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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Errado, no ser gente de Sapayauitl, ser gente de mismo lugar que extraños. Ser su gente, no mía.

—¿Cómo?— Pregunté incrédulo a la par que trataba de agudizar mi visión hacia le nuble gélida, lo único que podía ver con seguridad es que habían varios pares de ojos mirando hacia nuestra posición, así como cuando un fiera acecha a su presa.

La… La muerte es blanca y tiene los ojos azules —tartamudeo Sarutobi, quien retrocedió demostrando su miedo.

"¿No se supone que su familia fue la que peleo contra ellos? O... A lo mejor no sabe pelear..." Suspiré con pesar por lo que venía continuación.

No obstante, mi mirada siguió firme en la cortina de hielo, seguía expectante y ansioso por saber lo que ocurriría, relamí mis labios y tragué grueso, estaba un poco nervioso, sería la primera guerra en la que estaría, no sabía exactamente cómo debería sentirme. Aunque realmente no importaba como debería sentirme o no, sino aquellas figuras humanas que salían dejando una estela blanca como rastro, se movían muy lentamente y se veían bastante raras... Pero, sí la observaba con atención podría definir que no era un humano vivo, sino uno muerto, un cadáver, un zombie como en las películas o comics.

—¿Cómo es posible? ¿Qué hicieron? ¿Cómo lo hicieron?— Comenté anonadado por tal hallazgo, había escuchado de alguna técnica secreta para revivir muertos, pero eran puras leyendas y mitos, nadie había dado con ella realmente, entonces... ¿Qué dignificaba eso? ¿Un engaño?

¡No me lo creo, que abominación! Exclamó Koutetsu, estaba tan sorprendido como yo.

Fue cuestión de tiempo para que se fueran revelando más figuras similares a la primera que vimos, un ejercito de zombies gélidos se manifestó, todos con las mismas características, semi-mutilados, cubiertos de escarcha, con armaduras, en descomposición... Ciertamente una escena digna de una película.

¡Atento, Keisuke! — Advirtió el moreno cuando el primer enemigo se lanzó hacia nosotros, pero ya no se movía lentamente, no tenía ese aspecto frágil y débil de hacía unos minutos, su desplazamiento era mucho más rápido y su cuerpo, sí ya era sobrenatural, ahora era al cuadrado cuando ví como su extremidad recién mutilada, por Koutetsu, se seguía moviendo.

Lancé ambas cuchillas a la nieve, aparentemente no serviría de nada aquellas armas contra esos sujetos; y justo en ese momento uno de esos cadáveres se acercó directamente hacia mi, me acerqué en zigzag, moverse por la nieve no era tan fácil como parecía, mandé un puñetazo directamente a su tórax, justo por el costado derecho, pero ese no sería un puñetazo normal, sino uno energizado que mandaría al esqueleto hacia atrás con gran fuerza o lo devastaría al instante, no sabía cual de las dos opciones.

Entonces se oyó un grito, volteé a ver y era al asistente de Shinda, aparentemente estaba bien, solo sorprendida por lo que ocurría. —¿Tienes una idea? No puedo utilizar tanto chakra en cada uno de ellos, me desgastaría muy rápido.—

Entrelacé mis manos rápidamente y me puse justo al frente de los cadaveres que venían. —Suiton: Mizurappa!— De mi boca surgió un potente chorro de agua que dirigí directamente hacia nuestros enemigos, pero estaba seguro que eso nos daría solo unos escasos segundos de tiempo.
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Kōtetsu evadió la nueva arremetida del no muerto que le estaba atacando, para luego asestarle un contundente segundo sablazo en la parte baja de la espalda. Sintió como el filo de su arma se enterró en la endurecida carne hasta cortar el hueso, destruyendo algunas vertebras en el proceso. La criatura cayó al suelo, incapaz de mantenerse de pie al recibir semejante daño en la columna y quedar parcialmente seccionado; pero aun así continuaba moviéndose con aterradora energía, emitiendo un malévolo siseo desde sus congelados pulmones y fijando sus llameantes ojos azules en las carnes del muchacho.

Ya veo… —se dijo a si mismo al entender la situación—: es inútil tratar de matarles como a una persona viva, o intentar incapacitarlos cercenándolos; la única forma de acabar con ellos es destruir por completo sus cuerpos.

Ahora entendía porque el fuego resultaba el arma ideal contra aquello seres. Ahora entendía lo práctico de una tradición que dictaba que debían de quemar a los muertos. Ahora entendía lo bueno que hubiese sido el estar junto a un ninja que supiese utilizar katon.

Por su parte, Keisuke se defendía como mejor podía: al primero de sus atacantes le asesto un poderoso golpe cargado de chakra, despedazandole la mitad del tórax y provocando que una vasta cantidad de viseras heladas nevaran sobre él. La criatura parcialmente destruida cayó al suelo, e inmediatamente trato de reincorporarse entre torpes y espasmódicos movimientos. En cuanto otro enemigo se le acercó, realizo una secuencia de sellos y desde su boca surgió una potente y pesada pared de agua que barrió una parte de las filas enemigas.

Y pese al poderoso ataque de ninjutsu, los no muertos se limitaron a reacomodar forzadamente sus torcidas extremidades y a levantarse de nuevo, como si nada.

¡No pueden ganar, no así! —grito el anciano desde el pórtico—. ¡Entren debemos refugiarnos y trazar un plan!

El joven de ojos grises esgrimió con violencia su katana, deshaciéndose de varios no muertos que se cernían sobre sus pasos. Espero al joven de ojos melíferos y cuando estuvieron listos se adentraron en el edificio, dejando caer pesadamente tras de sí la antigua y maciza puerta. Una vez adentro deberían de imitar las acciones de Konohana y comenzar a volcar cuanto mueble o estante pudiesen frente a la puerta, que no dejaba de emitir el desesperante sonido de aquellos seres embistiendo contra ella.

Cansado y falto de aliento, el Hakagurē se dejó caer, pensando en el poco tiempo que aquella barricada podría otorgarles.

Que locura, ¿no? —jadeo, mientras observaba a Keisuke—. Y pensar que aquella historia de los muertos que se alzaban seria real.

»Bueno… Esto no es diferente a estar rodeados de enemigos durante un asedio —dijo, más para darse ánimos a si mismo que para ser justo y realista—. Debemos buscar la forma de salir de aquí y dirigirnos al centro del pueblo, al hotel… Ese será el sitio más seguro y fácil de defender.

¡¿Estas demente?! —vocifero la asistente del anciano—. ¡¿No ves que estamos completamente rodeados por una horda de muertos, y que ni siquiera podemos acabar con uno de ellos?!

Debe haber algo que podamos hacer… —aseguro, sin mucha determinación—. De seguro ustedes pueden hacer algo —alego, refiriendose al anciano y a la muchachita pálida—: usted es un Sarutobi, de seguro tiene alguna técnica flamígera capaz de hacer frente a los no muertos, nosotros podemos cubrirle si eso es lo que necesita. Y tú, Sapayauitl, este es una habilidad típica de tu pueblo; de seguro también puedes controlarlos, solo dinos si necesitas tiempo y lo conseguiremos para ti.

Tanto el anciano como la chiquilla desviaron la mirada hacia el suelo con pesar.

Hace años una herida congelo y destruyo gran parte de mi sistema circulatorio de chakra… Ahora soy incapaz de usar algún jutsu, por pequeño que sea.

Levantar caídos, ser arte compleja, necesitar entrenar décadas, grandes conocimientos antiguos… Imposible para Sapayauitl.

El joven se encamino hacia la cálida oficina y se dejó caer con notable desdicha sobre el asiento que había estado ocupando hasta hacia poco.

Entonces, ¿así estamos, atrapados a la espera de una muerte horrible y un aún más horrible destino posterior? —le pregunto a Keisuke en cuanto lo tuvo suficientemente cerca, sonriendo mientras temblaba un poco—. Es terrible… siempre quise creer que cuando me llegara el momento de morir lo recibiría con valiente resignación y serenidad… Y en parte es así, pero ahora me aterra algo que jamás había contemplado; el terminar convertido en una de esas abominaciones.

»Yo siempre imagine que más allá de la muerte me esperaría el descanso y la paz eternas; era una pequeña esperanza que no contemplaba la miseria de una segunda existencia vacía y retorcida.
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El primer muerto-viviente fue reducido a vísceras, inevitablemente sangre y algunos restos de sus órganos terminaron impregnando mi ropa, ahora el olor me acompañaría por el resto del día. Mi segundo ataque fue potente y todo un éxito, un éxito que nos dios un par minutos más porque... los muertos no mueren!

¡No pueden ganar, no así! —anunció el anciano desde el pórtico, era una clara retirada—. ¡Entren debemos refugiarnos y trazar un plan!

Miré a ver en donde estaba el peliblanco, quien nuevamente alzaba su espada para destrozar varios cuerpos, era la brecha perfecta para entrar. —Estoy libre, vamos!— Corrí directamente a la puerta y vi de reojo a que Koutetsu me siguiera.

Una vez dentro de la cálida defensa, escuché todos los engranajes moviéndose nuevamente, cadenas y candados cerrándose, pero eso no era lo único que se haría para la pesada puerta nos defendiera, no; rápidamente imité la acción de la única mujer presente y de los otros dos, amontonar un centener de cosas en la puerta con las esperanzas de que nos resguardaran lo suficiente, o que nos dieran más tiempo para tener una idea.

Tras unos minutos de verdadera acción y adrenalina, efecto del mismo nos empezaba a pasar factura, me rescosté en una de las paredes y entonces busque a Koutetsu con la mirada, puesto que este me hablaba.

Y pensar que aquella historia de los muertos que se alzaban seria real.

—Y nos queda como moraleja que algunos mitos y leyendas sin son basado en hecho reales!— Agregué para dar un poco de humor, pero ¿quién en su sano juicio intentaría verle el lado cómico?

»Bueno… Esto no es diferente a estar rodeados de enemigos durante un asedio. Debemos buscar la forma de salir de aquí y dirigirnos al centro del pueblo, al hotel… Ese será el sitio más seguro y fácil de defender.

¡¿Estas demente? ¿No ves que estamos completamente rodeados por una horda de muertos, y que ni siquiera podemos acabar con uno de ellos?!— Gritó la asistente del Sarutobi, realmente estaba aterrada, ¿cómo no estarlo?

—Yo estoy de acuerdo, en el hotel habrá más gente, Haze y Naomi podrían ayudarnos, hay otro Sarutobi y...— Traté de pensar algo más pero no vino nada más a mi mente por lo que me quedé en silencio.

Debe haber algo que podamos hacer… De seguro ustedes pueden hacer algo — Se dirigió directamente a Shinda y a la chica, incluso parecía que el moreno tenía una idea o un plan.—Usted es un Sarutobi, de seguro tiene alguna técnica flamígera capaz de hacer frente a los no muertos, nosotros podemos cubrirle si eso es lo que necesita. Y tú, Sapayauitl, este es una habilidad típica de tu pueblo; de seguro también puedes controlarlos, solo dinos si necesitas tiempo y lo conseguiremos para ti. — Disparó dos idead brillantes, sí las cosas pudieran desenvolverse así como en mi mente se dibujaba podríamos tener una buena oportunidad, nuevamente el peliblanco demostraba que sabía

Ambos se pusieron de acuerdo para demostrar un poco de pena, era mejor juntos porque así podían compartir el pesar...

Hace años una herida congelo y destruyo gran parte de mi sistema circulatorio de chakra… Ahora soy incapaz de usar algún jutsu, por pequeño que sea.

"Ahora es un simple civil... Debería investigar como regenerar el sistema circulatorio del chakra..." Definitivamente era una buena idea.

Levantar caídos, ser arte compleja, necesitar entrenar décadas, grandes conocimientos antiguos… Imposible para Sapayauitl.

"Rodeados de inútiles es donde estamos..." Me dije ahora con pesar, las opciones se estaban terminando, al igual que el tiempo que nos quedaba de vida...

Koutetsu se empezó a mover por el pasillo que llevaba la oficina del Sarutobi, miré al resto que parecía haberse dado por vencido y haber perdido todas las esperanzas y entonces fue cuando los dejé y seguí al shinobi.

Entonces, ¿así estamos, atrapados a la espera de una muerte horrible y un aún más horrible destino posterior? —me preguntó mientras noté ese ligero temblor en sus labios, estaba nervioso, asustado... Yo también lo estaba solo que no quería que él lo notara, sino ambos nos caeríamos...

Es terrible… siempre quise creer que cuando me llegara el momento de morir lo recibiría con valiente resignación y serenidad… Y en parte es así, pero ahora me aterra algo que jamás había contemplado; el terminar convertido en una de esas abominaciones.

—Hoy no vamos a morir, no esta vez...— Comenté con decisión, mientras caminaba directo al nacer de la calidez de la habitación, así podría intentar pensar en algo, pero Koutetsu nuevamente estaba demostrando que se rendía, como el resto de los que estábamos en la casa.

»Yo siempre imagine que más allá de la muerte me esperaría el descanso y la paz eternas; era una pequeña esperanza que no contemplaba la miseria de una segunda existencia vacía y retorcida.

—En vez de lamentarte por lo que ocurrirá luego de tu muerte, preocúpate por lo que va a ocurrir ahora que aún sigues vivo. — Dije un tanto cortante, un golpe crudo y esperaba que con eso fuera suficiente.

"Piensa Keisuke, piensa!" Me presioné mientras caminaba de un lado a otro.

—¿Exactamente que es lo que quieren de nosotros?— Comenté en voz alta para que mi acompañante me escuchara y pudiera decir algo al respecto, sí es que se encontraba en condiciones... —La única persona de valor aquí es...— Y bingo! tenía una idea, esperaba que esta fuera suficiente. —Sa-pa-ya-uitl.— Comenté lentamente por lo difícil del nombre.

—Quizá sí acordamos con ella, que colabore con nosotros, después de todo es una princesa, la persona que se encarga de controlar a los muertos debe estar cerca... No creo que esté muy lejos de aquí.— Comenté con rapidez. —Necesitaremos un poco de aceite y algo de fuego, podría ser nuestro salvavidas sí algo inoportuno llegase a ocurrir.— Sugerí mientras mi mente volaba en las nuevas posibilidades que me daba, realmente no quería morir, me quería aferrar a la vida... ¿Aquellas ideas serían suficiente o también caerían con facilidad?
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Entiendo a dónde quieres llegar, muchacho, pero lograr que el comandante de los no muertos se muestre será difícil —aseguro el anciano, mientras tomaba asiento en su escritorio y encendida la pipa que había dejado sobre el mismo—. Sin embargo, tengo algunos materiales que les pueden ayudar a luchar contra el enemigo, mas eso no les garantizara la supervivencia.

Una pequeña esperanza es mejor que no tener ninguna. —El peliblanco había recuperado parte de la compostura, y ahora se proponía el mantenerla y darle buen uso.

Kōtetsu trataba de pensar estratégicamente, alejando cuanto temor e inquietud pudiese entorpecer su visión del asunto. Observo a la muchachita, que lucía un tanto desolada, demasiado como para ser capaz de ayudarles con un poco de información. En cambio, el anciano lucia perturbadoramente tranquilo, como si aceptase que había llegado el fin de sus días, que ya había vivido lo suficiente y que le esperaba una muerta tan indigna como predecible.

Ahora que lo pienso, se supone que usted es un sabio versado en todo lo referente a los elementos sobrenaturales de la historia local; ¿qué puede decirnos sobre la habilidad que están usando para controlar a los muertos?

Ese era la cuestión del asunto, partiendo de la suposición de que no se trataba de algún tipo de magia inexplicable, era casi seguro de que fuera algo relacionado con el chakra, un asunto más cercano a su campo de experiencia.

Ustedes que son shinobis ya se habrán dado cuenta o al menos lo habrán intuido: no se trata de magia alguna, sino de un complejo uso del chakra —confeso el Sarutobi, mientras dejaba escapar una densa nube de humo—. Pese a lo que parece, en realidad no controlan los cuerpos de los muertos, controlan los cristales de hielo formados por la humedad de los mismos; el cuerpo humano está compuesto por una gran cantidad de agua, la cual se mantiene cálida mientras estamos vivos. En este clima, cuando morimos, la mayor parte de esa agua comienza a convertirse en diminutos cristales de hielo; y contralar el hielo es la principal habilidad de los Seltkalt.

Ya veo… por eso es que solo el fuego resulta efectivo contra los no muertos —entendió, mostrándose impresionado—. ¿Entonces el controlarlos es similar a como se hace con los clones?

Algo así: según lo que he aprendido, el grado de fuerza y control, la cantidad de cuerpos y que tanto tiempo pueden moverse, la autonomía y destreza varían de usuario a usuario. Tanto es así que algunos solo pueden reanimar unos cuantos cadáveres utilizando el máximo de su concentración, mientras que otros pueden controlar docenas durante horas, mientras que combaten y gastan chakra.

El panorama no era nada bueno, y el sonido de cientos de dedos muertos arañando las paredes externas de la casa no ayudaban a sentirse positivos. El anciano se levantó con dificultad, para luego dirigirse a los jóvenes.

Si están determinados a sobrevivir siganme, en el ático quedaron algunos artilugios del último conflicto entre poblaciones, estoy seguro de que habrá un par de cosas que puedan ayudarles a combatir.

Shinda se dirigió hacia una delgada escalera que les llevaría hasta el segundo piso de aquella edificación.

Algo que también nos resultaría útil es saber a cuantos enemigos no estamos enfrentando: los nativos deben tener un número finito de manipuladores de muertos, y también un número finito de muertos a los cuales manipular… al menos por ahora.

Los miembros de la tribu capaces de luchar deberían ser muy pocos..., pero desconozco de donde han tomado tal cantidad de cadáveres. Digo, del pueblo no pueden ser: hay un control muy estricto sobre las defunciones y las correspondientes incineraciones.

Ser, gente de fuera, ejercito enemigo —señalo la de ojos azules que se mantenía cerca de ellos.

Eso es imposible… Aquí no tenemos ejército, solo una guardia pequeña. Además de que ningún ejército vendría a un sitio como este, donde no hay nada que conquistar.

Sabios decir: mercenarios bajo orden, líder Sarutobi, ser muchos, veinte veces diez. Una noche, todos derrotados, Seltkalt reclamar sus cuerpos como arma, como botín.

En otras palabras: el líder Sarutobi contrato un ejército de doscientos mercenarios que no tenían idea de en qué se metían, los arrojo a una muerte segura e instantáneamente engroso las filas enemigas, confiriéndoles las fuerzas necesarias para tomar por asalto el pueblo. —A aquellas alturas, al de ojos grises ya no le sorprendía lo incapaz que demostraba ser la gente de aquella región.

Kazushiro siempre fue bueno en las matemáticas y en los negocios, al igual que siempre fue un guerrero y un estratega pésimo.

Llegaron al final de la escalera, y el anciano abrió una puerta que parecía tener años sin ser utilizada; se hizo a un lado y encendió una vela dejando visible una enorme habitación repleta de cajones de madera. Parecía una especie de depósito abandonado, de aquellos que no eran visitados hasta que las situaciones se tornaban urgentes.

Busquen en las cajas y seguro hallaran algo de utilidad, mientras deberían de hacer una estrategia —declaro mientras se acomodaba con pesadez sobre un viejo banquillo—: seguramente los muertos tienen órdenes de buscar a la chica y quien los controla no se mostrara a menos que haya otra opción… Tampoco pueden acorralarlo con un rehén; esos sujetos valoran demasiado el prestigio de dar muerte al enemigo y el sacrificio por el bien de la tribu.

»Si la situación se les va de las manos, podría darse el caso de que creyese que una segundogénita es un sacrificio aceptable si de acabar con dos guerreros y un Sarutobi se trata… además, que muriese les daría un motivo más para masacrarnos a todos sin necesidad de negociar o ¿me equivoco en mi estimación, princesa?

No, tener razón: deber, honor, gloria… por encima de vidas, bien común, ser tiempo de guerra, ser lo normal…
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Entiendo a dónde quieres llegar, muchacho, pero lograr que el comandante de los no muertos se muestre será difícil. Sin embargo, tengo algunos materiales que les pueden ayudar a luchar contra el enemigo, mas eso no les garantizara la supervivencia. — Manifestó el anciano a la par que se ponía cómodo y daba unas caladas a su pipa.

Una pequeña esperanza es mejor que no tener ninguna. — Koutetsu se encontraba un poco mejor, al parecer, no estaba seguro sí era por mis palabras o por las de Shinda, pero daba igual de quien fueran, lo importante es que ahora estaba más animado.

Inspiré profundamente y luego exhalé todo el aire en mis pulmones, quería tratar de tranquilizarme y no dejarme llevar por los nervios, o por el hecho de que nos quedábamos sin tiempo y la muerte estaba a unos cuantos metros...

Ahora que lo pienso, se supone que usted es un sabio versado en todo lo referente a los elementos sobrenaturales de la historia local; ¿qué puede decirnos sobre la habilidad que están usando para controlar a los muertos?

"Parece que ha vuelto en sí..." Pensé un poco más aliviado.

Ustedes que son shinobis ya se habrán dado cuenta o al menos lo habrán intuido: no se trata de magia alguna, sino de un complejo uso del chakra —Explicó en sencillas palabras, realmente no era que no estuviese entre mis consideraciones...

Pese a lo que parece, en realidad no controlan los cuerpos de los muertos, controlan los cristales de hielo formados por la humedad de los mismos; el cuerpo humano está compuesto por una gran cantidad de agua, la cual se mantiene cálida mientras estamos vivos. En este clima, cuando morimos, la mayor parte de esa agua comienza a convertirse en diminutos cristales de hielo; y contralar el hielo es la principal habilidad de los Seltkalt.—. Pero ahora venía una explicación más detallada de la técnica, una gran información que saber.

—Interesante conclusión.— Agregué ante la aclaratoria.

Ya veo… por eso es que solo el fuego resulta efectivo contra los no muertos ¿Entonces el controlarlos es similar a como se hace con los clones?

Algo así: según lo que he aprendido, el grado de fuerza y control, la cantidad de cuerpos y que tanto tiempo pueden moverse, la autonomía y destreza varían de usuario a usuario. Tanto es así que algunos solo pueden reanimar unos cuantos cadáveres utilizando el máximo de su concentración, mientras que otros pueden controlar docenas durante horas, mientras que combaten y gastan chakra.

—A juzgar por la cantidad de cadáveres podríamos decir que vinieron los mejores de la línea ofensiva...— Manifesté, era la cruda y fría realidad, probablemente destinados a morir en un lugar que no era nuestro hogar, y envueltos en una guerra en la que no teníamos nada que ver, pero...¿así es la vida, no?

Si están determinados a sobrevivir siganme, en el ático quedaron algunos artilugios del último conflicto entre poblaciones, estoy seguro de que habrá un par de cosas que puedan ayudarles a combatir.

Esperé a que Sarutobi se moviera y empecé a seguirlo por las escaleras, sería cuestión de tiempo para que estuvieramos en el segundo piso de su casa.

Algo que también nos resultaría útil es saber a cuantos enemigos no estamos enfrentando: los nativos deben tener un número finito de manipuladores de muertos, y también un número finito de muertos a los cuales manipular… al menos por ahora.— Puntualizó Koutetsu con la esperanza se seguir en busca de más información, yo por mi parte me quedé esperando respuesta.

Los miembros de la tribu capaces de luchar deberían ser muy pocos..., pero desconozco de donde han tomado tal cantidad de cadáveres. Digo, del pueblo no pueden ser: hay un control muy estricto sobre las defunciones y las correspondientes incineraciones.

Ser, gente de fuera, ejercito enemigo—. Dijo la nativa, aunque sus palabras eran un tanto extrañas.

Eso es imposible… Aquí no tenemos ejército, solo una guardia pequeña. Además de que ningún ejército vendría a un sitio como este, donde no hay nada que conquistar.

"Curioso..."

Sabios decir: mercenarios bajo orden, líder Sarutobi, ser muchos, veinte veces diez. Una noche, todos derrotados, Seltkalt reclamar sus cuerpos como arma, como botín.

En otras palabras: el líder Sarutobi contrato un ejército de doscientos mercenarios que no tenían idea de en qué se metían, los arrojo a una muerte segura e instantáneamente engroso las filas enemigas, confiriéndoles las fuerzas necesarias para tomar por asalto el pueblo. — Y justo en el momento indicado, el moreno dio una traducción casi perfecta del mensaje que quería dar la pálida.

Kazushiro siempre fue bueno en las matemáticas y en los negocios, al igual que siempre fue un guerrero y un estratega pésimo. — Reveló el anciano.

Finalmente llegamos al piso superior, las escaleras se habían acabado y el crujido de la madera anunció que una puerta se abría, el lugar fue iluminado por una vela dejando ver que el lugar tenía mucho tiempo sin ser visitado, incluso había polvo, mucho polvo, además de eso pude ver una decena de cajas.

Busquen en las cajas y seguro hallaran algo de utilidad, mientras deberían de hacer una estrategia, seguramente los muertos tienen órdenes de buscar a la chica y quien los controla no se mostrara a menos que haya otra opción… Tampoco pueden acorralarlo con un rehén; esos sujetos valoran demasiado el prestigio de dar muerte al enemigo y el sacrificio por el bien de la tribu.— Anunció mientras acomodaba su retaguardia en un baquillo.

»Si la situación se les va de las manos, podría darse el caso de que creyese que una segundogénita es un sacrificio aceptable si de acabar con dos guerreros y un Sarutobi se trata… además, que muriese les daría un motivo más para masacrarnos a todos sin necesidad de negociar o ¿me equivoco en mi estimación, princesa?

No, tener razón: deber, honor, gloria… por encima de vidas, bien común, ser tiempo de guerra, ser lo normal…

Y la situación cada vez era más clara, la sangre debía correr... Los nativos de las llanuras del hielo no se andaban con cuentos y preferían iniciar la guerra sin siquiera buscar una excusa para ello, y ahora que la princesa de su pueblo estaba perdida no hacía falta nada más...

—Bueno...ehh...— Me moví rápidamente entre las cajas que tenía en frente y las abrí con rapidez.—Pues según recuerdo... Dijeron que usaron aceite de ballena, tendrá alguna lata en algún lugar?— Pedí, quizá él pudiera recodar algo de ayuda. —O quizá un poco de pólvora, pudiera ser útil, creo que una buena explosión en el momento adecuado podría hacer que nos deshiciéramos de esa cantidad de muertos...—

Me detuve un momento y me volteé a ver a la princesa. —Sigo creyendo que tú nos puedes ayudar de alguna forma, a ti no deberían atacarte...— Comenté , suponiendo que su gente no sería capaz de matarla sin motivo alguno, aunque no podía saber cuan bizarros podrían ser...

—Bueno si consigo algo útil les haré saber.— Seguí con la búsqueda a la máxima velocidad que pude.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018

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El par de jóvenes se encontraba sumergido en la ardua tarea de inspeccionar el contenido de cada cajón, en la búsqueda por algo que pudiese serles útil. En un principio se mantuvieron en un calmo silencio, menos el lejano sonido de las manos de la muerte y del frio viento que afuera soplaba. ¡Venditas fuesen las paredes que los mantenían relativamente cálidos y a salvo!, al menos por un tiempo. El anciano Sarutobi y la jovencita Seltkalt también se mantenían en silencio, y no porque estuviesen ocupados, sino que eran sus pensamientos que les mantenían en profunda e interna inquietud.

Ya estoy viendo algunas cosas que podrían sernos de utilidad —declaro el peliblanco en cuanto su búsqueda comenzó a dar resultados.

La primera parte de la búsqueda les llevaría a encontrar cosas como viejos insumos médicos, pieles gruesas y equipo para la nieve, elementos salvavidas en otras circunstancias… La segunda ronda de reconocimiento fue mucho más fructífera: hallaron muchas botellas pequeñas de queroseno, variedad de barriles con brea, vasijas con aceite y unas cuantas latas rellenas con pólvora. Todo a su entera disposición, excepto por el hecho de que estaban tan fríos que era difícil saber si funcionarían correctamente.

Bueno, hay lo suficiente como para considerarse un pequeño arsenal. —Se permitió sonreír por el irónico hecho de que si aquel lugar no fuese tan frio, todas aquellas sustancias combinadas podrían hacerlos volar hasta las nubes con la más pequeña de las flamas.

El joven peliblanco se hizo con un par de enormes ollas y procedió a despejar un área cercana. En sus días de campo había aprendido que la brea y el aceite deben de estar bien calientes antes de poder utilizarlos, con el fin de evitar la típica viscosidad de cuando estaban fríos y viejos. Lleno ambos recipientes, encendió un par de pequeños mecheros a gas y dejo que aquella “esperanza liquida” hirviera lentamente.

El anciano se le quedo observando en silencio… y luego desvió la mirada.

Debo admitir que es el primer sitio donde la plenitud de sus leyendas locales resulta ser cierta —dijo, como buscando un tema de conversación que no tuviese que ver con una muerte inminente—. Bueno, excepto por el hecho de que los “Seltkalt” no estaban tan extintos como creían.

La muchachita de ojos azules dirigió una reprobatoria mirada hacia el sabio, y este se doblego ante lo frio de la misma.

No tiene caso andar con discreciones ahora que ya están al fondo de la grieta —refunfuño el anciano—. Además, puede que dentro de poco estemos muertos, así que el secreto bien podría quedar a salvo… ¡Escúchenme bien!

El Hakagurē miro a Keisuke, como preguntandole que bicho de las nieves le pudo haber picado al anciano.

Los Seltkalt jamás estuvieron extintos, esa es la verdad: durante la primera guerra de fuego y hielo —hace cientos de años—, los Sarutobi tuvieron… tuvimos la oportunidad de aniquilarlos, pero los colonos nos daban tanto prestigio y poder por aquella miserable tarea… que si aquellos nativos desaparecían, perderíamos toda nuestra influencia.

»Veníamos de una enorme guerra en donde dábamos la vida por señores que prometían pagarnos cuando todo terminara, y luego morían antes cumplir su parte del contrato. De pronto, no encontramos con esta tierra donde se nos alababa como héroes y salvadores, todo a cambio de deshacernos de unos cuantos nativos que, la verdad sea dicha, eran un hueso duro de roer.

»La gente de aquel entonces eran solo un montón de refugiados, pobres e ignorantes. Lo único con lo que podían pagar nuestros servicios era con cargos públicos y títulos de propiedad. Aquello resulto ser suficiente para nosotros, y poco nos importaba estar en la congelada tierra sagrada de un montón de fríos y hostiles pseudóninjas.

»Se desarrolló la guerra y todo siguió su curso… Pero resulto que el plan de nuestro líder era seguir haciendo de héroes hasta ser dueños de todo el pueblo, tanto administrativa como cultural y políticamente… Y aquello no era posible si no teníamos un enemigo al cual derrotar y que nos diera el prestigio necesario. Así que la decisión fue desarrollar un plan de control de vida sobre la tribu Seltkalt: se dejarían con vida los suficientes como para buscar pelea cuando nuestras intenciones o posiciones estuvieran en juego, para el teatro; pero no los suficientes como para representar una amenaza real para el pueblo; muerte a los más fuertes y rebeldes, vida a los mas débiles y sumisos.

Sapayauitl se mostró perturbada pero no sorprendida ante la terrible revelación del conocimiento que aquel hombre guardaba.

Sí, esa es la grotescamente épica historia de cómo mi familia se convirtió en un grupo de héroes, que a su vez son dueños del pueblo y de lo que este cree saber —dijo, con una risa lamentable—. Ese es el conocimiento del cual soy guardián… Ya ven: el lado más terrible de la historia es el que no se cuenta a las masas… siempre es el que no se cuenta a las masas.
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El silencio era sepulcral, pero aún más lo era aquel ruido externo que nos hacía recordar que la muerte estaba a pocos metros de nosotros, una muerte que probablemente no tendría escapatoria, ¿acaso no tendríamos suerte con alguna de esas cajones? Hasta que la voz del moreno se anunció con buenas noticias.

Ya estoy viendo algunas cosas que podrían sernos de utilidad

Dejé las antiguedades que estaban entre mis manos y me hice hasta su lado en un par de segundos, equipo médico y algunas pieles de animales fue lo primero que vi, no es que no fueran importante, pero no era lo que necesitabamos en este momento; luego vino algo realmente útil, queroseno, brea, aceite y pólvora. —Lo necesario para una gran explosión.— Agarré una de las botellas de queroseno y sonreí como sí nuestras vidas estuvieran a salvo, pero... Al notar aquel estado tan deplorable y su baja temperatura me hacía duda de su eficacia. —Esperemos que el agente detonante se haya conservado bien con el frío.— Anuncié un poco más escéptico.

Bueno, hay lo suficiente como para considerarse un pequeño arsenal. — Comentó positivamente, era mejor tener esperanzas y ánimos...

Admiré con silencio unos cuantos segundos lo que hacía mi compañero y cuando entendí lo que intentaba hacer, me encargué de ayudarle, abrir un campo y vaciar las vasijas de aceite y barriles de brea en un caldero, que pronto fue sometido al fuego, para lograr una temperatura acorde a su uso.

Debo admitir que es el primer sitio donde la plenitud de sus leyendas locales resulta ser cierta. Bueno, excepto por el hecho de que los “Seltkalt” no estaban tan extintos como creían.

—No suelo recordar muchas leyendas de pueblos, pero esta sin duda no podría olvidarla.— Continué su conversación.

No tiene caso andar con discreciones ahora que ya están al fondo de la grieta —refunfuño el anciano—. Además, puede que dentro de poco estemos muertos, así que el secreto bien podría quedar a salvo… ¡Escúchenme bien!

Le devolví la mirada al peliblanco, me mantuve en silencio esperando a que Sarutobi expresara más.

Los Seltkalt jamás estuvieron extintos, esa es la verdad: durante la primera guerra de fuego y hielo —hace cientos de años—, los Sarutobi tuvieron… tuvimos la oportunidad de aniquilarlos, pero los colonos nos daban tanto prestigio y poder por aquella miserable tarea… que si aquellos nativos desaparecían, perderíamos toda nuestra influencia.

"Que honorables fueron... Decidieron mantenerlos con vida para seguir consiguiendo su fama" Me dije entre irónico y molesto.

»Veníamos de una enorme guerra en donde dábamos la vida por señores que prometían pagarnos cuando todo terminara, y luego morían antes cumplir su parte del contrato. De pronto, no encontramos con esta tierra donde se nos alababa como héroes y salvadores, todo a cambio de deshacernos de unos cuantos nativos que, la verdad sea dicha, eran un hueso duro de roer. La gente de aquel entonces eran solo un montón de refugiados, pobres e ignorantes. Lo único con lo que podían pagar nuestros servicios era con cargos públicos y títulos de propiedad. Aquello resulto ser suficiente para nosotros, y poco nos importaba estar en la congelada tierra sagrada de un montón de fríos y hostiles pseudóninjas.

Me mantuve escuchando, atónito. ¿Estaba tratando de confesar sus pecados? ¿Acaso se sentía culpable de algo? ¿O tendría remordimiento? Sinceramente no creía nada de eso, pero nos lo contaba por algún motivo, porque esa era la verdad y debía saberse después de todo ese tiempo de "paz"; ciertamente no me extrañaría sí los aldeanos los mantuvieran en su cargo, y realmente no debía importarme que sucedería ahí, lo único que debía hacer era marcharme en cuanto tuviéramos la mejor oportunidad.

»Se desarrolló la guerra y todo siguió su curso… Pero resulto que el plan de nuestro líder era seguir haciendo de héroes hasta ser dueños de todo el pueblo, tanto administrativa como cultural y políticamente… Y aquello no era posible si no teníamos un enemigo al cual derrotar y que nos diera el prestigio necesario. Así que la decisión fue desarrollar un plan de control de vida sobre la tribu Seltkalt: se dejarían con vida los suficientes como para buscar pelea cuando nuestras intenciones o posiciones estuvieran en juego, para el teatro; pero no los suficientes como para representar una amenaza real para el pueblo; muerte a los más fuertes y rebeldes, vida a los mas débiles y sumisos.

"Avaricia..." Miré a la nativa, realmente se miraba confundida, pero no totalmente sorprendida, ¿sabría algo?

Sí, esa es la grotescamente épica historia de cómo mi familia se convirtió en un grupo de héroes, que a su vez son dueños del pueblo y de lo que este cree saber. Ese es el conocimiento del cual soy guardián… Ya ven: el lado más terrible de la historia es el que no se cuenta a las masas… siempre es el que no se cuenta a las masas.

—Vaya...— Suspiré ante la revelación. —Supongo que uno nunca está seguro de saber la verdadera verdad de la historia.— Hice una breve pausa. —Ahora debemos aferrarnos a su verdad, y es aquí en donde me pregunto... ¿Dónde se supone que están los héroes Sarutobi para defender de este nuevo ataque?— Disparé sin dudar.

—Porque técnicamente ustedes sabían que esto sucedería algún día y debían estar preparado para ello...
Sino no seguirían en su gloria.—
Miré a la chica y luego al peliblanco, no sabía sí confrontarlo era lo mejor, pero... ¿Qué más podía hacer? La caldera parecía que no herviría más rápido si la mirábamos...

—Y me imagino que usted como el guardian del conocimiento debió haber tenido una estrategia en caso de emergencias, porque como comentó su hermano no es bueno dirigiendo...— Comenté un tanto irritado, mis palabras iban aumentando en ritmo y velocidad mientras mi rostro se tornaba un poco colorado...

"¿Cuánto tiempo nos queda?" El ruido externo a la casa no había cesado en ningún momento y no esperaba a que esos muros de roca pudieran retenerlos por siempre, todo era cuestión de tiempo.

Caminé hasta el caldero y miré el contenido viscoso que ahí se calentaba.
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Las palabras de Keisuke, sus interrogantes, eran como certeras flechas dirigidas hacia el único fallo de aquel antiguo plan que había funcionado durante generaciones. El anciano le dirigió una leve mirada, como excusándose.

Es cierto, si pudieron mantener el control antes, ¿por qué no ahora? —se atrevió a indagar el Hakagurē.

La decadencia no tiene piedad para familias como la nuestra…

»De alguna manera, nuestro clan se fue haciéndose más pequeño y débil con el pasar del tiempo; teníamos menos hijos, menos descendencia y era cada vez menos aquellos que tenían talento para usar el chakra… Casi podría decirse que es la maldición de esta tierra, su castigo para los Sarutobi invasores.

»Y todo empeoro en las últimas generaciones: Mi padre era un acérrimo enemigo de los nativos, y mi hermano menor, quien lo consideraba su héroe, estaba determinado a seguir sus pasos. Yo, por otro lado, no veía la necesidad de seguir con aquel plan de control, pues ya éramos dueños de la totalidad de estas blancas tierras, no me interesaba seguir con tan siniestra tradición. Aquello no gusto para nada a mi padre, y prueba de eso fue el que me retirara de la línea de sucesión, otorgándole mi puesto a mi hermano Kazushiro, quien era un ninja pésimo. En ese momento fueron creados el dúo de títulos de guardianes, uno para el cabecilla y otro para mí.

»Al momento de morir nuestro padre, yo había perdido la capacidad de usar chakra y mi hermano había perdido la oportunidad de tener hijos. Nuestros tíos y primos murieron sin dejar mucha descendencia, y la poca que dejaron resultaron no ser usuarios del chakra. Después vino lo peor: Yo tuve un hijo capas de ser ninja, pero… incapaz de soportar el peso de toda la historia de nuestra familia, termino recurriendo a la inmolación (un suicidio ritual basado en el fuego, propio de nuestra familia).

»Mi hermano aprovecho aquello para plantar la semilla del odio en el corazón de mi nieto y apartarlo de mí, asegurándole que el suicidio de su padre era mi culpa, que yo lo había dividido entre la familia y mis ideas pacifistas, hasta llegar al borde de la locura… Que la verdad sea dicha: ahora creo que estaba en lo cierto. Mi nieto creció bajo el ala de mi hermano, creció fuerte y despiadado como los Sarutobi de antaño.

Entonces, solo queda un Sarutobi con capacidad para combatir —señalo el Hakagurē, mientras revisaba los recipientes al fuego.

Sí, uno muy fuerte y lleno de odio.

En aquel momento, mientras revolvía la brea, al de ojos grises se le hizo evidente que no tenían un plan de emergencia para casos como ese, y que tampoco tendrían como elaborar uno. Se trataba de un clan debilitado y dividido. En cambio, los Seltkalt demostraban ser fuertes y estar unidos. Unos decayeron mientras que otros florecieron; la balanza comenzaba a inclinarse peligrosamente hacia el lado frio de aquella guerra.

Entonces este pueblo estará condenado; lo estuvo antes de que ustedes llegaran y lo estará ahora que ustedes “ya no están”.

Las palabras del peliblanco resultaron frías y calmadas, como una sentencia bien merecida, como si aquel fuera un karma inevitable.

De todas formas eso no afecta mis planes: solo necesito encontrarme con mi acompañante y retirarme, alejarme de este asunto que poco tiene que ver conmigo.

Aquello se decía fácil, pero, dada las circunstancias, resultaría bastante difícil el salir de allí con vida.

Parece que ya está todo a punto —aseguro, al ver que la brea y el aceite estaban listos—, ¿Estás preparado para combatir, Keisuke-san?
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Mis preguntas parecieron ser certeras ya que en cuestión de segundos Koutetsu arremetió también contra Sarutobi, él también quería respuestas, era mejor morir sabiendo porqué, que morir sin saberlo... Y eso era lo que estábamos haciendo justamente ahora.

Fue solo cuestión de tiempo para que el viejo siguiera expresando su sinceridad, explicó que su clan fue volviéndose frágil e inepto para seguir cumpliendo con el ritual de masacre hacia los nativos de las llanuras, simplemente le echaba la culpa a una supuesta maldición de la tierra de ahí, yo por otra pare podría decir que se trataba de algo llamado karma...

Poco a poco fue arrojando más datos sobre su familia y la historia de la misma y como se arraigaba a la historia de esas tierras, efectivamente su padre era quien quería seguir con la tradición, plantar una semilla que brotara era más que sificiente para que el ideal se transmitiese y así lo había logrado, todo recaía en el dueño del nido de cristal, un gran guerrero pero pobre estratega, ¿sería su culpa en sí? Pero no todo terminaba ahí, una disputa entre ideales por parte del guardián del conocimiento con su padre le había costado el puesto en la línea de sucesión, y atar cabos era realmente fácil, aquello creo enemistad entre los hermanos.

La historia continuaba, las otras ramas de descendencia Sarutobi no era la más beneficiada con su genética ya que poco a poco fueron volviéndose recesivas sus capacidades para manejar la energía, unas cuantas generaciones más y ya no procreaban verdaderos shinobis, ni siquiera mediocres hijos que pudiesen controlar el chakra, nuevamente el karma atacando a toda su familia... Y con ella el suicidio del único descendiente capaz de hacer frente a la siguiente embestida de los nativos, un muchacho que no soportó el dolor y el peso que debería cargar, un secreto atroz detrás de toda la fama...

Una historia digna de telenovela, sí lograba salir de vida con ello podría incluso narrar la historia y quizá volverla famosa...

Aunque no todo estaba perdido, aparentemente, aún quedaba alguien con la capacidad de hacer fluir las llamas por su cuerpo y usarla como una verdadera arma. Un chico que estaba bajo la crianza de su tío, alimentando el odio y fuerza para este momento, ¿qué más se podría pedir?

Realmente no quería decir nada más, la situación era tan retorcida, asquerosa, repugnante, todo eso y más.

Empezaba a dudar sí morir sabiendo realmente era una buena opción, se viera desde el punto de vista que fuese no se podría encontrar nada positivo de todo lo explicado recientemente.


Entonces este pueblo estará condenado; lo estuvo antes de que ustedes llegaran y lo estará ahora que ustedes “ya no están”. Concluyó el peliblanco, tenía toda la razón del mundo.

De todas formas eso no afecta mis planes: solo necesito encontrarme con mi acompañante y retirarme, alejarme de este asunto que poco tiene que ver conmigo.

"Lo mismo que tengo en mente... Una oportunidad es lo único que necesitamos..."

Parece que ya está todo a punto. ¿Estás preparado para combatir, Keisuke-san? Miré rápidamente el caldero y entonces noté que realmente había un arma ahí, quizá si la aprovechabamos, como era, podríamos utilizarla y salir sin grandes daños colaterales.

—Estoy listo, aunque no estoy totalmente seguro cual será el mejor uso, ¿lo embotellamos y guardamos un poco para una emergencia?¿ o lo usamos todo de una vez? Necesitaremos un yesquero o fósforos para encenderlo...— Miré entonces a Sarutobi

—Sí es usted el estratega podrá crear un plan rápidamente que nos ayude, después de todo debe haber algo que nos sea de utilidad, y tú también debes ayudarnos, técnicamente te salvamos...— Manifesté viendo a la pálida, no eran las palabras más alentadoras, pero era lo que necesitábamos, estábamos hasta el cuello.

Y aunque trataba de no demostrarlo, estaba realmente nervioso, en pocos minutos lucharía contra la muerte...
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¡Fuerza, animo, determinación! —se limitó a contestar Sepayauitl.

Déjenme pensar por un instante —pidió el sabio, cerrando los ojos mientras daba una profunda calada a su pipa.

Estuvo así durante unos dos minutos, trayendo a su memoria los viejos procederes de sus antiguas contiendas. Sus pensamientos lograron alinearse satisfactoriamente, justo cuando sus cansados pulmones estaban por alcanzar su límite de privación. Dejo escapar hacia el techo una densa nube de humo azulado, y, abriendo lentamente los ojos se, dirigió a los muchachos:

Lo más practico seria abrir el postigo y arrojar por allí el aceite hirviendo, de manera que caiga sobre los no muertos que yacen amontonados en la entrada; la alta temperatura del aceite deshará parte del congelamiento y disminuirá, o anulara, el control sobre los cuerpos, además de que, por su alta viscosidad, resultara difícil el deshacerse de él.

El anciano hablaba con una seguridad que solo podía ser fruto de una vasta experiencia. Además, en su mirada algo chispeaba sutilmente: sin duda, las ascuas remanentes de lo que en otro tiempo fuese un poderoso guerrero.

¿Cómo podemos utilizar la brea y las demás cosas? —pregunto el Hakagurē.

Cerca de donde estas parado hay una caja que contiene un pequeño arco y un montón de flechas incendiarias —aseguro, haciendo un vago gesto de prisa—. Embadurna las puntas con la brea, enciéndelas con el fuego de una antorcha y dispáralas hacia el enemigo. La brea ardiente es muy difícil de apagar, por lo que arderán bien si el fuego se propaga. Para finalizar, y solo si ya están “encendidos”, arrójales una botella de queroseno, y veras como se convierten en antorchas andantes.

Aquello si era una estrategia. El joven de ojos grises no pudo sino maravillarse e imaginarse lo épicas que debieron ser las antiguas batallas de la llamada guerra de fuego y hielo.

Y… ¿y si aparece aquel que comanda a los no muertos?

No lo sé, no sé qué tan fuerte pueda ser, pero con él no hay truco “mágico”, tendrán que enfrentarlo a la antigua, aunque… no creo que, aun entre los dos, puedan vencerle.

Tan ominoso y fatalista como aquello pudiese sonar, era lo único que tenían: un consejo y una sentencia de muerte.

Kōtetsu se apresuró a buscar el mentado arco, un arma pequeña que le concedería unos satisfactorios treinta metros de alcance. Confiando en su destreza decidió ser el quien hiciese las veces de tirador, mientras que Keisuke tendría que encargarse de hacer de artillero, bombardeando las filas enemigas con las botellas de combustible. Se preparó una pequeña antorcha, cálida y sostenida lejos del suelo por una base de hierro.

Cuando todo estuvo listo, cada quien con sus respectivas armas, se hizo el silencio entre los vivos, la calma previa a la tempestad. Kōtetsu abrió el postigo de una patada y el lacerante aire frio entro en el ático. Rápidamente pidió ayuda a su compañero para que le asistiera con la gran olla de aceite, cuyo contenido hirviente habría de desparramarse por sobre la horda de no muertos, provocando que sus fríos y demacrados cuerpos cedieran y resbalasen.

Bajo el evidente mando de alguna orden fantasmal, las otras criaturas levantaron sus grotescos rostros hacia la elevada ventana y profirieron un amenazante y perturbador bufido, creando un canto profano. Comenzaron a moverse con mayor velocidad y coordinación, buscando carne viva con sus espectrales ojos azules. El peliblanco comenzó a encender y disparar flechas con tanta velocidad como le era posible, acertando dos de cada tres disparos, haciendo que algunos se encendieran y ralentizando a los otros alcanzados. El viento helado golpeaba su rostro y el inclemente frio agarrotaba sus dedos, pero la vida de todos dependía de aquella batalla, y tuvo que sobreponerse a la situación, continuar con la fuerza que le otorgaba el viejo y confiable instinto de supervivencia… Aquella cualidad de los vivos, era la única ventaja real que ambos tenían en aquel difícil momento.
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—Claro, ahora me siento mucho más motivado a luchar.— Dije irónicamente a la nativa.

Afortunadamente Sarutobi puso a funcionar sus neuronas y dejó la resignación a un lado y fue cuestión de unos pocos segundos para que se volviera a expresar y por fin decir algo que pudiera ser una verdadera estrategia para la batalla; explicó que la mejor opción era verter el aceite caliente por la entrada principal y así inutilizaríamos a los que se encontrasen amontonado en la puerta.

—Suena bien.— Agregué mientras imaginaba lo dicho, tenía gran probabilidad de funcionar.

Koutetsu también pidió un poco de ayuda y otra brillante idea surgió del ex-shinobi, disparar una flecha en llamas y una vez hubiese dado en el blanco aumentar aún más la fiesta flamígera con un poco de ayuda del queroseno, sí todo salía bien tendríamos antorchas caminantes, esa idea me gustaba. Aunque dudaba de que en su estado sintieran algún tipo de dolor... Aquello hubiera ayudado aún más a la estrategia.

—Técnicamente el que los comanda está usando chakra, imagino que debe utilizar una gran cantidad para poder manejar a toda esa horda, sí es uno o dos quizá podríamos apañarnosla, pero si son mucho más será bastante difícil...— Comenté con cierto optimismo, no era buena matar la ilusión justo antes del momento de la batalla.

No quedaba más que terminar de organizarnos, el moreno se encargaría de las flechas y yo de bombardear a los revividos con botellas de queroseno; una vez dividido los puestos, ayudé al peliblanco con los preparativos finales y trataba de motivarme y mentalizarme a lo que haríamos en pocos minutos.

Y entonces todo estuvo preparado para dar inicio a la guerra, hubo un silencio sepulcral en el cual miré la cara de todos y cada uno de los presentes, un escalofrío recorrió mi cuerpo como sí fuese una señal de mal augurio. —Ya es hora... Saldremos de esta, ya verán...— Comenté con una sonrisa que no apoyaba del todo a mis palabras, pero trataban de infundir un poco más de ánimo.

Mi compañero abrió la puerta de una patada y fue en el momento en que le ayudé a verter el aceite por todo el pasillo. Mi piel se había erizado por el frío que arremetió contra nosotros en el ático; afortunadamente el viscoso líquido hizo el trabajo, los cuerpos empezaron a ceder y a resbalar entre ellos y el suelo.

No obstante no todo estaba del todo bien, los cadáveres lanzaron una mirada amenazadora contra nosotros y al unísono se manifestaron con tremendo bufido que hizo que me intimidase. —Las flechas Koutetsu! LAS FLECHAS!— Apremié al ninja a que empezase la arremetida, después de todo los no muertos estaban enojados, o quien los controlaba, estaba gastando aún más energía porque se movían velozmente.

Esperé a que la lluvia de flechas diera inicio y empecé a lanzar las botellas con el líquido inflamable a aquellos cuerpos que se encontraban con aquella pequeña chispa de luz.

Las ráfagas de viento helado seguía arremetiendo contra nosotros, a la igual que la horda de nuestro enemigos, por lo que hice lo mejor que pude en apoyar al francotirador y lancé el queroseno como lo habíamos planificado, pero... ¿Cuánto tiempo duraría esa ronda?
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Las flechas encendidas se alojaban con fiereza en los cuerpos corrompidos; mientras que las botellas de queroseno estallaban sobre los mismos, provocando que fuesen envueltos por las llamas. Desde la ventana, la horda enemiga comenzaba a tener el aspecto de una procesión de calurosas antorchas.

Aquellas criaturas no vivientes estaban lejos de dar señales de miedo o dolor; sin embargo, su asalto se estaba viendo ralentizado debido a la debilidad natural de su putrefacta carne: el calor de las llamas que les abrazaban los hacia torpes, y lentos al momento de responder a las directrices de su líder. El calor les debilitaba, y el olor a ropa chamuscada y carne quemada inundaban los fríos alrededores de la edificación.

Sigue así, Keisuke-san —animo Kōtetsu—, estamos acabando con ellos.

Se permitió el vislumbrar un leve y engañoso rayo de esperanza atreves de la tormenta; y no se le podría culpar por ello, era joven y su defensa estaba siendo inesperadamente exitosa. Pero como suele suceder, las grandes alegrías espontaneas suelen venir seguidas por un terror y una desesperación atenazadoras.

¡Espera, algo extraño sucede! —comento, al ver como cesaba el avance de los no muertos.

Detuvo su trabajo de tirador en cuanto vio como las criaturas comenzaban a retroceder, antes de sufrir más bajas innecesarias en sus filas. La situación era critica: resultaba obvio que en aquel sitio alto los no muertos serian casi incapaces de alcanzarles; aquello sumado a que enfrentar un ataque desde una posición elevada era cosa difícil y poco efectiva. La cuestión era que semejantes cadáveres andantes serían incapaces de llegar a tal razonamiento, mas no así quien debía de dirigirlos.

Se están replegando, ¿cierto? —pregunto el anciano, como si ya conociese la respuesta a aquella pregunta—. Significa que no quieren sufrir más bajas; también significa que ahora se aproxima el verdadero peligro.

Los no muertos retrocedieron obedientemente hasta desaparecer en la densa neblina que cercaba la edificación. Sus escalofriantes ojos azules fueron lo último en perderse de vista mientras suspendían el asedio. De pronto se volvió a asentar un silencio sepulcral, interrumpido por los ocasionales rechinidos que el viento provocaba en la vieja casa. La tensión era tan densa y palpable como el terrible frio que le rodeaba; pues todos estaban a la espera de que algo ocurriese o de que alguien se manifestase. El joven de Uzushio se mantuvo calmado y en constante alerta, con el arco tensado y el cuerpo parcialmente oculto tras la pared, observando con cuidado, a la espera de algún movimiento. El tiempo seguía pasando, y ocasionalmente intercambiaba algunas miradas expectantes con su compañero; la espera comenzaba a tornarse insoportable. Y para su desgracia, no fue mucho lo que tuvieron que esperar: desde el sobrenatural límite de la nívea nube, una figura humanoide comenzó a hacerse cada vez más visible. El joven se atrevió a dar un vistazo, y su corazón casi se detiene al apreciar aquellos ojos de un ardiente color azulado; ojos que no eran como el par de los no muertos, sino que rebosaban de una furiosa y helada fuerza vital. Su corazón casi se detuvo, mientras hacia una seña a su compañero para que observase el lento y confiado avance del enemigo.

Tenía razón —dijo dirigiéndose al anciano—, parece que ha decidido no perder más vasallos y encargarse de nosotros el mismo.

Su acercamiento era inexorable, y a su paso las llamas residuales se extinguían en un lamentable murmullo; pues tan frio como la muerte era el abyecto viento que le seguía. Su aspecto, a rasgos simples, era idéntico al de Sepayauitl: cabello largo y blanco, piel albina y ojos azules. Pero le diferenciaban un par de cosas: la primera eran sus atavíos y pinturas corporales, que sin duda eran las de un guerrero en labores; y la segunda, un rostro frio, duro y despiadado, como un trozo de hielo extraído desde lo más profundo y oscuro de un infierno congelado.

Se ve… fuerte —alcanzo a decir el muchacho, en un eufemismo con que indicaba que se creía incapaz de poder contra él, solo.

Pero resultaba que no estaba en solitario para tan difícil tarea, otro ninja le hacía compañía; y sin embargo, y puede que fuese por algún instinto de quienes practicaban su oficio, sentía que quizás no fuesen suficiente, que sus fuerzas combinadas no alcanzasen para ganar. Y aun así, no les quedaba otra opción que enfrentarle, enfrentarle y ganar: el instinto de supervivencia bien podía empujarlos a huir y a luchar, pero como era cruelmente claro que no les dejaría irse con vida, solo les quedaba combatir.

El Hakagurē trago con fuerza y tomo tanto aire como pudo. Embadurno una flecha en brea y le prendió fuego; y le hizo una señal a su compañero para que atacase en cuanto él lo hiciera. Se asomó en la ventana y arrojo el proyectil… Con un leve gesto de la mano, la flecha se vio congelada y desintegrada en pleno vuelo, convertida en nieve instantáneamente. La reacción inmediata ante aquello habría sido la de continuar con el ataque, pero antes de que alguno pudiese reaccionar, una larga y delgada estaca de hielo salió disparada hacia la ventana.

A final de cuentas, resulto ser un mero lanzamiento sin un blanco preciso; y aun así basto para destrozar parte de la ventana y pared. Kōtetsu alcanzo a arrojarse al suelo y cubrirse, pero pese a su rostro calmado el susto le había pasado factura; su corazón daba tumbos cual caballo desbocado.

¿Te encuentras bien, Keisuke-san? —se atrevió a preguntar, mientras se mantenía agazapado.
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El fuego de la victoria había estallado en mi interior y me propuse hacer todo lo que estuviera, o no, en mis manos para salir victoriosos de esa batalla, debíamos salir con vida y poder escapar de aquella isla. Hice uso de la motivación y la adrenalina que tenía en ese momento para lanzar todas y cada una de las botellas de queroseno que fueran necesarias para arrasar con la linea ofensiva enemiga.

La estrategia estaba dando resultados y eso me animaba más a continuar resistiendo, podía sentir que sí manteniamos el ritmo, y si no se nos acababan los insumos, podríamos salir adelante en esta batalla. Desde la posición que teníamos pude notar como varios cuerpo estaban totalmente encendidos en llamar, parecían verdaderas antorchas caminantes... No obstante, como lo suponía las criaturas que volvieron a la vida no corrieron despavoridas al sentir las llamas abrasar su cuerpo, no había ningún ápice de dolor o algún otro síntoma.

Lo positivo de todo esto es que la ofensiva contraria se estaba volviendo más lenta y un poco torpe a mi parecer, además aquel aroma a carne quemada que inundaba todo el lugar era para mi como una señal de los primeros pasos a la victoria.

Sigue así, Keisuke-san estamos acabando con ellos.

—Eso parece.— Sonreí con un poco de felicidad, no era solo mi imaginación, Koutetsu lo estaba viendo también.


¡Espera, algo extraño sucede!

—Se están retirando...— Comenté con un poco de confusión, ¿sería bueno o malo? ¿la primera ronda habría terminado? Suspiré. —No creo que se den por vencidos así tan fácil.— Aseguré no muy convencido de aquella retirada.

Se están replegando, ¿cierto? ]Significa que no quieren sufrir más bajas; también significa que ahora se aproxima el verdadero peligro.— Anunció Sarutobi como sí previera lo que sucedería, seguro era por su arduos años de experiencia contra aquella gente.

Dicho y hecho, los cadáveres se retiraron lentamente hasta desvanecerse entre la neblina que rodeaba a la casa, me atacó un poco la ansiedad y no lograba pensar bien en cómo sería nuestro rival, y en qué podríamos hacer para ganarle; hubo un silencio que lo único que hizo fue acrecentar la tensión en el ambiente, cerraba mis manos, respiraba profundo, tragaba saliva, todo aquello debido al nerviosismo que me aquejaba en esos instantes.

Miré Koutetsu, quien se mantenía oculto y con el arco en alto para su siguiente flechazo, por mi parte, a pesar de los nervios que me habían inundado por las palabras del viejo, estaba atento a los movimientos del moreno para lanzar, los segundos transcurrían más lento de lo normal, parecía una eternidad; hasta que finalmente una figura empezó a manifestarse desde la neblina, un similar a la nativa que estaba a nuestro lado, ojos azules y flamígeros y demostraba que imponía mientras seguía avanzando, el peliblanco me estaba haciendo la seña para verlo, pero yo ya lo estaba viendo y su imagen no me inspiraba nada bueno...

Tenía razón, parece que ha decidido no perder más vasallos y encargarse de nosotros el mismo.

—Que buen líder...— Dije con ironía.

Mientras se acercaba a nuestra posición pude notar que las llamas se extinguían, seguramente estaba a una temperatura mucho menor o estaba robando el oxigeno a su alrededor de alguna otra manera... Lo que impresionaba ahora eran aquellas pinturas en su cuerpo, además de que era prácticamente idéntico a la princesa de ese pueblo.

Se ve… fuerte

—Esperemos que sea pura imagen nada más.— Traté de animar un poco al moreno.

El tiempo volvió a su curso normal, avanzaba como debía de ser, al igual que nuestro enemigo, eso nos daba un pequeño lapso para pensar en algo, o quizá no. Mi compañero empezó su ofensiva, cargó el arco con una flecha envuelta en brea y llamas, tensó la cuerda y entonces me hizo la señal, descargó aquella bala de madera con punta de metal y yo lancé la bomba de queroseno unos pocos segundos después, pero nada de eso funcionó, la flecha fue congelada en el aire y luego se desvaneció como si se tratase de nieve, la bomba de queroseno seguramente habría tenido la misma suerte. "Mierdaaa" Me dije sorprendido al ver la capacidad que tenía el guerrero al que enfrentaríamos.

Y sin dar chance a nada más, una estaca gélida arremetió contra nosotros en cuestiones de segundos, fue fácil de evadir echándome a un lado para evitar una herida letal, luego noté al moreno tirado en el suelo cubriendo su cuerpo con sus manos.

¿Te encuentras bien, Keisuke-san?

—Sí, será mejor no perderle de vista, sino en un parpadeo estará aquí arriba...— Aseguré. —Sí se acerca lo suficiente podría darle un buen golpe, parece que los ataques a distancia no serán de mucha ayuda desde ahora...—

Entonces busqué con la mirada al viejo, sí es que aún seguía ahí. —¿Cómo lograban vencer a sus guerrer, algún punto débil o algo útil que saber?— Pregunté rápidamente, el tiempo y la información eran oro.
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La ofensiva había resultado ineficaz, y el contraataque resulto tan desmoralizante como se suponía debía ser.

A fines prácticos y en cuanto a capacidades combativas, son como cualquier usuario de chakra que se denomine ninja —contesto el anciano, que aun yacía quieto; sentado sobre una caja, como indiferente a la proximidad de la muerte—. Sus técnicas solo tienen como debilidad relativa el fuego; nosotros tenemos como debilidad absoluta el contacto con sus manos.

Aquello resultaba un discurso fatídico, pues poseían toda la debilidad y nada de la ventaja. Sin embargo, el hecho de que aquel ser de apariencia mitológica tuviese similitud con un ninja, simplificaba las cosas. El miedo resultaba ser un oponente terrible cuando les hacía creer en la sobrenaturalidad del adversario, pero entre los ninjas se confiaba en la siempre constante mortalidad de los humanos. Habían sido entrenados, sin distinción de villa o generación, con dos axiomas básicos que regían el ir y venir de los enfrentamientos: el primero; todo ser vivo es intrínsecamente, y de alguna forma sea o no descubierta, vulnerable, eso incluye a los ninjas. El segundo; de un enemigo capaz de usar el chakra has de esperar lo inesperado y los inverosímil, y con aquello podrás dar muerte a aquel miedo a lo desconocido. Aquello resultaba en una síntesis que les preparaba para enfrentarse a enemigos capaces de superar las restricciones lógicas a las cuales se sujetan los simples mortales; cosa que a su vez elevaba a los ninjas por sobre los “simples mortales”.

Entonces es como enfrentar a cualquier otro ninja, en cualquier otra situación de vida o muerte… como se supone que es el día a día de nuestro oficio.

Con aquella frase, el joven de Uzushio logro infundirse determinación suficiente como para luchar sin las anclas mentales del miedo irreal.

¡Es nuestro momento, Keisuke-san! —declaro, mientras de deshacía del arco y se levantaba rápidamente.

El joven salió de a cubierto y se paró por sobre el borde de la ventana, haciendo pleno contacto visual con aquel frio guerrero. El tiempo pareció detenerse por un instante, en que ambos se limitaron a expresar que la situación solo podía desembocar en un combate mortal. El joven se deshizo de sus ropajes más gruesos y superficiales, aquellos que le restaban movilidad. Sintió como el frio mordía su carne, mientras la adrenalina comenzaba a calentarle internamente. Se supo capaz de combatir al máximo de sus fuerzas y movilidad durante unos minutos, hasta que el frio lograse agarrotarle los músculos y entorpecer sus movimientos.

El Seltkalt se quedó quieto, orgulloso, a la espera de que le desafiaran abiertamente. Estaba a la espera de los jóvenes, a la espera para darles una gloriosa muerte y de mostrase a sí mismo como un gran guerrero.

Kōtetsu fue el primero en iniciar la ofensiva, tomando un pergamino y extrayendo del mismo un Fuuma Shuriken. En un instante estaba desplegando el arma, y al siguiente la arrojo con todas sus fuerzas. Las afiladas aletas de acero cortaban el aire con un amenazador siseo mientras se acercaban a su pálido objetivo. Aquel ser helado siguió con atención la trayectoria, pero sin moverse un milímetro. Cuando el arma estaba a punto de alcanzarle, este alzo la mano y detuvo fácilmente el giro de la misma; para luego congelarla hasta el punto en que se quebró y quedo convertida en fino polvo de hielo, todo en un instante.

¿Has visto eso? —pregunto a su compañero—. Parece que tiene la capacidad de congelar al instante todo lo que entre en contacto con sus manos; por lo que deduzco que han de ser el arma en la que más confía, de la que más depende.

El de ojos grises hablaba calmada y objetivamente, razonando sobre la fuente de la confianza enemiga a partir de su propia experiencia. Se hacía obvio el que ahora ya no estaba en su modalidad de niño o turista, ahora se encontraba en la plenitud de su forma guerrera.
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A fines prácticos y en cuanto a capacidades combativas, son como cualquier usuario de chakra que se denomine ninja. Sus técnicas solo tienen como debilidad relativa el fuego; nosotros tenemos como debilidad absoluta el contacto con sus manos.— Anunció Sarutobi desde la caja en la que se encontraba. Sus palabras lejos de dar alguna posible solución fueron desalentadoras totalmente, no mencionaba ningún punto clave ni estrategia anterior, a pesar de los años de experiencia que tenía...

Nuevamente volvieron a atacarme los nervios y la ansiedad, ¿qué hacer? El tiempo corría y con él los posibles últimos minutos de nuestra vida...

Entonces es como enfrentar a cualquier otro ninja, en cualquier otra situación de vida o muerte… como se supone que es el día a día de nuestro oficio.

—Muy reconfortante... Sí...— Emití sin muchos ánimos...

¡Es nuestro momento, Keisuke-san! — Manifestó con euforia y se deshizo del arco, Koutetsu salió y se pudo se pie en el borde de la ventana, mirando fijamente al guerrero que venía.

—Nuestra oportunidad de morir rápidamente, ¿no?— Le seguí con cierta duda, luego él comenzó a deshacerse de toda la ropa de invierno que tenía, entendía porqué lo hacía, pero... ¿lo haría yo? Me quedé expectante al ver que el pálido se detuvo y observaba al moreno, parecía esperarle, ambos se presentaban como rivales en un duelo a muerte que comenzaría en pocos segundos.

La acción no se hizo esperar, el peliblanco se hizo con un pergamino y tras una breve explosión de humo surgió una shuriken de dimensiones mayores a la común, sin dudarlo lanzó la estrella en dirección a su objetivo, el metal cortaba el aire realizando un sonido peculiar que hizo que mi cuerpo se estremeciera por el escalofrío que atravesó mi columna. El guerrero siguió la trayectoria del proyectil sin moverse, justo en el momento en que el filo del metal cortaría su cuerpo en dos, levanto su mano y el metal se detuvo, se congeló y pasó de ser sólido a simple escarcha de nieve.

¿Has visto eso? Parece que tiene la capacidad de congelar al instante todo lo que entre en contacto con sus manos; por lo que deduzco que han de ser el arma en la que más confía, de la que más depende.

—Claro, sí nos toca pasaremos a ser nieve...— Comenté un poco nervioso. —Sabes que solo tendremos una posibilidad, ¿no?— Dije con voz titubeante mientras comenzaba a quitarme la chaqueta roja que tenía. —Sí nos toca una vez estaremos fritos.— Expresé lo obvio, pero repasar los riesgos nuevamente no estaban mal.

—Hagamoslo rápido, precisión es lo que necesitamos.— Recorrí mi cuerpo con ambas manos buscando que mis herramientas estén en orden. —Tengo una bomba de humo disponible, creo que es lo único diferente que podría servir... Miré al interior. —Cuando la cortina esté activa podríamos tirarle una de las botellas con queroseno y nos hace falta un encendedor o fosforo o pipa...— Dudé un momento. —¿Crees que pueda congelar las llamas?—
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen
Byakugo no In: Inicio 19/04/2018

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