Por algún motivo el de Amegakure eludió la pregunta que ella le había formulado y aquello no le agradaba para nada. En lugar de responderle, decidió brindarle otro tipo de información, del tipo que ya daba por sabido ya que él mismo había dejado en claro anteriormente. Entonces, ¿por qué insistir con lo mismo? La mente de la pecosa no cambiaría solo por estarse llenando la barriga de alcohol.
Suspiró pesadamente, se acercó la botella a los labios y dio otro trago bastante más largo que los anteriores.
Después de saciar su sed de forma momentánea, apoyó la botella una vez más sobre la mesa y le miró con severidad.
—No has respondido a mi pregunta —concluyó.
No estaba dispuesta a aceptar tal propuesta si no se le daba la información que solicitaba, algo obvio si vamos al caso.
—¿Qué tipo de servicios tendría que proporcionarte como escolta? —para colmo, había algo que hacía que la chica sospechase más de la cuenta —. Sobre todo porque eres también un shinobi y de un rango superior —añadió fijando su vista en la placa que el chico traía apegada al brazo.
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Ante la pregunta del médico, la pecosa se limitó a dejar escapar un profundo suspiro solo para luego darle un quizás más profundo trago a la botella. Entonces, le miraría con una expresión que denotaba que el reloj de arena de su paciencia estaba marchando.
—No has respondido a mi pregunta. ¿Qué tipo de servicios tendría que proporcionarte como escolta?
La fémina reiteró su pregunta, y seguramente no tendría muchos ánimos de tener que preguntar una tercera vez, por lo que Mogura se vería obligado a contestar de una buena vez.
—Sobre todo porque eres también un shinobi y de un rango superior.
El joven médico llevó la copa hasta sus labios y rápidamente bebió el contenido.
—¡Solo soy un humilde médico, kunoichi-dono... No le preste tanta atención a esta medalla...!
Apresuraría a contestar al comentario de la chica, empleando un tono bastante jocoso y poco serio.
—El tipo de servicio que precisaría sería el de ayudarme a llevar un poco de este licor hasta Tane-Shigai y de espantar a cualquiera que nos encontremos en el camino y quiera llevárselo.
Por supuesto que un chuunin no necesitaría ninguna clase de compañía para llegar a un arrozal, ahora, para transportar algo de mercancía quizás la historia sería diferente.
—Confío en que nadie se querrá meter con una kunoichi que se ve tan capaz y carga con una espada en su espalda. Como médico no lo recomendaría.
Y después de hacer aquel comentario dibujó una ligera sonrisa en su rostro para luego volver a apoyar la copa en la mesa y comenzar nuevamente a llenarla.
Algo en la respuesta del contrario no la convencía, probablemente que se estuviese rebajando con ese tono jocoso que nadie podría tomarse en serio. Seguramente fuese la idea del chico, que no le tomase en serio y en cualquier caso, ¿por qué acceder si tenía que tomarse eso a broma? ¿Significa que no necesita de dicha escolta?
Pero cuando la kunoichi se dispuso a preguntar una tercera vez, el médico decidió revelarle la verdad. Una bastante estúpida pero que no le agradaba en lo más mínimo.
—¿Tengo que hacer de mula de carga? —preguntó frunciendo el entrecejo y alzando levemente la voz.
No le gustaba la idea de ir cargando con trastos ajenos, mucho menos si tenía que estar también, protegiendo la mercadería que el de Amegakure quería llevarse y en cualquier caso, ¿por qué carajos necesitaba del sake de este pueblo?
—No me gusta, ni la propuesta ni desconocer tus intenciones —dijo sin más, antes de acercarse la botella a la boca una vez más—. Prefiero arreglármelas yo sola a meterme en asuntos ajenos —afirmó, para luego beber más del contenido de la botella.
Como dato curioso, las mejillas de la pecosa adquirieron cierto tinte rosado y sus ojos no se veían de la misma forma que antes, ahora tenía una expresión de fiereza en lugar de la habitual cara alegre.
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—¿Tengo que hacer de mula de carga?
El médico acercó la copa a sus labios mientras sus ojos buscaban un nuevo lugar donde posarse hasta que la pregunta de la kunoichi quedase perdida en el tiempo. Incluso se tomaría un poco más de tiempo para beberse el pequeño sorbo de licor.
—No me gusta, ni la propuesta ni desconocer tus intenciones.
Exclamó y, sin el menor de los reparos, dio otro trago a la botella que tenía en su poder.
—Prefiero arreglármelas yo sola a meterme en asuntos ajenos.
Mogura volvió a reposar el pequeño plato de porcelana sobre la mesa, vacío. Sus ojos volverían a posarse sobre los de la fémina y notarían el estado en el que se encontraban. De paso pudo ver como las mejillas de la chica se ponían un poco más coloradas.
¿Estaría bebiendo demasiado rápido aquella botella? Él se estaba tomando su tiempo, sentía el peso del liquido dentro del envase cada vez que se servía y estaba seguro de que había mas de media botella dentro todavía.
—¿Si sigues bebiendo a ese ritmo podrás interpretar las indicaciones de los granjeros cuando terminen de trabajar?
Ah pero el médico de nuevo pasaba de ella, en lugar de responderle se hacía el idiota mirando a otra parte mientras bebía y eso sacaba de quicio a la kunoichi.
Para empeorar las cosas, al contrario se le ocurrió cambiar el tema, centrarse en la botella que ella tenía en mano y probablemente también al rubor de sus mejillas del que ella por lo menos no era consciente.
—No te importa —respondió a secas.
Acto seguido se puso de pie, le miró con cierto odio y —para que no se queje— se despidió.
—Suerte con lo tuyo.
Y con aquello se dirigiría a cualquier parte lejos de aquella posada. «Será imbécil, como si no fuera a darme cuenta que pasa de responder a mis preguntas »pensaba mientras seguía su camino a saber a dónde.
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La pregunta del médico no le había caído bien a la rubia, nada bien.
—No te importa —
Contestó sin muchas ganas de dar mayores explicaciones. Seguidamente se puso de pie, gesto que el médico respondió inclinándose ligeramente hacía atrás, le miró con cara de pocos amigos y pronunció unas últimas palabras:
—Suerte con lo tuyo.
Y sin intenciones de perder más tiempo, se retiró el lugar.
Mogura miró su copa un par de segundos, vacía como estaba. Miró después los arrozales un par de segundos y retornó su mirada a la porcelana. No podía evitar sentir que las ganas de beber se le habían ido.
«Supongo que es momento de continuar el viaje.»
Se dijo a si mismo y se puso de pie también. Se acomodó la ropa y el pelo, aunque esto último no fuese necesario. Había dejado como media botella sin tomar, pero no tenía intenciones de abandonarla.
Se acercaría hasta la barra y haría un nuevo pedido.
Momentos más tarde, un shinobi de Amegakure caminaría por los senderos de los arrozales con una damajuana de sake con una agarradera de cuerda en una mano y un paraguas que le protegía del sol en la otra. Su dirección no era otra que la que su mapa le sabía guiar para llegar a Tane-Shigai.
Aquel de Amegakure tendría que buscarse a otra persona dispuesta a llevarle las botellas de un lado a otro ya que Koko no estaba dispuesta a ofrecer tal servicio si no se le daban por lo menos los detalles mínimos sobre lo que se estaba haciendo. Es decir, ¿son solo botellas de alcohol? ¿O tendrán alguna otra cosa?
De cualquier manera, ella no iba a meterse en asuntos ajenos a su aldea, si él quería llevar un cargamento de bebida hasta Amegakure pues que lo haga, pero que no meta a los de otras aldeas.
Y así fue como la Kageyama se retiró del establecimiento, con la botella en mano y cara de pocos amigos. Esperaría a algún buen momento para pedir indicaciones o en su defecto, reanudaría el viaje sin saber siquiera en qué dirección ir.
A algún lado va a llegar, así no sepa a dónde va.
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