¿no? Hideki-kun~ —Preguntó Mami, riendo, a su invitado un poco más alto de lo que planeaba, quizás.
O quizás simplemente no le importaba que la escuchase, fuera como fuese, Hideki parecía algo incómodo.
— Mami-chan, que se te escucha. —Le respondió en voz baja, intentando que no se le escuchase demasiado.
— Son poses, ¡para activar los músculos! —Dijo Ryō antes de flexionar los músculos, riéndose.
Kenshin se llevó una mano a la cara, riéndose.
— Dios mío...
El resto de alumnos parecían confundidos, y Kimi parecía querer que la tierra la tragase.
— La concentración es tan importante como la fuerza física, chicas. Concentraos y controlad vuestro cuerpo. — sonaba a algo que diría Kimi o Raijin, y esa era la intención.
Sin embargo, no era solo Kira. Cómo si de una enorme hoguera se tratase, esa chispa dio pie a un maldito incendio de niños maleducados interrumpiendo la clase. Desde luego, había subido a ritmo acelerado en el ranking del dojo.
¿Debía intervenir más allá de lo que había hecho? No debería. Estaría faltandole el respeto a Raijin, quien presidía la clase. Era una vergüenza, sí, pero lo mejor que podían hacer era dar ejemplo ellas mismas. Así que Chika siguió con sus ejercicios. Hasta el momento en que le dijesen que podía partirle la cara a uno de esos pequeños cabronzuelos.
Raijin, sin embargo, no detuvo su ejercicio para tratar directamente el problema.
— Sirve para vaciar la mente y prepararse para aprender.
Se pudo escuchar un sonoro bufido por parte de Mami, mientras que otros fueron algo menos obvios. Los alumnos más experimentados siguieron haciendo el ejercicio sin distraerse, inspirando al resto a imitarlos. La cosa, por suerte, no fue a más.
Varios minutos más tarde, Raijin llamó a un alumno para demostrar la técnica que practicarían hoy. Se trataba de algo muy básico: un bloqueo superior a un puñetazo recto seguido de un contraataque, que usualmente era otro puñetazo recto, aunque los cinturones más altos del dojo podían experimentar.
A la hora de juntarse en parejas para realizar el ejercicio, Miki fue directita hacia Chika.
— ¿Nos ponemos juntas, Ka-chan? —Le preguntó, con una sonrisa—. Aprenderé más si me junto con alguien que ya sabe Karate ¿no?
El resto de personas se juntaron con quienes solían juntarse. Los gemelos hicieron pareja, igual que Ryō y Momo, Mami se juntó con su invitado y Kira y Kenshin decidieron separarse para buscar a alguien a quien no conocieran ya.
Raijin no hizo mucho por ponerlos en su lugar. Chika supuso que la estrategia de ignorarlos y no darles el placer de interrumpir la clase era otro tipo de actuación tan valido como cualquier otro. También pensaba que una buena ronda de pre-calentamiento en la cara hubiese servido el mismo proposito de forma mucho más acelerada. Sin embargo, confiaba en la educación de Raijin, al fin y al cabo, había criado a Kimi.
Y Kimi era hija de Mika y estos eran todos hijos de Mika, así que algo sabría él.
— ¿Nos ponemos juntas, Ka-chan?Aprenderé más si me junto con alguien que ya sabe Karate ¿no?
Chika podría haber intentado disimular su felicidad, pero ni lo intentó. Se le iluminó el rostro y le apareció una sonrisa de oreja a oreja. Miki era la cosa más adorable que había visto nunca. Tal vez fuese por lo cariñosa que era con ella, lo adorable que era o lo que se parecía a Kimi o todas ellas, eran todas ellas sin duda alguna.
— ¡Claro! — contestó de inmediato sin siquiera pararse un segundo a pensarlo. — Pero intenta contenerte, ¿vale? Lo importante es que te familiarices con el movimiento, Ki-chan.
Se puso en posición y la invitó a lanzar el primer puñetazo, sin prestar nada de atención a nada más que a Miki.
— Yay~ —Feliz, Miki se puso en posición frente a Chika—. ¡De acuerdo, allá voy!
La menor, luego de ponerse en posición y avisar, lanzó un puñetazo lento y algo torpe tan alto como pudo, intentando alcanzar la cara de Chika, pero quedándose más bien a medio camino por la diferencia de alturas.
— ¡Kia! —Soltó un kiai, tal y como lo hizo Raijin justo antes, pero cuando lo hacía ella sonaba como la cosa más adorable del mundo.
Sin lugar a dudas, Miki era la chica más adorable de toda Amegakure. Chika solo miró sonriente como se puso en posición y procedió a lanzar un puñetazo como el de Raijin, solo que cien veces más bonita y dos cientas veces menos peligrosa.
— ¡Kia!
Desde el "Ka-nya" no había oído cosa más mona. La peliazul bloqueó el ataque como Raijin les había enseñado y procedió a mover su puño lentamente hasta Miki, dandole un pequeño toque donde debería impactar el golpe.
— Kia. — le murmuró a Miki, en un suspiro más que en una palabra.
Miki no pudo evitar reírse un poco por lo bajo cuando escuchó a Chika.
— ¡Venga, me toca! —Le dijo, emocionada, antes de ponerse ella en guardia.
Esperaría entonces a que Chika lanzase su golpe para bloquearlo y contraatacar con el toquesito más flojo del mundo al abdomen de su hermana.
— ¡Kia! —Lo había vuelto a hacer.
Y así seguirían durante pocos minutos, hasta que Raijin los detuviese para explicar el siguiente ejercicio. Todo el mundo se había comportado esta vez, pero Raijin no estaba contento, pues la clase parecía haberse separado entre los hermanos Minami y los antiguos alumnos, por lo que les indicó que se mezclasen,
— Parece que nosotras ya estamos bien, Ka-chan. —Le dijo, con una sonrisa.
El siguiente ejercicio trabajaba el movimiento circular contra una patada recta. Algo complicado para los novatos, pero esencial para cualquier karateka del dojo Kaminari. El único problema es que el propio ejercicio ya requería algo de velocidad para hacerlo bien, lo que podría suponer un problema tanto para todos los que estaban entrenando con los Minami, como para Chika, que podría acabar pateando sin querer a su compañera.
Chika, sonriente, en una nube, feliz por primera vez desde que esos bastardos insoportables habían llegado a su hogar, ayudó a Miki a practicar. Lanzaba los golpes lentos, aunque con firmeza, para que su hermana pudiese hacer el movimiento a ensayar con mayor facilidad. Pasaron unos minutos así antes de que Raijin les mandase mezclarse los recien llegados con los antiguos alumnos.
— Parece que nosotras ya estamos bien, Ka-chan. —
— Claro que estamos bien, Ki-chan, porque nosotras somos buenas chicas. — le dijo agachandose un poco y dandole un toquecito en la nariz sin dejar de sonreir.
— ¿Lista?
— Claro, voy.
En un ejercicio de pura determinación, Chika se concentró por completo en que el golpe fuese lo más inofensivo posible. Cada celula de su cuerpo estaba ocupada en esa labor y en ninguna más. No existía dojo, ni Amegakure ni nada en el universo, solo esa patada y la fuerza mínima que iba a usar para ejecutarla. Cada atomo que componía los elementos de su cerebro se había compuesto para ese mismo momento, no había ningún otro momento en su vida para ejercer un control y una precisión de este calibre. Era ahora o nunca.
Y Chika lo consiguió, vaya que si lo consiguió. Lanzó una patada relativamente rápida a la vez que inofensiva y controlada, una que no podría hacerle daño a una mosca y que no podría romper ni una hoja de papel. Aún así fue lo suficientemente fuerte como para tirar a Miki de culo al suelo, que también había levantado su pierna porque pensaba que le tocaba a ella patear.
— ¡Ay! —Exclamó bajito. No pareció haberse hecho daño.
Se levantó riéndose un poco, mientras se arreglaba el karategi.
— ¡Pensaba que te tocaba a ti primero, Ka-chan! —Se quejó, pero entonces le sonrió—. Venga, volvámoslo a intentar. Tú primero ¿vale?
Volvió a ponerse en guardia, antes de lanzar una patada relativamente lenta el abdomen de la mayor.
— ¡Kia!
Estuvieron otro rato más con el mismo ejercicio antes cambiar a otro distinto. La clase continuó con la misma dinámica durante al menos una hora, en la que además practicaron un kata sencillo y otro par más de técnicas básicas. Al final de la clase, como la mayoría de las veces, terminarían con un combate ligero uno contra uno en medio de la clase, según los iba llamando Raijin.
— ¡Pensaba que te tocaba a ti primero, Ka-chan!Venga, volvámoslo a intentar. Tú primero ¿vale?
— Ay, lo siento, Ki-chan. Pero te dije que iba. — contestó Chika, disculpandose con la mirada, con el cuerpo y con la voz.
Por suerte, tras eso pudieron entrenar sin más incidentes. Lo cierto era que entrenar con Miki era una bocanada de aire fresco. Normalmente, Kimi se exigia y le exigia toda su atención y esfuerzo. Y Chika siempre acababa debatiendose entre darle lo que le pedía o seguir conteniendose, porque le haría daño. Eso generaba una presión mucho mayor que la que sentía con la pequeña y adorable Miki.
Pero entonces, Raijin dijo las palabras mágicas.
— ¡Chika, Kenshin, al centro!
Lo iba a destruir. Negó con la cabeza un instante antes de mirar a Raijin y asentir, moviendose al centro del lugar con toda la disciplina y el autocontrol que tenía. Tenía que ser una buena chica, estaba ahí para instruir no para su vendetta personal. Pero cómo tuviese la más minima oportunidad de destruirlo, lo destruiría. Ese perro había secuestrado a su hermana. Bueno, cómo la mitad de ellos, pero ese era el cabecilla.
Le sonrió, intentando ocultar sus ansias de sangre, que se le colaban por los resquicios de su sonrisa.
Ambos estudiantes se colocaron en el centro a la orden de Raijin, uno delante del otro. Kenshin, quien parecía bastante tranquilo, ni siquiera se puso en guardia hasta que Raijin no les avisó de que era el momento de saludar antes del combate.
— ¡Rei! —Ese era el aviso.
Con una corta reverencia, primero a Raijin y luego a Chika, Kenshin mostró sus respetos antes de ponerse en guardia. Se trataba de una guardia típica y compacta del Karate Kaminari, con ambos puños a la altura del pecho estando una más adelantado que el otro. Chika, que ya era una alumna experta, pudo notar que no estaba acostumbrado a pelear de aquella manera, pero aún así lo hacía.
— ¡Hajime!
El chico esperó, paciente y serio con la guardia levantada, moviéndose lentamente en círculo alrededor de la Kaminari.
Uno de los supuestos hijos de Mika que ahora vive con los Kaminari. Fue quien planeó el secuestro de Kimi, pero ahora no tiene a Ryō a su lado para protegerlo. ¡Es hora de darle su merecido!