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La ciudad de Taikarune era uno de los lugares más agradables a los que Jin había tenido el gusto de visitar. Y viniendo de alguien como él, que está más que acostumbrado a visitar nuevos lugares debido a los constantes viajes de negocio que ha hecho su familia a lo largo de los años, es bastante decir que la humilde Taikarune fuera probablemente uno de sus favoritos, al menos dentro de las zonas aledañas a la aldea del Remolino.
Pero el por qué no le quedaba del todo claro. Quizás le sentaba agradable el hecho de que allí no había tanto bullicio y ajetreo como en casa. Todo era muy tranquilo, muy calmo. Una ciudad en la que probablemente viviría de viejo, si es que tenía la suerte de llegar a esa edad.
—¿Y para qué vinimos, exactamente? —se vio obligado a preguntar. No es que no agradeciese el poder disfrutar de tan agradable sitio, pero lo cierto es que ni él ni su padre dejaban la villa salvo que fuera absolutamente necesario.
—Tu abuelo necesita que me ocupe de unos asuntos importantes para la familia. Tú mientras puedes echarle un ojo a los alrededores, si quieres, o acompañarme. Como prefieras —Hisai aguardó su respuesta, pero nunca llegó. Conocía a su hijo, él nunca iba a renegar de todo lo que estuviera relacionado con los Hyūga—. ¿Sabes qué?; ve a divertirte, anda. No te perderás nada que no hayas visto antes ya.
El muchacho elevó una ceja, extrañado. Luego alzó los hombros y sonrió.
—Mamá no me va a creer cuando le cuente ésto. Pero está bien, padre, no seré yo el que rechace tu oferta. ¡Nos vemos en un rato!
[...]
Pronto se daría cuenta que no había mucho que hacer allí, salvo acudir al famoso museo de armamento antiguo. Y aunque no sintiese mayor curiosidad por las armas per se, lo cierto es que nunca estaba de más conocer la historia que se pudiera esconder detrás de cada una de ellas. Aquel enorme museo distaba mucho de el resto de la ciudad. Era un castillo pedrusco macizo que se antojaba imponente a la vista de un chico tan pequeño como él.
De puertas enormes y murales probablemente impenetrables, daba la sensación de que allí adentro se encontraría el mismísimo ejército del antiguo señor feudal en la inminente espera del grito de guerra.
Sin embargo, se encontró con una agradable iluminación que de a poco iba revelando un centenar de vitrinas ubicadas estratégicamente a lo largo y ancho de la enorme recepción, con amplios pergaminos de reseña en donde aparecía el nombre del arma y una sinopsis de la historia recolectada para cada objeto.
La emoción que no había sentido antes de pronto le invadió el estómago. Pero ahora tenía que decidir: ¿qué arma vería primero?... eso estaba por verse.
Poco a poco se desvelaba ante mi un sin fin de posibilidades, poco a poco mis técnicas de tinta se iban enfocando a mi estilo de combate y sobre todo, a mis preferencias. Sin embargo, todavía no estaban del todo acabadas, necesitaba pulir un pequeño e insignificante detalle.
Ahora que dispongo de mi ejercito, incluso de corceles...¿Con que armare a mis guerreros? Pensaba molesto ante tan amplio abanico de posibilidades.
Pero no tardé demasiado en encontrar una solución a mi problema. Ahora que recuerdo...En Taikarune hay un museo muy antiguo, un museo de armas...Allí hallare las respuestas que necesito...
Y dicho y hecho, no tenía que pedir la aprobación de mi familia para emprender tan largo viaje, tanto mis padres como mi abuelo estaban siempre ausentes, centrados en sus obligaciones con la aleda. Además sabía como llegar por mi cuenta, eran tantas veces que había visitado aquella ciudad. Solo tenía que coger el tren en la Ribera Sur y desde allí, llegaría a mi destino en unas siete u ocho horas. Por lo que decidí emprender aquel viaje de noche para llegar por la mañana temprano.
Afortunadamente los viajes en tren era para mi un lugar idóneo en donde poder descansar, por lo que dormí como un tronco y el revisor tuvo la gentileza de avisarme al llegar a la famosa ciudad de Taikarune. Noté como alguien sacudía amablemente mi hombro.
-Shinobi-san...ya hemos llegado. Abrí los ojos y miré a través de la ventanilla y me provocó una gran satisfacción saber que el tren llegó puntual, pues apenas estaba amaneciendo. Ahora tenía todo el día por delante para hacer mi trabajo.
-Por fin... Agradecí al revisar con un gesto gentil de mano. -Muchas gracias revisor-san. ¡Hasta luego!. Me apresuré por bajar del tren y de buscar un sitio en donde poder agenciarme un buen desayuno, esperando tranquilamente a que el museo que se encontraba en lo que su día fue el castillo de un antiguo señor feudal abriera sus puertas.
Mi previsión hizo que entrara al museo sin apenas tener que hacer cola. Una vez dentro, me maravillé lo bien cuidada que estaba aquella inmensa exposición de armas. La variedad era notoria, sin embargo, a pesar de no ser un experto en la materia, desde pequeño siempre me llamó la atención las espadas, como a la mayoría, y la espada por excelencia era sin lugar a dudas, la Katana.
Muy bien, vamos allá
Saqué mis instrumentos de dibujo y sin perder más tiempo, comencé a dibujar todas y cada una de las katanas que había en la sección de espadas. La precisión con la que las dibujaba era milimétrica. Tenía que lograr dibujar aquella arma casi de forma instintiva, como el caminar o el respirar.
Todo aquello me llevó horas y horas de dibujos y bocetos. Pero ya más o menos tenía aquella maestría que requería, ahora solo faltaba la opinión de un experto. Por lo que miré a mis alrededores y...¡Bingo! Encontré un shinobi que al parecer era de Uzushiogakure, ya que me fijé en su bandana anudada a su brazo. Seguramente un experto en kenjutsu o bukijutsu que vendría a contemplar maravillado la famosa colección de Taikarune.
Que decir de aquel muchacho, un chico con un físico muy similar al mío. Pero me llamó mucho la atención el blanco de sus ojos. En un primer momento pensé que sería ciego, pero pronto me di cuenta de mi error, pues se movía con la misma soltura que cualquier persona. Pero no me extrañé más allá que eso, puesto que últimamente me relacionaba con gente de ojos extraños más de la cuenta.
-Disculpa amigo ¿Podrías darme tu opinión?. Me dirigí al shinobi de Uzu con el makimono abierto mostrando los dibujos de las katanas. -¿Serías tan amable de decirme si te parecen realistas mis dibujos? Necesito la opinión de un guerrero experto. Le alagué con la intención de que me ayudara con mi dilema existencial, acompañado con una gentil sonrisa.
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La dubitativa le invadía a medida que recorría los pasillos de la exhibición, puesto que eran tantos los objetos que le costaba mucho decantarse por uno.
Sin embargo, antes de que el muchacho pudiera decidir qué hacer para comenzar su travesía a través de las historias de las armas que allí se encontraban, un menudo joven aparentemente contemporáneo a su edad se le acercó por la espalda y pidió llamar su atención.
—Disculpa amigo ¿Podrías darme tu opinión? —Jin se vio obligado a virar hacia el lugar de donde provenía aquella voz y le contempló como quien se siente invadido por la sorpresa. Explayó su jovial mirada sobre su interlocutor y sonrió amistosamente a la espera de que éste le explicara sobre qué era lo que quería que diera su opinión. Pronto se daría cuenta de que en las manos del muchacho —quien por la bandana que yacía en su cuello suponía ser también un ninja, aunque de la aldea de Takigakure— yacía abierto un amplio makimono sobre el cual reposaba aún fresco los retazos de un par de dibujos —. ¿Serías tan amable de decirme si te parecen realistas mis dibujos? Necesito la opinión de un guerrero experto.
—Si buscas a un guerrero experto, creo que te tocará pillarlo en otro lado. Este humilde servidor está aún muy lejos de ser alguien siquiera cercano a eso, lamentablemente —comentó con sobrada modestia—. no obstante, y si aún te interesa mi humilde opinión; creo que...
Entonces le invadió el silencio. Calló por unos treinta segundos durante los cuales contempló fijamente las figuras dibujadas en el papel, reconociendo que desde luego los detalles con los cuales fueron pintadas aquellas katanas eran bastante calcados a lo que él podría pensar que era una espada real.
—Me gusta, están muy bien dibujadas. Tienes talento, etto...
»¿Cómo dijiste que te llamabas? —de pronto extendió su mano y se presentó por su propia cuenta—. Yo soy Jin.
El muchacho ante mi demanda se giró hacía mí de buen grado, con buena cara y una exquisita educación. Y sobre todo humilde, pues cuando le expliqué que necesitaba la opinión de un guerrero experto, se lamentó al decir que todavía estaba muy lejos de serlo.
—. no obstante, y si aún te interesa mi humilde opinión; creo que...
Sonreí complacido de como aquel shinobi de Uzu se molestó en echar un vistazo a mis dibujos de forma desinteresada, eso ya decía mucho de aquel muchacho que por fortuna el destino me permitió conocer. -¡Oh! Claro que me interesa, bastante para ser sincero. Le confesé, pues solo tenía buenos recuerdos de todos los ninjas de Uzushiogakure que conocí hasta el momento y parecía que ésta vez, no sería una excepción.
Después de un corto silencio, y de observar con detenimiento los bocetos, el muchacho reveló su veredicto.
—Me gusta, están muy bien dibujadas. Tienes talento, etto...
Fue mejor de lo esperado, el chico valoró de forma más que positiva mis dibujos, asegurando que tenía un gran talento. Estaba muy agradecido por sus comentarios a los que respondí con una cálida reverencia-Muchas gracias, la verdad que llevo toda la mañana dibujando...
Pero dejó una pregunta en el aire que me dejó un poco intrigado.
»¿Cómo dijiste que te llamabas? —de pronto extendió su mano y se presentó por su propia cuenta—. Yo soy Jin.
-¡Ah si! Perdona, mi nombre es Yoshimitsu. Dije un poco avergonzado. -Como no sabía que te tomarías tanta molestia con mi pequeña cuestión...por eso omití presentaciones...
Me froté la nuca entrecerrando los ojos por el apuro que pasé por aquel desliz.
Si es que soy un desastre...
Entonces, habiendo satisfecho mi duda, despejando aquella inseguridad que todo artista padece, pues nunca estamos lo suficientemente satisfechos con nuestras obras. Enrollé mi makimono y lo guardé a buen recaudo, dando por zanjado la primera parte de mi trabajo.
-Y bueno Jin, supongo que si estás aquí es por que eres un practicante del kenjutsu...¿O quizás bukijutsu?
Ya que nos acabábamos de conocer, pues que mejor manera de dar punto final a mi excursión que trabando una nueva amistad.
Seguro que es un tipo muy interesante este Jin. Esos ojos...
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El tipo pareció verse levemente afligido por aquello de la retardada presentación y se disculpó por aquello, no sin antes dejar en entredicho su nombre. Dijo llamarse Yoshimitsu, dejó que sus manos frotaran con cierta disconformidad su nuca y luego se decantó por guardar cuidadosamente el makimono donde había estado dibujando las armas.
Jin contempló todo aquello con la parsimonia que siempre le caracterizaba. Sonriente expectante y con una mirada que aunque por el color de sus ojos podría esperarse percibir un vacío alarmante, resultaba ser todo lo contrario. Lucía tan lleno de vida que hasta podría ser molesto para los más pesimistas detractores de la felicidad.
—Y bueno Jin, supongo que si estás aquí es por que eres un practicante del kenjutsu...¿O quizás bukijutsu? —se atrevió a adivinar Yoshimitsu, nuevamente. Y una vez más se equivocaba, aunque ni el joven Hyuga ni nadie podría decir que no era la suposición más obvia, desde luego.
Después de todo, era un museo de armas en toda su extensión, ¿no?
—¡Já! nada que ver, amigo mío —exclamó con gracia —. conozco y domino lo básico pero no mucho más, me temo. Aunque tengo que admitir que el kenjutsu puede ser un arte lo bastante desafiante como para poner a prueba a cualquiera, ¿no crees?
El shinobi del remolino aprovechó la pausa para virar su cuerpo y caminar un par de pasos, esperando que su interlocutor hiciera lo propio. Él tan solo quería acercarse a la vitrina de un viejo mandoble de acero que reposaba verticalmente sobre un sujetador de madera.
—Imagina enfrentar a alguien que use este espadón. Madre mía, si podría cortarte la cabeza de un tajo con ese filo tan brillante. ¡Míralo!
—¡Já! nada que ver, amigo mío —exclamó con gracia —. conozco y domino lo básico pero no mucho más, me temo. Aunque tengo que admitir que el kenjutsu puede ser un arte lo bastante desafiante como para poner a prueba a cualquiera, ¿no crees?
No había lugar a dudas, el destino era la mar de caprichoso, tanto, que hasta resultaba inquietante. La respuesta de Jin, el shinobi de la aldea del remolino fue negativa. Al igual que yo, no sabía más que lo básico sobre armas. Y...¿No era una coincidencia como una catedral que dos shinobis que saben poco menos de armas... se encontraran en un museo de armas?
Ante aquella curiosa e inesperada revelación, no pude evitar quedarme boquiabierto por la sorpresa que me produjo. Sin embargo, aquel shinobi de Uzu me llamó mucho la atención, su carácter era muy interesante, más aún su forma de expresarse.
-No tengo más remedio que darte toda la razón. He tenido la fortuna de conocer a un par de maestros de la espada y que decir...Es algo digno de ver y de admirar. Dije con honestidad, tratando de expresarme con la misma amabilidad y jovialidad que mi interlocutor.
Jin comenzó a caminar y yo interesado por él, le seguí con la esperanza de aprender y sobre todo, conocer. Aquel muchacho me resultaba singular, tenía curiosidad de como acabaría todo aquello, a ver si la conversación prosperaba lo suficiente como para poder preguntarle por esos curiosos ojos. Eran muy llamativos, tanto, que sabía que no eran ojos normales.
Se paró enfrente de una vitrina que mostraba una enorme espada, casi tan grande como nuestro cuerpo. Un verdadero despropósito descomunal de acero. Blandir aquella arma ya no era cuestión de destreza, sino de poseer un físico bastante trabajado y curtido en cientos de batallas.
—Imagina enfrentar a alguien que use este espadón. Madre mía, si podría cortarte la cabeza de un tajo con ese filo tan brillante. ¡Míralo!
-Una muerte rápida e indolora sin duda. Reflexioné pensativo, frotándome la barbilla mientras examinaba el arma con detenimiento. -Aunque yo abogo más por la sutileza, esa arma se me antoja demasiado llamativa ¿No crees? Después de una pausa, continué con mi argumento. -Aún así, y como he dicho antes, los espadachines son de los pocos que propician una muerte digna.
Todo aquello hizo que recordara una cosa, con un gesto gentil con mi brazo, invité a que Jin me acompañara un momento. -Por cierto, acabo de recordar que he dejado un compañero en el otro pasillo, en la sección de armas a distancia. Si fueras tan amable de acompañarme para ir en su busca....
En realidad no era un compañero, solamente quería hacerme un poco el interesante. Se trataba de mi subordinado de tinta que al igual que yo, estaba llevando a cabo un trabajo retratando arcos. Que era otro tipo de arma al que mostraba verdadero interés y devoción. Pues sin duda, era una de las armas más antiguas que existía.
-Le encomendé que dibujara arcos, es para una técnica que acabo de desarrollar y necesitaba bocetos de algunas armas. Le expliqué por el camino si este aceptaba acompañarme.
Tras pasar un par de pasillos más adelante allí estaba, era otro Yoshimitsu, como dos gotas de agua era imposible distinguir uno del otro, al igual como estaba hace un momento, ese nuevo Yoshimitsu estaba sujetando un makimono y realizaba bocetos de un sin fin de arcos de todas las formas y tamaños.
-[Yoshimitsu(1)]¿Cómo va el trabajo? Pregunté a mi otro yo.
Se giró el segundo Yoshimitsu con gesto de aprobación, aliviado de que por fin se hubieran reunido de nuevo.
-[Yoshimitsu(2)]Bien, ya he terminado. Enrolló el makimono y se lo entregó al primer Yoshimitsu con satifacción.
-[Yoshimitsu(1)]Bien, bien, perfecto. Entonces ya podemos poner en marcha la segunda fase.
El segundo Yoshimitsu, asintió con la cabeza de forma afirmativa.
-[Yoshimitsu(2)]Eso es, eso es...por cierto. Se dirigió hacía Jin. -Un placer conocerte, mi nombre es Yoshimitsu. Se presentó con una reverencia.
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22/11/2016, 12:42
(Última modificación: 22/11/2016, 12:44 por Umikiba Kaido.)
—Una muerte rápida e indolora sin duda —razón tenía Yoshimitsu al opinar aquello, sin duda alguna. Ser decapitado era probablemente una de las peores forma de morir, aunque a su vez la más misericordiosa. Tan grotesca a la vista de quien blande la espada como rápido y inmediatamente letal para quien recibe la fría caricia del acero. Jin sintió un leve escalofrío de pensar aquello y se vio obligado a hacer un gesto que le mostraba de acuerdo con la opinión de su interlocutor, aunque esperaba no tener que comprobarlo a carne propia en algún futuro cercano—. aunque yo abogo más por la sutileza, esa arma se me antoja demasiado llamativa ¿No crees?
El peliverde asintió, mostrándose de acuerdo. Después de todo, si había un clan que destacaba por su sutileza era el Hyūga precisamente.
... aún así, y como he dicho antes, los espadachines son de los pocos que propician una muerte digna.
—Coincido —sentenció, aunque añadió un gracioso paréntesis en su intervención —. aunque no sé de que nos sirve morir dignamente si igual no estaremos más en éste mundo —Jin sonrió.
De cualquier forma; el tema quedaría zanjado una vez que el brazo de Yoshimitsu hizo un claro ademán de que le siguiera. Aunque lo confirmó al comentarle a Jin que un compañero suyo se encontraba no muy lejos de allí dibujando otro tipo de armas que le servirían de alguna forma para una técnica que estaba desarrollando. Aquello fue suficiente como para que la curiosidad de Jin se viera disparada, al menos lo necesario como para que decidiese seguirle sin peros ni por qué. No por ello bajaría la guardia, claro...
después de todo; se trataba de un shinobi de una aldea ajena a la suya.
Entonces, por extraño que fuera, un tipo idéntico al propio Yoshimitsu se dejó ver con su respectivo libro de dibujos. El joven Hyūga alzó una ceja y demostró sin resquemor su evidente sorpresa ante la llegada de éste nuevo personaje.
Ellos conversaron entre sí por un casi por un minuto completo. Para Jin no pasó desapercibido el hecho de que resultaran tan idénticos uno del otro, ni tampoco lo de la supuesta segunda fase de ve tú a saber qué. Pero por más que sintiera la tentación de activar su byakugan y dejar que sus ojos desvelasen el secreto de la escaramuza con la que estaba jugando Yoshimitsu, lo cierto es que no tenía intención alguna de desvelar su poder a nadie.
—Me temo que las suposiciones no han sido acertadas hoy para ninguno de los dos —comentó, respondiendo sutilmente a la reverencia del "segundo" Yoshimitsu —. así que me atrevo a decir que se trata de una especie de clon, y no de un hermano gemelo. Porque, si fuera así... no creo que vuestros padres os llamaran igual, ¿no es cierto?
Pero de pronto sintió que había perdido su formalidad, y las buenas formas siempre eran importantes ante los desconocidos.
—Lo siento, no he querido sonar sabelotodo ni nada por el estilo. Mi padre siempre dice que debo pensar como un shinobi, por eso he dicho lo único que se me ocurre para explicar tu triunfal aparición, Yoshimitsu número dos —se rascó la cabeza y volvió a soltar una carcajada. Ahí estaba el joven Jin de nuevo, el carismático niño de Uzushiogakure.
—Coincido —sentenció, aunque añadió un gracioso paréntesis en su intervención —.
Jin estuvo de acuerdo conmigo sobre las apasionantes muertes que podía causar un verdadero maestro de la espada, todo era posible con una imaginación despierta. Pero la muerte más fascinante, y más grotesca era que le cortaran a uno la cabeza de cuajo. Sangre por todas partes, y algún que otro infeliz correteando sin cabeza por unos instantes.
Maldita imaginación...
Aunque viéndolo de esa manera, Jin dudaba que eso tuviera algo de digno, quizás tuviera razón después de todo. Eso sí, digno de ver si que debería ser, pero mejor con el estómago vacío.
aunque no sé de que nos sirve morir dignamente si igual no estaremos más en éste mundo —Jin sonrió.
-Supongo que eso satisface a los familiares que deja uno atrás. Aunque claro, yo paso de morir, mi intención es sobrepasar los mil años... Sonreí ante tal ocurrencia sin sentido...¿O quizás no? Quien sabe...
El shinobi de la Espiral aceptó de buena gana a acompañarme para reunirme con "mi compañero". Algo me decía que le picó un poco la curiosidad y, la verdad del asunto, fue que habernos conocido hizo que la visita al museo se tornara si cabe más entretenida.
Cuando finalmente nos reunimos con mi otro compañero que resultó ser en realidad mi otro "yo" no pude evitar fijarme en la reacción de Jin. Debía reconocer que no estaba acostumbrado a las reacciones que provocaba el utilizar clones sobre otras personas y era algo que me parecía la mar de divertido, pero tampoco es que fuera nada del otro mundo, pero yo me entretenía con poca cosa...afortunadamente.
—Me temo que las suposiciones no han sido acertadas hoy para ninguno de los dos —comentó, respondiendo sutilmente a la reverencia del "segundo" Yoshimitsu —. así que me atrevo a decir que se trata de una especie de clon, y no de un hermano gemelo. Porque, si fuera así... no creo que vuestros padres os llamaran igual, ¿no es cierto?
Como era obvio mi nuevo amigo de Uzushio se dio cuenta en el acto de la estratagema, no esperaba menos de él, pues era evidente a pesar de todo. Ambos sonreímos al escuchar su deducción.
-[Yoshimitsu(1)] ¡En efecto!
-[Yoshimitsu(2)] ¡En efecto!
Dijimos al unísono. Pero inmediatamente después, nuestro nuevo compañero de museo, quiso quitar hierro al asunto restando importancia a su más que acertado argumento.
—Lo siento, no he querido sonar sabelotodo ni nada por el estilo. Mi padre siempre dice que debo pensar como un shinobi, por eso he dicho lo único que se me ocurre para explicar tu triunfal aparición, Yoshimitsu número dos —se rascó la cabeza y volvió a soltar una carcajada.
-[Yoshimitsu(2)]No te preocupes... Quedó dubitativo
-[Yoshimitsu(1)]Se llama Jin. Aclaré a mi clon
-[Yoshimitsu(2)]Eso, eso..., no te preocupes Jin, haces bien en hacer caso a tu padre. Solo estoy aquí para acelerar los estudios y entrenamientos a Yoshimitsu, dentro de mis posibilidades claro está. Aseguró sin reservas.
-[Yoshimitsu(1)]Yo por mi parte, aprovecho para acostumbrarme a tener clones, pues requieren más concentración de lo que parece...Es como un doble entrenamiento. Añadí para aclarar todavía más el por qué usaba clones tan a la ligera.
Como era normal, más de un visitante del museo quedaba extrañado ante tal espejismo, pero todo transcurría con normalidad y tranquilidad. Pues la presencia de shinobis en aquel lugar público, hacía que los visitantes se sintieran más seguros de lo que era habitual en un lugar vigilado como este. Por lo menos en esta etapa transitoria de "paz".
-[Yoshimitsu(1)]Tengo que recuperar el tiempo perdido...digamos que me tomé muy a la ligera mis entrenamientos durante casi un año y los recientes acontecimientos que he vivido, me han hecho darme cuenta de que... debo ponerme al día... lo antes posible si puede ser. Afirmé un poco incomodo, más bien abochornado.
-[Yoshimitsu(1)]A fin de cuentas, rectificar es de sabios ¿Verdad?. Dije sonriente, tratando de motivarme a mi mismo.
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Ante el canto al unísono de los dos Yoshimitsu, Jin no pudo hacer más que mostrarse sorprendido de haber acertado. Se le vio invadido por la inocencia de un crío que por momentos parece no estar allí debido a la prioridad de pensar y actuar como alguien maduro pero que siempre está latente en su interior, por más que él y los que le rodean quieran reprimirlos con tácticas avanzadas, entrenamientos y demás menesteres de un ninja.
Y aunque su reacción podría haberse visto interrumpida por una mala reacción de Yoshimitsu, en realidad resultó ser todo lo contrario. Argumentó estar de acuerdo con que hiciera caso a su padre, y que por lo demás; su intención no era otra sino progresar en sus habilidades.
El clon era sólo una herramienta para acelerar ese proceso.
—Tengo que recuperar el tiempo perdido...digamos que me tomé muy a la ligera mis entrenamientos durante casi un año y los recientes acontecimientos que he vivido, me han hecho darme cuenta de que... debo ponerme al día... lo antes posible si puede ser —Jin se permitió entonces tomar una postura más analítica y le echó un ojo al Yoshimitsu real. Le miró de arriba a abajo con la mayor prudencia posible e intentó discernir su edad. Lo cierto es que era un poco más alto que él, probablemente tendría un par de años más. No pudo evitar preguntarse qué tan fuerte podría ser ese muchacho, o cuales podrían ser sus habilidades —. A fin de cuentas, rectificar es de sabios ¿Verdad?
—Eso está bien, eso está bien. El entrenamiento y el progreso lo es todo para los que nos dedicamos a ésto a tiempo completo, ¿no crees? —dijo, convencido—. además, visto lo que ha sucedido últimamente es buena idea estar preparado para todo. No creo los ninja vuelvan a correr la misma suerte cuando uno de esos monstruos decida darnos de nuevo una visita sorpresa, lamentablemente.
Eso le hizo meditar. No podía ponerse en los zapatos de los shinobi de su aldea, tan jóvenes como él, que realmente estuvieron durante la catástrofe del Shukaku. Por eso les admiraba, porque no hay situación más adversa de la que salir vivo que la que sucedió dos años atrás.
—Espero que tarden un par de años, al menos. Quiero poder superarme y alcanzar a mi padre, es un tipo muy pero muy fuerte.
Sorprendido y diría que para bien, Jin observó y escucho aquella conversación que mantenía con ambos Yoshimitsu. Una conversación que no hacía falta añadir lo inusual que era, pero no dejaba de ser interesante. Por su mirada que me propinó con sus blancos ojos, diría que ahora me miraba de forma distinta, como si me tomara un poco más en serio o al menos su consideración hacía mi, fuera diferente. Pues se veía impresionado en cierto modo.
—Eso está bien, eso está bien. El entrenamiento y el progreso lo es todo para los que nos dedicamos a ésto a tiempo completo, ¿no crees? —dijo, convencido—. además, visto lo que ha sucedido últimamente es buena idea estar preparado para todo. No creo los ninja vuelvan a correr la misma suerte cuando uno de esos monstruos decida darnos de nuevo una visita sorpresa, lamentablemente.
-[Yoshimitsu] Coincido totalmente. Levanté un dedo y asentí levemente con la cabeza, para mostrar aprobación.
-[Clon] Si, yo también. Asintió de nuevo al unísono.
-[Yoshimitsu] Justamente estuvimos hablando con un compañero tuyo de Uzushiogakure sobre este mismo tema, y la verdad es que nuestra generación y las próximas, dadas las circunstancias, debemos ir un poco a como a contracorriente, debemos darnos prisa para estar preparados por si vuelve a suceder algo así. Añadí molesto.
-[Clon] Es lo que nos ha tocado vivir... Suspiró
Por ese mismo motivo, decidí tomarme los entrenamientos en serio. Después de asimilar que algo con ayuda de alguien, pudiera arrasar una aldea oculta como fue Kusagakure no sato, en un abrir y cerrar de ojos. Pensándolo con frialdad, era algo realmente preocupante a la par que desconcertante. Y para colmo, los sucesos del torneo...No se, algo olía francamente mal.
—Espero que tarden un par de años, al menos. Quiero poder superarme y alcanzar a mi padre, es un tipo muy pero muy fuerte.
-[Yoshimitsu] Esta bien eso de marcarse objetivos. En mi caso, tomo como modelo a superar a mi abuelo. Mis padres son esclavos de su trabajo, siempre están ausentes...ya sabes...Como mi abuelo hace tiempo que se retiró del servicio, convivo practicamente con él y le tengo más apego por eso. Pero se me hace imposible imaginar que algún día sea capaz de superarle...es impresionante. Dije con orgullo.
-[Yoshimitsu]El me marca los entrenamientos, como por ejemplo el de mantener clones activos todo el tiempo que me sea posible. Llevo casi una semana con él. Señalé al otro Yoshimitsu. -Y ya casi estoy acostumbrado. Comenté aquello como si se tratara de una verdadera proeza. La verdad que los primeros tres días casi pude si quiera dormir....
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Jin se dio cuenta poco después que había revelado algo importante para él. Esa necesidad de alcanzar a su padre en cuanto a poder se refiere, algo que todavía se hacía lejano y más que distante. Pudo incluso haberse recriminado el haber dicho algo como eso, pero Yoshimitsu le respondió a su sinceridad con lo que él creyó era la misma moneda. Le habló sobre la ausencia de sus padres, y de su abuelo; quien debido a lo anterior se había convertido en una presencia continua.
Eso estaba bien. No había forma más certera de progresar que la de trazarse un objetivo. Si superar a sus familiares era el fomento suficiente para ello nada podía impedírselo.
—Una semana, vaya. Que puedas mantener una técnica durante tanto tiempo es bastante notable, seguro eres un shinobi muy fuerte. Que suerte que no estamos en guerra: ¿verdad? —bromeó entre risas—. no me sería sencillo tener que pelear con dos adversarios al mismo tiempo.
En cuanto terminó su intervención, Jin se percató de pronto de la presencia de una cuarta persona que probablemente llevaba cerca el tiempo suficiente como para haber escuchado parte de la conversación. Desveló su cercanía al cruzar el enorme estante de madera que le había estado cubriendo todo el rato y se plantó recto e inamovible frente a los dos chiquillos.
Se trataba de un tipo muy alto y delgado, de cabello negro y facciones chupadas. Tenía toda la pinta de bibliotecario, y sobre su mano descansaba una pequeña agenda donde probablemente anotaba muchas cosas. El hombre miró a los críos desde las alturas y con voz quebrada se dirigió a ellos.
—Tú, niño. ¿Qué no has leído las normas para los visitantes? —le advirtió con tono severo—. está terminantemente prohibido el uso del chakra dentro de las instalaciones del museo. ¡Deshaz tu técnica o tendré que llamar a los guardias!
Jin no recordaba haber leído nada, pero si el dependiente lo decía; no tendría nada que reprochar. Tan sólo se obligó a retroceder un paso y a esperar la respuesta de su nuevo amigo, quien era en ese caso el que estaba en problemas.
—Una semana, vaya. Que puedas mantener una técnica durante tanto tiempo es bastante notable, seguro eres un shinobi muy fuerte. Que suerte que no estamos en guerra: ¿verdad? —bromeó entre risas—.
Gracias, gracias. Agradecí el cumplido de mi interlocutor con una gentil reverencia. -Y que lo digas...las considero un verdadero despropósito...una fracaso diplomático que siempre pagan los mismos, los que menos culpa tienen vaya. Y le dí toda la razón a su segundo comentario. Si había algo que despreciara Yoshimitsu, eran las guerras, y hablar de ellas era la forma más fácil de sacarlo de sus casillas.
no me sería sencillo tener que pelear con dos adversarios al mismo tiempo.
-Hombre pues... Alguien interrumpió la respuesta que quería darle a Jin cuando me dijo aquello. Algo que también me molestaba bastante. Pero al tratarse en cierto modo de la autoridad del lugar, además de ser una persona más adulta que nosotros, para hacer presente la educación que presumía tener. No tuve más remedio que escuchar a aquel señor con sosiego.
—Tú, niño. ¿Qué no has leído las normas para los visitantes? —le advirtió con tono severo—. está terminantemente prohibido el uso del chakra dentro de las instalaciones del museo. ¡Deshaz tu técnica o tendré que llamar a los guardias!
Obviamente no leí nada de normas Pensé hacía mis adentros molesto, claro síntoma fue que se me arrugó el ceño, al tener que aguantar el mal humor de aquel hombre.
Me giré hacía aquel señor, que dejando a un lado que fuera ciertamente la autoridad del lugar, si algo sabía era que no quería problemas de ningún tipo.
Hice una reverencia de disculpa y dije intentando emular cierta sensación de culpa. -Sinceramente no leí nada sobre normas, ruego me disculpe por mi desconocimiento. Pero si me permite, optaré por la tercera opción, me marcharé de inmediato, pues no pienso arruinar mi entrenamiento bajo ningún concepto buen señor.
Me giré nuevamente hacía Jin con cierto semblante de decepción. -Bueno Jin, ha sido un placer conocerte. Pero bueno, debo marcharme por causas de fuerza mayor.
Viejo amargado...
-De todos modos, estaré en la taberna que hay a la entrada de la ciudad, por si cuando acabes de visitar el museo te apetece tomar algo en compañía... Dejé aquello en el aire.
Nivel: 28
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Jin contempló con paciencia la conversación entre el demandante y el demandado. Era tan simple como que las normas estaban para ser cumplidas, nadie podía discutir con eso; más sin embargo el joven Yoshimitsu no estuvo demasiado de acuerdo en dejar a un lado su técnica a pesar de lo interesante que estaba resultando ser el museo para sus habilidades de pintura.
El hyuga se mantuvo al margen hasta que su colega de la cascada respondió, directo y sin demasiado agobio. Su decisión era la de dejar el lugar cuanto antes, a lo que el hombre que le había recriminado la cuestión en un principio respondió con un rotundo silencio y una mueca de desagrado. Entonces se dio vuelta, no sin antes darle otra de sus miradas de reprimenda y se perdió de nuevo en los confines del siguiente pasillo.
—Claro, está bien. Déjame te acompaño a la salida, yo luego te alcanzo allá —comentó, tomando él la iniciativa y moviendo su menudo cuerpo hasta el pasillo lateral derecho—. aunque juro por mi familia que no he visto ningún cartel con esa norma, ¿eh?... y soy un joven muy atento a los detalles, me escuece que se me haya pasado por alto algo tan importante.
Lo iba a verificar, claro está. Pero antes de que pudiera seguir avanzando; el Hyuga se detuvo en seco y viró su cuello a la derecha. Fijó su mirada en una entrada externa que no parecía tener un nombre apropiado como las otras secciones del museo y se sintió muy interesado en ello.
—Espera, espera —bajó la voz e hizo uso de sus sentidos para asegurarse de que el viejo cascarrabias no estuviera cerca—. echemos un ojo a ver que hay en ésta sección, y luego nos vamos. Total, cinco minutos más, cinco minutos menos... no creo que el señor pueda estar más enojado con la vida, ¿no crees?
Jin sonrió amablemente y echó carrera hasta perderse en la curiosa oscuridad que envolvía la entrada a tan misteriosa sección. El joven del Remolino probablemente no se había puesto a pensar en ello con detalle, quizás por su prisa a sumergirse en lo desconocido; pero Yoshimitsu, quien hace pocos minutos había tanteado la opción de dejar el museo de una vez por todas, quizás tendría más tiempo y paciencia como para fijarse en que se trataba del pasillo más recóndito y escondido de el castillo entero. Y sí que era un lugar grande, desde luego.
El viejo amargado jamás se hubiera imaginado aquella respuesta por mi parte. ¿Pero que otra cosa hubiera podido contestar? El entrenamiento lo era todo, entrenar duro marcaría la diferencia entre salir indemne o morir estrepitosamente en un futuro. Por lo que aquella curiosidad que tenía de ver aquellas exóticas armas, se desvaneció en el mismo instante en el que tuve que elegir.
Si no estás a gusto con tu vida, no es de buen gusto compartirlo con los demás...
El decrépito señor volvió a propinarme una mirada de desaprobación y yo le devolví aquella mirada con semblante de auténtica indiferencia. Como si sus cuestiones no tuvieran para mí, ninguna relevancia. Finalmente, continuó con su guardia, seguramente con la intención de amargar la visita a otro turista.
Me despedí de Jin muy a mi pesar y este de buen grado, decidió acompañarme hacía la salida, asegurando que después nos veríamos fuera del museo. Pues no me podía ir sin saber aquello que ansiaba saber de el.
[/b]—Claro, está bien. Déjame te acompaño a la salida, yo luego te alcanzo allá —comentó, tomando él la iniciativa y moviendo su menudo cuerpo hasta el pasillo lateral derecho—. aunque juro por mi familia que no he visto ningún cartel con esa norma, ¿eh?... y soy un joven muy atento a los detalles, me escuece que se me haya pasado por alto algo tan importante.
Me hizo gracia sus palabras, juró que no vio nada de normas, y la verdad que yo tampoco. Pero ya había olvidado aquel incidente, pues no se podían cumplir unas normas que no estaban a la vista de los turistas. Mi culpa no era, desde luego. Ya podía venir quien quisiera a decirme lo contrario que yo, ya le diría un par de cosas bien dichas.
Me encogí de hombros y le respondí despreocupado, como era costumbre en mí. -No es necesario jurar tan a ligera por tan poca cosa amigo. Ellos se lo pierden, cuando sea un shinobi legendario, les daré mala fama por esta mala pasada, el karma me dará la razón.
Tomando dirección hacía la salida en compañía de Jin, este sin aviso se detuvo en el acto, fijándose en un acceso, en el acceso más apartado que había, a mi me pareció que aquello no formaba parte de la exposición, pero resultó que a Jin le picó la curiosidad hasta limites insospechados.
-¿Pasa algo?. Le pregunté al verlo tan ensimismado por aquello.
—Espera, espera —bajó la voz e hizo uso de sus sentidos para asegurarse de que el viejo cascarrabias no estuviera cerca—. echemos un ojo a ver que hay en ésta sección, y luego nos vamos. Total, cinco minutos más, cinco minutos menos... no creo que el señor pueda estar más enojado con la vida, ¿no crees?
-Bueno, el viejo gruñón como buen gruñón que es, estará enojado con la vida y con la humanidad durante toda su infeliz existencia. Y se encargará de compartir sus sentimientos con los demás, pero...que le den al viejo y si, veamos que se cuece por aquí. Respondí con enfado al tener que acordarme de aquel tipejo desagradable.
Mi clon por su parte, no parecía muy de acuerdo con la decisión que acababa de tomar, pero que diantres, era joven y era sin duda la edad de ser alguna que otra vez imprudente. Y antes de que pudiera darme cuenta, Jin se adentró sin pensarlo dos veces en aquel lugar, que para ser sinceros estaba bastante oscuro y diáfano.
Aquel lugar al ser tan amplio, se podía notar el frío de aquella instancia alejada de las demás. Las paredes y suelo de piedra rezumaban humedad y las voces de los turistas hace tiempo que dejó de oírse en la lejanía para pasar a escuchar el silbido del aire que se colaba por las gritas del viejo castillo.
-Yo creo que esto no pertenece a la exposición. Dije entre susurros, pues no quería ser descubierto por nadie. Simplemente quería evitar la bronca de algún guardia o lo que fueran.
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El interior lucía parecido al resto de las locaciones. Estaba ataviado de estanterías y lotes de madera sobre los cuales reposaban los artefactos. Pero allí, sin embargo; no había la pulcritud que se presentaba fuera de aquel misterioso pasillo en donde el polvo y la tela de araña adornaba en gran parte los objetos. Daba la sensación de que no era el lugar más asiduo por los encargados del castillo, pero la pregunta era... ¿por qué?
Entre pasos cortos y silenciosos, los pies de Jin se encontraron en el suelo con lo que parecía ser un cartel. Cuando la luz de un par de velas le permitió tomarlo con ambas manos y leerlo, sólo pudo voltear a donde estaba su colega y mostrárselo inmediatamente. El cartel, advertía claramente que era una zona prohibida. Y al parecer alguien se había tomado la libertad de quitarlo de la entrada.
Ahora ellos se encontraban dentro. Otra norma incumplida, pensó el Hyuga.
—Parece una sección abandonada. Pero mira que objetos tan interesantes hay aquí, ¿por qué dejarlos fuera de la exhibición? —se preguntó en voz alta—. Éste, por ejemplo. Luce genial, ¿no crees?
Lo que señalaba era una especie de estoque sin mango. Ante los ojos inexpertos de los dos jóvenes se podría pensar que era una espada, pero el pedazo de hierro estaba unido al suelo. No tenía agarre alguno y carecía totalmente de filo. Entonces cuando el metal se movió de un extremo a otro por el agarre de Jin; el muchacho de ojos blancos pudo discernir que aquello no era un arma. No señor.
Era una palanca, la cual se había activado.
El suelo se abrió en súbito y obligó al Hyuga a caer hasta el vacío de aquel agujero. La trampa permaneció abierta todo el tiempo y fue testigo de los gritos de Jin hasta que estos cesaron completamente. Luego, un silencio sepulcral.
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