—Lo dudo —respondió, muy serio, el Uchiha. Por muy agresivo que fuese un oso, dudaba que pudiese causar semejante caos en un pueblo. ¿Para qué huir a pie de él, cuando podías estar a salvo encerrándote en una de las muchas casas? No tenía sentido.

»¿Has oído eso? —preguntó, cuando oyó el sonido de un portazo—. Sí, venga, vamos.

El Uchiha fue el primero en acercarse a una de las casas de las que creía procedía el sonido. Llegó hasta la puerta y la golpeó con suavidad, con los nudillos, tres veces.

—¿Hay alguien? ¿Pueden abrirnos, por favor? Hemos encontrado a un anciano inconsciente y necesita de auxilio. ¡Somos shinobis, de Uzushiogakure no Sato y Amegakure no Sato!

Cuanto tocaron la puerta, sería posible ver algo de movimiento a través de la cortina de una de las ventanas de la casa. Un ojo con la pupila totalmente contraída les observaría durante menos de un segundo para luego desaparecer nuevamente en el interior. "La madre, ¿qué está pasando en este pueblo?" Pronto, escucharon el sonido de algunas tablas de madera siendo trasladadas de un lugar a otro en el interior de la casa, hasta que finalmente la puerta se abrió con tal violencia que el aire sacudiría los cabellos de los shinobis.

—¡RÁPIDO ADENTRO!— Dos hombres de inmediato les jalaron y les empujaron con toda la prisa del mundo, cerrando de nuevo la puerta nuevamente con fuerza y colocando de inmediato los maderos en su lugar.

Adentro, una mujer llorando sostenía a un bebé en brazos, acurrucada en una esquina mientras una niña pequeña se agarraba de la parte inferior de su vestido y se cubría el rostro.

—No puede ser...— El hombre observó con ojos horrorizados al anciano que Datsue había estado cargando.

—Esto es malo— El otro hombre se llevó las manos a la cabeza y se acuclilló estando al borde del llanto.

El Yotsuki parpadeó varias veces.

—¿Se puede saber que demonios está pasando?— Se cruzó de brazos.

—N-no lo sabemos, no sabemos nada— Sollozó la mujer. —¡Nos están matando! Y no sabemos porqué— Se dejó caer lentamente, respaldada por la pared, hasta quedar finalmente en el suelo con su nene en brazos y su hija pequeña acariciándole la cara.

«¿Clavaron tablones en la puerta? Pero, ¿qué cojones está pasando aquí?»

Lo que halló en el interior de la vivienda no calmó sus malos presentimientos, precisamente. Se respiraba nerviosismo, miedo e histeria. ¿Qué narices habría pasado para provocar todo aquello?

El Uchiha dejó al anciano en el primer sofá que encontrase —o en el suelo, de no hallarlo—, y pegó una rápida visual a la casa y sus habitantes. Dos hombres, una mujer, una niña y un bebé. La niña parecía estar tomándoselo mejor que los adultos, casi todos al borde del llanto.

—A ver, tranquilícense. Somos lo mejor de nuestras Villas, ¿de acuerdo? Con nosotros aquí nadie les hará daño —dijo, tratando de imprimir calma y seguridad en sus palabras—. ¿Quién les está matando? Intenten contarme lo más importante desde el principio, por favor.

Todos los presentes se quedaron paralizados por un instante, sin saber que responder o hacer. "Huh, vaya. ¿Desde cuando se le dan tan bien los discursitos heroicos?" Ciertamente, no recordaba que Datsue fue precisamente bueno por ayudar sin echarse de paso una o dos flores encima a sí mismo. "Por lo menos está surtiendo efecto que es lo importante." Sonrió afilado mientras esperaba que los integrantes de aquella familia recuperaban la compostura y se dignaban a hablar.

—Dagao, ayuda al Sabio. Se lo debemos— Señaló de inmediato al anciano que ahora reposaba en el sofá.

—De acuerdo— El hombre se levantó con parsimonia, acercándose al viejo calvo para corroborar su estado.

El otro sujeto, fue entonces a tomar una candela, encendiéndola con unos fósforos y dejando entonces que su rostro fuera más distinguible.

—Me llamo Judao— Se trataba de un hombre de cabellos negros ya entrado en sus treinta, con un cabello largo negro amarrado en una coleta y unos pelos de barba que no fue afeitada en una semana. Vestía de botas, pantalón de lona, una camisa rayada de celeste y blanco y un chaleco rojo. —No, no sé cómo explicarlo... Fue al atardecer y todo estaba normal. De pronto apareció un hombre bestia, era como un oso pero tenía un puro en la boca y una cicatriz en el ojo. Cuando se paraba en dos patas, movía sus garras como las manos de un humano— Tragó saliva, cómo si ni él mismo se creyera lo que estaba diciendo. —¡INCLUSO HABLÓ!— alzó una mano y se estremeció, sacudiendo la vela mientras las bailarinas llamas creaban un confuso juego de sombras dentro de la estancia. —Nos dijo que mataría a todos en el pueblo hasta que no le entregáramos al Sabio... Sabio que ustedes han traído aquí— Suspiró.

—Excuse me, what?— El Yotsuki alzó la ceja y observó al anciano. —¿Sabio de qué? ¿Quién es este sujeto?— Señalo con la palma abierta.

—Existe un monasterio cerca de las montañas del Valle de Unraikyo, cuyos monjes se dedican a venerar al dios Huang Long. No sabemos porque lo quieren, pero ese hombre de ahí es el Sabio líder del Monasterio.

Entonces el de cabellos tricolor dejó caer sus brazos a los costados, flexionó un poco las rodillas y dejó que su cabeza se fuera un poco hacia atrás.

—Ay, por Amenokami...— dijo con tono frustrado.

Estaba empezando a sospechar algo, y no le agradaba la idea.

¿Un oso que hablaba y fumaba? Hubiese creído que era algún tipo de mala broma, pero la seriedad de la situación indicaba lo contrario. ¿Qué, entonces? ¿Una invocación? No podía ser otra cosa. Ninguna otra explicación tenía lógica alguna.

—¿A cuántos ha matado ya ese oso? —quiso saber—. ¿Y por qué venir aquí, y no al monasterio? ¿Se encontraba aquí el sabio en el momento del ataque?

Uchiha Datsue no era un tipo que se caracterizase por querer ayudar de forma altruista. Pero, ¿el ataque de un oso parlanchín? Eso era intrigante, muy intrigante. Tanto que merecía la pena quedarse a investigar un poco más de qué iba la cosa.

Hubo un silencio incómodo en la sala, cómo si nadie supiera que responder.

—No, no lo sabemos— Sollozó la mujer. —Nos escondimos acá tan pronto como pudimos, no tenemos idea de que ha pasado en realidad— Tragó saliva la mujer.

El hombre que atendía al anciano negó con la cabeza, siendo que por unos instantes se levantó y salió de la habitación, sólo para regresar al poco tiempo con una especie de tarro de ungüento y un paño, aplicando poco a poco la pomada en los moretones del sujeto. Mientras, el hombre de la coleta parecía pensativo y frustrado.

—No, no que sepamos. Él no estaba acá, simplemente la fiera vino y empezó a vociferar. Por mucho que le dijésemos que no se hallaba aquí, al menos no hasta ahora que ustedes lo trajeron— Puntualizó frunciendo el ceño.

Sin embargo, el Yotsuki volteó a ver a Datsue.

—Tengo una teoría... Nosotros lo encontramos en Unraikyo, cerca de dónde está el supuesto monasterio. ¿no?. Quizás, ya había atacado antes el monasterio y cuando él huyó y no supo a donde fue vino acá creyendo que buscaría refugio en el poblado— Puntualizó el genin.

Datsue dejó escapar el aire por la nariz, algo más tranquilo. Al parecer, habían entrado en pánico, exagerando algo las cosas. Lo que momentos atrás era una matanza, en la que aseguraban que los estaban matando a todos; ahora se convertía en un no sabían. Con suerte, ni un alma había visitado el Yomi procedente de aquella aldea.

—Es la teoría más realista, sí —tuvo que coincidir con Roga. Suspiró de nuevo, echando un vistazo al anciano—. Por esta noche poco podremos hacer. Mejor será esperar a mañana. Intentaré seguir el rastro dejado por el oso, y si lo pierdo, iré a investigar al monasterio. No se preocupen —dijo, desviando la mirada brevemente hacia la niña—, si el oso vuelve a aparecer, le daremos caza.

Y quizá para la mañana siguiente el Sabio ya estaría despierto. Con suerte. Le vendría bien para descubrir qué estaba ocurriendo exactamente allí.

—¿Hay algún sitio donde podamos dormir?

Datsue parecía mucho más relajado, ante lo cual el cachorro de lobo se mostraba escéptico. "¿Para mañana? Justamente parece que acaban de llevarse a alguien herido a quién sabe dónde." Frunció el ceño.

Los habitantes de la casa parecían estar aún más anonadados, ¿cómo demonios podían estar tan relajados en esos precisos momentos? Era como si las palabras de Datsue no tuvieran una razón lógica de ser, por lo que no respondieron de inmediato. Nadie había dicho en ningún momento que las cosas estaban calmadas, pero más pronto que tarde se daría cuenta de ello cuando fuera de la casa, en la lejanía se escuchó el sonido de un vidrio romperse con violencia, seguido de varios golpes y un grito masculino que fue cortado de raíz cómo cuando pausas una videocasetera.

—Mierda, el ataque aún no ha cesado— Se encaminó a la puerta, quitando cómo bien podía los maderos. —El rastro era más reciente de lo pensado, ¡aún no se ha ido y está allá afuera!— Se apresuró a querer salir, estaba determinado a enfrentar al mencionado oso, sin siquiera dudar o armar un plan antes. Y esto, sería con o sin Datsue de por medio.

"No podemos dejarlo ir estando frente a nuestras narices."

Oh, aquello era malo, muy malo. Datsue había participado en suficientes misiones como para saber que precipitarse, incluso cuando el tiempo apremiaba, era desaconsejable. Menos meterse a luchar en medio de la oscuridad, en un terreno que no conocías y que el enemigo sí. Por eso había pretendido dejar la búsqueda para el día siguiente —eso, y porque seguir un rastro en medio de la noche era poco menos que una lotería—.

Pero aquel sonido todo lo cambiaba.

Roga, eléctrico como siempre, fue el primero en precipitarse por la puerta. El Uchiha fue tras él, activando el Sharingan. Sin embargo, no le siguió una vez fuera. Si el amejin le miraba, Datsue haría un gesto para que se adelantase.

No, Uchiha Datsue no compartiría camino con aquel malnacido.

Cuando ya se hubiese ido, formó unos rápidos sellos y despegó del suelo, elevándose a suficiente altura para que nadie le prestase atención en mitad de la noche salvo que le mirase directamente. «Volando debería ser mucho más fácil encontrarle… y sin ser visto. Todavía tengo la oportunidad de sorprender y no ser el sorprendido».

O, al menos, ese era su plan. Es más, Roga podía ser el cebo. La estrategia perfecta.

El Yotsuki no perdió el tiempo, pues no le importaba en lo absoluto los planes que pudiera tener el Uchiha. Además, ante las claras diferencias de velocidades, Datsue terminaría adelantándole bastante en la búsqueda y persecución del monstruo. Ciertamente Rōga no era ni de cerca un shinobi rápido, pero eso nunca le había detenido al momento de luchar a favor de alguien que le necesitara. " Y espero que esto no sea lo que estoy pensando que es." En el momento en el que pronunciaron el nombre de una deidad tan extraña, de inmediato algo no muy agradable se le vino a la mente.

El jounin por su lado, podría divisar más adelante una casa, cuyas ventanas habían sido rotas y la puerta fue arrancada al punto que estaba a unos cuatro metros de distancia de su posición original. El cristal tenía señas de sangre, mientras un nuevo rastro de sangre prevenía de esta, junto a las mismas pisadas de oso que vieron al inicio. Estaba claro, que incluso las precauciones hechas por los aldeanos no estaban surtiendo el efecto deseado, pues la bestia traspasaba las defensas con facilidad.

—Mierda… —farfulló, al distinguir las ventanas rotas.

No le quedó más remedio que, al no ver a nadie más, deshacer su plan antes siquiera de ponerlo en funcionamiento y descender a tierra firme. Intentando hacer el menor ruido, el Uchiha entró en la vivienda, muy alerta.

¿Habría algún superviviente? ¿Cadáver? Un rastro de sangre salía de la ventana, así que dudaba que el oso siguiese allí.



Doton: Keijūgan no Jutsu mantenido
Sharingan mantenido

Lo primero que le recibiría dentro de aquella morada sería un lamento, uno cargado de agonía y dolor. Adentro los cristales estaban desperdigados y los muebles fueron lanzados con violencia a los costados para dejar pasos. En el fondo de la casa se encontraría con un hombre anciano que rondaba por encima de los sesenta años, sangrando por todo el rostro y cubriéndose la cara con ambas manos. Estaba arrodillado en el fondo de la habitación y no era posible apreciar su rostro entre la oscuridad.

—¡MAAAAAARAAAA! ¡MAAAAAARAAA!— Gritaba con toda la desesperación del mundo, hasta que vió al shinobi entrar a su ahora desgarrado hogar. —¡SE LLEVÓ A MAAAAAARAAA!— el hombre finalmente descubrió su rostro y ahora era posible apreciar que había recibido un zarpazo en toda la cara con tal fuerza, que incluso su globo ocular derecho estaba completamente dañado y seguramente nunca iba a poder recuperar su luz. —¡SALVA A MARA!

El hombre se arrastró desesperadamente hasta los pies del Uchiha, intentando incluso abrazar sus piernas.

»¡POR FAVOR! ¡MI ESPOSA MARA!

«¡Mierda, joder! ¡Mierda!» ¿Qué coño sucedía con aquel oso? ¿Y por qué hacía tantas atrocidades para obtener al sabio?

Antes incluso de que el anciano le atrapase las piernas, el Uchiha ya había dado media vuelta, a toda prisa. Formó un sello y un Kage Bunshin surgió a su lado. El clon asintió y se largó corriendo, cruzándose con Roga por el camino de vuelta a la casa de la niña y el bebé. Se subió al tejado y permaneció escondido entre las sombras, atento a cualquier movimiento.

Si el oso decidía atacar aquella casa, lo sabría.

Mientras tanto, Datsue, el auténtico, trató de seguir el rastro dejado por la bestia. Tenía que ser rápido, más rápido, o habría otra vida que lo pagaría.

El rastro era una tenebrosa advertencia, pero con su presteza pudo rastrearlo sin problema alguno. Más temprano que tarde, daría entonces con la fuente de las pisadas. Acercándose desde la lejanía, divisaría entonces a un oso, que si bien era de tamaño normal, tenía rasgos muy particulares. Portaba un gran haori negro con detalles blancos, obi incluído con una katana en su respectiva funda. Iba a cuatro patas, cargando en su boca a una sangrante mujer de edad mayor, la cual dejaba un entintado rastro de rojo mientras la mitad de su cuerpo era arrastrado por el piso.

Pero además, gracias a sus ojos, fue capaz de ver que aquel animal claramente no era una bestia cualquiera, pues poseía una decente cantidad de chakra muy impropia de un animal común y corriente, reafirmando totalmente su postura respecto a que se trataba de alguna clase de invocación. El animal no pareció percatarse de su presencia, ¿ o sí? Ahora, el actuar dependía de él.

Entre tanto, el clon que se topó con el Yotsuki no recibiría palabra alguna de este, perpetuando la extraña ley del hielo que hasta ahora mantenían entre sí, negándose a cooperar. "Para colmo el muy cínico se comporta cómos i él fuese el ofendido." Refunfuñaba para sus adentros. Simplemente ignoró aquello y dio por sentado que estaba muy adelante de la persecución, siendo que el de cabellos tricolor se dirigió a la casa donde estaba el anciano y se dio originalmente el ataque, siguiendo el rastro inicial.

«La virgen…» Por mucho que hubiese leído y estudiado sobre invocaciones, una cosa era leerlas en un papel inofensivo, y otra muy distinta verlas. Era un oso enorme —como todos los osos, vaya—, pero con un chakra que le alejaba de cualquier animal salvaje.

En su boca —que podía cerrar en cualquier maldito momento— portaba a una anciana ensangrentada. «¡Qué mala suerte, joder!» Cualquier ataque que el Uchiha lanzase podría ser fatal para ella.

«Y todavía me queda por saber quién y dónde está el invocador», se recordó. Podía estar por cualquier parte. Incluso allí mismo, escondido entre las sombras.

—¡Eh, compañero! —«A la mierda»—. ¿Por qué no dejas a esa mujer en el suelo y charlamos tú y yo? Vamos, sé que sabes hablar, y yo sé algo que a ti te interesa, charlemos.

¿Tranquilo? Y una mierda. Datsue mantenía los sentidos alerta y, ante cualquier peligro inminente, pensaba alzar el vuelo bien, bien alto.