—Claro, enseguida

Y después de esas palabras, el joven vendedor se puso a realizar la tarea. Mogura se tomaría la libertad de apreciar una vez más el ambiente de aquel negocio, realmente no deseaba entorpecer por más tiempo del necesario la acción del muchacho.

—Aquí tienes, si en algún momento necesitas hacerte otra ensalada, o cualquier plato con verduras, no dudes en visitarnos, le hablare de ti a mi madre, seguro que estará encantada de atenderte la próxima vez que te pases

El joven médico recibiría la bolsa con los vegetales y realizaría una ligera reverencia en compensación. Probablemente volvería otro día, la atención había sido bastante buena y por un par de ryos se había llevado lo que parecían ser buenos vegetales.

La atención ha sido excelente. Cuando precise más vegetales volveré a este lugar.

Volvió a realizar una ligera reverencia.

Es momento de que me retire, tiene más clientes por atender.

Y no estaba mintiendo, algunas personas habían terminado de elegir sus verduras y las empezaban a llevar a la caja.

Tenga un buen día, Karasukage-san.

Sin más, el joven se despidió y llevó sus pasos fuera del local. Tenía ahora una ensalada que preparar y Reiji un montón de clientes por atender. Quizás sus caminos se volverían a cruzar, cuando el joven médico estuviese en servicio o en alguna especie de entrenamiento.

La atención ha sido excelente. Cuando precise más vegetales volveré a este lugar. —Aquel chico hizo una ligera reverencia.
Es momento de que me retire, tiene más clientes por atender.

No le faltaba razón. Gracias al ingenio de Mikazuki, la verdulería se había de gente, y ahora había algunos que habían terminado de rellenar sus cestas y esperaban ser atendidos para marcharse a sus casas o hacer otras compras.

Tenga un buen día, Karasukage-san.

—Igualmente

Al final, aquel chico se había marchado sin dar su nombre, pero claro, ningún cliente lo hacía así que no podía culparlo.

Le devolví el gesto de despedida con una sonrisa y me dispuse a cobrar al resto de clientes. Mi madre había dejado una lista con los precios apuntados en un cajón del mostrador, por que como siempre los estaba cambiando daba igual que los memorizara. Fue una tarea sencilla. Muy sencilla, pero tediosa. Muy tediosa.

Mi madre llegó casi al final del día, ya solo para cerrar. De camino a casa le conté lo que había ocurrido, para que supiera que seguramente tendría clientes nuevos y para que felicitara Mikazuki cuando volviera a verle.